Patricio Carmody. “El zigzag de la política exterior afecta al ...

21 oct. 2014 - Habló de la relación entre la política exte- rior de un país y su ... ral en Relaciones internacionales y diplomacia del ... tugal, España y Uruguay.
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comercio exterior

| Martes 21 de octubre de 2014

Patricio Carmody. “El zigzag de la política exterior afecta al comercio” En su reciente libro Política exterior al fin del mundo, compara la evolución de la Argentina, Brasil y Chile entre 1983 y 2010; hiperpresidencialismo, consensos y falta de planes Textos Florencia Carbone | Foto Santiago Filipuzzi

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a elección del título para el capítulo argentino resume en cuatro palabras la historia ¿reciente? del país: “Desacuerdos básicos. Destinos indefinidos”. Decidido a entrelazar afectos y experiencias, Patricio Carmody acaba de publicar el libro Política exterior al fin del mundo. Argentina, Brasil y Chile en el tiempo democrático (1983-2010). Las tres mujeres más importantes en su vida –su esposa, su hija y su madre– tienen que ver con el triángulo que se propone analizar y la idea queda explícita desde la dedicatoria: “A Verena, que nació en Argentina; a Caitlin, que nació en Brasil; a Sarita, que nació en Brasil”. ¿Por qué la elección de estos tres países? –Son vecinos, han afrontado problemas similares y tienen los mismos desafíos desde el punto de vista de la distancia, por su ubicación geográfica. También tuvieron procesos militares. Quizá Brasil se parece mucho más a nosotros, tuvo grandes inflaciones y grandes crisis económicas. No son inalcanzables, la idea era mostrar que hay países al lado nuestro que están haciendo las cosas de una manera diferente y con cierta coherencia. En cambio en nuestro caso lo que se ve es un cierto zigzagueo. Cuando asume Caputo como canciller (1983) dice: queremos ser un país normal y previsible. Porque veníamos de un gobierno militar que un día estaba con Estados Unidos y otro con Yasser Arafat. Desgraciadamente después de 30 años vemos cómo ese zigzag en política exterior afecta a un tema como el comercio. Impacta el título del capítulo dedicado a la Argentina. –Hay un fuerte contraste con Argentina. Chile, que tiene acuerdos profundos gracias a los que un país que no es muy grande ni poderoso ha podido desarrollar ambiciones internacionales, y también con Brasil, que no tiene acuerdos profundos sino operativos. Ellos hablan de acordar lo básico para progresar, y después combinan eso con grandes ambiciones a nivel internacional que siempre han tenido. No logramos en 30 años acuerdos básicos en política exterior, no tenemos una estrategia de desarrollo consensuado. ¿Por qué pasa eso? –Es casi una cuestión sociológica. En el libro pinto algunos de los factores que considero in-

fluyen, como el hecho de tener crisis tan grandes cada 10 años. Eso hace que los responsables de la crisis se borren del escenario político por otros 10 años, tiempo en el que no pueden hablar de nada. Entonces el que sube es capaz de hacer una cosa totalmente diferente sin oposición en la práctica. Cuando Menem hablaba, Alfonsín no le podía decir nada; a Kirchner le pasó lo mismo con los menemistas. ¿Le pasará lo mismo al kirchnerismo cuando concluya el ciclo actual? – Es un momento especial. Si fracasara el kirchnerismo desde el punto de vista macroeconómico, ya habríamos fracasado con el conservadurismo, el peronismo de derecha (con Menem) y el de izquierda (con este gobierno); la izquierda radical (con Alfonsín) y la derecha radical (con De la Rúa). En 30 años todo el mundo es culpable. Nos tendríamos que poner de acuerdo en desarrollar un nuevo consenso. ¿En eso radica la “búsqueda de la normalidad deseada”, a la que hace referencia? –Ocurre que lo que era normal para unos no lo era para otros. Mucha gente habla ahora del 60 como una época dorada en la que teníamos créditos, nos desarrollábamos. Todos acuerdan –derecha e izquierda coinciden– en que desde entonces hemos tenido un declive relativo. Lo que hay que acordar es qué es la normalidad. ¿Y qué es la normalidad en un contexto globalizado como el actual? –La normalidad no es aceptar la globalización automáticamente. Es pensar en término de los 40 millones de habitantes, no de un grupo. Eso no se ha hecho. Cada uno ha gobernado para su grupo. Hay casos como el de Chile, por ejemplo, que han heredado un sistema económico del gobierno militar, pero sin embargo acordaron continuarlo y darle un contenido de inclusión social importante con lo que le dieron legitimidad. Acá no tenemos un sistema económico consensuado y eso nos causa grandes problemas. Habló de la relación entre la política exterior de un país y su desarrollo. ¿Cuál es el rol del comercio? ¿Es viable en un mundo globalizado crecer como país puertas adentro? –Siguiendo la definición de Celso Lafer (ex canciller brasileño), la política exterior es una política pública que consiste en convertir ne-

cesidades internas en posibilidades externas. Se puede crecer solo, pero no será en los niveles que puede interactuando con otros países. Una de las críticas que se le hacen al kirchnerismo es haber manejado la política exterior según las necesidades internas. – El libro llega hasta 2010, no se mete en esta época a propósito. ¿Para evitar susceptibilidades? Quizá hayan habido hasta excesos. Es muy difícil comparar excesos con cosas normales pero está claro que el desaprovechar la posibilidad de convertir necesidades internas en posibilidades externas es una falla grande. Y lo dice Lafer, que viene de Brasil, que no es una economía totalmente abierta. Tampoco hay que abrirse así nomás. Hay que hacerlo en forma pragmática, estudiando lo que se está haciendatos

perfil globalizado Patricio Carmody es ingeniero industrial por la UBA. Su extenso currículum detalla un master en Administración de empresas en Estados Unidos; el Programa doctoral en Relaciones internacionales y diplomacia del Centre D’Etudes Diplomatiques et Strategiques de la Ecole de Hautes Etudes Internationales, en París; su participación en 4 programas ejecutivos de la Kennedy School of Government, de la Universidad de Harvard, y un programa conjunto de la Universidad de Columbia y el Banco Mundial. Durante 20 años fue vicepresidente de marketing de la división Alimentos a nivel mundial de Pepsico Inc, con base en Nueva York. Por su trabajo vivió en Tailandia, Brasil, Portugal, España y Uruguay. Actualmente es miembro consultor del Consejo de Relaciones Internacionales (CARI) y del Consejo Consultivo de Cippec.ß

do sector por sector. El comercio es un motor importantísimo para el desarrollo y tiene que estar mucho más apoyado por la Cancillería. Otro de los ejes que compara es la interacción entre el sector público y el privado. ¿Otra asignatura pendiente de Argentina? –En los casos de Chile y Brasil, a su modo, el Estado y el sector privado han sido cooperativos, hasta gente como Insulza (ex canciller) en Chile se ha dado cuenta que no sólo las compañías competían a nivel mundial, sino que también lo hacen los países. Y eso se fue metiendo en Chile profundamente. En Brasil también hay una cuestión de compañías privadas que trabajaban con el Estado y compañías estatales que trabajan juntas en el comercio internacional. En la Argentina desgraciadamente ha habido un ambiente de confrontación permanente. Es una gran diferencia que afecta mucho los temas del comercio. Es una deuda importantísima. ¿Y qué pasa cuando analiza la figura presidencial? En los tres hay un hiperpresidencialismo importante. En Brasil puede ser más moderado por Itamaraty (la cancillería), que tiene una continuidad que sobrevivió a los gobiernos militares, democráticos, a todo. Eso frena, a menos que el presidente sea alguien que conoce muy bien el tema o un intelectual, como Fernando Henrique Cardoso, que había sido canciller. En Chile los presidentes tuvieron una importancia increíble. Gente como Lagos, de formación económica, por caso. En los tres países tuvimos los primeros presidentes democráticos –Alfonsín, Sarney y Aylwin– que gozaban de un gran prestigio internacional. Después vinieron presidentes de mucho impacto, pero que sobreactuaban, como Lula o Menem. Eran espectaculares cuando iban a cualquier reunión, pero quizá había una sobrepromesa. Otra categoría fue la de los presidentes intelectuales, como Cardoso en Brasil y Lagos en Chile. De esa clase en la Argentina no tuvimos, sí tenemos una clase especial que llamo “antidiplomacia”: Néstor Kirchner. Hacía cosas adiplomáticas, como no prestar atención a los embajadores cuando iban, o decía que iba a ir reuniones y no aparecer, dejar a gente plantados a presidentes o reyes porque no le daba importancia a las cuestiones diplomáticas.ß