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La verdadera ley de la selva y el silencio de los que no

si bien se considera que la teoría de juegos se retrotrae a la publicación, en 1944, del libro de Von Neumann. Teoría de juegos y comportamiento económico ...
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enfoques

| Domingo 5 De mayo De 2013

planetario

Una ministra elige volver a su casa y abre el debate laura lucchini

PARA LA NACION

BERLÍN.– Había empezado bien el mes de abril para la ministra alemana de Familia e Igualdad, la demócrata cristiana Kristina Schröder. A pesar de que sus críticos la llaman “la ministra por así decirlo”, por su mandato poco exitoso, logró imponer su línea dentro del gobierno. Al contrario de lo que pedía la ministra de Trabajo, Ursula von der Leyen, el Consejo de Ministros rechazó la introducción de un cupo femenino en las grandes empresas, y acogió la propuesta de Schröder de establecer cuotas “flexibles”. No tuvo tiempo de disfrutar de su éxito porque enseguida un rumor se difundió en la prensa: según “un exponente de primera línea” de su partido, el mismo

de la canciller Angela Merkel, la ministra no formaría parte de un futuro equipo de gobierno. “Sus compromisos familiares se lo impiden –comentó la fuente–. “Quiere dedicarse más a su hija.” La ministra tiene 35 años y una hija de 2 que nació mientras estaba en el cargo. La noticia desencadenó un debate de principios. Si la ministra encargada de ayudar a que las mujeres puedan combinar carrera e hijos se retira para ser ama de casa, ¿qué mensaje deja este Ejecutivo a la población? Schröder no quiso comentar la información. La prensa conservadora especula con que sea una campaña para desacreditar a la ministra de cara a las elecciones. El debate, sin embargo, queda abierto.

Para la defensa nacional, nada mejor que leer a Jane Austen juana libedinsky

LA NACION

NUEVA YORK.– En caso de un ataque nuclear a Estados Unidos, a Michael Chwe, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de California en Los Angeles, le gustaría que la defensa nacional estuviera a cargo de… Jane Austen. En su nuevo libro, que está causando el revuelo del momento en el mundo de las ciencias sociales, asegura que, si bien se considera que la teoría de juegos se retrotrae a la publicación, en 1944, del libro de Von Neumann Teoría de juegos y comportamiento económico, un siglo y medio antes, “Austen estaba deliberadamente estableciendo los fundamentos filosóficos para una nueva teoría de la ac-

ción estratégica, incluso mapeando territorio que los teóricos de hoy no han podido alcanzar”, según resumió The New York Times al hacerse eco de la noticia. En su nuevo libro Jane Austen, Game Theorist (Jane Austen, teórica del juego), Chwe identifica 50 tipos de manipulaciones estratégicas con componentes innovadores que descubrió en la escritora. Según Chwe, de Vietnam a Irak, hay serios errores militares que podrían haberse evitado aplicando la inteligencia práctica de una escritora que se ocupaba de las formas de conseguir marido, pero, al lado de quien, Henry Kissinger hoy queda como un niño de pecho. ß

La 2 perspectivas

Fin de ciclo, hora de cambios y despedida Claudio A. Jacquelin —LA NACIÓN—

P

asaron 10 años, 5 meses y 10 días desde que esta columna y este autor ocupan este espacio. Entonces, Estados Unidos y George W. Bush todavía no habían invadido Irak y Saddam Hussein era el segundo en el ránking de los malos mundiales detrás de Ben Laden. Lula no había asumido su primer mandato como presidente de Brasil y Eduardo Duhalde, que presidía la Argentina, había vuelto a prometer que “quien depositó dólares recibirá dólares”. Y el dólar cotizaba a 3,39 pesos. El 22 de diciembre de 2002 nació esta columna, cuando la Argentina vivía con respiración asistida, tras salir penosamente del coma en el que había caído un año antes, y nadie creía que estuviera “condenada al éxito”. Sólo parecía purgar una larga condena. Nadie podía ilusionarse entonces con que estaba por empezar la década de mayor crecimiento económico sostenido del país, cuando el precio internacional de la soja, principal generador de ingresos, apenas superaba los 200 dólares en el mercado internacional. En esos días, Néstor Kirchner era sólo uno de los precandidatos que miraba las elecciones previstas para el 27 de abril de 2003 como un escalón en su proyecto presidencial para 2007. Hasta que Duhalde descubrió que no tenía ningún candidato viable y que Menem estaba por encarnar la última de sus pesadillas. El riojano ya había destrozado en 1999 el sueño del bonaerense de acceder a la presidencia por la vía de las urnas y tenía las mayores chances de volver a ser elegido presidente. A fines de 2002 nadie podía imaginar que cinco meses después, con el apoyo vital de todo el aparato peronista bonaerense, Kirchner estaría por inaugurar una era, que 10 años después, aunque un poco golpeada y ya con él ausente, sigue alentando sueños de eternidad. Menos aún podría haberse aventurado que sin ganar ninguna de las elecciones nacionales a las que se presentó, el santacruceño se convertiría en el perdedor más exitoso de la historia política argentina. Demasiadas cosas pasaron en estos 10 años desde que amaneció esta columna. Tantas, como para que parezca mentira que la fabulosa recuperación económica lograda desde entonces ahora esté en serio riesgo. También, para que resulte difícil de creer que la ilusión de justicia que generó en esos primeros años el fin de la Corte menemista esté a punto de estrellarse contra un Poder Judicial kirchnerista. O que la protección de los ciudadanos frente al Estado pueda estar amenazada después de la notable ampliación de derechos individuales lograda en esta década. Sí, pasó demasiado desde el 22 de diciembre de 2012, cuando la realidad de la que se ha ocupado esta columna era muy diferente y el futuro resultaba aún más incierto (¿o no?). Por eso, este autor está convencido de que se cumplió un ciclo y que es hora de renovación y despedida. Tiempo de airear este espacio, de abrir una nueva ventana y de ofrecer una nueva perspectiva. Por eso, a partir del próximo domingo 19 se encontrarán aquí con la aguda mirada de Martín Rodríguez Yebra. A mí me queda agradecerles a todos los que me han acompañado en estos 10 años, 5 meses y 10 días, a lo largo de más de 200 columnas, y decirles que nos volveremos a encontrar en otras páginas de la nacion .ß

g Tal como vinimos al mundo Por Héctor M. Guyot | Foto Rafa Rivas/AFP bilbao, 2 de mayo. Bajo la lluvia y tal como llegamos a la vida. Así estamos. En un mundo convertido en gran aldea, Bilbao queda a la vuelta de la esquina y la osadía de esos tres hombres que protestan contra el gobierno regional por los recortes a las políticas sociales refleja su orfandad ante la recesión y el desempleo, pero también la condición de los simples mortales que vivimos en este hemisferio. Aquí tenemos nuestras propias tormentas. Sin embargo, el viento de la crisis que se ceba con Europa puede llegar hasta nosotros el día menos pensado. Todo depende de los designios inescrutables del mercado, hoy disparados por autómatas sólo sensibles a su propio beneficio. No habla-

humor

mos de los consabidos tiburones de las finanzas, sino de los robots y las máquinas que han empezado a manejar los hilos a cuenta de ellos, pero a riesgo de todos. Miren si no lo que pasó el martes 23. Poco después de mediodía, la agencia AP anunció en su cuenta de Twitter: “Última hora: dos explosiones en la Casa Blanca y el presidente Obama está herido”. Un minuto después, Wall Street entró en pánico y el Dow Jones, uno de los índices bursátiles más importantes del mundo, se desplomó. Fue un pánico desapasionado, porque los inversores que se lanzaron a vender títulos a lo loco no llevan sangre en las venas sino cables por donde circula una cantidad inimaginable de

información. Según consignó El País esta semana, hoy los robots realizan el 50% de las operaciones en la Bolsa neoyorquina. Pueden cruzar más datos que la mente humana, claro, pero son incapaces de cuestionar la veracidad de una información. Y hete aquí que el tuit que provocó el desmadre era falso. La gracia solitaria de un hacker. El episodio resultó una visita relámpago a los sótanos del sistema. Por un instante, los focos develaron los cimientos que hoy sostienen nuestra civilización. A falta de una hoja de parra, no está mal un barril, como el que les queda a estos vascos. Tal vez sea el último refugio posible, aunque no cubra de la lluvia. ß

desde el margen

La verdadera ley de la selva y el silencio de los que no ven Fernanda Sández

Patrick Chappatte/ Francia Las amenazas de Obama sobre el uso de armas químicas no logran frenar a un imparable Al-Assad.

Paresh Nath/ estados Unidos El nuevo primer ministro italiano y el desafío de sacar a Italia de la crisis con un gobierno de coalición.

T

—PARA LA NACION—

iene los ojos azules, el pelo blanco y una soledad que no cabe en la foto. Es un señor grande. Luján, una voluntaria que fue a llevarle cosas para que sobrevivir allí sea un poco menos duro, lo abraza y sonríe. El señor simplemente mira a la cámara, como sin entender. La imagen fue tomada en el hospital José Borda hace poco menos de un año, cuando muy poca gente (como Luján y algunos más) se acercaba hasta ahí de visita. A proponer actividades, a conversar con los internos y hasta a llevarles lo que habían recolectado a puro pulmón: jabones, desodorantes, peines. Algo de lo mucho que siempre falta. El viernes 27 de abril, un grupo de la Policía Metropolitana fue enviado al hospital a custodiar al grupo encargado de demoler el Taller Protegido N° 19, donde gente como el señor de los ojos azules y otros más aprendían herrería y carpintería. El gobierno de la ciudad (con anuencia del bloque kirchnerista) planea levantar allí un centro cívico. Pero todo terminó del modo menos cívico del mundo, con enfermeras y médicos ahogados en gas, palazos, periodistas esposados y 36 heridos. Todo en un hos-

pital público. Todo en pleno Estado de Derecho. Todo frente a personas que, si algo necesitan, eso es creer que la violencia quedó del otro lado del muro. Será que hay límites que no deben ser cruzados. Fronteras que, una vez atravesadas, no hacen más que abrir las fauces del abismo. El día que Carolina Píparo fue baleada en una salidera bancaria y su bebe Isidro terminó muerto, algo en el corazón de este extraño barco en el que vamos todos se quebró definitivamente. Balear a una embazada. ¿Tan bajo habíamos llegado, que una mujer a punto de parir podía ser, también, un blanco móvil? Ése fue nuestro bautismo oficial como sociedad carnívora. Pero no hubo marcha, ni cacerolazo. Nada logró arrancarnos de nosotros mismos, lanzarnos a la calle frente a la brutalidad inconcebible. Ese mismo día supe –tantos supimos– que algo acababa de morir para siempre. Que empezábamos a devorarnos unos a otros y que a nadie le importaba demasiado. El día de la represión en el Borda –que además convirtió al taller protegido en una pila de escombros, aun cuando la Justicia todavía no se pronunció al respecto– también muchos esperaron que algo sucediera. Que aquella imagen de uniformados que disparaban contra médicos, internos y reporteros genera-

ra alguna reacción. La mínima, teniendo en cuenta que el gobierno porteño es garante de la seguridad y bienestar de todos los internados y concurrentes a dispositivos sanitarios. Para variar, nada pasó. Hubo, sí, una marcha y mucho ruido en los medios. Pero los muchos, los que podríamos haber llenado el aire con las voces que los locos no tienen, guardamos un silencio insalubre. Ese mismo día, miembros del Movimiento Argentino de Reporteros Independientes Autoconvocados tomaron imágenes que cuentan lo que sucedió allí mejor que cualquier crónica. La desesperación, el intento de pacificación a cargo de un sacerdote, las ganas de matar en la mirada de otros: todo está allí. Sólo que quizá nadie quiera verlo. O que prefieran mirar otra cosa. El día después, la vicejefa de gobierno porteña, María Eugenia Vidal, advirtió: “Vamos a identificar a todos los que agredieron a la policía y estaban armados y con palos, y los vamos a denunciar a la Justicia. Si no, acá es la ley de la selva”. Irónicamente, fue el mismo gobierno el que acaba de confirmar que aquí no hay otra ley que ésa. La del más fuerte. La del más armado. La del más impune. Esa que la gente como el señor de ojos azules nunca terminará de entender. Ni nosotros de aceptar. ß