PALABRAS DE GABRIEL, MENSAJERO DE DIOS Por ... - ObreroFiel

Nosotros, los ángeles, no contamos años, siglos o milenios; somos eternos desde el momento de creación y viviremos eternamente en la presencia de Dios.
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PALABRAS DE GABRIEL, MENSAJERO DE DIOS Por Julián Lloret Usado con permiso PASTOR: Hoy quiero hablar como si fuera Gabriel, ángel fiel del soberano Dios. No tengan miedo de mi forma humana; ahora es necesario para comunicar bien un mensaje a ustedes, los terrestres y pueblo de Dios. “Y se regocijaban todos los hijos de Dios cuando fueron fundados los cielos y la tierra” (Job 38:3-7). Ustedes, los terrestres, no pueden imaginar la gloria y el gozo con que vivimos con Dios en esos miles de años que ustedes llaman historia antigua. Nosotros, los ángeles, no contamos años, siglos o milenios; somos eternos desde el momento de creación y viviremos eternamente en la presencia de Dios. Yo no puedo olvidar otro momento; tan trágico aquello, ¡terriblemente trágico, horrible, doloroso en extremo! Lucero, ángel de luz, líder brillante, se llenó de orgullo en su corazón y arrastró consigo una gran multitud de ángeles para rebelarse contra Dios, Creador de todo. ¡Fue desastroso! Fueron echados de la presencia de Dios: algunos guardados en un abismo, y otros sueltos con permiso de seguir su guerra contra Dios y sus fieles. En su tiempo, nuestro Dios creó a Adán y Eva: preciosa pareja asignada a gobernar y desarrollar la tierra para la gloria de Dios. Nosotros observábamos todo, listos para ayudar en cualquier momento. Ellos, los terrestres, eran muy diferentes: hombre y mujer, capaces de procrear hijos, limitados a vivir sobre la tierra, respirando oxígeno y comiendo frutas, cosas totalmente desconocidas entre ángeles. En su sabiduría Dios les puso a prueba: todo los árboles en el huerto eran para su uso, menos el fruto de un árbol. Entra Lucero, Satanás en cuerpo de serpiente y engañó a Eva con mentiras difamando a Dios. Ella no resistió y comió la fruta prohibida; Adán también. Ustedes ya saben el resto de la historia: una caída desastrosa, una pérdida incalculable, no saben la tristeza que eso causó entre nosotros, los ángeles. Así la guerra espiritual se escalaba, y temblábamos por las consecuencias futuras. Pero Dios, no. Fue activado un plan que no conocimos; un plan de redención y restauración en los terrestres completamente extraño a nosotros, los ángeles. Un plan diseñado con su Hijo amado y el Espíritu, fíjense, antes de la creación. Dios puso en Adán fe, o sea esperanza en Dios; cosa que nosotros los ángeles ignoramos. En seguida Dios mató un animal y les hizo ropa de piel para cubrir su desnudez; más extraño aún. Pero aunque hubo fe y esperanza de rescate, el cuerpo humano, ya contaminado por el pecado, de allí en adelante, tendría que morir. ¡Horrible es la paga del pecado! Poco a poco íbamos entendiendo el plan. Milenios después yo, Gabriel, entregué un mensaje al profeta Daniel, anticipando la llegada de Mesías-Príncipe. Aún en aquel tiempo el enemigo hacía guerra en los cielos para impedir el plan de Dios.; en esa ocasión hubo lucha feroz entre ángeles. ¡Terrible! Llegó el momento oportuno en el calendario divino, y fui escogido para entregar un mensaje de Dios a un fiel y humilde siervo de Dios: Zacarías. Una tarde él ofrecía el incienso en el templo en Jerusalén. Era ceremonia corta y la gente le esperaba afuera para seguir en la adoración. En ese momento me hice presente, parado al lado derecho del altar del incienso. Por supuesto se asustó y yo le animé diciendo: Zacarías, no temas. Pero ¿Por qué lo voy a repetir? Ustedes tienen por escrito mis palabras exactas. Leamos ese mensaje juntos, y despacio para saborear el significado tan maravilloso (Lc 1:13-17). ¡Qué privilegio tan maravilloso! El de llevar la noticia de un nacimiento totalmente fuera de tiempo para Zacarías y Elizabet; y es más, ese varón, que ustedes llaman Juan Bautista, iría delante del Mesías prometido, el Salvador. Juan llamaría al pueblo a arrepentimiento, presentaría al Cristo a las multitudes, y también moriría por su fe en el redentor. Como Juan, jamás vendría otro siervo igual. Por poco lloraba cuando Zacarías dudaba de mis palabras y me pidió señal. Tuve que decirle que quedaría mudo por casi un año hasta que naciera Juan. Pero, recuerdan ustedes el discurso que Zacarías dio el día de la circuncisión del niño cuando la familia iba a ponerle nombre de su padre. Elizabet dijo: ¡No, se llamará Juan!

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Zacarías lo confirmó por escrito, y en ese momento fue abierta su boca y suelta su lengua. Yo mismo oí sus alabanzas; él ya no vacilaba ni dudaba de Dios: Ahora que ese discurso también está registrado en su Biblia, leamos juntos la profecía de Zacarías (Lc 1:66-79). Yo, Gabriel, presenciaba la creación de los cielos y la tierra, conozco la historia de los terrestres y los ángeles, Les digo hoy: Canten, alaben y adoren a Dios en estos días en que celebran los terrestres el nacimiento del Salvador, lleno de gracia y verdad. Proclamen a todos que hay esperanza en un mundo que va mal en peor. Testifiquen que Jesucristo pagó la deuda de pecado en la cruz y resucitó. Anímense en la promesa que él volverá. ¡Aleluya, amén! ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.

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