Dremos
Marcel Pérez Córdova
Tear & Zethra
NO SIEMPRE VES HIENAS
Señor Sintético era un hombre común y corriente, trabajaba de medio tiempo en una pequeña empresa que estaba a punto de llegar a la quiebra, sabía que en cualquier momento lo despedirían; Sintético estaba casado con Tetas de Alambre, una mujer estereotipada que reía molesta y falsamente, amante del color rosa y siempre en busca de atención aunque lo que hiciera o dijera no tuviera la más mínima importancia – era imposible hablar con ella – ya no digamos algo inteligente sino algo coherente – Su preocupación: los zapatos, la nueva moda y nunca quedar mal con una de sus supuestas amigas, por ejemplo, que tuviera una uña rota y alguien cercano se diera cuenta… Aquella esposa era toda plástica. Sintético tenía además tres hijos ejemplares en apariencia, todos con buenas calificaciones, dos de ellos eran hombres y una
mujer, el mayor de sus hijos estaba próximo a terminar la preparatoria, la hija cursaba el segundo grado de la escuela secundaria y el hijo menor aún estaba en la primaria. A Sintético parecía no importarle nada de su vida, sus pertenencias más valiosas era una televisión, un horno de microondas y un par de pantuflas para sus pies extraños… Un día cualquiera, Sintético despertó de un sobresalto, se le había hecho tarde para ir al trabajo, ya hacía rato que su esposa e hijos habían salido de casa, entonces Sintético se apresuró, se levantó de su cama y sintió el suelo frió, extrañado miró hacia bajo, no estaban sus pantuflas, sin darle importancia bajó al comedor y encima de la mesa estaba el periódico del día, comenzó a leerlo y se dio cuenta que no había frases coherentes en la redacción, una de las notas decía: “El pasado 5 de Septiembre perro y cañones acorralada está bajo amenaza de muerte cese al fuego sangre de soldados niño peligroso enfermedad contagiosa niño peligroso cuidado enfermedad contagiosa”. En todo el periódico no existía ningún punto ni coma, sólo palabras. Sintético se limitó a sonreír y se sentó a ver el televisor decidido a no ir a trabajar, ya que era demasiado tarde; la programación parecía normal (pura basura) hasta que de pronto en un programa de hombres feministas surgió la frase entre sus diálogos “niño peligroso”, la mente de Sintético se sintió
algo perturbada; siguió cambiando de canal y en las noticias escuchó: “enfermedad contagiosa”. En ese momento apagó el televisor… al mismo instante el ruido del cerrar de una ventana se escuchó, Sintético se levantó rápidamente a ver el periódico, un sudor frió y presión alta invadieron su cuerpo, ahora el periódico era perfectamente legible – claro está que con los errores ortográficos y de redacción que tienen normalmente – hoja por hoja lo revisó pero no encontró nada inusual, sólo noticias comunes, guerra, ejecuciones, política barata, el casamiento de no sé qué sujetos y notas idiotas por el estilo; Sintético estaba seguro de que no era el mismo periódico que había leído hace unos instantes, trató de tranquilizarse y con una sonrisa se dispuso a dar una caminata al aire libre. Al salir de la casa se percató de que la ventana estaba un poco forzada pero no le dio la más mínima importancia; anduvo en las frías calles de la ciudad y en su andar dirigió su mirada al otro lado de la banqueta, vio a un niño de unos nueve años aproximadamente, con una mano oculta y la otra sosteniendo un periódico, Sintético sintió temor sin ninguna razón aparente y empezó a correr, corrió unas tres cuadras hasta que chocó con un anciano que en sus manos y en sus pies portaba unas pantuflas parecidas a las que él tenía en su casa, en ese instante pensó: – ¿Quizás me las robo? ¿Por qué la ventana estaba forzada? Mientras se preguntaba eso, unas ancianas hablaban de la
ola de asesinatos y suicidios que se presentaban por aquellos lugares, una de ellas hablaba: – Sí, parece ser una enfermedad contagiosa. Entonces una de las ancianas comenzó a reír hasta vomitar, mientras la otra viejecilla le robaba el bolso al ver la incontrolable risa. Sintético se sintió desesperado y con un golpe lanzó al piso al anciano que llevaba las pantuflas, se las quitó dejándole solamente las de los pies; corrió de regreso a su casa mientras el anciano gritaba: – ¡Ayúdenme! sin mis pantuflas el niño me matará. Cuando Sintético corría regresando a su hogar, miraba alrededor y veía cómo la gente lo observaba, algunos se apartaban de su camino llenos de pavor, otros sólo se hacían a un lado. Ruido de autos, vehículos de emergencia, niños llorando, un negro travesti ocultando su rostro, gente temblando, una hiena corriendo entre los autos, era el sonido de la ciudad. Sintético llegó a su casa y rápidamente se metió a la cama, era un día muy raro y ya no quería saber nada, desesperado se ocultó entre las cobijas, en su cabeza surgían preguntas de porqué las cosas estaban sucediendo de esa manera, ¿Quizás era una
broma del trabajo? ¿Estaba enfermo y la enfermedad lo hacía ver cosas extrañas? Tal vez no sucedía nada de eso y así lo interpretaba… no lo sabía. De repente Tetas de Alambre, su esposa, entró a la habitación con un martillo en su mano, Sintético volteó rápidamente, al ver la mirada de su esposa y el brillo del martillo, se levantó horrorizado, su esposa se detuvo. – Tranquilo, llegué hace un rato, pero estabas dormido – Le dijo su mujer. Diciendo esto puso el martillo bajo la cama, Sintético no recordaba que ahí se guardara la herramienta. Tetas de Alambre salió del cuarto, entonces Sintético miró bajo la cama, observó la caja de la herramienta y dos pares de pantuflas… ahí estaban las suyas y las que le había quitado al pobre viejo. Desde aquel día Sintético no pudo vivir en paz como antes, cada vez más sentía el acoso de las personas, a diario veía al niño al cual le temía, era tétrico ver el rostro del infante, parecía el de un anciano pero realmente era un niño. Todos los días en el periódico veía la frase “niño peligroso”; dejó de ir al trabajo debido a que sentía que todos se burlaran de él, que todos hacían chistes a sus espaldas de lo que le ocurría.
Los días pasaron y sintió que todos se mostraban violentos al verlo, en el transcurso de una semana vio cómo mataban a cinco personas y cómo otras tantas se suicidaban. – Pronto me tocará a mí – Pensaba Sintético. Asesinos seriales, persecuciones grotescas, el niño anciano ocultándose, gritos de desesperación, ovulación, eyaculación, hiena corriendo entre los autos, risas sin sentido, robos, discordancia de ideas, lógica perdida, todo ante los ojos de Sintético. – ¿Quieren acabar conmigo? ¡Aquí estoy! – Gritó. En ese momento Sintético sintió cómo miles de manos tomaron su cuerpo. Despertó en una habitación amarrado a la cama, mirando el cuarto supo y estuvo seguro que se encontraba en un hospital; minutos después entró al cuarto Cabeza de Algodón (un medico con olor a marihuana) junto con Tetas de Alambre y tres sujetos más, estos eran familiares de Sintético, lo miraron detenidamente por un largo rato, luego Tetas de Alambre dijo: – Sí… él me quiso matar. – Estás completamente jodido maldito marica, a ver ahora ¿Quién se robará mi limonada? – Se acercó Cabeza de Algodón al oído de Sintético y le susurró.
Salieron todos del cuarto dejando a Sintético quien no sabía qué pensar, su mente estaba en blanco, todos estaban en contra de él. – ¿Por qué no me matan? ¿A lo mejor sólo quieren verme sufrir? Pero ¿Por qué? – Pensaba Sintético no encontrando una razón… … Resignación. Mientras estaba en el hospital psiquiátrico, no hizo nada más que escuchar al depravado Cabeza de Algodón, Sintético siempre lo oía decir frases estúpidas como “a ver mariquita, muéstrame tu lado de perro” o “no sé cómo le haces pero siempre en las mañanas desaparece mi limonada y esta mañana hasta mis pantuflas” Sintético soportó durante dos meses esos comentarios sin sentido. La noche antes de salir del hospital, pensaba en todo lo que había sucedido desde aquel día en que despertó y tocó el suelo frió, llegó a la conclusión de que todos en la ciudad habían adquirido un virus que los hacía actuar extrañamente y que él era el único normal, por tal motivo estaban en contra de él, lo que no sabía era por qué él no estaba contagiado. A la mañana siguiente todo parecía estar en completa calma, Sintético salió con cautela de su dormitorio, el hospital se
encontraba completamente vacío; caminó hasta la puerta de entrada sin que nadie se lo impidiera, al abrir la puerta principal vio carne y sangre desparramada en la banqueta, sus pies tocaron todo aquello y al mirar al suelo vio entre los restos una parte de un gafete con la palabra “Algodón”, Sintético no pudo contener la risa, una risa que se fue convirtiendo en miedo al ver a lo lejos a una hiena despedazando a un sujeto. – ¡Maldito niño! – Gritaba con pavor el hombre atacado por la bestia. Sintético corrió hasta ocultarse de la hiena, todo lo que veía en la ciudad era caos, y toda la gente parecía querer atraparlo; corría calle tras calle, pensaba que todos estaban contagiados de algún virus extraño, de pronto se detuvo ante un anuncio que contenía una frase que llevaba las palabras “niño” y “muerte”, entonces apresuró el paso nuevamente y entró a un edificio de cinco pisos, subió por las escaleras hasta llegar al último, no sabía por qué lo hacía pero ahí estaba, subiendo. Al llegar, dobló por el corredor hasta dar con la última habitación, en ella encontró a un hombre bien vestido, pulcro, anacrónico, parado frente a la ventana, Sintético se le acercó y le dijo: – Necesito hablar con alguien. Tenía la esperanza de que aquel sujeto lo pudiera entender, pero no recibió respuesta del hombre, así que Sintético comenzó a
contar lo que había vivido desde que despertó aquel día en que sintió el suelo frío por no tener sus pantuflas; no iba ni a la mitad de su relato cuando el hombre le contestó. – Crees que me interesa lo que te pasa, ¡Mira! ¡Mira a la ventana ojos de estiércol! La gente me persigue porque no soy como ellos, pero mañana seré un sujeto que tenga un buen empleo, una esposa estereotipada, veré el fútbol los domingos, tendré una amante y un lindo perro que tenga amoríos con mi esposa… – La habitación quedó en silencio, Sintético y Bien Vestido miraban por la ventana – Sé a lo que vienes, pero no te daré ese gusto – Dijo Bien Vestido con mirada vidriosa. De pronto y sin decir más nada, el hombre se tiró por la ventana, sólo se escuchó el ruido de un cráneo al golpear el cemento de la banqueta; Sintético, ahora solo, miraba por la ventana. Salió del edificio, a sus pies estaba Bien Vestido con la cabeza hecha pedazos, Sintético ya no quería llegar a su casa; afuera, en la ciudad, el caos. De nuevo se vio obligado a caminar por las frías calles. – Que pase lo que tenga que pasar – Pensaba. Y ahí estaba el niño, frente a él, los dos se miraron en silencio, Sintético miró al cielo al justo momento en que sentía
cómo su pecho era atravesado por algo, era la mano del niño anciano, que con su pequeña y arrugada manita de niño jugueteaba con el corazón de Sintético, sonrió al ver que la hiena se acercaba. Todos creen vivir felices y luego mueren de la manera más estúpida que se puedan imaginar, en nuestra maravillosa sociedad delirante.
El ÁRBOL DE LOS DESEOS
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©Marcel Pérez Córdova Tear & Zethra 2014