¿Quiénes son los niños marginados y qué alternativas tienen? Artículo escrito por Ana Jorquera La autora trabaja en el ministerio a la niñez de la Unión Bíblica Argentina, y tiene una amplia experiencia en este campo.
Cuando pensamos en la niñez, vienen a nuestra mente escenas de recreación, juego, diversión, padres, hermanos. Sin embargo, a estas imágenes mentales se agregan calles, abandono, suciedad, malos tratos, mendicidad. Los niños marginados son aquellos que no tienen recursos económicos ni culturales; aquellos que no poseen hogar o que, si lo tienen, viven hacinados entre adultos que abusan de ellos; aquellos que piden limosnas en la calle y son carne de prostitución, inadaptación, delincuencia y hasta presidio; aquellos que no tienen esperanza y cuyo futuro es similar o aun peor que el de sus mayores. Cuando trabajamos en comunidades carecientes, villas, conventillos y barrios pobres descubrimos que la realidad que nos rodea nos sobrepasa. Nos quedamos cortos al planificar y buscar maneras de servir. Nos desalentamos al trabajar y no ver respuestas que satisfagan nuestras inquietudes y deseos. Tenemos muchas preguntas que nos llevan a reflexionar si queremos actual de manera consecuente. A continuación trataremos brevemente algunas de ellas.
¿Quiénes son y dónde están? Los niños marginados son, en primer lugar, niños. Definimos así a cualquier persona entre cero y doce años de edad. Hay de éstos niños cerca del 35% de la población mundial y un porcentaje aún más grande de los habitantes del Tercer Mundo. Los niños marginados se encuentran por todos lados y en grupos numerosos. Nos alarma encontrarlos cada vez más en las calles, los ómnibus, los trenes, en lugar de estar en sus hogares, sus escuelas, sus parques y otros centros de interés. Los niños marginados son niños, pero cumplen papeles de adultos, ya que buscan alimentos y abrigo, y en esa búsqueda encuentran una falsa manera de pensar: “Soy libre y hago lo que quiero”. No son adultos en miniatura: son niños, y como tales pasan por ciertos procesos de desarrollo y crecimiento. Sin embargo, hay niños que pasan por alto etapas en estos procesos, no las viven ni las disfrutan. Están “perdidos”, no solo en el sentido espiritual sino en todos los órdenes: no tienen rumbo y la vida les resulta indiferente y sin valor. Debemos conocer y comprender estos procesos para ayudar a los niños. De noche, estos chicos juegan en las calles y en las plazas con mucha agresividad y una violencia por momentos incontrolable. Son ansiosos, cambiantes. Están por allí luego
de escaparse de internados, comisarías o de sus propios hogares. A veces son “enviados” por los mayores para traer algo a casa. Otras veces son vendidos, maltratados, prostituidos, heridos, hospitalizados, recluidos, o sea, marginados de la familia.
¿Cómo y por qué están así? La descripción de sus estados no es nada grata. Si vemos esto superficialmente no nos parece un problema tan grande, pero si nos adentramos en sus vivencias, en su vida íntima, en sus sueños, nos damos cuenta de la gravedad del caso. Quedamos cara a cara con personas sin esperanza, con rostros de pequeños llenos de miedo, angustia, desazón, desconocimiento de afecto y amor, con vidas vacías y sin propósito. Recuerdo a una de las niñas de un barrio pobre cuya meta era llegar a ser prostituta como su mamá y su tía. Conocí otra que quería ser sirvienta y algún día casarse con el patrón (como en las telenovelas). Los varones casi no van a la escuela. La calle es su escuela, su casa, su libertad. Allí están sus modelos y sus sueños ilusorios promovidos por la publicidad y los medios de difusión. La mayoría de ellos sienten que es mejor no pensar en el futuro pues están demasiado ocupados en sobrevivir hoy. En el plano educativo los resultados son tremendos. Hay mucho analfabetismo, niños repetidores y desertores y retraso escolar. Los niños marginados no logran avanzar en el sistema educacional y repiten de grado sistemáticamente hasta que sus familias los sacan o ellos se van. Las deficiencias que los niños marginados acarrean desde su gestación se manifiestan luego en dificultades de aprendizaje, inadaptación, problemas de relaciones interpersonales (niño-niño, niño-maestro/autoridad, etc.) Muchos niños de América Latina son explotados. Por un lado, las familias pobres necesitan aumentar sus ingresos y entonces todos (incluyendo los niños) deben ayudar. Por otro lado, muchos chicos trabajan para subsistir o asumen la responsabilidad de cuidar a sus hermanitos menores, atender la casa y satisfacer las demandas de sus mayores. Los chicos de la calle, en especial, “trabajan” en el robo, la prostitución o la participación en oscuras redes que trafican droga. Hay instituciones que reclaman los derechos de los niños marginados. Muchos de ellos participan en jornadas sobre el tema de sus derechos. En una de éstas, los niños de un barrio pobre debían expresar sus derechos a una vivienda digna por medio de pinturas, dibujos y comentarios. Parecía algo muy ilusorio pues estaban en medio del barro, sin mesas, con papeles usados, con escasos crayones y lápices. Los niños expresaban su deseo de tener una vivienda tal vez algún día. Hoy viven sin que se reconozcan sus derechos, desprotegidos legalmente. Por ser niños dependen de los adultos, de sus padres, padrastros y tutores, los cuales suelen no estar preparados ni capacitados para desempeñar su papel. Muchos chicos marginados van a parar a las comisarías del menor. Del 100% que llegan allí, un 60% a 70% terminan encarcelados por delitos. En Argentina, desde 1981 unos nueve mil niños aproximadamente han pasado por estos presidios. Luego salen y otra vez caen. Es un círculo vicioso.
En el campo de la salud, se nota la mal nutrición que limita su potencial de crecimiento hasta llegar al punto crónico de déficit de talla y alta prevalencia de anemia en la población infantil. Todo demuestra que el problema de los niños marginados se acrecentará cada vez más como consecuencia del deterioro socioeconómico, de la ruptura de las familias y de la pérdida de los valores cristianos en nuestra sociedad. Las causas de esta triste realidad son las situaciones de injusticia social, la desvalorización del ser humano, el aumento del materialismo y el consumismo, y el hecho de que el ser humano se distancia del plan de Dios para su vida, y da lugar a la actividad propia de Satanás: matar y destruir. Los niños marginados están en peligro, lejos de la verdad y perdidos, pero aún hay esperanza.
¿Qué alternativa y qué esperanza? La alternativa es una metodología de “estar con” los chicos marginados que están en medio nuestro, cerca nuestro. Es nuestra responsabilidad estar con ellos. Hay que tejer lazos de amistad, de compañerismo, de aceptación y no quedarnos con consejitos o planes elaborados de antemano. La exigencia de la Biblia es reconocer la presencia de estos chicos, su situación social y también su situación espiritual. Jesús tomó un niño en sus brazos, lo tuvo consigo y le dio una posibilidad de relación con el Padre Dios. Esta relación se inicia con el compañerismo con Jesús y se transforma en una vivencia con él. Hoy más que nunca los niños y especialmente los niños marginados, necesitan participar de la luz y de la vida que trae Jesucristo. La relación de los niños con Dios estará marcada por la relación de los niños con los mayores. Por tanto, por medio del amor de los adultos, jóvenes o mayores, hombres o mujeres, la vida nueva que trae Jesús se manifestará también en los chicos marginados. Afirmamos que en su Hijo Jesucristo Dios ha demostrado tener una disposición favorable hacia los niños; que Cristo es el Salvador de los chicos y espera de ellos una respuesta personal; que el niño que crece enemistado con Dios se encuentra en una situación peligros y necesita convertirse mediante el poder del Espíritu Santo. Las preguntas continuarán. ¿Cómo responderán los niños marginados? ¿Qué clase de respuesta buscamos? ¿Decisiones? ¿Conversiones? ¿Estadísticas? ¿Cómo vamos a evaluar nuestro acercamiento a los niños de nuestra tierra? Tenemos una responsabilidad muy grande. Hay un futuro incierto para estos niños, pero también un potencial muy grande frente a nosotros. Los niños de hoy serán los padres de mañana que determinarán los valores de la generación siguiente; serán los líderes mundiales, nacionales y comunitarios que introducirán a la humanidad en el siglo XXI. Nuestra meta ha de ser influir en los niños para que escojan a Cristo y sigan conductas de vida que sean plenamente cristianas. Será necesario conocer la actitud de nuestra sociedad hacia los niños y compararla con la actitud de Jesús: “Dejen que los niños vengan a Mí, y no se lo impidan, porque de los que son como éstos es el reino de Dios.” Lucas 18:16
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