Motivación y Emoción-John Marshall-Reeve: Capítulo 3
NECESIDADES FISIOLÓGICAS Necesidad Fundamentos de la regulación Necesidad fisiológica Pulsión Homeostasis Retroalimentación negativa Múltiples informaciones/múltiples resultados Mecanismos intrínsecos Mecanismos extrínsecos Dolor Regulación fisiológica Influencias ambientales Sed Regulación fisiológica Influencias ambientales Hambre Regulación fisiológica Influencias ambientales Sexo Regulación fisiológica Influencias ambientales Orientación sexual Bases evolutivas de la motivación sexual Frustración en la autorregulación de las necesidades fisiológicas Considere lo siguiente: una investigadora lo invita a participar en un experimento y le promete que se le pagará de manera generosa por su esfuerzo. Todo lo que tiene que hacer es intentar ganar 10% de su peso corporal actual. Como parece sencillo y retribuible, acepta. Al principio, todo va bien y sube aproximadamente dos kilogramos en la semana 1 y uno más en la segunda semana. Sin embargo, hacia la semana 3, su apetito se debilita y en ocasiones desaparece. Se vuelve cada vez más difícil subir otros 453 grm., ya no digamos los cuatro kilos que todavía necesita para alcanzar el 10% de incremento. La comida ha perdido su atractivo, mientras que su cuerpo al parecer está deteniéndose para contrarrestar el intento de ganar peso. Además, su estilo de vida activo ha disminuido hasta adquirir un ritmo sedentario, a la vez que quiere hacer menos ejercicio y usar más el elevador. Aumenta 10% en dos meses. Con el tiempo, recupera su peso corporal y su estilo de vida. Sin embargo, la investigadora tiene otra oferta. Esta vez, quiere ver si puede perder 10% de su peso corporal sintiéndose seguro, debido a su éxito anterior, acepta y comienza una dieta estricta. Si bien demasiada comida le quitó el apetito, la privación de alimento es de plano insoportable. Han desaparecido las sutiles y amables defensas corporales. En esta ocasión su cuerpo no está jugando. Se siente débil e irritable y su apetito es el centro de su atención. Luego de dos meses de esfuerzo continuo, aunado al ejercicio diario y a una dieta baja en grasas, comienza a darse cuenta de que esta vez podría perder los estribos Mientras más se limita y más ignora las sugerencias corporales por la comida, más malhumorado se siente y más tentadora le parece la comida alta en calorías. Debido a que tiene muchas otras cosas
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importantes que hacer y en vista de que esta irritación constante está trastornando su actividad cotidiana, decide terminar el experimento luego de un mes. La recuperación de su peso normal coincide con la desaparición de su sufrimiento y sus fantasías de pizza a medianoche. Una vez que los experimentos finalizaron, cambiaron dos cosas. Por un lado, tiene I mucho más dinero. Pero, por el otro, reflexiona acerca del hambre, sobre el acto de comer y el control de peso de una manera un poco diferente. Su experiencia muestra que el cuerpo tiene una señal reguladora, en cierta forma automatizada, respecto a su peso. Como verá, el cuerpo de hecho se caracteriza por tener muchas señales autorreguladoras, y cuando se alteran, ignoran o simplemente rechazan, surgen los estados motivacionales. Tales estados motivacionales (como hambre, sufrimiento) continuarán, e incluso se intensificarán, hasta que el individuo actúe para corregir las señales reguladoras alteradas. En efecto, la tesis del presente capítulo es que las necesidades fisiológicas, los sistemas biológicos y la conducta actúan de manera concentrada para lograr una regulación fisiológica equilibrada. NECESIDAD Es cualquier condición de una persona que resulta primordial e indispensable para la vida, el desarrollo y el bienestar. Si se inhibe o frustra, la obstrucción de la necesidad producirá daños que perturbarán el bienestar biológico o psicológico. Los estados motivacionales, por tanto, proporcionan los mecanismos para actuar antes de que ocurra el daño. El daño tal vez afecte a los sistemas biológicos, de modo que los estados motivacionales surgen de las necesidades fisiológicas para evitar que el tejido se dañe y para conservar el agua y la energía corporales (por ejemplo, alivio del dolor, sed, hambre y sexo). El daño quizás perjudique al desarrollo potencial y sus trayectorias, por lo que las condiciones motivacionales se manifiestan debido a las necesidades psicológicas orgánicas para orientar la función hacia el desarrollo y la adaptación (por ejemplo, autodeterminación, competencia y gregarismo). El daño también puede influir en las creencias, valores y modalidades sensoriales del yo, así las condiciones motivacionales surgen a partir de necesidades psicológicas adquiridas para conservar nuestras identidades, prioridades y relaciones interpersonales (es decir, logro, afiliación, intimidad y poder). Juntas, las necesidades fisiológicas, psicológicas orgánicas y psicológicas adquiridas proporcionan una gama de condiciones que sirven a la vida, desarrollo y bienestar del individuo. La relaciones entre las tres categorías de necesidades aparecen en la figura 3.1. Las necesidades fisiológicas involucran sistemas biológicos, como circuitos cerebrales neurales, hormonas y órganos corporales. Cuando no se satisfacen durante un prolongado periodo, las necesidades fisiológicas se transforman en emergencias que amenazan la vida y por tanto generan estados motivacionales que dominan la conciencía. Cuando se satisfacen, su importancia o prioridad sobre la conciencia se desvanece y dichas necesidades se relegan, al menos durante un tiempo. Las necesidades psicológicas involucran procesos del sistema nervioso central. En lugar de establecer un curso temporal cíclico (surgimiento, extensión y nuevo surgimiento) al igual que las necesidades fisiológicas, las psicológicas siempre están presentes en la conciencia, al menos hasta cierto grado. Ganan importancia en la conciencia sobre todo en presencia de condiciones ambientales que el individuo considera capaces de implicar y satisfacer tales necesidades. Por ejemplo, salir de parranda con los amigos hace que la necesidad de afiliación resalte, mientras que el hecho de ser mangoneado frustra la necesidad de una persona por autodeterminación. Advierta que
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existen dos clases de necesidades psicológicas, y que la distinción entre necesidades psicológicas orgánicas y necesidades psicológicas adquiridas consiste en que las primeras son innatas y toda la gente hereda básicamente el mismo esquema de necesidades psicológicas orgánicas; en tanto, las necesidades psicológicas adquiridas existen dentro de cada individuo como un esquema de características de la personalidad que reflejan la experiencia de vida única y la historia de socialización de cada individuo. Todas las necesidades generan energía. Una necesidad difiere de otra a través de su intención sobre la conducta (Murray, 1937). Por ejemplo, una necesidad de hambre es diferente de una necesidad de sed, no en la cantidad de energía que genera sino en su habilidad de dirigir la atención y la acción hacia la búsqueda de comida, en lugar de orientarse hacia el agua. De manera similar, una necesidad de competencia es diferente de una de gregarismo, no en la cantidad de motivación excitada sino en el deseo resultante por buscar retos óptimos, en lugar de relaciones de intimidad. Otra forma en que I difieren las necesidades entre sí se manifiesta en que algunas provocan motivación por deficiencia mientras que otras generan motivación por crecimiento (Maslow, 1987) Respecto a las necesidades por deficiencia, la vida sigue su curso hasta que algún estado de privación (por ejemplo, ya transcurrieron 10 horas desde su última comida) activa una necesidad para interactuar con el mundo en una forma que calmará el déficit (consumir comida, en este caso). Con las necesidades de desarrollo, los estados motivacionales energizan y dirigen el comportamiento para nutrir el desarrollo (búsqueda de retos, mejora de las relaciones interpersonales). El signo revelador para diferenciar una necesidad basada en la deficiencia de una fundada en el desarrollo es mediante las emociones que generan. Las necesidades por deficiencia de manera característica provocan emociones que guardan tensión y dan sensación de urgencia, como la ansiedad, la frustración, el dolor, el estrés y el alivio. Las necesidades de desarrollo por lo general dan lugar a emociones positivas, como interés, regocijo y vitalidad.
FIGURA 3.1 Relaciones entre categorías de necesidades FUNDAMENTOS DE LA REGULACIÓN Hace medio siglo, Clark Hull (1943) describió una teoría de la motivación con base | biológica, referida como una teoría de la pulsión (capítulo 2). De acuerdo con la teoría de las pulsiones, las privaciones y los déficit fisiológicos (falta de agua, comida y sueño) crean necesidades biológicas. Si la necesidad continúa insatisfecha, la privación biológica se
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vuelve lo suficientemente poderosa como para llamar la atención y crear una pulsión psicológica. "Pulsión" es un término teórico utilizado para describir la incomodidad psicológica (sensación de tensión e inquietud) que surge del déficit biológico que subyace y persiste. La pulsión energiza al animal para involucrarlo en comportamientos que sirven a sus necesidades fisiológicas
. La figura 3.2 ilustra el proceso necesidad fisiológica-pulsión psicológica-acción del comportamiento. Luego de beber agua o haber desayunado, un individuo experimenta un estado de saciedad (satisfacción) biológica en la cual ni la sed ni el hambre tienen un efecto motivacional, como se describe en el inciso (1) de la figura. Conforme pasa el tiempo, el individuo consume agua y calorías. Con la pérdida de agua y nutrientes, se genera un desequilibrio fisiológico (2). Si éste persiste y se intensifica, entonces la continua privación causa una necesidad fisiológica de agua o calorías (3). Con el tiempo, la necesidad fisiológica se intensifica lo suficiente como para provocar una sensación de tensión e inquietud, la cual es la pulsión psicológica (4). Una vez motivada por la pulsión, la gente lleva a cabo una acción dirigida hacia una meta (5). Cuando está sedienta encuentra y bebe agua, o cuando tiene hambre busca y consume alimentos, es decir, ocurre el comportamiento consumador (6). La ingesta de agua y alimento satisface y elimina la necesidad fisiológica subyacente, lo cual calma la pulsión psicológica mediante un proceso denominado reducción de la pulsión (7). Luego de la reducción de la pulsión, el individuo retorna a un estado saciado (es decir, sin necesidad motivada) (1). NECESIDAD FISIOLÓGICA El patrón cíclico que presenta el surgimiento y la disminución de la pulsión psicológica (figura 3.2) consta de siete procesos centrales: necesidad, pulsión, homeostasis, retroalimentación negativa, múltiples informaciones/múltiples resultados, mecanismos
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endógenos o intrínsecos y mecanismos exógenos o extrínsecos. La necesidad fisiológica describe una condición biológica deficiente. Las necesidades fisiológicas se manifiestan mediante déficit tisulares y del torrente sanguíneo, así como por pérdida de agua, privación de nutrientes o daño físico. Si se inhiben hasta el punto en que la necesidad se consolida e intensifica, se provoca un daño corporal o una patología. Por tanto, las necesidades fisiológicas, cuando son insatisfechas y se intensifican, representan emergencias que amenazan la vida. La satisfacción de agua o comida, o la recuperación de un daño físico eliminan la necesidad fisiológica (y en consecuencia la emergencia biológica). PULSIÓN Es un término psicológico-motivacional, no biológico. Significa la manifestación consciente de una necesidad biológica subyacente. La pulsión, no las necesidades fisiológicas per se, tiene propiedades motivacionales que suministran la energía y la dirección del comportamiento. Por ejemplo, nuestra urgencia por comer proviene de sentir apetito, no necesariamente por la disminución de azúcar en la sangre o de células grasas. En otras palabras, estamos conscientes de la pulsión psicológica, no de una verdadera necesidad corporal. Cuando la pulsión es intensa como para llamar la atención de un. individuo, lo predispone para que realice un conjunto particular de conductas dirigidas a una meta, que son capaces de producir la reducción de la pulsión. HOMEOSTASIS Los sistemas corporales muestran la capacidad de mantener un estado de equilibrio adecuado, aun cuando dichos sistemas realicen sus funciones y estén expuestos a condiciones ambientales muy diferentes y llenas de tensión. La homeostasis es el término que describe la tendencia corporal a mantener un estado adecuado. El torrente sanguíneo, por ejemplo, presenta una marcada constancia en sus niveles de agua, sal, azúcar, calcio, oxígeno, temperatura, acidez, así como niveles constantes de proteínas y grasas (Cannon, 1932; Dempsey, 1951). Las personas enfrentan a menudo cambios ambientales externos e internos, y el mero paso del tiempo trae condiciones de privación. Asimismo, la gente a veces come, bebe y duerme en exceso. Por tanto, los sistemas corporales se desvían de manera inevitable y continua de la homeostasis, que es en esencia la habilidad del cuerpo para que un sistema (digamos, el torrente sanguíneo) recupere su esta-do basal. A fin de lograr lo anterior, los sistemas corporales provocan estados motivacionales para un comportamiento dirigido hacia el objetivo de restaurar la homeostasis, La homeostasis para la temperatura corporal, por ejemplo, es 37°C. Si la temperatura corporal es menor que 37°, el cuerpo estremece su musculatura y degrada grasas para generar una cantidad de calor compensatoria. Además, una pulsión psicológica de sentir demasiado frío energiza y dirige comportamientos, como ejercitarse vigorosamente, ponerse un abrigo y permanecer dentro de una casa caliente. De manera similar, si la temperatura del cuerpo es mayor de 37°, el cuerpo transpira. También causa una pulsión psicológica de sentir demasiado calor que energiza y dirige acciones como prender el acondicionador de aire, beber líquidos, o ir a nadar. Por tanto, el cuerpo exhibe la tendencia a mantener un estado estable, así como de procurarse los medios para provocar la motivación necesaria a fin de llevar a cabo conductas restauradoras de la homeostasis.
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RETROALIMENTACIÓN NEGATIVA Se refiere al sistema de interrupción fisiológica de la homeostasis (Mook, 1988). La gente come y duerme pero sólo hasta que ya no está hambriento o soñoliento. La pulsión activa la conducta; la retroalimentación negativa frena la conducta. Sin la retroalimentación y sin una forma de inhibir la conducta motivada por la pulsión una vez que la necesidad subyacente se sació, los seres humanos serían como el legendario aprendiz de brujo (el poema sinfónico de Dukas popularizado por la película Fantasía de Walt Disney; Cofer y Appley, 1964). Según narra la historia, el aprendiz, al imitar al brujo, supo cómo ordenar a una escoba que trajera cubetas con agua. La escoba obedeció y le trajo una cubeta. Luego de un par de cubetas, el aprendiz ya tenía suficiente agua, pero la escoba continuó trayendo cubeta tras cubeta. Lo peor es que el aprendiz no conocía el modo de ordenar a la escoba que ya no trajera más agua. Si el cuerpo fuese incapaz de inhibir una pulsión, se provocaría un desastre corporal. Si las personas fuesen incapaces de extinguir el hambre, quizás, se comerían literalmente ellas mismas hasta morir. El sistema de calefacción casero proporciona una analogía mecánica de la forma en que opera la retroalimentación de manera conjunta con la homeostasis. El establecimiento de la temperatura por medio del termostato determina la temperatura óptima de la habitación (la homeostática) y un sistema mecánico de retroalimentación controla la respuesta de la calefacción. Si la temperatura de la habitación es la misma que la determinada en el termostato, la respuesta de la calefacción permanece constante. Si la temperatura disminuye por debajo de lo fijado en el termostato, el calefactor aumenta su respuesta y produce calor en el cuarto. El calefactor continúa calentando hasta que la temperatura se eleva a lo establecido en el termostato. Cuando la temperatura en la habitación excede lo establecido en el termostato, la respuesta del calefactor disminuye debido a la retroalimentación negativa, lo cual regula cualquier exceso de calor. En el cuerpo, los sistemas de retroalimentación negativa en verdad señalan la saciedad mucho antes de que la necesidad fisiológica esté del todo satisfecha (Adolph, 1980). Al principio, la gente come y bebe con rapidez, pero la tasa de ingesta de alimento y bebida disminuye con premura durante el transcurso de la comida (Spitzer y Rodin, 1981). Conforme la gente digiere el alimento y el agua, el cuerpo muestra una sorprendente habilidad para estimar la cantidad de alimento o agua (mientras se transforma y transporta), que se requiere para satisfacer la necesidad fisiológica subyacente. Al beber, por ejemplo, el cuerpo supervisa de manera continua el volumen de fluido ingerido en cada trago y usa dicha información para predecir el agua que a la larga pasará al torrente sanguíneo y a las células corporales. Comprender con precisión cómo el cuerpo señala la saciedad, constituye el estudio de los sistemas de retroalimentación negativos. MÚLTIPLES INFORMACIONES/MÚLTIPLES RESULTADOS La pulsión tiene múltiples canales de entrada, o medios de activación. Se puede sentir sed, por ejemplo, luego de sudar, comer alimentos salados o donar sangre, debido a la estimulación eléctrica de una estructura cerebral particular; o simplemente en un momento particular del día. Por lo general, la pulsión tiene múltiples resultados, o respuestas de comportamiento, que satisfacen la pulsión. Cuando hace frío, una persona puede ponerse un abrigo, encender la calefacción, realizar ejercicio o temblar. Cada uno de dichos comportamientos logra el mismo resultado final: una elevación de la temperatura corporal.
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La idea básica consiste en que la pulsión surge a partir de varias fuentes diferentes (estímulos) y se expresa en diversas formas de comportamiento (respuestas). La convergencia de múltiples estímulos con múltiples respuestas, mostrada en la figura 3.3, es en verdad lo que provoca que la pulsión constituya un constructo motivacional atractivo. En términos teóricos, la pulsión es una variable intermediaria que integra las relaciones entre muchas variables de entrada y salida, que de otra manera estarán dispersas. El dolor, como una variable intermediaria, por ejemplo, ayuda a explicar el proceso motivacional que ocurre inmediatamente después, desde que, digamos, un martillo golpea la mano (antecedente 1 en la figura), una mano toca una estufa caliente (antecedente 2) o en un pie descalzo nos lastimamos la uña (antecedente 3) y el momento en que la persona sacude su mano frenéticamente (consecuencia 1), vierte agua fría sobre su mano (consecuencia 2) o salta por la habitación en un pie mientras sostiene el pie lastimado (consecuencia 3). La pulsión, por tanto, media entre estados de privación (estímulos de entrada) y acciones restauradoras (respuestas de salida) causadas por un estímulo que en consecuencia provoca la respuesta. Considere la ventaja teórica de utilizar la pulsión como una variable intermediaria para conectar múltiples estímulos con diversas respuestas. Imagine que los tres estímulos de la figura 3.3 fuesen horas de privación de alimento, porcentaje de disminución del peso corporal y el excitante olor de rosetas de maíz recién horneadas. Ahora imagine que las tres respuestas fuesen calorías consumidas, latencia para comenzar a comer y la probabilidad de comer el almuerzo contra la de privarse. Sin la utilización de la pulsión como una variable intermediaria, uno necesitaría supervisar los efectos que cada estímulo tiene sobre cada respuesta (por ejemplo, cómo las horas de privación afectan la cantidad de alimento consumido, la latencia para comer y la probabilidad de almorzar, etcétera, para los posibles canales de estimulación). La utilización de nuestra variable intermediaria del hambre permite una consideración teórica común en donde el enfoque se centra en la manera en que cada estímulo afecta al hambre y cómo ésta a su vez afecta a cada respuesta. En consecuencia, lo que resulta importante para estudiar es la variable intermediaria y no necesariamente todos los cientos de estímulos y respuestas individuales.
FIGURA 3.3 La pulsión como una variable intermediaria MECANISMOS INTRÍNSECOS Los mecanismos reguladores intrínsecos incluyen todos los sistemas biológicos que actúan
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en concierto para activar, conservar y terminar las necesidades fisiológicas que subyacen en la pulsión. Los centros cerebrales, el sistema endocrino y los órganos constituyen las tres principales categorías de los mecanismos reguladores intrínsecos. En la regulación del hambre dichos mecanismos, por ejemplo, incluyen al hipotálamo (centros cerebrales), la glucosa e insulina (sistema endocrino) y el estómago y el hígado. El hipotálamo, la glucosa, la insulina, el estómago y el hígado (así como otros mecanismos intrínsecos adicionales) crean juntos las condiciones corporales de necesidad (privación) y saciedad (satisfacción) que activan, conservan y quitan el hambre. Los mecanismos intrínsecos desempeñan la función central en cualquier análisis de las necesidades fisiológicas. Resulta difícil comprender en realidad la función de la sed y el hambre, y su papel en la motivación, sin primero lograr entender los fundamentos del cerebro, el sistema límbico, los neurotransmisores, las hormonas y los órganos. Los mecanismos intrínsecos específicos para cada una de las diferentes necesidades fisiológicas se analizarán con mayor detalle en la parte de "Regulación fisiológica". MECANISMOS EXTRÍNSECOS Incluyen todos los mecanismos no biológicos que desempeñan una función al activar, mantener y terminar la pulsión psicológica que regula los comportamientos de satisfacción de la necesidad como el comer, beber y copular. Las cuatro categorías de mecanismos extrínsecos son: las influencias cognitivas, ambientales, sociales y culturales. En el comer, las influencias extrínsecas incluyen las creencias sobre las calorías y las metas personales para perder peso (influencias cognitivas), el olor de la comida y el momento del día (influencias ambientales), la presencia de otros y la presión de otras personas para comer o no comer (influencias sociales), así como los roles sexuales y los ideales culturales respecto a las formas corporales deseables e indeseables (influencias culturales). Para cada necesidad los mecanismos extrínsecos son diferentes, como se analizará en la parte de "Influencias ambientales".
DOLOR El dolor lo causa el tejido dañado (Jessell y Kelly, 1991). Las perforaciones, cortes y quemaduras en la piel, la sillas incómodas, los músculos adoloridos, las temperaturas muy frías o muy calientes y los piquetes de abeja son ejemplos de sucesos que dañan nuestros tejidos corporales de manera directa (piquete de abeja) o señalan que ocurrió un daño al tejido (músculos adoloridos). Al igual que la sed y el hambre, la experiencia del dolor es desagradable y poca gente la desea. Pero el dolor es un estado motivacional adaptativo, en el sentido de que causa un comportamiento progresivo benéfico. Significa una poderosa experiencia motivacional pues demanda nuestra atención, altera la conducta actual, actúa como un verdugo para inhibir la conducta que origina el dolor y reforzar de manera negativa cualquier conducta capaz de aliviar el dolor. Debido a que el dolor es tan primitivo en términos evolutivos, la motivación para escapar y evitar el dolor es un factor que llama la atención de manera significativa y que domina la conciencia. Más aún, el dolor logra la atención porque su ocurrencia es, por lo general, menos predecible que las otras necesidades fisiológicas, como la sed, el hambre y el sexo. El dolor motiva dos tipos de comportamiento: el escape y la recuperación. Como I
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comportamiento de escape, el dolor interrumpe cualquier conducta prevaleciente mediante una urgencia por escapar que requiere toda la atención (Eccleston y Crombez, 1999; Price, 1988). Tal urgencia surge en formas que son reactivas. Por ejemplo, queremos alejar nuestra mano de una espina y tal urgencia surge en formas que son proacti-vas. Así, debido a la experiencia, tememos caminar en el bosque donde hay espinas (para evitar un daño que pudiera provocarnos dolor). Como recuperación, el dolor puede motivar pasividad y conductas defensivas. La víctima de dolor, por lo general, se detiene y busca condiciones que permitan reposo, seguridad, nutrición, apoyo social, cuidado corporal y una actividad suprimida (Bolles y Fanselow, 1980). REGULACIÓN FISIOLÓGICA A nivel de comportamiento, para escapar del dolor, nos apresuramos a entrar a la casa en un día frío, le decimos al dentista que evite uno o dos procedimientos, nos quitamos los zapatos apretados y retiramos las manos del agua fría del fregadero. Para evitar i dolor, permanecemos dentro de la casa cuando hace frío, olvidamos inconscientemente hacer la conocida cita con el dentista, tiramos los zapatos que no nos quedan y esperamos hasta ver algo de vapor antes de poner nuestras manos bajo el grifo. Sin embargo, entre estas experiencias de dolor y las potenciales y nuestra conducta adaptativa media > la subyacente regulación fisiológica del dolor. El sistema nervioso periférico posee una extensa red de terminaciones nerviosas libres que se extienden a través de la piel y de los tejidos (Jessell y Kelly, 1991). Cuando ocurre un daño en el tejido, dichas terminaciones activan el dolor en diversas formas, como a través de las sensaciones de temperatura elevada (taza de café caliente, cubo de hielo frío), agentes químicos (ácidos), presión directa (zapatos apretados) y tacto (pinchazos). De manera característica, las terminaciones nerviosas se estimulan directamente, pero también pueden activarse mediante una liberación química confusa, después déla lesión. Dos tipos de fibras nerviosas transmiten información de dolor desde las terminaciones nerviosas libres hasta la médula espinal y fianalmente al cerebro. Las fibras A son gruesas y están recubiertas con mielina. Envían las muy rápidas sensaciones neura-les del dolor agudo y punzante. Las fibras C son delgadas y no están recubiertas con mielina. Envían las sensaciones de larga duración asociadas con el cansancio, el dolor persistente o crónico. Las fibras A y C se extienden por la columna vertebral a tres áreas del cerebro: la formación reticular (que procesa la información de excitación del dolor); el sistema límbico, por ejemplo, el hipotálamo (que procesa la información emocional del dolor), y el tálamo (que procesa el aspecto de experiencia del dolor). En otras palabras, el tejido dañado por una cortada provocada por una hoja de papel manifiesta excitación (intensidad), emoción (miedo) y experiencia (herida) del dolor. Red de eliminación del dolor La percepción de dolor es sólo la mitad de la historia. Cualquiera que haya tenido que suprimir dolor, como durante una conversación cortés o cuando maneja por la autopista mientras busca un área de descanso, sabe que el cerebro puede eliminar mensajes y sentimientos de dolor. La distancia resulta una técnica efectiva, al menos cuando el dolor tiene una intensidad relativamente baja; el dolor de gran intensidad es muy difícil de ignorar (McCaul y Mallott, 1984). Así como las fibras A y C conectan las terminaciones nerviosas libres con el cerebro,
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también proyectan desde el cerebro haces descendentes, hacia el lugar donde las fibras entran a la médula espinal (Mayer et al, 1971; Oliveras et al., 1975). Una vez que han sido activadas por endorfinas, tales proyecciones de haces cerebrales pueden inhibir, incluso eliminar, los mensajes de dolor (Yaksh y Rudy, 1976). En general, la amenaza a la vida, el miedo y la emoción intensa constituyen el pequeño intervalo de experiencia que permite que el cerebro libere las endorfinas necesarias para abolir el mensaje de dolor (Bolles y Fanselow, 1980; Fanselow, 1985). Evidentemente, el dolor incluso ocupa una lugar secundario cuando las ratas heridas enfrentan a un depredador, como el gato (Lester y Fanselow, 1985), o cuando los soldados heridos entran a combate (Beecher, 1956). Las endorfinas (la endorfina B) inhiben el dolor, e incluso lo mitigan en cierto grado, al dirigirse a los sitios receptores del dolor en el cerebro. La información del dolor se transmite desde el sistema nervioso periférico al cerebro, pero el dolor no se procesa ni experimenta cuando todos los sitios receptores disponibles están llenos de endorfinas (lo cual se asemeja a no poder encontrar un sitio en un estacionamiento lleno). El cerebro elabora endorfinas en la glándula pituitaria y el hipotálamo, y las libera durante momentos de estrés y lesión. Las drogas opiáceas, como la morfina y la heroína, funcionan en esencia de la misma manera, excepto que las endorfinas se elaboran de manera natural en el cerebro, mientras que las opiáceas se administran exteriormente. INFLUENCIAS AMBIENTALES Al exponerse al mismo fenómeno nocivo, diferentes personas experimentan distintas sensaciones y grado de dolor. Es difícil conocer si dos personas experimentan en verdad diferentes niveles de dolor al mismo nivel fisiológico. En el nivel de la experiencia, sin embargo, los individuos hipnotizados informan sentir menos dolor que aquellos que no fueron hipnotizados (Hilgard e Hilgard, 1975); los atletas dijeron que sentían menos dolor que las personas que se catalogaron a sí mismas como no atletas (Ryan y Kovacic, 1975), y las mujeres sintieron más dolor que los hombres (Noterman y To-phoff, 1975). Los recuerdos de dolor significativos son una forma de explicar las diferencias individuales en la intensidad subjetiva del dolor experimentado (véase la figura 3.4). De acuerdo con el modelo de Howard Leventhal y David Everhart (1979), los recuerdos asociados con el dolor reducen la experiencia sensorial de dolor actual de una persona. Por ejemplo, las mujeres que han dado a luz informan que sienten un dolor menos intenso que las que aún no han parido (Hapidou y deCatanzaro, 1992). Por ende, los' recuerdos relacionados con sucesos que aportaron dolor atenúan una experiencia dolo-rosa actual, de manera semejante a las endorfinas. Panorama general El dolor es un motivo poderoso debido a su habilidad intrínseca de fijar, mantener y dirigir nuestra atención (Eccleston y Crombez, 1999). Genera la urgencia de escapar, a fin de que minimicemos el daño inevitable que pudiese ocurrir, y crea un deseo de conductas defensivas pasivas para así recuperarse, descansar y cuidarse. Su motivación surge de una extensa red de terminaciones nerviosas libres que envían información de dolor a la formación reticular, al sistema límbico y el tálamo. Las endorfinas moderan la sensación de dolor al activar la red de eliminación del dolor, y los recuerdos de las formas en que superamos las lesiones pasadas atenúan (o exacerban) el dolor experimentado.
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SED Nuestros cuerpos están compuestos en gran parte por agua; alrededor de dos terceras partes. Cuando el volumen de agua disminuye en aproximadamente 2%, comenzamos a sentirnos sedientos. El cuerpo está perdiendo agua en forma continua, por medio de la transpiración o por la orina, al exhalar e incluso al sangrar, vomitar y estornudar (esto es, múltiples estímulos). La pérdida de agua, por debajo de un nivel homeostático óptimo, crea la necesidad fisiológica que subyace en la sed, que es el estado motivacional experimentado de manera consciente que prepara al cuerpo para realizar conductas necesarias a fin de superar el déficit de agua. El dolor es, obviamente, una motivación basada en la necesidad fisiológica provocada por una emergencia. Nuestra sobrevivencia depende de la adaptación exitosa al dolor, por lo que tiene una primacía evolutiva en términos de llamar la atención. Pero la sed se sitúa ligeramente atrás del dolor. Sin agua que beber, cada uno de nosotros estaría muerto en dos días. Si alguna vez ha pasado un día entero sin agua, sabe que ha tenido una primacía motivacional. REGULACIÓN FISIOLÓGICA El agua dentro del cuerpo se encuentra en los fluidos intracelulares y extracelulares. El fluido intracelular consiste en que toda el agua está en el interior de las células (aproximadamente 40% del peso corporal). El fluido extracelular (casi 20% del peso corporal) constituye toda el agua que está afuera de las células; existe en el plasma sanguíneo y en el fluido intersticial. El agua es agua no importa en qué parte del cuerpo se encuentre, pero la diferenciación es importante porque la sed surge de estas dos fuentes. Puesto que la sed se debe a los déficit intracelular y extracelular, los fisiólogos apoyan el "modelo de doble agotamiento" de activación de la sed (Epstein, 1973). De acuerdo con tal modelo, la sed osmométrica y la volumétrica representan dos mecanismos separados que regulan de manera fisiológica la sed. Cuando el fluido intracelular necesita reponerse, surge la sed
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osmométrica. La deshidratación celular causa la sed osmométrica y la hidratación celular la detiene. Cuando el fluido extracelular necesita recuperarse (por ejemplo, luego de sangrar o vomitar), surge la sed volumétrica. La hipovolemia (reducción del volumen de plasma) provoca la sed volumétrica y la hipervolemia la detiene. Activación de la sed Considere el estudio estándar de privación de agua, en el cual a los animales de laboratorio se les impide tomar agua, pero no alimento, durante casi 24 horas (Rolls, Wood y Rolls, 1980). Después de privar a los animales de agua, los investigadores recuperaron en forma selectiva el agua intracelular o el agua extracelular (mediante técnicas de infusión especiales). El procedimiento causa tres condiciones: 1) privación de agua durante 24 horas seguida por la reposición del fluido intracelular; 2) privación de agua durante 24 horas seguida por recuperación del fluido extracelular, y 3) privación de agua durante 24 horas sin recuperación de fluido. La cantidad de agua bebida por los animales del tercer grupo (grupo de control) sirvió como un estándar de la sed normal (indexada por la ingesta de líquido) que sigue a la privación de agua. Las ratas que recuperaron sus fluidos extracelulares bebieron apenas un poco menos que las ratas que no recuperaron nada de agua. Esto es, bebieron como si todavía estuviesen muy sedientas. Aquellas que recuperaron sus fluidos intracelulares bebieron mucho menos; es decir bebieron como si estuviesen casi satisfechas. Estos resultados sugieren que la sed osmométrica es la causa primaria de la activación de la sed, en tanto que la sed volumétrica tiene una importancia secundaria. La sed proviene principalmente de células deshidratadas. Saciedad de la sed Cuando la gente bebe, no lo hace de manera continua. Algo prepara al cuerpo para que deje de beber. El sistema de retroalimentación negativo resulta importante porque el cuerpo no sólo debe suplir su déficit de agua, sino que también tiene que evitar la intoxicación por beber demasiada agua que pueda provocar la disfunción celular y causarla muerte. En términos generales, los humanos y los animales han desarrollado excelentes habilidades para saciar la sed. A los animales que no se les restringe el agua realmente no sienten deseos de beber, y si se les fuerza a hacerlo, sólo dejan que el agua se escurra por los lados de su boca, sin tragarla (Williams y Teitelbaum, 1956). Los humanos, desde luego, con frecuencia se saturan cuando beben, pero tal ingestión de bebidas está regulada por factores distintos del agua, como el sabor o el alcohol. Durante la ingestión de bebidas, el agua pasa de la boca y el esófago, luego al estómago y a los intestinos, y después se absorbe en el torrente sanguíneo. A través del proceso de osmosis, el agua posteriormente pasa de los fluidos extracelulares a los intracelulares. Por lo tanto, el mecanismo de retroalimentación negativa para esta saciedad debe residir en uno (o más) de estos sitios corporales: boca, estómago, intestinos, torrente sanguíneo, células. Para localizar el (los) mecanismo(s) de retroalimentación negativa de la sed, los fisiólogos idearon varios experimentos. En uno, los animales bebieron agua, pero los experimentadores hicieron que el agua pasara a través de la boca pero no llegara al estómago (o los intestinos, el torrente sanguíneo o las células; Blass y Hall, 1976). Los animales, en promedio, bebieron cuatro veces su cantidad normal de agua, pero al final dejaron de beber. Por tanto, el agua que pasa a través de la boca provoca un medio de inhibición de sed, aunque sea débil. La investigación ulterior identificó que el sistema específico de freno de la boca estaba relacionado con el número de trago dado durante la ingestión de bebida (Mook y Wagner, 1989). Luego de muchos tragos (mas no necesa-
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riamente después de que se bebe un gran volumen de agua), la ingestión de líquidos se frena. Se llevaron a cabo estudios subsecuentes para que los animales bebieran de modo que el agua pasara de la boca al estómago, mas no a los intestinos, el torrente sanguíneo o las células (Hall, 1973). Los animales que recibieron agua en sus bocas y estómagos bebieron el doble de lo normal. Por ende, el estómago, al igual que la boca, también tiene un mecanismo inhibidor de la sed, aunque también débil. Otros estudios permitieron que los animales bebieran agua que pasara a través de la boca, el estómago e intestinos y a los fluidos extracelulares (Mook y Kozub, 1968). El agua que ingirieron las ratas, sin embargo, era una solución salina. La ingestión de la solución salina permitió que hubiese mucha agua en los fluidos extracelulares, pero poca en los intracelulares. (Siguiendo el principio de osmosis, el agua salada no se difunde dentro de las áreas intracelulares.) Estos animales bebieron más de lo normal. En consecuencia, las células mismas también debían contar con un mecanismo de retroalimentación negativo. Resulta evidente que existen múltiples sistemas de retroalimentación negativa: en la boca, el estómago y las células. El consumo de agua no alivia por completo la sed ni frena la ingesta de líquidos, a menos que al final hidrate las células corporales (Mook, 1996). Hipotálamo e hígado La boca, el estómago y las células coordinan la excitación y saciedad de la sed, pero también lo hacen el hígado, el hipotálamo y ciertas hormonas específicas. El cerebro (a través del hipotálamo) supervisa la reducción intracelular (debida a los bajos niveles de agua) y libera una hormona en el plasma sanguíneo que envía un mensaje al hígado para que almacene sus reservas de agua (mediante la producción de orina concentrada, en lugar de diluida). Al mismo tiempo que el hipotálamo maneja el comportamiento involuntario del hígado, crea también el estado psicológico consciente de sentirse sediento, el cual dirige la atención y la conducta hacia cursos de acción que recuperan el agua. En el hipotálamo se origina y se hace consciente la experiencia psicológica de la sed.
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INFLUENCIAS AMBIENTALES La percepción de disponibilidad de agua, la adhesión a patrones de ingestión de líquidos y el sabor son tres conductas extrínsecas que influyen en el comportamientode beber. Los animales con ambientes abundantes de agua beben menos durante el día, a comparación con los animales que viven en ambientes escasos de agua (Toates, 1979). Los animales también adquieren y se adhieren a patrones de ingestión de líquidos, sin importar sus necesidades fisiológicas de agua (Toates, 1979). La influencia ambiental más importante para beber, sin embargo, es el sabor (Pfaffmann, 1961,1982). El agua pura es insípida y, por tanto, carece de un incentivo extra salvo la recuperación del agua (aunque tal recuperación, en ocasiones, sea un poderoso incentivo). Cuando el agua tiene cierto sabor, cambia la conducta de beber en concordancia con el incentivo del fluido. Los incentivos para cuatro sabores aparecen en la figura 3.5 (dulce, agrio, salado y amargo) y también representan varias intensidades de estímulos. Al utilizare! agua insípida (pura) como la base (ningún placer), cualquier sabor es un poco más agradable a una intensidad muy baja. A una mayor intensidad de la sustancia, el agua saborizada con sacarosa (dulce) resulta más agradable que el agua insípida. El ácido tartárico (agrio), la sal y el agua saborizada con quinina (amargo) resultan más desagradables que el agua sin sabor. Cuando factores tales como el sabor dulce ofrecen un mayor incentivo para beber, los seres humanos beben en exceso y en ocasiones consumen en forma peligrosa grandes cantidades, desde un punto de vista biológico (Rolls, Wood y Rolls, 1980). La gente con frecuencia ingiere bebidas gaseosas sólo por su sabor. Las complicaciones surgen con bebidas que mezclan el agua con alcohol o cafeína. El alcohol y la cafeína provocan adicciones y ambas, por tanto, introducen un número de procesos psicológicos adicionales que motivan a la gente a beber en exceso. Más aún, ciertas influencias sociales y culturales rodean la ingesta de bebidas alcohólicas o con cafeína que provocan que la conducta de beber sea más compleja que el consumo de agua regulado por la sed. Los estudiantes de las universidades, por ejemplo, abusan del consumo de alcohol con mucha frecuencia. Por ende, el beber ocurre por dos razones: recuperar el agua, lo cual satisface necesidades fisiológicas, y el placer, lo cual involucra razones más allá de la sed y la necesidad fisiológica.
HAMBRE La regulación fisiológica del hambre es relativamente más compleja que la de la sed. El agua perdida despierta la sed, y el agua recuperada la sacia. El hambre, entonces, podría involucrar la pérdida cíclica y la recuperación de alimento. Sin embargo, el hambre sólo en forma parcial sigue un modelo de "agotamiento-recuperación". Existe una relación entre duración de la privación de comida y el hambre, y la gente come con base en la privación. Si así no sucediera, las personas no comerían tres veces al día. Pero la regulación del hambre se comprende mejor no sólo como una función de procesos de corto plazo que operan bajo regulación homeostática (es decir, agotamiento y recuperación de glucosa sanguínea y de calorías), sino también como una función de largo alcance que opera bajo la regulación metabólica y la energía almacenada (las células de grasa). El hambre y el comer se ven aún más afectados, y de una forma vital, por influencias cognitivas, sociales y ambientales; en tal grado que de hecho una comprensión del hambre y el comer requiere no sólo modelos psicológicos de corto y largo plazo, sino también modelos cognitivo-social-
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ambientales y culturales (Weingarten, 1985). REGULACIÓN FISIOLÓGICA Dos tipos de modelos llaman la atención de los investigadores del hambre. El primero consiste en un modelo de corto plazo, en donde la energía disponible inmediatamente (glucosa sanguínea) se vigila de manera constante. El hambre surge como respuesta a cantidades decrecientes de energía y termina como respuesta a la recuperación de energía. Este modelo se conoce como la hipótesis glucostática, y en efecto explica de manera satisfactoria el establecimiento y la terminación de las funciones del hambre y el comer. El segundo modelo representa uno de largo plazo, en el cual la energía almacenada (masa de la grasa) está disponible y se emplea como un recurso para suplementar la regulación de energía. Este modelo se llama modelo lipostático y analiza de manera satisfactoria la forma en que los depósitos de grasa se integran con otros reguladores de ingesta de alimento, como los hábitos y los factores sociales. Antes de resumir las hipótesis glucostática y el modelo lipostático, considere los mecanismos intrísecos del hambre. El hambre surge a partir de señales corporales cerebrales y periféricas (no cerebrales). Dichas señales corporales periféricas incluyen la boca (Cabanac y Duclaux, 1970), las distensiones estomacales (Deutsch, Young y Kalo-geris, 1978; McHugh y Moran, 1985) y la temperatura corporal (Brobeck, 1960). Para ejemplificar el papel desempeñado por las señales periféricas en la activación y la saciedad del hambre, piense en el estómago. Este se vacía a una tasa constante de calorías (alrededor de 210 calorías por hora), así que el apetito regresa más rápido luego de una comida con bajas calorías, que una con altas calorías (McHugh y Moran, 1985). Durante una comida, el estómago libera péptidos como el CCK para reducir el apetito (Woods, Seeley, Porte y Schwartz, 1998). Con un estómago satisfecho, la gente no siente hambre; con un estómago que está 60% vacío, la gente dice tener un poco de hambre, y con un estómago que está 90% vacío, la gente experimenta el hambre máxima, incluso cuando algún alimento permanezca en el estómago (Sepple y Read, 1989). Las señales cerebrales son importantes en la regulación del hambre (Wyrwicka, 1988), El hipotálamo lateral (HL) es el centro de alimentación del cerebro, en parte porque su estimulación provoca una gran sobrealimentación y en parte porque su daño causará que los animales dejen de comer y literalmente mueran de hambre (Delgado y Anand, 1953). El HL elabora péptidos, denominados orexinas (palabra griega que significa apetito; Yanagisawa, 1998) que fomentan el apetito. Las orexinas son poderosos incitadores del apetito y cuando se inyectan en el cerebro de ratas, éstas comen de tres a seis veces más que las ratas de control. Hallazgos como los anteriores son muy alentadores para los investigadores de fármacos que intentan descubrir formas de estimular el apetito en los humanos, como la gente que se somete a quimioterapia (Woods et al., 1998). El hipotálamo ventromedial (HVM) es el centro de saciedad del cerebro (es decir, un sistema de retroalimentación negativo); su daño quirúrgico hará que los animales se conviertan en glotones crónicos, de tal modo que incluso tal vez dupliquen su peso corporal (Miller, 1960; Stevenson, 1969). El HVM incluye receptores para la leptina (u hormona OB), la cual segregan las células de grasa, circula en la sangre y se dirige al HVM donde sus receptores supervisan su presencia y envían señales para controlarla ingesta de alimento, disminuir la glucosa y la insulina, e incrementar la tasa metabólica (Campfield, Smith y Burn, 1996,1997). Estos descubrimientos son alentadores páralos fabricantes de fármacos que
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intentan encontrar formas de revertir la obesidad en los seres humanos (Campfield, Smith y Burn, 1998). En resumen, las áreas periféricas y cerebrales se coordinan para regular el hambre del modo siguiente: el déficit en el balance de energía —que se almacena vía la glucosa, la grasa o ambas— envía señales de excitación al HL, el cual elabora péptidos que favorecen el apetito para crear la experiencia psicológica de hambre. Las personas hambrientas buscan y consumen alimentos. Una vez que empieza a comer, el alimento interactúa con los receptores en la lengua, estómago, intestinos e hígado. La detección, el procesamiento y la absorción de alimentos envían señales de saciedad a través del torrente sanguíneo y por medio de fibras nerviosas aferentes del hígado, el estómago y los intestinos. Estas señales se acumulan y se procesan en el HVM para dar por terminada una comida. Con el equilibrio de energía recuperado, el HL se frena, el HVM se estimula y el hambre cesa. Hipótesis glucostática Esta hipótesis argumenta que los niveles de azúcar en la sangre son críticos para el hambre (Mayer, 1952,1953). Las células requieren glucosa para producir energía. Cuando la capacidad de la célula para producir energía disminuye, surge una necesidad fisiológica de glucosa que, a su vez, envía una señal de déficit al HL, el centro cerebral responsable de generar la experiencia psicológica del apetito. En un estudio, ciertos animales recibieron una inyección intravenosa de glucosa y los investigadores granearon la extensión de los subsecuentes disparos neurales en el hipotálamo. La actividad en el HL aumentó, mientras que la actividad en el HVM disminuyó (Anand, Chhina y Singh, 1962). En consecuencia, los altos niveles de glucosa en la sangre activan el HVM con una señal de retroalimentación negativa, mientras que los bajos niveles de glucosa ponen en funcionamiento al HL con una señal de hambre. Cuando la glucosa sanguínea aminora, la gente comienza a comer (Campfield et al., 1996). El órgano que de hecho supervisa los niveles de glucosa en la sangre es el hígado, y cuando la glucosa sanguínea está en un nivel óptimo o lo excede, el hígado comunica una señal de saciedad inhibitoria al hipotálamo (Russek, 1971; Schmitt, 1973). Sin embargo, la glucosa en la sangre no es todo lo que cuenta, como podrán decir los diabéticos, quienes con frecuencia tienen alta la glucosa y experimentan mucha hambre. Si bien los diabéticos tienen una gran cantidad de glucosa en la sangre, lo que requieren (y no tienen) es mucha glucosa celular. Los diabéticos necesitan insulina (la hormona de la que carecen los diabéticos) porque ésta aumenta la permeabilidad de la membrana celular, de modo que la glucosa fluye libremente del torrente sanguíneo hacia las células. Así, la glucosa sanguínea se convierte entonces en glucosa celular. En consecuencia, la hipótesis glucostática propone lo siguiente: cuando existe un déficit de glucosa, el hígado lo detecta. Entonces, envía una señal de excitación al HL para estimular el apetito, motivar la conducta de consumo de alimentos y aumentar la glucosa en forma de plasma (y la glucosa celular cuando la insulina está presente). El hígado detecta y luego indica la saciedad al HVM. Hipótesis lipostática Al igual que la glucosa, la grasa (tejido adiposo) también produce energía. Y en vista de que el cuerpo supervisa sus niveles de glucosa de una manera muy precisa, también observa sus células grasas de esa misma forma (Faust, Johnson e Hirsch, 1977a, 1977b). De acuerdo con la hipótesis lipostática (lipo = grasoso; estático = equilibrio), cuando la masa de grasa almacenada disminuye por debajo de su equilibrio homeostático, el tejido adiposo secreta
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hormonas en el torrente sanguíneo para estimular la ingesta de alimento y promover la motivación para ganar peso (Borecki et al., 1995). Cuando la masa de grasa almacenada aumenta por encima del equilibrio homeostático, el tejido adiposo secreta hormonas (por ejemplo, leptina) en el torrente sanguíneo para reducir la ingesta de alimentos y promover la motivación para la pérdida de peso (Schwartz y Se-eley, 1997; Woods et al., 1998). Debido a que los depósitos de grasa son relativamente estables y representan fuentes de energía duraderas, la hipótesis lipostática ilustra el sistema neurohormonal del cuerpo para amortiguar las fluctuaciones en equilibrio de energía a partir de niveles de glucosa en la sangre, que de otra manera serían fluctuaciones de corto plazo. La hipótesis lipostática también está vinculada de manera más estrecha con factores duraderos como la genética y las tasas metabólicas. Una versión derivada de la hipótesis lipostática es la teoría del punto fijo (Keesey, 1980; Keesey et al., 1976; Keesey y Powley, 1975; Powley y Keesey, 1970). Dicha teoría argumenta que cada individuo tiene un peso corporal, o termostato graso, determinado biológicamente, que genera la genética al nacer o poco tiempo después. La genética crea diferencias individuales en el número de células grasas de cada persona. En la teoría de punto fijo, la activación y saciedad del hambre dependen del tamaño de las células grasas personales, lo cual varía con el tiempo. Cuando el tamaño de las células grasas se reduce (a través de la dieta), el hambre aparece y persiste hasta que la conducta alimenticia permite a las células de grasa retornar a su tamaño natural (punto fijo). La evidencia para la teoría de punto fijo se debe sobre todo a la investigación sobre individuos obesos que participan en prolongados programas de pérdida de peso. La gente puede y consigue perder peso, pero pocas personas pueden evitar que el peso regrese a su punto de partida (fijo) original (Brownell, 1982). INFLUENCIAS AMBIENTALES La visión, el olor, la apariencia y el sabor de la comida; la hora del día; el estrés, y la ansiedad son antecedentes de la conducta alimenticia. Esta aumenta de manera significativa, por ejemplo, cuando un individuo enfrenta una variedad de alimentos, una gama de nutrientes, una diversidad de sabores y formas particulares de alimentos (Rolls, 1979; Rolls, Rowe y Rolls, 1982). La mera disposición de una variedad de comida excita más el comer, que una dieta monótona (Sclafani y Springer, 1976). Aun cuando el individuo tenga sólo un tipo de alimento (por ejemplo, helado), la variedad en los sabores disponibles aumenta la ingesta del alimento (Beatty, 1982). La disposición al alimento y a las porciones de gran tamaño también inducen a la gente a la glotonería (Hill y Peters, 1998). Comer es generalmente un acto social. La gente come más cuando está en presencia de otros (quienes también están comiendo) que cuando están solas (Berry Beatty y Klesges, 1985; deCastro y Brewer, 1991). La gente que intenta practicar una dieta se enfrenta a la probabilidad de no respetarla cuando están en presencia de otros que están comiendo (Grilo, Shiffman y Wing, 1989). Una demostración de este efecto de facilitación social incluye un experimento con la ayuda de estudiantes universitarios. A los estudiantes se les pidió participar en un experimento para saborear helados de crema. La mitad de los estudiantes comieron solos, mientras que la otra mitad comió en grupos de tres. Los degustadores de helado también tuvieron uno o tres sabores para elegir (manipulación de la variedad). La tabla 3.1 ilustra los siguientes resultados del experimento: los helados que comen hombres y mujeres 1) cuando están solos versus cuando están acompañados, y 2)
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cuando hay uno versus tres sabores. Tanto hombres como mujeres comen más en presencia de otros y cuando hay una variedad de sabores. La presión situacional por comer o por hacer dieta funciona como otra influencia ambiental sobre la conducta alimenticia. Hartarse con la comida, por ejemplo, es un patrón de comportamiento adquirido bajo un control social sustancial (Crandall, 1988). Con frecuencia ocurre en pequeños grupos, como equipos atléticos (Crago et al., 1985) y en grupos de animadoras (Squire, 1983), en parte debido a que los grupos pequeños desarrollan y refuerzan normas sobre lo que significa un comportamiento apropiado. La desviación de dichas normas por lo general resulta en alguna forma de rechazo interpersonal y en una reducción de la popularidad. Si comer es una conducta importante para el grupo, entonces la presión que ejerce llega a ser una señal más potente para comer que la fisiología individual. Comer es con frecuencia un comportamiento importante en la vida de los niños; ellos prefieren los mismos alimentos que consumen las personas que admiran (Birch y Fisher, 1996). En otras palabras, las influencias extrínsecas se suman, e incluso en ocasiones superan, las influencias intrínsecas en lo que respecta al hambre y el comer. Situaciones de restricción-liberación De manera muy semejante a la forma en que las presiones sociales interfieren y superan la regulación fisiológica, una dieta interfiere y supera también las guías fisiológicas. Al hacer dieta, la persona intenta poner la conducta de comer bajo el control cognitivo, en lugar del fisiológico ("comeré esta cantidad en esta ocasión", en lugar de "comeré cuando tenga hambre"). Casi siempre, sin embargo, llevar a cabo una dieta provoca de manera paradójica comer con euforia. Quien sigue una dieta se vuelve cada vez más susceptible a la desinhibición (o "libera restricciones"), sobre todo bajo condiciones de ansiedad, estrés, alcohol, depresión o entre comidas con alto grado de calorías (Greeno y Wing, 1994; Polivy y Hermán, 1983, 1985). Por ejemplo, un estudio demostró que la gente bajo dieta comió menos helado de crema que la gente que no hacía dieta, como se esperaría, pero quienes estaban llevando una dieta de hecho comieron más que la que no tenía una dieta cuando todos bebieron primero una leche malteada de 15 onzas. Después de que quienes estaban a régimen bebieron el alimento alto en calorías se volvieron cada vez más vulnerables a la euforia alimentaria (Hermán, Polivy y Esses, 1987); este fenómeno se conoce como liberación de la restricción, al cual le sigue un patrón de comilonas descrito como contrarregulación (Polivy y Hermán, 1985). La contrarregulación describe el patrón paradójico mostrado por quienes siguen una dieta y consiste en que comen muy poco cuando acaban de comer un bocadillo, pero se alimentan en exceso luego de consumir una gran "precarga" alta en calorías (Hermán y Mack, 1975; Polivy, 1976; Ruderman y Wilson, 1979; Spencer y Fremouw, 1979; Woody et al., 1981). Consumir comida con muchas calorías es sólo una de las diversas condiciones que desencadenan las comilonas de los que siguen dietas. La depresión también estimula una liberación de restricción en quien sigue una dieta. Por ejemplo, las personas deprimidas que están a dieta a menudo aumentan de peso, en tanto que las que no llevan una dieta pero están deprimidas bajan de peso. (Polivy y Hermán, 1976a). El mismo patrón se presenta para la ansiedad, pues los que llevan un régimen dietético y sienten ansiedad comen más que la gente ansiosa que no hace dieta (Baucom y Aiken, 1981). Las condiciones que amenazan el ego (fracaso en una tarea sencilla,
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Inversión de frustración de la autorregulación Pregunta: ¿Por qué una persona querría aprender sobre los estados motivacionales analizados en este capítulo? Respuesta: Porque la frustración de la autorregulación ha creado una epidemia nacional de obesidad. El peso corporal y la obesidad son muy parecidos al clima: todo el mundo habla de él, pero al parecer nadie hace mucho por cambiarlo. Una razón por la que la gente comenta mucho de la obesidad es porque se ha convertido nada menos que en una epidemia nacional en Estados Unidos y está amenazando en convertirse en una epidemia global (OMS, 1998). En la actualidad, 22.5% de la población estadounidenses se considera obesa, lo cual se compara con las tasas de 14.5% en 1980,14.1% en 1974 y 12.8% en 1962 (Taubes, 1998). Como se ve, las tasas de obesidad crecen con rapidez. El 54% de los adultos estadounidenses están excedidos de peso (Hill y Peters, 1998). La mitad de ellos está sobrepasado de peso, no necesariamente son obesos pero tienden a serlo. Las cifras están basadas en la medición del índice de masa corporal (IMC) [BMI, por sus siglas en inglés], que se calcula al dividir el peso de la persona en kilogramos entre su altura, en metros, al cuadrado. Un IMC mayor de 25 es sobrepeso; un IMC mayor de 30 es obesidad. Con esta medición, un individuo de 5 pies y 10 pulgadas (1.78 m) se consideraría con sobrepeso si llega a las 175 libras (80 kg) y obeso a las 210 libras (95 kg). Una segunda razón por la que la gente habla tanto de la obesidad es porque ésta se vincula con un creciente riesgo de enfermedad cardiaca, diabetes, cáncer y muerte prematura (Stevens, 1998). Por desgracia, pocos o ninguno de los investigadores apoya la afirmación de que la pérdida de peso produce beneficios en la salud (Balckburn, 1995). Y el remedio para la obesidad (la pérdida de peso) tal vez sea peor que la condición (Kassirer y Angelí, 1998). Por tanto, en lugar de concentrarse en fomentar la pérdida de peso, la mayoría de los investigadores de la obesidad hacen hincapié en su prevención (los adultos en su segunda y tercera décadas con frecuencia ganan mucho peso) y en el cultivo de un estilo de vida saludable que se centre en el ejercicio y alimentación sana y hablar ante un público crítico) produce el mismo efecto paradójico según el cual los comensales con restricciones comen más que los comensales que no tienen restricciones (Heatherton, Hermán y Polivy, 1991). El alcohol también tiene este mismo efecto de liberación de restricción sobre quienes siguen dietas (Polivy y Hermán, 1976b). En conjunto, la investigación acerca de la
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facilitación social, la presión social y la liberación de restricción documentan que el comportamiento alimenticio puede y de hecho se aleja de la regulación fisiológica y se acerca hacia algún tipo de regulación no fisiológica, como la regulación social, cognitiva o emocional (Polivy y Hermán, 1985). HAMBRE Para evitar la obesidad, sin embargo, uno debe conocer sus orígenes (Jeffrey y Knauss, 1981; Rodin, 1982). La obesidad, que básicamente es sólo un exceso de grasa corporal, es un fenómeno que tiene muchas facetas con causas e influencias genéticas (Foch y McClearn, 1980; Price, 1987; Stunkard, 1988) y ambientales (Grito y Pogue-Geile, 1991; Jeffrey y Knauss, 1981). Algunas influencias ambientales asociadas con la obesidad, por ejemplo, incluyen: las prácticas de crianza de niños (Birch, Zimmerman e Hind, 1980) y la alimentación durante la infancia (Klesges et al., 1983), un bajo nivel socioeconómico (Sobal y Stunkard, 1989), el alto contenido de grasa en la dieta (Sclafani, 1980), la falta de ejercicio (Stern y Lowney, 1986) y el estrés (Greeno y Wing, 1994). Resulta obvio que los factores genéticos, como la eficiencia metabólica, el número de células de grasa, los desórdenes hepáticos y la sensibilidad hipotalámica (Hill, Pagliassotti y Peters, 1994) son importantes, pues algunos cuerpos están genéticamente predispuestos para acumular sus reservas de grasa en comparación con otros. Pero nuestro conjunto de genes no ha cambiado de manera sustancial en el último cuarto de siglo en el que las tasas de obesidad se han disparado. Los principales culpables son, por una parte, un ambiente manipulado de forma cultural que promueve el comer en exceso y por otra parte, la poca actividad física (Hill y Peters, 1998). Los ambientes fomentan la ingesta masiva de alimentos, sobre todo los alimentos de fácil acceso, las grandes porciones de comida y las comidas con muchas grasas (Hill y Peters, 1998). Los ambientes fomentan la poca actividad física a través de los avances en la transportación y la tecnología (incluyendo la televisión, las computadoras y los juegos electrónicos). Y por desgracia, el incremento en la ingesta de alimentos y la disminución en la actividad física están estrechamente vinculados, de modo que mientras ganamos más peso, más abrumador se vuelve el ejercicio físico, incluso el caminar. Un descubrimiento optimista es que la actividad física intensa mitiga los efectos dañinos del comer en exceso y protege contra el aumento de peso (Birch et al., 1991). En consecuencia, la motivación adquiere un papel central en el esfuerzo por invertir la obesidad epidémica, ya que la motivación es muy importante para comenzar, conservar y aumentar la severidad de un programa de ejercicios. Estilo de comer cognitivamente regulado Como lo ilustran las hipótesis glucostática y lipostática, el cuerpo defiende su peso. En ocasiones, sin embargo, la gente llega a la conclusión de que su peso corporal regulado de manera fisiológica no encaja bien con sus aspiraciones personales o culturales. Al igual que en una guerra civil, la gente decide que es momento para que la mente, o la voluntad, comience la revolución, a fin de tomar el control y regular el peso corporal. La revuelta comienza conforme los controles cognitivos intentan suplantar a los fisiológicos. Los regímenes dietéticos exitosos (en términos de metas de pérdida de peso) re quieren que la persona primero amortigüe su respuesta a las señales internas (sentir hambre o saciedad) y después sustituya los controles cognitivos por los fisiológicos (Heatherton, Polivy y
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Hermán, 1989). El problema, sin embargo, es que los controles cognitivos no ofrecen un sistema de retroalimentación negativo. Quienes hacen dieta son por tanto vulnerables a las comilonas cuando la situación interfiere con las inhibiciones cognitivas (por ejemplo, la presencia de otros, la depresión, la ansiedad, el alcohol, la ingesta de precargas con altos niveles de calorías). SEXO En los animales inferiores, la motivación y el comportamiento sexuales ocurren sólo durante el periodo de ovulación de las hembras (Parkes y Bruce, 1961). Durante la ovulación, la hembra secreta una feromona y su esencia estimula las insinuaciones sexuales del macho. Para el macho, las inyecciones de testosterona, una hormona producida por i las gónadas, incrementa aún más su conducta sexual. Por tanto, en los animales inferiores, el sexo se apega a las necesidades fisiológicas cíclicas y al proceso de la pulsión psicológica mostrado en la figura 3.2. Conforme pasa el tiempo, la necesidad fisiológica produce y estimula la pulsión psicológica, así que su conducta consumatoria resultante sacia tanto a la pulsión psicológica como a la necesidad fisiológica. La mayor diferencia entre el sexo y las otras necesidades fisiológicas es que la abstinencia sexual no causa la muerte como lo haría la privación de agua y alimento o la indiferencia ante el dolor. Mientras más se avanza en la escala evolutiva, menos relevancia tiene las fuerzas fisiológicas sobre los motivos sexuales. En la motivación sexual humana, las fuerzas fisiológicas desempeñan un papel de multiplicador, más que de control, en la motivación sexual. Para los humanos, los incentivos sexuales y las fuerzas en el ambiente (como las influencias social, cultural y evolutiva) representan factores importantes. Algunas fuerzas cognitivas, por ejemplo, incluyen creencias de amor romántico, expectativas de romance y roles sexuales (analizados más adelante). Algunas fuerzas sociales incluyen juicios de atracción física, promiscuidad y sentimientos sociales de soledad y amor. Algunas fuerzas culturales implican actitudes religiosas y morales hacia el sexo, actitudes culturales hacia hombres y mujeres, e identificación con roles de género. Algunas fuerzas evolutivas son: la seguridad de la fertilidad, la búsqueda y el rechazo de compromiso, así como la certidumbre y la dedicación paternas. Ya se ha dicho que las influencias fisiológicas contribuyen a la motivación y a las conductas sexuales. REGULACIÓN FISIOLÓGICA El comportamiento sexual humano se ve influido, pero no determinado, por las hormonas. Las hormonas sexuales son los andrógenos y los estrógenos. Aunque están presentes en ambos sexos, los andrógenos contribuyen a la motivación sexual de los varones, v los estrógenos a la motivación sexual de las mujeres. Las drogas farmacéuticas y la extirpación quirúrgica de los andrógenos (sobre todo la testosterona) y los estrógenos (en particular el estradíol) suprimen los motivos sexuales de los hombres y las mujeres (Money et ai, 1976). Las hormonas promueven las respuestas del individuo a la estimulación externa (un compañero/a potencial), aun cuando varios factores no hormonales (por ejemplo, vista, olor, tacto) también estimulan tales respuestas.5 El comportamiento sexual humano también se ve influido por la excitación sexual. Las hormonas determinan la excitación sexual, pero los factores externos son de particular importancia en el estímulo de la excitación. Dentro del contexto de la estimulación de un
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compañero / a sexual (un obvio estimulador de la excitación), la gente muestra un ciclo de respuesta sexual de cuatro fases, culturalmente universal (Masters y Johnson, 1966). Durante la primera fase, la excitación, aumentan la tensión muscular y el flujo sanguíneo alrededor de los órganos sexuales. La meseta, segunda fase, ocurre cuando la excitación está en su límite superior. La tercera fase, el orgasmo, comienza con una respiración rápida y una serie de contracciones rítmicas de los músculos pélvicos y finaliza con una experiencia de placer, un sentimiento que emana de la liberación de la tensión muscular y la tumefacción sanguínea pero también debido en parte a la intimidad psicológica. La cuarta y última fase es la resolución. En los varones, la resolución tiene poca duración y rápidamente regresa la excitación a una fase de preexcitación. En las mujeres, la resolución continúa durante un tiempo prolongado. Si la estimulación sexual sigue, la resolución provoca múltiples orgasmos (la tercera y cuarta fases se traslapan). Si la estimulación sexual cesa, la resolución ocasiona que la mujer, al igual que al varón, vuelva a una fase de preexcitación. INFLUENCIAS AMBIENTALES Señales visuales: métrica facial Muchos estímulos surgen debido a un compañero/a sexual: químicos (olor), táctiles, auditivos y visuales. El atractivo físico de un compañero/a (potencial) afecta de gran manera la motivación sexual humana. Las culturas occidentales por lo general consideran un cuerpo delgado de mujer como atractivo (Singh, 1993a, 1993b). Pero los estándares del atractivo físico varían de una cultura a otra porque son en gran medida adquirídos a través de la experiencia, el consenso cultural y la socialización (Mahoney, 1983). Dichos estándares son "principalmente" adquiridos mediante tales influencias porque algunas características físicas se consideran como umversalmente atractivas, incluyendo la salud (piel clara; Symons, 1992), la juventud (Cunningham, 1986) y las asociadas con un mayor valor reproductivo (Singh, 1993a). Aunque los hombres (y las mujeres) consideran a las mujeres delgadas como atractivas, las percepciones femeninas del atractivo de los varones por lo general tienen poco consenso en cuanto a qué tipos de cuerpos o partes corporales resultan atractivos (Beck, Ward-Hull y McLear, 1976; Horvath, 1979,1981; Lavrakas, 1975). El principal predictor de la valoración femenina de lo atractivo en los cuerpos de los hombres es la proporción cintura/cadera (WHR, por sus siglas en inglés, una medida que varía de manera típica entre 0.7 y 1.0; se calcula como la circunferencia más pequeña de la cintura dividida entre la circunferencia más ancha de las caderas/nalgas). Las mujeres valoran como más atractivo un WHR moderadamente delgado en los varones, tal vez porque reflejan una estado de salud positivo (Singh, 1995). Si bien los estándares del atractivo corporal varían con la cultura, cada una muestra una impresionante convergencia sobre las características faciales que se consideran atractivas y no atractivas. El estudio de los juicios de la gente respecto al atractivo de las características faciales se denomina métrica facial (Cunningham, 1986; Cunningham, Barbee y Pike, 1990; Cunningham et al, 1995). Considere la cara (y sus parámetros mé-trico-faciales) mostrados en la figura 3.6. Las preguntas que vinculan la métrica facial con el estudio de la motivación sexual son "¿en qué dimensiones varían las caras y cuáles de ellas determinan las que son caras atractivas y las que no lo son?".
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FIGURA 3.6 Parámetros simétrico-faciales de hombres y mujeres 1, longitud de la cara, distancia desde la base del cabello hasta la base de la barbilla; 2, ancho de la cara en los pómulos, distancia entre los límites externos de los pómulos en el punto más prominente; 3, ancho de la cara en la boca, distancia entre los límites externos de las mejillas, al nivel de la mitad de la sonrisa; 4, altura de la frente, distancia desde la ceja hasta la base del cabello; 5, altura de la parte superior de la cabeza, medida desde el centro de la pupila hasta la punta de la cabeza estimada sin cabello; 6, altura de las cejas, medida desde el centro déla pupila hasta el límite inferior de la ceja; 7, altura de los ojos, distancia desde el límite superior al inferior del ojo visible dentro de las pestañas, en el centro de la pupila; 8, ancho de los ojos, desde la esquina interior hasta la esquina exterior del ojo; 9, ancho del iris, diámetro del ojo medido; 10, ancho de la pupila, diámetro medido del centro del ojo; 11, ancho estandarizado de la pupila, calculado como la proporción del ancho de la pupila al ancho del iris (no mostrado); 12, separación de los ojos, distancia entre los centros de las pupilas; 13, ancho del pómulo, una valoración de la prominencia relativa del pómulo, calculado como la diferencia entre el ancho de la cara en los pómulos y el ancho de la cara en la longitud de la boca de la cara (no mostrado); 14, ancho de la nariz, ancho de la nariz en los límites exteriores de las ventanas nasales en los puntos más anchos; 15, ancho de la punta de la nariz, ancho de la protrusión en la punta de la nariz, a menudo asociado con arrugas de las ventanas nasales; 16, longitud de la nariz, medida desde el puente de la frente hasta el nivel del límite superior del ojo visible y hasta la punta de la nariz; 17, área de la nariz, calculada como el producto de la longitud de la nariz y el ancho de la misma, en la longitud extrema de la cara (no mostrada); 18, longitud de la cara media, distancia desde el centro de la pupila hasta el límite superior del labio superior, calculado al restar a de la longitud ie la cara, la altura de la frente, la altura de las cejas, el ancho del labio superior, la altura de la sonrisa, el ancho del labio inferior y la longitud de la barbilla; 19, ancho de las mejillas, calculado como una valoración de la redondez facial basada en el ancho de la cara, medido en la boca; 20, grosor del labio superior, medido verticalmente en el centro; 21, grosor del labio inferior, medido verticalmente en el centro; 22, altura de la sonrisa, distancia vertical entre los labios en el centro de la sonrisa; 23, ancho de la sonrisa, distancia entre las esquinas interiores de la boca; 24, longitud de la barbilla, distancia desde el límite inferior del labio inferior a la base de la barbilla. Los rostros varían de manera considerable, y la figura 3.6 ilustra 24 diferentes características estructurales (tamaño del ojo, ancho de la boca, prominencia del pómulo). Tres categorías explican cuáles caras se clasifican como atractivas: rasgos neonatales, de madureces sexuales y expresivas. Los rasgos neonatales corresponden a los asociados con el infante recién nacido (como ojos grandes y nariz pequeña) y se asocian con atractivos No obstante, tales sucesos de hecho contienen una excitación romántica y anticipadora (fase 1), y por tanto permiten a la mujer un primer medio para coordinar las relaciones interpersonales imaginadas con la actividad sexual. Más tarde en la adolescencia, los guiones sexuales de las mujeres se adaptan de manera más cercana con el ciclo de respuesta sexual de cuatro etapas.
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►7 FUENTE: Tomado de "Measuring the Fhysical in Physical Attractiveness: QuasiExperiments on the Sociobiology of Female Facial Beauty", de M. R. Cunningham, 1986, Journal ofPersonality and Social Psychology, 50, pp. 925-935. Copyright 1986 por la American Psychological Assocíation. Reimpreso con permiso. Con las citas, los guiones sexuales de hombres y mujeres comienzan un proceso de transición, desde un guión independiente con base en la fantasía hacia uno interpersonal, como equipo. Al palparse, la joven pareja explora comportamientos no sexuales que ha aprendido de la cultura como apropiados. Cada acompañante toca físicamente al otro estando vestido. El comportamiento es excitante, pero no produce orgasmo. La excitación sin orgasmo conduce al varón a ajusfar su rudimentario guión sexual para incluir una fase de excitación que no termina con orgasmo, y esto conduce a la mujer a ajusfar su guión para incluir la experiencia de la excitación, guía de actividades instigadas por el varón. Con la repetición del manoceo o tocamiento, ambos sexos adquieren experiencias de excitación sexual y dominan la práctica que formará las bases para la complejidad general de la situación de un coito (Gagnon, 1974). Más tarde, ya se tiene práctica para desvestirse mutuamente, se aprenden las habilidades sociales para asegurar la privacidad, se enfoca la atención sobre el otro, y cosas por el estilo. En esta etapa, el desarrollo sexual es más desmañado, dominado por la ansiedad y con frecuentes frustraciones. La práctica continua mejora la habilidad de la pareja para coordinar sus guiones sexuales con el ciclo de
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respuesta sexual de cuatro fases de cada uno (véase el panel B en la figura 3.7). Finalmente, las secuencias de comportamiento útil se vuelven convencionales, y los guiones sexuales de la pareja comienzan a tener un carácter adaptativo, aditivo y reeducativo (Simón y Gagnon, 1986). Esquemas sexuales La gente difiere en sus representaciones cognitivas de sus yo sexuales (Anderson y Cyranowski, 1994). Los autoesquemas sexuales son generalizaciones acerca del yo sexual, derivados de una historia y experiencias pasadas, y se manifiestan en pensamientos, sentimientos y valores cotidianos. Los esquemas sexuales incluyen tanto aspectos positivos de acercamiento como aspectos negativos de evitación. Por el lado positivo, el yo sexual de una persona incluye una inclinación a experimentar emociones románticas apasionadas y una apertura de comportamiento a la participación sexual. Por el lado negativo, el yo sexual de una persona incluye un grado de vergüenza o conservadurismo, que con frecuencia significa un cambio de evaluación de las emociones y acciones románticas sexuales. Los elementos positivos de los esquemas sexuales promueven el deseo sexual y las fases del ciclo de respuesta sexual; los elementos negativos de los esquemas sexuales inhiben el deseo sexual y las fases del ciclo de respuesta sexual (Anderson y Cyranowski, 1994). ORIENTACIÓN SEXUAL Un componente clave de los guiones sexuales en la postpubertad es el establecimiento de la orientación sexual, o la preferencia personal por compañeros sexuales del mismo La orientación sexual de hecho existe como un continuo, y casi un tercio de todos los adolescentes ha participado en al menos un acto homosexual (habiéndolo hecho más chicos que chicas; Money, 1988). El continuo de la orientación sexual se extiende de lo exclusivamente heterosexual, pasando por la orientación bisexual y continuando a una orientación exclusivamente homosexual. La mayoría de los adolescentes se comprometen de manera cotidiana con una orientación heterosexual, pero alrededor de 4% de los varones y 2% de las mujeres no lo hacen así, y estos porcentajes se elevan más si uno incluye una orientación bisexual. Aunque aún está lejos de ser concluyente, los investigadores sugieren que la orientación sexual no es una elección; es algo que ocurre al adolescente, no es deliberado y resulta de la búsqueda del alma (Money, 1988). La homosexualidad no es un producto cultural reciente, pues una gran cantidad de instancias de la homosexualidad se han registrado en la historia de muchas culturas diferentes (Money y Ehrhardt, 1972). La homosexualidad parece ser algo que ocurre al individuo durante su desarrollo prenatal, al igual que la heterosexualidad. Una forma de entender la orientación sexual es intentar comprender por qué la gente se siente atraída por miembros del sexo opuesto. Pero dejando a un lado la explicación evolutiva, todavía no resulta claro por qué la gente desarrolla una orientación heterosexual u homosexual. Parte de la explicación del desarrollo de una orientación homosexual, en lugar de una heterosexual, es la genética (véase el estudio de gemelos de Bailey y Pillard, 1991; Bailey et al., 1993), y parte de la explicación es ambiental. Por desgracia, esta literatura está caracterizada más por hipótesis rechazadas que por hipótesis aceptadas. Por ejemplo, existe poca evidencia que apoye la idea de que la homosexualidad emana de una madre dominante y un padre débil (Bell, Weinberg y Hammersmith, 1981), o a causa de un seductor más
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viejo del mismo sexo (Money 1988). Las más prometedoras investigaciones de frontera para comprender la orientación sexual son las de la genética (Bailey y Pillard, 1991; Hamer et al., 1993) y las del ambiente hormonal prenatal (Berenbaumy Snyder, 1995; Kelly, 1991; Paul, 1993). BASES EVOLUTIVAS DE LA MOTIVACIÓN SEXUAL La motivación y la conducta sexuales tienen una función y bases evolutivas obvias. En un análisis evolutivo, se supone que los hombres y las mujeres desarrollaron distintos mecanismos psicológicos que subyacen a sus motivaciones sexuales y sus estrategias de búsqueda de pareja (Buss y Schmitt, 1993). Es difícil decir con confianza si las estrategias y preferencias de búsqueda de pareja de hombres y mujeres son conscientes o inconscientes, pero evidentemente existen distintas estrategias sexuales/búsqueda de pareja. Comparados con las mujeres, los hombres tienen motivaciones sexuales de corto plazo, imponen menos estándares restrictivos, valoran claves de accesibilidad sexual como juventud y atractivo, se vuelven celosos por diferentes razones y aprecian la castidad en la compañera. Comparadas con los hombres, las mujeres valoran los signos de los recursos económicos de un hombre (gasta dinero, da regalos, tiene un estilo de vida refinado), estatus social y ambición, y una carrera prometedora (Buss y Schmitt, 1993).
TABLA 3.2 Diferencias de género en preferencias de compañero u otro sexo Las diferencias esenciales entre los sexos en las preferencias de selección de pareja aparecen en la tabla 3.2 (Sprecher, Sullivan y Hatfield, 1994). Los datos de la tabla confirman que, en esencia, los hombres consideran importante la juventud y el atractivo físico al seleccionar mujeres como parejas, mientras que las mujeres encuentran fundamental el potencial de percibir ingresos económicos cuando seleccionan a sus parejas varones. Estos datos surgen al plantear a miles de hombres y mujeres afroamericanos (36%) y blancos
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(64%), de 19 a 35 años de edad, no casados, las siguientes preguntas: "Qué tanto desearía casarse con alguien que..." y luego de pedir a cada participante que respondiera en una escala del 1 (para nada lo deseo) al 7 (lo deseo mucho). Los resultados promedio para hombres y mujeres para cada reactivo están organizados en dos categorías de atractivo físico, edad, potencial de percepción de ingresos monetarios y otras variables. La razón F es un término estadístico, y cualquier razón F seguida de uno o dos asteriscos denota una diferencia promedio significativa entre hombres y mujeres en la preferencia de selección de pareja. A pesar de que dichas conclusiones son evidentes e indudablemente sexistas, representan las preferencias expresadas por hombres y mujeres. Tales preferencias quizás no sean consistentes con las aspiraciones culturales, pero sí lo son con las aspiraciones evolutivas. También resultan consistentes con las aspiraciones heterosexuales. Sin embargo, cuando se examinan las preferencias de pareja de los homosexuales, surgen diferencias (Bailey et al., 1994). Al igual que los heterosexuales, los varones homosexuales valoran como muy importante el atractivo físico de sus parejas, pero, a diferencia de los heterosexuales, no muestran una gran preferencia por parejas más jóvenes, y no son tan proclives a los celos sexuales. FRUSTRACIÓN EN LA AUTORREGULACIÓN DE LAS NECESIDADES FISIOLÓGICAS Ejercer control mental consciente sobre nuestras necesidades fisiológicas con frecuencia hace más daño que bien. Aun así, lo intentamos. La gente pretende controlar sus apetitos: hambre, gusto por los chocolates, peso, ingesta de alcohol y café, impulsos sexuales, dolores de espalda crónicos, etcétera. Tales apetitos en ocasiones nos sobrepasan, y debido a esta experiencia, buscamos métodos para contrarrestar nuestras necesidades fisiológicas mediante el control mental. Cuando los estados mentales regulan las necesidades fisiológicas, ocurre la autorregulación; pero cuando lo biológico obliga a sobrepasar el control mental, se presenta la frustración en la autorregulación (Baumeister, Heatherton y Tice, 1994). La gente falla en la autorregulación a causa de tres razones principales (Baumeister ú al., 1994). En primer lugar, la gente pierde estándares, tiene pautas inconsistentes o conflictivas, posee pautas no realistas o inapropiadas (Karoly 1993). Por ejemplo, mucha gente tiene medidas extremas (no realistas) para la delgadez, o estándares conflictivos con el tipo de cuerpo con el que nació, en comparación con la clase de cuerpo que le gustaría tener (Brownell, 1991). Segundo, la gente se frustra en la autorregulación porque no vigila lo que está haciendo al distrarse, preocuparse, sobrepasarse e intoxicarse (Kirschenbaum, 1987). El alcohol, por ejemplo, reduce la autoconciencia y la atitovigilancia, por lo que resulta más probable que las personas intoxicadas hagan cosas fuera de su control mental normal (Hull, 1981). Tercero, las personas carecen de la habilidad de adaptar el yo a las pautas relevan-fes cuando se sienten cansadas, exhaustas o estresadas, o en ocasiones tienen dificultad para mantener sus impulsos y deseos bajo control, como el deseo de ir al baño. Lo común en todos estos contratiempos es una falta de control sobre la atención personal. El control mental que centra la atención sobre los estándares, las metas a largo plazo y la vigilancia que uno está haciendo, por lo general propicia el éxito de la autorregulación ¡Baumeister et al, 1994).
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Comer en exceso Comer resulta a menudo una conducta placentera, y todo marcha bien si la gente comienza a comer cuando siente hambre y deja de hacerlo cuando está satisfecha. La mayor parte del tiempo las personas comen dentro de límites razonables, aun cuando se permitan lujos ocasionales. No obstante, los individuos enfrentan un conflicto motiva-cional cuando aparece el dilema: "quiero disfrutar" (al comer alimentos sabrosos), y "quiero evitar un exceso de peso" (al comer demasiado). Tal dilema de aproximación-evitación con mucha frecuencia resulta perjudicial y provoca problemas alimentarios como bulimia y obesidad cuando, de modo paradójico, la gente intenta en forma explícita tener el control sobre su alimentación, por ejemplo mediante una dieta. Los seres humanos intentan tener un control mental al ejercer gran esfuerzo para ignorar o negar sus señales fisiológicas de hambre. Ignorar esas señales se vuelve una explicación primaria para la frustración de la autorregulación, cuando el individuo pierde el control sobre su atención. Si la atención se pierde, la gente se vuelve vulnerable y come con descuido. Cuando las dietas se rompen (en una ocasión social, cuando se está emocionalmente alterado), quienes hacen dieta son demasiado vulnerables, y se ven rebasados por señales situacionales y por impulsos momentáneos. Por tanto, las dietas son difíciles de mantener no sólo porque la comida resulta tentadora, sino porque uno debe comer para sobrevivir (es inevitable). Cuando quienes hacen dieta pierden el control, y comen sin ninguna restricción, a menudo se inclinan a una destructiva obsesión alimentaría que los deja peor de lo que hubieran estado si no hubiesen seguido régimen alguno. Beber en exceso (alcohol) El problema motivacional subyacente al comer es con mucho el mismo problema que se presenta al beber alcohol: "quiero disfrutar y experimentar los deseables efectos del alcohol" (al beber), o "quiero evitar el exceso en el beber, pues provoca los problemas propios de la embriaguez". La gente excede su ingestión de bebidas, por la misma razón que sobrepasa su ingesta de alimentos, a saber: porque se frustran en autorregular su atención cuando se cansan, o cuando experimentan una alteración emocional de un tipo u otro (como sentirse estresado o sobrecargado o al estar amenazada su autoestima). Las creencias de abstinencia sobre el consumo de alcohol (creencias de nula tolerancia, como "me aseguraré de no beber demasiado al no beber nada en absoluto") pueden funcionar de modo muy similar a las creencias de las dietas sobre el consumo de alimentos. Cuando su atención se desplaza (debido a señales y presiones emocionales o sociales), la gente toma un trago. Una vez que tiene una bebida, las deficiencias de atención se vuelven cada vez más evidentes y la persona pierde su habilidad de vigilarse y de cuidar su entorno. Por tanto, es muy probable que los bebedores pierdan la medida de la cantidad que han consumido, y cada vez resulta más probable que las señales sociales regulen sus futuras decisiones de beber. Debido a los efectos del alcohol sobre la atención y la autovigilancia, la gente pierde los sistemas de retroalimentación negativos que necesita para detener la ingesta de bebidas (por ejemplo, "ya no estoy sediento", "he alcanzado mi límite de dos tragos", "dejaré de beber cuando ya no pueda recordar mi propio nombre"). Al ignorar o al no poner atención a las señales de detención fisiológicas, la ingesta de alcohol aumenta con rapidez.
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RESUMEN E1 dolor, la sed, el hambre y el sexo son cuatro estados motivacionales que surgen debido a necesidades fisiológicas, y pueden organizarse en un continuo de acuerdo con el grado relativo de regulación fisiológica o ambiental. En el extremo biológico del continuo están el dolor y la sed, y en el extremo ambiental del continuo se ubica el sexo, en tanto que el hambre se localiza en algún lugar intermedio. Dicho continuo resulta útil porque otras necesidades fisiológicas no analizadas en este capítulo podrían comprenderse mediante su ubicación en el continuo. Por ejemplo, la regulación de la temperatura se localizaría en el extremo fisiológico del continuo, mientras que la agresión se ubicaría en el extremo ambiental. El fundamento del capítulo fue la teoría de las pulsiones de Hull, que se basa en hechos biológicos (figura 3.2). De acuerdo con la teoría de las pulsiones, las privaciones y los déficit fisiológicos surgen por estados de necesidad corporales, que a su vez dan origen a la pulsión psicológica propiciadora de la conducta consumatoria, la cual causa la reducción de la pulsión. Así, conforme pasa el tiempo, la privación fisiológica regresa y el proceso cíclico se repite. A fin de esbozar el proceso regulador para el dolor, la sed, el hambre y el sexo, el capítulo introdujo siete procesos fundamentales: necesidad, pulsión, homeostasis, retroalimentación negativa, estímulos y respuestas múltiples, variables intrínsecas y variables extrínsecas. La causa del dolor es el daño tisular. Cuando éste ocurre, nos volvemos psicológicamente conscientes del dolor conforme los receptores de dolor corporales comunican los aspectos de excitación, emoción y experiencia del dolor, desde la columna vertebral hasta la formación reticular, el sistema límbico y el tálamo. El dolor exige nuestra atención inmediata, altera la conducta actual, actúa como un verdugo para suprimir la conducta que lo ha causado y refuerza de manera negativa cualquier otra conducta capaz de aliviarlo. Puesto que el dolor es tan primitivo desde el punto de vista evolutivo, domina nuestra atención ya que motiva dos tipos de conducta: escape y recuperación. La función de las conductas de escape y recuperación consiste en terminar la causa del dolor, que es el daño tisular. Al igual que el escape y la recuperación, las endorfinas, cuando se activan en el cerebro mediante el estrés, desconectan el dolor a través de la red de supresión del dolor. La activación y saciedad de la sed es más bien directa. La reducción drástica del agua dentro de las células (sed intracelular) y la del agua afuera de las mismas (sed extracelular) provoca la sed. De las dos, la deshidratación celular es el activador más crítico de la sed. La recuperación del agua sacia la sed. Una vez iniciada, la conducta de beber continúa hasta que los mecanismos de retroalimentación negativa separados en la boca, el estómago y las células lo inhiben. Estos sistemas de retroalimentación negativa evitan la intoxicación por agua, que puede amenazar la homeostasis y el bienestar fisiológico. El comportamiento del beber se ve influido por variables extrínsecas, como las disposiciones y el sabor del agua, lo cual da al agua un incentivo adicional. El hambre y el comer involucran un complejo sistema regulador, tanto de regulación a corto plazo (hipótesis glucostática), como a largo plazo (hipótesis lipostática, que incluye la teoría del punto fijo). De acuerdo con la hipótesis glucostática, la deficiencia de glucosa estimula el comer al activar el hipotálamo lateral, en tanto que el exceso de glucosa inhibe el comer mediante la activación del hipotálamo ventromedial. De acuerdo con la hipótesis lipostática, la contracción de las células de grasa activa el hambre, pero las células normales o más grandes la inhiben. La conducta de comer se ve influida por la vista, el olor y el
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sabor de la comida, por la hora del día, el estrés, la presencia de otros, y por la presión de las situaciones (como integrarse a una norma grupal). Los factores ambientales a veces contribuyen de forma sustancial en el comer, tanto que en ocasiones interfieren con los factores fisiológicos. Seguir una dieta, por ejemplo, es la manifestación prototípica del intento de la persona por suplantar, con controles cogniti-vos voluntarios, los controles fisiológicos involuntarios para comer. Tal estilo de comer cognitivamente regulado tiene implicaciones asociadas con las comilonas, la liberación de la restricción y la obesidad. Las características físicas de un potencial compañero sexual están entre las determinantes más importantes de la motivación sexual. Las características corporalmente atractivas por lo general están determinadas por la cultura, pero muchas características faciales se consideran atractivas de acuerdo con diferentes culturas y edades, como muestran los estudios de simetría facial. Los guiones sexuales y los esquemas sexuales añaden una influencia cognitiva distinta a la motivación sexual, que ayuda a unir la brecha entre la actividad sexual autoestimulada y la conducta sexual interpersonal. La investigación de los determinantes de la orientación sexual está inconclusa, pero apunta hacia la importancia de la genética y el desarrollo prenatal más que a las influencias ambientales y culturales, que no son menos importantes. La motivación sexual se regula, en parte, por las influencias evolutivas, por ejemplo cuando los hombres y las mujeres heredan distintas preferencias en sus estrategias para buscar pareja. Con frecuencia, el intento de ejercer control mental consciente sobre nuestras necesidades fisiológicas perjudica más que beneficia. La gente se frustra al autorregular sus apetitos corporales por tres razones principales. Primera, pierde pautas o tiene pautas inconscientes de lo que debería ser su línea base para la autorregulación (¿cuánto debería pesar?). Segunda, se frustra porque ignora la vigilancia de lo que está haciendo, cuando se vuelve distraída o preocupada. Tercera, falla en la autorregulación cuando no tiene la habilidad para adecuar al yo a los estándares relevantes dominantes, como cuando uno está cansado, exhausto o estresado. En términos generales, los estudios acerca de la ingesta excesiva de comida y alcohol muestran que la gente regula de manera exitosa sus necesidades fisiológicas cuando pone atención en estándares y metas de largo plazo y vigila lo que hace; pero fracasa cuando las necesidades fisiológicas dominan la atención por una o más de las tres razones citadas antes (falta de estándares, fracaso para vigilar su conducta y renuncia a las pautas que tiene).