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espectáculos
| Martes 23 de septieMbre de 2014
Leo García conecta generaciones
entrevista. Descubre bandas nuevas y prepara un disco junto a Litto Nebbia; el músico –que editó
también Algo real– sigue persiguiendo el estrellato, pero ahora puede “desearles los hits a otros”
Leo recuerda a su entrañable amigo y padrino artístico
Viene de tapa
“Duermo muy tarde. Me suicido en un 65%. La vida me sale muy barata, no es para mí sino un 30%. Mi vida tiene 30% de vida. Le faltan brazos, unos bramantes y algunos botones. Un 5% lo consagro a un estado de estupor semilúcido acompañado de crepitaciones anémicas. Ese 5% se llama DADÁ. O sea que la vida es barata. La muerte es un poco más cara. Pero la vida es encantadora y también la muerte es encantadora”. Así comienza el capítulo final de Siete manifiestos Dadá, el libro que Tristan Tzara publicó en 1924, que su “gran amiga” Sofía Gala le regaló hace unos años y que hoy Leo cita como influencia de su último álbum, Algo real. “Me cambió la cabeza”, confiesa. “Yo sabía que tenía que hacer un disco nuevo, pero no tenía ni una canción compuesta. No quería estar preocupado por tratar de hacer un hit, no quería jugar a la ruleta otra vez con eso. Había estado años pensando a ver si me salía un hit y ahora quería hacer un disco que me saliera natural, algo real.” –¿Estuviste obsesionado con componer un hit? –Sí, claro, y sigo estándolo. Porque la música pop te lo pide. Por suerte ahora estoy más tranquilo, porque como me estoy dedicando también a la producción, ahora les deseo los hits a los otros, me libero. En 2012, Leo fue convocado para ser el “curador” del primer compilado de bandas nuevas del sello Geiser, y desde entonces su relación con la escena emergente del pop local lo redescubrió como una suerte de “cazatalentos”. “Me di cuenta de que tenía esa cualidad de ver artistas y enseguida saber que en el futuro pueden ser algo muy grande. Ahora estoy trabajando con una banda que se llama Muy Lejos, que cuando escuché la primera canción me hice fan. Enseguida chusmeé en Facebook toda la vida de los pibes y me encantaron. Es un grupo de chicos que van juntos al colegio, todos tienen 18 años, menos el baterista... ¡que es el chofer del micro que los llevaba y los traía de la escuela! Es una historia genial. Para mí, ellos ya son estrellas. Me entusiasmé tanto que hice mi primer video con ellos y me convertí medio en el manager. Porque mi propuesta más allá de lo técnico, es darle entusiasmo al proyecto. Me gusta pensar en el target de cada artista, en el marketing, tener ideas, crear. Armé el Twitter del fan’s club y me mato de risa viendo cómo las chicas se matan por ellos. Nunca me dediqué tanto a un grupo.” Leo grabó Algo real rodeado de sangre joven (Guillermo Beresñak; Alejandro Schuster, del grupo Viva Elástico; Violeta Castillo, y Gabriel Pedernera, baterista de Eruca Sativa, participaron del álbum), y hay algo en su vitalidad actual y en la de sus nuevas canciones que lo revela como una suerte de vampiro pop. Eso sí: el conde García no vive sólo del divino tesoro de la juventud. Mientras espera el estreno del
“Todavía estoy de luto por Gustavo”
Leo en el living de su departamento de Belgrano: “Tengo la neurona cholula del rock nacional” videoclip de un nuevo corte del álbum, “Rompepaga”, con las cotizadas actuaciones de Mike Amigorena y Mónica Antonópulos, Leo trabaja junto a Litto Nebbia en un álbum con canciones compuestas exclusivamente para él por el pionero del rock en español. “Antes que nada yo tengo la neurona cholula del rock nacional, soy totalmente fan de los héroes del rock argentino”, dice Leo para explicar su acercamiento a varias de las leyendas del rock de acá. “Los artistas que hicieron la historia del rock nacional tienen una humildad que te tranquiliza, porque vivimos en un mundo en donde las discusiones políticas o el hecho de ganar a la pelota quizá se lleven toda la prensa: hay que ganar, ser millonario, tenés que pegarla, tenés que lograrlo, todo el tiempo nos meten ese chip en la cabeza y cuando nos encontramos entre los músicos me doy cuenta de que no estamos tan locos.”
Parte de la religión A quince años de la edición de su álbum debut como solista, Leo
García ya ha escrito su propio capítulo en la historia del rock y el pop local, con un hiperhit como fue su “Morrissey”, incluido en un álbum producido por su entrañable amigo Gustavo Cerati, y la participación estable en la gira regreso de Soda Stereo como hitos de su carrera. “Viví muchos años sin darme cuenta de todas las cosas que había logrado –dice este músico sensible, siempre al borde emocional–. Pero ahora estoy más relajado con eso. Tengo estados de ánimo, pero hoy los sé controlar. Hacer ejercicio me hizo muy bien a la cabeza, voy tres veces por semana al gimnasio y hace cinco meses que vengo perfecto. Ahora vivir para mí también es ir al gym, cumplir con esa rutina.” Adicto a la fe y las religiones, el gimnasio parece hoy su nueva iglesia, pero Leo bien podría ser una suerte de Zelig del pop, aquel personaje creado por Woody Allen en constante búsqueda espiritual. “Yo empecé cantando en la Iglesia Católica, después me hice mormón, por mi hermano que se había unido a la religión. Una vez tocaron la puerta
unos mormones, entraron a casa y empezaron a leer su biblia y nos enganchamos enseguida. Éramos unos niños. Después estuve en unos retiros espirituales muy copados de Ariadna Munté, que me hizo muy bien. Y después, lo que mejor me hizo, fue estudiar la cábala, que es la religión judía. Estuve cuatro años, pero dejé porque había algo que me incomodaba, pero que hoy, a la distancia, puedo decir que me hizo muy bien. Es una religión que exige mucho, tenía que estar todos los sábados a la mañana, no dormir un día entero y cosas así. Pero me quedó muy claro cierto mensaje.” –¿Qué buscabas cuando te metiste a estudiar la cábala? –Y mirá, yo buscaba éxito, ja, ja. Quería ser Madonna, por eso me metí en la cábala. Pero en medio de esa ambición me quedó una enseñanza. Hay algo dentro de uno que no tiene que ver con el intelecto que uno fue acumulando, sino que hay un espíritu que te impulsa, el corazón te lleva. –¿En serio te metiste en la cábala para tener éxito?
emiliano lasalvia
–Sí, tenía 37 años. Me enganchaba porque sentía que eso me iba a dar un poder. Te digo la verdad, fue por eso. No soy tan bueno... Y también un poco porque necesitaba calmarme. Cuando uno vive con tanta ambición, te terminás enganchado, dándote la cabeza contra la pared. Eso me calmó bastante y dejé la cábala y bueno, ahora estoy haciendo mucha terapia. Con todo esto quiero decir que es difícil aguantarme, ja, ja. Imaginate que soy muy intenso ¡Y tengo que vivir solo conmigo mismo! –¿Cuándo fue la primera vez que te diste cuenta de que querías tener éxito? –Siempre soñé con eso. Yo nací en Moreno, vengo de un barrio, y para comprarme mi primera guitarra me tuve que poner a trabajar en una heladería. Y cuando me vine para Capital, ya pensaba en ser una estrella. De chiquito cantaba y me veía como una estrella. Pero eso les pasa a las minitas que van a ver a Violetta. Todas quieren ser como ella. Esa luz hay gente que la tiene y nunca se le apaga, y yo sigo pensando así.ß
Gustavo Cerati no sólo fue la guía creativa y el padrino artístico de Leo García, sino también uno de sus mejores amigos. Durante los cuatro años que el músico estuvo internado, Leo fue una visita incondicional en las distintas clínicas por las que pasó. A quince días de su muerte, Leo dice seguir de luto. “Yo viví esos cuatro años de internación y tengo que decir que el dolor porque se iba el ídolo que tocaba la guitarra y cantaba bárbaro y era el líder de la movida comenzó con su accidente. Tenía fe de que se despertara, pero sabía que si ocurría el milagro igual no iba a ser el mismo de antes. De todas formas, fue una sorpresa cuando me enteré porque nunca pensé que se iba a morir. Fue un luto total y todavía no puedo salir de él.” –¿Cuál creés que es su legado? –Dentro del gran dolor de la pérdida, con el tiempo vamos a sacar algo positivo de su música, de su familia, de sus hijos. Todavía no puedo pensar en eso, me cuesta tener el plan de salir a festejar algo. El otro día cancelé mi cumpleaños (el 31 de agosto cumplió 44 años), porque no tenía nada que festejar. De todos modos, en los conciertos que di después de su muerte, mientras cantaba se me venía su rostro. A mí me dejó mucho: la enseñanza, el profesionalismo, él me abrió las puertas del establishment, me hizo pertenecer a un lugar que sabemos que es redifícil para cualquier artista. Me dejó su respaldo, que es un tesoro. Él me eligió como músico, como amigo y me dio la confianza de creer en mí. Le gustaba cómo cantaba y cómo tocaba la guitarra. El alivio de saber que uno de los más grandes de la historia, si no el más grande, me dejó esa mirada de confianza es inmenso. Creo que fue mutando espiritualmente a través de su cuerpo hasta que se volvió el viento. Siempre lo voy a recordar con cariño.ß
Farinelli cuenta su historia
musical. El contratenor Rodrigo
Fornillo encarna al castrato en una novedosa producción, en el Empire Laura Ventura PARA LA NACION
Algunos artistas se convierten en mito, y en esta metamorfosis alcanzan la inmortalidad. Éste es el caso del italiano Farinelli, el contratenor más famoso de la historia y una de las voces más célebres de la ópera, que causó sensación en las cortes del siglo XVIII, a quien incluso le atribuían poderes curativos. A Farinelli además lo recubrió un triste halo: el de su condición de castrado. Rodrigo Fornillo es músico –experto en la viola, instrumento que ejecutó durante años en la orquesta del Colón–, actor y cantante. Por los pasillos del Empire cantaba fragmentos de algunas arias con su registro particular, y quienes lo escuchaban advirtieron al instante que ésa no era una voz común. El nombre de Farinelli resucitó en el siglo XXI. Rodrigo comenzó a entusiasmarse cada vez más con este personaje y convocó a Rolo Sosiuk para que le diera forma a una obra. El resultado es Farinelli, el castrado (un musical barroco), un espectáculo
para el cual Rodrigo escribió 30 partituras, con letras de Sosiuk, quien además dirige. Pocos artistas tienen la ductilidad de poder cantar en dos registros. Rodrigo tiene ese don. Además de ser tenor, entona como contratenor. “Utilizó el primero en escena para hablar de los fantasmas que rondaban a Farinelli, y el segundo, para interpretarlo. Desde lo vocal, cantar a dos voces es muy exigente, pero ojalá más gente pueda conocer este último registro”, dice Rodrigo, quien dirige su propia escuela de teatro llamada Onírica. “Farinelli tuvo una vida muy triste. No se sentía completo. Sólo gozaba cuando cantaba”, agrega. En torno al mito de Farinelli aparece un personaje central, su hermano Ricardo, con quien tenía una relación incestuosa, en la que compartían las mujeres. En este espectáculo lo interpreta Lalo Foncea, quien tiene una sólida formación como actor (se formó con Julio Chávez y Claudio Tolcachir) y como cantante. “Si bien no es mi primer espectáculo, Karina K me estimuló mucho para que me lanzara con este proyecto”, dice.
Lalo Foncea y Rodrigo Fornillo Lalo habla de la culpa que recubría a la criatura que compone: “Era un vínculo muy enviciado, patológico. Lo construí desde un villano, porque protegía a su hermano y, al mismo tiempo, sabía que era culpable del sufrimiento de aquél”. Ricardo había sido cómplice de la castración de Farinelli, que ordenaron sus padres cuando tenía 12 años. Completan este elenco Penélope Pahl, Miguel Ángel Roa (como el compositor Haendel), Georgina Frère, Eduardo Marcos y Christian Romano, y un ensamble de 20 artistas. Gracias a la acústica del Empire, los artistas cantan sin
RoDRiGo nÉsPolo
amplificación, acompañados por un cuarteto de cuerdas y un piano clavicordio. “Nos interesa mostrar la utilización del ser humano en pos del freak show. Nadie duda de que fue un gran cantante, pero toda su vida estuvo recubierta de morbo. En cierto sentido, lamentablemente, aquel público se parece al de hoy”, agrega Lalo. ß
Para agendar Farinelli, el castrado (un musical barroco). Dirigida por Rolo sosiuk. Viernes, a las 22.45. Teatro Empire, H. Yrigoyen 1934.