La historia de Prisca y Áquila
Las noticias que han llegado hasta nosotros acerca de ellos conservan la huella que dejaron estos años de su trayectoria vital. Es un breve espacio de tiempo, pero años de intensa actividad, en los que ambos estuvieron entregados a la difusión del evangelio que habían conocido en Roma, la ciudad de la que se vieron obligados a salir a causa de su nueva fe y también la ciudad a la que regresarán para continuar su tarea predicadora del evangelio.
Las fuentes cristianas y no cristianas que han llegado hasta nosotros nos permiten abrir una pequeña ventana desde la que podemos contemplar a esta pareja de recién convertidos que van dejando una estela a su paso por diversas ciudades del imperio.
El libro de los Hechos de los apóstoles nos ofrece la primera noticia sobre ellos. Cuando Pablo llega a Corinto procedente de Atenas se encuentra “a un judío de nombre Áquila, procedente del Ponto, que había llegado hacía poco de Italia con Priscila, su mujer, pues Claudio había decretado que todos los judíos salieran de Roma” (Hch 18, 2-3).
El edicto al que se refiere aquí Lucas fue dictado por el emperador Claudio el año 49 d.C.
Pablo llegó a Corinto en la primavera del año 50 d.C. Prisca y Áquila estaban ya en Corinto cuando Pablo llegó y, “debido a que eran del mismo oficio, se quedó a vivir y a trabajar con ellos; eran fabricantes de tiendas” (Hch 18, 3)
En primer lugar Lucas nos informa sobre el origen de Áquila era judío y procedía del Ponto. Como muchos otros artesanos y trabajadores manuales, habría emigrado a Roma siendo aún joven en busca de mejores oportunidades. Era un hombre emprendedor. Probablemente cuando llego a Roma, como solía hacer la gente, buscó un clan de su misma etnia, de su mismo origen. Se había dirigido a los dos grandes barrios que había de judíos en Roma, uno de ellos era el Trastevere y aquí probablemente había contactado con los de su mismo oficio, se habría establecido allí, y quizás a través de este mismo oficio, había encontrado a Prisca
Prisca era muy probablemente oriunda de Roma, pues su nombre, que la emparenta con una de las familias más antiguas de la ciudad, aparece con mucha frecuencia en las inscripciones. No sabemos cómo se conocieron, pero podemos imaginar que su encuentro tuvo lugar a través de los contactos que el joven Áquila estableció en la ciudad a causa de su oficio.
En su vida en Roma antes de trasladarse a Corinto, Lucas ofrece indirectamente algunos datos interesantes. Nos dice, por ejemplo, que estaban casados, o eso debemos suponer cuando afirma que: “Áquila… había llegado hacía poco de Italia con Priscila, su mujer” (Hch 18,2). En el imperio romano existían diversas formas de contraer matrimonio, dependiendo de la condición social de los futuros cónyuges (si eran libres o esclavos, ciudadanos romanos o no, etc.) y del tipo de relación que hubieran decidido establecer.
Todo indica que ambos eran libres y, por tanto, que pudieron establecer una relación de pareja estable sancionada por la ley y la costumbre. Esto explica la autonomía y movilidad con que aparecen en las fuentes. Su relación matrimonial explicaría también la vinculación de Prisca con el judaísmo, pues la mentalidad del momento propiciaba que la esposa compartiera las convicciones religiosas y el culto de su esposo. De hecho, como vamos a ver enseguida, Prisca participaba activamente en la vida religiosa de la sinagoga
Lucas menciona también explícitamente el oficio familiar. En el mundo antiguo no se cambiaba fácilmente de oficio y, de hecho, este era uno de los bienes más preciados que el hombre poseía. En Roma había un grupo importante de fabricantes de tiendas. Existían incluso gremios o asociaciones de este oficio, la más importante de las cuales era la formada por miembros de la casa del emperador, quienes se encargaban, entre otras cosas, de fabricar tiendas de cuero para el ejército.
En la ciudad, los de su oficio se dedicaban sobre todo a tejer fuertes lonas de lino que se utilizaban como toldos en los edificios públicos (César cubrió todo el foro con estos toldos) para proteger del calor, y también toldos más pequeños para los patios de las casas privadas. Este pudo haber sido el trabajo de Áquila en Roma, y también el de Pablo en Tarso, donde por cierto se cultivaba el lino
Además de estas dos noticias sobre el estado y la ocupación del matrimonio romano, Lucas ofrece una información puntual que explica su traslado a Corinto. Afirma que Áquila y su mujer Prisca habían tenido que salir de Roma a causa de un edicto de Claudio que obligaba a “todos” los judíos a abandonar la ciudad.
Lucas no menciona el motivo de la expulsión, pero afortunadamente contamos con las noticias de dos historiadores romanos, Suetonio (Claud. 25, 4) y Dion Casio (LX 6,6), que ofrecen más datos sobre aquel suceso.
La información más precisa y también la más cercana a los acontecimientos es la que proporciona Suetonio. Según él, Claudio expulsó de Roma a algunos judíos por una razón muy concreta: porque “estaban litigando continuamente instigados por (a causa de) Chrestos” (25, 4). Chrestos es una deformación popular de Cristo, y el hecho de que se subraye este nombre como causa de la discusión (impostor Chresto) podría indicar que ésta giraba en torno al reconocimiento de Jesús como Mesías, que era el título con el que los misioneros cristianos le anunciaban en las Sinagogas (Hch 9, 22; 18, 5.28).
Hay que suponer que Claudio no expulsó a todos los judíos, sino solo a aquellos que estaban creando problemas debido a estas discusiones. Lo más probable es que el edicto fuera preciso en cuanto a quiénes debían salir de la ciudad, y el hecho de que Áquila y Prisca pertenecieran a este grupo indica que habían participado activamente en dicha discusión.
Así pues, debemos imaginar a Áquila y a su mujer Prisca como miembros activos de uno de los primeros grupos mesiánicos en Roma.
Estaban tan implicados en su nueva fe que tuvieron que sufrir el destierro a causa de ella, lo cual hace suponer que desde su llegada a Corinto habrían entablado contactos con los judíos de la ciudad y habrían compartido con algunos de ellos el mensaje evangélico. Ellos habrían sido, entonces, los primeros misioneros de Corinto, aunque esta misión se vio muy reforzada con la llegada de Pablo.
Por lo que dice Lucas, y corrobora el mismo Pablo (Rom 16, 3-4), la relación con él fue muy estrecha desde el comienzo, hasta el punto de que, durante su estancia en Corinto, compartieron casa y trabajo. Esto no habría sido posible si no hubieran tenido la misma comprensión del evangelio, especialmente en lo que se refería a la acogida de los paganos. Una prueba de ello es que Prisca, no siendo judía, estuvo muy implicada desde el comienzo en la misión, y llegó a tener en ella un papel incluso más importante que su marido, como indica el hecho de que tanto Pablo como Lucas algunas veces la mencionen a ella antes que a él (Rom 16,3; Hch 18, 26)
Podemos imaginar cómo saldrían de Roma ¿Tienen una idea de cómo eran los viajes en la antigüedad? No habían buces, no había avión, iban andando rápidamente, las calzadas eran buenas, probablemente fueron caminando hasta el puerto y allá buscaron un barco; los barcos no eran de pasajeros eran barcos mercantes, pero daban pasajes también a los pasajeros. ¿Qué equipaje podían llevar? Muy poco porque tenían que acarrearlo todo el tiempo, probablemente sus utensilios de trabajo, una parte importante, una túnica o dos, los zapatos, salieron probablemente con lo puesto. Con muy poco equipaje pero con sus instrumentos de trabajo porque eran los que le iba a permitir vivir y subsistir
Salieron del puerto de Ostia. Era muy común la navegación por el Mediterráneo, había múltiples barcos que iban de un lado para otro sobre todo en la temporada libre de la navegación.
Y llegan a Corinto antes que Pablo. De nuevo una importante comunidad cristiana que no fue evangelizada en primer lugar por uno de los apóstoles, ya hemos visto Antioquia y Roma. Ahora vemos Corinto
Ahora advirtamos dónde lo dejamos a Pablo. Pablo partió de Antioquía luego del conflicto de la comunión de la mesa, luego había subido hasta Tróada, después cruzó a Europa, gracias a ese hermoso relato que narra el libro de los Hechos, en el que se le aparece un macedonio y le dice: “Pasa a nosotros y ayúdanos”; Macedonia es la región que está arriba de Grecia, Acaya; luego va a una ciudad que se llamaba Filipos, donde crean una pequeña comunidad. Después pasa a Tesalónica, donde también crea otra pequeña comunidad. Filipos, y Tesalónica estaban unidas por una gran calzada que llegaba hasta Roma.
De manera que, muy probablemente, Pablo y sus compañeros habían salido de Antioquia en el año 49, el mismo año en que Prisca y Aquila habían salido de Roma, van por este camino que conduce a Roma, pero se tienen que desviar porque la predicación del evangelio ha provocado muchos conflictos tanto en Filipos como en Tesalónica; se desvían entonces y van a Atenas, y de Atenas se dirigen a Corinto y es cuando se encuentran con Prisca y Aquila.
Pero lo interesante de este encuentro es que ambos venían de un conflicto con el judaísmo; por un lado Prisca y Áquila con judíos de la sinagoga de Roma, por otro lado Pablo con judíos o con judeo-cristianos que eran los de Santiago que no entendían que pudiera haber una comunión de mesa entre judíos y paganos. Por lo tanto tenían muchos puntos en común para reflexionar, y entre ellos uno fundamental, la misión a los paganos
Los datos que tenemos acerca de Áquila y Prisca, sobre todo los referentes a su oficio, indican más bien que eran artesanos que con su trabajo habrían podido costearse los viajes que realizaron en aquellos años y alquilar una casa modesta en las ciudades en que residieron.
Lucas, centrado en la misión de Pablo, quiere subrayar sus contactos con la sinagoga y con ciertos personajes relevantes de la ciudad. Este dato indica que el apóstol se fue dedicando cada vez más a la tarea misionera, probablemente porque contaba con el apoyo de Áquila y Prisca
Un año y medio después de su llegada a Corinto, Pablo abandonó la ciudad para dirigirse a Siria. Áquila y Prisca le acompañaron hasta Éfeso y se quedaron allí, respondiendo probablemente a un plan concertado (Hch 18, 18-22), puesto que para entonces ya estaban vinculados estrechamente a la misión paulina y se habían convertido en colaboradores del apóstol (Rom 16, 4)
La estancia de Áquila y Prisca en Éfeso debió de durar, como la de Pablo, unos tres años (51-54 d.C.), puesto que en el 55 d.C., cuando este escribe la carta a los romanos, ya se encontraban de regreso en su ciudad de origen y habían tenido tiempo de reunir una pequeña comunidad en su casa (Rom 16, 4). De esta estancia en Éfeso, el libro de los Hechos solo menciona el episodio de su encuentro con Apolo.
Según Lucas, después de oírle predicar en la sinagoga, Áquila y Prisca le habrían instruido con más precisión acerca del camino de Dios y habrían escrito a los hermanos de Acaya para que le recibieran (Hch 18, 24-28).
Esta noticia, sin embargo, es poco atendible desde el punto de vista histórico, pues la impresión que se percibe en la primera carta a los corintios cuando Pablo menciona sus diferencias con Apolo es muy distinta (1 Cor 1, 10-4, 21)
Este episodio pone en primer plano un dato muy importante de la primera misión cristiana que formó parte de la experiencia de Áquila y Prisca en estos años: La existencia de diversos grupos misioneros que no siempre estaban de acuerdo entre sí. Esta fue para ellos, sin duda, una experiencia desconcertante y, al mismo tiempo, enriquecedora.
En las cartas de Pablo encontramos dos noticias que se refieren a la estancia en Éfeso. La primera de ellas se encuentra en la despedida de la primera carta a los corintios, que Pablo escribió desde Éfeso, probablemente a finales del 52 o comienzos del 53 d.C.
Entre una serie de saludos de tipo general: “os saludan las iglesias de Asia… os saludan todos los hermanos” (1 Cor 16, 19a.20a), aparece solamente uno de carácter personal: “Os mandan muchos saludos Áquila y Prisca, así como la iglesia que se reúne en su casa” (1 Cor 16, 19b)
Él añade un dato interesante y novedoso, pues menciona a una iglesia que se reúne en su casa, y que en la pluma de Lucas no aparece. Bien podemos imaginar a Áquila y Prisca reuniendo una pequeña comunidad en su casa. Los asistentes se sentarían sobre las pilas de esteras y de lonas dispuestas para la venta, en un ambiente abigarrado pero íntimo, en el que se sentían acogidos, se compartían los recuerdos sobre Jesús, se celebraba la cena del Señor y se podía encontrar apoyo en las dificultades.
El segundo pasaje en el que probablemente Pablo evoca la estancia de Áquila y Prisca en la ciudad de Éfeso se encuentra en la despedida de otra carta, en este caso la que dirigió a los romanos desde Corinto.
Esta despedida, del todo singular debido a su extensión, comienza con una recomendación a favor de Febe, probablemente la portadora de la carta, y pasa luego a los saludos. El primero de ellos está dedicado precisamente a Prisca y Áquila. En él se menciona con gratitud el apoyo decidido que le prestaron a Pablo: “se jugaron sus vidas por mí”, y se alude de forma más genérica al papel desempeñado por ambos en la misión a los gentiles: “no solo yo estoy les
agradecido, sino también todas las iglesias de los gentiles” (Rom 16, 4)
Ahora bien, esta afirmación de Pablo confirma que el matrimonio romano formaba parte del equipo que había reunido en torno a sí para difundir el evangelio. Desde su primer encuentro por tanto, Áquila y Prisca se incorporaron a la actividad apostólica que Pablo había ido reuniendo desde el comienzo de su misión independiente.
Si leemos las cartas de Pablo vamos a encontrar en ellas muchos nombres propios, lo que nos da el indicio de que la relación que existía entre ellos era una relación personal; hay 50 nombres propios mencionados en las cartas de Pablo y todos ellos son de personas con las que Pablo ha tenido una relación personal. Dentro de estos 50 hay un grupo central que forma la fraternidad apostólica y que solo está formado por Timoteo, Silas, Tito, y Prisca y Aquila forman parte de esta fraternidad apostólica, están dedicados de lleno a la misión, así que no hemos de pensar en ellos como unos auxiliares sino que son verdaderamente colaboradores de Pablo en la misión.
Y fíjense que se encuentran con él al principio de la misión Egea, es decir cuando Pablo llega a Corinto y le acompañan todo el tiempo hasta que Pablo se dirige a Jerusalén, o sea que son testigos de toda esta segunda fase de la evangelización que lleva a cabo Pablo. Le han acompañado toda su vida.
A su regreso a Roma, Desde Éfeso, Áquila y Áquila y Prisca Prisca debieron de formaron una regresar a Roma, de comunidad doméstica (Rom 16, 5), siguiendo donde habían salido el probablemente el año 49 d.C. modelo de las que La muerte del emperador habían formado en Claudio, ocurrida en Corinto y Éfeso. Para entonces ya octubre del 54 d.C., hacía posible este regreso, y de estaban asociados a la misión paulina, como hecho allí los habíamos dicho, y a encontramos ya el año 55 través de ellos, se d.C., cuando Pablo escribe hacía presente esta misión en Roma la Carta a los romanos.
Desde Éfeso, Áquila y Prisca debieron de regresar a Roma, de donde habían salido el año 49 d.C. La muerte del emperador Claudio, ocurrida en octubre del 54 d.C., hacía posible este regreso, y de hecho allí los encontramos ya el año 55 d.C., cuando Pablo escribe la Carta a los romanos.
Cierto tipo de decretos emitidos en el imperio, tenían solamente eficiencia mientas vivía el emperador que los había dictado. Por lo tanto podemos suponer que junto con Prisca y Áquila volvieron a Roma todos los que habían sido expulsados, o una buena parte de ellos, y esto nos permite introducirnos un poco en la vida de la comunidad romana también de la mano de Prisca y Áquila
Al llegar a la ciudad pudieron percibir que la fisonomía de los grupos de discípulos de Jesús había cambiado. La intervención del emperador Claudio había puesto de manifiesto las diferencias que existían entre ellos y la sinagoga, y se había producido un distanciamiento con respecto a la comunidad judía y un acercamiento a los paganos.
Por eso, con el regreso de los judeocristianos expulsados se hacía necesario reconstruir las relaciones entre esos dos grupos: el grupo paganocristiano, que se ha desarrollado mucho en Roma porque los otros habían sido expulsados
y los judío-cristianos, los cristianos de origen judío, que regresan
No hay entendimiento entre ellos. En la carta a los romanos hay tres capítulos, los capítulos 9, 10 y 11 que están dedicados a hablar de la importancia de la herencia de Israel; Pablo que se presenta como judío, habla del judaísmo porque los que han vuelto están en inferioridad de condiciones y quiere mostrarles a los que quedaron en Roma, que estos también forman parte y una parte importantísima de la comunidad cristiana.
Esa carta trata de crear comunión.
Este es el deseo que se adivina detrás de las exhortaciones de la carta a los romanos, escrita precisamente en estas fechas.
A su regreso a Roma, Áquila y Prisca formaron una comunidad doméstica (Rom 16, 5), siguiendo probablemente el modelo de las que habían formado en Corinto y Éfeso.
Para entonces ya estaban asociados a la misión paulina, como habíamos dicho, y a través de ellos, se hacía presente esta misión en Roma.
Así que tenemos aquí otra clave interesante para destacar, probablemente en Corinto, en Éfeso y en Roma, Prisca y Áquila en esta itinerancia siempre abren su casa para que los cristianos se reúnan en ella, creando así un germen de comunidad en cada lugar en los que viven, trabajan y evangelizan.
Preguntémonos…
¿Qué fue lo que les movió a volver a la ciudad de la que habían sido expulsados?
Tal vez la situación se había vuelto complicada en Éfeso. Quizás anhelaban volver a su lugar para estar con sus familiares y conocidos. O acaso lo hicieron para respaldar a Pablo en la siguiente gran etapa de su misión, en la que sin duda iba a necesitar el apoyo de las comunidades de Roma
Merece la pena considerar un poco más despacio esta última posibilidad. Recordemos para ello las palabras que Pablo dedica a Prisca y Áquila en la despedida de la carta:
Saluden a Prisca y Áquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, los cuales se jugaron sus vidas por mí, y a los que no solo yo estoy agradecido, sino también todas las iglesias de los gentiles; (saluden) también a la iglesia que se reúne en su casa (Rom 16, 3-5).
Hay varios detalles en él dignos de ser reseñados. Ciertamente no es casual. Podría indicar que Prisca ha asumido un claro protagonismo en la tarea del evangelio, que es lo que más cuenta para Pablo, o quizás que su posición en la sociedad romana era más respetada que la de su esposo y, por tanto, más útil a la hora de ganar el apoyo de otras comunidades
El primero es el hecho de que se mencione antes a Prisca que a su esposo.
El segundo detalle significativo es que Pablo los llama colaboradores (synergoi), un término con que designa a los miembros de su grupo apostólico (Rom 16, 9; Flp 2,25; Flm 24). No les da este calificativo refiriéndose solo al pasado, sino también al presente: son todavía mis colaboradores y es de suponer que le seguirán ayudando en el gran proyecto de llevar el evangelio hasta España (Rom 15, 24-28)
a Urbano, nuestro colaborador en Cristo, y también a Estaquis, mi querido amigo (Rm 16,9)
He creído que era necesario enviarles de nuevo a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de lucha, a quien ustedes enviaron para que me asistiera en mis necesidades (Fil 2,25) así como también Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis colaboradores (Flm 24)
En este segundo punto me parece oportuno que leamos juntos algunos signos. Cuando vuelven a Roma reciben una carta de Pablo, este capítulo 15 de la carta a los romanos, donde se despide, pero que a la vez les comenta cuáles son sus planes:
“ahora yo voy a ir a Jerusalén a llevar la colecta en signo de comunión con la iglesia de Jerusalén, pero mientras tanto”
La comunicación que tenía con sus comunidades, y principalmente con sus colaboradores inmediatos, su fraternidad apostólica, como la habíamos llamado.
Es una cosa verdaderamente admirable como va explicando su visión de conjunto para la misión; no se trata de improvisar hay que tener visión larga y, con pasos cortos, ir cumpliendo esa visión a largo plazo.
Pablo desde Corinto culminaba la primera etapa de su recorrido desde Antioquia; luego proyecta su viaje a Jerusalén, con una misión concreta, y desde allí se abre otro itinerario del anuncio del evangelio hasta el otro confín, la España.
En Corinto, él planifica la siguiente fase de su misión y cuál es la siguiente fase de su misión llegar hasta los confines del mundo conocido, llegar a España y se los dice a los romanos, ya que desea que en su itinerancia, ellos puedan apoyarlos no solo económicamente, sino alentarlos en la fe y en los discernimientos necesarios para llevar a cabo su obra.
Antes que Pablo se dirija a Roma va a Jerusalén para reforzar la comunión con la iglesia de Jerusalén y envía a Prisca y Áquila a Roma para que le preparen el camino y desde allí le apoyen en la misión que va a llevar a cabo. De manera que la vuelta de Prisca y Áquila a Roma fue posible porque había muerto el emperador Claudio, pero en realidad, podemos pensar, que fue una estrategia para preparar el camino a Pablo que pensaba ir a Roma y desde allí, recibiendo apoyo de ellos, seguir hasta España, hasta los confines del mundo conocido.
En tercer lugar, en el saludo se subraya el compromiso del matrimonio romano en la misión a los gentiles, ciertamente refiriéndose a su actuación en los últimos años, pero sin excluir que este compromiso siga vigente. Por último, Pablo envía saludos a la iglesia que se reúne en su casa. Esto significa que habían logrado formar una comunidad de corte paulino.
Las noticias sobre Prisca y Áquila terminan con este saludo epistolar. Su trayectoria como cristianos y como misioneros, que las fuentes hacen visible a lo largo de los seis años que van desde el edicto de Claudio (49 d.C.) hasta la carta a los romanos (55 d.C.), fue ciertamente particular en muchos sentidos, pero también puede considerarse de algún modo, representativa de las de otros misioneros cristianos de la primera hora.
Sabemos con precisión de todos estos datos a partir de los textos que nos han llegado, pero ya solo en esta visión de conjunto, esta visión panorámica, nos deja observar una cosa muy importante, la movilidad que había en el imperio Romano. Esto es un factor que facilito muchísimo la difusión del evangelio
El mar Mediterráneo es un mar que formaba parte del imperio Romano. Era un mar libre de piratas, por lo tanto se podía circular con facilidad de tal manera que existían vía marítimas seguras en los mapas del imperio. Los romanos tenían una forma particular de llamarle, le llamaban “mare nostrum”, nuestro mar, o “mare internun”, el mar interior; ¿por qué? porque estaba en el interior del imperio Romano. Eso fue muy importante para entender con que facilidad se movían lo que vivían en torno al Mediterráneo
Y aquí vemos a esta pareja que en muy pocos años hacen toda esa travesía, eso significa que en las ciudades del impero habían también facilidades para encontrar alojamiento, se trasladan a Corinto, allí siguen trabajando, después cambian a Éfeso, luego vuelven a Roma. La comunicación entre las comunidades también era importante.
Cuando Pablo escribía una carta a una comunidad, tenía la facilidad del traslado, digamos una relativa facilidad; llegaba la carta a una comunidad, se leía, y luego se podía pasar a otra comunidad; lo mismo pasaba con las noticias que recibía de las comunidades.
Pensemos, cuando Pablo escribe una carta a los romanos está en Corintio, de Roma hasta Corinto una travesía con buen tiempo puede durar entre cuatro a cinco días, una semana como mucho. Quiere decir que Pablo podía tener fácilmente noticias de la comunidad de Roma en una semana y sabía lo que había pasado la semana anterior y por eso no es extraño que cuando escribía cartas a los romanos, aunque él nunca había estado en Roma, tenía noticias muy precisas sobre la comunidad.
Las fuentes nos han permitido abrir una pequeña ventana a través de la cual hemos podido contemplar el camino de personas de carne y hueso, de Prisca y Áquila, de Pablo y de todos aquellos que vivieron por el evangelio Fíjense dejaron su casa, dejaron su familia, dejaron su ciudad, se establecieron en una ciudad distinta, allí trabajaron para apoyar la evangelización, desde Corinto se dirigieron a Éfeso, donde luego siguieron trabajando por la misión y acompañando a Pablo.
Pablo fue a Jerusalén de regreso y en Éfeso continuaron su misión durante tres años. Ellos anuncian el evangelio y hacen de su casa, un lugar de reunión para la comunidad cristiana. Una casa acogedora, una casa en la que se pueden reunir, una casa en la que se anuncia el evangelio, una casa en la que se apoyan unos a otros en sus necesidades, una forma cotidiana y cercana de difundir el evangelio
Para terminar… En toda esta historia que hemos contado nunca hemos hablado de una plaza pública, nunca hemos hablado de un auditorio grande, siempre hemos hablado de personas concretas, de narraciones personales, de acogida en una casa pequeña, de comunicación de una experiencia, pero con una entrega total a la misión.