No mueras con una cantimplora llena Por Bill Lawrence, Presidente de “Leader Formation International” (Formación Internacional de Líderes)
“He decidido vender mi compañía. Valdrá más dinero en un par de años, pero he decidido venderla ahora.” Con estas palabras mi amigo de mucho tiempo, mostró un entendimiento de uno de los principios más importantes de la realidad del liderazgo: más significa menos. Mi amigo se ha entregado por completo a su compañía por más de veinte años. Nos reunimos varias veces al año para hablar del Señor, nuestras familias, sus negocios y mi ministerio. En tiempos recientes, me ha dicho que está cansado, cansado de dar todo lo que tiene para conseguir todo lo que quiere. La realidad de que más significa menos, le ha estado martillando – ¡fuertemente! La razón de nuestros impulsos ¿Qué es lo que nos hace darlo todo para conseguir todo, solo para terminar con nada de lo que realmente deseamos? Cuando hago esta pregunta, no la estoy haciendo solo por los líderes de negocios: se la hago a líderes del ministerio, quienes están poseídos por un vacío que se aferra a nuestras almas, conmociona los corazones, y pone grilletes a las manos. Para tales líderes, no importa lo que obtengamos, jamás será suficiente. La razón que nos mueve es una profunda y desconocida inseguridad. Los que somos líderes, ya sea en los negocios o en el ministerio, somos llevados por una necesidad por más, un hambre de llenar un vacío de importancia en nosotros, un anhelo por el éxito, aún de fama, que pensamos nos hará ese “alguien” que siempre hemos querido ser. Anhelamos desesperadamente la profunda seguridad que se deriva de saber que somos amados por Dios, así que hacemos todo lo que podemos por ganarnos Su favor. Nos convertimos en legalistas funcionales, líderes que viven como si la gracia de Dios no existiera, como si nuestro liderazgo dependiera de nosotros y fuéramos los autores y consumadores de nuestro ministerio. Para los legalistas funcionales, las obras son la única manera de conseguir lo que queremos – a Dios de nuestro lado, Su bendición, y nuestro éxito. El problema es que parece que aún así, terminamos sintiéndonos los mismos viejos “don nadie” de los que veníamos huyendo. Luchando para conseguir lo que ya tenemos Actuamos como un hombre del que escuché hablar, cuyo tío murió y le dejo millones de dólares como su único heredero. El albacea de la herencia, se dedicó a buscar al instante al rico sobrino y descubrió que se trataba de un hombre de la calle, que pedía limosna en una avenida de la ciudad. Él iba de persona en persona diciendo, “Oye amigo, ¿tienes tres pesos para una tasa de café?” Así que cuando se acercó al albacea y trató de conseguir los tres pesos con él, el albacea le explicó al heredero, que ahora él era un multi-millonario y le dio un cheque por su primer millón. El hombre miró el cheque, gruñó, lo guardó en su bolsillo y se dirigió a la siguiente persona que encontró en su camino, diciéndole, “Oye amigo, ¿tienes tres pesos para una tasa de café?” Él tendría ahora toda una cafetería llena, sin embargo, continuó persiguiendo el mismo vacío que jamás podría satisfacer.
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Cuando actuamos en base a las profundidades de nuestra inseguridad con el miedo y la ira que la acompañan, somos como millonarios mendigando una tasa de café. ¿Sabes,? nosotros somos millonarios, millonarios en gracia, con las ilimitadas riquezas de la misericordia, el amor y el poder de Dios, guardado profundamente en nuestros corazones. Él ya nos ama, nos valora y nos acepta. Toda nuestra lucha por ganar Su favor es vana. Ya poseemos toda una cafetería llena. Pero nuestro cerebro – nuestras mentes – dirige a nuestras manos a ganar lo que ya tenemos. Los susurros del pasado llenan nuestras mentes, y nos sentimos no amados, no valorados y rechazados. Tememos ser fantasmas, agujeros vacíos, con la apariencia de líderes, pero sin serlo para nada, y todo lo que hacemos procede de ese temor – pero solo sirve para acrecentar más y más el temor. Entre más tratamos de llenar el vacío del “agujero en el alma” como mi amigo Armes Richard lo dice, más vacío se queda, y más frustrados nos ponemos. Como ves, más sí significa menos. Luchando por hacer lo imposible Ray Stedman solía contarme la historia acerca de un hombre que empujaba un auto, luchando y esforzándose lo más que podía. Se le aproximó otro hombre y le preguntó que era lo que estaba haciendo. “Llevando mi coche al trabajo,” respondió. ¿Qué no lo ve? ¿Por qué no deja de hacer preguntas tan tontas y me ayuda a empujar mi carro?” El interrogador lo llevó al lado del carro donde está el asiento del conductor, abrió la puerta, y le señaló las llaves en la ignición. “¿Ve esas llaves? Mire lo que sucede cuando les doy vuelta.” Mientras giraba las llaves, el motor se puso en marcha, y el interrogador le dijo al hombre: “Usted no lleva el carro al trabajo. El carro lo lleva a usted al trabajo. Es una manera mucho más fácil.” Muchos líderes cristianos son como el hombre que empujaba el auto. Están luchando para triunfar en sus propias fuerzas, para llenar su vacío y alcanzar su éxito, pero lo que están luchando por hacer es imposible. El liderazgo simplemente es demasiado pesado para empujarse. Lo que no se dan cuenta, es que ellos ya tienen las llaves y el tanque de gasolina lleno – todo lo que tienen que hacer es sentarse y conducir. Las llaves son la imprescindible dependencia del tanque lleno de la gracia de Dios que viene a nosotros porque Cristo vive en nosotros. Luchamos por gloria y nos perdemos la realidad de que Cristo en nosotros es nuestra única esperanza de gloria. ¿Qué sucede cuando actuamos de esta manera? Obtenemos más de cualquiera que sea el objetivo que perseguimos, pero terminamos con menos de lo que realmente deseamos. Obtenemos más poder, más control, más seguridad, pero terminamos con menos respeto, menos confianza y menos respuesta. Porque más, siempre significa menos. Sabemos que esto es lo que está sucediendo; eso es por lo que tomamos el control y redoblamos nuestros esfuerzos. Dirigimos y dominamos a otros y nos aseguramos de que nuestras demandas sean satisfechas. O sonreímos, ocultando y negando que somos dominantes - solo sutilmente sonrientes. Pero el efecto es el mismo. No aceptamos las imposiciones de otros. No toleramos la crítica. Podemos despachar a otros con una sonrisa, pero los despachamos de igual manera. Y luego nos preguntamos, ¿Por qué nuestros seguidores se niegan a apoyarnos? “¡Miren todo lo que hago por ellos! ¿por qué no están conmigo?” Una razón puede ser, que saben que no estamos haciendo nada por ellos: se dan cuenta de que estamos haciendo todo por nosotros mismos, sirviéndonos de ellos. Ellos saben que no fueron creados para ser utilizados – fueron creados para ser
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dirigidos. Y nosotros no fuimos creados para utilizar a otros a fin de que nos exalten: fuimos creados para dirigir a otros, exaltándolos a ellos para la gloria de Dios. Encontrando la verdadera seguridad Nuestro anhelo de seguridad nos conduce a buscar la gloria, para probar nuestra importancia. Pero ¿no ven lo trágico que es esto? Jamás encontraremos la seguridad a través del éxito, solo encontramos la seguridad a través de la confianza. Pablo nos dice que Cristo en nosotros es nuestra única esperanza de gloria. Ya tenemos una cafetería llena – una cafetería llena de gracia. ¿Por qué seguimos tratando de obtener lo que ya tenemos? La respuesta es, porque tenemos miedo de confiar en Cristo, de confiar en Dios y Su palabra, de entregarlo todo a Él y confiar en el Espíritu Santo. Algunos pueden estar pensando, “Todo esto ya lo se.” Desde luego que lo sabes. Pero una cosa es decirlo, y otra captarlo, y aún otra vivirlo. Verás, no cuenta lo que sabemos; sino lo que vivimos. Más específicamente, es en quién confiamos – en nosotros o en Cristo. El problema es éste. Un gran número de líderes viven como si tuvieran todo que perder y nada que ganar si es que no tienen un control total sobre todos y sobre todo. Pero en Cristo no tenemos nada que perder y todo por ganar, porque ya tenemos todo en Él. Cuando vivimos en la realidad de que no tenemos nada que perder, ganamos todo lo que buscamos: confianza, respeto y respuesta. Nuestros seguidores se vuelven verdaderos seguidores, no porque deben hacerlo (porque los forcemos), sino porque ellos así lo desean. Y todo esto nos ha llegado como un regalo de gracia de Dios. No hicimos nada para merecerlo; no podemos hacer nada para perderlo. Aún cuando desobedecemos, nunca perdemos la llenura de la gracia de Dios y a Cristo en nosotros. Como Pedro lo dice, “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia.” (2 Pedro 1:3) ¡Todas las cosas! ¡Todas las cosas! Una pregunta que me hacen siempre que hablo de esta manera es, “¿Pero es que no debemos estar al mando? ¿No somos responsables como líderes de lo que suceda en nuestro ministerio? ¿De qué forma podemos ser responsables sin mantener el control?” Por supuesto que los líderes deben mantener el control. Creo que hay seis áreas de control legítimo: El propio: Temperamento, ambición, codicia, todo lo que es transformado a través del fruto del Espíritu. Visión/responsabilidad: el propósito acordado para lo que Dios nos llamó a hacer y la manera de mantener nuestro enfoque solamente en esto. Doctrina: lo que nuestros seguidores aprenden y creen con respecto a la verdad de la Palabra de Dios. Inmadurez/desobediencia en nuestros seguidores: la carne, el pecado y cómo aprendemos a confiar en el Espíritu.
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Prácticas del ministerio: la manera en que actuamos para servir a Dios en el ministerio que dirigimos. Finanzas: Manejando el dinero legítimamente, éticamente, moralmente, sin ningún interés personal. Si eres un líder de negocios, adicionalmente a tener auto-control, calidad de visión, rendición de cuentas, y responsabilidad financiera en todos tus tratos, debes también controlar el fin que persigue tu empresa, la sangre de la vida financiera de tu negocio. A menudo, cuando estamos ejerciendo un control legítimo, otros nos acusan de utilizarlos para satisfacer nuestras necesidades; ellos dirán que nuestro control es ilegítimo. Debemos buscar en nuestras almas para asegurarnos de que nuestros críticos están equivocados, y después actuar para corregirlos, confrontándolos como malos maestros o seguidores desleales, o acusadores inmaduros como Pablo escribió en sus Epístolas Pastorales. Sin embargo, puesto que no siempre podemos estar seguros de cuáles son nuestros motivos, debemos rodearnos de gente que nos hable con la verdad, ante quienes podamos rendir cuentas, con el propósito de mantener un espejo de nuestras almas frente a nosotros, que nos muestre lo que realmente estamos haciendo, sin importar lo que pensemos. Pero, a última instancia, debemos entender lo que nunca controlamos, de hecho lo que jamás podremos controlar: me refiero a lo que Dios controla. Nunca controlamos a otros para protegernos, promovernos o sacar ventaja para nosotros; nunca utilizamos a otros para llenar el vacío de nuestra alma, para sentirnos confiados y a salvo; nunca controlamos el resultado de nuestro ministerio. Es Dios quien da el crecimiento. Solo Dios controla esto, y nosotros jamás podremos tomar el lugar de Dios. No podemos tomar el control de la vida, solo Dios puede hacerlo. Bebiendo de la cantimplora llena de Dios Cuando mi amigo le dijo a su familia acerca de su decisión de vender su negocio, su yerno expresó un gran alivio. Él contó lo preocupado que estaba por él. Le dijo, “He tenido este cuadro de ti en mi mente. En esta imagen, tu estabas cruzando un desierto en busca de un oasis. Buscabas agua desesperadamente, sin embargo, tenías una cantimplora llena de agua en tu cinturón. Te esforzabas fatigosamente buscando el oasis, y parecía como si no fueras a lograrlo; entonces viste una isla de hierbas en el desierto justo frente a ti, – estabas muy cerca del oasis. Te dirigías a él con todas tus energías, pero tan pronto como llegabas caías muerto. Morías con una cantimplora llena.” El punto que el yerno de mi amigo quería expresar, era que él siempre podría ganar más dinero para su compañía, pero su oportuno retiro era todo lo que él necesitaba. Si seguía sacrificando su vida para obtener más dinero, moriría con una cantimplora llena. Ciertamente, más significaría menos para él. Piensa sobre esto como un líder cristiano. Estás luchando para llegar a un oasis – el oasis de la seguridad y la importancia – todo lo que buscas como líder. Sin embargo tu ya tienes una cantimplora llena; no necesitas el oasis. Dios ya te ha dado todo lo que buscas en Cristo. Él te ha dado seguridad; eres importante simplemente por Su amor y el valor que Él te ha concedido. Ya no necesitas más que beber de ésta cantimplora llena de gracia y servir en Sus fuerzas. Recuerda esto: tu no necesitas un oasis – no necesitas el control o el dominio o el poder sobre otros para satisfacer tus más profundos anhelos. Cristo en ti ya ha hecho todo eso. Tienes una cantimplora llena. Por favor – no mueras con una cantimplora llena.
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Examinemos nuestros corazones, ¿qué es lo que realmente buscamos en el liderazgo? ¿Satisfacer nuestros anhelos de éxito y poder? O ¿La gloria de Dios? ObreroFiel.com- Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.
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