¿Qué lecciones podemos aprender de las enfermedades? Por J. C. Ryle Usado con permiso 1. Un propósito de la enfermedad es hacernos pensar — para recordarnos que tenemos un alma además del cuerpo – un alma inmortal – un alma que vivirá para siempre en felicidad o en miseria – y si esta alma no se salva, sería mejor nunca haber nacido. 2. Otro propósito de la enfermedad es de enseñarnos que hay un mundo más allá de la tumba y que el mundo en el cual vivimos solo es un lugar de entrenamiento para otro hogar, donde no habrá decadencia, ni tristeza, ni llanto, ni miseria, y nada de pecado. 3. La enfermedad tiene como otro propósito hacernos mirar hacia atrás honestamente, justamente y escrupulosamente a nuestras vidas pasadas. ¿Estoy listo para este cambio grande si no sano? ¿Me arrepiento de cualquier pecado en mi ser? ¿Son perdonados y limpiados mis pecados por la sangre de Cristo? ¿Estoy preparado para mi encuentro con Dios? 4. Otro propósito de la enfermedad es de hacernos ver lo vacío del mundo y su incapacidad cabal de satisfacer las más altas y más profundas necesidades del alma. 5. La enfermedad también tiene el propósito de mandarnos a nuestras Biblias. En los días de buena salud, ese libro sagrado frecuentemente se deja en el estante, o parece el lugar más seguro de guardar una nota del banco, y nunca se abre entre enero y diciembre. Pero en la enfermedad frecuentemente uno lo baja del estante y busca respuestas en sus páginas. 6. La enfermedad también tiene el propósito de hacernos orar. Temo que muchos nunca oran, o hacen una oración rápida en la mañana y en la noche sin pensar en lo que dicen. Pero la oración llega a ser una realidad cuando el valle de la sombra de la muerte está a la vista. 7. Otro propósito de la enfermedad es de traernos al arrepentimiento y dejar por acabado nuestros pecados. Si no queremos oír la voz de misericordia, Dios a veces nos causa a ―oír la vara‖.
8. Otro propósito de la enfermedad es de acercarnos a Cristo. No vemos por naturaleza el valor total de nuestro amado salvador. Imaginamos en secreto que nuestras oraciones, nuestras buenas obras, o algún sacramento salvarán nuestras almas. Pero cuando la carne comienza a fallar, la necesidad absoluta de un redentor, un mediador, un defensor con el Padre, sobresale a los ojos de los hombres como fuego, y les hace entender estas palabras, ―Simplemente a tu cruz me aferro”, como nunca antes. La enfermedad ha hecho esto para muchos – han encontrado a Cristo en la habitación del enfermo. 9. Por último, pero de suma importancia, la enfermedad tiene el propósito de ayudarnos a sentir lo que otros sienten y simpatizar con ellos. Por naturaleza todos estamos lejos del ejemplo de nuestro maestro sagrado, el cual no solo tenía la mano para ayudar a todos, sino el corazón para sentir lo que sentían. Sospecho que nadie que haya sufrido no pueda simpatizar con otros – y nadie que haya tomado de la copa de sufrimiento no pueda sentir lo que otros sufren. Resumen: Guárdate del roce, de la murmuración, del quejar, y de un espíritu impaciente. Considera tu enfermedad como una bendición disfrazada – un bien y no un mal – un amigo y no un enemigo. Sin duda todos preferiríamos aprender lecciones espirituales en la escuela de alivio y no bajo la vara. Pero asegúrate que Dios saber mejor que nosotros cómo enseñarnos. En ese futuro día entenderás que había propósito y necesidad de tus dolencias físicas. Las lecciones aprendidas en la cama de enfermedad, cuando estamos encerrados del mundo, frecuentemente son lecciones que no aprenderíamos en ningún otro lado. www.obrerofiel.com. Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.