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Domingo. 27 de abril de 2014 • LA RAZÓN
D O S PA PA S S A N T O S
La fuerza de los místicos, el gancho que le unió a España Después de su patria, nuestro país fue el más visitado. Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz eran su debilidad JESÚS FONSECA
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ezaba, trabajaba, sonreía. No sólo de- para quien sabe leerlos en profundidad, encierran un cía qué es la bondad, sino que enseña- mensaje que, en definitiva, remite a Dios». Decididamente, sí. Era de la oración de donde ba a ser bueno con su vida. Nos mostró el valor humano y espiritual de la ale- brotaba el entusiasmo, aquella alegría, aquel buen gría. Traspasó todas las puertas. Tenía humor contagioso de Juan Pablo II. «La gente buena la mirada de la fe, la esperanza de creer; es siempre alegre», me dijo, también, una vez en el gozo de saberse amado por Dios, en medio de las Roma el Prelado del Opus Dei, Javier Echevarría, el amarguras, los flagelos y las recias fatigas que tuvo hombre, junto a Teresa de Calcuta, más sustancialque sobrellevar. Su figura, que hemos conocido tan mente bueno que he entrevistado a lo largo de mi vida de cerca, que es tan de nuestro tiempo, es una de las profesional. De ésos en los que brilla la bondad de más queridas de la historia de la humanidad. Carne Dios, por su sentido de acogida, por su humanidad. de nuestra carne. Su sentido del humor, su caridad, Por la sencillez evangélica de sus gestos y el cariño su invitación a ir a contracorriente, a no renunciar a que derraman. Algo que se repite en todos los homla semejanza divina del hombre, nos acompañan. Así bres y mujeres de Dios. En todos los santos. De la como su sonrisa, su sonrisa, siempre presente. Su oración procedía, ciertamente, el coraje de quien hoy alegría profunda. Esa enfermedad tan larga, ese ca- sube a los altares, para aupar la vida. De las horas y horas que pasó delante del sagrario. mino de cruz en sus últimos días. Como aquella noche, en la Nunciatura Apostólica Pocas personas han convencido a tantos como él, han despertado una mayor fascinación. Juan Pablo de Madrid, cuando alguien de los que le acompañaban se dio cuenta, de II fue un activista, tampronto, de que muy bién, de la dignidad avanzada la madrugahumana.Y mucho más. da, tras un día agotador Su influencia en la hisy con el horizonte de toria queda fuera de otro aún más exigente toda duda. De este a las puertas, el Papa se hombre irrepetible se había escapado, sin ha dicho todo. Se ha que nadie se diera escrito todo. Con apecuenta, al oratorio. nas 19 años, comenzó a Cuando se acercó para trabajar en una cantera JUAN PABLO II- 9 DE OCTUBRE DE 1982 Discurso en Santiago de Compostela invitarle a que retomay luego en una fábrica, ra el descanso, Juan mientras estudiaba en Pablo II le respondió un seminario clandesticon una sonrisa: «Tú, no. Dos realidades que marcaron su vida. Es, tal vez, el Papa que más ha lle- aquí conmigo». Y ahí se quedaron los dos rezando. gado a creyentes y no creyentes. Pero ¿por qué? Hay ¡Qué remedio! En algunos días de sus vacaciones en respuestas para todos los gustos. Aunque todas arran- el Valle de Aosta, la luz de la capilla de la casa donde can del mismo tronco, en el que quiero sustentar se alojaba, permanecía encendida desde las tres de la mañana hasta el amanecer. También Benedicto estas líneas: el trato personal con Jesucristo. Para empezar, Juan Pablo II era un hombre de Dios. XVI, que tan a fondo lo conoció y trató, recuerda «Un amigo fuerte de Dios», en expresión teresiana, siempre que habla de Juan Pablo II cuán unido a Dios como nos decía no hace mucho, en Roma, el cardenal estaba.Y habla de su espiritualidad, caracterizada por Cañizares, que no da puntada sin hilo. Aquí está, la intensidad de su oración. Algo a lo que también se refiere el postulador de la efectivamente, la clave: en su intensa vida sobrenatural. El secreto del nuevo santo no es otro que la causa de canonización, monseñor Slawodir Oder, al plegaria. «Somos lo que es nuestra oración», le escu- relatar, por primera vez, aspectos poco conocidos del ché decir en una de aquellas inolvidables audiencias nuevo santo: «Hay un episodio muy tocante que lo en las que tuve la suerte de participar. En otra, esta identifica muy bien. El Papa enfermo, al final de uno vez más restringida, en Montevideo, nos dijo algo que de sus viajes apostólicos, está que no puede más. Le me ha acompañado y acompañará de por vida: «En llevan a la habitación y le dejan allí, para que repose. realidad, todas las cosas, todos los acontecimientos, A la mañana encuentran la cama intacta. Juan Pablo
«Te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes»
Imágenes de sus cinco visitas a España: Santiago de Compostela, en 1989; en el estadio Santiago Bernabéu (Madrid), en 1982; ante la Virgen de Pilar, en 1984; en Sevilla, en 1993, y en Cuatro Vientos, en 2003, la última
II ha pasado la noche en oración, de rodillas, en el suelo». En los últimos meses de su vida quiso tener un espacio para el Santísimo en su propio cuarto, junto a la cama. Pero con quien la relación era más personalísima era con la Virgen. Cuantos estuvieron cerca de él aseguran que era un encuentro vivísimo. Y que se le veía inmensamente feliz. La oración fue el corazón de su pontificado. De ahí, y sólo de ahí, le venía esa obsesión por llevar a Cristo a los demás. Ese empeño pastoral intenso, increíble. Su invitación constante en encuentros, homilías y encíclicas, a pensar con Dios, a sentir con Dios, a querer con Dios. Fue ese compromiso el que le llevó a dar 36 veces la vuelta al mundo, que se dice pronto. Un total de 250 viajes y 130 países recorridos. Por vivirlo más cerca, me quedo con el del año 1985 a Ibe-
LA RAZÓN • Domingo. 27 de abril de 2014
Ap/Efe/LA RAZÓN
cuentran en misión y evangelizan por el mundo. Pero volvamos a su ansia orante. A esa plegaria constante que, según cuenta el que fuera su secretario, Stanislaw Dziwisz, era sencilla, rebosante de generosidad, porque rezaba por todos y nunca se cansaba. Una oración que él transformaba en vida y más vida, para que todo el vivir se convirtiera en oración. Cuenta el Papa emérito Benedicto que, durante la primera visita a Alemania de Juan Pablo II, tuvo una experiencia muy concreta de este anhelo de oración de quien a partir de hoy será santo: «Para su estancia en Múnich, decidí que debía tener un descanso más largo a mediodía. Durante la pausa, fui a su habitación y lo encontré absorto en el rezo del Breviario, así que le dije: “Santo Padre, usted debería descansar”; y él me respondió: “Podré hacerlo en el cielo”». Comentando con el cardenal Herranz los récords de Juan Pablo II, con motivo de la ordenación sacerdotal de mi queridísimo José María García Castro, me decía Don Julián: «Sí, sí, muchos, muchos récords; pero falta el principal: las miles de horas que pasó ante el Santísimo. De ése no se habla apenas». Muchas veces me he preguntado la razón verdadera por la que Juan Pablo II amaba tanto a España y he llegado a la conclusión de que lo que tanto le seducía era el «Nada para afuera, todo para los adentros» de nuestros místicos. Esto que voy a contar ahora me lo narró la priora de la Encarnación. Cuando Juan Pablo II acudió a Ávila, tras las huellas de Santa Teresa y San Juan de la Cruz –aquel «frailecillo de risa», según desdeñoso apodo de los calzados–, tras recorrer emocionado el monasterio, el Papa pidió que le dejaran a solas con ese puñado de monjas, envueltas en sus capas blancas. En cuanto se cerró la puerta, se arrodilló e invitó a las carmelitas descalzas a que le acompañaran y rezaran todos juntos, en silencio. Fue el tiempo más largo de Juan Pablo II tras los muros cenobitas. Tanto, que fuera cundió el pánico y no sabían muy bien qué hacer, hasta que Don Antonio Cañizares se atrevió a entornar suavemente la puerta. El Papa no se inmutó. Nada se podía hacer. Juan Pablo II continuó absorto en oración, junto a las hijas de Santa Teresa, por un buen rato. Mucho más del que los organizadores hubieran deseado.
Denuncia de las injusticias
roamérica, al que tuve el privilegio de acompañarle junto a otros periodistas. Recuerdo especialmente su petición de perdón a los indígenas; el cariño y los gestos de ternura con los que trataba a las mujeres que se acercaban a él. Cómo les daba las gracias por su sensibilidad, intuición, generosidad y constancia. Ningún Papa se había mezclado así con las mujeres; las había abrazado y besado con tanta naturalidad. Es como si lo estuviera escuchando en Venezuela, jaleando a los jóvenes: «América, si quieres la paz, trabaja por la justicia. Si quieres la justicia, defiende la vida. Si quieres la vida, abraza la verdad, la verdad revelada por Dios». Y lo veo en pie, en la parte delantera de aquel avión en el que nos habló de la libertad de buscar y decir la verdad. Juan Pablo II ha sido –sigue siendo– un modelo para todos aquellos que se en-
Juan Pablo II no tenía nunca prisa para rezar. Al contrario, descansaba en la oración. Como cuando se encerraba en su capilla y repasaba, ratos y ratos, aquellos fajos de papelitos pequeños donde llevaba escritos los nombres de las personas e intenciones por los que debía rezar. Joaquín Navarro-Valls, que convivió 22 años con el Papa polaco y ha sido el único laico de la historia en ocupar el puesto de portavoz y jefe de la Sala de Prensa del Vaticano, decía siempre que la oración era para Juan Pablo II «como respirar, como ver la luz o comer a diario. Constante, necesaria e intensa». Pues sí, tan intensa como su sonrisa. Como lo era su enfado, también, cuando se enojaba al denunciar la ostentación del lujo y levantaba su voz sobre la inmoralidad de la riqueza en manos de unos pocos. Cuando gritaba: «¡Nunca más la guerra! La violencia jamás resuelve los conflictos, ni siquiera disminuye sus consecuencias dramáticas». ¡Cuántas veces dijo Juan Pablo II que «la guerra es siempre una derrota de la humanidad». El hombre que hoy proclamará santo Francisco creía, por encima de todo, en un Dios misericordioso. Tal vez por ello gustaba advertir, para que nadie se llevara a engaño: «Amar es lo contrario que utilizar». E insistía en que «para una vida feliz, es preciso un entendimiento íntimo con Dios». ¡Qué cosas! Cosas de santos, ciertamente, que saben conectar las cosas más pequeñas con los valores más grandes.
El elix
Yago de la Cierva
Director ejecutivo la JMJ Madrid 20
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a primera i viene a la m pienso en J sentado ante dos de jóvenes en To afueras de Roma, cabeza y sus bra música. Corría el al que había dirig tificado, y se pued bía alcanzado su la Iglesia hasta el De hecho, como se abrió su testam a Dios al llegar a e puedes llevarme (En latín suen «nunc dimittis s Tan fuerte que m tas tradujeron «a había pensado en eso es otra histori Había alcanzad había gastado h casi sus fuerzas. antes estaba ago sabe cómo, esa mana de verano, calurosa como su serlo Roma en fer gosto, Juan Pablo repuso. Su alma para arriba de cuerpo, y le vim como no le hab mos visto en añ rápido, dicharac ro, bromista, ágil nas de jarana que de acabar, y la reu medianoche. Su elixir eran lo ellos daba lo mej realmente se tra ese mismo encu mirada atónita d que no esperaba explicó su energí polaco: «Si vives e tú mismo te hace toda su vida: co como obispo, com como Papa. Corría el año 19 Roma a punto de d y Juan Pablo II in jóvenes a un enc cional en la plaza Domingo de R muchos miles, italianos, pero c representación Luego supe que días, el Papa invi capellanes uni Roma, para preg