Los espacios de encuentro en la psicología comunitaria - Revistas UTP

tener en cuenta las dimensiones ontológicas, epistemológicas, metodológicas, éticas y políticas de nuestro hacer como psicólogas/os comunitarias.
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Subjetividad política

Los espacios de encuentro en la psicología comunitaria y sus implicaciones en la subjetividad

• Omar A. Barrault

Resumen

Consideramos que la psicología comunitaria además de trabajar desde los procesos comunitarios que devienen y se construyen en las comunidades, asienta su trabajo en la construcción de espacios de encuentro. Es una manera de decir que se construyen espacios de posibilidad del establecimiento de múltiples vínculos. Posibilidad de encuentro, modos de mutualidad, tramitación de conflictos, aprendizaje, complejización e historización de la relación, transformación y apuntalamiento múltiple de la subjetividad.

Palabras clave Subjetividad, psicología comunitaria, espacios de encuentro.

Abstract The present work shares reflections on the works and interventions in Community Psychology seen from the perspective of the relationship with the other. I tackles the spaces of encounter and its implications in subjectivity. Fecha de recepción: Septiembre 26 de 2007. Fecha de aprobación: Noviembre 28 de 2007. • Profesor e investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.

Revista de Ciencias Humanas • UTP • No. 37 • Diciembre 2007

El presente trabajo comparte reflexiones sobre trabajos e intervenciones en la psicología comunitaria mirados desde la perspectiva de la relación con el otr@. Aborda sobre los espacios de encuentro y sus implicancias en la subjetividad. Se articulan algunas conceptualizaciones provenientes de la psicología comunitaria, psicoanálisis, antropología y filosofía, en relación al establecimiento de vínculos en los espacios comunitarios pensados desde la transformación y sostén de la subjetividad. Trabajando conceptos como espacios de encuentro, intervención, vínculo, lugar, subjetividad, encuentro con el otr@.

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Some conceptualizations are articulated, which com from Community Psychology, Psychoanalysis, Anthropology, and Philosophy, considering their links with community spaces from the transformation and sustainability with subjectivity. Concepts like encounter space, intervention, link, place, subjectivity are discussed. We consider that community psychology, in addition to work with community processes built in communities, it also work in the construction of encounter spaces. These are spaces to establish multiple links. Possibilities for encounter, modes of mutuality, conflict management, learning, historicity and complexity of relationships, multiple transformations of reality.

Key words Subjectivity, Community Psychology, Encounter space.

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Los espacios de encuentro en la Psicología Comunitaria El presente trabajo pretende pensar como se pueden leer, pensar e intervenir en los vínculos que se establecen en el ámbito de la vida cotidiana, y en especial, en las comunidades con las cuales trabajamos tomando algunos aportes provenientes de la psicología comunitaria, antropología, filosofía y psicoanálisis. A tal fin es importante especificar como entendemos al sujeto, su subjetividad y relación con el mundo en que vive, transita, transforma. Como lo trabaja Maritza Montero (2004), consideramos importante desde la perspectiva del paradigma de la “construcción y transformación crítica” tener en cuenta las dimensiones ontológicas, epistemológicas, metodológicas, éticas y políticas de nuestro hacer como psicólogas/os comunitarias. La inquietud sobre este tema fue tomando forma en múltiples espacios: con la gente en los barrios transitando, compartiendo mates, alegrías y tristezas, partes de su cotidianeidad; con profesoras que guiaban nuestro andar, con compañeras de trabajo con quien discutíamos y nos debatíamos sobre como hacer, actuar, decir con la gente; es decir, siempre con otras. Apareció en el nudo de estas cuestiones como articular un posicionamiento crítico desde la psicología comunitaria que considera procesos de trasformación y emancipación, con las situaciones cotidianas complejas y multiformes. ¿Cómo se deban estas transformaciones en lo cotidiano? ¿Que de los sujetos, las comunidades, que de las situaciones, y de los condicionamientos estaba en juego? Es decir, lo que nos llamaba la atención era: la relación con el otro en un determinado espacio. En dos aspectos centrales de nuestro trabajo con la gente en las comunidades: como entendíamos al otro/a desde un posicionamiento crítico (ético y político) y un modo de relación en procesos de transformación de la subjetividad.

Fuimos llegando así, a la consideración de que: la Psicología Comunitaria además de trabajar desde los procesos comunitarios que devienen y se construyen en las comunidades, asienta su trabajo en la construcción de espacios de encuentro. Es una manera de decir que se construyen espacios de posibilidad del establecimiento de múltiples vínculos. Espacios de existencia, de posibilidad de encuentro, de modos de mutualidad, tramitación de conflictos, aprendizaje, complejización e historización de la relación, de transformación y sostenimiento múltiple de la subjetividad. Este modo hace hincapié en el establecimiento de vínculos y su relación con la subjetividad, desde una perspectiva transformadora-emancipadora. Como dice Rodigou (2000) se puede configurar como un espacio de interlocución, que implica “la existencia lo mas plena posible de cada uno de los términos de la relación. Desde donde nosotros como psicólogos/as comunitarios/as implica dejar aparecer el otro en toda su dimensión” (p. 6) Implica así el reconocimiento de los sujetos como existentes en su alteridad y diferencia. Instalan experiencias en este reconocimiento, en este hacer con otros, son así existenciarios o experienciarios, como lo plantea Ana Fernández (2006).

La psicología social al calificarse de comunitaria hoy, explicita el objetivo de colaborar con la creación de esos espacios relacionales, que vinculan a los individuos a territorios físicos o simbólicos y a temporalidades compartidas en un mundo asolado por la ética de ‘sacar ventaja en todo‘ y de ´es dando que se recibe´. Suspender no significa anular, olvidar –en sentido absoluto–, más bien implica un “volver” a resignificar/tramitar las exigencias psíquicas, sociales y biológicas. No es olvidar –si es que existiera esa posibilidad– las condiciones concretas de existencia sino ponerlas es suspenso. Implica también el favorecimiento, facilitación –se podría decir desde el punto de vista de la Psicología Comunitaria– de un movimiento histórico, de memoria, de resignificación y construcción permanente sobre las situaciones. En parte se puede pensar como el “pensamiento crítico” sobre una situación. Es entonces que se organiza, configura de una determinada manera, no de cualquiera. La lógica de este conjunto se la puede pensar, analizar, por organizadores grupales y colectivos, en el sentido de esquemas predisponentes y estados de complejización crecientes. Estos organizadores son tanto en

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Una cualidad de esos espacios es la “potencia de suspender“: se relativiza la exigencia de tramitación en los modos hegemónicos, de los “bordes” que demarcan lo social y lo biológico, al modo de un espacio transicional (Winicott). Es posibilidad de lo imposible, creación de espacio y tiempo. Es la posibilidad siempre presente del saludo entre próximos ante el incesante “el tiempo es oro” del capitalismo. Como dice Sawaia (1996)

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relación a la representación que se tiene del espacio (organizadores socioculturales e intrapsíquicos, en el caso de los grupos por ejemplo –Kaës–), como a la conformación de los vínculos. Esto quiere decir que no es lo mismo cualquier intervención en estos espacios, no se configuran “de por si” en un sentido trascendente. O dicho de otra manera: se puede intervenir para favorecer espacios de encuentros entendidos como aquí se plantea. Esto plantea la necesidad de pensar lo situacional de estos vínculos, de estos espacios de encuentros, de los procesos comunitarios: “la comunidad efectiva entonces no es una entidad dada definibles en términos de ‘ser’ con tales y cuales propiedades a priori. La comunidad efectiva es un hacer –y sobretodo un hacerse– (...) la comunidad efectiva nunca es ´la’ comunidad sino siempre ésta comunidad”. (Corea-Aldea-Lewcowicz, 1998)

Algunas consideraciones sobre subjetividades de estos tiempos Supongamos que las condiciones objetivas hacen de cada mundo de la vida del sujeto un conjunto diferenciable, distinguible y condicionante de su hacer diario.

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Supongamos que un sentido actualizado a cada momento es el de ser uno. La diferencia es una distinción de lo mismo. No el reconocimiento de la diversidad, de lo nuevo, de lo alterador y conflictivo de un hacer y sentir nuevo. Supongamos que la vida cotidiana lleva la marca importante de “lo mismo”, del tranquilizador “todo somos uno”. Sabemos que lo Uno como totalidad hace quiebre en algún resquicio, algo se le escapa. Algo queda fuera. Y sabemos también que, el que ésta distinción sea evidente varia según la construcción de esa totalidad y de la materialidad de lo nuevo. Cuando la construcción de esa totalidad reduce a su mínima expresión lo nuevo, reasegura su ser uno a cada instante con prácticas y sentidos: ¿Cómo pensar un resquicio donde la potencia de la transformación haga marca? Aquí hay que pensar dos cuestiones: una manera de entender la subjetividad -y sobre los sujetos- y sobre la materialidad de sus condicionescondicionantes. La subjetividad la entendemos como una configuración , un topos, que hace a los sujetos en un lugar. En donde están imbrincados practicas, pensamientos y sentimientos. La subjetividad hace a los sujetos como es expresión de los mismos. En ese sentido es que la subjetividad no es el sujeto, es la experiencia que hace al sujeto (Pezzola, 2004). Es configuración, construcción (Fuentes Ávila,1994) desde un lugar histórico-social. En este sentido es que Galende

Respecto de lo que nos interesa aquí, pensamos la subjetividad en su imbricación en ordenes distintos: el conjunto de lo social y lo biológico pensado en espacios intrasubjetivos, intersubjetivos y transubjetivos, y por otro lado leídos en dos ejes: el de la identidad y de la pertenencia. Así es posible pensar modos de subjetivación/desubjetivación, modos constantes de sostenimiento de la subjetividad. Consideramos que hay dispositivos que sostienen un modo de subjetividad para una situación dada. Miramos así la subjetividad en su relación con el sentir, pensar y hacer de los sujetos en relación consigo mismo y con los otros. Modos de pensar en autonomía y dependencia, modos de sentir individual y colectivamente, y prácticas impuestas y autoimpuestas. Tenemos, como sujetos, la posibilidad de autonomía de autoimponernos ciertas prácticas que si bien no podemos predecir que es lo que sucederá, si podemos estimar posibles trayectorias esperables en determinado contextos socio-históricos, o mejor aún, en un sentido de apuesta con la indecibilidad de lo advenir. Podemos autoexigirnos encontrarnos con tal o cual vecino o amigo, participar de un reclamo barrial y/o social, transitar en una marcha

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plantea: “no existe una subjetividad que pueda aislarse de la cultura y la vida social, ni tampoco existe una cultura que pueda aislarse de la subjetividad que la sostiene” (citado por Guinsberg, 2004:4). Además de constituida tiene un carácter constituyente (González Rey, 1997). En este sentido participa del estado de la situación. Así han aparecido confrontaciones de cómo se puede establecer esta configuración: ¿Qué tener en cuenta? ¿Su ser social? ¿Su ser individual? ¿Sus condicionamientos subjetivos y objetivos? ¿Son excluyentes? En el fondo está la discusión filosófica sobre el ser (ontológica) y su modo de conocer (epistemológica). La vieja distinción materialista / idealista de la relación entre las “cosas” y las personas. Sostenemos que el sujeto es sujeto de las relaciones pero también es inventor de la ruptura de “sujeciones”. Y nos interesa tanto el establecimiento, el estado de una relación, de una situación, como –y especialmente- el cambio, la transformación de este estado. La mirada esta puesta en la transformación. Creemos como dice Pezzola que “en la transformación de la subjetividad esta en juego la existencia” (2004: 52). El presupuesto es que el sujeto siempre esta lidiando con la exigencia que la realidad le impone, o específicamente que lo real le impone. Podemos pensarnos como somos sujetos de exigencias psíquicas (Freud-Kaës) y sociales. Una u otra trayectoria no es igual según niveles y dimensiones consideradas. No es igual como tramitan las exigencias, como operan mecanismos igualadores–transformadores de la subjetividad, como son las practicas implementadas para resolver estas exigencias. Existe una cierta autonomía de la subjetividad pero a la vez debemos considerar su constitución en cierto estado de la situación social: no son los mismos procedimientos de subjetivación en una subjetividad estatal que en el modo actual del mercado neoliberal (Pezzola, 2004) donde se requiere otros procedimientos de pensamiento en condiciones diferentes –fluidez– (Bauman 2000, Leukowicz, 2004).

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o corte de calle, cruzar todo el barrio o la ciudad para un festejo de alguien querido, detenernos a saldar y conversar con la vecina próxima, como practicas descolocadas de la lógica imperante (por ej. la lógica del “tiempo es oro”, si no reditúa en lo económico no lo vale). Aquí nos encontramos con dos cuestiones: la posibilidad de autoimponernos practicas (que es una manera de hablar de la decisión de los sujetos) y la descolocación de lógicas hegemónicas. Esta última es la posibilidad de “salir” temporariamente de los modos habituales de tramitación de las exigencias de las lógicas imperantes. No planteamos la alienación total de los socio-histórico, sino la posibilidad de jugar en el borde de esta exigencia, en corrimientos singulares, momentáneos, como un irse y volver, momentos de suspensión –no anulación- del carácter impositivo de estas lógicas.

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Es decir que no estamos pensando en una reproducción social predestinada e inmodificable: en el nudo de la cuestión esta la afirmación de que “la reproducción de lo idéntico no ha existido jamás” (Enríquez, 2005: 39) En este punto consideramos que estamos habituados, habitados, por las practicas y discursos de mirar siempre lo mismo. Algunos autores como Dussel (1987) y Badiou (1999) plantean que la mirada sobre el ser ha sido desde la totalidad o desde lo uno, desde el conjunto. Es la historia de lo que es igual y como incluir todo en los mismo. La mirada esta lejos de pensar lo distinto, lo múltiple. En el centro de esto está cómo entender, cómo definir, cómo fijar un sentido sobre lo que es un sujeto/a, los sujetetos/as, la subjetividad. Sostenemos la necesidad de afirmar la importancia de pensar lo múltiple, lo diverso, lo diferente, el acontecimiento, como también pensar en estos contextos al conjunto, al estado de la situación. Esto enriquece la mirada, la lectura de la realidad compleja de las comunidades con que trabajamos y que excluye mirar a las comunidades como unidades homogéneas (Sawaia, 1996) El horizonte de transformación emancipatoria colectivo no es para nada claro, pero los cambios en la subjetividad de las personas en las comunidades y de nosotros que aportamos lo que podemos, es algo que vemos en nuestro trabajo diario. Siempre parece poco desde una expectativa de transformación social mas global, pero -y en esto la sorpresa es siempre bienvenida- la incertidumbre, si bien es inquietante, reviste también de alternativa. La capacidad de estar siempre alerta a lo nuevo, lo no esperado, la potencia de los vínculos y por ende las pertenencias, la multiplicación no prevista, es difícil de vivirla (sentirla, pensarla, hacerla). Los tiempos actuales son los de la unicidad, el control, la previsión, tiempos y espacios de este capitalismo aun gozante de tan buena salud. ¿Qué de la violencia estructural de este capitalismo impone, mas de lo necesario como marca original, en la constitución de los vínculos? ¿Cómo se subjetiviza al borde de la no existencia, del no reconocimiento del otro? . Las comunidades, si bien no revisten tan marcadamente características de “no lugares” (Auge 1998), no están exentas de reproducir las practicas dominantes de promover la “desexistencia”. También los deseos , las ‘necesidades’, son tan justas y acomodadas, previstas y controladas como se pueda, y si no es así son invisibilizadas y mas aun tra-

tadas como inexistentes. Los mecanismos de reproducción de estas prácticas sociales, son alimentados a diario a través de los medios de comunicación masivos, las instituciones (el estado en gran parte) y las propias prácticas que se asientan en el motor emocional de las personas. Nosotros, como técnicos, profesionales, intelectuales (o como se quiera llamar), estamos atravesados de igual forma por estas cuestiones y de similar manera nos cuesta encontrarnos y construir juntos fuera/descolocados de la lógica de la toma del poder (o de la toma del ‘saber’ verdadero), de la estabilidad de la “subjetividad estatal”. Entonces, ¿como pensar lo político en este contexto? ¿cómo construir, favorecer modos autónomos , alternativos, sostenidos desde nuestras subjetividades hoy? ¿Qué nuevas maneras de construir las relaciones, los proyectos colectivos, hay que pensar-hacer-sentir? La pregunta nos vuelve: mas allá de la urgencia ¿Qué es lo importante? y ¿Cómo, y con quienes se construye su respuesta?

Los vínculos en la psicología comunitaria

Por un lado en la Psicología Comunitaria el sentimiento de pertenencia es un concepto ya planteado, desde la mirada del Apoyo Social (Musitu, Gil Lacruz 2000, Gracia Fuster, 1997) o de la relacionada Sentido de comunidad Comunidad (Sánchez Vidal, 1991; Montero, 2004; Montenegro, 2004). Esta relacionada con el sentimiento de participar de un conjunto mayor (Sarason 1974 citado por Pons, Grande; Gil-Lacruz, Jiménez, 1996). En trabajos científicos se ha mostrado la importancia de la integración comunitaria –en este sentido de pertenecer a una comunidad–, aún mas que la participación, en aspectos tales como la salud mental (Musitu, Herrero, Gracia, 1996). En relación al apoyo social Lin (1986) –citado por estos autores– distingue: el sentimiento de pertenencia –en relación a la comunidad–, el sentimiento de vinculación –referido a las redes sociales y el sentimiento de compromiso– en relación a las relaciones íntimas y de confianza. Aquí hablamos de vínculo como construcción de una relación. Podríamos también decir el establecimiento de un vínculo. Donde tanto “establecimiento” como “vínculo” denotan la pertenencia a un espacio común construido, significado y a fin de cuenta inventado. En este sentido se habla solamente del sentimiento de pertenencia a un vínculo, ya sea del que se participa en una comunidad, red social o relación de confianza. Aquí consideramos que es importante pensar los sentimientos como dimensión importante a tener en cuenta. Tanto en su consideración de expresión,

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A los fines de como se estructura, como seda, este espacio vincular, destacamos algunas características de los vínculos : la presencia, su significatividad, lo ajeno , el sentimiento de pertenencia, el apuntalamiento, en el marco de la subjetividad.

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de mediación emocional, como motor del relacionamiento y existencia de los sujetos y sus vínculos. Esta presente en las tramitaciones subjetivas que deben hacer las personas en su diario existir en las comunidades, en su diario transitar. No responde –totalmente– a la lógica de la representación (simbólica), tiene la posibilidad de un enclave de descolocamiento de una situación dada (lo no esperado de una respuesta por ejemplo). Establecer un vínculo es crear, construir un lugar al cual pertenecer. Se constituyen dos movimientos al decir de Puget: se pasa de un estado de facto del vínculo, se esta con el otro y se tiene un lugar, es decir una inscripción en el orden territorial , y se pasa a fijar un territorio con otro. Hace falta una investidura referencial sobre este territorio que implica el reconocimiento de la ajenidad del otro, aunque eso ajeno del otro no se inscribirá nunca en mi (aunque siempre intente re-conocerlo). Entonces “la pertenencia deviene territorial y referencial, y en este proceso el sentimiento de pertenencia se consolida instaurando así un defensa contra la angustia de la no-razón de ser, fijando lugares, límites entre un afuera y un adentro.”(Puget, 2000: 463) Se pude considerar el vínculo como un lugar construido, en un sentido, como un conector, un espacio intermediario, transicional, que al decir de Kaës sería

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una mediación entre dos elementos discontinuos, mediación de la separación, acercamiento en lo mantenido-separado. El intermediario es una instancia de articulación de diferencias, un lugar de continuidad de transformación, de simbolización. El intermediario es, por fin, una instancia de oposición, de conflicto y de diferenciación entre elementos complementarios y antagónicos. (Käes, citado por Bernard, 1997: 114) Intentar comprender que es un vinculo es un movimiento, un “ir hacia” una consideración epistemológica que tuvo que ser repensada, re-inventada en sus consideraciones mas teóricas (en el caso del psicoanálisis la metapsicología: desde sus aspectos económicos, tópicos y dinámicos). En particular nos referimos aquí a como tuvo que incluirse una metafísica, al decir de Dussel, que superara una ontología de lo mismo. Es decir la emergencia del Otro como exterioridad, un mas allá de la comprensión de un sujeto en el psicoanálisis en los limites de una teoría que afirmaba incluir lo exterior por la vía de lo originario mítico. Es así que cuando hablamos del encuentro con el otro nos referimos a otra persona, diferente, distinta, y a la vez similar en algún sentido, pero que para poder acercarnos y hacer acciones en conjunto, comprender qué es lo que le pasa y qué nos pasa a nosotros con otros, necesitamos reflexionar sobre lo que pensamos, hacemos y sentimos en ese hacer con otros. (Barrault, 2006) Esto no posiciona en una ética del respeto por el otro en su diferencia, en su alteridad, en su “absolutamente otro”. (Levinas)

El vínculo impone una exigencia vincular, un trabajo psíquico que deben realizar sus integrantes del orden de lo intersubjetivo. El como se tramite esta exigencia se apuntala en lo pulsional-intrapsiquico, lo intersubjetivo-grupal y lo social-cultural. Es un interjuego de confrontación de ordenes diferentes entre lo ajeno y distinto (alter) que se le presenta al sujeto, y lo que denominamos especie de apertura hacia lo distinto. Algo del sujeto es un movimiento de apertura hacia lo distinto, mas allá de la Totalidad que es el sujeto para si mismo. Un mas allá de la reproducción de un realidad vincular que siempre se busca pero nunca se encuentra tal cual (el orden de lo diferente). Se puede pensar como una exigencia psíquica que permite un espacio, un entre, lugar posibilitador, a la vez de reproducción y de creación. El como se resuelva (tramite) esta exigencia dará cuenta de estas posibilidades.

Podríamos pensar entonces, el apoyo social puede ser entendido también en su función de sostén subjetivo. El pensar el apuntalamiento como múltiple puede darnos algunos elementos para considerar cómo los sujetos –individual y colectivamente– pueden estar en una gama de posiciones al límite de la “sobrevivencia” o sostener posiciones de ruptura y enunciación, en condiciones agobiantes, criticas, de hegemonías. Nos permite pensar estrategias de intervención contemplando los avatares de la subjetividad contemporánea y local de los sujetos/as con quienes nos encontramos en las comunidades.

Encontrarse – Desencontrarse Encontrarse se configura así en una experiencia de tramitación de la alteridad, de la ajenidad, de lo insondable del otro/a, que puede devenir en la construcción de un vínculo -de confianza-. Una experiencia a modo de apuesta: no podemos saber con certeza como nos irá. Lo conocido de relaciones anteriores no nos alcanza, no sólo es mirar lo “mismo” de otras relaciones, sino la apertura a lo distinto. No existe relación cuando las partes son las mismas, ni siquiera fusión, son lo mismo. Es decir “una relación real entre términos diferentes debe mostrar esa diferencia”. (Badiou 2000:108) Es en las comunidades donde se dan estos encuentros y también desencuentros –como espacio no conformado aunque deseado–. Esta en el seno de lo

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A la vez el otro puede ser pensado en relaciona a lo colectivo, no es el otro individual aunque la singularidad de su presencia sea insoslayable. Pensar lo múltiple, la multiplicidad de relaciones, abre las posibilidades de lo nuevo y de múltiples maneras de subjetivación. Como dice Virno (2003: 81) la experiencia colectiva –diría él la multitud– es el terreno de una individuación nueva, mas radical. También en los vínculos se da un proceso de sostenimiento subjetivo que en parte se puede pensar como partícipe de apoyos sociales o como apuntalamiento múltiple (Kaës) del sujeto. En un punto estos conceptos se relacionan, en tanto refieren a la posibilidad de “sostén”, necesariedad de dos partes existentes para la existencia del apoyo .

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que los Psicólogos y Psicólogas comunitarios entienden como comunidad: es la relación, el punto de encuentro (Montero 2004). Se plantea la posibilidad de encontrarse, dejar confluir sentimientos y afectos, darse existencia: ...la estética de la existencia debe ser regulada por el principio de la comunidad, que define una ética a través de buenos encuentros, que se alimenta de la diversidad, sen temer al extraño, pues es ligarse al otro sin el despotismo de lo mismo, presentándose como cualidad de relación, caracterizada por la mutualidad en vede poder desigual, como arte de dar y recibir placer. (Sawaia, 1999) En este sentido coincidimos con Rodigou (2000) que el encuentro con el otro deviene noción básica en el trabajo comunitario, es la base indispensable para construir la acción, para construir proyecto, utopía. Implica, asimismo, una consideración ética de respeto hacia el otro. Además, es nuestra tesis que en las lógicas sociales –hegemónicas–, que atraviesan y forma parte de la vida cotidiana y las comunidades en donde trabajamos diariamente, prima mas la búsqueda de una identidad común –por exclusión/expulsión a otros– que el reconocimiento de la importancia y búsqueda de la pertenencia.

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Planteamos así la importancia de repensar, resignificar nuestras pertenencias sociales, nuestros encuentros con el/los otros/as y su implicancia en los modos de subjetivación actuales en las comunidades de la cuales participamos y en especial en los espacios de encuentro.

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Jesús Calle, De la serie Contextos, Óleo sobre lienzo