¿QUÉ NOS DIVIDE Y QUÉ NOS UNE? Por Rogelio E. Pérez Díaz Usado con permiso En estos días postreros en que, muy por el contrario de lo que afirman políticos y otras importantes “personalidades” del mundo, el ser humano y toda la naturaleza involucionan, se deterioran progresivamente y siguen el camino del caos total, sería oportuno que los cristianos, esos que tenemos un solo Dios y esperamos en él, pasando por alto las diferencias entre denominaciones, que no afectan para nada la esencia de la fe que profesamos, nos uniésemos cada vez más. Podíamos comenzar a hablar primero de nuestras cosas en común y, por qué no, que nos unen, para crear un ambiente favorable y luego continuar con las pequeñas diferencias exegéticas, que sólo consiguen dividirnos. Tenemos en común un solo Dios (Jehová) y una sola Biblia, que es su Palabra revelada a los hombres. Podemos, a partir de ahí, sentarnos a dialogar, orando mucho a ese único Dios, para que la conversación sea bendecida por él, en el sentido de que podamos ponernos todos de acuerdo y finalizar unidos. ¡Qué alegría tan inmensa es para un padre cuando los hijos se sientan a la misma mesa y hablan en el mismo lenguaje, cediendo en los aspectos en que sus criterios difieren, o mejor aún, hablando de ellos con ecuanimidad, sin exaltación de ánimos! ¡Hermosa familia! ¿No desearía usted acaso una así? Piense entonces que Dios también la desea. Más aún, esa fue su idea cuando nos creó a su imagen, tan parecidos a él que solo a nosotros nos dio Espíritu de vida y hasta libre albredío. No creo que en este último regalo se haya equivocado: teniéndolo fuimos nosotros los que nos equivocamos, elegimos el mal y, estamos separados de su presencia y muertos desde Adán. Ahora, y también gracias a él, tenemos la oportunidad de enmendar nuestro error original, regresar a la comunión con él y tener vida plena y eterna, gracias a Cristo Jesús. La mesa está lista, esperando por nosotros. El propio Padre la ha servido y no sobran las sillas, sino que faltan los comensales. Comencemos, pues, el diálogo, sin condiciones, quizá con una pequeña sugerencia que no hiera a ningún hermano: usemos una sola versión de las Escrituras (quizá la versión más apropiada sea la Reina Varela de 1960, por lo extensamente difundida y no por nada en especial) y después de hablar con Dios, comencemos a hacerlo entre nosotros mismos. Creo que sería bueno que tuviéramos en cuenta, más que la interpretación, la intención (la acción) en sí de la Palabra. Permítasenos poner un ejemplo ilustrativo: Mateo 14:25. “Mas a la vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar”. Este pasaje describe sin dudas un milagro: andar sobre las aguas. Existe la acción en sí, como la revela la Biblia: Jesús caminó sobre las aguas. Existe, por otra parte, la interpretación de nosotros, los seres humanos, con nuestro cerebro limitado y finito. Algunas de las maneras de interpretar el pasaje serían: - Jesús anduvo sobre las aguas: Esa es la forma más literal y exacta de interpretar el pasaje y ofrece la seguridad de que no cabe dudas acerca del milagro. ¿Ha visto usted a alguien caminar sobre las aguas? - Jesús, realmente, no anduvo sobre las aguas, sino que llegó a la barca nadando. Pero era de noche, estaban lejos de la costa, llegó completamente seco, y había una tormenta tan grande que era totalmente imposible que alguien pudiera lograrlo. Los discípulos se asombraron, porque esto no era posible. Visto de esta forma, el milagro sigue siéndolo, pero la
exégesis inapropiada del pasaje casi lo minimiza o, por lo menos, lo adultera. Pero, cedamos, a fin de cuentas, aún así prevalece el acto milagroso. - Jesús llegó a la barca en otra barca, estaba oculto en ella o vino caminando sobre hielo “sólido”. En cualquiera de estos tres casos, por estar tan oscuro, los discípulos se confundieron y tomaron como milagro un evento que era totalmente normal. Visto así,... mire, ¡no cedo! Usted, además de alterar las palabras de la Santa Biblia, está excluyendo la posibilidad del milagro y negando veracidad a la palabra de Dios. Recuerde que más adelante en Mateo 14:33 se nos dice: “Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres hijo de Dios”. Es decir, los testigos presenciales ven el milagro, pues lo adoran y creen por lo que han visto. ¿Dónde estaba usted en ese momento para negar un hecho tan manifiesto? ¿Estaba también dentro de la barca y vio algo que los otros no vieron? Como no he oído nunca a nadie de denominación alguna, que niegue este acontecimiento milagroso, lo tomo de ejemplo, precisamente por ello: para no herir susceptibilidades. Pero sí hay otros pasajes que los hombres adulteran en interés propio. Sólo le estoy insinuando que esperemos de todo corazón un diálogo franco y abierto, que conduzca a la unidad, pero siempre ateniéndonos a lo que Dios nos dice en su Palabra revelada. Anímese hermano: ¡Dialoguemos! Este escrito es una contribución de la agrupación para eclesiástica cubana: Ministerio CRISTIANOS UNIDOS. ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.