Los Evangelios: ¿historia o mitología? Pat Zukeran Diferencias entre los cuatro Evangelios Los escépticos han criticado los Evangelios -los cuatro primeros libros del Nuevo Testamento- como legendarios en naturaleza antes que históricos. Señalan las supuestas contradicciones entre Mateo, Marcos, Lucas y Juan. También sostienen que los Evangelios fueron escritos siglos después de la vida de los testigos oculares. La fecha tardía permitió que proliferaran leyendas y exageraciones, dicen. Los Evangelios, ¿son históricos o mitológicos? El primer desafío a tratar es cómo justificar las diferencias entre los cuatro Evangelios. Son, cada uno, diferentes en naturaleza, contenido y en los hechos que incluyen o excluyen. La razón de las variaciones es que cada autor escribió para un público diferente y desde su propia perspectiva única. Mateo escribió para un público judío para demostrarle que Jesús es realmente su Mesías. Por eso Mateo incluye muchas de las enseñanzas de Cristo y hace numerosas referencias a las profecías del Antiguo Testamento. Marcos escribió para un público griego o gentil, para demostrar que Jesús es el Hijo de Dios. Por lo tanto, fundamenta su caso centrándose en los sucesos de la vida de Cristo. Su Evangelio va rápidamente de un suceso a otro, demostrando el señorío de Cristo sobre toda la creación. Lucas escribió para dar un relato histórico preciso de la vida de Jesús. Juan escribió luego de reflexionar durante muchos años sobre su encuentro con Cristo. Con esta perspectiva, cerca del final de su vida, Juan se sentó y escribió el más teológico de todos los Evangelios. Deberíamos esperar algunas diferencias entre los cuatro relatos independientes. Si fueran idénticos, sospecharíamos que los escritores colaboraron entre sí. Gracias a sus diferencias, los cuatro
Evangelios en realidad nos dan un cuadro más completo y rico de Jesús. Permítame darle un ejemplo. Imagine si cuatro personas -su hijo, su padre, un colega y un buen amigo- escribieran una biografía de su vida. Cada uno se centraría en diferentes aspectos de su vida, y escribiría desde una perspectiva única. Uno escribiría sobre usted como padre, otro como un hijo que está creciendo, otro como profesional y otro como un par. Cada uno podría incluir historias diferentes, o vería el mismo suceso desde un ángulo diferente, pero sus diferencias no significarían que estuvieran errados. Cuando unimos los cuatro relatos, tendríamos un cuadro más rico de su vida y personalidad. Eso es lo que ocurre en los Evangelios. Así que reconocemos que las diferencias no significan necesariamente errores. Durante siglos, los escépticos han alegado que hay errores; sin embargo, la mayoría de las acusaciones han sido contestadas. El erudito del Nuevo Testamento, el Dr. Craig Blomberg, escribe: "A pesar de dos siglos de ataques de los escépticos, es justo decir que todas las supuestas inconsistencias entre los Evangelios han recibido al menos resoluciones plausibles".{1} Otro erudito, Murray Harris, enfatiza: "Aun la presencia de discrepancias en detalles circunstanciales no es evidencia de que el hecho central no sea histórico".{2} Los cuatro Evangelios nos dan un relato complementario y no contradictorio. La fecha de los escritos del Nuevo Testamento: evidencia interna Los críticos afirman que los Evangelios fueron escritos siglos después de la vida de los testigos oculares. Esto permitiría que proliferaran los mitos acerca de la vida de Jesús. ¿Fueron los Evangelios escritos por testigos oculares, como afirman, o fueron escritos siglos después? Los hechos históricos parecen crear un caso fuerte a favor de una fecha en el primer siglo. El ministerio de Jesús fue entre los años 27 y 30 d.C. El destacado erudito del Nuevo Testamento, F. F. Bruce, da sólida evidencia de que el Nuevo Testamento se había completado para el año 100 d.C. {3} La mayoría de los escritos del Nuevo Testamento se habían completado entre veinte y cuarenta años antes de esta fecha. Las fechas tradicionales de los Evangelios son las siguientes. Se cree que Marcos fue el primer Evangelio, y fue escrito alrededor de 60 d.C. Mateo y Lucas vinieron después, y fueron escritos entre 60 y 70 d.C. Juan, el último Evangelio, fue escrito entre 90 y 100 d.C. La evidencia interna apoya estas fechas tempranas por varias razones.
Los primeros tres Evangelios profetizaron la caída del templo de Jerusalén, que ocurrió en 70 d.C. Sin embargo, no se menciona su cumplimiento. Es extraño que estos tres Evangelios predigan este importante suceso pero no registren que haya ocurrido. ¿Por qué no mencionan un hito profético tan importante? La explicación más plausible es que aún no había ocurrido cuando fueron escritos Mateo, Marcos y Lucas. En el libro de Hechos, el templo juega un papel central en la nación de Israel. Lucas escribe como si el templo fuera una parte importante de la vida judía. También finaliza Hechos de una forma extraña: Pablo viviendo bajo arresto domiciliario. Es extraño que Lucas no registre la muerte de sus dos personajes principales: Pedro y Pablo. La razón más plausible de esto es que Lucas terminó de escribir Hechos antes del martirio de Pablo, en 64 d.C. Un punto importante a destacar es que el Evangelio de Lucas precede a Hechos, lo que apoya aún más la fecha tradicional para el Evangelio de 60 d.C. Además, la mayoría de los eruditos están de acuerdo en que Marcos precede a Lucas, lo que hace que el Evangelio de Marcos sea aún más antiguo. Finalmente, la mayoría de los eruditos del Nuevo Testamento cree que las epístolas de Pablo fueron escritas entre 48 y 60 d.C. El bosquejo de la vida de Jesús que hace Pablo coincide con el de los Evangelios. Primera de Corintios es uno de los libros menos cuestionados en cuanto a su fecha y autoría paulina. En el capítulo 15, Pablo resume el evangelio y refuerza la premisa de que este es el mismo evangelio predicado por los apóstoles. Aun más convincente es el hecho de que Pablo cita el Evangelio de Lucas en 1 Timoteo 5:18, lo que nos demuestra que este libro fue completado realmente durante la vida de Pablo. Esto llevaría la fecha de finalización del Evangelio de Lucas cerca de la de Marcos y Mateo. La evidencia interna presenta un fuerte caso a favor de una fecha temprana de los Evangelios. La fecha de los Evangelios: evidencia externa ¿Fueron escritos los Evangelios por testigos oculares de los sucesos, o fueron registrados recién varios siglos después? Como ocurre con la evidencia interna, la evidencia externa apoya una fecha en el primer siglo. Afortunadamente, los eruditos del Nuevo Testamento tienen una enorme cantidad de evidencia de manuscritos antiguos. La evidencia documental a favor del Nuevo Testamento supera largamente la de
cualquier otra obra de su tiempo. Tenemos más de 5.000 manuscritos, y muchos están fechados dentro de unos pocos años posteriores a la vida de sus autores. He aquí algunos documentos clave. Un manuscrito importante es el Papiro Chester Beatty. Contiene la mayoría de los escritos del N. T., y está fechado alrededor de 250 d.C. El Papiro Bodmer contiene la mayor parte de Juan, y está fechado alrededor de 200 d.C. Otro es el Papiro Rylands, que se encontró en Egipto y que contiene un fragmento de Juan, con fecha 130 d.C. De este fragmento podemos concluir que Juan fue completado mucho antes de 130 d.C. porque no solo tendría que haberse escrito el Evangelio sino que tuvo que ser copiado a mano y llegar a Egipto desde Grecia. Dado que la enorme mayoría de los eruditos concuerdan en que Juan fue el último Evangelio escrito, podemos confirmar su fecha en el primer siglo, junto con los otros tres, con mayor seguridad. Una pieza de evidencia final proviene de los Rollos del Mar Muerto, Cueva 7. Jose Callahan descubrió un fragmento del Evangelio de Marcos y fechó su escritura en 50 d.C. También descubrió fragmentos de Hechos y otras epístolas, que fechó como escritas apenas después de 50 d.C.{4} Otra línea de evidencia son los escritos de los Padres de la Iglesia. Clemente de Roma envió una carta a la iglesia de Corinto en 95 d.C. en la que citaba los Evangelios y otras porciones del N. T. Ignacio, obispo de Antioquía, escribió una carta antes de su martirio en Roma, en 115 d.C., donde citaba los Evangelios y otras cartas del N. T. Policarpo escribió a los filipenses en 120 d.C. y citó los Evangelios y cartas del N. T. Justino Mártir (150 d.C.) cita Juan 3. Los Padres de la Iglesia de principios del segundo siglo estaban familiarizados con los escritos del apóstol y los citaban como Escrituras inspiradas. El fechado temprano es importante por dos razones. Cuanto más cerca se encuentra un registro histórico de la fecha del suceso, es más probable que sea preciso el registro. El fechado temprano permite que los testigos oculares estuvieran todavía vivos cuando circulaban los Evangelios para dar fe de su precisión. Los apóstoles suelen apelar al testimonio de la multitud hostil, invocando su conocimiento de los hechos también (Hechos 2:22, 26:26). Además, el tiempo es demasiado breve para que se desarrollen las leyendas. Los historiadores concuerdan en que lleva alrededor de dos generaciones -ochenta años- para que los relatos legendarios se establezcan.
A partir de la evidencia, podemos concluir que los Evangelios realmente fueron escritos por los autores a los que se los atribuye. ¿Cuán confiable era la tradición oral? Previamente defendí el fechado temprano de los Evangelios. A pesar de su fechado temprano, hay una brecha temporal de varios años entre la ascensión de Jesús y la escritura de los Evangelios. Hay un período durante el cual los relatos de los Evangelios fueron aprendidos de memoria por los discípulos y transmitidos oralmente. La pregunta que debemos contestar es esta: ¿Fue memorizada y transmitida correctamente la tradición oral? Los escépticos aseveran que la memoria y la tradición oral no pueden preservar con precisión los relatos de persona a persona durante muchos años. La evidencia muestra que, en culturas orales, donde la memoria ha sido entrenada durante generaciones, la memoria oral puede preservar y transmitir con precisión grandes cantidades de información. Deuteronomio 6:4-9 nos revela cuánto se enfatizaba en la cultura judía la instrucción oral y la memorización de la enseñanza divina. Es un hecho bien conocido que los rabíes aprendían de memoria el A.T. y gran parte de la ley oral. Los judíos atribuían un gran valor a la memorización de cualquier escrito que reflejara la Escritura inspirada y la sabiduría de Dios. Yo estudié con un profesor de griego que había memorizado los Evangelios palabra por palabra. En una cultura donde se practicaba esto, las habilidades de memorización eran muy avanzadas comparadas con las nuestras hoy. El erudito del Nuevo Testamento, Darrel Bock, dice que la cultura judía era "una cultura de la memoria".{5} Rainer Reisner presenta seis razones clave por las que la tradición oral preservó con precisión las enseñanzas de Jesús.{6} Primero, Jesús usó la práctica de los profetas del Antiguo Testamento de proclamar la palabra de Dios, lo cual exigía una preservación precisa de la enseñanza inspirada. Segundo, las presentaciones de Jesús de sí mismo como Mesías reforzaría entre sus seguidores la necesidad de preservar sus palabras con precisión. Tercero, el noventa por ciento de las enseñanzas y dichos de Jesús usan métodos mnemónicos similares a los que usa la poesía hebrea. Cuarto, Jesús entrenó a sus discípulos para que enseñaran sus lecciones aun cuando estaba en la tierra. Quinto, a los muchachos judíos se les educaba hasta que tenían doce años, así que los discípulos probablemente sabían leer y escribir. Finalmente, así como los maestros judíos y griegos reunían discípulos, Jesús reunió y entrenó a los suyos para que siguieran luego de su muerte.
Cuando uno estudia las enseñanzas de Jesús, se da cuenta de que sus enseñanzas e ilustraciones son fáciles de memorizar. Las personas de todo el mundo reconocen inmediatamente la historia del Buen Samaritano, el Hijo Pródigo y el Padrenuestro. También sabemos que la iglesia preservó las enseñanzas de Cristo en forma de himnos que también eran fáciles de memorizar. El resumen del evangelio de Pablo en 1 Corintios 15 es un buen ejemplo de esto. Podemos tener confianza en que la tradición oral preservó con precisión la enseñanzas y los sucesos de la vida de Jesús hasta que fueron puestos por escrito sólo unos pocos años después. La transmisión de los textos de los Evangelios Cuando hablo con musulmanes y mormones, a menudo llegamos a un punto en la discusión donde está claro que la Biblia contradice la posición de ellos. Entonces ellos dicen, como muchos escépticos, que la Biblia no ha sido transmitida con precisión y ha sido adulterada por la iglesia. Con relación a los Evangelios, ¿tenemos una copia precisa de los textos originales, o han sido adulteradas? Anteriormente demostramos que los Evangelios fueron escritos en el primer siglo, durante la vida de los testigos oculares. Estos testigos oculares, tanto amistosos como hostiles, escudriñaron los relatos en busca de precisión. Así que los escritos originales eran precisos. Sin embargo, no tenemos los manuscritos originales. Lo que tenemos son copias de copias de copias. ¿Son estas precisas, o han sido alteradas? Como demostramos antes, tenemos 5.000 manuscritos griegos del Nuevo Testamento. Cuando incluimos las citas de los Padres de la Iglesia, los manuscritos de la Vulgata Latina, el texto etíope y otros, el total llega a más de 24.000 textos antiguos. Con tantos textos antiguos, debería ser fácil detectar alteraciones significativas. Sin embargo, quienes acusan al Nuevo Testamento de estar adulterado no han producido dicha evidencia. Esto es significativo, porque debería ser fácil de hacer con tantos manuscritos disponibles. Lo cierto es que la gran cantidad de manuscritos confirman la preservación y transmisión precisa de los escritos del Nuevo Testamento. Si bien podemos estar confiados en un copiado preciso, sí tenemos discrepancias textuales. Hay algunos pasajes con lecturas alternativas de las que no estamos seguros. Sin embargo, las diferencias son menores, y no afectan ninguna doctrina teológica importante. La mayoría tienen que ver con la estructura de la oración, el vocabulario
o la gramática. Estas no afectan, de forma alguna, ninguna doctrina importante. Veamos un ejemplo. En nuestras Biblias, se debate si Marcos 16:9-20 formaba parte de los escritos originales. Si bien yo personalmente no creo que este pasaje formó parte del texto original, su inclusión no afecta ninguna enseñanza importante del cristianismo. Dice que Cristo resucitó, apareció a los discípulos y los comisionó a predicar el evangelio. Esto se enseña en otras partes. Las demás discrepancias son similares en su naturaleza. Los eruditos griegos están de acuerdo en que tenemos una copia muy precisa del original. Westcott y Hort dicen que tenemos una copia 98,33% precisa con relación al original.{7} A. T. Robertson dio una cifra de 99% de precisión respecto del original.{8} Como nos asegura el historiador Sir Fredric Kenyon: "... el último fundamento para alguna duda de que las Escrituras nos han llegado sustancialmente como fueron escritas ha sido removida ahora. Puede considerarse que tanto la autenticidad como la integridad general de los libros del Nuevo Testamento han quedado establecidos finalmente".{9} ¿Desacreditan los milagros los Evangelios? Los escépticos cuestionan la precisión de los Evangelios por los milagros. Sin embargo, esta es una cuestión de cosmovisiones. Quienes sostienen una cosmovisión naturalista no creen que exista un creador omnipotente. Todo lo que existe es la energía y la materia. Por lo tanto, los milagros son imposibles. Su conclusión, por lo tanto, es que los relatos de milagros en los Evangelios son exageraciones o mitos. Quienes sostienen una cosmovisión teísta pueden aceptar los milagros a la luz de nuestra comprensión de Dios y de Cristo. Dios puede intervenir en el tiempo y el espacio, y puede alterar las regularidades naturales de la naturaleza, así como pueden hacerlo los humanos, de formas menores y limitadas. Si Jesús es el Hijo de Dios, podemos esperar que Él realice milagros para confirmar sus afirmaciones de ser divino. Pero esto no termina en las cosmovisiones. También tenemos que mirar detenidamente los hechos históricos. Como demostramos anteriormente, los Evangelios fueron escritos por testigos oculares de los sucesos de la vida de Cristo. Las fechas antiguas demuestran que los testigos oculares estaban vivos cuando circulaban los Evangelios, y podían dar fe de su precisión. Los apóstoles apelan frecuentemente al testimonio de la multitud hostil,
señalando que ellos conocían los hechos también (Hechos 2:22, 26:26). Por lo tanto, si hubo exageraciones o historias contadas acerca de Cristo que no eran ciertas, los testigos oculares podrían haber desacreditado los relatos de los apóstoles. Recuerde que ellos comenzaron a predicar en Israel, en las mismas ciudades y durante la vida de los testigos oculares. Los judíos eran cuidadosos al registrar relatos históricos precisos. Muchos enemigos de la iglesia primitiva buscaban formas de desacreditar la enseñanza de los apóstoles. Si lo que decían los apóstoles no fuera cierto, los enemigos habrían protestado, y los Evangelios no habrían logrado demasiada credibilidad. Hay, también, fuentes no cristianas que dan fe de los milagros de Cristo. Josefo escribe: "Ahora existió en ese tiempo Jesús, un hombre sabio, si corresponde llamarlo hombre, porque era un hacedor de obras maravillosas, un maestro de los hombres que reciben la verdad con placer. Atrajo hacia sí tanto a muchos de los judíos como a muchos de los gentiles". El Talmud judío, escrito en el siglo quinto d.C., atribuye los milagros de Jesús a la brujería. Los oponentes del evangelio no niegan que hicieran milagros, sino solo presentan explicaciones alternativas para ellos. Finalmente, el poder de Cristo sobre la creación se revela supremamente en la resurrección. La resurrección es uno de los sucesos mejor atestiguados en la historia. para un tratamiento completo, vea el artículo Resurrection: Fact or Fiction en el sitio Web de Probe, www.probe.org. Notas 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9.
Craig Blomberg, The Historical Reliability of the Gospels, (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1987), 10. Volver Ibid., 9. Volver F.F. Bruce, 14. Volver Norman Geisler, Baker Encyclopedia of Christian Apologetics, (Grand Rapids, Mich.: Baker Books, 2002), 530. Volver Michael Wilkins and J.P. Moreland, Jesus Under Fire, (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing, 1995), 80. Volver Blomberg, The Historical Reliability of the Gospels, 27-28. Volver Geisler, 474. Volver Ibid. Volver Citado por Norman Geisler, General Introduction to the Bible, (Chicago: Moody Press, 1986), 405. Volver
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Usado con permiso Traducción: Alejandro Field
Acerca del Autor Patrick Zukeran es un conferencista asociado de Probe Ministries. Se graduó de Point Loma Nazarene College en San Diego, California y tiene un Th.M. del Dallas Theological Seminary. Actualmente sirve como pastor del Asian American Baptist Church en Richardson, Texas. Si usted tiene algún comentario o pregunta sobre este artículo, envíelo por favor a
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