Lagrima (demo)

fácilmente se camuflaba en el follaje, usaba un jubón que parecía estar formado con hojas de los árboles pero las hojas eran metálicas, también usaba una ...
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Lágrima

Marcel Pérez Córdova

Tear & Zethra

Prólogo Carta 1

D

espués de haber caminado mucho durante este día, me preparo para dormir, no entiendo por qué tuve tantos

problemas el día de hoy, quizá porque me estoy volviendo loco… pero yo tengo la razón, o creo tenerla; la gente no me entiende, no quiere entender. Mañana cuando despierte y me prepare de nuevo para ir a la estúpida escuela, la esclavitud del decadente sistema educativo, pensaré igual que hoy. Los demás me pondrán como un antisocial que no cuadra en ningún estereotipo aceptado por la sociedad, y ¿Qué puedo hacer? Hace algunos años yo no pensaba a futuro (como todos los de mi edad) quería ser como toda la gente: popular, sociable, divertido, pero ahora todo lo veo desde otro punto y todo se ve tan estúpido. La gente olvida algo, pero no sé qué es; he abierto los ojos y me he dado cuenta de la mierda que estoy

pisando, mi odio va en aumento, no sé qué vaya a suceder. Me pongo a pensar y creo que debería irme de aquí, este lugar perjudicará con un problema irreversible a mi cerebro y peor aún, a mi alma. Al igual mañana mi odio cobre vida por sí mismo y mate a alguien, podría cometer infinidad de atentados en contra de la sociedad… pero, aunque tuviera el más grande odio jamás sentido por el hombre, no cometería tales actos. Lo he decidido, mañana por la mañana saldré de esta ciudad, dejaré mi casa, caminaré al oeste hasta llegar a las montañas – no tengo nada que perder – caminaré hacia donde nadie ha caminado, no le contaré a ninguna persona, simplemente me iré – no sé cómo pasaré la frontera – cavaré un túnel, brincaré como nunca o simplemente pasaré entre los custodios, lanzaré una risilla y les diré “ahorita vengo, no me tardo” no creo que me crean, en fin; después de algún tiempo me darán por muerto. Sé las historias que cuentan sobre los aventureros que caminan en busca del mito de las montañas, ninguna de esas historias comprobada, claro; son leyendas de antaño en donde todas encuentran un final trágico; tal vez así sea mi final, es lo

mejor para mí, a los demás les dará lo mismo. La felicidad viene por la sabiduría y creo que ésta se encuentra allá afuera. Algún día el hombre se dará cuenta del error que está cometiendo, para entonces ya no estaré aquí… Sólo escribo esto por si alguien llegara a leerlo, y le digo entonces esto a esa persona: Te espero al otro lado de las montañas… Ojalá alguien lea esto y me siga. El que no tiene nombre 28 de Enero Carta 2 Empezaré a escribir lo que mi corazón me dicte, escribiré cosas que quizá ningún hombre haya visto. Doce días… doce días han pasado desde que dejé mi casa, ahora estoy al oeste de la Gran Ciudad, en la frontera, un lugar tan hostil, triste y frío. La ciudad se ve lejana como si no tuviera vida, abandonada y muerta. Ninguna persona sale de ella, tienen miedo, a excepción claro, de las personas protagonistas de las antiguas historias en donde se cuentan acerca de las cosas que existen más allá de la Gran Ciudad; esas son

excepciones sin comprobar. Nadie más ha estado en la frontera como lo estoy ahora, ninguno que no sea militar; puedo ver a las tropas de soldados en la línea fronteriza. No sé si lograré salir. Aún contemplo la ciudad, tal vez por última vez... Hasta este lugar ha llegado una persona muy extraña, no se puede ver su rostro ya que usa una máscara (una máscara hermosa, triste y blanca con ojos de tristeza, algunas lágrimas negras recorren sus mejillas), al principio creí que era un soldado que venía a cuestionarme, pero al verlo supe que no era así; le he preguntado su nombre pero no me lo dice, no contesta, a lo mejor no tiene al igual que yo. Es algo misterioso,

su

cabello

está

descuidado,

su

ropa

es

completamente negra, nunca había visto a alguien como él, siento extrañamente como si ya nos conociéramos, no hablamos pero ambos sabemos que caminaremos juntos. Adiós a la Gran Ciudad, tengo que pensar cómo cruzar sin ser visto. El que no tiene nombre 9 de Febrero

El Despertar del Alma I.- El Hombre Triste

E

n medio de millones de personas, oculto entre tanta gente, emerge el comienzo de una reflexión, solamente

el comienzo… se aleja de esa masa, caminando, sola. Él se dará cuenta de muchas cosas prohibidas para la gente, ¿O será que ella misma se las prohíbe? Se interna en un lugar… verdadero, a donde nadie quiere entrar y a donde todos tienen derecho. El hombre de la máscara triste sigue caminando, mojado por las lágrimas del cielo, durante años él había estado

siendo enterrado, ahora él ha muerto… vivirá en la tierra prohibida hasta que Dios le dé la oportunidad de entrar a ese mundo de la sociedad corrompida y le dé el valor de abrir los ojos, de enfrentar a tantas personalidades y máscaras que uno posee; hasta hacerse uno solo, convertirse en una alma llena, libre y abierta… “El sin nombre” un joven de tan sólo diecisiete años de edad, su cabello era negro y muy corto casi a rapa, su complexión era delgada, vestía con ropa cotidiana de la ciudad, llevaba un pantalón oscuro, calzado deportivo, camisa y una chamarra para protegerse del frío; el hombre triste en cambio, usaba algo parecido a un pantalón, eran como una vestimenta medieval, usaba también unas botas que le llegaban hasta las rodillas las cuales estaban por encima del pantalón, traía una playera de manga larga ajustada al cuerpo que le cubría hasta el cuello, un tipo de casaca de piel caía por encima, ésta terminaba en una especie de falda que se abría al frente, esa indumentaria le llegaba hasta las rodillas, usaba también unos guantes de piel color negro y una máscara blanca con lágrimas negras que ocultaba su rostro (era de una cerámica o de un metal desconocido en la ciudad), como toque final, una gruesa capa caía protegiendo a aquel sujeto, no se podía ver ninguna parte de su cuerpo al descubierto, sólo se

veía su cabello crecido hasta sus hombros; toda la ropa, tanto la de él como la de su acompañante era de un color completamente negro. Ambos se sentaron un momento a contemplar lo que sería su hogar durante un tiempo… soledad, tristeza, melancolía… ¿Serán personas alejándose cada vez más de Dios? ¿O serán personas que quieren llegar a Él como la libertad misma?... Caminaron por un sendero cuesta arriba, estaba cubierto de árboles alrededor, el viento les soplaba en la cara y una ligera lluvia los acompañaba cuando el hombre triste cayó de rodillas levantando la cara al cielo, a ese cielo gris y melancólico que lo seguiría en su camino en busca de sí mismo; “El sin nombre” lo miró, agachó su cabeza y le tocó el hombro. Han pasado quince días desde que “El sin nombre” salió de su casa y tres desde que sigue al hombre triste, pero regresemos al día en que pasaron por la línea fronteriza. Tres soldados se acercaron prohibiéndole el paso, él no sabía que decir, veía cómo su sueño de cruzar era destruido por esos estúpidos subordinados militares; ellos lo miraban, el hombre de la máscara estaba fuera de su vista en ese

momento, de pronto, saliendo de unos matorrales atacó a los soldados por detrás, golpeándolos con un palo, sus movimientos fueron tan rápidos que nadie pudo hacer nada. Siguieron su camino dejando tres cuerpos tirados en el suelo, así fue como cruzaron, sin embargo ninguno de los dos vio que una cámara de la frontera los observaba… Regresando a nuestro relato, ambos llevaban tres días de caminar juntos, no se preocupaban porque alguien de la Gran Ciudad los siguiera (nadie se atrevía a salir) los dos caminaban en silencio, ni siquiera se dirigían la mirada, el hombre triste iba adelante, sus negras vestiduras se movían al ritmo del viento, detrás de él, “El sin nombre”. Caminaron durante horas hasta que el hombre triste se detuvo en la cima de un cerro, a lo lejos se podía ver una fosa enorme y aterradora; con su imagen el corazón de “El sin nombre” se sintió oprimido por una sensación inexplicable, una extraña tristeza emanaba de la fosa; a las orillas se podían ver unas cuantas construcciones, era lo único que se podía divisar ya que algunos cerros obstruían la vista de todo el paisaje; el humo de algunas chimeneas se elevaba varios metros en el cielo desapareciendo en las alturas, mientras, los dos seguían mirando hacia aquel lugar. “El sin nombre” estaba

pensativo, tenía la idea de que no existía ningún asentamiento humano fuera de la Gran Ciudad (eso lo sabían todos o eso hacían creer a todos); lo enseñaban en las escuelas, lo enseñaba la cultura popular, lo decían los gobernantes, la ciencia del hombre lo aseguraba, no podía existir vida fuera de ningún reino de la ciudad; toda la gente era escéptica de que pudiera haber vida en aquellos lugares – a menos que el gobierno de los reinos esté ocultando cosas sobre lo que hay realmente, existe el mito en la Gran Ciudad de que en algún lugar cercano a ésta, hay una ciudad a la cual llevan a los jóvenes (contra su voluntad) para crear una nueva sociedad, peor que la existente. Muchas personas han muerto investigando y tratando de encontrar

una

verdad

sobre

ese

asunto;

periodistas,

intelectuales, estudiantes, gente que no cree lo que sus gobiernos dicen; todas esas personas llegaron a tener una muerte sin sentido; por lo que desde entonces ya nadie se atrevió a salir de la ciudad para demostrar sus creencias – “El sin nombre” pensaba si ese lugar que estaba mirando era el que mencionaban en esas historias. Momentos más tarde decidieron bajar y entrar a esa ciudad, descendieron por una empinada cañada y durante todo el descenso perdieron de vista la fosa, al bajar, continuaron en

dirección hacia aquel poblado que habían visto desde arriba, a lado del camino se levantaban dos cerros que sólo dejaban ver al frente algunas construcciones, al irse acercando vieron a algunos niños corriendo y gente trabajando, mas no distinguían sus rostros, también veían algunas siluetas que se movían en la lejanía. Al estar más cerca, pudieron ver que no eran seres humanos como ellos, sus rostros estaban cubiertos por una especie de turbante y sólo mostraban sus ojos; pero solamente viendo esa parte de sus caras supieron que eran más unos monstruos que humanos. Antes de que la Máscara Triste y “El sin nombre” entraran a la ciudad, los habitantes de ese lugar empezaron a emanar odio hacia ellos. El hombre triste llevaba consigo la esperanza de encontrar a alguien distinto que le ayudara en su camino a encontrarse… Todavía no llegaban, cuando una sombra salió rápidamente de entre los árboles e inmediatamente se lanzó contra la Máscara Triste arrojándolo al suelo, la sombra tenía figura femenina, no se podía distinguir rasgo físico en ella, solamente en la parte en donde debería ir su rostro, se podían ver unos pequeños ojos; claramente se veía que eran los ojos de una mujer; ella fijó la mirada en los dos caminantes y “El sin nombre” se quedó inmóvil como tratando de entender lo que sucedía; al igual que

su repentina llegada, la sombra desapareció ocultándose entre los árboles de los cuales había salido. El hombre triste se levantó y miró a todos lados sin comprender lo sucedido, se sacudió el polvo de sus vestiduras para después seguir caminando, ambos sabían que la sombra los observaba de entre los árboles, pero trataron de no darle importancia. Caminaron hasta llegar a las primeras casas de la pequeña ciudad, al llegar, “El sin nombre” no se atrevió a entrar y dio un paso hacia atrás, al ver más de cerca a los habitantes, se dio cuenta de que en realidad “la gente” que había en ese lugar eran…

cadáveres,

eran

zombis;

entonces

se

ocultó

rápidamente entre un montón de costales llenos de trigo y se quedó mirando lo que narraré a continuación. El hombre triste continuó su camino hasta llegar al centro de la ciudad, que ya no se veía tan pequeña como la habían visto antes; todos los cadáveres cercanos lo miraban con ojos de desprecio, algunos caminaban a su alrededor, otros hablaban en su propia lengua, gritaban y escupían al aire; un cadáver de entre la multitud se le acercó a tal grado de tocarlo y entonces le preguntó cuál era su nombre, pero por más que le preguntaran no iba a contestar, él simplemente era un

hombre que vivía detrás de su máscara con lágrimas. Los cadáveres comenzaron a irritarse ante su actitud arrogante, traían ya en sus manos garrotes e instrumentos punzo cortantes, caminaban alrededor de él, sólo esperaban un motivo para lanzarse contra el hombre de la máscara; él seguía caminando sin importarle nada, de pronto su mirada se posó sobre una mujer, ella no era un cadáver, era una mujer hermosa, tenía los ojos más bellos que jamás hubiera visto; ella ensalzaba a la figura femenina, su piel era blanca y delicada, su cabello de color negro con algunos rayos amarillos se alargaba a mitad de su espalda, la belleza de aquella mujer lo dejó paralizado. Ella caminaba en fila junto con muchas más personas, todos eran jóvenes y no cadáveres; el hombre triste seguía con la mirada el caminar de la chica, de repente tuvo una visión en donde él se veía lejos de toda la humanidad, más allá de la infinidad del bien y el mal, acompañado de esa mujer de la cual se había enamorado tan sólo con mirarla; en su visión aparecía una silueta extraña que no podía distinguir y que señalaba a la mujer, pero… pronto despertó de su visión. La joven lo miró y sus miradas se entrelazaron, parecía que hablaban con los ojos, en un instante el encanto desapareció, toda esa gente caminaba hacia una fosa enorme, un hoyo tan

profundo, oscuro… y eterno, en donde caían lentamente las almas. La chica se dirigía hacia una caída inevitable, el hombre triste se dio cuenta y corrió hacia ella queriendo rescatarla de su terrible caída, anhelaba que lo acompañara en su caminar, que fueran como vagabundos en busca de la real verdad y felicidad; ella solamente lo miraba sin detenerse, él empujaba a los cadáveres para llegar lo más pronto posible hasta allí, y cuando por fin se acercó, estiró la mano para intentar sostenerla y así salvarla de su caída sin dolor en la fosa, pero… no pudo hacerlo, los cadáveres lo detuvieron, él intentaba soltarse pero le era imposible, eran demasiados zombis sujetándolo, por lo cual el hombre triste no se movió más y sólo pudo ver cómo aquella hermosa mujer se acercaba a la fosa y caía lentamente en aquel terrorífico hoyo negro. Instantáneamente los cadáveres lo soltaron, empezaron a reír y a lanzar gritos al cielo, él, se quedó mirando hacia la fosa por algunos segundos, para después darse la vuelta y caminar de regreso por donde había venido; no tenía ya nada que hacer en ese lugar; las lágrimas se dejaron ver encima de la máscara, lágrimas negras que recorrían fríamente las mejillas de cerámica. Los cadáveres se asustaron al ver que el hombre triste lloraba, ya que a ellos les era imposible llorar, entonces

un temor inexplicable rondó en cada uno de ellos, repentinamente les vino un nombre a la cabeza, “Dous”… El hombre triste caminó de regreso, tomó del brazo a “El sin nombre” y salieron de esa ciudad. Aún había alguien que los observaba, era la sombra que se ocultaba entre los árboles y el amarillento follaje, la misma sombra que había tirado al suelo al hombre triste, ellos solamente podían distinguir sus ojos entre la maleza pero no le tomaron importancia, empezaban a creer que ese espectro quizás fuera un ángel y posiblemente los guiaría en su caminar, pero no podían estar tan seguros. Caminaron lejos, hacia el norte, en silencio como siempre; el hombre triste con su odio radiante por lo que había pasado, “El sin nombre” pensando en lo que había sucedido. Un tiempo después se detuvieron, el hombre triste comenzó a caminar de un lado a otro hasta detenerse por completo, posó su mirada en su acompañante, éste sintió miedo y no dijo nada; al mismo tiempo una voz femenina de entre los árboles habló: – El amo de los cadáveres es imaginario, solamente ellos podrán liberarse…

La voz provenía de la sombra; era dulce y tranquilizante; al terminar de hablar, el hombre triste cayó al suelo y se quedó pensando en lo que había sucedido, se internó en sí mismo, pensaba en la bella joven que había caído en la fosa, pensaba en la sombra, pensaba en ese lugar tan extraño lleno de cadáveres…

II.- Los Seres Nocturnos

E

ra febrero y el frío era intenso, “El Sin nombre” y la Máscara Triste siguieron caminando en silencio, durante

setenta días se dirigieron en la misma dirección desde que salieron de aquella ciudad tan extraña. Caminaban en el bosque de Watum, el cual se encontraba en un lugar llamado “La Tierra Muerta”, estas tierras se extendían al oeste de la Gran Ciudad hasta las Montañas de Prejuicios, se dividían en dos partes, la Tierra Muerta del norte y la Tierra Muerta del sur; por ahora caminaban en la tierra del norte; eran tan extensas que en ellas cabían varios reinos de la Gran Ciudad. El bosque de Watum era un lugar hermoso, había gran variedad de árboles y eran más altos que los existentes en la ciudad, claro está que en la gran urbe desconocían tales tierras, en los mapas realizados por hombres sólo se veían los once reinos que constituyen la Gran Ciudad y lo que hay fuera de estos reinos era desconocido. Los nombres dados a las tierras fuera de la

ciudad habían sido impuestos por las personas exiliadas, y todas en su conjunto eran mucho más extensas que la gran metrópoli. Regresando al relato, los dos jóvenes caminaban tranquilamente; era una tarde nublada, los árboles parecían entristecer con ese ambiente; de pronto oyeron una voz que provenía del bosque, caminaron siguiendo su sonido, era una voz rasposa y algo tétrica; siguiendo las palabras caminaron algunos metros por entre el bosque, llegaron a un lugar en donde no había árboles, era un gran campo en donde sólo había pasto, el terreno era plano y de forma circular, alrededor había árboles de diferentes tamaños, en el centro estaba una piedra de aproximadamente un metro con ochenta centímetros de alto, parecía una gran silla de piedra, encima de ésta estaba un anciano hablando en diferentes lenguas, prohibidas y no prohibidas, sacras y profanas; ambos llegaron hasta donde estaba el anciano, quien los recibió con una pregunta: – ¿Son felices? “El sin nombre” se apresuró a contestar: – Sí, yo si lo soy. Pero una duda invadió su cabeza; el anciano se echó a reír y le dijo:

– Claro que eres feliz, tú y tu amigo; aunque a él lo veo muy triste… él también es feliz; quizá para algunos la tristeza es su felicidad, además si la felicidad se comprara todo el mundo estaría triste. “El sin nombre” movió su cabeza como si estuviera de acuerdo con lo que decía el anciano, en cambio, el hombre de la máscara no estaba muy convencido de lo que el viejo decía y dando un paso hacia la piedra le preguntó al anciano: – ¿Quién vendería la felicidad? El anciano se quedó mirando a la máscara con una mirada aguda y se puso a pensar la respuesta, no debía quedarse callado ante una pregunta absurda y sin sentido, pero por más que pensaba en una respuesta y estaba a punto de decirla, balbuceaba, se detenía y quedaba en silencio; después de un rato el anciano preguntó evadiendo la pregunta que la máscara triste le había planteado. – ¿Quién eres? El hombre triste contestó: – Sabes muy bien quien soy. Cuando el anciano oyó la respuesta se quedó sin habla, como si hubiera visto a un fantasma, después se repuso y dijo en tono irónico:

– ¿Qué pasa si no logras saber quién eres tú? ¿Qué pasa si este joven que te acompaña es absorbido por sus demonios? ¿Qué pasará si Vauqiakd lo encuentra? El hombre triste le respondió: – Tú sabes lo que pasaría, tienes ese don quizá, y si no llega a pasar, también lo sabes; en cualquiera de las opciones tienes el mismo final. El anciano bajó de su piedra y se echó a correr a grandes pasos perdiéndose en el bosque. Los dos caminantes se alejaron de ese lugar para continuar su camino, aún estaban en el interior del bosque de Watum cuando encontraron a un hombre; él vestía con una ropa elegante (no de la forma elegante en la Gran Ciudad) sus vestiduras eran verdes, del mismo verde de los árboles, fácilmente se camuflaba en el follaje, usaba un jubón que parecía estar formado con hojas de los árboles pero las hojas eran metálicas, también usaba una capa negra que por momentos se tornaba de un color verde oscuro, claramente se veía que el hombre era una clase de guerrero y que posiblemente usaba su traje de gala. Éste se acercó a ellos y les habló diciendo:

–Acompáñenme, alguien desea hablar con ustedes. Los dos simplemente lo siguieron sin preguntarse nada, el hombre de verde los llevó por un camino que se iba creando a su paso y desapareciendo cuando éstos terminaban de pasar, era como si los árboles se abrieran y se hicieran a un lado para dejarles el camino libre; después de un largo rato en esas condiciones llegaron a un lugar parecido al que habían dejado hace algún momento y donde habían tenido el encuentro con el anciano, pero a diferencia de aquel, este campo era mucho más grande, era inmenso. La noche había caído y la Luna mostraba su rostro; en ese lugar tan enorme se encontraba un grupo de exiliados que se hacían llamar los Seres Nocturnos… Había campamentos en cualquier lugar que miraran; en el centro se encontraba un gran pabellón, era donde se localizaba su líder. “El sin nombre” y la Máscara Triste fueron conducidos a las afueras de ese pabellón, algunas personas estaban sentadas alrededor de una gran fogata, todos eran hombres, no había ni una sola mujer. Llegaron y se sentaron en el suelo junto con los jefes del grupo, en ese momento había pocos exiliados, como unos cien tal vez; los Seres Nocturnos poseían una ciudad oculta entre el bosque llamada Mergino y sólo ellos sabían la

dirección y el camino para llegar a ella; el lugar en el que se encontraban en ese momento solamente lo ocupaban para reflexionar y entrenar sus tácticas militares, eran la casta militar de los pobladores de Mergino, en la ciudad se encontraban sus esposas e hijos. Después de unos instantes los líderes les dieron la bienvenida a los invitados, Feew era el líder principal y después de un saludo muy rimbombante comenzaron a comer. Al término de la cena, Rejte que era un distinguido guerrero, mas no líder, les estrechó la mano y fue él, quien estuvo a cargo de ellos, Rejte era un hombre alto y fornido, traía puesta una capa larga parecida a la de un rey, su cabello era largo y casi blanco, sus vestiduras eran de color perla, los que vestían de ese color tenían otra jerarquía dentro de los nocturnos, y al parecer los de verde eran los de más bajo rango. Enseguida Rejte se dirigió al hombre triste y le dijo: – La Máscara Triste viene a visitarnos, entonces era cierto ¿Cuándo tomaremos las armas? El hombre triste no sabía de lo que hablaba, pero aun así le contestó: – No lo sé, pronto tal vez.

En ese lugar se sentía una atmósfera de tranquilidad, el viento soplaba melancólicamente, el cielo ya no estaba nublado como antes, ahora estaba casi limpio, algunas nubes delgadas se desgarraban por el viento en la lejanía, en ese momento todo comenzó a parecer un sueño, por primera vez se sentían libres… libres de pensar, actuar, sentir, parecía que el tiempo se detenía, la música sonó como nunca, “El sin nombre” la había escuchado tan tranquila y relajante; de pronto el espíritu de Dios se movió sobre ellos y habló con ellos, ahí estaba (ellos no podían verlo); Dios estuvo como uno más de los Seres Nocturnos pero ellos pensaban que los espíritus de sus ancestros se manifestaban en esa ocasión. “El sin nombre” no podía creer lo que pasaba, nunca había sentido tanta felicidad y tranquilidad, pero esa sensación de felicidad era distinta a la que pudiera ocasionar cualquier cosa en la Gran Ciudad; él había sentido a Dios y por algunos pequeños instantes pudo sentir la presencia de un ser superior, supo que era Él quien los había visitado, nadie había sentido algo parecido a lo que sintió “El sin nombre”. Muchos llegaron a pensar que la Máscara Triste era el causante de todo… entonces “El sin nombre” comenzó a comprender las cosas que veía; se había convertido en un semimuerto como todos los Seres Nocturnos.

El hombre triste agarró su máscara desprendiéndola un poco de su rostro como queriendo quitársela, pero en ese mismo instante y sin esperarlo un ángel intervino deteniéndole la mano y no le permitió que se la quitase, aún no era el momento; ¡Tantos misterios que se revelarán!… Sin embargo esa bella imagen sólo la pudieron ver el hombre de la máscara y “El sin nombre”. Transcurrió toda la noche en esa paz y tranquilidad, el espíritu de Dios les dio a conocer que existen otras tierras fuera de la Gran Ciudad, todos sabían que las tierras se extendían mucho más allá de lo que creían, así también les fue revelado que existen otros grupos como ellos, también exiliados, pero que habitan en tierras demasiado lejanas. Amaneció y Dios se retiró, sólo “El sin nombre” y la Máscara Triste supieron que Dios estuvo ahí, pero no lo vieron, solamente sintieron su presencia… El sol se dejó ver como una bola blanca en un cielo blanquizco, los dos jóvenes hablaron con los Seres Nocturnos y decidieron quedarse un tiempo, no en la ciudad de Mergino, ya que no se les fue mostrada, sino en el lugar donde acampaba el ejército, al cual llamaban “Síguetur”.

Feew, que era el líder principal de los Seres Nocturnos (de cuarenta y cinco años de edad a lo mucho), se acercó al hombre triste y le dijo: – Espero que en tu viaje se te revele lo profetizado, nosotros te estaremos esperando. La Máscara Triste respondió: – No sé de qué me hablas, pero agradezco tus palabras. Se quedaron en Síguetur sólo nueve días, para después seguir su camino hacia el norte; como siempre, hablaban poco y caminaban mucho. Pronto dejaron atrás ese lugar tan encantador; “El sin nombre” iba pensativo, pensaba quizá en lo que extrañaba más de la Gran Ciudad, pensaba en un gran amor que dejó ahí… una joven hermosa llamada Yamell.

III.- Lágrima Sin Nombre Las ideas de la sociedad Son presentadas por el Oscuro Sol

D

urante años estuvo sujeto, amarrado a ideas, amarrado a pensamientos, envuelto en llantos y risas, él lo

soportó… fue así su vida de desolación, ilusión, creencias, falsedad y estupidez; él era feliz para los demás, él se sentía bien en el mundo de títeres manipulados por sí mismos… eran esclavos de sus actitudes; pasaron los años, y él cada día era enterrado en cada minuto que vivió, su rostro desapareció, ese rostro de felicidad que tenía, ese rostro que no ocultaba nada, ni una lágrima resguardada por su alma que cada día entristecía más; no obstante surgió de pronto… surgió como una lágrima, como melancolía; él no tenía nombre a diferencia de todos los que vivían a su alrededor… abrió los ojos y vio lo que hasta hoy sigue siendo un misterio…

Oyendo la música a lo lejos, el hombre de la máscara triste recuerda caminando solo, recuerda haber oído una voz, su propia voz… sin darse cuenta, supo que era la primera persona a la cual tenía que entender y conocer; convirtiéndose así en su primer amigo, el amigo que sabía bastante como para saber lo bueno y lo malo, empezó a darse cuenta de muchas cosas que le fueron prohibidas decir… solamente él sabe a quién van a ser destinadas, tal vez sea a la persona que le ayude por su caminar, por donde muy pocos han pasado y por donde nadie quiere pasar. Con una gran esperanza seguirá caminado, oculto tras su máscara… sabe que las almas algún día despertarán, y sabe que tanto la sombra de aquella mirada que aún se le aparece, como el coraje que emana de su corazón por seguir encerrado, no serán la salida y no serán la entrada, ni siquiera aquella mujer la cual más que caerse fue aventada a esa fosa de oscuridad y muerte… él sólo sigue en busca de algo que tal vez no existe. Pasará el tiempo hasta el día en que vea la verdad, y vuelva a regresar de donde salió, vuelva a regresar de su propio exilio, en busca de algo que todos saben pero todos temen; una sociedad que prefiere seguir corriendo, volando, gritando con las manos atadas y su mente encarcelada bajo el gran fantasma de la nada, el temor y la vergüenza, en donde

todo es superficial y las lágrimas no existen pero el dolor sí, burlándose de los “porqué” de esas mayorías represoras de las minorías, sin darse cuenta que tanto la una como la otra son lo que quieren ser… nada.

IV.- Carta 3 (Impresiones de la Máscara)

N

o ha podido seguir el tiempo su camino por la eternidad, el viento se extingue y se lleva consigo la

esperanza, la verdad, el amor, los sueños… han pasado siglos y pasarán más, y muy pocos han sobrevivido, muchos más han vivido en esa tierra de la discordia, unos cuantos han muerto para ver más allá de los cadáveres con sentidos… La Máscara Triste observando hacia el centro de su alma, en esa atmósfera de infinita tristeza, en donde sus gritos son silenciados por el sonido de las masas; se han desvanecido sus sentimientos. Él ya no puede creer, está consciente de lo que pasa pero no lo puede evitar, solamente espera a ese pedazo de imaginación que ha logrado descifrar, se ha detenido en su lugar de aislamiento, en donde puede observar todo y en donde puede sentirlo todo, en un amanecer, en un atardecer, en el día o en la noche, siempre y cuando sólo él exista…

No puedo saber lo que piensa en esos momentos, no sé lo que siente… no lo puedo saber; en todo el camino que llevamos hemos hablado muy poco, yo diría que nada; creo que tengo que romper con esto; le pregunto pero no responde, sólo se oye un balbuceo detrás de su máscara, para después reírse… con una risa que se torna oscura con amor y coraje; se pregunta si habrá salida o si existe una entrada, sólo cree en lo que vive; se sienta en sus tantas personalidades creadas por la nada, a pensar, a recordar, a ver, a sentir, todo en su mundo es tan real como irreal… El que no tiene nombre 23 de Julio

V.- Carta 4 (Misterios Terrenales)

T

antos fantasmas se aparecen para crear la falsedad verdadera y olvidar los recuerdos; borrar… borrarnos

del lugar sagrado para el cual nacimos, hemos sido asesinados… pero aún quedan fuerzas para seguir a esa alma oculta tras su máscara… él sigue caminando sin encontrar una respuesta en concreto, olvidando quién era o cuál era su papel en esa gran obra de teatro, en la cual todos participamos… con amor, con pensamientos y con la propia alma, pero él ya se ha olvidado de cómo actuar, ya no quiere estar aquí. Por primera vez ha roto el silencio, él me ha hablado, era raro escuchar su voz, se oyó un poco extraña, la máscara no lo dejaba hablar bien, o quizá tenía oxidada su garganta. Pondré sus palabras como él me las dijo: “Puedo seguir actuando hasta que mi cuerpo desaparezca, pero soy un simple extra en esta gran obra y nadie quiere ser eso, yo ya no actúo dentro de mi alma como todos los demás, ya no existo en su

obra, estoy más allá del cuerpo, de lo físico…” No entendí muy bien sus palabras, pero supe de qué hablaba. Enseguida se puso a observar todo lo que su alma alcanzaba a ver, él ya no existe, mas vive con la esperanza de que algún día llegue realmente a vivir; sigue soportando su condena, en donde todos son felices, pero que por dentro están secos en la tristeza y por sus venas corren sólo pensamientos hechos polvo, el eco de su historia… ahogados por el fantasma de la vergüenza, son azotados por cada palabra profana que sale de su boca… Por un momento el hombre triste se sintió perdido, se dejó caer esperando la muerte, su mente en blanco, su alma triste, su corazón sin sentido… Dios, ese Ser misterioso y enigmático, tiene origen en la eternidad y sus palabras están destinadas a los cuatro puntos cardinales, pero desgraciadamente nadie las escucha… Ese Dios que existe en todos lados, le ha hablado… se han detenido los dos a conversar, yo solamente observo, se han puesto a hablar como nunca lo habían hecho, a meditar, a soñar, a crear una atmósfera jamás sentida por un ser humano, le dijo tantas cosas que yo no puedo descifrar.

Después de haber pasado el tiempo de perfección, Dios se ha retirado, solamente para que aquel ser triste siguiera caminando, en busca de lo que únicamente él sabe… Ya todo lo ha dejado… aquella sombra que se desvaneció así como apareció, también el gran recuerdo que durante años ha tenido se va borrando poco a poco; aquella alma que cayó en la fosa ha desaparecido… Pero por desgracia o por fortuna, no lo sé, aumentó una sensación extraña… de tristeza, de lejanía; se le apareció algo que jamás hubiera imaginado, no pudo distinguir qué fue, pero le agradó así como le desagradó, inspirándole inocencia, algo que nunca había sentido… a veces le siente odio, a veces le siente amor, es como un espíritu que revolotea en su ser, desaparece y aparece cuando menos lo espera, no puede adentrarse en sus pensamientos. El ser triste aún está seco de sus mejillas, no ha sentido ni ha visto lo que realmente debería a causa de un efecto así… El tiempo llegará de repente y él sabrá cuándo y quién será… Mientras pasa el tiempo él seguirá caminando solo con su máscara triste, ocultando su rostro bajo las lágrimas del cielo, en ese lugar de soledad y tristeza, viviendo en la tierra de la melancolía, envuelto en su odio, en su amor y en su esperanza

hasta que Dios le permita quitarse la máscara, y enfrentarse a los tantos demonios que existen… aquí y en su mundo. El que no tiene nombre 12 de Septiembre

VI.- Carta 5 (Reflexión)

O

bservo a todos lados, sólo veo cuerpos moviéndose sin su propio consentimiento, amarrados, golpeados por

sus temores y pensamientos, caminan con su piel hecha pedazos y su sangre congelándose en su oscura frialdad; pareciera que yo no existo entre ellos y tal vez es porque no pueden verme; me doy cuenta de que estoy muerto en su mundo, por momentos surge una risa de tranquilidad, de bienestar por no ser uno de ellos, pero cuando pasa el tiempo, conoces por primera vez la soledad. Se escuchan risas, burlas e insultos, y yo aislado en un rincón empiezo a escuchar voces, pero más que eso, es como si una persona distinta me hablara al oído cada cinco minutos, ya sea el coraje más grande que se pueda imaginar o la más estúpida y simple cursilería. De esa manera viví durante un tiempo indescifrable, por desgracia o por fortuna me ha gustado, tal vez fue el

momento en que supe las normas del amor, y en ese mismo momento conocí el verdadero coraje… coraje a toda esa sociedad corrompida a la cual mi amor pertenecía. Más que aislarme ellos, me aislé yo mismo, debo confesarlo, yo mismo no me aguantaba, me insultaba, y si hubiera sido lo bastante estúpido no estaría escribiendo esto, ya que me hubiera suicidado… Cuando menos me lo esperaba, se me presentó una oportunidad, buena, mala, en ese momento eran ambas; una oportunidad que para muchos, sino es que para todos, era buena en la situación en la que me encontraba, mas yo la rechacé; de lo contrario sería una persona “alegre” con “ideas”, “popular”; afortunadamente me di cuenta de que elegí el camino correcto; así también me he dado cuenta de muchas cosas que tal vez los demás no quieren ver, prefieren ser una masa, máquinas o personas sin sentidos, a las que les importa más su popularidad y su jerarquía social, en lugar de ver más allá de lo que sus ojos y su cerebro profano logran ver… … Creo que ha terminado esa etapa de coraje hacia esa sociedad, sé que no todos son iguales, y mucho menos que exista la igualdad; creo que estoy loco por ser más distinto de lo que se está permitido, pero puedo sentir, puedo pensar,

puedo soñar más que esos cuerpos sin sentidos que siguen viviendo una vida sarcástica…

Me viene a la mente una

pregunta, tal vez a aquel que es un nihilista le parecerá una estupidez y solamente soltará una risilla, los demás, la contestarán con una respuesta simple o no la responderán o dirán un montón de tonterías, pero eso sí, seguros de lo que dicen sin saber de lo que hablan. La pregunta es, si crees en Dios ¿Por qué crees en Él? Es una pregunta aparentemente sencilla, mas no lo es… cuando tus ojos logren por primera vez distinguir más allá de los prejuicios, de lo bueno y de lo malo, cuando tu alma se sienta realmente libre, cuando sepas y estés consciente que en las religiones existen administraciones, dogmas, ideas contrapuestas, habladurías, que todo esto es distinto de la verdad, que la religión está atrayendo los problemas, las falsedades, las mentiras, la hipocresía, de la cual todos son esclavos con corazones llenos de resentimiento, te darás cuenta que hay que cambiar pronto todo sistema… y tal vez exista algo que no sepamos qué es… algo bueno. Quién soy yo para escribir y decir cosas que para algunos son pura y simple profanidad, no lo sé, sólo digo que la religión no es lo mismo que el dogma…

Pasaré los años caminando, en un mundo tan real como en el que tú vives, melancólico, solo, triste, oscuro y frió… buscando la diferencia dentro de la diferencia, hasta que la lágrima encuentre un lugar donde caer (hasta hoy lo desconozco), un lugar tan secreto como tú falso reflejo. El día de hoy me han pasado tantas cosas, he sentido cosas indescriptibles, y solamente me dan ganas de llorar, mi odio pasó a ser un mal recuerdo de mi persona, lo he guardado para casos extremadamente especiales. Esa sociedad a la cual yo odiaba, no cambiará, puras farsas e incoherencias seguirán existiendo en su vida, y me doy cuenta de que, aunque no quiera, soy parte de esa sociedad. No me ven, no existo para ellos, pero ahí estoy, parado observando la muerte del Sol y de la Luna bajo el árbol que llora con melancolía… Estoy consciente de que todos estamos en un mismo mundo y no en distintos como yo creía, pero ellos viven encerrados dentro de una pequeña parte de éste, rodeados de grandes montañas de prejuicios, idiosincrasias, religión, falsedad e hipocresía; yo he podido traspasar esa gran muralla y

he visto grandes cosas, cosas distintas a las que en aquel lugar de la sociedad existen; he visto lugares tan maravillosos… creo que sentí la libertad. A veces pienso que nadie ha sentido la libertad, solamente esas personas que logran escapar de la anarquía de las jerarquías satanizadas. Ahora que estoy afuera, tendré que seguir caminando, ya que este lugar es más grande que tus propios pensamientos; lo que hay más allá de tu límite, lo que sobrepasa esas montañas que se te hacen imposibles de pasar, no lo entenderías con palabras; no te puedo describir lo que estoy viviendo en estos momentos, creo que estoy más vivo de lo que pensaba, pero estoy muerto a tus ojos. Estas palabras son solamente para aquellos que las entiendan, espero que tú las entiendas y que me enseñes otro punto en el infinito mundo en el que vivimos y espero darme cuenta de si eres la diferencia dentro de la diferencia, y si puedes llegar a ser la lágrima más transparente y más cristalina que exista… Tear

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©Marcel Pérez Córdova Tear & Zethra 2011