Las cuentas separadas conservan el amor: lo mío es mío; lo tuyo, tuyo

31 ago. 2013 - más o menos lo mismo no aparece este fantasma, pero cuando uno de los dos gana más que el otro puede volverse un tabú. Y cuanto más se.
1MB Größe 3 Downloads 129 vistas
2

|

SÁBADO

| Sábado 31 de agoSto de 2013

Vínculos

Las cuentas separadas conservan el amor: lo mío es mío; lo tuyo, tuyo Economías independientes, gastos divididos y tensión al comparar sueldos definen el manejo del dinero en la pareja Viene de tapa

“Cuando están hace mucho tiempo juntos y hay proyectos a futuro, yo creo que lo mejor es un presupuesto común, tener claro cuánto aporta cada uno y que los dos sepan qué gastos hay en la casa”, opina Cecilia Boufflet, una de las autoras del libro Economía con tacos altos. Mantener cuentas separadas, pero con el espíritu de un fondo común es justamente el caso de Fiorella Conti y Fernando Bazano, de 29 y 41 años, que viven juntos hace dos años y están a la espera de su primer bebé. Lo de las cuentas no lo planificaron, se dio así. Ambos trabajan en Tribunales y a cada uno le depositan en la suya. Y aunque ahora están a punto de transformarse de pareja en familia, decidieron continuar con esta dinámica como un gesto de mutua confianza. “Cada uno administra lo suyo, pero luego vamos pagando indistintamente los gastos, con lo cual, de alguna manera, hay también una fusión. Como en los últimos años nos ha ido bien, con lo que sobra de dinero cada uno hace lo que quiere sin consultarle al otro”, dicen. La especulación con respecto a unificar o no lo material se vuelve razonable si se repara en una encuesta internacional que realizó la firma estadounidense PayPal años atrás. La conclusión fue que las parejas pelean mucho más por temas de dinero que por desencuentros sexuales. Y, al menos en los Estados Unidos, esas peleas se dan una vez al mes en seis de cada diez parejas. El diferente manejo del dinero, la importancia que se le asigna, los objetivos que se fijan son, para Boufflet, aspectos que pueden convertirlo en un eje de conflicto dentro de cualquier relación, sobre todo cuando las personas vienen de hogares con diferentes historias y visiones sobre esto. Al final, todos actuamos sobre la base de esa experiencia previa que se vivió en la familia o personalmente, antes de formar pareja. “Cuando se ponen los ingresos en común y se trazan objetivos juntos, como comprar la primera casa o el primer auto –sostiene Boufflet–, el que ahorra más se siente abusado por el gastador y el gastador se ve controlado por el régimen estricto de la pareja que prefiere postergar algunos consumos para llegar rápido a un objetivo puntual.” Dos discusiones de dinero en diez años de relación están sin embargo muy lejos de los números arrojados por la encuesta de PayPal. La clave para haberlo logrado, según la empresaria nancy olijnyk, de 47 años, es haber mantenido desde el principio de la relación con su pareja, un médico con el que tiene dos nenas chiquitas, economías totalmente independientes. Aun cuando la ley establece que en matrimonios o parejas con más de cinco años de concubinato, la división de bienes se hace en partes iguales, ellos apostaron a la administración individual. Cada uno tiene su sueldo, en vacaciones cada uno lleva su billetera, y cada uno, también, se compra su propio auto con su plata sin siquiera la opinión del otro. “Para nosotros es lo más natural –asegura nancy–. Hemos pasado más años solos y con economías independientes que en pareja.” otros que suelen inclinarse por las cuentas separadas son los que van por una segunda vuelta o que ya pasaron por un divorcio y una división de bienes. Más aún, quienes en la apuesta por una nueva relación terminan conformando una de las cada vez más comunes familias ensambladas, un entramado de vínculos que obliga a repensar la economía doméstica y su administración. En la era del consumo Hoy se multiplicaron las tarjetas de crédito, suele haber por lo menos dos cuentas en la pareja, hay más descuentos, cuotas, nuevas formas de pagos y, por supuesto, los gastos de siempre. Así, la administración del dinero dentro de las relaciones y la distribución de los gastos tam-

bién necesitaron su replanteo. Para Virginia Porcella, creadora del sitio de economía doméstica Tedechicas. com y coautora de Economía con tacos altos, la guía tradicional a la hora de tomar esas decisiones siempre fue la practicidad. Ellas, con gastos más frecuentes, cotidianos y no tan grandes; ellos, con menos cantidad pero mayor volumen. Pero si en generaciones anteriores la extensión de tarjeta para ellas y los roles arquetípicos a la hora de repartir gastos (mujeres con las cosas de la casa; hombres con los gastos grandes y el auto) eran moneda corriente, los cambios también aparecen en este nivel. Eso lo ven, por ejemplo, Aldana Antonozzi, abogada de 32 años, y Marcelo Zucchelli, de 31, project manager en una empresa de telecomunicaciones, Para ellos también rigió la practicidad y los terrenos separados en lo referido a las finanzas domésticas. Cada uno con su cuenta. Si se puede ahorrar, mejor, y se hace en conjunto, pero ella paga los gastos del auto y él los de la casa. El supermercado se lo turnan. ¿Fundamental? Vivirlo relajados. Algo que no todos pueden hacer. Es que como dice José Sahovaler, médico psicoanalista de APA y autor del libro La erótica del dinero, vivimos en una sociedad individualista, donde el ser pasa por el tener. “El dinero se convierte en el centro de identidad –plantea–. Ha cambiado la importancia que se les da a los bienes materiales. El dinero se ha erotizado de tal manera que alguien puede ocultar una cuenta como ocultaría una amante.” De ahí que el dinero pase a ser, muchas veces, un secreto. nicolás Litvinoff apunta que mientras los dos ganen más o menos lo mismo no aparece este fantasma, pero cuando uno de los dos gana más que el otro puede volverse un tabú. Y cuanto más se gana, más crece el tabú. Adiós al modelo clásico El modelo patriarcal clásico, donde el padre es el proveedor y la madre se queda en casa, se quebró hace rato y dio luz a culturas familiares más diversas. Juan Sarmiento y María o’Grady, de alguna manera, vivieron esa transición. Cuando hace dos años decidieron casarse, ella no trabajaba porque estaba terminando la carrera de arquitectura. Durante el primer año y medio de matrimonio, todos los gastos se pagaban desde una sola cuenta: la de Juan. Pero a los meses que nació Dimas, su hijo, María comenzó a trabajar. Tener un segundo sueldo era una novedad. Y dos cuentas, también. Hoy comparten gastos: él se ocupa de pagar el alquiler, las tarjetas, expensas y compras; ella aporta de su sueldo para pagarle a la persona que cuida a Dimas, y ahorra lo que va sobrando. Sin duda, el mayor cambio lo logró el nuevo rol de la mujer en la economía y, de paso, derribó dos mitos que se le atribuían: el de la gastadora y el del segundo ingreso. Dice Porcella que el hecho de que el 80% de las decisiones de compra a nivel mundial recaigan sobre las mujeres no implica que deba adjudicárseles el mote de “derrochonas”: estudios recientes muestran que son calculadoras y menos impulsivas que los hombres. Por otra parte, en la Argentina ya alcanzaron el 35% los hogares donde son el principal ingreso. Pero en sociedades donde el modelo clásico de varón proveedor aún subyace, para la mujer, el éxito monetario puede tener sus costos. El estudio “Identidad de género e ingreso relativo en los hogares”, realizado por la Universidad de Chicago, concluyó que la “aversión a que la mujer gane más” impacta en las tasas de divorcios y en la satisfacción de la vida en pareja... Sin embargo, las viejas barreras empiezan a romperse y los nuevos roles en la economía doméstica se naturalizan y aceptan cada vez más. Como dice Aldana, mientras Marcelo paga el súper: “La clave es no hacerse problema”.ß Producción de Lila Bendersky

María O’Grady y Juan Ignacio Sarmiento, padres de Dimas, jamás pensaron en unificar cuentas o en abrir una tercera

Marcelo Zucchelli paga las compras en The Pick Market; su mujer, Aldana Antonozzi, lleva los gastos del auto

fotos de gustavo bosco

Todos tenemos un poco de Marcos y otro poco de Claudia, según dicte la ocasión opinión Darío Rial y Diego Tuya PARA LA nACIon

C

ontigo pan y cebolla, les escuchamos decir muchas veces a nuestras madres, y acto seguido trataban de convencer a los padres de la imperiosa necesidad de cambiar las sillas del comedor... Muchas cosas han cambiado desde la época en que el hombre proveía y disponía hasta estos días en los que es común ver mujeres que son sostén de familia, contratos prenupciales, matrimonios que duermen en camas separadas, o parejas en las que cada uno decide cómo administrar su dinero sin rendirle cuentas al otro. Lo que no cambia es que el dinero sigue siendo un tema central en la pareja, y Mar-

cos y Claudia no son la excepción. La campaña del Banco Galicia tiene una estructura clara: hay una tensión, que tiene que ver con el manejo del dinero en la pareja, y un solucionador que es el banco. Ese conflicto existe y existió siempre en todas las parejas. Hasta ahí no hay secreto. Pero eso apenas alcanza para asegurarnos que tenemos un insight con el que el consumidor se va a enganchar. De ahí a lograr que se sienta identificado con esta pareja y con la propuesta del banco hay un recorrido. En ese camino se mezclan varios factores, pero el más fuerte tiene que ver con la honestidad de los personajes. Marcos y Claudia son una pareja joven, sin hijos, y en la que el reparto de fuerzas parece estar balanceado. Sin embargo, las situaciones que atraviesan, los conflictos que en-

frentan, los argumentos que utilizan son representativos para todo el mundo, y eso es lo que hace que logren enganchar a un universo de personas mucho más amplio y convertirnos a todos en un poco Marcos o un poco Claudia según la ocasión. Eso es algo que en el equipo de la agencia cuidamos mucho; de hecho, muchas de las cosas que les pasan a Marcos y Claudia son las que nos pasan a nosotros, o sea, que cuidamos más la campaña que nuestra propia intimidad… Marcos y Claudia logran desdramatizar situaciones que en la vida real pueden ser muy angustiantes, como, por ejemplo, que te inviten a un casamiento que para tu pareja es importante y que eso en lugar de representar una alegría represente una carga por toda la plata que vas a tener que gastar, y lo hace desde un

lugar muy sincero, muy humano, desde la imperfección y no desde el lugar odioso de la pareja perfecta. Por último, creemos que muchas veces el manejo del dinero dentro una pareja adopta un lugar simbólico; en el fondo lo que está en juego es otra cosa, pequeñas batallas que damos todos los días y que van definiendo nuestro lugar en la relación. La discusión entre Marcos y Claudia no es siempre si gastar o no gastar, sino en qué vale la pena gastar y en qué no; hay un trasfondo que es más filosófico, y ese trasfondo adopta en cada espectador la forma de la pequeña batalla que le está tocando librar en ese momento.ß Los autores son directores generales creativos de Young & Rubicam Argentina, a cargo de la campaña del Banco Galicia

Esa tensión que, todavía, surge cuando es la mujer la que gana más que el hombre opinión Victoria Giarrizzo y Dardo Ferrer PARA LA nACIon

L

as desigualdades de ingresos producen miedo, casi escozor en la mayoría de las personas, y si el caso es el de una mujer frente a un hombre agrega un condicionamiento cultural y psicológico al problema económico. Si además están en pareja, las cosas se complican… Las diferencias monetarias entre hombres y mujeres tienen al menos dos cuestiones relacionadas, una vinculada a las modificaciones en los roles del hogar que produjo el cambio en la estructura del mercado laboral en las últimas tres décadas, con la inserción de las mujeres en ocupaciones de mejor calificación y mayores ingresos. Y otra, a

la importancia que adquieren el trabajo y los ingresos en la vida de las personas. Sucede que cuando la mujer gana más que el hombre, se quiebra ese arquetipo tradicional en el que el hombre aportaba el bienestar material del hogar, y la mujer, el bienestar emocional y el trabajo no remunerado. Así, al transformarse ella en el principal ingreso de la familia, surge la necesidad de replantear la división clásica del trabajo familiar, e inmediatamente, de modificar responsabilidades y decisiones que ponen en juego la autoridad y el poder del hombre dentro de la familia o de la pareja. En sociedades donde aún prevalece cierto sesgo machista, eso puede derivar en roces cotidianos, y claro, dificultar la convivencia. Por eso los estudios más recientes revelan que este tipo de situaciones

aumentan las posibilidades de que el hombre no se declare feliz, o peor aún: aumentan las probabilidades de divorcio. De todas formas, trabajos realizados en CERX explican una segunda dimensión del problema: en la Argentina, siete de cada diez personas declaran sentirse feliz, e independientemente de los niveles socioeconómicos, mayores ingresos y mejor trabajo son mencionados como los principales factores para mejorar la satisfacción con respecto a la propia vida. La obtención de empleo e ingresos se perciben como logros individuales, tanto en hombres como mujeres. Pero como muestra la teoría económica, en la medida en que esos logros suelen evaluarse en términos relativos, cuando el parámetro del hombre es su mujer, y los logros de ella lo superan, su satisfacción con la vida puede verse reducida.

En casos en los que esa tensión se hace insostenible, más de una pareja encontrará una forma de anular ese descontento a través de la separación. Aunque también es posible que, con el tiempo, la sociedad pueda ir descubriendo que dinero y trabajo no son los parámetros centrales para evaluar su felicidad. De hecho, en países como Irlanda, Australia y Holanda, las estadísticas indican que la mujer ya gana más que el hombre, y que la tendencia a futuro es que esa brecha quede anulada. Si para entonces el arquetipo tradicional no terminó de romperse, el mundo estará lleno de hombres en parejas “poco felices”, o bien, de hombres solos. Y eso no parece ser muy bueno… o quizá sí, depende del cristal con que se mire.ß Los autores son economistas y directores del Centro de Economía Regional y Experimental (CERX)