2 J'-s61l- I 2g:)y EUGENIO BURZACO - GERMÁN GARAVANO DIEGO GORGAL
o JUSTA
Una reflexión sobre la inseguridad pública y una propuesta para superar la crisis
Ateneo
la nueva inseguridad en el nuevo paisaje social El criminal ejerce su poder allá donde no se ha preparado resistencia alguna, y dirige su furor hacia donde sabe que no hay dispuesto ningún obstáculo. MAQUIAVELO
La Argentina se encuentra inmersa en una perceptible situación dl' inseguridad surgida a partir de la creciente ola de delitos que IIl1CnaZala vicia, la libertad y el patrimonio de los ciudadanos, y genora niveles de sensación de inseguridad y de miedo a ser víctima lit' un crimen nunca antes vistos en la Argentina. La proliferación liv hechos delictivos, de los que dan cuenta las crónicas periodísti1'11 S, transmite la imagen de una sociedad donde el respeto a la vida Vla propiedad de los ciudadanos se ve transgredida con suma faciI klad y frecuencia, lo cual se corrobora con las estadísticas delictualcs que -aunque precarias y no siempre confiablesmuestran in pausa una tendencia al alza. La crisis social y política producida por el incremento de la inwguridad -tal el carácter desde el momento que la demanda de tll'guridad comparte los primeros puestos de la agenda públicano rconteció de la noche a la mañana ni nació por "generación esponI nnca" En tanto fenómeno social, el delito y la violencia no responden en su génesis a esquemas monocausales, esto es, a la existencia de un solo factor que provoque que en el seno de una sociedad se produzcan conductas transgresoras a la ley. problema de la inseguridad que se vive en nuestro país se compone dc distintos fenómenos delictivos, criminales y de violen('in, que se nos presentan como "el" problema, pero que constituVI'II, Vil realidad, varios problemas. En otras palabras, el escenario dI' 111 sl'glll'idud de nuestro país se compone de una serie de tendenl:iIlS'y ('il'l'llllsltlllcins que !O1"l1ll11 (1 In inseguridad en un problema ,:olllpl,'jo 1I"l' ¡llIpi(\l' Sl'r ('()III·dd('I'I\(lodl' 11I(lIll'l":Iunfvocn.
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La situación de seguridad en nuestro país es sumamente heterogénea, dado que la magnitud, las tendencias y las características de los niveles de delito y violencia son diferentes en distintos puntos del país, grupos sociales y hasta segmentos etarios. Hay, sin duda, tendencias nacionales generales, como el incremento en el nivel de delitos, el aumento en la sensación de inseguridad y el impacto heterogéneo del delito. Sin embargo, en un análisis puntual se percibe una evolución desigual de la violencia, con jurisdicciones que ven incrementar sus niveles de violencia, jurisdicciones que mantienen su nivel y jurisdicciones que han logrado disminuirlo. En esta inteligencia, las principales tendencias que configuran el escenario de seguridad de nuestro país son:
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Evolución de la cantidad de delitos Total del país (1990-2002)
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La ola de delitos y de violencia que padece nuestro país creció constantemente durante las últimas décadas con una marcada aceleración durante los años noventa. En efecto, la cantidad de denuncias de delitos se duplicó dos veces en los últimos treinta años. El primer incremento del 100 % se dio entre 1970 y 1990; el segundo, en la mitad de ese tiempo: entre 1990 y 2001. Es decir, los noventa incrementaron 100 % la velocidad de crecimiento de la cantidad de delitos denunciados respecto del período 1970-1990. Entre 1990 y 2002 la cantidad de delitos denunciados en la totalidad del país pasó de 560.000 a 1.340.000, aproximadamente, es decir, casi se duplicó el volumen absoluto de hechos delictuosos denunciados en el término de once años. Dado que la cantidad de delitos que se perpetran ha crecido a un ritmo superior al crecimiento de la población, la tasa de delito -que permite la comparación intertemporalmuestra también un incremento notorio de la delincuencia. En la Argentina se cometieron en el año 2002, 3.575 delitos denunciados cada cien mil habitantes, contra los 1.722 que se cometieron en 1990, o los 1.484 -la cifra más baja de la década- de 1991. Esto significa que en el mismo período de tiempo (1990-2002) la tasa de delitos denunciados en la República Argentina tuvo un crccimiuntu 1II'11111lllílclo del ]07 %.
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1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999
2000 2001 2002
Fuente: Dirección Nacional de Política Criminal (DNPC)
Tasa de delitos denunciados Total del país (1990-2002)
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Inseguridad: se admite que se llegó a un nivel crítico
Robos: aumenta el clima de inseguridad La gente siente que está desprotegida; el 90 por ciento de los detenidos son reincidentes; los expertos recomiendan una mejor prevención.
"La situación es crítica", admitió el secretario de seguridad bonaerense Alberto Piotti. "Estamos frente a delincuentes dotados de poderosas armas que lamentablemente pueden adquirir en cualquier villa de emergencia", apuntó el jefe de la Policía Federal comi-
EI83 por ciento de los ciudadanos sienten que sus bienes y sus vidas no están protegidos según una encuesta que realizó LaNación en esta capital y en el Gran Buenos Aires. (. ..) Aunque la frialdad de las cifras es más que contundente, el jefe de la División Robos y Hurtos comisario Eduardo Curletto dijo que Buenos Aires es una de las ciudades más seguras del mundo. (. ..) La Policía, siempre reacia a aceptar que la delincuencia está aumentando, prefiere hablar de del itos estacionales. (. ..) La liviandad de las leyes queda demostrada por estadísticas policiales: el 90 por ciento de los detenidos son reincidentes.
La Nación,
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domingo 25 de febrero de 1996
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sarioAdrián Pelacchi. Mientras restauranles y bares reforzaron su seguridad, la ola de violencia cobró una víctima más al fa--Ilecer María Andrea Carballido, de 25 años, quien el domingo último recibió un balazo en la cabeza durante el asalto a un pub de Belgrano. "Los ladrones escapan ruzando la General Paz porque saben que es como ingresar en otro país", dijeron fuentes policiales. (. ..) Sobre el tema un alto jefe de Robos y Hurtos afirmó que "muchas de las armas que hay en la calle y en manos de los delincuentes estaban en las casas de los particu lares que fueron robados". "Aunque", aseguró, "cualquier laírón puede adquirir una ametralladora
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Uzi en una villa".
La Nación,
miércoles 31 de julio de 1996
La ola de inseguridad en la provincia de Buenos Aires. No pueden parar la escalada delictiva Según la estadística oficial, creció la cantidad de delitos; en enero se denunciaron 21.552 hechos, 212 más que en diciembre. Pese a la prédica realizada desde el Ministerio de Justicia y Seguridad bonaerense,. las estadísticas emanadas desde esa misma dependencia demuestran que en el territorio provincial no cedió la ola delictiva.
La Nación,
viernes 19 de febrero de 1999
Al cumplirse un año de la reforma policial lanzada por Duhalde aumenta el delito en la provincia
LA
Así lo indicó un informe preliminar de la Corte Suprema bonaerense, cuyas estimaciones difieren de la baja que registra el gobierno Un progresivo aumento de los índices delictivos en la provincia de Buenos Aires será una de las notas salientes de las estadísticas penales de la Suprema Corte de Justicia bonaerense, que se darán a conocer en los próximos días. La información se dará a conocer al cumplirse un año de la reforma policial puesta en marcha por Eduardo Duhalde, quien en diciembre de 1997 nombró a un civil, Luis Lugones, interventor en la fuerza. (...) La seguridad encabeza los temas de inquietud en vastos sectores de la población. De acuerdo con una encuesta que Gallup realizó en diciembre último, en el Gran Buenos Aires figura en segundo lugar, precedida sólo por la falta de trabajo.
e..)
La Nación, lunes 4 de enero de 1999
Laola de inseguridad: los crímenes aumentaron 50 % respecto de 2001. Cada tres horas,alguien es asesinado en Buenos Aires Durante 2002 hubo 2459 asesinatos en el territorio bonaerense, contra 1632 de 2001. Al observar las estadísticas oficiales sobre la evolución de los delitos durante el último año, surge un dato escalofriante: en 2002 los homicidios crecieron un 50 por ciento respecto de 2001. Según información proporcionada por el Ministerio de Seguridad bonaerense, a lo largo de los doce meses del año pasado se registraron 2.459 asesinatos frente a los 1.632 computados en todo 2001 por la Procuración General de la Suprema Corte bonaerense. Con estos guarismos, la provincia obtiene un triste récord: en su territorio son ultimadas siete personas por día. Como informó La Nación Itlsemana última, los registros oficiales dan cuenta de que el 40 por ciento e/(. ('~iI~ 111l/('II('~ S produce en ocasión de robos dc aUlomÓviles.
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más violenta
Por otra parte, durante el período bajo análisis, los delitos conIra las personas aumentaron a un ritmo superior al de los delitos .ontra la propiedad. Mientras que en estos últimos se observa un incremento del 93 OJo, en el caso de los delitos contra las personas istos aumentaron 167 %. Esto muestra uno de los fenómenos surgidos durante los novenla: el incremento de la violencia en general, y de la violencia criminal en particular. A pesar de que los delitos contra las personas tienen un Indice de subregistro mayor que el promedio general, han mostrado un incremento importante durante los últimos once años. La violencia social y la violencia criminal son fenómenos distintos, pero conexos. No hay en la Argentina estudios detallados sobre esta problemática tan particular y dramática que aqueja a la sociedad. Muchos de los factores promotores del delito operan asimismo en la promoción de conductas y prácticas violentas -como la desigualdad social, la anomia de valores, el deterioro del capital social-, así como también existen determinadas variables que operan particularmente en su proliferación, como el fácil acceso a armas ilegales, el incremento en el consumo de deIcrrninadas drogas, etcétera. Dentro de los delitos contra las personas, el homicidio doloso -si bien presenta una proporción baja- es el que aparece con mayor relevancia por su gravedad. Los robos y los homicidios en ocasión de otro delito son los que más sensibilizan a la población y los que, por lo mismo, mayor atención despiertan en las autoridades. Además, el homicidio doloso es el tipo de delito que mejor refleja el grado de violencia social existente al presentar un nivel muy bajo de subregistro. En este sentido, la Argentina se encuentra atravesando una ola de violencia considerable. Tomando en cuenta los últimos treinta arios, la Argentina sufrió dos grandes olas de violencia, medida és111 por la tasa de homicidios dolos os. La primera, durante los seten111, caractcrizudu Vil 1'10;0 oportunidad por la violencia política. La dt~(,ilda del ()VIIt'IIIII, dl'Hpojllclo de la violencia política de los diez ,n()S rI11 Il'I'io 11:11 '1It/"11j'\('I'IH'iol1cs-, expresó el nivel de violenCIU~o('¡ul VII illlllllll (¡II/" 11f'llltill' l't:illizill' I'V¡IIUlICi()/H'scoru purul i r- .
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Evolución de la cantidad de homicidios dolosos Total del país (1990-2002)
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¡'H.:endentecomo el iniciado en 1998, es factible que se constituya nuevo piso en esta materia. Ciertos estudios muestran que I uundo no se antepone una política anticíc1ica efectiva en materia dI' seguridad -tomamos en préstamo un concepto de la economía->, la ola de delito y violencia se consolida fijándose entonces 1111 nuevo piso, dado el costo de oportunidad y la estigmatización que genera ingresar en el delito. Esto quiere decir que cuando las personas ingresan en la actividad delictiva obtienen, por un lado, ln-neficios económicos que no alcanzarían en el mercado laboral h-gal o en el informal, y, por otro lado, pone en evidencia que el -lsterna no cuenta con los mecanismos de resocialización que peruiitan recuperar a los delincuentes, ni un sistema penal que actúe obre los delitos menores de manera de evitar que las personas I'xacerben sus conductas delictivas. Por ello decimos que cuando 1'1 delito aumenta considerablemente, ingresando muchas persoIIOS en esta actividad, es muy difícil revertir la situación y volver a 111 escala de delitos menores. 1111
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 Fuente: Dirección Nacional de Política Criminal (DNPC).
Evolución de la tasa de homicidios Total del país (1990-2002)
vas. No obstante, los ochenta comportaron un crecimiento constante en la cantidad de homicidios doloso s, con un pico dramático en 1989. La década de los noventa, por el contrario, asume el piso que produjeron los ochenta -inclusive incrementándolo-, a partir del cual el nivel de homicidios dolosos muestra tres ciclos de crecimiento y decrecimiento. En efecto, los períodos 1990-1992, 19931997 Y 1998-2002 son ciclos de crecimiento de los homicidios, tal como se observa en el gráfico precedente. El nivel medio de violencia de los noventa fue sensiblemente superior al de los ochenta, aunque inferior al de los setenta. Esto significa que la Argentina -de confirmarse la tendencia- se encamina, en valores cuantitativos, hacia una situación de violencia similar a la de los setenta, aunque con la diferencia de los móviles: en aquella oportunidad, políticos y/o ideológicos; en ésta, sociales y/o criminuhRetornando los ciclos de la violencia dUI'lIIIII' ItI!! 111)\'0111/1, ,'{I' presente lII10 *,itIlIlCi(¡1l dclirudn, duelo qlll' dI' l'OIl"tllidllll;t111l11 11 111
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También los homicidios, como los delitos en general, han mostrado un incremento en sus valores absolutos, superior al crecimiento poblacional; en consecuencia, la tasa de homicidios dolosos en la Argentina ha mostrado también una evolución ascendente, con comportamientos similares a los descriptos en el párrafo anterior (ver gráfico de pág. 87). No obstante, el hecho de tomar la tasa de homicidios para el total del país esconde una variedad de situaciones entre las distintas jurisdicciones, algunas de las cuales presentan incrementos notorios en el crecimiento de la violencia y otras exhiben tendencias descendentes. En este sentido, bien puede decirse que determinadas jurisdicciones en el país tienen una mayor tendencia a la latinoamericanización del delito y la violencia que otras, donde, por el contrario, se mantienen lejos de este proceso.
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De los principales países del continente, Colombia, Venezuela y Brasil son los que se ubican en la categoría de más violentos. Colombia tuvo en e12000, 65 homicidios cada cien mil habitantes, al tiempo que Venezuela lo secundó con 33 homicidios y Brasil con 19,7. En estos países, en 1997 el homicidio doloso constituyó una de las principales causas externas de muerte de las personas, según datos de la Panamerican Health Organization (PHO). El 55,4 % de las muertes por causas externas en Colombia; e135,4 % en Brasil y e120,1 % en Venezuela fueron como consecuencia de homicidios dolosos.
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Tasa de homicidios dolosos en países seleccionados (2000, salvo indicación)
(2002)
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Colombia México
(1999)
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Esta tasa de homicidios de la Argentina, y también sus series históricas, presenta una frecuencia relativamente baja de valores en comparación con los países de la región y en términos comparativos internacionales en general. En efecto, si se clasificara a los principales países del continente en función de su tasa de homicidios, ubicándolos en tres niveles de violencia (alto, medio y bajo), nuestro país se coloca en la segunda categoría dentro de una región -América latinaque, es imprescindible subrayarlo, es la más violenta del mundo, como lo señala el gráfico adjunto.
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Fuen/e: Panamerican Heal/h Organiza/ion (PHO).
Tasa de homicidios en países seleccionados (1986-2000) 100
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Argentina lIonto.' P/llJamerlcan Heal/h OIgan/latían (PHO),
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Proporción de homicidios en las muertes por causas externas
Tasa de homicidios dolosos cada 100.000 habitantes
Países seleccionados
(1990-2000)
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El Salvador Ecuador Colombia 1999 1997 1997 Fuente: Panamerican
1991
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1990
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1997
1998
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2000
e Argentina Fuente: Panamerican
Heallh Organization.
(PHO).
Tasa de homicidios dolosos cada 100.000 habitantes El contingente de países que tienen niveles medios de violencia lo conforman Ecuador, México y la Argentina, con 14,8; 12,5 Y 8,2 homicidios cada cien mil habitantes, respectivamente (datos de 1999 para los dos primeros, y de 2001 para nuestro país.) Finalmente, países como los Estados Unidos, Chile y Canadá -con índices de 5,5; 3 Y 1,8 homicidios cada cien mil habitantes, respectivamenteconforman el grupo que goza de niveles de violencia inferiores a los del resto del continente. Estados Unidos, un país tradicionalmente violento dentro del grupo de países desarrollados -inclusive con tasas mayores a la de la Argentina-, luego de una ola de reformas de seguridad y policia les realizadas en las principales ciudades del país durante los años ochenta y noventa, de la implementación de estrategias innovadoras de prevención del delito y el tratamiento de los delincuentes, políti cas acompañadas por un crecimiento económico i"illll'lllIlIl"ido desde 1993, ha logrado bajar sus niveles de viol('lldull eu,d In 111Í11ld,
(1990-2000) 12 10
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e) Una sociedad más temerosa: sensaciones y realidades Históricamente se han señalado como dos grandes tendencias identificadas en el mapa de la seguridad en la Argentina el aumento en el nivel agregado de delitos y el incremento -selectivode la violencia criminal. Sin embargo, durante la década del noventa emergió un problema absolutamente nuevo que transformó cualitativamente el problema de la seguridad en el país. En efecto, junto con el deterioro de la seguridad emergió en el seno de la sociedad el temor a ser víctima de un delito y de la violencia. El temor a ser victimizado es lo que se considera sensación de inseguridad. La sensación de inseguridad es un estado producido por la percepción que los ciudadanos tienen de los estándares de seguridad del entorno que habitan. Niveles de sensación de inseguridad altos significan que los ciudadanos se ven amenazados por los criminales y, por lo tanto, modifican conductas y hábitos de consumo que normalmente perjudican la vida social y económica de la urbe. Esta modificación significa: amurallar las casas, cerrar con rejas su propiedad, no pasear por determinadas zonas a determinados horarios, evitar tomar un taxi, encerrarse, no interactuar, percibir al desconocido como un enemigo potencial, etcétera, entre tantas otras actividades que van en detrimento de las relaciones sociales y el progreso económico individual y colectivo. Si bien no siempre es considerada apropiadamente, la sensación de inseguridad es una variable tanto o más importante que el nivel de delitos mismo, dado que los ciudadanos modifican su comportamiento a partir de la percepción que tienen de la amenaza a ser víctimas de un delito, y no como consecuencia de leer la evolu ción de las tasas de delitos en los diarios o de ver los noticieros de televisión, informaciones mediatizadas que "sienten" alejadas de su realidad. Es por ello que toda estrategia implementada para reducir la sensación de inseguridad contribuye a incrementar la calidad de vida de los habitantes, aún cuando, a corto plazo, 110 Sl' produzcan reducciones considerables en la tasa de delitos, Entre los años] 997 y 200010:-; estudios d(: vlellli¡j/ll~ilíIlI'(JlIli
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,ndos en la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano señalaban que lI\ás del 80 % de la población consideraba altamente probable ser víctima de un delito. Esto significa que e185 % de la población del irca metropolitana de Buenos Aires vive con miedo. Idénticos niveles de sensación de inseguridad se observan en Ilosario, otro importante centro urbano del país. En este caso, desdI' 1997 a12000 se registra una leve disminución, si bien ostenta niveies sumamente altos: más de180 % de la población cree altarnen11'probable ser víctima de un delito. En términos similares, aunque con menor nivel de sensación de uscguridad, se ubica la ciudad de Córdoba: en 1999 casi el 70 % de 111 población manifestaba que era altamente probable que fuera víc1II11a de algún delito. El análisis comparativo de los indicadores de sensación de inse)\l1I"idaden las principales urbes de la Argentina muestra un fenóurcno sumamente interesante. A pesar de los niveles diferenciales di' delito y violencia entre las ciudades analizadas, todas poseen el mismo nivel de sensación de inseguridad, como si no guardara relaI i()11 con el grado de criminalidad y violencia real de la ciudad misrnu, En efecto, la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, sufre un WIlc.lO de violencia sensiblemente menor que el conurbano bonae1I'I,se;en e12001, la tasa de homicidios doloso s de la ciudad fue de I ruda cien mil habitantes, mientras que el conurbano sufrió 14 houtlcidios en la misma proporción de habitantes, es decir, casi el tri1111' que la capital. No obstante esta significativa diferencia, casi ti l'1ltico porcentaje de la población capitalina considera altamente I'l'()bable ser víctima de un delito. Aun cuando es evidente que el lu.bitante urbano se desplaza hacia el conurbano (clubes, coun111l'S, paseos, etcétera), donde encuentra las generales de la ley de la uuu, igualmente la relación entre criminalidad real y sensación de IIlM'l-\uridadno guarda proporción con el nivel entre el "terror" y la I uubnbilidad de victimización. I~sta conclusión -autonomía relativa de la sensación de inseIlIl'idu(\respecto de la criminalidad real- se confirma a poco de 1IIIIIil',al'ItI cvotucióu de In sensación de inseguridad en aquellas I IlItllldes donde Sl\ n-lovo dichn percepción en cierto período de I!I'IIII'()'1';IIII\ll'SII'()I'"I~"111 ('illdod de IhlCIlOSAires, el conurbano y Irl (:i(ldlld tll' J(()tllllill 1"lllIlÍle"l 11I1(:l;1' ('slll observación. En dichas
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jurisdicciones la sensación de inseguridad se mantiene con cierta constancia en los mismos valores, independientemente de la evo lución de la tasa de delitos. A pesar de que el nivel de delitos presenta una tendencia creciente, la sensación de inseguridad se man tienen en los mismos niveles. En la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, en 199910s delitos aumentaron un 10 % respecto de 1998, sin embargo, la percepción acerca de la alta probabilidad de ser víctima de algún delito descendió un 3 %. Esta aparente autonomía relativa de la sensación de inseguridad se corrobora cuando se efectúa el cruce de sensación de inseguridad y nivel socioeconómico. En este sentido, el delito no sólo afecta de manera desigual desde el punto de vista geográfico, sino también desde el punto de vista social. Según se analizará en el siguiente capítulo, la criminalidad afecta de manera proporcional mente mayor a los sectores de menores ingresos, por lo que debería haber mayor sensación de inseguridad entre ellos en comparación con el resto que sufre proporcionalmente menos delitos. No obs tante, los datos surgidos de las encuestas de victimización revelan lo opuesto. En todas las ciudades relevadas por la encuesta, la sensación d inseguridad es mayor en los estratos altos. En Rosario, el 90 % de la población de nivel socioeconómico alto considera altamente pro bable ser víctima de un delito, mientras que esa sensación la tiene el 75 % de la población de nivel socioeconómico bajo. En la ciudad de Córdoba sucede un fenómeno similar: el 76 % de la población de nivel socioeconómico alto considera altamente probable ser víctima de un delito, mientras que esa sensación la tic ne e161 % de la población de nivel socio económico bajo. En el conurbano y la Ciudad de Buenos Aires la diferencia entre los estratos socioeconómicos se reduce, aunque mantiene la misma tendencia: la población de nivel socioeconómico bajo tiene menor sensación de inseguridad que la de nivel socioeconómico alto, a pe sar de sufrir proporcionalmente más la criminalidad y la violencia. Las distintas evidencias presentadas permiten afirmar que, SI bien el incremento en la criminalidad dispara la sensación de inse guridad de la población, ésta -luego de "nacer" I.'Ollli¡'llzUti Iun cionar con relativa autonomía respecto de In VIIIi/lldl' "1111I'11" (nivr-l de delito y violencia) que 1" origilHí. lnrlusivc t~ll'clljllkllll,,"il'llltl
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dI' la sensación de inseguridad -vale decir, sus fluctuaciones- no orrcsponde necesariamente con las fluctuaciones de la tasa de deIII()S o de la tasa de homicidios. Ni la magnitud de la sensación de Illseguridad es proporcional a la magnitud de la criminalidad y la \ 1Iilcncia -tal como lo demuestra el hecho de que la Argentina es 11 país de América latina con mayor sensación de inseguridad (Lauuubarometro, 1997) cuando, en realidad, es uno de los menos vio¡"Illos-, ni evoluciona según los delitos acaecidos, según se apreI i/len los gráficos precedentes. Recientes estudios concluyen que la sensación de inseguridad 1'~producto de una serie de factores que conforman las percepcioIII'S,que va internalizando la población, respecto del entorno soI inl en general, no sólo del barrio donde vive. Es común observar 1'11 las encuestas de victimización individuos que manifiestan inseI'lII'idada pesar de que perciben seguro el barrio donde viven y de '1111' nunca fu~ron víctimas de un delito. Los analistas en criminología Dammert y Malone (2002) sosIlt'lIcnque, antes que con el nivel real de delitos, la sensación de int'I~lIridadse encuentra íntimamente relacionada con la confianza ¡:II 1.1policía, la sensación de impunidad ante la falta de castigo a !jllil'l1cSdelinquen y la corrupción pública. Si la sensación de inseuridad es un problema en sí mismo, que merece la atención de las tuloridades mediante políticas específicas que se orienten a reduI lrlu, dichas políticas deben apuntar a intervenir sobre las variables '!llt' influyen en la percepción que los ciudadanos se forman de la 1'¡(lIridad.En virtud de ello, el aumento de la confianza en la polit 111 .v la disminución de la corrupción real podrían ser vehículos que 1"'llllitan reducir la sensación de inseguridad, aun antes de que las IIIt'didas de refuerzo policial o endurecimiento de penas sean apli1 Ildas, según sostienen las autoras mencionadas. 1
Ii)
Dt-lincuencia juvenil: los peligros de un futuro inseguro
l )11cuarto prohlr-um npuutudo al momento de describir el esce11,11 in dI' t-H'glll'idlltll'itltlluLIIIIItll' nuestro pufs tiene que ver con la I!luhlt:lltrdiUI cll' 111del 111I. 111'111 111[uvr-uil. I':sll' I'S 111111 cuestión 111('
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MANO
JUSTA
dular del sistema de seguridad pública, dado que representa un problema de mediano y largo plazo de muy compleja solución. Sucede que, lo que el Estado haga o deje de hacer en materia de delincuencia juvenil, produce efectos que se proyectan no sólo en el presente, sino también en los próximos treinta años, Estudios empíricos comprobaron que quienes ingresan en la actividad criminal comienzan un círculo vicioso cuyas posibilidades de salida se reducen a medida que pasa el tiempo, porque se adquiere "expcriencia", estigmatización, ganancias extraordinarias, etcétera. Puede resultar fácil entrar al mundo de la criminalidad pero, una vez que se adoptan sus hábitos y códigos, se hace muy difícil volver al modo de vida anterior. Este proceso es el que se conoce como fenó meno de "histéresis". El problema de la delincuencia juvenil que sufre nuestro país no se reduce únicamente al incremento cuantitativo ni a los efectos que en el mediano y largo plazo comportan estos incrementos. Hay, debajo de este fenómeno un cambio cualitativo de igualo mayor importancia que el apuntado. Este cambio cualitativo hace referen cia al nuevo perfil de delincuente y a los cambios en la criminalidad a partir de la aparición de este nuevo actor. En efecto, distintos estudios -como un trabajo de Míguc: (2002)han destacado los cambios cualitativos que la prolifera ción de la delincuencia juvenil ha traído aparejados en el mundo del delito. En primer lugar, se observa un abandono por parte de los nuevos delincuentes del "código clásico" que obraba como cs quema normativo de la actividad delictiva tradicional. De acuerdo con ese código, el delito se asimilaba a una especie de trabajo que servía para sostener a la familia y educar a los hijos. En ese mundo, cultural mente, las nociones de trabajo estandarizado, familia nu clear y educación formal eran los fines legitiman te s de la actividad delictiva. De allí la frase: "somos ladrones pero no asesinos", que usaban los propios delincuentes tradicionales para definirse. Este "código clásico" no existe en los nuevos delincuentes. Inclusive 1i(' carece de la noción misma de código o esquema normativo. Para ellos, ni la noción de delito como trabajo ni el concepto de autori dad -familiar o pública, como el caso de la escuela li('I\('11scnti do. Los ataques a las escuelas o a rnacstrns dl'l IHIII'ill pllrll 1'011111 osas de poco vnlo r o destruir rnohiliurio por I~llll'dIlIH'¡,'11I1d(' dl'l,
LA NUEVA
INSEGURIDAD
EN EL NUEVO
PAISAJE
SOCIAL
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I111 ido, o inclusive los robos a los propios habitantes de la villa, son 1[cmpl os de conductas "reprimidas" en el código clásico pero que, 111embargo, son ahora moneda corriente entre los nuevos delin.ucntes.
Esto nos lleva a dos cuestiones centrales respecto de los carnIlj()scualitativos de la nueva delincuencia. Por un lado, la percep111mde la delincuencia como un trabajo o profesión cedió espacio I IlI1a delincuencia "desprofesionalizada". Como sostiene Kessler 11()02), parece haber cierto paralelo entre la desestructuración del uu-rcado formal de trabajo y la desestructuración de la delincuen1111.Los nuevos delincuentes no lo son a tiempo completo. Por el I untrario, combinan "changas" con otras vías de obtención de di1\t'1'0:pedido en la vía pública, "apriete", "peaje", o robo. Si bien tic111'11 clara la distinción entre legalidad e ilegalidad, ésta no se condiI l' con la noción de lo legítimo y lo ilegítimo. Las modalidades .h-llctivas de obtención de dinero son ilegales, aunque legítimas. Y l' legitiman, no por la lógica de la necesidad -vgr. "robo para co1111'1'''-, sino por la lógica del consumo -vgr. robo para salir, para I umprar el último modelo de zapatillas, para disfrutar según lo que (Impone la televisión-o Rápido, ahora, sin compromisos, sin resIIIJllsabilidad. Para el victimario su vida vale poco, pero la de la vícIIIIIH,aún menos. No tiene una escala de valores definida porque 1IIIIlcatuvo parámetros referenciales ni en el hogar ni en la escuela ul cn la autoridad. tra característica de la desprofesionalización del delito en los IIIH'VOSdelincuentes tiene que ver con la ausencia de carrera delictIV(\,"grados" o jerarquía, a diferencia de lo que acontecía años urns. Por el contrario, los grupos de delincuentes juveniles son suuuuncnte informales, desestructurados, coyunturales. No hay líder, illgarteniente", etcétera. En palabras de Kessler: "El medio de estos 1¡IVl'nes no presenta tal nivel de estructuración, sino que están uni¡lW¡ más bien por relaciones débiles en un contexto desorganizado, 1111 regido por algún tipo de racionalidad profesional". I.u scgu nda cuestión central apuntada tiene que ver con la nueva 1111 ¡ollal idad de 1