¿DISEÑANDO CIUDADES PARA LA EXCLUSIÓN? Prácticas urbanas de autosegregación Mtra. Emma R. Morales García de Alba Estudiante PhD Town and Regional Planning Sheffield University, UK Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades. En los últimos treinta años ha existido un interés particular desde diferentes disciplinas dentro de las ciencias sociales en evaluar los diferentes impactos sociales, económicos, medioamientales y otros, derivados de los modelos de ciudad contemporánea en diferentes regiones del mundo. Uno de los principales cuestionamientos está en que, aunque en diferentes escalas, existen políticas que privilegian los intereses de los individuos sobre los intereses colectivos. Esto se hace evidente en casos donde se prioriza las necesidades del automóvil en vez de esquemas alternativos de movilidad, por poner un ejemplo. El crecimiento acelerado en las principales metrópolis en países latinoamericanos agrega variables que complejizan el ya de por sí difícil proceso de planeación urbana: los asentamientos irregulares; la presión de los desarrolladores inmobiliarios; las limitaciones en materia de dotación de infraestructura, servicios públicos y equipamiento por parte de las autoridades, etc. Si a esto se agrega la distancia que existe entre los diferentes grupos sociales y las oportunidades a las que estos tienen acceso, esto contribuye a crear no solamente fronteras socio-económicas sino en la construcción de fronteras físico-espaciales para distinguir y separar a estos grupos sociales. La proliferación de conjuntos habitacionales cerrados de acceso controlado es un ejemplo de esta segregación socio-espacial. Esta tendencia hacia la creación de fronteras físicas no es exclusiva de las clases más adineradas, ya que en todos los casos, se manifiesta un interés por vivir en “un lugar seguro”, sin embargo, en los conjuntos residenciales, además del énfasis en la seguridad, el discurso reconoce la importancia de la “exclusividad”… en otras palabras son espacios “diseñados para la exclusión” como punto de partida. En México, la combinación entre políticas nacionales de vivienda, intereses políticos y ecnómicos, el peso del desarrollador inmobiliario por encima de los procesos de planeación y la “inseguridad” en el país, han contribuido al incremento de conjuntos habitacionales de acceso controlado. Todos coinciden en que son espacios donde la población de alguna manera elige vivir “auto-segregada” y esto modifica el modo en el que se lleva a cabo la vida comunitaria en el conjunto de la ciudad y en la concepción del espacio público.
Duhau (2009) considera que en la mayoría de las ciudades no se logró cumplir con el tipo ideal de espacio público moderno con carácter inclusivo e igualitario; sino que por el contrario desde un inicio “los mecanismos de distribución urbana siempre estuvieron marcados por segregación” en menor o mayor grado. El autor plantea que en la mayoría de las metrópolis - con contadas excepciones - el espacio público urbano democratizado nunca llegaron a cristalizar y que para entender la evolución contemporánea de los espacios públicos debe “enfocarse la mirada sobre los significados y los usos de dichos espacios y sobre todo las normas explícitas o implícitas formales o convencionales que hacen posibles o prohíben dichos usos y que legitiman y respaldan o no dichos significados”. (Duhau, 2009:220) De acuerdo a Giglia (2003) en “las últimas décadas, en muchas megaciudades del mundo, se ha hecho evidente la emergencia de una desestructuración del espacio público que está transformando las condiciones de posibilidad de la convivencia y de la integración urbana”. Giglia hace un énfasis especial en la “auto-segregación”, planteando que la privatización del espacio público está vinculada a la manera en la que está organizada la población y sus estilos de vida. “Las actividades propias de la residencia, del trabajo, del ocio, del deporte, o del simple tránsito se realizan cada día más en otros lugares separados, cerrados, poco penetrables para los que no puedan justificar su presencia allí, lo cual les confiere un carácter de exclusividad y de mayor seguridad, que los hace particularmente deseables.” (Giglia, 2003)
De acuerdo a la autora, la auto-segregación también tiene “la función y el sentido de marcar las diferencias sociales, ya que el uso exclusivo de ciertos espacios es lo que permite distinguirse del otro, en un proceso de construcción y fijación de la propia identidad y al mismo tiempo de defensa de intereses y estilos de vida específicos”. Giglia considera que la auto-segregación no es un proceso exclusivamente propio de las clases acomodadas. Al contrario, abarca todos los sectores sociales, aunque con diversas modalidades en cuanto a las formas y a los recursos empleados para hacer funcionar los dispositivos de segregación. En particular sobre el tema de los espacios residenciales cerrados, Giglia (2003) considera tres estrategias socio-espaciales que operan en su creación y reproducción: a. una estrategia de búsqueda de la seguridad; b. una estrategia de búsqueda de la distinción respecto al de afuera; y c. una estrategia de búsqueda de la homogeneidad sociocultural hacia adentro.
De acuerdo a Duhau (2009:232) “amplios sectores de las clases medias y altas se autosegregan por medio de enclaves residenciales cerrados incorporando en ellos equipamiento de consumo y recreativos de uso exclusivo de los residentes en dichos enclaves” que consiste en la eliminación del espacio de proximidad como espacio público y del conjunto de los bienes de uso colectivo como bienes públicos: “en la medida que el condominio, conjunto o desarrollo cerrado auto-produce su propio ambiente, puede prescindir del exterior inmediato”. El autor concluye en este tema diciendo que “los lugares que resultan de la disociación de los espacios públicos y las prácticas urbanas se constituyen cada día más como micromundos regidos por reglas propias”. Auto-segregación en Angelópolis La producción de espacios residenciales cerrados en el Área Metropolitana de Puebla, al igual que en otros casos en la República Mexicana responde a las mismas motivaciones de seguridad, distinción y homogeneidad que plantea Giglia. Sin embargo, en el caso particular de Puebla existe un conjunto que se distingue entre los demás por considerarse “modelo” y “referente” denominado Lomas de Angelópolis, con dos características principales: es una de las comunidades de acceso controlado más grandes existentes en el país con múltiples controles de acceso entre el conjunto y los diferentes “clusters” y por contar con un “diseño urbano” que supuestamente permite la existencia de condiciones para la vida comunitaria en un ambiente seguro y agradable. Los promotores han sabido capitalizar las aspiraciones de un sector importante de la sociedad que “aspira hacia un mejor nivel de vida” como se puede ver a continuación en el discurso de bienvenida en la página web: "Una comunidad planeada, bella y segura que ofrece la más alta calidad de vida" con una ubicación privilegiada, un paisaje natural incomparable, un diseño urbano moderno y eficiente, numerosas áreas verdes para su disfrute, zonas deportivas e infraestructura diseñada para su comodidad y seguridad, Lomas de Angelópolis I y II se ha consolidado como uno de los más impresionantes proyectos residenciales del país. (Lomas de Angelópolis, 2012)
Un número importante de habitantes de la ciudad de Puebla y alrededores han decidido mudarse a este conjunto buscando esa seguridad que “el mundo exterior” no les garantiza, dejando atrás algunas colonias como San Manuel, el Mirador o La Paz en donde en los últimos años ha incrementado el nivel de delincuencia.
Sin embargo, existen inconsistencias en la construcción de estos espacios seguros, Si son tan seguros ¿por qué existe malla electrificada entre clusters? En los que supuestamente se vive con “gente como uno” con quien nos sentimos seguros. Asimismo, ¿Por qué casas que originalmente tenían un diseño abierto y transparente han ido integrando bardas, rejas, vegetación y otras barreras físicas y visuales para no permitir contacto entre el exterior y el interior de las viviendas. La realidad es que estos conjuntos seguros no han logrado asegurar la seguridad de los habitantes en su totalidad y han abierto nuevas modalidades para delinquir en donde el mismo personal de vigilancia forma parte en algunos casos. Finalmente, la existencia de conjuntos con estas condiciones y con estas dimensiones, plantea tres efectos colaterales que habrá que considerar: 1) La barrera físico-espacial que separa el mundo exterior del interior violenta el libre tránsito y acceso del resto de la población, dejando comunidades aisladas detrás de los muros y a un número importante de habitantes y empleados sin opciones de movilidad por la inexistencia de transporte público, llevando a personas a caminar hasta 7 kilómetros para llegar a una parada de autobus. 2) los intereses particulares dentro del conjunto no responde a una visión municipal por lo tanto un grupo de individualidades adquieren mayor valor que las necesidades propias del conjunto de la población dentro del municipio; y 3) la “exclusividad” y “estilo de vida” contribuyen a la ya de por si difícil situación de inequidad e injusticia que se vive en nuestras ciudades que puede escalar en conflictos sociales, particularmente con los habitantes originales de esas tierras que no reciben los beneficios o ventajas dentro del esquema actual.
REFERENCIAS Duhau, E. (2009) Vida y muerte del espacio público 1. Ciudades Latinoamericanas IV: Políticas, acciones, memoria, 213-238. Giglia, A., & UAM-Iztapalapa, F. M. (2003). Espacio público y espacios cerrados en la Ciudad de México. Espacio público y reconstrucción ciudadana, México, Miguel Ángel Porrúa y Flacso México, 341-364.