Ojos expertos tras el gen de resistencia al sorgo de Alepo

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Sábado 4 de agosto de 2012

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CIENCIA

LA NACION/Sección 5/Página 11

) Investigación de la UBA y del INTA

( ADELANTO DE AAPRESID )

Ojos expertos tras el gen de resistencia al sorgo de Alepo Un grupo de científicos cree que el motivo por el cual la maleza volvió a ser inmune al glifosato está en su propia condición genética CECILIA DRAGHI PARA LA NACION El sorgo de Alepo que hoy ensombrece a la soja y es una de las principales malezas que resisten de pie al herbicida glifosato no proviene de lejos, como en algún momento se supuso. “Las variantes de sorgo de Alepo resistentes presentes en Tucumán no fueron traídos de Salta, sino que se originaron en Tucumán y viceversa”, remarca el doctor Esteban Hopp, profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEyN-UBA) e investigador del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Este hallazgo fue para los investigadores una buena y una mala noticia, a la vez. Para entender la historia hay que remontarse unos años atrás, cuando aparecieron las primeras malezas a las que no les hacía mella el glifosato. En esa oportunidad, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) solicitó un sistema de diagnóstico para controlar rápidamente la plaga. En ese entonces, los tucumanos sospechaban que el problema venía de Salta y los salteños, de Tucumán, según relata Hopp. En la práctica, esto significaba puestos de control provincial para fiscalizar que las indeseadas semillas de sorgo de Alepo no se diseminaran de un lugar a otro. “Una medida complicada”, subraya el especialista. Ahora se esclareció el tema. “Evitamos –sonríe Hopp– la guerra entre Tucumán y Salta, porque ninguna de las dos provincias tenía la culpa, sino que cada una hacía la suya. Es decir, el estudio genético mostró que el sorgo de Tucumán no era similar al que se hallaba en Salta y viceversa”, destaca el investigador y enseguida agrega: “Pero fracasamos en desarrollar el sistema de diagnóstico rápido pedido por Senasa, porque comprobamos que no hay un perfil de identidad genético único, que otorga al sorgo de Alepo la resistencia al glifosato”. Si la causa detectada hubiera sido

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Pasado y futuro de la siembra directa El pionero Carlos Crovetto aconseja cómo mejorar las prácticas conservacionistas Los investigadores Distéfano, Fernández, López Bilbao, Tosto, Hopp y De Haro ESTEBAN HOPP

un solo tipo de variación que llevó al sorgo resistente a distribuirse por todo el país, el sistema de diagnóstico sería más sencillo. Pero las dificultades aportan el material de trabajo cotidiano a Hopp y su equipo integrado por Daniela Tosto, Luis Fernández y Luis de Haro de FCEyN-UBA y del Instituto de Biotecnología del INTA Castelar. “Ahora –agrega– seguimos tratando de localizar el gen o los genes que hoy llevan al sorgo a ser resistente al herbicida.” Una de las hipótesis de los investigadores es que la variación genética que permite al sorgo de Alepo sobrevivir está ubicada en el sistema de transporte de la maleza, e impide al herbicida moverse desde el sitio de entrada, la hoja, al resto de la planta como las raíces. En las pruebas científicas que intentan develar dónde se halla la invencibilidad del sorgo de Alepo resistente, “Martín Vila Aiub de la Facultad de Agronomía de la UBA utilizó glifosato radiactivo para lograr visualizar cómo

 

          

 

 

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actúa en el interior de la maleza”, relata Hopp. En condiciones normales, es decir cuando el herbicida funciona como tal, es posible verlo distribuido a lo largo de toda la planta. En cambio, cuando la planta presenta resistencia, el panorama es distinto. “Observamos que en el sorgo resistente no pasa eso. El glifosato se queda en el lugar donde se lo puso. Por eso, la hipótesis que manejamos es que el gen que otorga la resistencia está relacionado con el sistema de transporte”, subraya Hopp. El cuadro de situación de los investigadores es parecido al de esas películas de suspenso que cuando todo parece solucionarse, el peligro vuelve a acechar. “El glifosato es un herbicida de contacto, es decir mata todo lo que toca. En primera instancia la planta muere, pero el sector que no fue alcanzado por el herbicida sigue en pie, y brota con el rizoma, que es un tallo subterráneo”, señala. En esta concepción, la explicación radicaría en que al impedirse la dispersión del herbicida a toda la

planta, quedan sectores en estado latente porque no han sido rozados por el glifosato y volverán a crecer ni bien tengan oportunidad. Mientras el equipo continúa investigando cuáles son los cambios que impide que el glifosato actúe eficazmente, Hopp destaca que esta escena era esperable que ocurriera. “La historia nos enseña que aparecen insectos resistentes a los insecticidas, bacterias resistentes a los antibióticos, ¿por qué no iban a aparecer malezas resistentes al glifosato?”, plantea. “Es difícil que en el largo plazo, el glifosato se pueda salvar de su obsolescencia, pero la idea es que monitoreando y estableciendo rotaciones en un manejo integrado de plagas y malezas, se pueden desarrollar esquemas que mitiguen la resistencia. No se puede evitar, pero sí estirar en el tiempo”, concluye.

La autora pertenece al Centro de Divulgación Científica de la Facultad de Ciencias Exactas

Una de las participaciones destacadas del Congreso de la Asociación de Productores en Siembra Directa (Aapresid), que se desarrollará la semana próxima en Rosario, será la del pionero de la siembra directa en Chile, Carlos Crovetto. En un adelanto de su exposición, al que accedió LA NACION, el productor analiza los principales factores a tener en cuenta para afianzar la siembra directa en el futuro. Crovetto afirma que con la siembra directa “se ha construido una nueva relación con el suelo, la cual se ha ido mejorando en la medida en que el productor aprende de sus resultados y lo entusiasma para seguir adelante”. El especialista señala que los productores “no saben con certeza lo que pasa cada año en su suelo, ya que hay muchos factores que dependen de cómo se manejan, partiendo de un análisis químico tradicional, las rotaciones, el manejo de los rastrojos, el control de malezas, el aporte nutricial del suelo, las necesidades de las plantas en fertilizantes, qué se aplica y cómo se hace, en qué oportunidad aplicar y tantos otros factores”. Se pregunta Crovetto si ante las ventajas comprobadas de la siembra directa los productores están bien enfocados hacia el mediano plazo y si se pueden anticipar a los problemas que se plantearán en el futuro. Al respecto, hace un repaso sobre los principales factores que influyen sobre la agricultura: L Suelo: “Debe ser considerado un ente vivo, que tiene un complejo metabolismo por la gran cantidad de seres vivos que lo habitan. Dentro de este proceso reconstructivo requerirá agua, oxígeno, y especialmente carbono para su alimentación, es decir, los rastrojos de cosechas. Ese es el nutriente que necesita y el valor obligado que debemos entregarle para que produzca, no los fertilizantes, ya que éstos son para las plantas”. L Control de malezas: “El control

de malezas anuales con rotación de cultivos es indispensable. Cuando en rotación se siembran verdeos para producir pastos, las malezas no deben llegar a producir fruto ya que aumentará fuertemente su densidad y afectará a próximos cultivos. El uso de glifosato, herbicida sistémico de acción total, es una gran herramienta para limpiar los campos de malezas”. L Control de plagas y enfermedades: “Las nuevas condiciones ambientales que genera la siembra directa darán mayores oportunidades al ordenamiento ecológico, destruido por la labranza del suelo. Los patógenos del suelo disminuirán y serán más resistentes al daño”.

El suelo debe ser considerado un ente vivo, que tiene en sí mismo un complejo metabolismo L Fertilizantes: “En general, los productores utilizan los fertilizantes pensando sólo en las plantas y no en el daño que le pueden hacer al suelo. La mayor parte de los fertilizantes generan acidez, lo que no se observa debidamente”. L Compactación: “Muchos creen que la compactación se puede remediar con un subsolado. Considero que ésta no es la solución, al menos es lo que nos ha sucedido con los suelos de Chequén, en Chile. Después de 55 años de no labrarlos, hemos hecho subsolado en las arcillas rojas más compactadas, en suelo con densidad aparente de 1.4, siendo lo normal 0.8 a 1.2. Después de dos a tres años volvimos a la densidad que teníamos al inicio, lo que indica que el subsolado sólo genera pérdida acelerada de la materia orgánica”.