Entrevista
LA LITERATURA SE HACE ESCUCHAR El poeta español José García asegura que la falta de lectura, sobre todo en los jóvenes, es una “triste realidad” y hace responsables a la familia y los medios de comunicación. Al verlo con un atuendo sencillo pero elegante, compuesto por un pantalón de vestir, camisa blanca y zapatos negros, uno no creería que detrás de aquel hombre de oficina con buena presencia, se encuentra un ser sentimental, con alma de poeta. Sin embargo, José Antonio Jesús García no sólo es un gran poeta español nacido en Almería y venido al país cuando era niño, sino que además, su pelo cano refleja la sabiduría que posee, que tanto sus sesenta años como la literatura le han dado. Comenzamos a caminar ese lunes frío pero soleado, en dirección a un café que él conocía. Cuando llegamos, y luego de tomar algo, el grabador se puso en marcha y las preguntas y respuestas comenzaron a fluir. Su incursión en el mundo de los libros como escritor fue cuando tenía 17 o 18 años. Pero como si se trataran de dos mundos completamente diferentes, el poeta recuerda aquellos tiempos con sus ojos llenos de lágrimas, y haciendo referencia al tema de que si la falta de lectura es una verdad o un mito, confiesa que “es una triste y lamentable realidad” y que “la generación de hoy está en otra cosa absolutamente distinta”. Además, él, cuya alma está exenta de las cosas banales de este mundo, se entristece al ver a los chicos “malgastando su tiempo”. García los ve salir de sus colegios privados al mediodía, y en lugar de ir a sus casas, en donde quizás no hay nadie, se quedan por ahí, tomando y fumando. Denuncia así, indignado, que “los chicos no tienen, en muchos casos, esa integración familiar que había en otras épocas, cuando la familia era la esencia de todo”.
Como representando una de sus poesías, sus ojos se transforman en dos toritos negros, y con mezcla de furia y nostalgia, enfatiza la satisfacción que era para su padre tener un libro en sus manos, aún con sus cortos años de escuela. “Pero hoy no pasa eso”, continúa, sino que el chico llega a su casa, no encuentra a la madre ni al padre, no los ve leer y por ende, el libro pasa a segundo plano. Pero no sólo confiere responsabilidad a la familia por la falta de lectura, sino que también, con la autoridad que le confiere su posición dentro del mundo de la literatura, acusa a los medios de comunicación de provocar que impere en la sociedad la necesidad de consumir para “aparentar, mostrarse, ser más que el otro”. Pero este consumismo condiciona a los ciudadanos económicamente, motivo por el cual todos deben “salir a buscar un peso a la calle, y no hay tiempo para otras cosas”. Al reflexionar sobre eso, se traslada hacia el jardín de su casa, y como sintiéndose verdaderamente allí, rodeado de esa naturaleza que lo acompaña y es testigo de su vivir, reconoce apenado que “nadie encuentra bonito escribir un poema a las rosas de tu jardín”, sino que la gran mayoría de las personas optan por ver televisión. Y esto sucede también, según opina García, porque es más fácil que leer un libro, “que es posible que te haga pensar”, al intentar analizarlo y entenderlo. Desde joven fue literato, a pesar que luego abandonó su escritura por 38 años. Mientras comentaba por qué había dejado su pasión a un lado, se vislumbraba a través de sus ojos que estaba rememorando su vida. Primero fueron las “juergas”, a las que empezó a ir como todo adolescente. Luego se casó, y pronto vinieron los hijos y se dedicó a criarlos, como manera de escapar de su mujer que cuando esbozaba algo que parecía una rima, lo desalentaba al sentenciar: “llegó la hora de la pavada”. Pero hace seis años atrás, ya con su actual esposa, volvió a escribir el primero de los 376 poemas que tiene hasta el día de hoy, titulado “A dos puntas”, dedicado al cantante español, Pepe Alonso, que en aquel momento estaba internado, y al cual decidió hacerle un regalo diferente. Y es que un poema es un regalo, que cualquiera puede hacer, si observa el mundo que lo rodea. Porque como dice García “la inspiración viene con la observación”. Pero para ello es menester reorientar las necesidades y preocupaciones, para que los aparatos electrónicos dejen de ocupar el lugar primordial de la vida, y que la verdadera belleza que se encuentran en las cosas del día a día se deje ver.