LA CRUCIFIXIÓN Y RESURRECCIÓN Por Puppet2puppet Productions Usado con permiso NARRADOR La escena se desarrolla en Jerusalén. La fecha: hace más de dos mil años. Es un viernes. La ciudad entera está en movimiento. A lo largo del panorama, la gente joven y vieja puede sentir una creciente sensación de expectativa y fatalidad. Hasta las bestias en el campo y los pájaros en el aire parecen tener la sensación de que algo está a punto de suceder. Porque los eventos de este día verdaderamente transformarán al mundo. En las puertas de la ciudad se congregan las multitudes. La noticia viaja con rapidez. Hubo un juicio esta mañana, y ahora tres hombres deben morir en el monte del Calvario. Los centuriones obligan a la multitud a apartarse. Conducen a los prisioneros. Dos de ellos son ladrones comunes, sentenciados a muerte por sus delitos. El tercer hombre no es como ellos. Muchos de entre la multitud lo conocen como Jesús de Nazaret, un maestro de gran sabiduría, un sanador de enfermos. La muchedumbre se queda sin aliento. Jesús está herido y sangrando a causa de 50 azotes de un látigo romano. NIÑA ¿Qué hizo de malo, madre? MADRE Dicen que es rey. El rey de los judíos. NARRADOR Un centurión arma una corona de espinas y la hunde en la cabeza de Jesús. La multitud se agita mientras Jesús carga en sus hombros la pesada cruz y comienza su largo y penoso ascenso por la colina. Algunos lloran, mientras la mayoría se burla del “rey” y le arroja piedras. La cruz es pesada y el día es cálido. Jesús cae. Y vuelve a caer. Impacientes, los soldados capturan a un hombre de entre la multitud. SOLDADO ¡Tú! ¡Levanta la cruz! NARRADOR Éste es Simón de Cirene. Les tiene miedo a la multitud y a los soldados. No quiere ayudar a este desconocido. Sin embargo, cuando mira a los ojos del hombre, repentinamente se arrodilla y carga la cruz en sus hombros. SIMÓN Yo te ayudaré, amigo.
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NARRADOR Las masas crecen a medida que más gente se reúne para ver la procesión. Los hombres condenados arrastran lenta y penosamente sus pesadas cargas colina arriba hacia el Calvario, también llamado Gólgota, “el lugar de la calavera”. Entre los reunidos se encuentran muchos de los discípulos de Jesús, los doce que lo siguieron, quienes partieron el pan con él, quienes estuvieron con él la noche anterior durante su arresto en el jardín de Getsemaní. Los discípulos aman tanto a Jesús que todavía tienen esperanzas de salvarlo, de vencer a los guardias de algún modo. Pero recuerdan las palabras de su maestro: JESÚS Todo aquel que tome la espada, a espada perecerá.
NARRADOR El centurión Longinos llama a gritos a sus soldados para doblegar a la multitud. Pero en su interior se pregunta: LONGINOS ¿Cómo puede este hombre inspirar tanto amor en algunos, y tanto temor en otros? NARRADOR Antes de que este día termine, Longinos se convertirá en el primer romano que creyó que Jesús de Nazaret era realmente el Cristo, el Hijo de Dios. Los enemigos más despiadados de Jesús también están presentes para ser testigos de su ejecución. Los sumo sacerdotes Caifás y Anás observan el progreso de su perverso plan. El Sanedrín, el cuerpo gobernante de Israel, se había sentido amenazado por la creciente popularidad de Jesús. Se enfurecieron cuando Jesús volteó las mesas de los mercaderes en el templo. JESÚS Mi casa debe ser una casa de oración para todas las naciones. Pero ustedes la convirtieron en una guarida de ladrones. NARRADOR Ahora se burlaron de su enemigo, seguros de su derrota. ANÁS Tú que destruirías el templo y lo reconstruirías en tres días, ¡sálvate a ti mismo! NARRADOR Es Caifás quien presidió el juicio contra Jesús. Se aseguró de que Jesús dijera las palabras que provocarían su caída y esta sentencia de muerte. Su admisión de que era el Mesías – el Hijo de Dios. CAIFÁS Él salvó a otros, pero no puede salvarse a sí mismo. Él confía en Dios, ¡dejen que Dios lo libere ahora!
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NARRADOR Sin embargo, otros miembros del Sanedrín se preguntan acerca de su participación en el juicio. José de Arimatea y Nicodemo contemplan la inscripción que el dictador romano Poncio Pilatos hizo colocar en la cruz. “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”. NICODEMO José, me pregunto si no seremos títeres en este drama. JOSÉ DE ARIMATEA No hablemos de títere a títere: ¡Hagamos algo! Iré a ver a Pilatos y le pediré el cuerpo de Jesús. Hay un huerto cerca con una nueva tumba de piedra. Lo llevaremos allí. NARRADOR A un lado, Pedro baja su cabeza avergonzado. La noche anterior, Jesús había predicho que este amado discípulo, su “pescador de hombres”, lo negaría tres veces antes de que cantara el gallo. Y tres veces durante la larga noche, Pedro negó conocer al prisionero Jesús. Pedro mira ahora con horror al gallo que canta, sabiendo que su cobardía traicionó a su amado maestro. PEDRO O Señor, ¿qué he hecho? NARRADOR Pedro es la vara que se convertiría en roca. Su liderazgo y coraje ayudarán a difundir el mensaje de Cristo a lo largo de esta árida tierra y todo el camino hacia el trono de Roma. Otra importante figura en la temprana edad de la iglesia está presente: Saúl de Tarso. Se encuentra parado junto a su sabio maestro Gamaliel. Saúl, quien en ese entonces era uno de los grandes perseguidores de los cristianos, está a punto de recibir su famosa revelación en el camino a Damasco, donde será cegado por un destello de luz celestial y escuchará la voz de Cristo: JESÚS Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues? NARRADOR Él se convertirá en el apóstol Pablo. Sus escrituras y enseñanzas serán la fibra moral de la creciente iglesia. María, la madre de Jesús, lucha por contener su agobiante dolor. Recibe consuelo del discípulo Juan, quien le recuerda las palabras de Jesús: JESÚS Hijas de Jerusalén, no lloren por mí. NARRADOR Lázaro, quien fue resucitado por Jesús, está acompañado por su hermana Marta. Vinieron a rendir su homenaje final a este gran curador. Sola con su dolor, María Magdalena se arrodilla en oración. Ella, a quien Jesús aceptó cuando los demás la evitaron. Ella es una de las primeras en sentir su gracia curadora y el poder del perdón del pecado. El final se acerca. Simón, exhausto por su largo viaje cargando la cruz, se desploma en desesperación. Un soldado romano lee los cargos. Los dos ladrones, Dimas y Gestas, tiemblan de miedo.
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Al pie de la cruz, los verdugos se reparten entre ellos las pertenencias terrenales de Jesús. VERDUGO #1 Este manto se venderá a buen precio en el mercado. VERDUGO #2 ¡Echemos suertes por él! NARRADOR Todos los ojos de la multitud se posan en un hombre. Jesús de Nazaret. Él observa las montañas a lo lejos. Fue en una montaña como ésas, cercana al mar de Galilea, donde Jesús pronunció su famoso sermón de la montaña, diciendo estas palabras: JESÚS Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los afligidos, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los mansos, porque heredarán la tierra. Bienaventurados los hambrientos y sedientos de justicia, porque serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. NARRADOR En la cima de esta montaña, Jesús milagrosamente alimentó a las multitudes con sólo cinco pescados y dos hogazas de pan. JESÚS No resistan a una persona malvada. Si alguien los abofetea en la mejilla derecha, ofrezcan también la otra mejilla. NARRADOR Y por esto, ¿debe él morir? ¿Cómo puede este mensaje de paz y comprensión haber enojado a tantos, haberle creado tantos enemigos? ¿Cómo pueden sus actos de bondad, su curación de enfermos, la devolución de la vista a los ciegos, haber resucitado a los muertos, haberlo llevado a este terrible final? ¿Cómo puede su amor a los pobres y ricos por igual, el leproso y el recolector de impuestos, haber llevado a este momento, en el que está solo en esta montaña, enfrentando una cruel y solitaria muerte? Nadie podría haber previsto esto, ni su madre, ni sus seguidores, ni siquiera los doce. Sólo Cristo mismo: JESÚS He aquí que iremos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será traicionado y entregado a los sumo sacerdotes y a los escribas y lo condenarán a muerte. Y lo entregarán a la turba para que lo burlen, lo azoten y lo crucifiquen. NARRADOR Todo lo que él dijo se había hecho realidad. La multitud está inquieta, atemorizada. ¿Cómo puede este Jesús parecer tan sereno? He aquí un hombre que enfrenta una muerte certera y dolorosa, y sin embargo no tiene miedo. Realmente parece confiado, casi triunfante.
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Y el cielo se vuelve negro y amenazante. A lo largo del panorama, desde el calvario y la ciudad santa, por las mansas laderas del monte de los Olivos, y más allá, hasta el jardín de Getsemaní – el mundo entero parece estar esperando – esperando y observando. Ha llegado la hora. Los verdugos arrancan las vestimentas del cuerpo de Jesús. Lo acuestan sobre la cruz y hunden clavos en sus manos. Le cruzan los pies y hunden el último clavo. Con un impetuoso tirón, lo alzan hacia el cielo. JESÚS Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. NARRADOR Los sacerdotes se burlan de él. ANÁS Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz. CAIFÁS Él es el rey de Israel, dejen que baje de la cruz, y creeremos en él. NARRADOR Uno de los ladrones, Gestas, desafía a Jesús. GESTAS ¿No eres tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros. NARRADOR El otro ladrón, Dimas, lo reprende. DIMAS ¿No tienes temor de Dios, ya que cumples la misma condena? Y nosotros en verdad justamente, pues estamos recibiendo la merecida recompensa por nuestras acciones. ¡Pero este hombre no ha hecho nada malo! NARRADOR Y luego le pide a Jesús: DIMAS Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. JESÚS Verdaderamente te digo a ti, hoy estarás conmigo en el Paraíso. NARRADOR Al pie de la cruz, la madre de Jesús y su amado discípulo, Juan, lloran. Jesús les habla, confiándoles a cada uno el cuidado del otro. JESÚS Mujer, he ahí tu hijo.
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NARRADOR Y a Juan: JESÚS He ahí tu madre. NARRADOR El día se vuelve noche. Hay oscuridad sobre la tierra. Pasan las horas. Jesús sabe que el final está cerca. JESÚS ¡Tengo sed! NARRADOR Un soldado cruelmente moja un trapo en vinagre y lo presiona contra sus labios resecos. Cristo clama en agonía. JESÚS Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? NARRADOR Jesús alza su cabeza al cielo. JESÚS Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. (un suspiro) Consumado es. NARRADOR José de Arimatea y Nicodemo se llevan el cuerpo de Jesús envuelto en lienzos y especias. Hacen rodar una gran piedra para cerrar la tumba. Y luego, el silencio. Sólo los distantes gemidos de desesperación y el silencioso sollozo de una madre que ha perdido un hijo. Los días siguientes fueron de dolor y confusión para la familia de Jesús, sus amigos y sus seguidores. Tenían muchas preguntas: ¿Por qué el gran hombre no había presentado una defensa en su juicio? ¿Por qué se había sometido tan fácilmente a su cruel destino? ¿Por qué no le había pedido a Dios - por qué no le había pedido a su Padre - que lo salvara? Y muchos se preguntaron, ¿qué hay de su mensaje de paz y esperanza? ¿Morirían sus palabras con él? ¿Se perderían u olvidarían sus milagros de curación y redención? ¿Su promesa de una vida más gloriosa? ¿Desaparecidos? ¿Para siempre? Si la historia hubiera terminado aquí, hoy se recordaría solamente como una fábula reveladora acerca de un gran maestro traicionado. Si terminara aquí, podría contarse solamente como una historia de fracaso, no de triunfo. Pero tres días más tarde, algo sucedió. Algo milagroso…
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Es el día después del tiempo de reposo. Han pasado tres días desde los fatídicos eventos en el calvario. María, la madre de Jesús, y María Magdalena, están sumidas en su duelo. Caminan hacia la tumba, trayendo especias para ungir a su muerto. No pueden creer lo que ven. La inmensa piedra que sellaba la tumba – fue quitada. ¡Y más aun! En el lugar donde Jesús yacía, están los lienzos dispuestos en la forma de un cuerpo. ¡Pero él no está ahí! ¡La tumba está vacía! Hay un gran ruido y la tierra tiembla. Corren hacia afuera para encontrar allí una figura. Tiene la apariencia de un relámpago, y su vestido es blanco como la nieve. Las mujeres tiemblan al verlo y bajan la vista hacia el suelo. ÁNGEL ¿Por qué buscan al vivo entre los muertos? Él no está aquí sino que ha resucitado. ¿Recuerdan cómo les habló mientras aún estaba en Galilea, diciendo que el Hijo del Hombre sería entregado a las manos de hombres pecadores, que sería crucificado y que resucitaría al tercer día? NARRADOR Las mujeres corren a contarlo a los demás. Pero ninguno de los discípulos les cree. Con tristeza, María Magdalena regresa sola. Se para llorando junto a la tumba vacía. JESÚS Mujer, ¿por qué lloras? NARRADOR María se vuelve. Hay alguien parado allí. ¿El jardinero? MARÍA MAGDALENA Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. NARRADOR Él dijo solo una palabra: JESÚS María. NARRADOR Y entonces ella supo. MARÍA MAGDALENA ¡Maestro! NARRADOR En toda la tierra se oyó un sonido de dicha: “¡Ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!” Fue un tiempo de regocijo, pues ésta era la primer mañana de Pascua.
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El milagro de la resurrección de Cristo debía significar que sus palabras y sus enseñanzas se difundirían por todo el mundo. De Jerusalén a Atenas, a través de los grandes mares, a Roma y más allá. Todo el mundo aprendería de su lección culminante: JESÚS Hijos, les doy un mandamiento nuevo. Que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Y por esto todos los hombres sabrán que ustedes son mis discípulos. Que no se turbe su corazón. En la casa de mi padre hay muchas mansiones. Yo soy la vid. Y ustedes son los pámpanos. Permanezcan en mí. Y yo en ustedes. Éstas son las palabras que les digo para que tengan paz. NARRADOR Este mensaje se hace eco a través de los tiempos. Da consuelo a los que sufren, esperanza a los desesperanzados, alegría a los oprimidos y fe a todos. Fe en que este desinteresado amor nunca perecerá, que sobrevivirá por todos los tiempos y será ofrecido, sin condiciones, a toda la humanidad.
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