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Turismo

Página 2/LA NACION

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Domingo 17 de enero de 2010

[ PATAGONIA ] Neuquén

Azul Traful Junto a un lago encantado, una villa apacible es el punto de partida para navegaciones, trekking, salidas de pesca y, en muchos casos, también para comenzar una nueva vida. Nada menos

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         ALFREDO LEIVA

Por Soledad Maradona Para LA NACION ILLA TRAFUL.– Un remanso de paz. Eso es lo que ofrece el entorno natural perfectamente cuidado de esta aldea de montaña. Eso, además de una serie de misteriosos atractivos, incluyendo un bosque sumergido en el lago. Villa Traful es un pequeño poblado con 500 habitantes. Está enclavado en la ladera de una montaña con vista panorámica sobre el majestuoso lago homónimo. Allí apenas hay señal de celular; sólo existe un local con Internet, y el día, en general, se vive a otro ritmo, un lugar ideal para conectarse con la naturaleza y el alma. La villa está situada a 100 kiló-

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metros de Bariloche, desde donde se llega bordeando los ríos Limay y Traful, hasta que se encajona en el balcón de una montaña boscosa que tiene a sus pies el lago que dio nombre a la comunidad y que en la lengua mapuche significa unión. El turismo de verano es el principal motor de la economía local, que cada vez ofrece más servicios de hosterías, cabañas, campings, gastronomía y actividades recreativas para toda la familia. El pintoresco muelle de madera en la mitad del poblado es el punto de encuentro para iniciar cualquier recorrido, y también una de las postales más buscadas para llevar una imagen del inmenso lago de aguas cristalinas. Ese lago tiene un atractivo espe-

cial: un bosque de cipreses sumergido que asoma a la superficie en la margen norte, en la costa frente al poblado, donde hace unos 100 años se desprendió el faldeo del cerro Bayo, con añosos árboles de más de 20 metros que aún se mantienen con el tronco erguido, pero desde lo más profundo del agua. Se pueden ver desde la superficie en una embarcación por la transparencia del agua. Guías locales ofrecen paseos de dos horas en botes descubiertos por $ 100 para adultos y $ 50 para niños. También es posible bucear entre estos extraños árboles, pero en la villa turística no se ofrecen salidas de este tipo, sólo el traslado. El tour náutico avanza hasta un sector de grutas naturales de origen

glaciario sobre una pared externa a la costa del lago, donde algún devoto colocó una estatuilla de la Virgen Stella Maris, patrona de los pescadores, en gratitud por haberse salvado y refugiado en esta gruta cuando una tormenta lo sorprendió en plena navegación.

Cambio de clima Estas vueltas por el lago son una de las principales propuestas de un grupo de guías que trabaja desde 2004 en la zona con el nombre de Eco Traful. En el grupo están Néstor Ruso Grez y su mujer, Gabriela Canale, que llegó una vez como turista y se quedó para compartir la vida en esta aldea de montaña. “Lo que me cautivó fue la combinación del entorno natural con las actividades de todo

tipo”, cuenta Gabriela, que orienta a los turistas en su local del centro del pueblo. La mayor parte del turismo que llega son familias, aunque en los últimos años muchos jóvenes aprovechan también la creciente oferta de campings para instalarse unos días en medio del circuito de Siete Lagos. Un defensor del camping como buena opción para el contacto con la naturaleza es José Lostalo, que hace cinco años decidió dejar su atareada vida en Buenos Aires para instalarse en plan de relax en un predio boscoso en pendiente que desde cada ángulo tiene como principal vista el majestuoso lago Traful. José decidió continuar su vida allí y abrir un camping modelo con

todos los servicios. “Un lugar impoluto y el lago más oxigenado de esta zona”, dice. Su camping, El Mirador del Traful, está ubicado 2 kilómetros antes de llegar al poblado, sobre la ruta 65, desde donde llaman la atención unas carpas con forma de cabaña, pero de lona que diseñó y patentó José hace tres años. Las llamó dormi tent, un espacio recubierto en lona, con piso de madera y alfombra, calefacción con placa de ecosol y luz por fotocélula, que tiene un comedor con mesa y sillas de madera, más dos habitaciones con capacidad para cuatro personas. Los dormis son ideales para los días de lluvia, ya que es necesario mantenerse en un lugar seco y cálido. La tarifa es de $ 70 por persona,