LOS LAMENTOS DE SOTHER PRELUDIO Durante tres semanas, un ...

P R E L U D I O. Durante tres semanas, un incesante llanto que desciende de los cielos ha inundado la tierra, dificultando el reposo al exhausto y empapado ...
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LOS LAMENTOS DE SOTHER PRELUDIO

Durante tres semanas, un incesante llanto que desciende de los cielos ha inundado la tierra, dificultando el reposo al exhausto y empapado sobreviviente. En el vano intento por escapar de las depredadoras aguas, su tribu y él habían escalado la última montaña disponible. Al inicial asombro ante aquella cerrada tormenta, su decisión fue permanecer en casa con los suyos. No era común que las aguas bañaran la tierra en esa época del año. La obstinada insistencia del fenómeno, muy pronto segregaría una general aprensión entre su gente. Las familias comenzarían una odisea hacia las tierras altas buscando una seguridad que jamás alcanzarían. Poco a poco sería testigo presencial de cómo sus compañeros y amigos sucumbían ante el acuoso y voraz castigo. Atravesado por cuatro importantes ríos, el otrora paradisiaco valle, bajo las aguas oculta su majestuosa belleza. Desde su incómoda posición, en cuclillas, y sobre la parte alta de un centenario árbol, intenta poner en perspectiva los extraños acontecimientos de los últimos días. Por alguna inexplicable razón, el agua no ha cejado en su intento por secuestrar la tierra conocida. Sólo, empapado hasta la médula y titiritando del frío, una distante voz parece susurrarle al oído: NÁFAL... Hace días que la escucha, pero una testaruda lucha por sobrevivir ha sido la manera de eludir su misterioso tono de advertencia. Con una profunda tristeza recuerda a su mujer e hijos. La última vez que los vio con vida, juntos trataban de llegar a la cima de aquella pronunciada ladera. La eclipsada luz del sol, que desde hace tiempo permanece oculta detrás de las nubes, hacía imposible poder determinar la hora del día. La accidentada subida le imprimía dramáticos matices a la batalla por la supervivencia. El trueno, que con violencia retumba en los cielos, esconde el profundo crujir que antecede al desmoronamiento del suelo donde su familia apoya sus esperanzas de ascenso. El miedo suele presentarse con tanta intensidad que paraliza toda la acción. Súbita extensión de manos, solícita inmediatez de ayuda. Expresión de horror en rostros engullidos por un vacío, que inclemente ahoga los esfuerzos por alcanzar la supervivencia. Un grito de angustia con impotente rabia, antecede la triste despedida de sus seres queridos. Abajo, la furia de las embravecidas aguas, que la mano superior sin piedad agita, les aguarda con inmisericorde indiferencia. Él, desde su minusválida posición, poco o nada podía hacer para salvarles del fatídico destino. Empequeñecido ante la monumental adversidad que le afrenta, un mortal silencio

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enmudece sus vanas protestas. Hace mucho que no puede percibir el tiempo como una inalterable progresión de días y noches. La aptitud frente a las adversas circunstancias, le ha hecho mantener el sueño a distancia. Un seductor cansancio agobia sus pesados párpados. Cerrarlos, no fue problema. Volver a abrirlos, eso fue otra cosa. Una vez más, allí estaba: el recurrente sueño que toda la vida había perturbado su descanso, le envolvía con su onírica y borrosa presencia. El atemporal espacio gris pizarro, desordenadamente surcado por un ocre resplandor, con obstinación cubría el todo sin límites. Las desdibujadas líneas de diez aladas siluetas masculinas, con un interesante brillo resaltaban sobre los tormentosos cúmulos. Sus impresionantes estaturas, el doble de cualquier hombre, les conferían un aspecto absolutamente sobrenatural. Reunidos en un perfecto circulo, con el brazo izquierdo estirado al frente, palmas con palmas entrelazadas, y las manos derechas alzadas en señal de asentimiento, con un anatema sellaban la gran herejía. Una brisa helada y sinuosa dispersa los grises nubarrones, trazando un descendente y luminoso camino hacia la tierra. Abajo, un hermoso valle verde circunda las escarpadas y nevadas cumbres de un sistema de tres montañas. La grieta en el cielo sirve de improvisada ventana a un par de centenares de seres con alas, en una organizada toma de las tierras bajas. Desde arriba, el desesperante llanto de un bebé, con agobiante insistencia plantea el lamento a la ultrajante manifestación. A punto de trastabillar sobre la rama, sus ojos toman súbita consciencia de la cruda realidad que le rodea. Ahora, aferrado a la temporal isla que precariamente le sostiene, enfoca su resignada mirada azul en el objeto oscuro que avizora en el lejano horizonte. La fría brisa se agrava en intensidad, comprometiendo el inestable equilibrio que le mantiene en la copa del árbol. NÁFAL... Una gran estructura de madera impelida por turbulentas corrientes, flota en dirección a su improvisado salvavidas. Hacía escasos minutos en que la única opción disponible susurraba paciencia ante su irrevocable y fatal destino. Breves instantes de introspectiva reflexión, le llevaron a medir los consiguientes peligros de ingresar al agua en el medio de los contundentes objetos que despreocupados chocaban entre sí. Al soltar las manos de las ramas, sus más de dos metros de altura se arrojaron a gran velocidad sobre la masa de encrespadas aguas. Al unísono, centenares de afiladas y congeladas agujas infligieron un terrible dolor a sus cansados músculos. NÁFAL... Su atlética contextura luchaba por abrirse paso hacia la superficie. Toda clase de ramas y hojas obstaculizaban sus denodadas intenciones. Un esfuerzo extra, le permitió el impulso necesario para lograr emerger de lo profundo. No en balde, su condición física les había permitido someter a todos en la tierra, implantando su voluntad por encima de los otros

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seres vivos. Aspirando una larga bocanada de aire, con desespero busca el objeto flotante. Las fuertes olas que le sacuden en todas direcciones no le permiten ubicar al gigante de madera. Justo detrás de él, un fuerte sonido de aguas desgarradas retumba con ascendente intensidad. Un par de intensas frazadas, le permiten girar su cuerpo en ciento ochenta grados, ubicándole enfrente al flotante monstruo. El terror desborda sus grandes ojos, mientras la turbulencia en derredor, con gran velocidad impulsa el terrible avance hacia su vulnerable ubicación. Rápidamente se impulsa cabeza abajo en un inútil intento de alejarse en las profundidades. Una sombra negra ciñe su desordenada inmersión. Por breves instantes detiene sus apresurados movimientos y levanta la mirada hacia arriba. Ante su descuidada decisión, la oscuridad asesta un veloz y vehemente golpe sobre la parte posterior de su cabeza. Un indescriptible dolor acompaña el agudo y omnipresente zumbido que resuena en sus oídos. Juntos, abrazarán su maltrecho cuerpo en un forzado descenso hacia su final morada. NÁFAL... El elemento líquido por el que cae hacia un profundo hoyo, lentamente parece ceder su física apariencia, cambiando una semi penumbra por una oscuridad absoluta. Allí, en el tenebroso desplome final, unas petrificadas esculturas de la decena protagonista en su inquietante pesadilla, emiten un espectral brillo púrpura. Con una sonrisa de complicidad delineada en sus bocas parecen darle la bienvenida. Unas corrientes indiferentes y frías, arrastran un desprevenido grupo de empalagosas algas. Con obstinada determinación, las enredarán a los pies del recién llegado. Cual trampa mortal le anclarán al resbaloso suelo, asegurándole una eternidad de inmovilidad, mientras las voces a su alrededor repiten empecinadas: NÁFAL... NÁFAL... NÁFAL...