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Tendencias La arquitecta Graciela Arosemena propugna integrar la producción de alimentos en la ciudad como un equipamiento más, con beneficios múltiples sobre todos los sistemas urbanos
La ciudad y los alimentos
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Miércoles, 4 septiembre 2013
De hecho la Organización Mundial de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO), formuló en 1999 una definición de “Agricultura urbana” como aquellas prácticas agropecuarias desarrolladas en el interior de las ciudades, para satisfacer las necesidades de la población urbana, con la horticultura como una de las actividades fundamentales. Las grandes distancias entre producción de alimentos y ciudad siguen predominando y son fuente de múltiples problemáticas. La agricultura urbana, contemplada como un equipamiento más, presta un servicio de abastecimiento a la ciudad, pero también funciona como estructuradora del tejido urbano e implica una gran mejora ambiental. La propuesta de Arosemena surge en un contexto de población mundial actual donde, desde hace un lustro, ya vive más gente en ciu-
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cho por reconducir el equilibrio del ecosistema de las metrópolis. Arosemena plantea la producción de alimentos en la ciudad como un parámetro más de planificación urbana y de ciudad sostenible. Con una significativa capacidad de incidir positivamente en otros sistemas urbanos: trasporte, gestión de residuos, comercio, salud, sistema verde, definiendo un modelo que cierre ciclos localmente. Es decir, una agricultura que se inicia con la gestión de la fracción orgánica de los residuos sólidos que generan los ciudadanos y llega hasta la producción in situ de alimentos frescos que consumirán los mismos. Esta arquitecta panameña estuvo en Barcelona haciendo un Master de Medio Ambiente en la Universitat Politécnica de Catalunya (UPC). Y el actual libro tiene su punto de partida en la tesis doctoral presentada en la Escola Técnica
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MARTA RODRÍGUEZ BOSCH
La ciudad industrial expulsó a la agricultura del tejido urbano. Con la globalización, el alimento que consumen las ciudades actuales proviene de campos de cultivo dispersos por todo el planeta. La desconexión con el ecosistema se ha llevado a la máxima expresión. Y el espacio verde urbano persiste como espacio improductivo y ornamental. Son reflexiones de la arquitecta Graciela Arosemena, autora del libro Agricultura urbana, editado por Gustavo Gili. Pero no siempre fue así. Porque ya en el inicio de los tiempos el espacio verde y los cultivos estaban estrechamente relacionados, y el Jardín del Edén alimentó al hombre. Los jardines más antiguos de los que se tiene noticia se sitúan en Mesopotamia y Egipto, civilizaciones que alumbraron las primeras técnicas agrícolas y de riego. Durante el Imperio Romano, allí se plantaban árboles frutales destinados a la alimentación. De la edad media procede el concepto de hortus conclusus, jardín vinculado a los monasterios y claustros, o recintos amurallados en ciudades, donde se cultivaban principalmente plantas y árboles, con fines comestibles y medicinales. Esa larga relación entre agricultura y jardinería se mantuvo en el Renacimiento, aunque abriéndose al paisaje. Es con la revolución industrial, a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando se desvinculan totalmente espacio verde y agricultura. Esta se desplaza a la periferia de las ciudades y después mucho más lejos. Los reductos de vegetación, los parques, devendrán espacios ornamentales, de esparcimiento y pulmón verde en la ciudad. Es sintomática la definición actual de ciudad que da la Real Academia Española: Conjunto de edificios y calles, regidos por un ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no agrícolas. Y en segunda acepción: Lo urbano, en oposición a lo rural. Para Graciela Arosemena, sin embargo, esta definición está totalmente caduca y debe reformularse. La realidad actual es que bastantes ciudades ven la necesidad de introducir la agricultura en su seno. Sea por factores económicos, de seguridad o soberanía alimentaria en países en vías de desarrollo, sociales, medioambientales o de calidad de producto en muchos otros. La agricultura puede hacer mu-
La desvinculación entre el espacio verde y la agricultura se produce en el Renacimiento Superior d'Arquitectura de Barcelona (Etsab), con el título “Ruralizar la ciudad. Metodología de la introducción de la agricultura como vector de sostenibilidad en la planificación urbana”. Si la primera parte del libro se refiere a cuestiones históricas, culturales o teóricas, la segunda constituye una guía para determinar cómo y dónde implantarla, o las condiciones agroalimentarias concretas requeridas. Y quiere ser un instrumento útil para todos aquellos planificadores urbanos que, por factores culturales o de presión inmobiliaria, todavía no contemplan el sistema alimentario como un aspecto urbano. Reconocimiento de la ONU
San Francisco, La Habana, Viena o Toronto son, por citar algunos ejemplos, ciudades que incorporan la agricultura. Viena cuenta con un Plan de Desarrollo de Estructuras Agrícolas con un extenso cinturón verde bien definido. En La Habana, coordinado por el Grupo Nacional de Agricultura Urbana, se institucionalizó para superar el bloqueo económico. El Consejo de Política Alimentaria de Toronto se creó a principios de los años 90 del siglo XX para promover la seguridad alimentaria.
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dades que en el medio rural. El creador de l’Eixample barcelonés Ildefons Cerdà –señala Arosemena–, ya concibió un urbanismo basado en la necesidad de “ruralizar la ciudad y urbanizar el campo”. Intentó definir la relación entre la ciudad y el campo mediante el origen etimológico. “Urbanizar significa arar, cultivar, y cultivar es el origen y la causa más fecunda de la civilización” afirmaba el maestro urbanista en el siglo XIX. Cerdà definía la urbe ligada a su territorio más próximo del que obtener recursos y también al que expeler residuos. “Un concepto de ciudad territorio muy avanzado en su época, que podría ser considerado como una versión inicial de lo que hoy se conoce como la huella ecológica de la ciudad. Aunque Cerdà no le otorgaba el carácter ambiental actual, sino más bien desde una óptica funcional”, concluye Arosemena. |
01 Jardines comunitarios para horticultura en York, Reino Unido 02 Hort de L'Avi, Barcelona. Primer huerto urbano municipal y ‘oficial’ de Barcelona, dentro del Parc Güell 03 Parque agrario de Gallecs, área metropolitana de Barcelona 04 Zona hortícola de Maple, una de los más importantes de Vancouver, Canadá, desarrollada junto a la antigua vía de un tren FOTOGRAFÍAS CEDIDAS POR LA EDITORIAL GUSTAVO GILI