PASANDO PAGINA
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ME CASARE EN ARGENTINA
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La primera temporada transcurrida en Ibiza - en la nueva faceta de pizzero - estaba llegando a su fin, con algo de gloria, pero también con algo de dolor y sentía que había llegado el momento de reflexionar y de sacar las debidas conclusiones.
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En los últimos años todo había marchado a un ritmo contrario al usual, los episodios simpáticos y las buenas historias que un tiempo le hacían compañía a mi existencia, habían cedido el paso a otros episodios cargados de sabor amargo y de poco había servido tratar de rechazar con toda la fuerza de la mente todas estas contrariedades que día tras día trataban de ponerme negativo, ya que se habían introducido en mi vida, congestionando lo que hasta el momento era mi brillante firmamento. Uno de estos antipáticos episodios - el peor - me lo donó injustamente mi familia, quienes actuando como si hubiesen sido trabajadores de temporada, que al cobrar el finiquito regresan a sus casas, regresaron a Italia sin nisiquiera discutirlo, rechazando de esta manera la oportunidad de intentar seguir juntos en aquel país que nos hospedaba y que nos estaba brindando la posibilidad de intentarlo unidos. Pasando por alto algunos problemillas, Santa Eulalia me había parecido el lugar ideal para volver a empezar, su vida tranquila, a mi parecer, volvía a reconciliarme con mi ser, porque todo lo que la componía me hacía entender que estaba hecha a medida de hombre. Por cierto, yo no podía decir lo mismo de Milán. Era cierto que Milán brindaba ocasiones más provechosas que las que se podían encontrar en una pequeña isla del Mediterráneo, pero para proteger a mis hijos, les debía mantener alejados, al menos por un tiempo, de aquel comprensible imán que era su ciudad de nacimiento. Con toda probabilidad ellos habían ya olvidado la razón primordial de nuestro repentino y total cambio de vida y yo no quería permitirles que nisiquiera el más mínimo pensamiento los impulsara a presionarme para dar marcha atrás.
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Era difícil aullentar el deseo que tenían de regresar a la que siempre sería su amada ciudad, pero sabían también el motivo por el que nos encontrábamos en Ibiza y por el cual era impensable e imposible el regresar a Italia. Ninguno desconocía que sería duro tratar de empezar de nuevo, pero el puente que nos conectaba con el pasado había caído y no quedaba otra solución que tratar de seguir adelante con la frente bien alta y luchando unidos, requisitos indispensables para emerger nuevamente. Fue una tremenda prueba de fuerza. Sabían que no podría resistir tanto sin ellos debido al pavor que le tenía a la soledad, tanto que hubiera podido matarme, así que creyeron que uniéndose en esta guerra contra mi, me podrían inducir a tomar drásticas decisiones, como lo era la de regresar a Italia. Dejé mi país en circunstancias desfavorables y juré que jamás volvería a vivir en un sitio en donde me había sentido traicionado y abandonado a mi destino por las decadentes instituciones, capaces solamente de pedir y pedir, pero dejándote sin asistencia en el caso la nececitaces, así que aunque me costase había decidido seguir adelante solo o acompañado, pero sin mirar atrás. Hubiera sido más fácil dejar de lado mi maldito orgullo, que echar en el olvido seis vidas, una familia entera, pero no era solo por esto, la lógica me sugería de seguir y de ser más fuerte que todos los sentimientos del mundo, porque era ya poco lo que me quedaba por salvar. "¿ Micio que será de ti ?, ¿... de nosotros ?..."
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Lloraba Emilia desconsolada, abrazándome en la sala de espera de las salidas internacionales del aeropuerto de Ibiza. "¿ Porque me dices esto ?.... ¡ No te vas para siempre ! ¿ No es así ? ¡ Te vas a Italia para arreglar nuestros asuntos pendientes y para la inscripción de las niñas en el nuevo año escolar ! ¿ No es así ?... ¡ Contéstame!” El llanto ininterrumpido le impidió contestarme y justo en aquel mismo momento el alto parlante anunció la salida de su vuelo para Milán. Al quedarme a solas como un perro herido, lloré como nunca, golpeándome con fuerza el pecho, gritando al viento mis culpas, acusándome de no haberlo intentado todo, aunque tal vez en el fondo, sabía que más no podía hacer. A mi regreso a Santa Eulalia el calor de la tarde de aquel fin de septiembre era todavía tórrido, el interior del coche era un horno, pero ya sentía el frío de la soledad penetrar en profundidad hasta hacerme helar los huesos. Una vez en la pizzería esperé más de dos horas antes de llamarla a casa de su madre, primer punto de llegada, y cuando finalmente pude comunicarme con ella, contestó con una arrogancia que me era desconocida y que me dejó sin palabras. No tenía que ser un adivino para entender lo que podía haber pasado, visto que ya habría tenido la ocasión de charlar con su madre. “¡ Déjame en paz tu también !
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¿ Que es lo que queréis todos de mi ? " - Dijo Emilia llorando confundida En los pocos minutos en los que habían podido hablar, seguramente en manera confundida, ya le había notificado a su madre que yo había puesto todos los bienes en su nombre para que no se sintiera desamparada después de haber vendido la villa para invertir el dinero en Ibiza y que en cambio solamente había pretendido de ella, dado que dejaba la isla, un poder notariado en donde me autorizaba a decidir del destino de los bienes como mejor me pareciere, en el caso que se presentara alguna oportunidad de interés financiero. Yo apostaba a que su madre después de haber escuchado todo el cuento y obviando la delicadeza que siempre le había hecho falta, la había acosado con violencia, gritándole en la cara lo tonta y lo ingenua que había sido. “¡ Haz hecho su juego y el de su amante ! ¡ Ahora nadie podrá pararlo, le dejaste el campo libre para vender todo y para irse sin dejarte nada ! ¡ Pobre hija, .....pobres niños ! ¿ Cuando te decidirás a crecer ? ¡ Inconciente ! ¡ Corre donde un abogado y cuéntale todo lo que me haz contado a mi, dile que quieres revocarle el poder notariado.... ya....., solamente así estarás segura de que todo será tuyo ! ¡ Ponlo con el culo por tierra y verás como vuelve a ti arrastrándose !” “¿ Que estás diciendo mamá ? ¿ Porqué dices esto de Guido ? ¡ Rechazo categóricamente el creer que él pudiera cumplir una acción tan abominable contra de mi o contra sus
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hijos !” - Supongo respondió Emilia, horrorizada por escuchar con cuanta rabia su madre se abalanzaba sobre mi “¡ Bobaaaaa........ ! ¡ Mira lo que sucedió con tu padre ! ¡ Los hombres son todos una manada de malditos egoistas, son todos iguales ! ¡ No seas tonta como lo fui yo ! ¡ Ponlo en condición de arrastrarse a tus pies !” “¡ Micia ! ¿ Que te pasa ? ¡ No puedo creer que en tan solo pocas horas te has dejado acondicionar a tal punto de querer comportarte como una enemiga ! ¿ Con cual criterio sigues escuchando los consejos de tu madre ? ¿ Te has olvidado ya del mal ejemplo de su vida y de todo lo que no hizo por ti ? ¿ Te has olvidado que yo fui para ti más que un marido, más que tu mejor amigo y que también fui como un padre, ya que el tuyo te falló ? ¿ Como puedes pensar que podría ser capaz de hacerte tanto mal ?” No obtuve ninguna respuesta, pero se oía claramente que trataba de ahogar en su garganta un llanto que ya no podía aguantar. Pasaron varios días antes de volver a comunicarnos, pero aunque lo que quisiéramos decirnos hubiera sido diferente, acabábamos echándonos en cara cosas duras, que yo pensaba que ya pertenecían al pasado, pero que evidentemente ella aún no había borrado de su pensamiento y que en momentos como éste, hacían aumentar el hielo que enfriaba cada vez más nuestra relación y que nos impedía razonar y comprender
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lo que en realidad nos estaba ocurriendo. Maxi, Roberto, Laura y Mirko, se quedaron conmigo hasta el dos de Octubre, calmando con su presencia parte de mi agobio. Recuerdo una frase de Marzia antes de subir al ferry, lo cual me hizo llorar de repente: “¿ Tío... que será de ti aquí solito ?” Mi corazón se ahogaba en una inmensa tristeza nunca antes probada, estaba experimentando una derrota nunca imaginada, me sentía hundir impotente en un limbo de incomprensión y soledad. De repente oí el teléfono. La vida era verdaderamente un pozo sin fin de sorpresas, porque como ya había ocurrido otras veces en circunstancias análogas, el alivio llegó por medio del teléfono, Luisa se encontraba en Ibiza en casa de Olimpio. Había sabido por él que de nuevo me encontraba solo. Eran meses que no la veía, el galopar de mi corazón me decía al escuchar su cautivadora voz, que no habían más razones para llevar adelante aquella absurda lucha que había desecho mis sentidos y aburrido mi existir, porque ya era hora de dejar de torturarme y dejar que ella volviera a llenar aquel vacío, al que por mi voluntad, yo mismo me había condenado. “¡ Es de verdad bello tu local !" - Dijo con voz cálida “¿ Porqué tienes cerrado ?” - Preguntó al ver todo recogido -
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“¡ Tu sabes que este no es mi trabajo ! ¡ Yo solo no soy capaz de explotarlo !” - Le contesté admitiendo lo que a ella le agradaba que le dijera “¡ Venga ! ¡ Vamos a abrir ! ¡ Yo te ayudaré !” - Añadió, mientras con suavidad apoyaba su cuerpo vehemente al mío, tranquilizándome al mismo tiempo con su embrujadora sonrisa Así que volví a abrir el bar, al mismo tiempo que el corazón, a aquella mujer que era el tormento sin fin de mis sentidos. Su presencia física me hizo salir de aquel larguísimo túnel obscuro, volviendo a iluminar mi triste existir, animándome a trabajar y a liberarme de las incertitumbres. Una llamada de teléfono buena y una mala. Para ensombrecer aquel mágico momento debía llamar Roberto de Italia, para comunicarme historias alucinantes concernientes al comportamiento de Emilia, la había visto salir de un motel en compañía del dueño de la agencia inmobiliaria que había vendido la casa. Al principio no le quise dar peso a aquella revelación de mal gusto, conocía demasiado bien a mi mujer, no la veía capaz de serme infiel, sin embargo, chisme o no, me quedé bastante preocupado. Aunque no quise dar crédito al cuento de mi primo decidí llamarla, pero fue dificilísimo comunicarme con ella, se negaga a hablar conmigo, así que para colmar la melancolía en la que me había hecho caer aquella tremenda noticia y para
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salvarme del abismo al que me estaba llevando la idea del suicidio, busqué refugio en los brazos de Luisa con la esperanza de encontrar en ella el consuelo necesario que auyentara de mi tan abominable idea. “¿ Porque será que los momentos bellos duran poco ?” Una semana después Luisa regresó a Milán llevándose consigo una vez más todas mis ilusiones, dejándome allí tirado como un trapo viejo, pero por suerte no tuve mucho que esperar para aliviar el dolor que su falta me procuraba y que hacía sangrar heridas nunca sanadas, porque el destino, esta vez bueno conmigo, me envió en seguida a quien podía sustituirla. Como todas las mañanas pasó delante de mi local una señora, que trabajaba como mujer de limpieza en la oficina de al lado y quien por primera vez decidió acercarse a la barra de mi bar para pedirme un té y yo, todavía inexperto, o mejor dicho, torpe, le serví una manzanilla. Una gran carcajada acompañada por una expresión muy graciosa en dialecto toscano, nos transformó desde el primer momento en grandes amigos. Bona entró con prepotencia en mi vida y como un rayo en cielo sereno, sin duda fue amor a primera vista. Ella vivía sola desde hacía muchos años y en más de una ocasión me repitió que por nada del mundo dividiría con nadie ese privilegio adquirido en tantos años de soledad, aunque a mi parecer, algo en su voz la traicionaba hiciéndome entender que al menos alguna vez era tambien capaz de aceptar con agradecimiento alguna invitación a comer o a charlar, lo cual acogí al vuelo y esa misma noche la invité a cenar en mi departamento.
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Vino con Blondy, una perra de raza potienca, simpática pero apestosa. Según la opinión de Bona los perros no se debían lavar, asearlos, según ella, significaba causarles cantidad de enfermedades.
Después de la cena, como si fuese un ritual, la obligué a ver “El segundo trágico Fantozzi“, una película que me hacía morir de risa cada vez que la ponía, porque me hacía revivir situaciones límites con las cuales me identificaba y que explicaban a grandes rasgos que las travesuras cotidianas de la vida del protagonista eran símiles a las que estaba viviendo yo, pero en lugar de despertale el mismo sentido del humor que a mí, lo que logré fue hacerla llorar. “¿ Bona porque lloras ? ¿ Que hice para causarte el llanto ?” - Le pregunté preocupado “¡ No lo soporto, nunca lo pude aguantar !” - Respondió hiciéndose más pequeña de lo que era Yo había pensado que la película fuese de su agrado y que se divirtiera y muriera de risa como me ocurría a mí cada vez que la ponía. Había tenido mucho éxito en otras ocasiones, en las que incluso había dado tan buen resultado que mis conquistas casi se hacían pis de tanta risa, debido a las grotescas y demenciales situaciones existenciales, super cargadas de extrema comicidad. "¡ Lo ooodiooo !!.. ¡ Conozco personalmente a ese cerdo y nunca me ha gustado !”
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- Siguió sorprendiéndome “¿ Como lo conoces ?” “¡ O nene !... ¡ He trabajado por más de veinte años en el cine italiano, ¿ como no voy a conocerlo ?!” Bona había nacido en Castiglioncello, cerca de Livorno, en el mismo pueblo en que nacieron notables personajes del tamaño de Mastroianni, o políticos como Fanfani o Spadolini y muchos otros no menos importantes y tuve que aceptar reconocer mi ignorancia al no conocer todo esto, ya que yo era toscano como ella. Estaba descubriendo facetas de su vida tan interesantes, que me quedé como embrujado al escuchar con cuanta propiedad del lenguaje exponía los hechos que le pertenecían. “¡ Perdona mi ignorancia Bona, pero no soy un asiduo lector de las páginas del corazón !” - Le remarqué un poco herido en mi orgullo por deber admitir mi ignorancia en materia Esta nueva amistad parecía mandada del cielo, aliviaba mis angustias y me ayudaba a superar mis continuas crisis de soledad y melancolía y por esto me sentía endeudado con ella. De la misma manera que entró Bona en mi vida, con la misma arrogancia hizo su aparición una joven mujer, a quien el destino le había reservado la misma condición de soledad en la que me encontraba yo. La soledad es a veces una mala consejera y quien ha tenido como yo la suerte de experimentarla, puede comprender mejor lo que intento decir; defino la soledad como una suerte, con la condición de que se pueda salir de
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ella más fuerte que antes y con las heridas bien cicatrizadas, listos de nuevo a recibir cuanto te pueda brindar la vida. Arantxa era una chica de origen Vasco, tímida y determinada al mismo tiempo, se le veían cicatrices todavía recientes, pero los percances de la vida no le habían quitado el aire de dulzura y sensibilidad femenina que tanto la distinguían,decidió ser mi compañera desde el primer instante en que me vió, sin nisiquiera pensarlo, creo que fue sobre todo por la afinidad que tenían nuestras heridas, teniendo en cuenta que gracias a alguien, había conocido en los últimos días gran parte mi historia y de mis sufrimientos. Vivía lejos de Santa Eulalia, metida bien adentro en el campo, en una casa abandonada, o mejor dicho, en ruinas. Lo descubrí casualmente por haberle dado un pasaje a un joven que vivía allí mismo, junto a un grupo de colegas tan zarrapastrosos como él. Una tarde pasó a beberse la cerveza de siempre y encontrándonos a solas, quise impresionarla contándole un sueño que supuestamente había tenido la noche antes: “ Me encontraba en una casa muy rara sin ventanas ni puertas, con tres habitaciones, un algo que podía parecer una cocina y un gran salón con una camita de hierro a la izquierda de la entrada principal. Un muchacho de religión musulmana me invitó a asomarme a su habitación para mostrarme un gran cuadro que era la reproducción exacta de Ibiza, una verdadera obra de arte llevada a cabo por muchos artistas que se habían alternado a vivir en aquella casa aún sin terminar.” Mientras le contaba aquel sueño, la miraba de reojo para estudiar sus reacciones de asombro.
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“¡ Me has hecho venir la piel de gallina, has descrito la casa en donde yo vivo ! ¿ Por casualidad has estado allí en alguna ocasión ?” Había intuido que ella vivía en aquella casa, pero no estuve seguro sino hasta aquel momento, así que mantuve el juego dejando que creyera que yo era una persona sensitiva.
“¡ Escuchando tu escalofriante cuento he perdido el autobús, ahora tendré que irme a dedo !” - Me dijo candidamente “ ¡ Te llevaré yo !” Cuando estábamos ya dentro del coche, le dije que tenía una duda, había premeditado engañarla. “¡ Probablemente he dejado la bombona del gas abierta en mi casa, pasemos un momento a averiguarlo, así me sentiré más tranquilo ! ¿ Te molesta ?” “ ¡ Por nada ! ¡ Vamos, enséñame tu casa !” - Respondió inocentemente Una vez en el departamento sin decir una palabra la tomé en mis brazos y la besé al mismo tiempo que la acosté sobre la cama en donde la hice mía de una vez y sin demasiada pretención. “¡ Auxilio...auxilio...!” - Gritó con un hilo de voz, al tiempo que se agarraba a mi cuerpo con toda su fuerza, como para querer impedirme que saliera del suyo -
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Empezó con aquella acción una relación bellísima, hecha solamente de tácitas complicidades y sin sogas al cuello, ambos estuvimos de acuerdo de entregarnos el uno al otro en un tácito acuerdo de convivencia y respeto. Los problemas, sin embargo, empezaron enseguida, justo una tarde en que le pedí a Arantxa de quedarse a dormir conmigo. Bona tocó a la puerta. Me levanté de un brinco de la cama y me cubrí con lo primero que encontré, para después precipitarme a abrir la puerta. “¡ Oh nene, he decidido que Blondy y yo paseremos la noche aqui contigo !.. ¿ Estás contento que vinimos a tenerte compañía ?” - Dijo Bona, entrando como avalancha en la casa, sin darme tiempo de reponerme de la noticia de su auto invitación Con más de seis billones de personas que pululan nuestro planeta, yo estaba casi convencido de ser el único tonto al que le pasaban una y otra vez los mismos percances. La coincidencia había querido que Bona odiase a muerte a Arantxa, por haberla irritado muchísimo un día en que le había dado un mando seco e irrevocable. Para entendernos mejor hay que aclarar que Arantxa trabajaba en el mismo despacho en donde trabajaba Bona y parece ser que esta última interpretó de mala manera una petición de Arantxa, dada tal vez con demasiada firmeza y dureza.
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“¡ Pudiste haberme dicho que estabas teniendo relaciones alucinantes con esa vasca, así me habrías ahorrado el disgusto !” - Reprochó Bona muy quisquillosa mientras nerviosamente trataba de recuperar sus bártulos para salir más rápido que la luz de mi departamento -
Naturalmente yo no podía entender aquella actitud, no podía creer que estuviese celosa de otra mujer, dado que entre nosotros se había instaurado solamente una relación de buena amistad y además ignoraba que ellas fueran compañeras de trabajo en la misma oficina. " ¡ Bona, mañana me darás una explicación ! ¿ Verdad ?” - Le pregunté un poco preocupado al verla bajar rapidamente la peligrosa escalera que daba al jardín y claramente también por haberla herido en algo que aún no lograba entender "¡ Si..!! Si..!!! ¡ Nos veremos mañana en tu local ! " - Y desapareció con Blondy devorada por la obscuridad de la noche Arantxa presenció todo aquel recital como pasmada y tampoco quiso atreverse a comentar lo que había ocurrido, con toda seguridad se estaba preguntando cuales podían ser mis tratos confidenciales con aquella mujer tan peculiar. El aspecto de Arantxa no era precisamente el de una vampiresa, pero su dulzura compensaba de mucho las faltas físicas de su cuerpo, llevándome a reconocer por primera vez
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que no le estaba dando importancia a estos asuntos estéticos. El encuentro con Bona a la mañana siguiente fué un poco embarazoso, se le veía en la cara que estaba muy molesta por la desgraciada sorpresa de la noche anterior, pero prefirió no hablar del asunto y decidió seguir frecuentándome, consolidando así nuestra amistad.
El período pasado con Luisa me había nuevamente marcado,Bona y Arantxa eran paliativos que aunque buscaran darme cariño y comprensión con toda el alma, nobastaban para quitarme la tremenda amargura que me causaba su forzosa ausencia. El irme a la cama con otra mujer en vez de calmar mi soledad, la acentuaba, haciendo que mis heridas sangraran aún más pensando que jamás podría encontrar quien me brindara aquellas fantásticas sensaciones que solo ella, aquella cruel mujer, sabía hacerme probar. Estaba perdido si seguía pensando en ella, la amaba con locura, pero decididamente la historia era imposible y debía esforzarme en ponerle de una vez por todas la palabra fin y olvidar lo que había representado para mi, si quería volver a vivir. Con la entrada en mi vida de Bona y Arantxa, estaba estrenando una parte nueva y desconocida hasta aquel momento de mi caracter, nunca había sido tan descarado como estaba siéndolo justo con ellas. El delicado, diplomático y generoso Guido, parecía haber perdido la prudencia y haber abierto a la grande, las puerta al egoismo y a la sinvergüenzura.
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Ellas me estaban devolviendo la vida con su comprensión y cariño, mientras que yo les pagaba con mi gran egocentrismo y lo mínimo que podía hacer era pedirles disculpas por mi comportamiento tan poco ortodoxo, claramente tales disculpas las debía efectuar individualmente, visto que entre ellas existía una guerra declarada, pero a parte de eso, también las debía preparar para soportar de vez en cuando la prepotente intromisión de Luisa. Más de una vez traté de examinar mi conciencia y reconocerme a mi mismocomo un monstruo que aprovechaba del creciente amor de Arantxa, refugiándome en ella en los momentos más agobiantes, en los que el recuerdo de Luisa, o peor aún, la necesidad de ella, se hacía sentir martillante en mis entrañas. Era triste reconocer que debía usar a Arantxa como paliativo a la tentación que muy a menudo se adueñaba de mi mente, aunque mis mejores esfuerzos decaían ante la tentación de una llamada telefónica. Las tardes lluviosas y húmedas de noviembre eran tan aburridas, como los relatos de mi vida, los cuales le había obligado a escuchar a la paciente Bona a lo largo del primer mes de nuestra amistad y debía inventar situaciones nuevas para quitarnos de encima el creciente agobio, ya los clientes que se asomaban en mi embarriado callejón para visitarme eran escasos, pero al menos por esta vez, no podía decir mi frase favorita: ¡ no ha venido ni un perro !, porque justo ellos no faltaban, eran tantos, que la señora Elsa Glück, amiga de Bona y conocida protectora de los animales y diputada por los verdes de la provincia Balear, al ver mi terraza abarrotada por una manada, casi convertida en jauría, me aconsejó de echarles veneno para exterminarlos. Para
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las
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tardes
novembrinas, pensé que había llegado el momento de sacar de lo más recóndito de mi ser, uno de los deseos más secretos y custodiado por años, y para transformarlo en realidad se me ocurrió que podía comentarlo con Bona con la esperanza de que me ayudara a realizarlo. Una vez pensé que si sucediera algo que me hiciera perder el respeto y la consideración de mi familia, sería mejor cambiarme la identidad y desaparecer para siempre, y así fué como empezó a rondarme la idea insistente de cambiar de nacionalidad, o conseguir una segunda, creyendo que en algún momento pudiera resultarme de gran utilidad, especialmente en los últimos tiempos cuando el sucederse de nuevos acontecimientos me turbaba de manera especial.
No quería documentos falsos, quería que todo fuera regular. “¿ Pero como lograrlos ?” “¡ Te casarás en Argentina !” - Sugirió Bona triunfante por tan genial idea Enseguida empezamos a divagar sobre el argumento, hasta que nos sumergimos en una elucubración mental que nos atrapó y paralizó sin dejarnos aparentemente encontrar una solución, hasta que llegamos a la determinación de incluir a Serenella - la hermana de Bona - en nuestra descabellada idea, ella era una actriz en una revista musical en Madrid, tal vez con su ayuda lo pudiéramos lograr. “¡ Si Bona, tengo en mi ballet una chica que podría servir para vuestro propósito, le hablaré y luego te volveré a llamar !” - Contestó Serenella -
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Un par de horas más tarde estaba hablando con Marzia, una bailarina de nacionalidad argentina que trabajaba con Serenella. “¡ Tengo libre el miércoles, ven a Madrid, tendremos así la ocasión para conocernos mejor !” - Fueron sus únicas palabras, susurradas con extrema y suave sensualidad "¿ Sería ella la candidata ?” - Me pregunté con frenesí, imaginándome ya, de que manera era que quería conocerme mejor -
Lo comenté a Bona y ella sacudiendo la cabeza me contestó que Marzia no podía ser la mujer adecuada, ya que desde hacía tiempo estaba a la caza de una verdadera acomodación, de alguien que le resolviera la vida y espabilada como aparentaba, podría resultarme catastrófico. Entonces Bona decidió hablar con otra muchacha, una refugiada política huida de Argentina después de haber sufrido torturas y persecuciones durante el triste período de los “ desaparecidos “. La princesa del guisante, alias “ Laura “, me pareció repelente en cuanto la ví y creo que fue recíproco, porque a la pregunta de Bona contestó : “ ¡ Oh.. Bona...., tu sabes muy bien quien soy, ¿ como puedes proponerme de mezclar mi sangre azul con gente así de tan baja alcurnia ? ¡ Yo vengo de una buena familia, ¿ como podría decirle a mi padre que me caso con un aventurero de tan bajos recursos ? ¡ Oh..no...que horror, mi pobre viejo moriría solo de
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pensar en que pudiera aceptar una cosa semejante solo por tan vil y poco dinero !” Bona me miraba lanzándome ojeadas que me indicaban que era mejor no intervenir, aunque me sintiera herido por el discurso tan imprudente de Laura, hecho entre otras cosas, en inglés, pero finalmente la loca se despidió y antes que le reprochara a Bona el no haberme defendido, ella se disculpó diciéndome que de todas formas no había perdido gran cosa, al contrario, con toda seguridad me había ahorrado el contagio de alguna enfermedad venérea, o tal vez de algo peor. “¡ Ahora estamos de nuevo como al principio ! ¿ Como haremos para encontrar una mujer justa que no me haga caer en un lío ?” - Pregunté a Bona un poco desilusionado “¡ No te preocupes, tengo un carnet lleno de posibles mujeres felices de contentarte, tal vez por menos de los mil quinientos dólares que tu ofreces ! ¡ Déjame reflexionar !” Por casualidad el día después venieron a la pizzería Mirta y Graciela, dos viejas y confiables amigas de Bona, que vivían en una casa de Cala Llonga y antes de que se acercaran para saludarlas, Bona me susurró con emoción y sorpresa: “¡ Creo que ya sé quien será tu esposa !” Mirta tenía treinta y ocho años, era argentina y divorciada, tenía ocho años sin regresar a su país y justamente en pocos días pensaba volver a casa para abrazar a sus padres y pasar con ellos un período de vacaciones.
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“¡ Que buenísima ocasión !” - Exclamó Bona “¡ Ella no podrá decirme que no !” Empezó a hablarle casi en broma y terminamos fijando todas la modalidades de nuestra futura boda, incluso el precio de la transacción, la cual se fijó en mil quinientos dólares y en un viejo coche que a mi me sobraba. “¡ Mañana iré a reservar nuestros billetes !” - Dije galvanizado por la locura que se estaba poniendo en marcha “¡Vale chico, pero aunque en Argentina no exista la misma burocracia de aquí, un mínimo de documentación se precisa y hay que arreglar la que tu tienes ! ¡ A ver...., tu tienes papeles que prueban tu separación legal, tendríamos que corregir la palabra - separado, por divorciado - y para lograrlo, tenemos que falsificar la letra usando una máquina de escribir que tenga el mismo carácter, luego deberás pedirle a alguien en Italia que te envíe los otros certificados inherentes al caso, una copia aquí en Ibiza y otra en Concepción del Uruguay, eso es por si nos marchamos antes de que el correo llegue aquí.....! " Bona era fantástica, su prudencia y su consejos eran preciosos, no dejaba nada a la casualidad, quería que una vez en Argentina todo marchara como lo habíamos previsto y sin problemas. Ya habían pasado muchos meses desde que había vuelto a Ibiza y tenía tanta ilusión de salir de ella, aunque fuese solo por unos días, que la ocasión me la brindó la feria de Palma
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de Mallorca. La feria era solamente un pretexto, tenía ganas de evasión, de conocer gente diversa y de ver nuevos lugares, pero sobretodo de transcurrir tres días con Arantxa recorriendo la isla y sin deber esconderme de los ojos inquisidores de Bona, quien seguía sin aceptar la idea de que un hombre tan regio, como ella decía que yo era, pudiese acostarse con un insignificante patito feo y vasco, como lo era Arantxa según ella. La tarde del regreso, en la sala de espera del aeropuerto de Palma, un teléfono atrajo fuertemente mi atención y parecía llamarme, invitándome con su tecnología a ponerme en contacto con ella, parecía que me susurrase al oido : “ ¡ Venga hombre !.... ¿ Que esperas para llamarla......? ¿ No sientes un gran vacío después de ocho días de su ausencia... ? ¡ Venga.......llámala ya !.. " Pedí dos hamburguesas con patatas fritas en el bar y le dije a Arantxa que se quedara pendiente de recogerlas cuando estuviesen listas, en tanto que le avisaba a Bona de no irme a buscar al aeropuerto, así nos evitábamos los tres un disgusto. Yo era un desvergonzado mentiroso, un tiempo había sido un maestro en este cruel juego y experimentarlo de nuevo me causaba una gran exitación. Como siempre ella estaba allí lista para contestarme, como si solo viviera para ello, pero tan pronto como reconoció mi voz, me agredió con furia y desesperación. “¡ Había llegado a Ibiza sin anunciarme para hacerte una
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sorpresa, pero la sorprendida fui yo y para no darle satisfacción a tu insulsa amiguita, decidí no intervenir cuando los ví tomados de la mano y dirijiéndose quien sabe a donde ! ¿ Como has podido engañarme con ella ? ¡ Se necesita mucho estómago para acostarse con una insignificante como esa ! ¿ Porque lo has hecho ?” La emoción y los reproches terminaron en un llanto incontrolable. “¡ No obstante todo te sigo amando, cobarde..., mientras que tu te consuelas con una mujercita como esa ! ¿ Como has podido acostarte con ella, es que acaso no te gusto más ? No sabía que contestarle, no estaba preparado para esto, pero, ¿ como podía creer a cuanto mis oidos estaban escuchando ? “¿ Se puede saber de que estás hablando ..? ¡ Como siempre haces, estás tirando a adivinar, pero esta vez estás en error !” - Respondí con desprecio “¿ Porqué te gusta tanto tenderme trampas ? ¡ Yo te llamo porque necesito escuchar tu voz y tu me atacas con tus estupideces ! ¡ Te amo, .. mi maldito e imposible amor, ..lo sabe !” Para no seguir escuchándome, me cortó la comunicación. Me quedé allí como un bobo con el teléfono silencioso en la mano, levanté la mirada en dirección de Arantxa, justo cuando ella me llamaba para recordarme de la cena.
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El día después y sin decirle nada a nadie compré los pasajes para Buenos Aires y cuando de regreso a la pizzería se los mostré a Bona, se quedó como atónita por largo rato con los billetes en la mano y con la mirada fija en el vacío, seguramente al aflorar en su memoria quien sabe cual nostálgico recuerdo que la hizo emocionar. Habían pasado cuarenta años desde que ella había huido de Argentina, al salir de su casa diciéndole a su marido que se iba a comprar cigarillos, pero con el pequeño detalle de que jamas regresó, y ahora se acercaba el día de volver después de tantos años y en compañía de otro hombre.
Bona era como un libro abierto, no escondía nada, pero solamente ella tenía acceso a las páginas de ese libro, sobre todo a aquellas que más le interesaban, para luego contártelas y sorprenderte con las anécdotas de su vida tan desconcertante cuanto interesante, que la revelaban cada día más a mis ojos, como una joya rara de custodiar y estar a su lado me hacía sentir halagado. Estaba galvanizada por este viaje y los veinte días de espera antes de la salida fueron vividos por ella frenéticos y tormentosos. No menos tormentosa había pasado yo aquella espera, los remordimientos de conciencia volvían a martillarme las sienes a causa de las drásticas decisiones que estaba tomando y buscaba la manera de disculpar esta nueva actitud de mi parte, repitiéndome hasta el cansancio que ya no tenía nada de reprocharme porque había intentado de todo para volver a empezar con Emilia, incluso había logrado ser honesto con ella después que aclaramos meses antes, todos los lados obscuros que habían sido la razón de su tormento y el mío.
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Había tratado de ser sincero con ella como nunca en mi vida lo había sido y había creido también que ella había comprendido que yo necesitaba sobre todo de su generosa ayuda y de su amor para quitarme definitivamente de la cabeza a la mujer que por largos años me había subyugado y ahora a tan solo un paso de ser nuevamente suyo, ella me daba la espalda haciéndome meter de nuevo en los apuros de una nueva y dura prueba. Yo estaba harto de pruebas, precisaba de tranquilidad como se necesita del aire para respirar, es por esto que no supe decir que no cuando el destino me envió a Arantxa, dejando que entrara en mi vida suavemente y sin complicaciones, sobre todo porque no me ponía frente a exigencias particulares, todo se basaba en un acuerdo tácito de recíproca comprensión. Había llegado el momento de ubicar a Arantxa, no podía dejarla en el departamento ya que durante mi ausencia Emilia podría decidir de volver y encontrarla en la casa podría ser un desastre, además que con todo el derecho del mundo la echaría a la calle. No podía abandonarla a su destino dejando que volviera a perderse por allí junto a aquella manada de existencialistas drogadictos, por lo que pensé en ir a visitar a una señora en Es Cana, a quien había tenido ocasión de conocer tiempo atrás cuando estaba buscando casa y que seguramente encontraría el modo de poder amparar a Arantxa de alguna manera. “ ¡ Lo siento, pero no tengo nada para alquilar, me queda solamente un estudio para vender !" - Dijo María “¿ Cuanto cuesta ? " - Le pregunté -
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" ¡ Eres un hombre muy decidido !” - Exclamó María “¡ Debo serlo, me quedan muy pocos días para tomar una decisión ! ¿ Cuanto pide ?” “ ¡Dos millones y medio de pesetas !" - Dijo " ¡Está bien,.. lo compro ! ¡ Encontrémonos mañana a las diez en mi local !” - Concluí, sorprendido por la mirada alucinada de Arantxa que nunca hubiera pensado en una solución tan rápida y fantástica A las diez de la mañana María llegó puntual a su cita conmigo, pero antes de hablar de la venta del departamento me pidió el favor de dejarla llamar a Inglaterra para comunicarle a un supuesto interesado en la compra del apartamento, que si le ofrecía más, no concluía el negocio conmigo. “¿ Que extraña ética comercial tiene esta gente ?” - Pensé al recordar como me habían tratado los demás vendedores durante las anteriores y recientes compras Habló por más de media hora de varios asuntos, incluso discutieron por largo rato acerca de un gato que tenía gripe y que no sabían como sanarlo y Bona que estaba escuchando aquella absurda comunicación, ardía solo de pensar el coste tan elevado que tendría esa comunicación, la cual claramente pagaría yo. “¿ Quien pagará la comunicación ?” “¡ Eh no.....! ¡ El teléfono te toca !
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