Casa Publicadora Brasilera Comentarios de la Lección de Escuela Sabática III Trimestre de 2014 Las enseñanzas de Cristo
Lección 9 (23 al 30 de agosto de 2014)
Nuestra misión Adenilton Tavares de Aguiar
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Introducción Con seguridad, Jesús es el mayor Misionero del universo. Él vino a lo que los misiólogos denominan misión transcultural. Dejó la comodidad del Cielo, la adoración de los ángeles y la belleza de los lugares celestiales, para venir a este mundo a rescatar lo que se había perdido. Al solicitarnos que prediquemos el evangelio y hagamos discípulos, Él no estaba pidiendo algo que Él mismo no hubi9era hecho. No se trató de una orden del tipo: “Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”. Por el contrario, su imperativo es: “Yo lo he hecho primero para que ustedes aprendan, y después lo hagan, pero yo estaré con ustedes”. De hecho, esta es el mandato expresado en la Gran Comisión: “Por tanto, id… haced discípulos… Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:18-20). Los apóstoles comprendieron el mensaje. Pablo, escribiendo a la iglesia de Éfeso, llegó a afirmar: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados, y andad en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en fragante aroma” (Efesios 5:1, 2). Aunque el contexto inmediato de este pasaje haga referencia a la necesidad de perdonarse unos a otros, siguiendo el ejemplo del perdón que Dios nos concedió en Cristo Jesús, 2 ese perdón solo es posible por la venida de Jesús a este mundo, y su misión de rescate. Siendo que “Dios estaba con Cristo reconciliando consigo al mundo” (2 Corintios 5:19), y que el Espíritu Santo es la garantía de ello en el corazón humano (2 Corintios 1:21, 22), podemos decir que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están completamente involucrados en la tarea de salvar al hombre. ¡Ellos nos dejaron ejemplo!
Ser la luz del mundo
Pastor, graduado en Teología y Letras, con Maestrías en Ciencias de la Religión y Teología Pastoral. Editor de la publicación especializada Revista Hermenéutica, autor de diversos artículos y libros en el área de la Teología Bíblica. Actualmente es docente de Teología en el Seminario Adventista Latinoamericano de Teología, sede Cachoeira, estado de Bahía, Brasil. 2 Lincoln, A. T. Word Biblical Commentary: Ephesians. Dallas: Word, 2002, v. 42, p. 310. Recursos Escuela Sabática © 1
En una ocasión, al dialogar con los fariseos, Jesús mencionó: “Yo Soy la luz del mundo. El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12). Aunque esta expresión fuera una alusión a uno de los muebles del tabernáculo, específicamente el candelabro que estaba en el Lugar Santo, hay evidencias textuales de que, posiblemente, Jesús también podría haberse referido a su poder creador. La metáfora de la luz es bastante común en el evangelio de Juan. La apertura de este evangelio posee una fuerte correspondencia con el relato de la creación de Génesis 1. De hecho, un análisis cuidadoso no solo de los prólogos de Génesis y de Juan, y también de la primera epístola de Juan, demuestra que hay una estrecha relación entre ambos, 3 según podemos ver en el siguiente cuadro: 4 Génesis En el principio creó Dios (1:1). Creó Dios (1:1); Hagamos al hombre a nuestra imagen (1:26). Así quedaron acabados los cielos y la tierra, y su gran contenido (2:1).
Evangelio de Juan En el principio era el Verbo (1:1). El Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Deus. Estaba en el principio con Dios (1:1-2). Todas las cosas por Él fueron hechas, y nada de cuanto existe fue hecho sin Él (1:3).
1ª epístola de Juan Lo que existía desde el principio (1:1) Que estaba con el Padre (1:2).
Había tinieblas [...]. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz (1:2-3). Haya lumbreras [...] para iluminar la tierra (1:14-15).
La luz resplandece en las tinieblas (1:5)
Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo palparon nuestras manos, esto proclamaos acerca del Verbo de la vida 5 (1:1) Dios es Luz, y no hay en Él ninguna tiniebla (1:5).
La Luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene a este mundo (1:9).
Si andamos en la luz [...], la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado (1:7).
Al hacer uso del lenguaje del relato de la creación, Juan estaba demostrando que Jesús era el Ser creador de Génesis 1. Confirmó ese pensamiento al decir que todas las cosas fueron hechas por medio de Jesús, y que, sin Él, nada de lo que fue hecho pudo hacerse (Juan 1:3). La conclusión a la que llegamos a partir de esta idea es que sólo podemos ser la luz del mundo si estamos ligados a la Luz, que es Cristo. Y
3 Para un estudio completo sobre la correspondencia entre los prólogos de Génesis, el Evangelio de Juan y la Primera Epístola de Juan, ver Adenilton T. de Aguiar. O Gênesis, o Logos e os prólogos: linguagem criacionista no evangelho e na primeira carta de João. en Revista Práxis Teológica, Cachoeira: CePLiB, 2011, v. 1, p. 131-144. Disponíble en: http://www.seeradventista.com.br/ojs/index.php/praxis/article/view/169/165 4 Adenilton T. de Aguiar. O Gênesis, o Logos e os prólogos: linguagem criacionista no evangelho e na primeira carta de João. In: Revista Práxis Teológica, Cachoeira: CePLiB, 2011, v. 1, p. 135-136. 5 Aquí Juan se estaba refiriendo al Verbo encarnado. En 1 Juan 1:2 aclaró que Jesús estaba con el Padre desde el principio, antes de iniciar la obra de la creación. Por lo tanto, asociando 1 Juan 1:1, 2 con Juan 1:1-3, el pensamiento de Juan queda evidenciado: todas las cosas fueron creadas por la poderosa obra de Jesús Recursos Escuela Sabática ©
para saber si estamos ligados a Cristo, debemos verificar si estamos ligados a su Palabra, que es lámpara a nuestros pies y luz para nuestro camino (Salmo 119:105). Uno de los grandes problemas que enfrenta la iglesia en la actualidad es que la luz de algunos se está apagando (Mateo 25:8). Siendo que el mundo está envuelto en tinieblas tan evidentes, ahora –más que nunca– es momento de brillar: “Porque tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones. Pero sobre ti nacerá el Señor, y sobre ti será vista su gloria” (Isaías 60:2).
Ser testigos Cuando Juan, el Bautista, estaba en la cárcel, le pidió a sus discípulos que fueran a Jesús con el siguiente interrogante: “¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?” (Mateo 11:3). La respuesta no pudo ser más vehemente: “Id, y contad a Juan las cosas que oís y veis: ‘Los ciegos ven, los lisiados andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio” (Mateo 11:4, 5). Nada es tan poderoso como decir lo que se ha visto y oído. Con certeza, cuando los discípulos de Juan retornaron con este informe, debió haber fortalecido su fe y esperanza. Juan era un hombre de grande fe, pero hasta los hombres de gran fe pueden caer en el desánimo. Jesús conocía los motivos subyacentes en las preguntas de los discípulos de Juan, de modo que en ese mismo instante, “les dio evidencias inconfundibles de su divinidad. Volviéndose hacia la multitud, habló, y los sordos oyeron su voz. Habló nuevamente, y los ojos de los ciegos fueron abiertos para ver las bellezas de la naturaleza... Extendió su mano y a su toque la fiebre abandonó a los enfermos. Por su mandato los endemoniados fueron sanados, y cayendo a sus pies le adoraron. Volviéndose luego hacia los discípulos de Juan, dijo: ‘Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis’ (Mateo 11:3)”. 6 Cuando los discípulos de Juan se acercaron a Cristo, Él estaba rodeado de “de muchos enfermos a quienes estaba sanando. Estuvieron esperándole todo el día, mientras obraba con actividad incansable socorriendo a los que sufrían”. 7 Como Juan, hay muchos que están enfrentando el desánimo, esperando que alguien les traiga un relato de lo que Jesús puede hacer por ellos, porque ya lo hizo con otros. “Hay muchas personas que han perdido la esperanza. Devolvedles la luz del sol. Muchos han perdido su valor. Habladles alegres palabras de aliento. Orad por ellos. Hay personas que necesitan el pan de vida. Leedles de la Palabra de Dios. Muchos están afectados de una enfermedad del alma que ningún bálsamo humano puede alcanzar y que ningún médico puede curar. Orad por esas almas. Llevadlas a Jesús. Decidles que hay bálsamo en Galaad y que también hay allí Médico”. 8 Hay una canción de un trío evangélico norteamericano, llamado Booth Brothers, cuya letra ilustra un poco la experiencia de los discípulos de Juan: “Estaba trabajando por la tarde en la ciudad / tratando de resolver algunos negocios / Escuché una agitación unas cuadras más allá / Y me sorprendí con lo que allí estaba sucediendo. / Un muchacho vino corriendo desde allí / y se detuvo a recuperar el aliento. / Le pedí por favor que me dijera la razón de su prisa / Y me sonrió diciendo: / Estaba intentando Elena G. de White, Reflejemos a Jesús, p. 344. White, Cristo, nuestro Salvador, p. 70. 8 White, Palabras de vida del gran Maestro, p. 344. Recursos Escuela Sabática © 6 7
alcanzar al paralítico / y pasó corriendo por este camino / Estaba apurado para llegar a casa y decirle a todos / lo que Jesús había hecho ese día / El mudo terminó hablando / y la sorda fue liberada por Él / para escuchar el llamado de Dios. / Es difícil de creer, pero si no confías en mí / pregúntale al ciego, él lo vio todo”. 9 Seguramente, esta letra sería muy cómica si estas cosas no hubieran acontecido. ¡Pero sucedieron! Juan nos relata la historia de la mujer samaritana que fue a buscar agua al pozo de Jacob, y tuvo allí una entrevista con Jesús (Juan 4:5-26). Ella dejó de lado lo que tenía que hacer en el pozo y fue corriendo a la ciudad para contar allí lo que había visto y oído (versículo 28). Y los resultados fueron sorprendentes: “Y muchos samaritanos de esa ciudad creyeron en Él por el testimonio de la mujer” (versículo 39). Se acercaron hasta Jesús y experimentaron por sí mismos que todo lo que había dicho la mujer era cierto (versículos 40-42). Seguramente, debieron contar eso a otras personas, y el ciclo no se detuvo. Ninguna de esas personas tuvo que realizar un curso para aprenderá testificar. Apenas contaron lo que habían visto y oídio, ¡y eso fue suficiente!
“Yo os envío” Cada uno de los evangelios termina con Cristo resucitado convocando a los discípulos a la misión. Si no hubiera sido algo importante, no lo habrían repetido. En Juan, “la misión del Hijo no termina con su ascensión al Cielo. La expresión ‘como me envió el Padre’ implica un envío en el pasado que continúa confirmándose en el presente […] Los apóstoles fueron comisionados para continuar la obra de Cristo, y no para iniciar una nueva obra”. 10 Debían esparcir el mensaje por los cuatro puntos cardinales de la tierra: “Y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8; énfasis añadido). Esta obra sólo sería posible mediante la poderosa intervención del Espíritu Santo (Juan 20.22; Hechos 1:8). Lucas también registró estas palabras de Jesús: “Así está escrito que el Cristo tenía que padecer, y al tercer día resucitar de entre los muertos. Y que en su Nombre se predicara el arrepentimiento y el perdón de los pecados en todas las naciones, empezando en Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. Yo os enviaré la promesa de mi Padre. Pero permaneced en la ciudad hasta que seáis investidos del poder de lo alto” (Lucas 24:46-49; énfasis añadido). En el evangelio de Marcos, encontramos algo bastante intrigante. Este evangelio puede ser dividido en dos secciones. En la primera, el enfoque está en la preparación de los Doce (1:1 – 8:30); en la segunda, está en la semana de la Pasión (8:31; 16:11). Cada una de estas secciones se divide en tres partes. El prólogo de cada una de ellas presenta a Jesús involucrando a los discípulos en la misión. En la primera, Jesús llama a los primeros discípulos (1:16-20); en la segunda, Jesús le cuenta a sus discípulos acerca de su sufrimiento (8:31); y envía a dos discípulos para preparar
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Disponible en http://phonelyrics.com Beasley-Murray, G. R. Word Biblical Commentary : John. Dallas: Word, 2002, v. 36, p. 379. Recursos Escuela Sabática ©
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su entrada triunfal en Jerusalén; y por último, Jesús lleva a cabo la última cena con sus discípulos (14:12-26). Curiosamente, cada uno de estos pasajes es el prólogo de su sección. Por lo tanto, en el evangelio de Marcos, Jesús no llevó a cabo su misión sin involucrar a sus discípulos. Aun en la segunda sección del evangelio, cuyo enfoque está en la semana de la Pasión, Marcos encabezó cada parte mostrando la estrecha relación de Jesús con sus discípulos. Eso nos enseña que, en lo que respecta a la obra de la salvación de las personas, Jesús jamás quitó a los discípulos de la escena. Otro dato curioso es que, en la introducción, Marcos mostró a Juan, el Bautista, preparando el camino para la primera venida de Cristo (1:1-5); en su conclusión, mostró a los discípulos preparando el camino para su segunda venida (16:19, 20).
Hacer discípulos Algo maravilloso que sucede al leer los evangelios es percibir que cada uno presenta su perspectiva de la vida y el ministerio de Cristo, de modo que los relatos se complementan mutuamente. Ya hemos visto que en la conclusión de cada evangelio encontramos un llamado a la misión. A ese llamado lo denominamos “Gran Comisión”. Y es grande porque, según lo afirma Elena G. de White, Jesús incluyó en ella a todos los creyentes hasta el fin de los tiempos. 11 Cada una de las partes del texto de la Gran Comisión de Mateo (28:18-20) posee profundas enseñanzas acerca de los fundamentos de la misión evangélica. El núcleo del pasaje está en el imperativo “Haced discípulos”. Sin embargo, todo comienza con la afirmación de Jesús de que Él tenía todo el poder en el cielo y en la tierra. “Aquí se describe a Cristo como el Señor exaltado, el Soberano universal y el Mesías a quien le es dada toda autoridad. De esa forma Mateo concluye su Evangelio enfatizando la dignidad real de Jesús”. 12 Mateo retrató a Jesús como un nuevo y mayor Moisés, para beneficio del pueblo de Israel. Así como Moisés escribió los cinco libros que conforman el Pentateuco, en Mateo Jesús predicó cinco grandes sermones (Mateo 5:1-7:29; 10:5-11:1; 13:1-53; 18:1-19:2; 24:1-25:46, y cuyos temas son, respectivamente, la naturaleza del reino, el poder del reino, el misterio del reino, la disciplina del reino y la consumación del reino). En este evangelio, Jesús es presentado como Hijo de David, e Hijo de Abrahán, ya en el primer versículo (1:1). El autor quiso demostrar que el Mesías era, al mismo tiempo, descendiente de la casa real y descendiente de la promesa abrahámica. Por lo tanto, era el Mesías Rey, que había venido al mundo a establecer el reino de Dios. Ese Reino se opone radicalmente a los reinos de este mundo. En el Sermón del Monte, Jesús le adjudicó a la naturaleza de ese reino la perspectiva correcta. Mientras que los reinos de este mundo conquistan por la espada, en el reino de Dios las conquistas se operan por el Espíritu; mientras que los reinos de este mundo reclutan solo a los fuertes, en el Reino de dios hay lugar para los humildes, los que lloran, los mansos, los cansados, los oprimidos, en fin, hay lugar para todos. Como Mesías-Rey, Jesús tiene toda la autoridad en el Cielo y en la tierra, y en el pleno uso de sus prerrogativas, comisiona a hombres y mujeres a la misión evangélica. White, El Deseado de todas las gentes, p. 761. Aldo D. Orrego, ed. “Ritos: Bautismo / Lavamiento de los pies / Cena del Señor” en Tratado de teologia Adventista del Séptimo Día, p. 657. Recursos Escuela Sabática © 11 12
Conforme lo menciona el Tratado de teología Adventista del Séptimo Día, en Mateo 28;18-20 hay una triple orden: “1) Ir y hacer discípulos a todas las naciones; 2) bautizarlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; y 3) enseñarles a guardar todas las cosas que Él les mandaba”. 13 El texto griego de Mateo 28:18-20 es bastante revelador. El único verbo en imperativo es mathēteuō (“hacer discípulos”). Puede sonar extraño a alguien que no tenga contacto con la lengua griega un verbo como ese, que es traducido como verbo y sustantivo. Tal vez sea más fácil asimilarlo si, en vez de traducirlo como “hacer discípulos”, utilizáramos “discipular”. El verbo traducido como “ir” podría muy bien como “mientras que ustedes van”, o “a medida que vais, discipulad”. Utilizando una manera de decirlo más contemporánea, podríamos traducirlo así: “Mientras van, hagan discípulos”. En tal sentido, “hacer discípulos” se presenta como un estilo de vida, algo que hacemos en cualquier lugar donde estemos. Eso significa que podemos hacer discípulos en el trabajo, en la escuela, en los momentos de recreación, en los encuentros familiares, etc. Para cumplir con este mandato, bautizamos a las personas y les enseñamos las órdenes de Jesús. Es importante resaltar que los verbos no están colocados en orden cronológico, o sea, que primero bautizamos y después enseñamos. En rigor de verdad, en el proceso del discipulado, la enseñanza es algo que debe suceder antes y después del bautismo. El nuevo discípulo debe formar a otro discípulo, quien –a su vez– debe formar a otro, y así indefinidamente. La continuidad de ese proceso depende de lo que Jesús dijo: bautizando y enseñando… enseñando y bautizando… bautizando y enseñando… enseñando y bautizando, ¡sin parar!
Predicar el evangelio Así como en Mateo 28:19 el verbo “ir” expresa un estilo de vida revelado en la orden “haced discípulos”, lo mismo sucede en Marcos 16:15, donde –una vez más– encontramos el verbo “ir”. De hecho, la forma verbal griega es exactamente la misma en ambos casos. Esta afirmación puede son innecesaria para alguien que no conoce la lengua griega, pero aquellos que han tenido contacto con el griego saben que un verbo en participio, a diferencia de otras lenguas, puede presentarse en diferentes maneras. En el caso de Mateo 28:19 y Marcos 16:15, el verbo “ir” está en un tiempo verbal que no existe en otras lenguas, el cual se denomina “aoristo”, y que posee diversos modos de comportamiento. En estos pasajes, el verbo no es utilizado con el objeto de destacar el inicio o el fin de la acción, sino la acción como un todo. 14 En tal sentido, el énfasis en la frase no es cuándo comienza o termina la acción, sino la necesidad de ejecutarla en todo momento. Además, hay otro importante punto a considerar. Aunque el verbo “ir” no esté en imperativo, posee toda la fuerza de ese modo, teniendo en cuenta que está subordinado al verbo imperativo de la proposición principal “Haced discípulos” de Mateo 28:19 y “predicad” de Marcos 16:15. 15 Si una persona no va, entonces no hay pro13
Ibíd. Ver la definición de aoristo constativo en Matthew S. DeMoss. Dicionário gramatical do grego do Novo Testamento. San Pablo: Editora Vida, 2004, p. 26. 15 Cotejar con Hagner, D. A. Word Biblical Commentary: Matthew 14-28. Dallas: Word, 2002, v. 33B, p. 886. Recursos Escuela Sabática © 14
clamación. En ese sentido, la acción de ir es tan compulsoria como la acción de predicar. Cuando pensamos en la misión del a iglesia, inevitablemente nos dirigimos a Apocalipsis 14:6, 7a: “Entonces vi a otro ángel que volaba por el cielo, con el evangelio eterno para predicarlo a los que habitan en la tierra, a toda nación y tribu, lengua y pueblo. Decía a gran voz…”. Hay algunos elementos muy importantes relacionados con la misión que pueden destacarse en este pasaje: 1) el mensaje a ser predicado es el evangelio eterno. Hay solo un evangelio, el cual ha sido predicado por la iglesia de Dios a lo largo de los siglos; 2) el mensaje debe ser predicado con rapidez y urgencia: Juan vio al ángel volando por el medio del cielo; 3) en el acto de proclamar, debemos alcanzar a todos: “toda nación y tribu, lengua y pueblo”. No hay espacio para la acepción de personas, y no hay por qué tener miedo de anunciar el evangelio a los ricos y poderosos; 4) el evangelio debe ser predicado no solo con rapidez, sino también con intensidad. Juan vio al ángel hablando “a gran voz”.
Pr. Adenilton Tavares de Aguiar
Profesor Seminario Adventista Latinoamericano de Teología Cachoeira, Bahía (Brasil) Traducción: Rolando Chuquimia © RECURSOS ESCUELA SABÁTICA
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