Poder Absoluto. Prefacio Estaba mirando por la ventana de un hotel en Islip, Nueva York a comienzos de los años noventa. Era casi medianoche y no recordaba haber estado nunca más deprimido. Esto era principalmente por dos razones. La primera, había volado a Islip en calidad de abogado, mi firma representaba una compañía que estaba buscando comprar unos bancos y me habían asignado la revisión de todos los arrendamientos de tierra para las propiedades bancarias. Gasté tres días de mi vida haciendo únicamente eso. Si alguna vez tienes problemas para dormir, olvida el “Ambien” y vaya directamente a arrendamientos de tierra. Segundo, acababa de hablar con mi agente de guiones en Los Ángeles. Había escrito un guion que era como “Duro de Matar en la Casa Blanca”, el cual había recibido un gran despliegue y todo el mundo parecía amarlo. Mi agente me había preparado para una gran venta. Después de matarme trabajando por 15 años y no tener nada que mostrar, estaba más que listo para un gran lo que fuera, pero no fueron buenas noticias. Un estudio había rechazado el guion y los otros, sintiendo que algo andaba mal con la historia, rápidamente también lo hicieron. Esa es la mentalidad gregaria en Hollywood. Entonces ahí estaba yo, mirando por la ventana a la medianoche, mientras otro rechazo se abría camino en mi interior. Y fue en ese momento, por primera vez en mi carrera de escritor, tal y como era en ese momento, que comencé a contemplar la dura verdad. Tal vez era un escritor que nunca sería publicado. Les pasa a varios, muchas veces ni siquiera es su culpa, es simplemente la naturaleza del negocio. He contado historias hasta donde alcanza mi memoria, de niño crecí en una calle de Richmond, Virginia que se llamaba Avenida Austin. A los cinco años era conocido como “el abogado de la Avenida Austin” porque argumentaba cualquier cosa y aparentemente no paraba de hablar. A veces contaba grandes
historias para salirme de problemas con mis padres o con algunas autoridades del colegio. Por cierto, como a mi esposa le encanta recordármelo, mi hijo es exactamente igual. Cuando tenía ocho años mi mamá me regaló un libro de páginas en blanco para que pudiera escribir mis historias. Creo que lo hizo parcialmente para que hiciera silencio. Pero bueno, no tuvo éxito en silenciarme, pero si tuvo un efecto, me abrió las puertas al mundo de la escritura, y ahí encontré mi vocación. Desafortunadamente, encontrar una vocación cuando se es niño y vivir de eso cuando se es adulto es, para parafrasear a Mark Twain, la diferencia entre la luciérnaga y el rayo. Desde el momento en el que empecé a escribir nunca habría podido imaginar el enrevesado camino que iba a tomar mi carrera de escritor, lo único que sabía ciertamente es que no podía vivir sin hacerlo. Luego de haber superado el entumecimiento que los arrendamientos de tierra de Islip dejaron en mi cerebro, volví a casa e hice un chequeo de instinto con mi esposa. Rápidamente, ella me puso de nuevo en forma. Escribir es lo que me gusta hacer, puede ser enloquecedor, frustrante y el inicio de todo tipo de comportamientos dañinos, pero disfruto todos sus elementos. Una parte del cerebro está permanentemente anclada en la bahía de las historias, afecta la visión del mundo y ciertamente la vivencias de todo lo que hay en ese mundo. Esto requiere una completa devoción. Ya tenía la enfermedad, avanzada, ahora ¿cómo podía darle la vuelta a otra devastadora decepción y convertirla en algo positivo? Algunos años antes había tenido la idea de escribir una novela sobre el presidente de los Estados Unido, la idea se formó cuando mi esposa y yo hacíamos paseos en bicicleta por el George Washington Parkway hacia D.C. Pasábamos por los monumentos e incluso íbamos hasta la Casa Blanca, veíamos al servicio secreto
e imaginábamos lo que sería vivir allí. Pero eso era todo lo que tenía, una idea. Realmente no tenía un argumento y estaba seguro que esto era esencial para el contenido de mi novela. De todas maneras, trabajaba en mi historia eventualmente, mientras al mismo tiempo entregaba cuentos cortos y guiones que fueron rechazados. Luego, una noche, mi carro fue remolcado para dar paso a la caravana presidencial. George Bush I era el presidente en ese momento. Tengo el vivo recuerdo de estar en una calle aledaña, sentado en la grúa con el conductor, cuando la limosina presidencial pasó por la Avenida Constitución. El presidente Bush encendió la luz interior de la limosina y pude verlos claramente, a él y a la señora Bush. El conductor de la grúa y yo nos miramos y simultáneamente articulamos la palabra “wow”. Nunca había estado tan cerca de un presidente. Sospecho que él tampoco. Ese pequeño vistazo del hombre más poderoso del mundo pareció energizarme. Volví a casa esa noche y realmente empecé a escribir “Absolute Power”. Hice un compromiso conmigo mismo y con mi esposa, pasaría doce horas al día trabajando como abogado, volvería a casa, pasaría tiempo con la familia y cuando se fueran a dormir, iría a mi pequeña guarida en el sótano y empezaría mí segunda carrera, como novelista. Puse en ese trabajo una vida entera de energía creativa, que hasta el momento solo había dejado salir en discretos estallidos. Me concentré, escribí, reescribí, investigué, usé jerga de abogado y actitudes que no sabía que tenía para entrar en lugares y hablar con las personas que harían vital cada palabra de la historia. Amé cada momento de esto y aunque había trabajado casi una década como abogado, en mi corazón sabía que estaba destinado a ser un escritor de ficción. Ahora solo debía convencer a otras personas de esa verdad. Fui feroz con todo lo que hice con esa novela, no sé muy bien qué era lo que me motivaba, pero al final de tres años tuve una novela de la cual estaba verdaderamente orgulloso.
Reuní una lista de agentes en Nueva York, les envié las páginas y les dije en la carta de presentación que les garantizaba que si leían la primera página no sería capaces de parar hasta haber leído la última. Hice eso porque si yo no estaba cómodo con mi trabajo, ¿cómo iban a estarlo ellos? Y supuse que al menos la mitad de ellos lo leerían solo por probar que estaba equivocado. Bueno, al final de haber leído el manuscrito, todos querían conocerme. Elegí a mi agente, Erin Priest, quien todavía lo es. Hemos pasado por muchas cosas juntos. Es uno de mis mejores amigos. Nunca habría obtenido el nivel de éxito que tengo sin sus sabios consejos. El libro se vendió inmediatamente y de la noche a la mañana, me volví un éxito. Fueron solo 5.000 noches de trabajo para llegar allí, como le pasa a casi todos los éxitos repentinos. Fui finalmente publicado. Recuerdo ver la novela en las librerías por la primera vez, era como ver nacer a otro hijo. El camino de mi carrera estaba finalmente establecido. Para aquellos que nunca han leído la novela o visto la adaptación cinematográfica con Clint Eastwood, la historia principal de “Absolute Power” es relativamente simple. Pero tiene dramáticos resultados. El presidente de los Estados Unidos tiene un affaire que lleva a un evento mortal, a una conspiración, a un encubrimiento y a una carrera por la verdad. Cuando el libro salió por primera vez en 1996 recibí montones de correos de los fans sobre la historia, la mayoría tenían comentarios muy laudatorios, pero algunos modificaban sus elogios con el reclamo de que la historia era demasiado traída de los cabellos puesto que en esta época el Presidente no tendría un affaire. Luego, cuando salió a la luz el escándalo de Mónica Lewinski, recibí correos de personas que aparentemente pensaban que “Absolute Power” fue escrito después de esta intriga presidencial, no muchos años antes. Estos “fans” me criticaban por intentar explotar un escándalo nacional. Simplemente algunas veces no puedes ganar.
Me encanta escribir sobre Washington D.C, principalmente porque las apuestas en la historia son inconmensurablemente grandes y están establecidas en la única ciudad del país que puede aumentar los impuestos o declarar la guerra. En el mundo de mis libros federales, la ciudad puede desaparecer, la guerra puede comenzar, las industrias se pueden derrumbar y los gobiernos pueden caer. Sin embargo, me gusta construir grandes consecuencias que vienen de pequeñas acciones humanas. Quiero que los lectores entiendan que muchas de las cosas sobre las que he escrito, por más extravagantes que parezcan, son negocios de todos los días. Si eso no te asusta, no sé qué lo hará. Cuando miro todas las novelas que he escrito, debo decir que hay algo especial sobre la primera. El éxito de “Absolute Power” me permitió dejar el derecho y comenzar a vivir mi vida haciendo algo que de verdad amo. Desde que era un pequeño niño creciendo en Virginia con el sueño de dejar mi marca en el mundo escrito hasta convertirme en un maduro abogado y padre de adolescentes, nunca he perdido la emoción de garabatear en el papel y convertirlo en algo que los otros van a tener placer leyendo. Nunca me inclinaré ante las fórmulas y nunca seré complaciente. Me convertí en escritor para crear historias que me fascinen y me reten. “Absolute Power” fue el primer paso, otras 17 novelas lo han seguido y cada día me levanto agradecido de poder sentarme y hacerlo todo otra vez. Espero que disfrutes la edición especial de “Absolute Power”. Feliz lectura, David Baldacci. Tomado de: Absolute Power (2010) Vision. Baldacci, David.
Preface Absolute Power – Transcript In the early 1990’s I was staring at a hotel window in Islip, New York. It was nearly midnight and I could not remember feeling more depressed. This was for at least two reasons. First, I’d flown out here in my capacity as an attorney, my firm represented a company that was looking in to buying some banks and I’d been assigned to review all the ground leases for the bank properties. I’d spend three days of my life doing just that. If you ever have trouble falling asleep, forget the “Ambien” and go straight to ground leases. Second, I’d just heard from my screenplay agent in L.A, I’d written a script that was sort of “Die Hard in the Whitehouse”, It had gotten a lot of hype and everyone seemed to love it. My agent had prepared me for a really big sale. After writing my butt off for 15 years and having nothing to show for it, I was more than ready for a really big anything, but the news was no good. One studio had passed on the script and the others, sensing something was wrong with the story, all quickly passed too. Such is the herd mentality in Hollywood. So there I was, peering out the window at midnight, as yet another rejection winded its way through my psyche. And it was at that moment, for the first time in my writing career, such as it was, that I started contemplating the hard truth. I might be a writer who just never becomes published. It happens to a lot of good ones, often through no fault of their own, it’s just the nature of the business. As far back as I can remember I told stories, as a child, I grew up on a street in Richmond, Virginia, named Austin Avenue. As a fiveyear-old, I was dubbed the “Austin Avenue Lawyer” because I would argue any point and apparently never stopped talking, often telling tall tales to get myself out of trouble with parents and assorted school officials. By the way, my own son is exactly this way to, as my wife likes to remind me.
When I was eight years old my mother gave me a book of blank pages in with to write down my stories. I think she did it partially just to shut me up. Well, it didn’t succeed in getting me to be quiet, but it did do one thing, it opened up the world of writing for me, and just like that, I found my calling in life. Unfortunately finding a calling as a young boy and actually making a living from it as an adult is, to paraphrase Mark Twain, “the difference between the lightning bug and the lightning”. From putting pen to paper all those years ago I could never had imagined the circuitous route my writing career would take, all I knew back then was that I couldn’t live without it. After I finished the ground lease numbing of my mind in Islip, I went back home and did a gut track with my wife. She quickly whipped me back into shape. Writing is what I love to do, it can be maddening, frustrating and a genesis for all sorts of unhealthy behavior, as well as grand plots of procrastination, but I cherish all elements of it. A part of your brain is permanently moored in the storytelling harbor, it affects how you view the world, and indeed, how you experience everything in that world. It demands complete devotion. I had the decease, bad, now, could I turn yet another devastating disappointment into a positive? A couple of year earlier I had the idea of writing a novel about the President of the United States, it formed while my wife and I took bike rides on the George Washington Parkway bike path into D.C. We passed the monuments and even go down to the White House, we’d see the secret service and wonder what it was like to be living there. But that’s all I had, an idea. I didn’t really have a plot, which I was quite certain a novel needed to contain. However, I would work on it sporadically while also turning out short stories and screenplays that all met with rejection. Then one night, my car was towed to make way to the presidential motorcade. George Bush I was president then. I remember vividly sitting in the tow truck on the side street with the driver and the
presidential limo passed by on Constitution Avenue. President Bush turned on the light inside the limo and I could see, both him and Mss. Bush quite clearly. The tow truck driver and I looked at each other and simultaneously mouthed the word “wow”. I’d never been that close to a President. I suspected he hadn’t either. That one brief glimpse of the world’s most powerful man seemed to energize me. I went home that night and really started writing “Absolute Power”. I made a commitment to myself and my wife, I would spend twelve hours a day working as a lawyer, come home, spend time with the family and when they went to sleep I would rush to my little den in the basement and start my second career, as a novelist. I brought to bear on that work a lifetime of pent-up creative energy that up to that point I had only let out in discreet bursts. I focused, I wrote, rewrote, researched, using guile and lawyer speak, and nerve I didn’t even know I had, to get me into places and talk to people that made every word in the story feel vital. And I loved every minute of it. But though I had labored nearly a decade as a lawyer, in my heart I knew I was meant to be a fiction writer. I just had to convince other people of that truth. I was ferocious in everything I did with that novel, I’m not sure what precisely drove me, but at the end of three years I had a novel of which I was truly proud. I cobbled together a list of agents in New York, I sent them the pages, I told them in the query letter that I guaranteed that if they read the first page they wouldn’t stop until they’d read the last. I did that because if I wasn’t comfortable about my work, how could they be? And I figured at least half of them would read it just to prove me wrong. Well, they all wanted to meet with me after reading the manuscript. I selected my agent, Erin Priest, he’s still my agent today. We’ve been through a lot together. He is one of my best friend. I would never had obtained the level of success I have without his wise counsel. The book was sold immediately and
suddenly I was an overnight success. It only took about 5.000 nights to get there, as overnight successes often do. I was published, finally. I remember seeing it in the book store for the first time, it was like watching another child being borne. My career path was finally set. For those of you who have never read the novel or seen the movie adaptation starring Clint Eastwood, the underlying story in “Absolute Power” is fairly simple. But it had dramatic results. The President of the United States has an affair that leads to deadly event, a conspiracy, a cover-up and a race for the truth. When the book first came out in 1996 I received lots of fan mail about the story, most people where very laudatory in their comments, but a few did amend their praise with the caveat that the story was really far-fetched, because in this day and age, the President couldn’t possibly have an affair. Then, when the Monica Lewinsky affair broke, I received mail from folks who apparently thought that “Absolut Power” was written after this presidential intrigue, rather than years before. This “fans” harangued me for attempting to exploit a national scandal. Sometimes, you just can’t win. I love writing about Washington D.C, principally because the stakes in the story are immeasurably greater, simply because it’s set in the only city in the country that can raise your income tax or declare war. In the world of my federal books, the city can disappear, war can erupt, industries can crumple and governments can topple. Yet I like to build large consequences out of small human actions, I want readers to understand that many of the things I write about, outlandish as they may seem, actually are business as usual. If that doesn’t scare you to death, I don’t know what will. As I look back at all the novels I’ve written, there’s something special about the first. The success of “Absolute Power” allowed me to leave the practice of law and begin to earn my living doing
something I truly love. From the time I was a little boy growing up in Virginia with a dream of making my mark in the world with the written word, to becoming a mature lawyer and father of teenagers, I’ve never lost the thrill of making scribbles on paper and turning it into something others would find pleasure in reading. I will never bow to formula and I will never grow complaisant. I became a writer to create stories that both fascinated and challenged me, “Absolute Power” was the first step, seventeen other novels so far have, and every day I wake up grateful that I get to sit down and do it all again. I hope you enjoy the special edition of “Absolute Power”. Happy reading David Baldacci Tomado de: Absolute Power (2010) Vision. Baldacci, David.