NOTAS
Viernes 27 de noviembre de 2009
I
EL HOMBRE QUE PUDO HABER CAMBIADO LA HISTORIA
Un cambio por el clima
Las lecciones de Lebensohn
GUSTAVO MARTIN PRADA
MARCOS AGUINIS
PARA LA NACION
PARA LA NACION
C
ON la Cumbre de Copenhague, que se celebrará del 7 al 18 de diciembre, el problema del cambio climático concentra de nuevo la atención internacional. En ese marco toca debatir las acciones que, en forma impostergable, todos debemos encarar a fin de asegurar la sostenibilidad de nuestro entorno y de nuestras sociedades. Las pruebas científicas son irrefutables. Si el calentamiento global supera los 2°C, se incrementarán los fenómenos meteorológicos desastrosos, la escasez de alimentos y de agua y las amenazas para ecosistemas únicos. El planeta no puede permitirse un aumento de temperaturas que pareciera estar produciéndose más rápidamente de lo que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) predijo hace sólo dos años. Para contar con posibilidades razonables de mantenerse por debajo del umbral de 2°C, es indispensable que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero se empiecen a reducir antes de 2020 y que, antes de 2050, el resultado de la reducción sea de menos del 50% de los niveles de 1990. Los países desarrollados deben liderar los esfuerzos para alcanzar este objetivo global y demostrar que una economía con baja intensidad de carbono es posible. Del mismo modo, resulta esencial una contribución significativa de los países en vías de desarrollo, especialmente de aquellos más avanzados económicamente, ya que muchos de ellos están convirtiéndose rápidamente en grandes emisores. El impulso de la cooperación entre países será crucial para crear la capacidad, la tecnología y la financiación necesarias. En Copenhague, los países más avanzados deberán discutir nuevos compromisos absolutos de reducción de las emisiones aplicables al conjunto de la economía. La Unión Europea ha dado el ejemplo y ya se ha comprometido unilateralmente a reducir, para el año 2020, sus emisiones en un 20% respecto de los niveles de 1990. La UE está dispuesta a ir todavía más lejos y a suscribir un objetivo de reducción del 30%, en el contexto de un ambicioso acuerdo internacional a gran escala, si otros países desarrollados se comprometen a conseguir reducciones comparables y si los países en vías de desarrollo económicamente más avanzados contribuyen convenientemente en función de sus responsabilidades y capacidades. Estos compromisos son los más ambicioso adquiridos por cualquier país o grupo de países para el periodo siguiente a 2012. Por otra parte, los países desarrollados deberán jugar un rol importante para ayudar a financiar las medidas de mitigación que implementen los países en desarrollo, que según nuestras estimaciónes precisarán, para el año 2020, alrededor de 100.000 millones de dólares adicionales al año para combatir el cambio climático. Parte de estos fondos deberá ser aportada por los países desarrollados, mientras que otra parte debería provenir de los ingresos del mercado del carbono de los países en desarrollo. Las próximas semanas serán clave y marcarán el camino de nuestras acciones y objetivos con posterioridad a 2012. Hará falta esfuerzo y compromiso de todos para consensuar medidas efectivas, que impactarán sobre cada uno de nosotros. © LA NACION El autor es jefe de la delegación de la Comisión Europea en la Argentina.
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“E
L hombre que pudo cambiar la historia.” Este es el subtítulo que lleva la biografía de Moisés Lebensohn, que acaba de publicar José Bielicki. No es un subtítulo arbitrario. Félix Luna le ha dedicado un sustancioso prólogo. Años antes, en su libro Encuentros a lo largo de mi vida, Luna habló de Lebensohn: “En el congreso de la juventud radical, en noviembre de 1951, y como postre, escuché uno de los más hermosos discursos que oí en mi vida: el de Moisés Lebensohn, para cerrar las deliberaciones”. Escribió después: “Aunque se suponía que Frondizi disponía de una singular formación, lo cierto es que ésta era unilateral y armada sólo en función política. Lebensohn no había sido así. Podía comentar una gran novela clásica o contemporánea, o hablar de la obra de un gran pintor”. En efecto, fue uno de los políticos más cultos y universales que registra el catálogo argentino. Una persona de extraordinaria sensibilidad social, coraje ético y visión de largo plazo. Lebensohn cumplió un papel sobresaliente en la década del 30, pues combatió el fraude. Fue un adalid de la democracia en los trágicos años de la Guerra Civil Española; luchó sin miedo contra el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial y después de ella, y logró formar el bloque de Intransigencia y Renovación, con su histórico Programa de Avellaneda. Condujo a la oposición durante la reforma constitucional de 1949, y suscitó el asombro y la hostilidad de sus adversarios, pero a la vez una inocultable admiración. Si no hubiera fallecido muy joven, en 1953, habría podido imprimir a la historia argentina otro curso. Era evidente por la energía y lucidez con las que empujaba su acción política, de la que no se olvidan quienes tuvieron el privilegio de conocerlo. Su padre era un médico que desembarcó en Buenos Aires a fines del siglo XIX. Nacido en Ucrania, se perfeccionó en Suiza y Francia. Hablaba y escribía en nueve idiomas y se carteaba con la intelectualidad europea. Entabló amistad con Juan B. Justo, pero se afilió al radicalismo. Luego de vivir en distintas ciudades, se instaló en Junín, ciudad por entonces muy importante por el cruce de las vías del Ferrocarril del Pacífico y el Central Argentino. Su hijo Moisés había nacido en Bahía Blanca. Como Borges, su infancia transcurrió, en gran parte, disfrutando del paraíso que era la enorme biblioteca de su padre. Moisés Lebensohn se zambulló de pleno en las cuestiones argentinas y mundiales al fundar en 1931, durante el régimen de Uriburu, el diario Democracia. Con artículos y editoriales incandescentes, comenzó a señalar el rumbo que debía orientar a la República mancillada por la profanación constitucional del golpe de Estado. Se había recibido de abogado y prestó ayuda legal a los trabajadores y disidentes perseguidos por el gobierno. Viajó por ciudades y pueblos hasta conseguir que, a pocos meses del golpe, en la provincia se le pudiera infligir al régimen una derrota política. Por aquella época, la Legión Cívica, la de Mayo y otras bandas fascistas desfilaban uniformadas, con la complicidad del gobierno usurpador. Centenares de dirigentes radicales eran detenidos y muchos optaban por el exilio. La dictadura iba en serio. El diario Democracia no se abstuvo de denunciar las persecuciones y el secuestro de libretas, ni de señalar, por ejemplo: “Hay un ambiente de temor y se ha clausurado un centro socialista”. También investigó las torturas a los presos políticos. Lebensohn luchaba contra tres frentes simultáneos: el avance fascista internacional, las violaciones institucionales en la Argentina y la confusión reinante en la Unión Cívica Radical. Fue severo con la decadencia de la vocación política: “Nuestros políticos ya no son los escultores del alma nacional y la estructura del país...
Intransigencia y Renovación, inspirado por Moisés Lebensohn. Allí se selló un pacto para defender la moral, la justicia social, la libertad, la república, el federalismo, la libertad sindical, el voto femenino, la reforma educativa y una firme repulsa a toda forma de régimen corporativo. Es curiosa y casi novelesca la amistad que este hombre excepcional mantuvo durante un tiempo con Eva Duarte, por haberse conocido en Junín. Democracia la ayudó con algunos comentarios favorables a su carrera artística. También se los vio charlando en la confitería Politeama, de la calle Corrientes. El la llamaba “Negrita” y ella, “Rusito”. Moisés le había inculcado la necesidad de luchar por los desposeídos. Nunca se agraviaron, pese a que luego fueron divididos por trincheras opuestas. Eva Duarte regresó por poco tiempo a Junín para casarse con Juan Domingo Perón. Lebensohn jamás se dejó arrastrar por el odio que fue suscitando el acelerado autoritarismo de la primera etapa peronista. Pero consiguió que al Congreso de la Nación
“Ya están dadas las condiciones totalitarias”, advertía en la época peronista el radical que era amigo de Evita
Su habilidad consiste en ocultar su pensamiento, simular o disimular, flotar sobre las corrientes contradictorias como madero sobre el mar; permanecer en la superficie”. En 1935, se constituyó Forja (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina). Pero Lebensohn no había sido invitado por el tufillo fascista y antisemita que había penetrado en esa organización por la influencia de revisionistas reaccionarios, como los hermanos Irazusta y Ernesto Palacio. Se había desencadenado un fuerte debate en el seno del radicalismo, que se intensificó gracias al triunfo de Sabattini en Córdoba. Lebensohn sacó conclusiones y aceleró la marcha hacia el cambio. Sus compañeros o discípulos eran Gabriel del Mazo, Arturo Frondizi, Ricardo Balbín, Crisólogo Larralde, Damonte Taborda. Era el indiscutible docente de voz seductora y frases llenas de contenido. Un pilar que no se agrietaba por las tormentas. Lo admiraban y elogiaban Alfredo Palacios, Enrique Dickman, Alicia Moreau de Justo. Criticó “las leyes que posiblitan el fraude y permiten que candidatos desechados sean consagrados intendentes”, como si no sólo describiese su tiempo, sino como si leyera el lamentable futuro argentino. “Cualquier déspota puede obligar a sus esclavos a que canten himnos a la libertad, y ese canto parece compatible con las cadenas y la opresión.” No hesitaba en cuanto a la defensa de la democracia, la Constitución, el pluralismo y la tolerancia. Denunció con filípicas ardientes la hipocresía de los discursos que dicen lo contrario de lo que se hace (otra referencia a nuestro tiempo).
Antes de que apareciera Perón, escribió: “Hace poco leía a un ensayista inglés que decía que la lucha en el siglo pasado fue por el sufragio; en éste, por el pan. Es decir, por la justicia social”. Su flexibilidad mental y el respeto al poder de las evidencias le permitieron expedirse en cada instante con la palabra justa. En nuestros días habría modificado muchas de las posiciones que eran correctas en los 50, pero que resultan un anacrónico lastre en la actualidad. Por eso es importante seguir su conducta basada en valores, pero atenta a las circunstancias de cada etapa histórica. No dudaba en estar siempre actualizado. Lo afirmaba respecto a su partido: “El problema central es, ante todo, el reajuste de la máquina partidaria, su adecuación a las circunstancias y exigencias presentes, a un nuevo espíritu y nuevos métodos de lucha”. Lebensohn denunció que el fascismo extrae su fuerza del hambre y la desesperación de los pueblos. “El hombre que ignora si al día siguiente llevará un trozo de pan a su hogar, qué será de él y los suyos si dura la desocupación y la enfermedad, el hombre que se siente aislado ante el duro existir de una sociedad sin piedad... ese hombre y ese joven entregan sus libertades a los regímenes totalitarios a cambio de la eliminación de esas incertidumbres.” De nuevo aparece el profeta que quita el velo a un principio fundamental del populismo: mantener la pobreza para sobornarla con subsidios y regalos, y seguir atornillado al poder comprando votos. El 4 de abril de 1945 se constituyó en la ciudad de Avellaneda el Movimiento de
ingresara el famoso Grupo de los 44, que tenía una mayoría intransigente. Pese a su equilibrio, no tenía pelos en la lengua y describía con trazos irrefutables la realidad imperante: “Hay una destrucción del sindicalismo independiente, avasallamiento de las universidades, humillación del régimen parlamentario, monopolio de la radio y del cine; restricción de la libertad de prensa; manejo discrecional de los fondos públicos y de los inmensos recursos sustraídos a la producción; absorción burocrática del control económico y financiero; reelección indefinida del jerarca”. Semejante pintura concluía con una frase terrible: “Ya están dadas las condiciones totalitarias”. ¿No fue una descripción también destinada a nuestros días? ¿O son nuestros días un retroceso patético a la espantosa ciénaga del pasado? Como si no hubiese sido explícito, dejó una inolvidable ilustración al preguntarse qué había hecho el señor Mussolini al capturar el dominio de Italia. Había mantenido las instituciones, sí, sin suprimir el Parlamento. Pero había desjerarquizado el Parlamento. No suprimió a la oposición, no, pero la ignoró y humilló. Cambió las leyes electorales para tener una mayoría automática. No estableció una censura manifiesta, no, pero creó un sistema de coacción económica y moral hasta dominar toda la prensa. Los sindicatos fueron ganados uno por uno por la fuerza o el soborno. El partido oficial fue convertido en órgano del Estado. Ante la inminencia de su fin, Lebensohn se abstuvo de exclamar “¡No quiero morir!”. Manifestó: “No debo morir; hay tanto que hacer, tanto que luchar, luchar...” José Bielicki cierra su biografía reafirmando la misión de apóstol que caracterizó a ese político de raza, su visión humanística, su actitud humilde y generosa, su compromiso con los valores altos. El traslado de sus restos a Junín provocó una multitudinaria movilización espontánea. Centenares de coronas hicieron guardia de honor ante el paso del cortejo. El diario Democracia, al que el gobierno escamoteaba papel, consiguió aparecer, pero enlutado por un vacío irreparable. Vuelvo a Félix Luna: “Lo más importante de Lebensohn es la pasión que lo animó y la jerarquía que dio a la política como instrumento para mejorar la vida colectiva”. © LA NACION
Pactos de paz y amistad CARLOS MARIA GALLI
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L domingo se cumplirán 25 años de la firma del Tratado de Paz y Amistad entre la Argentina y Chile aprobado en 1985 por las autoridades de ambos Estados. La memoria llama a la esperanza e invita a pensar la integración regional y la amistad social. Las dos partes se comprometieron a “preservar, reforzar y desarrollar sus vínculos de paz inalterable y amistad perpetua” en una solución equitativa y pacífica a la controversia por el Beagle. Desde 1985 se solucionaron los conflictos limítrofes y se multiplicaron los intercambios. Se está dando la creativa apertura de Chile hacia el Atlántico y de la Argentina hacia el Pacífico. A fines de octubre, las mandatarias de ambos países suscribieron varios acuerdos que afianzan la asociación bilateral. La propuesta entregada el 12-12-1980 fomentaba la integración. Juan Pablo II afirmó que tener miles de kilómetros de frontera común sin guerras y durante dos siglos era un hecho providencial, y que apostar por la paz favorecía las oportunidades de cooperación en muchos terrenos. El Pontífice realizó dos gestos históricos por la paz de los argentinos. Su intervención el 22-12-1978 evitó una guerra fratricida. Envió al cardenal Antonio Samoré, quien
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vio una luz de esperanza. El 24 de enero de 1979 el Papa aceptó mediar en el diferendo austral. En 1982 realizó el segundo gesto audaz al visitarnos durante el conflicto bélico por las Malvinas. Su voz clamó en Palermo: “Hagan con sus manos unidas una cadena de unión más fuerte que las cadenas de la guerra”. Su mensaje tiene vigencia en el mundo posterior al 11S, atravesado por el fuego
A 25 años de la firma del tratado de paz con Chile se renueva el espíritu de solucionar controversias por medios pacíficos de dos fundamentalismos que representan las patologías de una religión sin razón y de una razón sin religión. En 2002, el Papa envió a los jefes de Estado el Decálogo de Asís para la paz, que fomenta la amistad entre los pueblos. La Iglesia Católica fue pionera en iniciativas integradoras. En 1858 fundó el Colegio Pío Latinoamericano en Roma, y en 1899 realizó un Concilio Plenario
Latinoamericano. El nombre América latina une y distingue. Nos une a todos los americanos y nos distingue de la América anglosajona. Nos integra en la tradición latina y nos diferencia de Europa. Desde 1955 se realizaron cinco conferencias generales del episcopado latinoamericano. Trazaron líneas pastorales comunes y fomentaron el intercambio solidario de las iglesias con gestos, diálogos, acciones y servicios. Desde 1975, muchos jóvenes peregrinan a Luján con imágenes y banderas de los pueblos hermanos. Desde 1996 las instituciones teológicas realizamos cuatro encuentros del cono sur. El documento final de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano, en Aparecida, Brasil, en 2007 resume: “Una y plural, América latina es la casa común, la gran patria”. En nuestra región, las iglesias deben ayudar a construir una comunidad de naciones cuando se consolidan bloques continentales. Pensando en Europa, Hans Gadamer escribió: “Todos somos otros y todos somos nosotros”. Aquí hay que educar para la paz ante el armamentismo vecinal y fomentar el encuentro con las alteridades diferentes. Una unidad plural requiere formar un imaginario integrador y celebrar pactos de amistad.
Nuestra vida democrática se sostiene en valores, normas e instituciones. Algunos bienes están nombrados en el Prólogo de la Constitución Nacional: unión, razón, justicia, libertad, bienestar, paz. Otros se dicen con las palabras verdad, amor, dignidad, bien común, igualdad, desarrollo, solidaridad, participación. Los valores sociales compartidos expresan la racionalidad ética, sostienen derechos, exigen deberes, producen vínculos. La amistad social es un valor recibido de las tradiciones judeocristiana y grecolatina. Hoy se oculta por la levedad del lenguaje y la agresividad de la acción. La división impide que los hermanos estén unidos. La lucha por el poder exacerba el enfrentamiento entre adversarios. La dialéctica amigo - enemigo traspasa los límites del respeto. La violencia física, verbal y moral está justificada por discursos ideológicos contrarios. La violencia no es evangélica. La sentencia de Pablo VI en el emblemático 1968 ayudó a muchos a luchar por la paz y rechazar todas las violencias, especialmente la ejercida por el Estado de forma inmoral e ilegal. Desigualdades acentuadas y nuevas discordias desafían a quienes “tienen hambre y sed de justicia” y “trabajan por la paz” (Mt 5,6.9).
La cultura de la amistad nutre una convivencia justa y pacífica. Nos mueve a querernos más frente a la enemistad. Ayuda a hacer de la patria una casa común y evitar que sea un campo de batalla. Hay una Argentina secreta que sigue creyendo en el amor solidario. La amistad es una raíz afectiva y espiritual de la paz de los pueblos y entre los pueblos. La lucha por la justicia y la paz es una prioridad ética. Reclama multiplicar el trabajo digno y la educación de calidad para el desarrollo integral y la redistribución de bienes. Urge dar un beneficio universal a los hijos fundado en el consenso y la ley. Exige a los cristianos potenciar la opción preferencial por los pobres que brota de la fe en Cristo. Aquel Tratado, que aseguró la paz en el Cono Sur y nos comprometió a solucionar controversias por medios pacíficos, interpela la conciencia de los argentinos. ¿Podemos imaginar un nuevo pacto de amistad social para “consolidar la paz interior”? Ante la sonrisa cínica y la mirada pesimista hay un lugar para la esperanza: lo difícil es posible. © LA NACION El autor es decano de la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina.