Jóvenes del siglo xxi

V a l l e ) , son los protagonistas y el eje central de la Campaña de Cáritas para el ...... Requejo, Teresa; Borrás, Sergio: El triángulo que hace empleo: manual.
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DOCUM6NTACIÓN

SOaAL

REVISTA DE ESTUDIOS SOCIALES Y DE SOCIOLOGÍA APLICADA

Jóvenes del siglo xxi Julio-Septiem bre 2001

núm. 1 2 4

N.” 124

Julio-Septiembre 2001 Director: Francisco Salinas Ramos Uición:

Cáritas Española, Editores San Bernardo, 99 bis 28015 MADRID Tel, 914 441 000 - Fax 915 934 882 E-mail: [email protected] http: www.caritas-espa.org

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España: Suscripción a cuatro números: 4.060 ptas. Precio de este número: 1.700 ptas. Extranjero: Suscripción Europa: 6.440 ptas. Número suelto Europa: 2.250 ptas. Suscripción América: 62 dólares. Número suelto a América: 25 dólares. (IVA incluido)

Jóvenes del siglo xxi

DOCUMENTACION SOOAL R e vis ta d e E s tu d io s S o cia le s y d e S ociología A p lic a d a

N.° 124

Julio-Septiembre 2001

Consejero Delegado: José María Seáis Klein Director: Francisco Salinas Ramos Consejo de Redacción: Javier Alonso Pedro Cabrera Carlos Giner Enrique del Río

Colectivo lOÉ Marisa Salazar José Sánchez Jiménez Teresa Zamanillo

Redacción de la revista: San Bernardo, 99 bis 28015 MADRID Tel.914 441 046 - Fax 915 934 882 E-mail: [email protected] © Cáritas Española. Editores ISSH: 0417-8106 ISBH: 84-8440-252-5 Depósito Legal: M. 4.389-1971 Portada: María Jesús Sanguino Gutiérrez Preimpresión e impresión: Gráficas Arias Montano, S. A. 28935 MÓSTOLES (Madrid)

Sumario

Presentación.

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1

La construcción de las identidades de los jóvenes. Ju an González Anleo

31

2

Coyunturas vitales y visiones del mundo en los jóvenes A na Irene del Valle Loroño

53

3

¿Juventud versus sociedad? Un enfoque dialógico. José Luis Segovia Bernabé

75

4

Condenados a «juventud perpetua». Pedro Fuentes Rey

97

5

Aspectos de la religiosidad de los jóve­ nes. Ja vier Fizo

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S U M A RI O

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¿Los y las jóvenes buscan trabajo? ¿El trabajo busca a los y las jóvenes? Miguel Fernández Blanco

7

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El sistema educativo, su incidencia en la construcción de una sociedad para todos. Manuel Menor Currás

8

155

Adolescentes, televisión e Internet: ¿pro­ tagonistas o espectadores de la realidad? Lourdes Bazarra, Olga Casanova y Jerónimo García ligarte

9

175

La participación y el compromiso sociopolítico de los jóvenes. julio del Valle de Jscar

185



10

La nueva socialización de los jóvenes: espacios de autoformación. María Teresa Laespada

203



11

Género, ¿una realidad silenciada? Alicia Tejeda Sánchez

221



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Nuestros jóvenes y la sexualidad. Femando del Castillo Palma

245



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Acompañando los procesos de emanci­ pación de las personas jóvenes. Claves para la reflexión y la acción. M.°Jesús Martínez Rupérez

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S U M A RI O

265

M

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La solidaridad de los jóvenes: actitud versus actividad. César García Rincón

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285

La juventud rural. Fernando Fernández Such

305

W

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Alternativas educativas: sueños, posibili­ dades y acciones concretas. Jesús Gallego Flerranz

323

17

Educación de calle; una experiencia de trabajo con jóvenes. Equipo de Educadores de Calle

339

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Bibliografía.

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¡o ín d ic e

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Presentación

Las profundas transformaciones sociales de las dos últimas décadas en el mundo occidental y concretamente en España han llevado consigo «una tergiversación de lo que tradicionalmente se ha entendido y pensado como fenómeno juvenil». Aquella concepción de la juventud como período de transición hacia la vida adulta o como una etapa reservada al aprendizaje y a la for­ mación ha dado paso a situaciones mucho más complejas y a enfoques diferentes, pero interrelacionados. No hay una juven­ tud, un fenómeno juvenil, una identidad, los jóvenes «son muy diversos unos de otros». Estos cambios han sido verificados por investigaciones reali­ zadas en este período de tiempo y se pueden leer en diversas publicaciones, por ejemplo en diferentes números monográficos de Documentación Social. Recordamos algunos títulos: Los jóve­

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nes en España (n.° 58, 1985); Juventud y trabajo (n.° 75, 1989); La juventud (n.° 95, 1994) y Adolescentes y jóvenes en dificul­ tades sociales (n.° 120, 2000). El número que el lector tiene en sus manos. Jóvenes del siglo xx(, no será el último, sí quiere ser el primero de este nuevo siglo, tiene como propósito «profundizar en el conocimiento de un importante segmento de esta sociedad, y poder cooperar más lúcidamente a su propio desarrollo y a que consigan lograr el mejor "acabamiento" de lo que ellos quieran ser como seres humanos», porque son muchos los jóvenes que «empiezan ya a pugnar por espacios sociales que les permitan bienser, quizás ya un tanto hartos de que sólo se pretenda que se den por satisfechos con el mero bientenenx El estudio y reflexión sobre La «construcción de las identida­ des de los jóvenes» 0- G onzAlez -A nleo) o las identificaciones y desidentiñcaciones de los jóvenes españoles actuales, así como de los factores que pueden estar afectando hoy al proceso de for­ mación de sus personalidades sociales, son aspectos que se desarrollan en el monográfico. Estas identidades se «generan cada vez más en contextos más reducidos, cálidos y familiares» y la buscan «más individual que colectivamente». Hoy «los jóve­ nes -unos más, otros menos- se presentan como muy sociables, relacionándose frecuentemente con muchos, sin casi comprome­ terse, y a la vez sean unos "solitarios de fondo"; también apare­ cen despreocupados, juerguistas, como irresponsables, y a la par estén preocupados». La familia sigue siendo para los jóvenes eje fundamental de sus movimientos, el «refugio de larga estancia, un entorno de apoyo y acogida en el que se satisfacen necesida­ des emocionales y económicas, un reducto de intimidad y con­ fianza». En segundo lugar estarían los amigos, con quienes comparten alrededor de un tercio de su tiempo y la mayoría de su tiempo libre, «la prioridad atribuida a los amigosfas en el tiempo libre es coincidente con la cantidad de amigos/as que

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Europa: proyecto y realidad

dicen tener los jóvenes y con su importancia como contexto referencial» (1). Estos jóvenes en permanente búsqueda, que tienen «entre sus manos un gran capital cultural y material, una visión optimista de la existencia (...) jóvenes que exploran formas de adaptarse a una sociedad contra la que consideran "poco práctico" rebelarse» ( d e l V a l l e ) , son los protagonistas y el eje central de la Campaña de Cáritas para el 2001 y 2002, quiere «trabajar con los jóvenes excluidos o no que quieran aprenderjuntos y trabajar en la cons­ trucción de un mundo más justo y más solidario». Con el lema «Protagonistas, los jóvenes» y los mensajes de «gracias por aco­ germe» (Navidad 2001), «gracias por compartir» (Jueves Santo 2002) y «gracias por aceptarme» (Corpus Christi 2002), Cáritas no sólo se propone «denunciar la situación de exclusión social de los jóvenes en dificultad», sino también «impulsar el compromi­ so solidario a favor de los mismos y promover el cambio de valo­ res y de actitudes personales que permiten eliminar las causas que producen la exclusión social de los jóvenes». D o c u m e n t a c i ó n S o c i a l a través del conjunto de artículos que se publican en este monográfico, quiere aportar información y elementos de refle­ xión sobre los jóvenes en el umbral del siglo xxi. G o n z A l e z - A n l e o , d e l V a l l e L o r o n o y S e c o v i a B e r n a b é desde diversas perspectivas nos aportan elementos para conocer y si es posible comprender la «construcción de las identidades de los jóvenes» ( G o n z A l e z - A n l e o ) y la visión que tienen «de su existen­ cia y de su ubicación social». A la vez nos invitan a que colabo­ remos con los jóvenes «que renuncian a ideologías y utopías, que no se identifican con ninguna imagen estereotipada»y que quie­ ren construir su proyecto social y comunitario (Segovia); por otro

(1) Los textos que van entrecomillados, hasta este punto, están recogidos del Informe: les 94. Fundación Santa María, Madrid, 1994.

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lado, con los jóvenes que «se ven atrapados en la coyuntura de vivir un mundo que está todavía compuesto de edificios viejos, hagamos un esfuerzo y dejemos de verles desde categorías que fueron propias de nuestras coyunturas juveniles» (del Valle). Laespada nos habla de «la nueva socialización de los jóvenes» y sus espacios de autoformación: la noche, la música, la sexuali­ dad... «la generación joven que pertenece al cambio de siglo busca en multitud de fuentes de información precisa para cons­ truir su modo de entender el mundo. Pero estas fuentes son dis­ tintas, diferentes a las utilizadas por generaciones anteriores». E lzo analiza algunos aspectos de la religiosidad de los jóvenes, lo hace desde tres perpectivas: las modalidades de la práctica reli­ giosa, las creencias religiosas y las condiciones requerióles para considerarse una persona religiosa. Muy relacionados con las identidades giran el género y la sexualidad. Tejeda nos recuerda que en la actualidad «el concep­ to de género ha sido vaciado de su potencial más político y movi­ lizados y se ha convertido en una herramienta de análisis supe­ ditada al feminismo más institucionalizado», la autora opta por abrir nuevos espacios y «recuperar la base social del movimien­ to feminista y el discurso de clase». Por su parte del Castillo afir­ ma que «somos seres sexuados y la sexualidad como la afectivi­ dad, el carácter o la personalidad, es un aspecto esencial de la persona, de la cual no se puede prescindir si queremos tener y proporcionar una educación integral», en el artículo nos dan algunos resultados de su experiencia de trabajo con jóvenes, a la vez que plantea la «necesidad de una nueva concepción en la educación afectivo-sexual» con un «componente esencial de res­ peto y fomento de una concepción saludable de la sexualidad y la personalidad». Otro conjunto de artículos están relacionados con el bienestar o malestar social, como el trabajo y la educación. Fuentes y 10

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Europa: proyecto y realidad

Fernández, el primero analiza el fenómeno desde fuentes secun­ darias y el segundo desde la experiencia de Cáritas Interparro­ quial de Santiago. M enor, Gallego y Ventura dedican sus artícu­ los a la educación. M enor analiza las dificultades del siste­ ma educativo para construir una sociedad intercultural iguali­ taria para todos los ciudadanos y propone profundizar teórica y prácticamente en el sentido de la (agualdad de oportunidades», la «lectoescritura» y la «comunidad educativa», como retos para salir de la atonía actual. Los otros dos autores presentan sus experiencias de trabajo en Puente la Reina (Navarra) y Cáritas de Málaga.

La situación de los jóvenes en el medio rural es estudiada por Fernández S uch, afirma que «la juventud rural vive marcada por una serie de tensiones que proceden de la historia reciente, de los valores y cultura transmitidos en su propio entorno familiar y comunitario y sus deseos personales». El compromiso y partici­ pación sociopolítico de los jóvenes es analizado por J ulio del Valle. Por su parte García R incón, propone y desarrolla la siguiente hipótesis: «la solidaridad que planteamos, o tal vez "vendemos", a los jóvenes, consciente e inconscientemente, se tra­ duce más en "actividades" con poca o ninguna transformación social, que en actitudes prosociales sólidas y coherentes que plantean estilos de vida alternativos, creativos, des-globalizados y transformadores». Bazarra, Casanova y U garte analizan las diferentes respuestas o actitudes de los adolescentes ante internet y la televisión. Finalmente M artínez nos ofrece las claves para reñexionar sobre cómo debe ser el acompañamiento de los pro­ cesos de emancipación de los jóvenes y por dónde tendrían que ir las líneas de acción social en Cáritas. Cierra el número con una selección bibliográfica del Servicio de Documentación. En definitiva, ((estamos ante una generación joven con mayo­ res recursos materiales y formativos, con mayores posibilidades

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de explotación de las capacidades humanas y con los mejores medios para llevar a cabo aquello en lo que creen» (Laespada). Fuera de todo tópico, se opta por que los «protagonistas» sean «los jóvenes» del presente y del íuturo. Los artículos de este monográfico quieren ser una oportunidad para el diálogo, el encuentro, la búsqueda de los elementos positivos para la cons­ trucción de una sociedad para todos, para todas las edades, todas las culturas. Una aldea global «más justa y más solidaria». Desde la dirección de D ocumentación S ocial quiero agradecer la colaboración de María Jesús M artínez en el diseño de los pri­ meros borradores de contenidos; a C laudia, A bel y otros jóvenes por sus críticas y aportaciones al diseño del número; a los auto­ res que con sus colaboraciones han hecho realidad las páginas que tenemos entre manos; a Carlos G iner por la traducción al inglés de algunos resúmenes y a Antonio M olina por la lectura, corrección y traducción de los resúmenes en inglés. Francisco Salinas Ramos

Director de D ocumentación Social

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La construcción de las identidades de los jóvenes Juan González Anleo Catedrático de Sociología Universidad Pontificia de Salamanca

Sunnario 1. Adolescencia y ju ve n tu d .— 2. La situación de los jóvenes españoles a comienzos del siglo xxi.— 3. La identidad de los jóvenes españoles: rasgos más característicos.

RESUMEM El artículo parte de dos constataciones, por un lado, que da identidad es conferida, mantenida y transformada socialmente, "es una cons­ trucción social"y la segunda, que da identidad de los jóvenes espa­ ñoles de estos comienzos de siglo es una identidad abierta y comple­ ja». Esta identidad se construye sobre tres pilares, cuyos rasgos más característicos son: la imagen que los jóvenes tienen de sí mismos, la representación que de su entorno social se hacen los jóvenes y el pro­ yecto vital que se trazan los jóvenes y las acciones que desarrollan.

ABSTRACT This article starts assuming two observad facts: one the one hand ddentity is conferred, maintained and transformad by society; it is a

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social product» and on the other hand «the identdy of Spanish youth in this beginning of a new century is an open and complex identity». This identily is built on three pillars, whose most characteristic aspects are: the self-image young people have, the picture young people have of their social environment, and the Ufe project that young people design and the actions they carry out

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La construcción de las identidades de los jóvenes

La identidad los jóvenes españoles de estos comienzos de siglo es una identidad abierta y compleja, algo flotante, como corresponde a la nueva lógica de la realidad social que recha­ za simplificaciones y dicotomías y proclama que las explicacio­ nes únicas son falsas y que hay que preferir las multiexplicaciones. Los jóvenes son alérgicos hoy a la modelización, y aun­ que puedan en algún momento admirar a determinadas perso­ nas, jaleadas por la TV y por los medios, no los convierten en modelos de la propia vida, prefieren ser ellos mismos, signifi­ que eso lo que signifique. El culto al yo, del que tanto se habla hoy, no significa tanto una egolatría más o menos descarada, sino, ante todo, la afir­ mación del yo por encima de todo tipo de normas, el yoísmo normativo, el predominio de las normas descubiertas por uno mismo, basadas en la propia experiencia, que es la que funda mis derechos personales, «lo que a uno le salga de dentro sin hacer caso de lo que digan los demás», aunque en el fondo siga predominando en la juventud, y en el mundo adulto, el «hombre-dirigido-por-los-otros», el hombre-radar,. Al joven, lo reco­ nozca o no, le orienta su grupo, la calle. En definitiva, un YO de identidad abierta, polivalente, flexible, alérgica a normas y modelizaciones. Una preocupación domina este cambiante escenario; mi propia identidad. No es una preocupación preci­ samente nueva en la fascinante historia de la juventud. Hace más de un cuarto de siglo afirmaba el gran ^uru de la sociología norteamericana de los años sesenta, Talcott Parsons, que el rasgo más significativo de la cultura juvenil era, junto a la preocupación por el sentido de las cosas, el desasosiego por las cuestiones de identidad.

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Desasosiego perfectamente lógico a la luz de la anomia y fuerte ritmo de cambio de la sociedad, y de la impotencia de la generación adulta para proporcionar a los jóvenes una orien­ tación directa y una clara y convincente definición de su situa­ ción (1). Esa huidiza identidad perseguida existencialmente por los jóvenes y conceptualmente por los psicólogos y los sociólogos se nos aparece como un sentimiento consciente de posesión de una individualidad única. Es por ello la identidad una garantía de mismidad y de persistencia en la biografía personal. Así lo vio Erik Erikson en su trabajo pionero sobre la pérdida y crisis de identidad de soldados en la II Guerra Mundial que habían perdido traumáticamente su yoidad y continuidad. Desde su perspectiva de psico-historiador, la identidad {self} se presenta­ ba, bien en forma de concepto de sí mismo, bien en forma de experiencia de sí mismo (2). La sociología acepta este punto de partida y da un paso más, internándose en la jungla de la compleja trama social de reconocimientos y no reconocimientos, afiliaciones y controles sociales, clases y categorías (3). Para su autoubicación en ese espacio de reconocimientos, controles y categorías, afirma la Sociología, el joven necesita una carta o mapa bosquejado sobre percepciones o imágenes —de sí mismo y de su entorno social—y sobre representaciones vivas de su proyecto vital y de los cauces de su acción. La identidad, finalmente, es conferida, mantenida y transfor­ mada socialmente, es una construcción social (Bercer y G ofe(1) Talcott Parsons: «Youth in the context of American Society», en Y outh , Change and challenge, Daedalus, winter 1962, pág. 109. (2) Erik H. E rikson; Identity, youth and crisis, Faber, Londres, 1968, pág. 180. (3)

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Peter L B erger : Invitación a la Sociología, Limusa, México, 1989, págs. 143-144.

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La construcción de las identidades de los jóvenes

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man),

y al originarse en las expectativas vinculadas a los roles que ocupamos e internalizamos, los períodos de más intensa socialización son los más propicios a la confusión y crisis.

Entre esos períodos de confusión y crisis figura en posición eminente la JUVENTUD, término tan lábil y de tan penosa ela­ boración conceptual como el de identidad. Veámoslo en unos rápidos trazos.

i ADOLESCENCIA Y JUVENTUD La adolescencia nace literariamente con el Romanticismo alemán, y el Werther de G oethe (1774) consagra y culmina el movimiento «Sturm und Drag», inaugurado por M óser, H erder, Fichte, Scheeeinc y Schileer. La adolescencia inicia así su anda­ dura a través de la historia del pensamiento como etapa con­ tradictoria de turbulencia y melancolía, euforia y disforia, egoís­ mo y altruismo, soledad y ansia de amistad y vida grupal. Fue Rousseau el primero en estudiarla desde una perspecti­ va pedagógica-moralizante y el responsable de enriquecer la imagen de la adolescencia con las señas de revolución, natura­ lismo, pasión y primitividad. A todos estos rasgos, Hael y Sigmund Freud añadieron la nota de la sexualidad como el gran motor de la «turbulencia e impulso» de la adolescencia, aunque Hall sitúa la juventud antes de la adolescencia, de 8 a 12 años, como etapa maleable, monótona y de amplias oportunidades, e identifica la adoles­ cencia (12 a 25 años) con la etapa que hoy denominamos juventud (4). (4) Ángel A gliirre B aztáN:

Psicología de la adolescencia,

Boaixaren, Barcelona, 1994, págs. 5-13.

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Medio siglo después Hollincshead, aunque conservando el término tradicional de «adolescencia», abrió la etapa de la refle­ xión sociológica sobre la juventud con esta definición, ya clá­ sica: «Sociológicamente la adolescencia es el período en la vida de una persona en la que la sociedad en la que ella actúa deja de considerarlo como un niño y no le concede el estatus pleno de adulto, sus roles y funciones» (5). Adolece claramente de negatividad esta definición: el joven no es un niño ni es un adulto. Pero ¿qué es? N iehard propone una precisión: el joven ya ha alcanzado la madurez sexual biológica, pero al carecer de empleo y matri­ monio no posee los derechos generales y privilegios que le per­ miten una participación responsable en los procesos funda­ mentales de la sociedad (6).

Como persiste el cariz negativo, es imperativo explorar otros territorios en busca de la clave de la juventud. Kenneth Keniston es, a mi juicio, quien con mayor éxito se ha aproximado a un concepto satisfactorio, tanto por la riqueza de su contenido como por su dilatada validez, al menos para las sociedades desarrolladas (7). En la juventud, afirma Keniston, la norma es una ambivalen­ cia omnipresente hacia sí mismo y hacia la sociedad que no deriva necesariamente hacia el rechazo de la sociedad o hacia el activismo político, pues puede también orientarse hacia la transformación personal mediante alguna de las vías cultural­ mente disponibles en cualquier época histórica. (5) A. B. H ollingshead: EImtown's Youth, Science Editions, New York, 1949, pág. 6. (6) Michael M itterauer : A H istoryof Youth, BlackweII, Oxford, 1993, pág. 17. (7) Kenneth Keniston: «Youth: “A new stage of life” », en Rolf E. Muuss: Adolescent Behavior and society, Random House, New York, 1975, págs. 43-51.

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a)

La juventud es, fenomenológicamente, una etapa des­ lumbrante, mezcla de enajenación y de omnipoten­ cia, enajenación nacida de la desilusión con la sociedad y del sentimiento de incongruencia entre sí mismo y el mundo adulto; omnipotencia, sentimiento de absoluta libertad, de vivir en un mundo de puras posibilidades, en el que el yo es a veces experimentado como arcilla en las propias manos, capaz de total transformación, y el mundo, el no-yo, maleable en grado sumo, abierto a la utopía y a la creación de una sociedad nueva.

b)

Característica central de la juventud es su tendencia al rechazo de la socialización en cuanto transmisión de roles, de pautas, de cultura, de historia. Emergen, en contrapartida, nuevos roles y nuevas identidades, espe­ cíficamente juveniles, y por esta razón condenados a la temporalidad.

c)

Los jóvenes conceden gran valor al cambio, al movi­ miento y al desarrollo personal, lo que condiciona su visión del adulto, el «carroza», cuya deceleración del cambio personal es motejada de parálisis.

d)

Rasgo final: los jóvenes se asocian a veces con otros jóvenes en contraculturas marcadas por su deliberada distancia del orden social existente.

Si fenomenológicamente la juventud es una etapa deslum­ brante de enajenación y omnipotencia, estructuralmente, la juventud ha de ser visualizada dentro de una compleja red de relaciones sociales, como producto o construcción social deter­ minada por el lugar que ocupa en la estructura jerárquica de la sociedad, por las relaciones que establece con las demás cate­ gorías sociales, por su proyecto social estrechamente ligado a los designios de los adultos, que le asignan como tarea esencial

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la preparación para la vida activa y el trabajo y un estatus incompleto, casi marginal, negándole en mayor o menor medi­ da la participación y el protagonismo sociales (8).

PM LA SITUACIÓN DE LOS JÓVENES ESPADOLES A COMIENZOS DEL SIGLO XXI

La situación de los jóvenes españoles en estos comienzos de siglo es paradójica. Disfrutan de un capital educativo inima­ ginable hace un cuarto de siglo, de unas oportunidades increí­ bles de viajar, intercambiar estudios, conocer otras culturas, estar informados, navegar por Internet, consumir, y, sobre todo, ejercer su libertad, aunque su dependencia de su familia de ori­ gen siga siendo grande y excesivamente prolongada. Pero, lo dicen las investigaciones, no saben en qué invertir ese triple capital, o carecen de motivos fuertes y de ideas clave para hacer algo merecedor de ese esfuerzo inversor. Podría sospecharse que se encuentran atrapados entre una estructura económica neoliberal que les niega un puesto de trabajo digno y estable, y la asunción de responsabilidades a él anejas, y una cultura post­ moderna —de prosperidad, seguridad, permisividad y libertad— que, hasta cierto punto, enerva sus valores, enfría su entusias­ mo, les priva del aliento necesario para realizar utopías y recor­ ta sus proyectos de futuro. El paro y los empleos precarios apa­ recen aquí como los grandes villanos de la historia, y los jóve­ nes los más castigados por el azote del desempleo y de esa basura de trabajos que nuestra sociedad ha creado para su propia vergüenza. La conquista juvenil del espacio social exterior; formación para el empleo, puesto de trabajo, pareja y hogar autónomo, (8) José Lorenzo Encinas : Bandas juveniles, Trillas, México, 1994, págs. 31-34.

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se ha retrasado notablemente para todos los jóvenes, sean desempleados, empleados en trabajos precarios o temporales, o poseedores de algún empleo digno y estable. Luis G arrido cifra ese retraso de la integración laboral en unos seis años, tomando en cuenta el impacto del paro, la temporalidad de los primeros empleos y la prolongación de la etapa formativa (9). El joven no ha ingresado todavía en la clase de edad adulta, pues a ella se llega por la asunción de una cuádruple respon­ sabilidad: • productiva (asignación de un estatus ocupacional estable), • conyugal (constitución de una pareja sexual estable), • doméstica (adquisición de un domicilio autónomo y pro­ pio), • parental (formación de una familia con hijos). Esta cuádruple responsabilidad es hoy difícil. Interviene en primer lugar la presencia de cohortes juveniles muy engrosadas, debido a la alta fecundidad de los jóvenes nacidos entre 1955 y 1975, inmersos en una onda económica expansiva que alentó la nupcialidad y la natalidad, y cuyos frutos se han concretado hoy en la generación juvenil más amplia de nuestra historia. Y junto al factor demográfico, las altas tasas de desempleo juvenil, que actúan como un poderoso mecanismo retardatario de la asun­ ción de las responsabilidades antedichas. A esta situación de paro acompañan la inactividad social, el aburrimiento, la falta de objetivos, un cierto autismo o narcisismo social, la desidentifi­ cación con una sociedad juzgada culpable o pasiva ante los (9) Luis Garrido y Miguel R eaquena; Juventud, 1996, págs. 239-243.

La emancipación de los jóvenes en España,

Madrid, Instituto de la

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problemas de los jóvenes y, en los casos más graves, la exclu­ sión social. La gran mayoría de los jóvenes -u n 83% - reconocen que sufren las consecuencias económicas del paro (10), no sólo a través de las concomitantes carencias y privaciones materiales sino sobre todo como factor condicionante que afecta directa y negativamente a sus proyectos de futuro, como lo reconoce el 45%, y a la libertad y autonomía, en declaración de un 24%, actitud de derrota moral que puede ayudar a entender la proli­ feración de otras actitudes y comportamientos desviados o delictivos, desde la delincuencia y el tráfico de drogas hasta la prostitución juvenil y adolescente, la ludopatía y la emergencia de grupos y bandas urbanas No todos los problemas de los jóvenes ni todos los riesgos de su identidad proceden, sin embargo, del paro o del sistema capitalista neoliberal. El clima, la cultura postmoderna, ha priva­ do a los jóvenes de los marcos de referencia, del «músculo moral», que la dura lucha por un puesto en la sociedad compe­ titiva exige hoy, de la capacidad de abnegación, sacrificio, de la fortaleza interior siempre necesarias y hoy urgentes. La postmodernidad -triunfo de lo leve sobre lo grave y pesado y del deseo sobre el deber, y por la exaltación del hom­ bre psicológico, corazón e instinto, sobre el hombre racionalha calado hondamente en la cultura juvenil. Nos encontramos probablemente ante la primera generación postmoderna de nuestra historia. Una generación con serios problemas de iden­ tidad, derivados de la ausencia de horizontes, de las falsas rebeldías, de las contradicciones e incoherencias y de los obs­ táculos institucionales a su autorrealización. (10)

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Jóvenes españoles 1994, op. c it ,

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págs. 69 y ss.

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La construcción de las identidades de los jóvenes

LA IDENTIDAD DE LOS JÓVENES ESPAÑOLES: RASGOS MÁS CARACTERÍSTICOS

La identidad juvenil se construye sobre tres pilares: la ima­ gen que los jóvenes tienen de sí mismos, la representación que tienen del mundo que los rodea y el proyecto personal: objeti­ vos y medios. A) La imagen que de sí mismos tienen los jóvenes está caracterizada por cuatro rasgos sobresalientes o elegidos como tales por los jóvenes: el consumismo, la rebeldía, la autonomía y el presentismo. La lista propuesta a los jóvenes españoles en la Encuesta Nacional de 1999, de la Fundación Santa María, arrojó los siguientes resultados: • El consumismo, paradojas de la historia, fue rechazado por los jóvenes de los 60 como el enemigo mortal de la independencia, la autonomía y el idealismo juveniles. Someterse al consumismo equivalía a dejarse conquis­ tar y domesticar por el Capitalismo, tan odiado entonces, renunciar a la auténtica revolución, dejarse seducir por las falsas promesas de la revolución del bienestar y de­ cir adiós a la lucha por la igualdad, la justicia y la reden­ ción de los pobres y oprimidos. Hoy el consumismo es reconocido por los jóvenes como su rasgo identitario más característico. Y el consumismo, afirman los exper­ tos (Schelsky), induce en la mente y en las actitudes la pauta de la puntualidad, de la dedicación mínima y pun­ tual a un objeto o persona, la pauta de la instrumentalización del otro para mi satisfacción momentánea, y la pérdida del sentido de la gratuidad, esencial en las relaciones humanas más profundas, las religiosas entre ellas.

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• La rebeldía, segundo rasgo de la identidad juvenil, es una seña espléndida de los jóvenes, pero se ha quedado sin objetivos y enemigos concretos. Grupos minoritarios, de tendencia radical y en ocasiones violenta, se enfrentan con el sistema, con la globalización, con determinada legislación educativa o ecológica, pero la gran masa juve­ nil no reacciona hoy de forma espontánea sino contra los recortes en los horarios de cierre de discotecas y otros lugares de diversión, o contra las subidas de tasas acadé­ micas. Es una «generación sin entusiasmo», se ha dicta­ minado a veces. Parece como si toda la energía juvenil, en principio ilimitada, se agotara en los estudios/trabajo y, sobre todo, en la diversión. • La autonom ía, tercera seña de identidad juvenil, se tra­ duce sobre todo en un rechazo instintivo y radical a la heteronomía, a toda norma procedente de «fuera», a toda autoridad que se proponga establecer normas para los jóvenes, costumbre muy extendida desde siempre entre las autoridades de todo tipo. El criterio supremo será entonces inspirarse en «lo que a uno le salga de dentro sin hacer caso a lo que digan los demás». Así en tres ámbitos centrales de su vida joven: la política (el 54%), la religión ( el 75%) y la moral (el 68%). De ahí los altos nive­ les de permisividad juvenil, sobre todo en el terreno bioético: sexo libre, aborto, suicidio, eutanasia, prostitución, adulterio. No creo que los jóvenes, al elegir deliberada­ mente esa alta justificación de comportamientos desvia­ dos o éticamente dudosos, estén expresando sus convic­ ciones profundas, ni menos su comportamiento real en la vida. Están lanzando a los cuatro vientos un desafío a la moral vigente, a las autoridades políticas, religiosas o sociales, familia incluida.

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• Y, finalmente, el presentismo, como señal neta de identi­ dad juvenil. Quizá como reacción de miedo ante la oscu­ ridad del futuro, de su futuro. No se trata ya del presentis­ mo de los jóvenes de los 60 ante el futuro de un mundo amenazado por las locuras nucleares y la guerras «fría» o «caliente», sino un pánico nuevo ante la descorazonadora incertidumbre de unos años de su joven vida sin perspec­ tivas familiares y profesionales claras. Los empleos inexis­ tentes o precarios y los precios prohibitivos de las vivien­ das difuminan todo proyecto de futuro para muchos jóve­ nes. Presentismo significa enfriamiento de sueños y uto­ pías, y lánguido desinterés por proyectos de largo alcan­ ce, individuales (el matrimonio) o grupales (el asociacionismo, tan escuálido en la juventud española). Surge, poderoso, el símbolo de la NOCHE, eterno y efímero pre­ sente, que suspende el paso del tiempo, la disciplina de los adultos, el control de la sociedad, y hace fácil y placentera la trasgresión y el vandalismo callejero. El presentismo y la noche se despliegan en la diversión, que podría muy bien presentarse como la señal de identidad juvenil por anto­ nomasia. Los jóvenes españoles hoy invierten en diversión y concomitantes cerca de un cuarto de billón de pesetas al año, y le dedican interminables fines de semana de, a veces, más de 50 horas. ¿Para qué ahorrar si no hay pro­ yectos dignos de ese nombre? El empleo temporal o pre­ cario no permite sueños de futuro, pero sí gastos «escan­ dalosos» en discotecas, música, copas y juergas. El gasto medio mensual en diversión asciende, en el grupo de 15 a 29 años, a unas 35.000 pesetas. B) La representación que de su entorno social se hacen los jóvenes es un elemento fundamental en la construcción social de la identidad personal y grupal. Porque la identidad se

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construye en la lucha con un «exterior» que se me presenta como una tierra que conquistar, una resistencia que vencer, un obstáculo o enemigo que derribar. La «representación» se refie­ re fundamentalmente a cuatro entornos: la familia, los amigos, la política y la religión. La fam ilia, primer entorno con el que el joven tiene que enfrentarse, es muy valorada por los jóvenes, a pesar de que la situación antes descrita de tardía entrada en el mundo laboral y aún más tardía en la familia de destino haya retrasado conside­ rablemente la natural y deseada emancipación. Esta «juventud prolongada», la que más tarde se emancipa en Europa de su familia de origen, se encuentra a gusto en el hogar paterno, y su familia es la primera fuente de satisfacciones, seguida muy de cerca por los amigos. Las razones son complejas, pero no hay que olvidar la posibilidad de que la familia española, resuelta­ mente permisiva y lejos del autoritarismo de otras épocas, rodee al hijo de mimos y atenciones de todo tipo, especialmen­ te en relación con el consumo y la libertad para la diversión. La familia es, además, la principal donadora de sentidos, la fuente primera de ideas fundamentales para su concepción del mundo y de la existencia. Así lo dicen los jóvenes cuando se les pregunta sobre el «lugar» donde oyen esas ideas clave (11): • la familia (53%), • los amigos (47%), • los MCM (34%), • los libros (22%), • la escuela (19%), • la Iglesia (3%). (11)

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Jóvenes españoles 99, Ibídem,

págs. 65-66.

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Los amigos, la pandilla, el grupo, «el alma de los jóvenes, es igualmente un entorno muy valorado por los jóvenes españo­ les, quienes para su actividad privilegiada, la diversión, cuentan casi exclusivamente con su grupo de amigos, marginando a la familia y a las instituciones. El 71% de los jóvenes así lo confir­ man. Y el grupo de amigos asciende imparablemente como agente de socialización, de agente trasmisor de ideas clave para la vida y la interpretación del mundo. Pese a la importancia de los amigos en el imaginario juvenil, conviene no perder de vista el peligro de un cierto solipsismo grupal, del que habla Javier E lzo : «Son adolescentes que están solos en medio de un grupo de amigos, así llamados impropia­ mente, pues, en realidad, no pasan de ser, en la gran mayoría de los casos, meros compañeros. Sospecho que los adolescentes de hoy se comunican poco entre ellos. La situación puede resul­ tar más que paradójica» (12). La religión sigue perdiendo puntos en el mapa de estima­ ciones y valoraciones de los jóvenes. No ayuda prácticamente a construir la identidad juvenil, salvo en grupos minoritarios. Pero la mayoría de los jóvenes «pasan» tranquilamente, sin dra­ matismos de ningún tipo, de la Religión y de la Iglesia. Algunos datos esenciales; • sólo el 35% se declaran católicos practicantes, • el 33% no creen en Dios, • el 64% se declaran miembros de la Iglesia y piensan seguir siéndolo, • el 53% no asisten prácticamente nunca a la Iglesia, (12) Javier E lzo: E l silencio

de los adolescentes,

Madrid, Temas de Hoy, 2000, pág. 209.

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• el 72% están en desacuerdo con las directrices de la Igle­ sia (13). La política no interesa. El pasotismo es aquí total, sólo un 1% pertenece a partidos políticos, aunque todos se declaran contentos con la democracia, en cuyo espacio político se ubican en el centro, en el punto 4,56 de la escala de 1 (extrema izquier­ da) a 10 (extrema derecha). Interrogante pendiente: ¿qué imagen o representación se hacen de la sociedad? Datos de Amando d e M i g u e l en sus estudios sobre la Sociedad Española sugieren que no se encuentran a gusto, y este descontento con su mundo, afirma Amando, es un valioso capital juvenil de carác­ ter fundamentalmente religioso. A mi juicio, poco explotado por la Iglesia y por los educadores, aunque sí por los grupos anti­ sistema. C) El proyecto y la acción es el tercer elemento de la iden­ tidad juvenil. No abundan los proyectos ni los programas para actuar sobre el mundo o sobre la sociedad, salvo quizá proyec­ tos de corto alcance, tipo «plataformas». Y siempre con el supuesto y la voluntad firme de preservar los nichos de relación propios: los amigos + la diversión + la noche. La acción social y el proyecto se despliegan casi siempre a través de asociaciones y movimientos. Los jóvenes parecen venerar los Nuevos Movimientos Sociales, sobre todo los eco­ lógicos, pacifistas, en defensa de los Derechos Humanos, etc, pero su veneración no salta a la acción grupal. El asociacionismo de los jóvenes españoles sigue siendo muy bajo, como revela este dato del Estudio Jóvenes Españoles 99: • el 70% no pertenecen a ninguna asociación; • el 12% pertenece a asociaciones deportivas; (13)

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Jóvenes españoles 99, ibíd.,

págs. 267, 279, 281, 296.

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• el 6%, a asociaciones juveniles (scout...); • el 5,5%, a asociaciones educativas; • el 3,5%, a asociaciones religiosas; • pero sólo el 0,8% a asociaciones políticas, el 0,5% a aso­ ciaciones de Defensa de Derechos humanos y el 1,6% a asociaciones ecologistas. Contrasta esta postura de desinterés por utilizar los cauces de intervención social con su sentimiento, muy acentuado, de no tener voz propia en la sociedad, de sentirse extraños, inmi­ grantes en una sociedad que no los necesita, que retrasa su acceso al trabajo, a la política y a las decisiones colectivas. Quizá todo esto es en parte debido a su asentamiento en la familia, que ha dejado de ser percibida como enemigo capaz de impe­ dir su desarrollo (14).

(14) J. I. Ruiz O labuenaga (dir.):

La Juventud Liberta,

Bilbao, Fundación BBV, 1998, págs. 124-26.

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¡o ín d ic e

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Coyunturas vitales y visiones del mundo en los jóvenes Ana Irene del Valle Loroño Departamento de Sociología I Universidad del País Vasco/EHU

Sumario 1. Mirada ai presente y optim ism o v it a l— 2. «Necesidad» de la fa m i­ lia.— 3. Fragm entación ética e individu alism o m oral.— 4. D istanciam iento y disgregación en el m edio social.— 5. A modo de conclusión.— 6. Referencias bibliográficas.

RESUMEN En este artículo se destacan algunas visiones y coyunturas vitales de las que participan los jóvenes de finales de la década de los 90, a partir de los datos provistos por investigaciones recientes. Visiones y coyunturas vitales que han de encuadrarse en el tono distintivo y particular que adopta una socialización carente de referentes homo­ géneos y guiada por la elección personalizada y cambiante de valo­ res, normas, actitudes y conductas. En ese escenario, los modos de percibir, sentir y hacer de los jóvenes se antojan contradictorios, pero útiles para afrontar su ubicación social, como así se constata al inda­ gar en el talante de sus intereses, actitudes y relaciones sociales. El optimismo con que afrontan su existencia, la necesidad de la fami­

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lia, su individualismo moral y su distanciamiento de la sociedad, ofrecen algunas pistas para comprender al joven de hoy, desde sus circunstancias vitales y al margen de estereotipos heredados.

A B5TR AC T Taking information contained in recent research as a starting point, this añide brings up some visions and vital situations in which young people of the late nineties are involved. Visions and vital situations that have to be seen in the distindive and pañicular context of a social integration that lacks homogenous references, guided by a personal and changing choice of valúes, rules, attitudes and conduds. With this background, the ways o f perception, feeling and doing of the young may appear contradidory, but useful to confront their placing in society, as is corroborated by looking into the gene­ ral orientation of their interests, attitudes and social relationships. The optimism with which they confront their existence, the need o f a family, their moral individualism and their distancing from society offer US some clues that help us understand today'syouth, in its vital context and leaving out inherited stereotypes.

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A medida que se ha avanzado en la descripción de las dis­ tintas generaciones de jóvenes, las imágenes vertidas han sido cada vez menos uniformes y más matizadas. Paralelamente, se ha ido invalidando la idea de una forma compartida de sentir, pensar o actuar de los jóvenes como un grupo social homogé­ neo. Hoy no cabe hablar de «subcultura juvenil», sino de deter­ minados y particulares estilos de ser joven o tipos de jóvenes. Un giro conceptual justificado si se pretende abarcar la realidad fragmentada de un colectivo que va confinándose en espacios relaciónales cada vez más reducidos y privados, que recurre a actitudes y conductas cada vez más diferenciadas y marcadas por el individualismo. Si algo se concluye de los sucesivos estu­ dios que sobre juventud y jóvenes se han realizado en las últi­ mas décadas es que, lejos de poder atribuirse o abstraerse a un modelo único y coherente, las existencias de los jóvenes cons­ tituyen experiencias diversas en las que se mezclan elecciones de múltiples matices, a menudo contradictorias y por lo gene­ ral inestables, que desembocan en itinerarios abiertos en los que se juega a experimentar y probar. Como se escribía en un informe para los jóvenes de mediados de los noventa, dioy los distintos tipos de jóvenes desarrollan su propia identidad en lo que se ha llamado pertenencias múltiples; pertenencias que son un tanto limitadas y parciales, no totales, y en buena medida, provisionales, según lugares y tiempos» (1). Es ésta una característica distintiva de los jóvenes actuales. Por ello, sus prácticas o representaciones, en definitiva, sus inclinaciones a percibir, hacer o sentir han de situarse e Ínter(1) E lzo , J.,

et al.: Jóvenes Españoles 94.

Madrid: Fundación Santa María, 1994, pág. 25.

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pretarse en ese escenario de socialización «en el que carece de sentido hablar de un principio director, de un criterio hegemónico de determinación de comportamiento o de una estructura­ ción social homogénea y uniforme» (2). Por ello también hemos de ser conscientes de que son los resultados todavía parciales y provisionales de un proceso que se supone tiene como meta la integración en la propia sociedad. Un proceso que ha sido des­ crito como un modelo de experimentación más que de repro­ ducción o rechazo, basado en la aceptación parcial y selectiva de situaciones, ideas, normas con las que se van tejiendo las identi­ dades sociales, tomando aquello que interesa, que sirve en cada momento y resituándose según las conveniencias (3). Y cuya ela­ boración, además de producir distintas maneras de ser joven, es de sí compleja y, a menudo, contradictoria. Como veremos, es lo que trasluce la manera de sentir la rea­ lidad social, de afrontarla e instalarse en ella de los jóvenes actuales; oportunidades de bienestar, autonomía y libertad, un cierto entusiasmo, bastante moderación y acomodo, aunque también una coyuntura precaria, un distanciamiento y repliegue social, una fuerte desideologización. Cualquier intento de com­ ponerla en unas breves líneas conlleva el riesgo de invisibilizar o distorsionar su rasgo más distintivo: su vocación plural. No hay un «retrato robot» del joven actual. Aunque sí es posible destacar visiones y coyunturas vitales de las que participa esta generación que, a modo de guías, nos conduzcan en espesura de la diversidad juvenil. Nos hemos centrado en algunas, cons­ cientes de que otras igualmente decisivas para comprender a estos jóvenes, como las pautas relacionadas con las formas de (2) Ruiz O labuénaga, J. I.: La juventud Bilbao: 1998, pág. 63. (3) Ayestarán, S., et al.: Los procesos ciones Gobierno Vasco, 1995.

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liberta. Géneros y estilos de vida de la juventud urbana española. de socialización de l@ s jóvenes.

Gasteiz-Vitoria: Servicio Publica­

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ocio y los hábitos de consumo, tienen espacio propio en esta publicación. Y, a nuestro juicio, hay cuatro circunstancias que merecen ser destacadas y en torno a las cuales se articula la visión que tienen estos jóvenes de su existencia y de su ubica­ ción social.

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MIRADA AL PRESENTE Y OPTIMISMO VITAL

Uno de los rasgos que apunta esta generación de jóvenes es su optimismo. Sin duda esta es la característica que más les aleja de los jóvenes de los principios de los noventa. A éstos, sabiéndose hijos del desarrollo, la libertad y las oportunidades, les tocó experimentar el desencanto y la amargura de enfren­ tarse a la incertidumbre y la falta de expectativas de logro del futuro prometido, con el riesgo de no verse integrados en la sociedad y arrastrar esa marginación de por vida. A los jóvenes de hoy esa es una cuestión que les preocupa menos. Son los hijos de la reducción de la natalidad, ha habido espacio y medios suficientes para ellos en las familias, en las aulas, en la Universidad, además su tiempo ha conocido una mejora de la situación económica y una cierta recuperación del empleo. Saciados materialmente, rodeados de artefactos, como se cons­ tata en el elevado nivel de equipamiento del que disfrutan, con posibilidades de disfrutar en la práctica de una relativa autono­ mía de consumo pese a su dependencia económica, no hay duda de que conocen un presente amable y lo exprimen, cons­ cientes de que constituye su oportunidad real y consistente. El futuro es igualmente incierto para ellos pero, aquí radica la novedad, ni les desespera ni les obsesiona porque han dejado de guiarse por él. No hay lugar para el desencanto y la amar­ gura si lo que se tiene por objetivo es lo mejor dentro de lo

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alcanzable en un plazo inmediato, lo real y consistente ya sea en el nivel individual o colectivo. Es desde este contexto donde adquiere sentido el «sentirse bien, satisfechos y contentos» de los jóvenes actuales. Hoy nos encontramos con que un 81 % de los jóvenes dicen estar muy o bastante satisfechos con la vida que llevan (4), lo cual refuerza la idea de que se hallan instalados en un presente que perciben básicamente como amable. Pero además de contentos, ios jóve­ nes actuales dicen sentirse libres y la libertad es determinante para vivir el presente como un tiempo de oportunidad real e inmediata. Libres para escoger sus opciones políticas, religiosas, sexuales y sus formas de diversión (en torno al 90%), algo menos libres para escoger sus opciones de trabajo (60%), lo que indica que no les falta realismo. Libres como colectivo puesto que consideran que disponen de libertad (91 %), en un nivel adecuado para la mayoría y excesivo en opinión de algu­ nos de ellos (5). ¿Ignoran, entonces, las limitaciones objetivas que el todavía elevado paro juvenil, la precariedad del empleo, la inestabilidad económica o la inaccesibilidad de la vivienda representan para su plena emancipación e inserción laboral? No lo creemos, pero estos y otros condicionamientos pertenecen al plano de un (4) Lo cierto es que los índices de satisfacción de los jóvenes siempre han alcanzado un nivel alto y por encima de la media poblacional. De alguna forma el optimismo puede considerarse una característica pro­ pia de la condición vital. Ahora bien, esa satisfacción ha ido en aumento y se mantiene en los últimos años. Por ejemplo, en 1984, en el colectivo de 18 a 24 años la satisfacción con la vida en casa era de 6,95 en una escala de 1 a 10, cuando en 1989 la media era de 7,18 para este mismo colectivo; en 1991, la encues­ ta a la población cifraba en 7,28 la satisfacción con la vida de los jóvenes de esta edad, en 1999 este nivel se mantiene y se acompaña de un sentimiento neto de felicidad, nueve de cada diez jóvenes lo expresa así, siendo los que se sienten más felices. Puede verse la evolución del bienestar personal en la población espa­ ñola en: Andrés D rizo , F: L o s nuevos valores de los españoles. Madrid; Fundación Santamaría, 1991, págs. 24-27. Andrés D rizo , F., y E lzo , J. (dir.): España 2000, entre el localismo y la globalidad. La encuesta euro­ pea de valores en su tercera aplicación, 1981-1999. Madrid: Fundación Santa María, 2000, págs. 53-58. (5) EnEizo,efa/., 1999, págs. 250-251.

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futuro lejano que no constituye el patrón que orienta sus viven­ cias. Por ello no se padecen con el dramatismo de otras gene­ raciones, no al menos la generalidad de los jóvenes. Algo de ello se observa cuando se atiende a la evolución seguida por sus intereses y preocupaciones en este aspecto. Dentro de una línea tendente a relativizar la importancia de los diversos intereses vitales por los que se les suele interrogar en los diversos estu­ dios, se constata la merma significativa de la importancia con­ cedida al «trabajo», los «estudios, formación y competencia pro­ fesional» y el «ganar dinero», frente al avance de elementos tan inmediatos en sus vidas como los «amigos y conocidos» y el «tiempo libre». Como dice Andrés O rizo, «se trata de unos jóve­ nes -estos del 98199- en los que ha perdido impulso lo que podría ser una motivación social y económica de logro a través del trabajo y los estudios» (6). Un síntoma de distensión que se advierte en sus preocupaciones, porque si bien el «paro» sigue percibiéndose como el problema social más importante, «la falta de futuro (de perspectivas) para los jóvenes», que ocupa una posición avanzada en su ranking, también pierde gravedad. Son los síntomas de un giro ante lo que durante años ha sido con­ siderado en la mente de los individuos como algo normal, la importancia del trabajo, el esfuerzo y el logro en la realización del proyecto vital (7). Un giro hacia las categorías, redes de amistad y tiempo libre, que representan el disfrute y el consu(6) Ibíd, pág. 58. (7) En el informe Jóvenes Españoles 94 señalábamos que la idea ampliamente enraizada en la sociedad española y compartida por padres e hijos de que la salida del nido debe acompañarse de una estabilidad económica y laboral actuaba como un mecanismo para justificar la prolongación de la presencia de los jóvenes en el hogar, su apego y la grata permanencia en él. Veíamos, no obstante, que los cambios hacia una sociedad con un alto grado de movilidad ocupacional, en la que el trabajo ya no era para toda la vida, y en la que se quebraba la coincidencia plena entre los diferentes acontecimientos vitales, estaba colo­ cando a padres y jóvenes en una situación desconcertante. Por ello, sugeríamos la posibilidad de que los jóvenes estuvieran habituándose a estar en la cuerda floja y, posiblemente, interiorizando este sentimien­ to como un elemento de su futuro. Parece que lo están haciendo. E lzo , J., e ta l., 1994, pág. 99.

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mo, y que no hacen sino recoger la vinculación hacia el presen­ te de nuestros jóvenes —alcanza la mitad de la juventud la pre­ ferencia por trabajar-consumir y disfrutar frente a la idea de trabajar-ahorrar y subir (8)-. Una estrategia que en un entorno en el que se combinan una mejor situación económica y la pre­ cariedad laboral, resulta viable en la medida en que cuentan con la plataforma «nodriza» del hogar paterno y disponen, en el terreno personal, de una relativa autonomía.

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«NECESIDAD» DE LA FAMILIA

Otro de los rasgos más notorios de los jóvenes actuales es su «querencia por el hogar familiar» (9). Es esta una característica cuya persistencia e intensificación ha podido constatarse de forma recurrente en prácticamente todas las investigaciones que se han llevado a cabo en la última década en nuestro país. Los jóvenes españoles tienden a prolongar su estancia en el nido familiar y se retarda cada vez más la edad en la que el individuo abandona el hogar de origen para establecerse de modo inde­ pendiente ya sea solo, con un grupo de amigos, en pareja o, lo más habitual, del modo que tradicionalmente ha servido como rito de paso a la independencia, el matrimonio. Lo cierto es que hoy el hogar de los padres es la principal unidad de convivencia para los jóvenes, especialmente hasta los 24 años, donde el por­ centaje de jóvenes que convive con los padres supera el 90%, pero también para quienes se sitúan entre los 25-29 años, entre los que supera el 50% (10). Esta vinculación al hogar paterno, la más elevada de Europa y sin precedentes, halla razones objeti(8) Ruiz O labuénaga, 1998, pág 330. (9) //)/(/, pág. 98. (10) Para la cifra referente al colectivo de 15-24 años veáse E lzo , et al.: Jóvenes Españoles 99. Madrid: Fundación Santa María, 1999, pág. 125. Para la cifra de referente al colectivo de 25-29 años, M artín S erra-

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vas en las dificultades relacionada con la inserción laboral (11) -escasez de empleos, precariedad salarial, inseguridad econó­ mica derivada de la inestabilidad laboral—y las dificultades para adquirir una vivienda propia, pero no son las únicas. De hecho, esta tendencia no ha variado cuando la coyuntura económica ha sido favorable, ni lo hizo en los ochenta ni lo está haciendo en la actualidad. Al contrario, lo que se ha observado en las dos últimas décadas ha sido un reforzamiento del anclaje de los jóvenes en el hogar familiar. ¿Es que los jóvenes no tienen aspiraciones de independen­ cia? Evidentemente sí, aumentan, como es de esperar, con la edad y al dejar la condición de estudiante, entre quienes traba­ jan y para los que están desempleados y se ven frustradas por la falta de estabilidad económica. Pero lo cierto es que en este punto convergen otros datos que hacen pensar que las condi­ ciones socioestructurales, aun teniendo un peso específico, no son por sí solas suficientes para explicar el alargamiento de la convivencia del joven con su entorno familiar. Aunque las cifras varían según el tipo de indicadores utilizados para medir las aspiraciones de independencia, los estudios más recientes (12) sitúan en torno al 30% —el 40% en el tramo de 18 a 24 años y cercano al 50% cuando se trata de jóvenes de 15 a 24—el por­ NO, M., y V elarde Hermida, 0.:

Informe de la Juventud en España 96. Madrid: Instituto de la Juventud, 1996, pág. 50. (11) El trabajo de Luis G arrido y Miguel R equena sobre la emancipación familiar constata para las dos últimas décadas un retraso medio en la inserción laboral de primera ocupación de los jóvenes en España superior a dos años, retraso que se eleva hasta los seis años cuando se consideran el paro y la temporalidad. Es indudable el efecto que ello está teniendo en la prolongación de la estancia en el hogar de los padres y el papel que éste tiene como sistema de apoyo para los jóvenes. G arrido , L., y R equena , M.: La emancipación de los jóvenes en España. Madrid: Ministerio de Asuntos Sociales, 1996. (12) Ruiz O labuénaga, 1998, pág. 103; E lzo e ta l., 1999, pág. 158; Martín S errano, 1996, pág. 281. Hay dife­ rencias en los indicadores y los porcentajes más bajos los da el informe elaborado por Martín S errano, en el que la pregunta hace referencia al «lugar en el que le gustaría vivir», no «con quién les gustaría vivir hoy», como se hace en el informe de la Fundación Santamaría.

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centaje de jóvenes que se reafirma en la voluntad de mantener­ se en el hogar familiar y consecuentemente retrasar el momen­ to de alzar el vuelo. Otro hecho a destacar, tan significativo como el anterior, es la persistencia en el hogar familiar de quienes tra­ bajan, menor que la de los jóvenes que estudian o están en paro, pero que ronda el 60%, y que aun a partir de los 24 años sigue dándose en la mitad de este grupo (13). No extraña así que en la última encuesta del INJUVE uno de cada cuatro jóvenes señala­ ra no haber pensado sobre la edad considerada adecuada para dejar de vivir con la familia de origen y el 44% de los que lo ha­ bían hecho la situaran en el tramo de 25 a 29 años. Lo que antecede lleva a pensar que hay motivaciones de índole subjetiva que convergen en el fenómeno de la persisten­ cia en el hogar familiar y que contribuyen a dar sentido a este freno en el camino hacia la independización familiar. Y en este punto no puede eludirse la importancia del «clima familian> en el que se desarrollan las relaciones de los jóvenes, que aparece dominado de forma persistente y generalizada por una valora­ ción altamente positiva y una sensación de bienestar y agrado. Es lo que se constata al componer la visión que tienen los jóve­ nes de la familia y de sus relaciones en ella. De manera resumi­ da, y a tenor de lo que se revela en distintas investigaciones que abordan las relaciones familiares, se conforma en torno a lo siguiente: • Una alta valoración de la familia. Un aspecto al que se le asigna la mayor importancia en la vida, por encima de todos los demás. • Una posición predominante como instancia orientadora de los jóvenes. Se piensa que es donde se dicen las cosas (13) Hay coincidencia en estas cifra en los diferentes trabajos realizados recientemente. Veáse, por ejem­ plo, M artín S errano , 1996, pág. 278., y Ruiz O labuénaga, 1998, pág. 102.

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más importantes sobre ideas e interpretaciones del mundo, por encima de los amigos, la escuela los medios de comunicación o los libros. Por consiguiente, y como se ha reseñado por diferentes especialistas, un puesto privi­ legiado en la provisión de valores, actitudes, creencias, sentimientos y conductas con los que el joven contrasta y recrea su universo personal y diferenciado. Se concibe como un espacio que proporciona la estabili­ dad que no se halla en otros ámbitos y en el que la edu­ cación de los hijos está por encima de todo, incluso del dinero. Algo que comparten la práctica totalidad de los jóvenes sin distinción por sexo, edad o estudios, aunque se ve algo más debilitado entre los jóvenes menos reli­ giosos. Se revela como un espacio de convivencia armoniosa y grata, en el que más de la mitad de los jóvenes recono­ cen que se llevan estupendamente con sus padres. A esto se añade un predominio neto en estas relaciones paterno-filiales del «modelo democrático o de apoyo», carac­ terizado por un clima armonioso y distendido, en el que prevalece el diálogo, la comunicación, la recompensa. Cierto es que alcanza la mitad de los jóvenes el colectivo que disiente de sus padres en aspectos íntimos como las relaciones de pareja, la vida sexual, el ocio y el papel de la mujer; pero tan sólo algo más de la cuarta parte no sintoniza con el modo de pensar de sus padres en cues­ tiones como la familia, el trabajo y el dinero o la política y la religión. Con todo, las distancias ideológicas entre padres e hijos no parecen, en general, excesivas y más bien dibujan un contexto ecléctico, de acuerdos y des­ acuerdos, en el que, además, se discute más bien poco. En los hogares prima la tolerancia normativa frente al

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consenso normativo. De hecho, las tensiones y conflictos tan sólo alcanzan a la quinta parte de los jóvenes y se hallan muy localizadas en cuestiones cotidianas y de orden doméstico, como la colaboración en el trabajo doméstico, la hora de llegar a casa por la noche, los estu­ dios, el dinero, la hora de levantarse. Son éstas las cues­ tiones en las que también se tiende a percibir un mayor control por parte de los padres. Por el contrario, no se discute prácticamente por las cuestiones ideológicas y religiosas y poco por temas como los excesos con el alcohol y los amigos. En general, los motivos de discu­ sión entre padres e hijos tienden a debilitarse. • Se constata una alta estima de los padres. Es más, la ima­ gen que tienen los jóvenes de la generación de sus padres es mejor que la imagen que tienen de sí mismos. De forma incondicional y generalizada los jóvenes ven a sus padres leales, felices, comprometidos socialmente, justos con los hijos. En su valoración priman, sobre todo, los afectos. La familia tiene mucho de refugio y de apoyo material para los jóvenes de hoy y puede que esté saciando a los jóvenes, sobornando su precariedad con acceso al consumo y acallan­ do su voz. Pero interpretar su querencia familiar desde las hipó­ tesis del soborno, del chantaje o incluso de la irresponsabilidad y el egoísmo de los propios jóvenes se nos antoja extremada­ mente simple a la luz de esta realidad. Tan simple como, desde otra perspectiva, interpretar esta realidad en clave de fortaleci­ miento de su función como agencia de socialización. Algo pare­ ce claro: hay querencia y hay necesidad de la familia. En un momento en el que el presente adquiere una posición predo­ minante de las preocupaciones de los jóvenes, las relaciones

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con las personas con las que habitan, en las que confían y que les dan seguridad, sin menoscabo de su autonomía, en un entorno cálido y afectivo, se tornan decisivas para ellos. La per­ manencia en el hogar no se vive de manera traumática. Al con­ trario, en la medida en que se acentúa la tolerancia normativa y las relaciones se articulan en torno a componentes de respeto, afecto, solidaridad funcional (bienes y servicios), intercambio y participación, dejándose de lado la coerción, las pretensiones uniformizantes o aspiraciones compensatorias, la convivencia familiar se hace compatible con el proceso de maduración y realización personal. Máxime cuando el individuo hoy realiza ese proceso desde la experimentación, en ausencia de marcos referenciales homogéneos y mediante la elección y adaptación de aquellas normas, valores, creencias y conductas que le resul­ tan las más adecuadas en cada momento. Como certeramente intuye Ruiz O l a b u é n a g a (14), los jóvenes tienen mecesidad del entorno próximo desposeído de su poder homogeneizantey coer­ citivo para lograr el refuerzo, la seguridad en la creación de esta identidad personalizada», y la convivencia familiar se revela como «el punto de apoyo a través del cual el joven puede explo­ rar y adentrarse con mayor facilidad en el cada vez más dilatado y complejo mundo social». Por ello cobra fuerza su estima.

S

FRAGMENTACIÓN ÉTICA E INDIVIDUALISMO MORAL

El rechazo a los absolutos, a las totalidades, la ruptura con un código moral que abarque todas las dimensiones y fenóme­ nos dentro de un principio unificador caracteriza igualmente a nuestros jóvenes. Se impone un relativismo moral en su visión del mundo. Cierto es que no se trata de un talante privativo de (14) Ruiz O labuénaga, 1998, pág. 110.

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los jóvenes - s i miramos a la sociedad española en su conjun­ to se constata que así piensa la mitad de la población españo­ la (15)-, pero halla en ellos una expresión extrema: son dos de cada tres jóvenes los que piensan que no puede haber nunca líneas directrices absolutamente claras sobre lo que es el bien y el mal, que lo que está bien o está mal depende completamente de las circunstancias del momento. Para la mayor parte de los jóvenes la elección entre lo que consideran bueno o malo sería, por lo que parece, un ejercicio libre de ataduras dogmáticas y realizado desde la libertad de conciencia y la confianza en la propia capacidad de discernir «las circunstancias del momento» y, por lo tanto, en el propio modelo más que en cualquier otro. Sin duda, entender la con­ ducta moral en estos términos requiere admitir la idea de que todas las creencias, valores, ideales o formas de vida o de con­ ciencia pueden ser igualmente válidas y legítimas, que no hay unas mejor que otras, que lo que es válido para uno puede no serlo para los demás. De un lado, esto significa ser permisivo y tolerante con las creencias, ideas o conductas de los otros, sean iguales o diferentes a las propias. De otro lado, puede significar también una tendencia a justificar comportamientos y actos, sean del tipo que sean (sexuales, familiares, económicos, políti­ cos, etc), una actitud llevada a un extremo supondría la ausen­ cia de un código ético o moral. Los niveles de permisividad que manifiestan los jóvenes nos llevan a pensar que, por el momen­ to, no estamos ante una generación que abdica de referentes morales o éticos, pero sí ante unos jóvenes que optan por su aceptación parcial y selectiva. Partiremos de un hecho significativo. Éste consiste en el ascenso continuado de las pautas de tolerancia y permisividad, (15) E lzo , J., y A ndrés O rizo , F. (din), 2000, pág. 36.

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con unos niveles que además se colocan por encima de los europeos en un amplio espectro de cuestiones, con algunas sal­ vedades, como la pena de muerte. La justificación de las diver­ sas conductas que en las distintas encuestas suelen presentar­ se a los jóvenes, no obstante, sigue sin superar el aprobado largo en una escala de 1 a 10 («nunca se justifica» a «siempre está justificado») ni para las conductas que más se aprueban, entre las que se sitúan el divorcio y la homosexualidad. Lo que hace pensar que los jóvenes no se rigen por un laxo «todo vale». Dicho esto, vayamos a un segundo hecho no menos ilustrativo, si se consideran los índices de permisividad según el tipo de conductas, la tolerancia es mayor en el campo de la moral pri­ vada (el eros y tanates individual) -con excepciones como el suicidio y la clonación- que en el ámbito de las conductas de tipo cívico y social, en las que a diferencia de las primeras no se producen avances. Entre estas últimas se hallan las menos jus­ tificadas, terrorismo, causar destrozos, soborno y pena de muerte (la violación del contrato social). Obviamente, estas conductas no implican sino algunos dile­ mas éticos. Podrían plantearse otros (16), precisarse más «según circunstancias» o enunciarse de otra manera. Pero el talante que subyace a este cuadro de permisividades es lo que importa. Y denota no tanto una crisis de moralidad como su individualiza­ ción y fragmentación ética, no tanto la ausencia de referentes éticos como su elaboración ecléctica y personalizada. (16) Ruiz O labuénaga, por ejemplo, en su estudio sobre los géneros de vida de la juventud urbana espa­ ñola, opta por presentar a los jóvenes un decálogo de acciones fundamentadas en el código mosaico, soporte ético y social en la tradición europea. Señala que «no llega a diez el porcentaje de los que aceptan en toda su plenitud (y menos aún son los que en la práctica los cumplen) los diez supuestos preceptos de las tablas bíblicas y su pretensión de presentar un código que no admite discusión alguna». Esto junto a un 95% de jóvenes, no superado por nada, que mantienen como eje de su existencia que «cada uno pien­ se como quiera», constituye a su parecer un síntoma incuestionable de la autodeterminación ética en el mundo juvenil. Ruiz O labuénaga, 1998, págs. 69-75.

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Q

DiSTANCIAMiENTO Y DISGREGACIÓN EN EL MEDIO SOCIAL

Si estamos ante una generación cuya característica (y valor) predominante es la autonomía personal, que muestra evidentes signos de repliegue hacia espacios cotidianos, de relaciones e intercambios próximos, ¿cuál es la visión que tienen estos jóve­ nes de la sociedad?, ¿cómo se integran e intervienen en medio social más amplio? La respuesta se intuye: atomizada y poco entusiasta. Todo apunta a que estamos ante un joven que quie­ re estar conectado al entorno social, pero siempre y cuando este vínculo se realice de forma personalizada, sin cesiones ni delegaciones en la dirección de la propia persona, sin adscrip­ ciones ni compromisos gregarios, exenta de determinaciones marcadas por modelos prefijados. Un «animal político» diluido en una sociedad en la que ni se rebela ni se conforma incondi­ cionalmente, ni deserta ni se incorpora enteramente. Un joven que, valga la expresión, se reserva el derecho de adhesión. Ello se refleja en el alcance de su vinculación con las estruc­ turas sociales y políticas. En el escaso interés que para ellos tiene la política, postergada al último lugar entre sus intereses vitales o la nula ascendencia de los partidos políticos como ins­ tancias orientadoras de sus cosmovisiones, pero sobre todo en el deterioro progresivo de la confianza que depositan en las ins­ tituciones, en el debilitamiento de su entusiasmo por formas de acción que requieran un cierto grado de movilización social, en su, ya sabida, débil estructura asociativa. Alejamiento significa­ tivo que adquiere un tono más intenso cuando se analiza en detalle. Veamos algunos de datos que sobre estas cuestiones aporta la última encuesta de la Fundación Santamaría (17): (17) E lzo

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e t al.,

1999, págs. 71-80 y 238-245.

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• Las instituciones que merecen más confianza —el 75% de los jóvenes- son las organizaciones de voluntariado. Les siguen, con la confianza de más del 50%, el sistema de enseñanza, la policía y la Unión Europea. En una posición intermedia se sitúan el sistema de la Seguridad Social y la prensa. Por debajo de los niveles medios de confianza se coloca a la OTAN, las grandes empresas, la Administra­ ción de Justicia. La desconfianza es clara para con los Parlamentos autónomos, los sindicatos, el Parlamento del Estado, las Euerza Armadas y, mínima, para con la Iglesia. En conclusión, escasa confianza en las instituciones públicas y, sobre todo, en las políticas, pero también en las organizaciones formales (tradicionales y heredadas) sociales o religiosas. • En general, se aprecia una elevada aprobación de los movimientos sociales. El orden de los que se aprueban totalmente o bastante es el siguiente: de apoyo a enfermos de SIDA (90%), pro derechos humanos (89%), ecologistas (87%), en contra de la segregación racial (84%), pacifistas (81%), de apoyo y acogida a refugiados e inmigrantes (80%), movimientos de la mujer (79%), gays y lesbianas (66%), objeción de conciencia e insumisión (65%), pro-vida y en contra del aborto (43%) y nacionalistas (32%). • Un 70% de jóvenes no se halla integrado en ninguna asociación. La primera vía del asociacionismo juvenil sigue siendo la deportiva (12%). Le siguen al mismo nivel las organizaciones y grupos juveniles (5%), organizacio­ nes de tipo regional o local (6%) y las educativas, artísti­ cas y culturales. Es menor el asociacionismo de tipo reli­ gioso, que se ve erosionado, y el tipo benéfico y asisten­ cia!. El resto resulta anecdótico. Como anecdótico se

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revela el voluntariado que tiene una débil presencia entre los jóvenes (5%). Varias conclusiones se derivan de este cuadro que dibujan los datos. Las confianzas, simpatías y opciones de ios jóvenes se orientan hacia las estructuras o grupos que representan rea­ lidades menos formales, más cercanas, objetivos más concretos y vínculos más puntuales. A aquellos ámbitos donde se intuye pueden tomarse decisiones que gestionen y resuelvan puntual­ mente problemas que afectan a la vida de las personas; el resto, fuera de control, queda lejos. Y a aquellos espacios en los que, sin comprometer la autonomía y el bienestar personal, se denuncia la falta de libertad, la desigualdad o la exclusión social. Ahora bien, la participación se revela débil cuando se trata de llevar a la práctica el compromiso activo a través de las estruc­ turas asociativas. Entonces, los jóvenes optan por lo más fácil y accesible, por aquellas que les permiten comunicarse, relacio­ narse con su entorno próximo de relaciones, compartir sus afi­ ciones, sin compromisos rígidos, sin responsabilidades arduas, sin lealtades incondicionales. Esta inclinación a diluirse en el medio social no ha de enten­ derse como aislamiento social, tampoco como rechazo del sis­ tema, mucho menos como síntoma de falta de solidaridad y aceptación del otro. Así lo atestiguan los indicadores de tole­ rancia, igualdad, aspiraciones democráticas y sentimientos identitarios utilizados en las encuestas realizadas a los jóvenes en estos años que, en conjunto, vienen confirmando que esta­ mos ante unas generaciones abiertas al diferente, que reclaman una sociedad más igualitaria, respetuosa con las minorías, más democrática, que es consciente de la dimensión estructural de los problemas sociales, que descubre el localismo como oferta de seguridad y de identidad.

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A MODO DE CONCLUSIÓN

Estamos ante una generación que tiene entre sus manos un gran capital cultural y material, una visión optimista de la exis­ tencia. Para ella vivir es lo que importa. Esta es, no obstante, sólo una de las caras de,una realidad multidimensional en la que también se nos presentan jóvenes que viven el presente en pre­ cario y saben de su futuro incierto. Jóvenes que necesitan mucho, quizá demasiado, de sus vínculos familiares, jóvenes atados a la vía del disfrute, del ocio y del consumo como expre­ sión de autonomía e insolencia. Jóvenes que renuncian a ideo­ logías y utopías. Jóvenes tolerantes y abiertos a lo diferente. Jóvenes que no se identifican con ninguna imagen estereotipa­ da. Jóvenes que buscan, exploran, formas de adaptarse a una sociedad contra la que consideran «poco práctico» rebelarse... Jóvenes, en fin, que, como se ha escrito, se ven atrapados en la coyuntura de vivir un mundo nuevo que está todavía compuesto de edificios viejos. Hagamos un esfuerzo y dejemos de verles desde categorías que fueron propias de «nuestras» coyunturas juveniles. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS A lberdi, Inés, et a l Inform e sobre la situación de la fam ilia en España. M a d rid : M in iste rio de A su n to s Sociales, 1995.

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Petras,

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¡o ín d ic e

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¿Juventud v e r s u s sociedad? Un enfoque dialógico José Luis Segovia Bernabé Profesor del Instituto Superior de Pastoral. Madrid

Sumario 1. In tro d u c c ió n — 2. C onflicto intergeneracional y vigencia del pacto social.— 3. La deconstrucción de la identidad ju v e n il.— 4. El consumo como reconstrucción de la identidad ju v e n il.— 5. El proyecto social y personal como reconstructor ilusionante de la iden tid a d.— 6. Concluyen­ do con esperanza.

RESUMEM Desde una perspectiva más dialógica que dialéctica, menos maniqueístay más sistémica, el artículo pretende no sólo describir los problemas sino y sobre todo intentar explicarlos. Llega a la conclu­ sión que (da juventud es por definición el futuro, y por tanto, en cuanto valor, la esperanza. La jóvenes no sólo, ni fundamentalmen­ te producto, son también portadores de posibilidades inéditas aún no apuntadas. Son más flexibles, más ligeros, valoran más lo emocio­ nal, parecen haber superado maniqueísmos corporales y tabúes que han torturado a generaciones enteras. En todo esto juega un papel importante la idea, la construcción y el desarrollo del proyecto social/comunitario que surja de un nuevo pacto social y del proyecto

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personal en consonancia con el respeto a la identidad singular, lo intercultural, lo diferente...»

ABSTRACT Starting from a more dialogue-oriented than dialectic perspective, less Manichaean and more systemic, the article pretends not only to describe the problems, but and above all, it tries to explain them. It reaches the conclusión that índice

¿Juventud versus sociedad? Un enfoque dialógico

INTRODUCCION Juventud y sociedad parecen un binomio mal avenido. Su aparente divorcio se pierde en la Historia. S a l u s t i o , hace la frio­ lera de un par de milenios, se permitió afirmar: «...los jóvenes de hoy no son como los de otras épocas; aquéllos eran respetuo­ sos con sus mayores, generosos y honrados, pero los contem­ poráneos están invadidos por la disolución, son de ánimo blando, resbaladizo, fáciles de prender en los engaños..., aman­ cebados, jugadores y despilfarradores» (1). A ello nos permiti­ ríamos añadir hoy la consabida retahila: «son posmodernos, hedonistas, refractarios al esfuerzo, apolíticos, descomprometi­ dos y, en suma, light en todos los órdenes». Mostraríamos de este modo que en definitiva «nada nuevo hay bajo el sol», para, otra vez, recaer en el fatalismo de adultos poco aseados escép­ tico pesimismo. No negaremos, sin embargo, que han cambiado muchas cosas. La aceleración, casi el sprint -desde luego no final, como pretenden algunos— en que ha entrado la Historia, la ambiva­ lente globalización, el homo urbanos et tele-nauta, el homo videns, las telecomunicaciones, la razón tecnológica y mediáti­ ca, las mutaciones de formas y estilos de vida, la precariedad laboral, las nuevas concepciones transterritoriales, etc, consti­ tuyen datos de realidad que no pueden obviarse. Que éstos, con otros muchos, hayan tenido notoria influencia en las gene­ raciones más jóvenes y su problemática, es una evidencia que se patentiza con un simple paseo por la zona de libros de cual­ quier gran superficie, de esas que, a modo de contemporánea (1) S alustio ,

Conjuración de Catilina,

XIII, 2-3; XIV, 5-6.

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catedral, constituye el centro de la vida de nuestros barrios el fin de semana. Mientras que los padres más cultivados de antaño leían el famoso Tu Hijo, del Dr. Spock, o los más ave­ zados algún Manual de Psicología del adolescente, los títulos que encontraremos hoy suenan tal que así: índice

¿Juventud versus sociedad? Un enfoque dialógico

€1

tan sobre ciertos elementos aprendidos o consensuados, ritos, mitos, símbolos, tabúes e implícitos sobreentendidos, pautas de comportamientos públicas y privadas. Quizá un poco de todo ello es el pacto social sobre el que se sustentan nuestras socie­ dades occidentales avanzadas. El pacto social, vigente hasta anteayer, determinaba que la autonomía y el paso a la madurez adulta se producía cuando se lograba la inserción del joven en la sociedad de sus mayores y alcanzaba la independencia emocional y, sobre todo, territorial. No será difícil concordar que las notas de este tránsito hacia la madurez no eran otras que estas cuatro (4); a)

Independencia económica.

b)

Auto-administración de los recursos, con independen­ cia de su procedencia.

c)

Autonomía personal, como capacidad de decisión sobre sí en todos los planos de la existencia.

d)

Constitución de un hogar propio, independiente del de origen.

Esta especie de pacto social, que aseguraba una transición relativamente pacífica de la condición joven a la adulta, ha sido mantenido durante décadas y ha posibilitado la integración de la juventud en la sociedad, no siempre sin dificultades, durante generaciones y aun a lo largo de siglos. Elasta prácticamente mediados los 90, de modo transversal a todas las generaciones, un elemento se ha mantenido con vigor realizando funciones de «percha» integradora tanto en el (4) J. P etras ,

publicado en el verano de 1996, con el título «El informe Petras completo», Barcelona, 1996.

Padres-Hijos. Dos generaciones de trabajadores españoles,

en el n.” especial 3 de la Revista

Ajoblanco,

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campo como en la dudad, tanto en los jóvenes más pudientes como en aquellos que pertenecían a las clases trabajadoras. Esta «percha» de la que se colgaban identidades y proyectos no es otra que el trabajo estable. Ello explica que cuando la incor­ poración laboral era muy temprana no existía prácticamente la condición joven. Ésta, como tantas otras cosas, es una creación cultural, facilitada por el alargamiento del período de instruc­ ción para la vida adulta y las dificultades de lograr un rol adul­ to independiente y reconocido. Tanto, que la pregunta «¿quién eres?» se solía contestar señalando la profesión que de modo duradero se ejercía o para la que se estaba ultimando la capacitación: «soy carpintero», «tornero», «perito agrícola», constituían las respuestas muy pro­ piamente expresivas de un «yo soy lo que soy». Profesión ejer­ cida durante toda la vida e identidad social y aun personal man­ tenían estrechísimas relaciones. Se trataba, por otra parte, de una realidad dominada por la existencia de vínculos estables, o al menos con nítida vocación hacia ello. Por las razones que fueren, de hecho, se mantenía duradero el vínculo matrimonial; en la misma empresa en que se empezaba a trabajar se acababa uno por jubilar; mal que bien, se acababan los estudios aunque terminasen antes; se conservaban buena parte de los amigos de juventud; con la excepción de las migraciones forzosas, la vida aparecía bastan­ te vinculada a un territorio donde todos se conocían y trata­ ban, fuera pueblo o barriada obrera. Sin duda, existía una fuer­ te cohesión social y unas identidades definidas. Todo ello generaba vínculos. Vínculos con las personas, vínculos con el territorio, vínculos con las cosas... y, sobre todo, con el proyec­ to vital. Se trataba de una sociedad cohesionada y netamente vinculada.

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Unas juventudes fueron más militantes políticamente (tal vez la de los años 60), otras socialmente (quizá la de los 70), otras más escépticas hacia las mediaciones de participación comunitaria (con seguridad las de los 80), pero todas par­ ticipaban de un idéntico pacto social, auténtico rito de incorpo­ ración a la edad adulta: el trabajo estable. En definitiva, desde los años 50 a los 90 (por más que los 80 sufriera el acoso del paro y del sida), la sociedad ofrecía a los jóvenes un itinerario escolar, con diversidad de salidas formativas y posibilidades proporcionales al nivel de esfuerzo realiza­ do, para acabar consiguiendo un trabajo con visos de estabili­ dad en el que no era difícil prever la jubilación. A partir de la transición, en un modelo cultural más amplio y plural, la socie­ dad democrática les ofertó también más libertad personal, cor­ poral y sexual. Tras unos años dedicados al esfuerzo y al aho­ rro, consolidados en el trabajo, reforzada la identidad desde lo laboral, poco después se sucederían la adquisición de primera vivienda en propiedad, la familia, más tarde el coche (NB. siem­ pre en este orden, ajeno a la secuencia actual), pequeños lujos extra y hasta, bien avanzada la recta de la vida, una segunda casita modesta en el campo o un apartamento en la playa.

U DECONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD JUVENIL Sospechosamente, cuando más se comienza a valorar la condición joven, cuando todos se empeñan en parecer y man­ tenerse jóvenes, cuando lo juvenil produce sus mercados espe­ cíficos, sus propios circuitos de ocio y de negocio, sus tiempos y espacios paralelos sin encuentro posible con el mundo adul­ to, es cuando se produce el ataque más serio a la condición juvenil. En efecto, el pacto social del que venimos hablando —la

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posibilidad de construir una identidad referencial al trabajo estable- se ha quebrado estrepitosamente en el último tramo del siglo X X (5), haciendo saltar por los aires un ya consolidado proceso de integración en la vida adulta basado en la perspec­ tiva de una duradera continuidad laboral. Sin duda alguna, los jóvenes no alcanzan los cuatro requi­ sitos de que hemos señalado —independencia económica, auto­ administración, autonomía personal, y constitución de un hogar propio- hasta bien entrada la veintena, y aún la treintena, y todo ello por un factor fundamental y casi único, del que todo son ramificaciones y consecuencias: las insuficiencias que pre­ senta el trabajo como factor de emancipación personal. En efecto, como ya pusiera de manifiesto el silenciado Informe Petras (6), con la excusa sanear la economía española, a mediados de los 90, se produjeron desregulaciones en el mercado laboral que tuvieron un efecto muy negativo sobre la vida socioeconómica, política y cultural, y en particular, sobre la familia y los trabajadores jóvenes. El intrusismo del parti­ do entonces gobernante en la sociedad civil, su desprecio del tejido social solidario, la labor de trepa de no pocos líde­ res locales, precipitadamente venidos a más, la consolidación de la «cultura del pelotazo» y el amansamiento de los sindica­ tos y de no pocos de los colectivos tradicionalmente activos, llevó a un adormecimiento de no poco del tejido asociativo, hasta entonces cohesionado bajo el paraguas del cambio polí­ tico. Así las cosas, la generación de trabajadores más jóvenes llega a su mayoría de edad política en un período de corrupción (5) Seguimos a J. L. Z árraga, Madrid, 1985. (6) Citado en F. C onde , o . c .

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Informe Juventud en España. La inserción de los jóvenes en la sociedad,

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escandalosa y escepticismo generalizado hacia las mediaciones de participación, se vuelven sobre sí mismos y empiezan a ir «a su bola», «a su rollo», «a buscarse la vida, porque la muerte viene sola». Lo que hasta entonces eran ritos de paso y transición hacia la adultez (borracheras, consumo de sustancias prohibi­ das, gamberradas episódicas...) amenazan con instituirse en tópicas liturgias de estancia y fijaciones crónicas (7). Por lo que se refiere a la estructura social, la nueva política, que inicia un desmontaje del incipiente bienestar alcanzado, amplía el número de pobres en situación de necesidad severa hasta en un millón, poco después. La diferencia de ingresos entre los viejos trabajadores fijos y los jóvenes eventuales osci­ la entre la ratio de 2 a 1 y de 5 a 1, sin contar los beneficios complementarios que se van perdiendo ante la indiferencia mayoritaria (tiempo de prestación por desempleo, vacaciones, pensiones, cobertura sanitaria, límites horarios efectivos, e tc.). Por aportar algunos datos más: durante los 90, los contratos temporales se dispararon a la vez que se reducía su duración media; el 55% de los contratos firmados con las ETTs en 1997 duraron un mes como máximo y el 39% duró de uno a cinco días (8); entre febrero de 1998 y 1999 se celebraron casi un millón de contratos, de los cuales el 91 por ciento fueron tem­ porales; la tasa de temporalidad triplica la de la Unión Europea, que cuenta con 35 millones de pobres, de los cuales ocho millones son nuestros (uno de cuatro pobres vive en nuestro país). Añádase que, según D u n c a n , situados en los 30 años de edad, mientras que el 60% que los cumplía antes de 1989 con­ seguía la plena autonomía; sólo el 40% lo logra desde enton-

(7) Experiencia de liturgia juvenil del «finde» en J. L. S egovia: «En la Cubierta: hijos del momento» ta Crítica, n.“ 878, septiembre-octubre 2000, 43-44. (8) E l País, 9 de mayo de 1999.

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ces; la pauta se cumple al margen de los ingresos de los padres, la raza o la educación recibida (9). La lógica del mercado ha debilitado el nivel de vertebración social. Al precarizarse el empleo, el grueso de los trabajadores temporales no se afilian a los sindicatos, ni expresan opiniones disidentes en el trabajo. La máxima aspiración es la renovación. Esa realidad en el mundo joven empieza a ser la norma. La falta de continuidad laboral socava toda forma de asociacionismo que no sea los agregados funcionales para el divertimento. Aparte del trabajo, el mal sueldo, la atomización y un creciente sentimiento de impotencia social desaniman la participación en asociaciones de vecinos, sindicatos, comunidades de base, etc, tal como sus padres hicieron en el pasado. En el mejor de los casos, la sociedad está ahora organizada en torno a grupos recreativos, privados e informales. Los índices de afiliación juvenil son mínimos y los que exigen un posicionamiento ideo­ lógico, alguna forma de pensamiento fuerte, escasamente rele­ vantes. El ideal de ciudadanía, el valor de la participación política, la cultura de los derechos colectivos, ha dado paso a una cultura donde sólo cuenta lo mío y mis derechos siempre, no es redun­ dante, individualistamente considerados. El declive de la ética desempeña un papel importante en el desgaste del interés por la actividad política entre los jóvenes, y refuerza su imagen de que «los políticos son todos iguales y van a lo suyo». La falta de medios de comunicación alternativos y la dominación de los media por auténticos grupos cuasi-mafiosos que ya no sólo no facilitan información o generan opinión sino que cada vez son más configuradores de una realidad virtual siempre interesada. (9) Profusión de interesantes datos en V. N avarro: Neoliberalismo y Estado del bienestar, Ariel, Barcelona, 1998.

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El resultado es una generación mayor de trabajadores frustrada y ansiosa y una generación joven marginada, apolítica y sin expectativas claras. Pero, por otra parte, junto con esta desregulación laboral, que precariza la vida y hace extremadamente duradera y vul­ nerable la condición joven, se produce otro fenómeno nove­ doso que señala, con su agudeza habitual, Fernando C o n ­ de (10): existe una clara quiebra entre el desempeño de activi­ dades y empleos actuales y su posible proyección futura hacia el horizonte de la emancipación personal. Lo que para genera­ ciones anteriores constituía el resultado asegurado a sus pri­ meros esfuerzos estudiantiles y laborales, en la actualidad apa­ recen como metas difusas y, sobre todo, carentes de la más mínima relación lineal. De este modo se rompen las trayecto­ rias socio-laborales y personales que clásicamente han cons­ truido nuestros proyectos personales y nuestras identidades sociales, para abrirse a una multiplicidad de situaciones frag­ mentarias sin relación alguna entre sí. Se trata, no ya del «no future» de generaciones anteriores, sino de un presente perpe­ tuo sin tradición ni memoria y sin ilusión ni futuro (11). El futu­ ro a medio y largo plazo no aparece ni siquiera en negativo, se trata del presentismo galopante del «aquí, ahora, todo y ya», sin ni siquiera la degustación pausada del «carpe diem». Todo vivi­ do en un precipitado zapping de experiencias, sensaciones y vivencias en cascada sin hilo conductor (12). La inversión en el hoy no genera réditos en el futuro. El sacrificio y el esfuerzo no generan resultados en esta vida, y en la otra no se cree dema­ siado.

(10)

F. C onde , o .c ., 51ss.

(11)

lb íd .,% .

(12)

«Se hace zapping con la propia vida», en elocuente expresión de O rizo .

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Así, continúa nuestro sociólogo, frente a itinerarios labora­ les más previsibles y a horizontes más claros de acceso a un trabajo fijo como «casi» la única situación y consideración posi­ ble y deseable sobre el trabajo, frente a diferenciaciones más nítidas y clásicas entre trabajo y paro, los adolescentes y jóve­ nes de hoy no sólo han visto rota la expectativa en un trabajo fijo como horizonte deseable sino que se ha pasado al desem­ peño de múltiples y variadas actividades remuneradas, de ejer­ cicio de una amplia cantidad de empleos inestables, habitual­ mente sin ninguna relación profesional entre sí, de una diversi­ dad de situaciones laborales que en ningún caso generan la más mínima trayectoria laboral. Así pues, tanto la materialidad de las condiciones de traba­ jo (la desregulación laboral, la reforma de 1994, el desarrollo de las ETTs (13), han trasformado el universo simbólico de metas y valores hasta la progresiva entronización de la «eventualidad» como forma de trabajo y de vida juvenil (14). Ello ha generado un submundo de economía sumergida, al que acaban de incor­ porarse ahora mismito los inmigrantes «sin papeles» que, redu­ cidos a la categoría de no personas (privados de derechos fun­ damentales merced a la «ley contra los extranjeros»), nos re­ ducen aún más los costes de producción, facilitando la maximización de beneficios (15). ¿Culpa de los jóvenes...?, ¿de la socie­ dad? Quizá, propiamente, de ninguno de los dos. (13) Empresas de Trabajo Temporal. Paradójicamente, para detener en parte la desmesura de sus abu­ sos, rayanos en la neo-esclavitud, ha tenido que empezar a legislarlas de modo más restrictivo el siguien­ te Gobierno conservador del PP. (14) F. CONDE: «rCrisis de la sociedades de consumo de masas y nuevas pautas de consumo de drogas». Revista de Estudios de Juventud, n.° 37. Instituto de la Juventud, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 1996. (15) No se olvide que los más jóvenes cobran menos, precisamente en razón de su edad. Formalismos como «contrato de aprendizaje» o «contrato de formación en prácticas» encubren las más de las veces modos de ahorrarse costes salariales y cotizaciones, obviando sin pudor alguno la enseñanza del oficio.

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: EL CONSUMO COMO RECONSTRUCCION DE U IDENTIDAD JUVENIL Por paradójico que pudiera resultar, la evidencia impone que las transformaciones económicas y laborales de la década de los 90 han ido generando un mercado potencial de un sec­ tor con alta capacidad de consumo inmediato. La banda de edades comprensiva de la juventud se anticipa y el retraso de la emancipación conlleva menos gastos de ahorro e inversión (medio y largo plazo) y más de consumo (corto plazo). Por otra parte, desaparecido el proyecto personal, en ausencia de nin­ gún otro de matriz comunitaria, el trabajo como eje vertebrador del proyecto vital y de la identidad se sustituye por el consumo y el gasto inmediato. Se trata no de un consumo de supervi­ vencia, ni siquiera instrumental, sino de ociosidad pura y dura. Ello ha generado un nuevo y específico mercado joven: No es de extrañar el éxito de revistas en las que se detallan multi­ plicidad de melodías y tonos de llamada, modalidades de aler­ ta e información, carátulas y carcasas de texturas y colores diversos, alerta-vibración, postales electrónicas, importación de bibliotecas de tono de llamadas... Advertiré a los más mayores que estoy hablando de los móviles, que han sustituido en el ranking de configurador de estatus e identidad a los vaqueros, las zapatillas, los «tatoos», el piercing o el walkman. Las estadísticas del CIS de octubre de 1997 (16), sobre una muestra de jóvenes entre 15 y 29 años de edad, señalan que prácticamente todos —un 98%(!) de los encuestados- compran ropa todos los meses. Ciertamente se produce una ampliación cuantitativa del mercado juvenil, pero también y sobre todo una (16) Citadas, en F. C onde : L o s nes del nuevo consumo juvenil.

h ijo s d e la d e s r e g u la c ió n ...,

o. c., 81-99, donde desarrolla las connotacio­

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modificación cualitativa del universo simbólico al que está aso­ ciado el consumo. El consumo es percibido como un estilo de vida normal, marchamo de integración social. Fueron los primeros «niños consumidores». Nada debe extrañarnos que hoy reivindiquen el derecho natural de gastar, comprar, consumir y expresarse en el lenguaje de las marcas y los productos que marcan esta­ tus. Se trata de un consumo cuasi-compulsivo, donde es cada vez más importante el acto de consumir que el objeto consu­ mido. Es un consumo netamente diferencial del consumo adul­ to. Con su ritual de consumo del éinde» alternativo, exclusivo y excluyente del adulto: en espacios y tiempo jóvenes por exce­ lencia y opacos por completo al mundo adulto. Hoy, con la fractura social que venimos reseñando, el consumo tiene una función religiosa: a través de toda la parafernalia litúrgico-simbólica que lo adorna y expresa es capaz de dar un sentido, siquiera a corto plazo, a la existencia de no pocos jóvenes. Si son capaces de soportar estoicamente de lunes a jueves, en el instituto o en el «curro», es precisamente porque pueden cele­ brar el «fine». Consumo, pues, como elemento de integración, que les hace vivible y tenuemente soportable una existencia sin proyecto. Insistamos en un matiz que no carece de importancia. Como muy bien apunta C onde, todo esto es válido para la inmensa mayoría de los jóvenes de las clases medias y populares, pero no lo es en modo alguno para los de la clase media-alta y alta, que disponen de su propio circuito de integración, construcción de identidad y proyecto personal profesional desde muy tem­ pranito. Sus expectativas no suelen ser verse truncadas: la opo­ sición -como su padre- o la incorporación a la empresa fami­ liar se dibujan ya con trazo nítido incluso en la adolescencia.

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Sea como fuere, nuestros jóvenes sólo «sientan cabeza» cuando pueden empezar a pergeñar un proyecto. Pero eso difí­ cilmente es posible antes de los 25 años de edad. Por eso los universitarios de hoy nos parecen más crios..., y no sólo por­ que nosotros seamos más mayores y vayamos perdiendo memoria... En resumen, bajo el oropel aparente del acceso al dine­ ro fácil y rápido, gastado en forma idénticamente acelerada, lo que parece estar reconstruyéndose es una lógica social que cas­ tiga a largo plazo a los jóvenes de clases medias y bajas y reproduce y amplía los procesos desigualitarios a largo plazo con los jóvenes de estatus social más alto. La desigualdad está servida.

EL PROYECTO SOCIAL Y PERSONAL COMO RECONSTRUCTOR ILUSIONANTE DE LA IDENTIDAD Si, como venimos manteniendo, la precarización del trabajo ha contagiado un modo provisorio de existir y una identidad débil, parece claro que cualquier intento de reconstruir la iden­ tidad pasará por la repesca de la categoría de Proyecto. Éste requiere, para vertebrar la identidad personal y la comunitaria, de la consistencia que sólo dan las seguridades. También preci­ sa el conocimiento de los propios límites (introyectados desde el aprendizaje del autocontrol a través de los correspondientes noes dados por los adultos), procurando, desde luego, que el límite nunca suplante el autocontrol y sea proporcional al des­ madre (17). Precisa un mínimo de autoestima, de capacidad ilu(17)

Martínez R eguera , E.: «Sobre la contención y los límites que se deben imponer a los niños», Revista

E l Canijín,

n.“ 20, diciembre de 2000, 6-8.

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sionante por su viabilidad, la posibilidad de fidelización al mismo por su vocación de estable permanencia y, al tiempo, retroalimenta el protagonismo del sujeto que lo desarrolla. A su vez la idea de Proyecto precisa de dos desarrollos simultáneos: el proyecto social y el personal. Quizá porque sea cierto aquello de E. M ounier: «la revolución pendiente será estructural o no será; pero, a la vez, o será personal o no lo será». En efecto, reclama de Proyecto comunitario que surja de un nuevo pacto social. Si no se suscribe por imperativo solidario se hará por necesidad. Esta vez será un pacto intergeneracional, multiétnico, plurirreligioso, multilingual, no discriminatorio, capaz de armonizar las raíces que nos vinculan con el terruño de lo local y la amplitud de miras de lo transnacional. La pre­ sión del Sur, el despertar del Oriente remoto, las cotas de bien­ estar alcanzado y de protección social por parte de quienes ya las han disfrutado y conocido, la mayor precarización de la vida, el desmontaje del Estado Social, el próximo ciclo recesivo de la economía, el conocimiento real de cómo viven unos y otros constituyen, entre otros, el mejor antídoto contra la resignación y la pasividad que aún hoy se enseñorean de amplios sectores juveniles todavía cómodos en exceso. La redefinición del papel del trabajo juega un papel impor­ tante en este tema. El trabajo productivo tal y como lo entende­ mos hoy tiene poco más de un siglo en la larga historia de la Humanidad. Anteayer era un deshonor trabajar. Quizá no haya que llegar a tanto y sea suficiente con rescatar la dimensión creativa, personalizadora y humanizadora del trabajo —como recordó, en su momento, el Papa en la encíclica Laborens Exercens. Trabajar menos horas para trabajar todos. No necesaria­ mente en trabajos productivos, también en trabajos como ejer­

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cicio del deber de cuidado y mantenimiento, convenientemente remunerados y valorados. Trabajos que aseguren la supervi­ vencia con dignidad, sin necesidad de decretar la orfandad de hecho de una infancia condenada a ver a los padres a ratitos y, a veces, por fines de semana alternos. Trabajo que asegure la efectiva igualación de la mujer, pero no su entrada en el circui­ to explotador y dominador del hombre. Un trabajo menos duro —las máquinas están para algo—pero también menos precario, tal que sea capaz de permitir que de la condición joven se pueda pasar a la adulta sin excesivos traumas ni regresiones y cronificaciones adolescentes, como es el caso. Singularmente, con menos explotación (horas extra sin pagar, pospagos de semanas y meses) y, con ello, menos generador de resenti­ miento, retraimiento y violencia. Un trabajo que respete plane­ tariamente los derechos de los trabajadores, dondequiera que estén, en el marco de una economía de dimensión humana, sujetita bien de la mano de la ética y en el carrito de la política. Ello exigirá un pacto social donde el respeto a la identidad singular, lo intercultural, lo interreligioso, lo global y lo diferen­ te local coexistan armoniosamente en mutuo enriquecimiento. Ello urgirá rescatar conceptos como el de ciudadanía democrá­ tica, derechos humanos, participación política directa, lucha contra la exclusión y la desigualdad a nivel planetario, toleran­ cia, diálogo, etc. Tal vez retomar algo del celebre discurso de D e C aulle al término de la revuelta estudiantil parisiense: «Se inicia la era de la participación.» Sea como fuere, todo ello precisa de un proyecto personal en consonancia. Partimos de que el joven es educable, moldeable e ilusionable y, sobre todo, audaz. Su huelga de brazos caí­ dos es la forma vigente de manifestarse, su apatía por el imagi­ nario colectivo es su forma de rebelarse ante lo que le disgusta

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y no le genera expectativas. ¿Tendrá algún adulto la cara dura de espetar a los jóvenes su ausencia del mundo de los partidos políticos, cuando un partido que se denomina socialista intro­ dujo esa forma moderna de neo-esclavismo que son las Empre­ sas de Trabajo Temporal, o cuando otro que se dice popular e inspirado en el humanismo cristiano acaba de aprobar una ley contra los extranjeros que les priva de derechos humanos ele­ mentales y precariza su situación aún más, o harán un acto de fe en otro que se autodenomina izquierda unida, avispero más desunido que imaginarse pueda? En cualquier caso, el joven es, por naturaleza, educable y, por tanto, acompañable. Una vez más, necesitamos padres que lo sean, antes e incluso por encima de buenos profesionales. Está muy bien la auto-realización personal y la promoción pro­ fesional, pero antes es un hijo que un plus; las personas, qué pena tener que recordar lo obvio, son más importantes que las cosas... Nos harán falta maestros capaces de dar capones..., sí, de poner límites y sobre todo de encariñarse, sin tanta superespecialización y rotación porque quieran a rabiar a la mucha­ chada que les ha sido confiada; de adultos que no abdiquen de su lugar social ni de la identidad de referentes, pero que se hagan presentes en los espacios y en la vida de los jóvenes, posibilitando espacios intergeneracionales de encuentro y rela­ ción, también, y quizá especialmente, en el ocio. En definitiva, de adultos que, como dice Savater (18), tengan «el valor de educar», de presentar la síntesis interpretada de la vida desde la cohe­ rencia y el propio compromiso con ella. O sea, apostar por el diálogo, no por el mutismo ni por el autismo de quien se pien­ sa autosuficiente, no sólo interreligioso, sino intra-religioso, no sólo interpolítico, sino intrapolítico... vaya..., que requiere de una (18) F. S avater: E l

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valor de educar,

Ariel, Barcelona, 1997.

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cierta dosis de autocrítica al interior de las propias mediaciones tradicionales en las que se ha vehiculizado lo político, lo religio­ so o, simplemente, lo adulto.

CONCLUYENDO CON ESPERANZA La juventud es, por definición el futuro, y, por tanto, en cuanto valor, la esperanza. Los jóvenes no sólo, ni fundamen­ talmente producto, son también portadores de posibilidades inéditas aún no apuntadas. Son más flexibles, más ligeros, valo­ ran más lo emocional, parecen haber superado maniqueísmos corporales y tabúes que han torturado a generaciones enteras. Sólo unos viejos añosos con corazones acorchados y bolsillos blindados pueden desconfiar de los jóvenes que han parido. Comoquiera que sea, el futuro inmediato depende hoy del poder de los cincuentones (la generación camaleónica por antonomasia). Con seguridad, pasado mañana, cuando lo des­ empeñen ellos, los actuales jóvenes, por lo menos lo harán con menor margen para la incoherencia que el que han tenido sus mayores. Quizá por ello, y para mantener las brasas de la esperanza, además de mirar con cariño a nuestros jóvenes, tal vez sea bueno que una sociedad adulta que padece la precarización y el azote del pensamiento único neoliberal empiece a retomar los grandes principios de los que nunca debimos abdicar: a) El Imperativo categórico, a lo Kant . La innegociable dig­ nidad de la singularidad, la inviolable categoría de fin-en-símismo de cada hombre y de cada mujer, y de su mano el dere­ cho a la diferencia, el respeto a la diversidad, la valoración de lo plural, lo valioso que aporta la minoría.

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b) El imperativo de la compasión. Abandonemos esta cul­ tura psicópata que disocia razón y sentimiento que, incapaz de ponerse en lugar del dolor del otro, emocionalmente fría e inmisericorde, es, al tiempo, sensacionalista, primaria y emotivista. Rescatemos la ética compasiva, la que promueve que mi digni­ dad sólo se salva en la medida en que me comprometo a sal­ vaguardar la del diferente, que sólo puedo legítimamente exigir «mis» derechos en la medida en que me he dejado el pellejo en defender apasionadamente los «tuyos», los «nuestros» y, sobre todo, por Dios, los de «los otros». c) El imperativo de la disidencia. Que anima a decir no, a discrepar, a soñar proyectos alternativos, a disentir, a combinar la protesta con la propuesta, lo lúdico con lo comprometido, lo festivo con lo cotidiano, lo militante con lo gratuito, lo necesa­ riamente rutinario (hay que educar también para el aburrimien­ to) con lo que puede provocar respingos a la monotonía, a aca­ llar y dejar afónicos a los que, desde centros de poder cada vez más difusos, se empeñan en darnos órdenes. Su nombre cam­ biante es Seatle, los Foros alternativos, las iniciativas dispersas que van generando redes de solidaridad..., nuevos espacios de imaginación, fraternidad audaz y apasionada, no esclerotizada ni departamentalizada, sin fronteras... Sólo en la medida en que la religión, la ética, la política y todas sus mediaciones sean receptivos a estos imperativos, podrán recrearse sus universos simbólicos con auténtica capa­ cidad para religar, aglutinar y empujar la Historia. Sólo cuando impregnen la vida familiar, la escolar, la universitaria, la del bario o Internet, empezaremos a salir del atasco en que hemos meti­ do a los «hijos de la desregulación laboral». Sólo educando para el conflicto y la diversidad podremos avanzar. Sólo en esa medi­ da podrán constituir un proyecto capaz de ilusionar a jóvenes y

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no jóvenes en la aventura apasionante de cada generación, en el reto que nos sacó de las cavernas; dejar esta bendita tierra nuestra un poquito mejor que nos la hemos encontrado. Al final, si entre todos no ponemos entusiasta remedio, habremos de concluir con aquello del «Hacedlos cual los queréis o que­ redlos cual los hacéis».

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¡o ín d ic e

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Condenados a «juventud perpetua» Pedro Fuentes Rey Acompañante adulto de equipos de JOC

Sumario 1. ¿Cultura del disfru te o autosatisfacción presentista? 1.1. Tipologías de valores. 1.2. La recompensa aplazada. 1.3. La autosatisfacción con su realidad. 1.3. Autosatisfacción, pero presentista.— 2. Del trabajo/em pleo al trabajo/ocupación rem unerada. 2 .1 . El em pleo-trabajo. 2 .2 . El em pleo-form ación rem unerada. 2 .3 . Los jóvenes y el estudio.— 3. El ocio/consum o como m undo «propio». 3 .1 . El mercado del ocio juvenil. 3 .2 . Los m undos separados.— 4. El cam bio en el «pacto fundan^^ ^ te» de la condición juvenil.

RESUMEN Nos encontramos con una juventud que ha hecho del odojconsumo su espacio propio de identificación, que percibe su vida con un alto grado de satisfacción, especialmente conformada por valores y realidades de tipo presentista,y que ha cambiado su manera de trabajar, pasando del empleo como trabajo al empleo como ocupación remunerada. V que esta descripción de la realidad es, con matices, universalizable al conjunto de la población joven, si no la ponemos en relación con

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lo esencial del «ser joven» como construcción cultural de las socieda­ des industriales y modernas. Es decir, como una etapa en la que han de realizar muchos esfuerzos adultos sin las contrapartidas positivas de serlo, ofreciendo, a cambio otras compensaciones que se han con­ formado como las señas de identidad cultural de lo joven. Y con un final claro: ser adulto. El problema es que el instrumento fundamental para ese paso de lo joven a lo adulto: un trabajo estable y sufícientemente pagado, está en una clara crisis de posibilidad, sin haber sido sustituido por ningún otro. Si bien esto es más verdad, cuanto más bajemos en la escala social Conformándose así una juventud para la que esa instalación en el presente es la compensación (quizá un poco más dilatada en el tiempo) a su «aún no ser adulto» mientras para otra esa misma situa­ ción se convierte en una suerte de condena a «juventud perpetua».

ABSTRACT The young people that we face today have turned leisure time and consumerism into their own identifícation space. They perceive their Uves with a high level of satisfaction, characteristically formed by present time realities and valúes. They also have changed their approach towards employment, from seeing it as work to seeing it as remunerated occupation. And this description of reality, in outline, universally applies to all of young people; ifwe don't link it with the essential about «beingyoung», as a cultural construction of industrial and modern societies. That is, with a period of Ufe in which they will have to make a lot ofthe adulfs efforts, but without the positive compensations that come with it, but fínding new compensations that have become the cultural characteristics ofthe young. This all with a clear goal: to develop into an adult. The problem lies in the fact that the fundamental instrument for this step from youth into adulthood, a steady and sufñciently paid job, has become a scarce commodity, not having been replaced by anything else. And this is even truer ifwe descent the social scale, shaping a youth that sees this living in the present as a compensation (maybe somewhat extended in time) for «not being an adultyet», but for otheryoung people this same situation has turned into a sort of sentence of «eternal youth».

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Es bien sabido que la juventud no es más que un constructo cultural típico de las sociedades industriales, y que, como no puede ser de otra manera, cuando éstas entran en crisis, hacen también naufragar las propias construcciones e imaginarios. Por otra parte, nunca se ha podido hablar de la juventud como un todo homogéneo. Se debiera hablar de jóvenes o de juventudes. Y desde nuestra perspectiva, el elemento clave de diferenciación intra-juvenil es el de la posición socioeconómi­ ca, el de las diferentes posiciones que ocupan unos u otros sec­ tores de la juventud en el entramado de la estratificación social. No menos cierta por rechazada sistemáticamente por los más conocidos de los estudios y acercamientos al tema. Evidentemente, si solo tomamos como referencia la autocomprensión de los jóvenes y su gran coincidencia en plantea­ mientos y estilos de vida, nos aparece una imagen muy unifica­ da, que nos hace estratificar la realidad en función de otras rea­ lidades. Pero en principio nos debería bastar con constatar las consecuencias que esa misma cultura tiene en unos estratos socioeconómicos y en otros, especialmente en lo que a posibili­ dades de inserción «en lo adulto» se refiere, para replantearnos si los gustos musicales, la religiosidad o los posicionamientos polí­ ticos son las claves más importantes para interpretar la realidad.

¿CULTURA DEL DISFRUTE 0 AUTOSATISFACCIÓN PRESENTISTA? El informe «Jóvenes españoles 99» (1), que periódicamente publica la Fundación Santa María, realizado por un equipo (1) AA.VV.; Jóvenes

españoles 99.

Madrid: Fundación Santa María.

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amplio de autores, comienza con un capítulo en el que Javier Elzo esboza una tipología desde los valores de la juventud española. Ya el propio autor advierte de lo relativo de cualquier tipologización, pero no obstante nos resulta sugerente para comenzar a esbozar lo que hemos venido a llamar «la cultura del disfrute». 1.1.

Tipologías por valores

Las cinco tipologías resultantes están construidas a partir de un análisis multifactorial con diferentes ítems de los manejados en la encuesta que sirve de base al estudio: La pregunta directa por la importancia en sus vidas de algunas cuestiones relacio­ nadas con valores, el grado de justificación de algunos com­ portamientos, el grado de confianza en las instituciones y las actividades que realiza en su tiempo libre. Proponemos como resumen el siguiente cuadro: 1

T IP O L O G ÍA S

% T O T /\L

J

TIPO T «Antiinstitucional» TIPO 2. «Altruista comprometido» TIPO 3. «Retraído social» TIPO 4. «Institucionales ilustrados» TIPO 5. «Libredisfrutadon>

Fuente: Informe jóvenes españoles 99 (o.c.).

De una lectura atenta de este cuadro, lo primero que llama la atención en relación a nuestro tema es que la proporción de jóvenes que en esta tipologización responderían a la supuesta cultura juvenil del disfrute no llegan a un tercio del total. Es decir, si bien esta cultura tiene un peso significativo entre los jóvenes, no es generalizable, ni siquiera mayoritaria, ya que es superada por otros dos grupos, los «institucionales ilustrados» y los «retraídos sociales».

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Condenados a «juventud perpetua .. 4

Por otra parte, si buscamos siguiendo estos tipos los valo­ res predominantes y mayoritarios entre la actual juventud espa­ ñola, nos encontraríamos con que la suma de los «instituciona­ les ilustrados» y los «altruistas comprometidos», que comparten una buena parte de los ítems, los primeros con un carácter más secular y los segundos con uno más religioso, es un 42% de la juventud.

1.2.

La recompensa aplazada

Por otra parte, si miramos con atención esos ítems compar­ tidos por los grupos mayoritarios, encontraremos la importan­ cia que en sus vidas tienen el trabajo, los estudios y el formarse profesionalmente como criterio compartido. Lo cual nos pone en cuestión la «cultura del disfrute», teniendo en cuenta que son elementos de esfuerzo presente con recompensa aplazada. Si miramos ahora los datos que nos ofrece la EPA entre los jóvenes desempleados, encontramos que, de la misma manera, se está dispuesto a sacrificios importantes en aras a trabajar, con la excepción del traslado de localidad, que conlleva la rup­ tura de los vínculos, cuya importancia analizaremos más ade­ lante.

PORCENTAJE DE JÓVENES DESEMPLEADOS QUE ACEPTARÍAN UN EMPLEO EN ALGUNAS CONDICIONES 2.5-29 anos

16-19 años

20-24 años

Cambio de residencia

19,6

31,5

Cambio de ocupación

75,31

69

67

Ingresos inferiores a su cualificación

57

50,5

45,4

Categoría inferior a la esperada

59,4

55,7

50,7

34,1

Fu en te: EPA 1.*^' trim e stre 2001.

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wT> índice Pedro Fuentes Rey

1.3.

La autosatisfacción con su realidad

Pedro G o n z á l e z nos ofrece, en otro capítulo de este mismo Informe, algunos datos también de interés para nuestro tema. El grado de satisfacción de los jóvenes con su vida es muy alto, ocho de cada 10 jóvenes les satisface mucho o bastante la vida que llevan, frente a un 4% que están poco o nada satisfechos, situándose entre ambos un 14% de jóvenes que «simplemente viven y no se plantean problemas». Los jóvenes participantes en este estudio valoran el grado de «libertad» alcanzado como bastante adecuado en un 69%, como menor al debido en un 9%, y como mayor de la necesaria en un 22%. La única opción que baja al 60% a la hora de afirmar que los jóvenes tienen libertad para escoger, es la del trabajo, pero RASGOS QUE CARACTERIZAN A LA JUVENTUD (AUTOIMAGEN) (porcentajes) CLASi

S O C IA L B aja/

Alta/ m e d ia

M e d ia

M e d ia

T rab a-

TOTAL

alta

m e d ia

b a ja

jad(.)ra

46

54

54

49

¿fiii 38 lili

44

Leales en la amistad

30

31

Solidarios

29

RASGO

Consumista Rebel(de Independiente Pensando sólo en el presente

i'Wii iü i 21 ililii iiiil

Tolerantes Trabajadores Egoístas Maduros Con poco sentido del deber Con poco sentido del sacrificio Generosos F u en te: Jóvenes

80

I

14

Españoles 99

Dociunentación Social 124 (2001)

(O.C.)

40

33

32 30 20 22 21 24 22 12

iKI I5®i IBI mi IfMli 30 Iüi íüi 19 iiÜI üBl 14

44 39 31 29 28 32 21 22 15 21 18 12

¡mi IÜI ■B 1® ! Mli IBii iBi IBB IBil IBil 14

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Condenados a «juventud perpetua»

en lo demás (política, religión, estudios, sexualidad, formas de diversión), el grado de acuerdo es muy alto, entre el 80 y el 90% de lo jóvenes afirman tener libertad de escoger. Por otra parte, la autoimagen de la juventud no resulta para nada autocomplaciente. Al margen de las pequeñas diferencias en la ordenación de los rasgos que resultarían del cruce con la clase social, la compa­ ración entre extremos denota ciertas diferencias de percep­ ción en algunos de los rasgos, especialmente en los que se refie­ ren a: consumismo (12%), independencia (7%), solidaridad (7%), tolerancia (6%), trabajadores (6%) y sentido del sacrificio (8%). En el siguiente dato, que ahora no tenemos desagregado por clases, podríamos encontrar la explicación a esta diferencia, pero en cualquier caso nos presenta la paradoja de contar con una juventud altamente satisfecha con su vida, pero en una situación de dependencia económica que crece en relación con años anteriores. Jóvenes españoles 94

Jóvenes españoles 99

Independientes

31%

26%

Dependientes

69%

74%

Fu en te: Jóvenes

1.3.

españoles 99

(o.c).

Autosatísfacción, pero presentísta

A la luz de lo visto, cabría preguntarse si realmente la juven­ tud española está hoy caracterizada por «la cultura del disfrute» o más bien lo que se está produciendo es una instalación autosatisfecha por valores y realidades objetivas que tienen que ver con el presente.

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81

wT> índice Pedro Fuentes Rey

Por una parte tenemos una gran autosatisfacción en relación con la libertad alcanzada en algunas cuestiones, y por otro una autoimagen dispersa y poco homogénea que ubica en los prime­ ros lugares el consumismo, la rebeldía y el presentismo. La inde­ pendencia, señalada como tercer rasgo en orden de importancia, o ha sido entendida en términos éticos (no condicionamiento para tomar las propias decisiones), o se trata de una autoimagen false­ ada, tal y como lo constata el dato respecto de la económica. En ambos casos estaríamos hablando de variables, a la pos­ tre, poco significativas de cara a su inserción en el mundo adul­ to, horizonte, que hasta la fecha, ha definido el «ser joven».

B

DEL TRABAJO/EMPLEO AL TRABAJO/DCUPACiON REMUNERADA

En este apartado vamos a seguir un estudio reciente publi­ cado por CREFAT y firmado por Fernando C onde (2), en el que desde una perspectiva cualitativa se acerca a la vivencia de los jóvenes en relación con el trabajo. No hace tanto tiempo (15-20 años) el horizonte normal, casi el único posible y deseable, estaba constituido por un empleo fijo, que se vislumbraba al final, y hacia el que conducía una tra­ yectoria formativa y ocupacional. Hoy, en la experiencia laboral de muchos jóvenes, hablar de trayectoria laboral es casi un chiste de mal gusto. La experien­ cia laboral esta configurada por un conjunto de ocupaciones descualificadas y temporales, que difícilmente conforman una trayectoria, si entendemos por tal el proceso de formación y capacitación para el desempeño de una profesión determinada. (2)

82

I

Conde,

Fernando;

Los hijos de la des-regulación.

Docum entación Social 124 (2001)

Madrid: CREFAT,

1999.

wT> índice

Condenados a «juventud perpetua »

4 *

La transformación de ese horizonte de un empleo estable por un gran interrogante hace que en muchos casos no poda­ mos hablar de un empleo/trabajo, sino que tengamos que hacerlo de un empleo/ocupación remunerada.

2.1.

El empleo/trabajo

Para comprender qué se quiere decir con esto tenemos que detenernos brevemente a analizar las diferentes funciones sociales del trabajo. La primera, y más evidente, es la de procu­ rar los medios económicos necesarios para acceder a los dere­ chos sociales no garantizados de manera universal. El trabajo proporciona un salario, que además de para comer sirve para garantizar de hecho el acceso a derechos fun­ damentales (como la vivienda), aparte de para toda suerte de necesidades más o menos básicas o superficiales. El asunto es lo suficientemente serio como para detenernos en una disgresión que nos aleja un poco del objetivo. Nuestro modelo social garantiza (así lo dice la Constitución) una serie de derechos sociales básicos a todos los ciudadanos. Algunos lo hace mediante un sistema público universal y gratuito (educa­ ción, sanidad), otros los garantiza mediante el «derecho al tra­ bajo», desarrollando una política tendente al pleno empleo. La evidente sonrisa que provoca la segunda parte de lo afir­ mado es una manifestación de la gravedad del hecho de la ins­ talación del desempleo como problema estructural. Pero volviendo a nuestro tema, el trabajo es también fuente de identidad social. Los demás te reconocen y valoran, más o menos, en función de la aportación que haces al colectivo social. Y la fuente fundamental de aportación de casi todos

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wT> índice Pedro Fuentes Rey

(excepto de algunos privilegiados) es el trabajo. Éste tiene una función de identificación y de estatus. Y junto a las otras dos, el trabajo tiene también una dimen­ sión psicológica, de autopercepción. Si el reconocimiento que los demás hacen de tu aportación es importante, no lo es menos la autopercepción de la misma. El desarrollo de la autoestima, del autoconcepto en nuestro modelo social, tiene aún mucho que ver con el trabajo y con el sentimiento de «uti­ lidad».

2.2.

El empleo/ocupación remunerada

En contraste con la generación joven de los 80, hoy no sería exacto hablar de jóvenes desempleados (aunque haberlos, haylos) sino de jóvenes con períodos más o menos largos de inac­ tividad entre períodos ocupados. Resulta relativamente sencillo encontrar un «trabajillo». En la experiencia de relación con el empleo de los jóvenes, los tres ejes que configuran el empleo/trabajo están rotos, de suerte que éste solamente proporciona acceso a un dinero, que se emplea en el consumo inmediato y compulsivo. En algunos casos, especialmente si hablamos de chavales de clase media, ese dinero obtenido se ahorra, y se invierte en for­ mación (masters...), en la mayoría de los casos no es así. El dine­ ro se gasta en consumo, además normalmente en el mismo ámbito en el que se ha ganado. ¿Cuantos jóvenes no acepta­ rían trabajar a cambio de vales para copas? Así, tenemos la generación de los jóvenes de los noventa, para los que su relación con el empleo no está vitalmente vin­ culada al futuro, sino al presente, y dentro de éste, al más inme­

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I

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Condenados a «juventud perpetua»

diato. No es, desde luego, su manera de participar en los dere­ chos sociales, ni es aquello que les proporciona (o les pone en camino de) estatus social, ni es su principal fuente de autorreconocimiento. Los jóvenes de los que hablamos acceden a los derechos sociales en una situación de dependencia privada (la familia) y sus fuentes de identidad (social e individual) se construyen a través de una prolongación, que llega mas allá de los 25 años, de los modos de identificación típicamente adoles­ centes.

2.3.

Los jóvenes y el estudio

Si comparamos la evolución en la década de los 90 de la ocupación principal de los jóvenes españoles, vemos cómo los dos ítems que más han crecido son los de «sólo trabajo» y los de «estudio y trabajo», mientras que los descensos más impor­ tantes se producen entre los que «sólo estudian» y los que «ni estudian, ni trabajan». No tenemos estos datos desagregados por clases sociales, pero podemos presuponer que entre los jóvenes socialmente más desfavorecidos estas tendencias son más agudas. Pero vamos a ver la percepción cualitativa de los jóvenes. La investigación citada apunta una percepción de dos «capitales» valorados por los jóvenes: El «capital» dinero y el «capital» tiem­ po. Al primero se asociaba el trabajo, al segundo el estudio, conformando un cuadro como éste:

TRABAJO ESTUDIO

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Según la valoración de los jóvenes objeto de ese estudio, la posición ideal es la de estudiar y trabajar, por cuanto es la mejor manera de acceder a los dos capitales en mayor medida. Se tiene lo necesario de los dos. Comparando esta percepción en diferentes clases sociales, el estudio percibía diferencias notables entre los jóvenes de clase media y los de familias obreras. Parece que entre los segundos la presión familiar hacia el estudio ha descendido sustancialmente, mientras que en los jóvenes de mayor nivel socioeconómico se mantiene. Evidentemente las expectativas percibidas sobre el éxito del esfuerzo por estudiar (encontrar una trabajo fijo en aquello que se está realizando) son mucho más altas entre los jóvenes mejor situados. Ambos colectivos sufren de igual manera la presión ambiental, fundamentalmente entre los iguales, hacia las pautas consumistas ya descritas, con la importante diferencia de que mientras las familias más acomodadas tienen la capacidad eco­ nómica necesaria para soportar el nivel de gasto del consumo diario sin la aportación del joven, que puede seguir «sólo estu­ diando», no ocurre lo mismo en las familias trabajadoras, en las que esta opción pasa necesariamente por una reducción del consumo. Podemos ver entonces como los alicientes para mantener la situación de «sólo estudio» entre los jóvenes de familias en precariedad son todos negativos, mientras que para los demás éstos son todos positivos, pues la presión hacia el consumo (el único negativo) tiene su contrarresto en el sos­ tén familiar. Resulta evidente que entre los jóvenes de familias trabaja­ doras la situación de conciliación de los dos «capitales» actúa como una bomba de relojería en contra del estudio. Éste se

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I

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Condenados a «juventud perpetua»

4

hace difícil de mantener si además se trabaja y se emplea mucho tiempo en «la marcha». Y ya sabemos de la importancia de la posesión de un «certificado de cualificación» para ubicar­ se en el mercado de trabajo.

EL OCIO/CONSUMO COMO MUNDO «PROPIO»

El estudio de C onde nos recuerda que «la consecuencia más directa del conjunto de transformaciones sociales ocurridas en está década, y en especial de todas las reformas laborales citadas, de todos los mecanismos de contratación legales y no legales, de toda la economía formal e informal, legal e ilegal, que se está poniendo en marcha en nuestro país en estos sectores juveniles de 15-25 años de clases medias y medias bajas, es la constitución progresiva de un inmenso mercado con una alta capacidad de gasto y consumo, y la entronización estructural del consumo como la forma expresiva y el lenguaje dominante en estas gene­ raciones» (*). Así, los diferentes estudios coinciden en constatar que la población joven dispone mensualmente de una cifra que oscila entre las 12.000 pesetas/mes (CIS 97) y las 17.000 (Funda­ ción Santa María 99) de media, para sus gastos de bolsillo. Can­ tidad que conforma este sector como un gran objetivo para el mercado. Las dos partidas fundamentales de gasto entre la población joven son: la ropa y el ocio. Vamos a detenernos un poco en esta segunda, ya que nos abre nuevas perspectivas en relación con nuestro tema. (*)

Conde,

Fernando: O.C. pág. 81

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wT> índice Pedro Fuentes Rey

3.1.

El mercado del ocio juvenil

Las actividades de ocio que los jóvenes españoles desarro­ llan son, según el estudio de la Fundación Santa María: C L A S E SO C IA L

i Traba­

A C T IV ID A D

TO TAL

A lt a

Media-

ja d o -

M edia

b a ja

ra

lÜ É 19,7

51,9

43,8

4 7 ,8

iP ii

31,5

iW i

2 8 ,9

Hacer cosas con el ordenador

47,6

62,9

Ir a escuchar música en directo

7 4 ,8

Salir o reunirse con amigos

m 972

Viajar (siempre que puedo) Oír la radio

Visitar museos exposiciones Asistir a conferencias y coloquios

43

53,1

53

■ 1 1

75,6

7 8 ,4

9 7 ,5

97,1

9 5 ,9

W M 96,5

M

8 4 ,5

ittii

89.8

88

91,6

83

82,1

89,1

89,7 64,9

Hacer deporte

70,1

7 3 ,5

67,7

71,3

Ir a bares y cafeterías

88.8

8 9 ,5

87,5

8 9 ,5

91,8

72,8

67,5

7 3 ,5

62,8

Leer libros Escuchar cintas compact-discs

95.4

9 6 ,7

93,5

9 5 ,8

94,5

Ver televisión

9ZX m.

9 2 ,5

90,9

8 8 ,9

89,8

Ir a discotecas Ir al cine

7 5 ,5

74,7

7 5 ,4

77,3

91

86,6

86

85,5

Colaborar en una ONC

9,3

10,9

10,9

9 ,7

Colaborar en una asociación religiosa

8,3

9 ,9

8,9

9 ,4

39,5

3 8 ,7

Hacer algún trabajo eventual

35,6

34

1

lili lii il 43,5

Como un primer comentario al respecto de las actividades de ocio de los jóvenes en general, podríamos hacer una clasifi­ cación de aquellas que superan el 71 % de adhesión (subraya­ das en la tabla) entre las actividades individuales y las colectivas. Así entre las individuales destacan, por este orden: Escuchar música, ver TV y oír la radio. Y entre las colectivas, salir con ami­ gos, ir a bares y cafeterías, ir al cine, viajar (siempre que se puede), ir a conciertos e ir a discotecas.

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Condenados a «juventud perpetua»

De las primeras cabría destacar que ganan la mano aque­ llas actividades que tienen un marcado carácter pasivo, en el que los medios de comunicación tienen un papel fundamen­ tal. En cuanto a las actividades colectivas, destaca la importan­ cia de lo relacional como objetivo. Esto nos da un perfil muy homogéneo en la manera de llenar el tiempo libre de los jóve­ nes Curioso el dato contrario. Las actividades que no supe­ ran el 10% de adhesión son solamente dos: Colaborar en una ONG o en una asociación religiosa, lo cual nos apunta hacia la falsa imagen del «espectacular crecimiento de la soli­ daridad entre los jóvenes al hilo del fenómeno del volunta­ riado» Si ahora realizamos la comparación por clases, toman­ do de nuevo los extremos como referencia, el dato que desta­ ca (en negrita en la tabla) es el diferencial en algunas activida­ des entre las dos clases de los márgenes. Así los jóvenes de clase trabajadora van menos a museos, exposiciones, confe­ rencias, leen menos libros, hacen menos cosas con el ordena­ dor y, por el contrario, hacen más trabajos eventuales en el tiempo libre. Si este tipo de actividades podríamos, con todas las reservas del mundo, llamarlas como las actividades de «cultivo del espí­ ritu», o aquellas que por su carácter más cultural/técnico, más y mejor pueden contribuir a la formación de quienes las realizan, estamos ante rasgos de conformación clasista del empleo del tiempo libre. Por último, resulta curioso el haber incluido entre las activi­ dades de ocio el «realizar trabajos eventuales», lo que viene a reforzar la ya comentada tesis de C onde en relación al trabajo como actividad remunerada.

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3.2.

Los mundos separados

La conocida frase de P. E l u a r d «hay muchos mundos, pero están en este», popularizada por una conocida cam­ paña publicitaria de hace ya algunos años, nos sirve de pór­ tico a esta última reflexión en relación al tema del tiempo libre. Los jóvenes tienen una experiencia de fragmentación vital entre el mundo del trabajo y el mundo del ocio, el único vincu­ lo entre ambos es que el primero proporciona (en la mayoría de los casos solamente esto) los recursos necesarios para el segundo. El estudio de C onde nos ofrece un análisis de las entrevistas y grupos de discusión que nos ofrece esta percepción de los dos mundos: M U iN iD O D E L T R A B A .J O

• Encadenado

M U N D O D E L O C IO / C O N S U M O

• Liberado

• Aislado

• Compartido

• Monótono

• Divertido

(mundo adulto)

(mundo ado-joven)

Fuente: Conde, F. (o. c.).

De tal manera esto fue así que, según reproduce C onde, fue complejo que los jóvenes participantes, especialmente aque­ llos de clases sociales más bajas, llegarán a entender la pre­ gunta por la vinculación entre los mundos en los grupos de discusión.

El mundo del trabajo, además, es objetivamente un espacio inestable, donde las circunstancias varían con mucha celeridad, mientras que el espacio de ocio, junto con la familia y los igua­

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Condenados a «juventud perpetua»

les, se constituyen en los referentes espaciales de estabilidad en la vida juvenil. Así el ocio, tiempo libre, en el que ya hemos visto que se consume sobre todo vínculo social, se conforma como el espa­ cio percibido como propio, donde uno «es». El mundo adulto se desarrolla de lunes a jueves, y el juvenil de viernes a domingo, produciéndose poco a poco la incorporación de la noche del jueves en lo juvenil. En este sentido, el elemento clave de este espacio es tam­ bién un tiempo: la noche. Ea encuesta de la Eundación Santa María nos revela que el 18,9% de los jóvenes sale de noche dos o tres veces al mes y el 64,6 prácticamente todos los fines de semana. De entre los que salen, el 32,6% regresan a casa pasadas las 4 de la madrugada y el 11% no lo hacen hasta la mañana siguiente. El siguiente cuadro nos revela los motivos y nos pone en camino de comprender los porqués de la noche, en la clave de su conformación como espacio propio.

24

Sensación de libertad, no control Sensación de hacer algo diferente

32,8

La noche añade encanto a lo que haces

23,9'

Por la noche, con el grupo de amigos se está más aislado, más indepen­ diente de los demás

30,1

La noche es el momento de la gente joven

28,5

Lo mismo que hacerlo de día

13,8

Fu en te: Jóvenes

españoles 99.

La noche, que comienza con el botellón, continua en los bares, sigue en las discotecas y termina en los «abiertos hasta el amanecer», se conforma como un espacio, con un tiempo

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propio, presente, de consumo de vínculos (y de otras cosas). Pero nos equivocaremos si entendemos esta realidad a la luz del prisma normativo del mundo adulto. ¿Qué otra opción queda?

Q

EL CAMBIO EN EL PACTO FUNDANTE DE lA CONDICIÓN JUVENIL

A modo de resumen/síntesis de lo dicho, podríamos afirm ar que nos encontramos con una juventud que ha hecho del ocio/consumo su espacio propio de identifica­ ción, que percibe su vida con un alto grado de satisfacción, especialmente conformada por valores y realidades de tipo presentista, y que ha cambiado su manera de trabajar, pasando del empleo trabajo al empleo como ocupación remunerada. Y que esta descripción de la realidad es, con matices, universalizable al conjunto de la población joven, si no la ponemos en relación con lo esencial del «ser joven» como construcción cultural de las sociedades industriales y modernas. Si lo hace­ mos esa uniformidad juvenil puede quedar, cuanto menos, relativizada. Ser joven ha venido definido como una etapa en la que han de realizar muchos esfuerzos adultos (trabajar, estu­ d ia r...) sin las contrapartidas positivas de serlo (indepen­ dencia, autonomía, participación, estatu s...), ofreciendo a cambio otras compensaciones (expresividad propia, cierta tolerancia a comportamientos no normativos como la re­ beldía, la sexualidad a flor de p ie l...) que se han conforma­ do como las señas de identidad cultural de lo joven. Todo

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Condenados a «juventud perpetua»

ello en un horizonte temporal acotado y con un final claro; ser adulto. El problema es que el instrumento fundamental para ese paso de lo joven a lo adulto, un trabajo estable y suficiente­ mente pagado, está en una clara crisis de posibilidad, sin haber sido sustituido por ningún otro. Si bien esto es más verdad cuanto más bajemos en la escala social. Para percibir esas diferencias precisaríamos construir un indicador de «insertabilidad laboral», constituido al menos por los siguientes elementos: • La titulación obtenida/obtenible. • La experiencia laboral en forma de trayectoria profesional real/previsible. • La adaptabilidad funcional real/posible. • Las relaciones de la familia con «proporcionadores de empleo estable». • La capacidad de diferir la recompensa.

A lo largo del artículo hemos ido señalando algunas dife­ rencias entre clases, que conforman ya esa uniformidad cultural como elemento de desigualdad. Pero más allá de éstas, si tene­ mos ahora presente este indicador de «insertabilidad», y nos preguntamos por las consecuencias de esa uniforme cultura juvenil en él, podremos mirar un poco más profundamente la realidad de los jóvenes españoles de hoy. El estudio de C o n d e concluye, en la parte dedicada a la rela­ ción con el empleo, con la hipótesis de que se ha producido un

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cambio sustancial en el «pacto fundante de la condición juvenil», es decir, en el significado social de ser joven, del que la juven­ tud es la víctima. Las generaciones jóvenes anteriores a los 80 estaban configuradas por un pacto. La sociedad ofrecía un horizonte de integración en el mundo adulto para las nuevas genera­ ciones por la vía de un empleo/trabajo fijo, que daba acceso a la autonomía adulta. Para conseguir llegar, la sociedad exi­ gía un período largo de esfuerzo y preparación que comen­ zaba con el estudio o con la realización de trabajos de «aprendizaje». Y a cambio de ese esfuerzo ofrecía como com­ pensaciones para liberar la frustración un cierto grado de libertad juvenil, tolerando formas propias de expresión, y una sexualidad a flor de piel. La generación de los 90 ha cambiado de pacto fundante. Mientras que para una minoría juvenil se mantiene casi intacto el pacto anterior (desviando la sexualidad hacia el consumo inmediatista), para la mayoría de los jóvenes el horizonte de integración se ha disuelto, en consecuencia ha descendido la presión hacia el esfuerzo, y la única compensación pasa por el consumo compulsivo a corto plazo, junto a una mayor inde­ pendencia dentro de la familia. Conformándose así una juventud para la que esa instalación en el presente es la compensación (quizá un poco más dilatada en el tiempo) a su «aún no ser adulto», mientras para otra esa misma situación se convierte en una suerte de condena a «juventud perpetua». Quisiéramos terminar con una cita de James Petras que resume bien la tesis que hemos intentado defender: «La ironía es que los padres esperaban que con ingresos añadidos, más

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Condenados a «juventud perpetua»

educación y un ambiente de familia estable, los hijos consegui­ rían más y alcanzarían un más alto estatus y empleos mejor pagados. En lugar de eso los hijos de los trabajadores no pue­ den lograr siquiera el nivel de seguridad e ingresos de sus padres. La gran paradoja del último cuarto del siglo xx es que las mayores inversiones de la familia en los hijos no pudieron contrarrestar los efectos retrógrados del sistema económico neo­ liberal» (3).

(3) P etras , James: «Padres-hijos dos generaciones de trabajadores españoles». n.° 3, verano 96.

Ajoblanco.

Especial

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¡o ín d ic e

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Aspectos de la religiosidad de los jóvenes Javier Elzo Catedrático de Sociología de la Universidad de Deusto

Sumario 1. Introdu cción.— 2. Las m odalidades de las prácticas religiosas.— 3. Requisitos para decir de alguien que es una persona religiosa.— 4. Bibliografía.

RESUMEN El texto presenta tres aspectos mayores de la religiosidad de los jóve­ nes españoles de hoy referidos a la práctica religiosa, sus creencias y autopercepción de lo que ser religiosa significa. El texto se basa en una serie de estudios sobre la juventud española realizados en los últimos veinte años con una metodología que privilegia la comparabilidad sincrónica con otros países europeos, mediante un «corpus» de indicadores validados por la participación del equipo redactor en el European Valúes Study Se concluye con la constatación de gran falla en la socialización familiar en el ámbito de la transmisión re­ ligiosa, con el divorcio existente entre la Iglesia y la lectura que de su mensaje realizan los jóvenes y apunta, por último, a modo de hipó­ tesis para futuros trabajos, en dos modalidades de (jóvenes religio­ sos» según incidan más en un eclesiocentrismo autoidentificador o

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bien en la búsqueda de un diálogo entre las convicciones religiosas y su inserción en una sociedad que se quiere autónoma.

ABSTRACT The text presents three main aspects of the religiousness of today's Spanish youth, referred to religious practice, beliefs and self-perception of the meaning of being religious. The text is based in a series ofstudies ofthe Spanish youth, carried out during the last20years, with a methodology that favours synchronous comparison with other European countries, thanks to a «corpus» of indicators validated by the participation of the researchers in the preparation of the European Valúes Study. The conclusión is reached that there is great gap regarding to religious transmission within the family with a divorce between the Church and youth's perception of the Church's message. Einally formulated as a hypothesis for future investigation, two kinds of «religious young persons» have been identiñed, depending on ifthey tend to emphasise a Church-centred conception or search for dialog between the different religious convictions in a society that should remain independent.

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Aspectos de la religiosidad de los jóvenes

INTRODUCCIÓN

Estas páginas resumen muy parcialmente, al par que lo pro­ longan en algunos aspectos, las graneles líneas de un capítulo del estudio sobre los jóvenes españoles que yo mismo coordi­ né y que lleva el título de Jóvenes Españoles 99 (1). Se trata del capítulo sociorreligioso firmado por Juan G o n zá le z A n leo y por mí mismo. Después en otros lugares (E lzo , 2001, el más re­ ciente cuando cierro estas líneas) también he presentado algu­ nos aspectos de la dimensión de lo religioso en los jóvenes es­ pañoles de hoy. Desde el año 89 venimos ocupándonos de este capítulo concreto de las dimensiones de la religiosidad juvenil. El traba­ jo del año 1994 lo realizamos ateniéndonos, como hilo direc­ tor, a la distinción entre la modalidad existencial de la religión y la modalidad institucional de la misma. Concluimos diciendo que «no se trata en absoluto de dos modalidades contrapues­ tas, aunque si perfectamente diferenciadles, y que los datos arrojan de hecho una correlación positiva entre ambas moda­ lidades, en la mayor parte de los indicadores. Esto quiere decir, entre otras cosas, que la religiosidad existencial no viene a cu­ brir un hueco dejado por la dimensión existencial y que los jó­ venes que se adhieren a la dimensión existencial no parecen hacerlo por desarraigo, despecho o exclusión de la dimensión institucional de lo religioso» (E lzo , 94,177). Avanzaremos en las conclusiones otros aspectos que prolongan esta hipótesis. (1) J. E lzo (director), Andrés O r izo , Fr.; G onzález -A nleo , J.; G onzález B lasco , R; Laespada , M.T.; S alazar , L.: Jó­ venes Españoles 99. Fundación Santa María. Ed. S. M., Madrid, 1999, 492 páginas. Este Fibro íorma parte de una serie de estudios que sobre la juventud española lleva realizando periódicamente la Fundación San­ ta María y que son editados por S.M. de Madrid. Ver la bibliografía al final del trabajo.

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wT> índice Javier Elzo

Tres puntos trataremos en estas apretadas páginas; 1.°

Las modalidades de la práctica religiosa.



Las creencias religiosas: en qué creen los jóvenes, quién es Dios y, por último,

3.°

Las condiciones requerióles para considerarse una persona religiosa.

Cerraremos con una conclusiones muy reelaboradas res­ pecto de las que aportamos en el libro fuente.

PM

LAS MODALIDADES DE U S PRÁCTICAS RELIGIOSAS

La disminución de la práctica religiosa semanal no se ha de­ tenido y todo apunta que el descenso no ha terminado. Los porcentajes de la práctica semanal se sitúan al año 1999 en el 12% de los jóvenes, ocho puntos menos que al año 1984, y es razonable hipotetizar que dentro de cinco años la práctica reli­ giosa semanal será la mitad de la que era veinte años antes. En una generación, y ya la secularización siendo historia, la prácti­ ca religiosa semanal en los jóvenes es residual. Los niveles de prácticas religiosas más distanciadas (Navidad, fiestas locales, romerías, convivencias etc.) se mantienen, aunque con dificul­ tad. Por el contrario hay mayor asiduidad religiosa en razón de circunstancias personales, como exámenes, enfermedad, como indicador de una lectura individualista de lo religioso. Me vale lo religioso en tanto me vale a mí, en cada momento concreto y para una circunstancia concreta. Sigue habiendo más chicas que chicos que acuden a las iglesias, pero las diferencias en razón del género se van hacien­ do menores. La práctica religiosa regular es mayor entre los

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Aspectos de la religiosidad de los jóvenes

universitarios de 2 ° y 3 " ciclo que entre los bachilleres, estu­ diantes de FP y universitarios de 1." ciclo, infirmando, una vez más, la tesis de que la práctica religiosa, y en general las di­ mensiones sociorreligiosas, están más presentes entre los que tienen una menor formación, tesis que si bien es válida para la población adulta (de más 40 años por lo menos), no lo es entre los jóvenes en más de un parámetro sociorreligioso. Los dife­ rentes trabajos de Fundación Santa María lo vienen mostrando en sus estudios sucesivos. El carácter ideológico de los jóvenes, y en particular su autoposicionamiento político en la escala izquierda-derecha es un factor más dirimente que la edad, clase social y estatus ocupacional a la hora de diferenciar las prácticas religiosas. Pero no diferencia todas las prácticas religiosas por igual. Flay más jóvenes de «derechas» en las misas litúrgicamente esta­ blecidas (y canónicamente obligadas), aunque en las misas «no obligadas» la caracterización de derechas y de izquierdas desaparece. O si se prefiere, la norma eclesial es más seguida por los jóvenes de derechas, pero en la asistencia a la iglesia de carácter más experiencial o ligado a acontecimientos más puntuales no hay esa diferenciación en razón de posicionamientos políticos. Al analizar la pertenencia de los jóvenes españoles a alguna asociación y organización de tipo religioso pretendemos detec­ tar la capacidad de encuadramiento juvenil de las instituciones religiosas, lo que, en el caso español, quiere decir la Iglesia ca­ tólica en relación a su pertenencia a otras asociaciones. La con­ clusión del estudio es clara: hay un progresivo descenso de jó ­ venes que dicen pertenecer a asociaciones de tipo religioso, lo que hace que la importancia de las asociaciones religiosas en el universo asociativo juvenil sea cada vez menor.

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LAS CREENCIAS RELIGIOSAS

En las dos últimas décadas hay un significativo descenso en el porcentaje de jóvenes que dicen creer en Dios, ligero descen­ so en los que creen en el pecado, pero mantenimiento de los porcentajes de jóvenes que dicen creer en una vida después de la muerte. El 65% de los jóvenes, entre 18 y 24 años, cifras para las que tenemos datos comparativos, dicen creer en Dios al año 1999, seis puntos menos que hace diez. Anotemos que hay un 27% de jóvenes, de 15 a 24 años ahora, y para el año actual, que dicen creer en la reencarnación y un 24% en la resurrección de los muertos. En este punto podemos detectar dos constelacio­ nes claras. Por un lado la conformada por la credulidad religio­ sa, de todo tipo de creencias, aunque con gran preferencia por las creencias católicas con planteamientos de derechas y prác­ tica religiosa católica. Por el otro, jóvenes de izquierdas y ateos, indiferentes o agnósticos, creen menos que los anteriores en todo tipo de creencias pero, entre ellos, hay una mayor presen­ cia relativa de las creencias no católicas. Nuestra hipótesis es que la socialización católica llega fundamentalmente a los jóve­ nes practicantes y de derechas pero no es lo suficientemente sólida como para permitirles discernir y contrarrestar la sociali­ zación religiosa no católica que reciben a través de otra serie de órganos de socialización, haciendo, a la postre, a muchos de es­ tos jóvenes más crédulos que creyentes. Por contra la socializa­ ción católica no llega prácticamente a los jóvenes de izquierdas y, claro está, mucho menos a los indiferentes, agnósticos y ateos de tal suerte que al final estos últimos son, no solamente son menos creyentes, sino también menos crédulos. El 70% de jóvenes españoles estaban de acuerdo, el año 1994, con la expresión central del dogma cristiano propuesto bajo la fórmula de «Dios existe y se ha dado a conocer en la

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persona de Jesucristo», cifra que el año 1999 desciende 10 pun­ tos, situándose en el 60%. Por el contrario la rotunda afirmación de «Yo paso de Dios. No me interesa el tema», que el año 94 re­ cibió la aquiescencia del 18% de los jóvenes, sube el año 99 al 24%, casi la cuarta parte de la juventud española, en proporción muy similar a la que dice que «para mí Dios no existe», que re­ cibe el 22% de acuerdos. En fin la posición dubitativa que dice que «no sé si Dios existe o no, pero no tengo motivos para creer en Él», sube del 24 al 32% en estos cinco años. Se mire como se mire la aceptación de la idea, concepto o realidad de un Dios trascendente desciende porcentualmente. Hoy hay me­ nos jóvenes creyentes en Dios que hace cinco y diez años. Pero el descenso es mayor a medida que se concreta quién es ese Dios en la modalidad del Dios cristiano.

REQUISITOS PARA DECIR DE ALGUIEN QUE ES UNA PERSONA RELIGIOSA Para los jóvenes ser una persona religiosa quiere decir, y por este orden, creer en Dios, ser una persona honrada y con espí­ ritu humanitario, en primer lugar; rezar aunque sea de vez en cuando y tener alguna práctica religiosa, en segundo lugar; man­ tener alguna ligazón con su Iglesia, en tercer lugar, y por último, preguntarse por el sentido de la vida. Tener una práctica sexual acorde con la doctrina oficial de la Iglesia católica así como aquiescer con su postura ante el aborto y la eutanasia, por el contrario, no aparecen como condiciones para ser una persona religiosa, más que para un número muy reducido de jóvenes. Cuando abordamos las respuestas obtenidas según las variables sociodemográficas básicas de la edad y el género observamos que la tónica dominante es la de una gran igualdad en las res­

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puestas independientemente de la edad de los jóvenes y de que estemos hablando de chicos o de chicas, aunque las chicas muy ligeramente ponen más condiciones, esto es, son más exigentes, que los chicos a la hora de considerar a una persona como reli­ giosa. Estamos, pues, ante un fenómeno de generación. Es interesante resaltar que son los colectivos extremos, los autoposicionados como católicos practicantes, en primer lugar, y los no creyentes/ateos, en segundo lugar, los que mayor nú­ mero de condiciones han puesto, los que más aspectos exigen, para que a una persona pueda considerársele religiosa, 4,24 condiciones o caracterizaciones por término medio los prime­ ros, 3,52 los segundos, prueba de que son los más interesados por el fenómeno religioso. Asimismo los católicos no practican­ tes son los que menos respuestas han dado, 3,05, prueba tam­ bién de que son los menos interesados por la dimensión reli­ giosa. Me pregunto si no se puede decir de estos últimos que son católicos meramente nominales... Vale la pena anotar, en fin, que el seguimiento de la Iglesia y de sus normas es percibido en mayor grado, como factor identificador de la condición religiosa, por los ateos que por los propios católicos practicantes. En la identificación religiosa, la Iglesia, la pertenencia a la Iglesia, juega, conceptualmente, un papel más importante entre los no creyentes y ateos que entre los católicos practicantes. En consecuencia con lo anterior en­ contramos que la aceptación de las normas morales de la Igle­ sia sobre el aborto, la eutanasia así como sobre las relaciones sexuales fuera del matrimonio son más tenidas en cuenta por un joven ateo que por un joven católico a la hora de definir, conceptualmente, la religiosidad de una persona. Si realizamos un análisis más complejo encontramos cuatro grandes concepciones, que aunque se solapan no se confunden,

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a la hora de definir cómo haya de entenderse una persona reli­ giosa, persona de la que se espera que tenga unos comporta­ mientos determinados. La dimensión, que hemos denominado moralista, de cumplimiento de determinados comportamientos concretos (aborto, relaciones sexuales, drogas), la dimensión ético-humanista (ayudar a los necesitados, ser honrado), la di­ mensión eclesial (deben seguirse las normas que dictamine la Iglesia, así como pertenecer a una Iglesia), en fin, la dimensión más trascendente, más puramente religiosa, de la creencia en Dios, de la oración y de la práctica específicamente religiosa bajo la forma de asistencia al culto (2).

En las conclusiones del estudio del año 1994 avanzamos «la hipótesis de una reconstrucción de la dimensión religiosa en los jóvenes», señalando como «la línea central de nuestro razona­ miento, y pensando en los jóvenes españoles con cierta valencia positiva en el ámbito de lo religioso, un modelo de religiosidad que, dentro de una relativa heterogeneidad que podría ilustrarse mediante una tipología de jóvenes atendiendo a su dimensión re­ ligiosa, presentaría una dominante de construcción propia de la religiosidad donde, junto a la innegable inñuencia de la transmi­ sión recibida -que es reconstruida- hay que añadir una parte muy importante de elaboración propia realizada bajo la modali­ dad experiencial en sus relaciones cotidianas, con sus pares pri­ mordialmente, dando lugar a constructos relativamente hetero­ géneos», y concluía señalando que «la demanda a la Iglesia la si­ túan los jóvenes, claramente, en el ámbito de lo religioso como (2) En el estudio abordamos la cuestión mediante un Factorial de Componentes Principales con sus me­ dias factoriales correspondientes. El lector interesado lo encontrará en las páginas 290 y ss.

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eco y respuesta a las preguntas primeras y últimas, tanto en el ámbito individual cuanto colectivo, y no como instancia normati­ va de códigos de conducta»

(Elzo, 1994,181-182).

Las cosas no cambian en cinco años de tal suerte que man­ tendría no pocos de los elementos de mi hipótesis dei año 94: el carácter individual de la construcción de la realidad social, la importancia de la experimentación grupal en la elaboración propia (no tematizada en la inmensa mayoría de los casos, pero no por ello menos real), la lectura mayoritariamente religiosotrascendente de la dimensión religiosa, especialmente en aque­ llos jóvenes que presentan alguna valencia religiosa previa, etc. Paro matizaría bastantes cosas. Me limitaré a tres apuntes: En primer lugar, habrá que empezar a hablar de construc­ ción de lo religioso en más de un joven que, muy probable­ mente, nunca ha sido socializado religiosamente, pese a que sus padres puedan ser, formalmente, religiosos y católicos. Luego no solamente hemos de hablar de mera reconstrucción de lo heredado, como señalábamos en el estudio de 1994. No porque la reconstrucción de lo heredado no sea un modo cierto de so­ cialización en muchos jóvenes sino porque en el caso de otros muchos jóvenes, que se han educado en el seno de familias, de cuya cuantificación y perfiles sociológicos no sabemos nada ri­ guroso, no han heredado nada, luego no hay reconstrucción al­ guna que realizar. O al menos, no se ha heredado nada con cierta solidez, no digo solidez intelectual, inexistente, sino inclu­ so emocional, sentida, vivida experiencialmente, lo que significa que en la cosmovisión, en el universo simbólico, en el ámbito de lo vitalmente plausible, de lo sentido como importante y signi­ ficante en su vida, la dimensión religiosa, en muchos jóvenes, sencillamente no existe. En muchos jóvenes, repito, de padres formalmente católicos.

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Algunos datos de una investigación que llevamos a cabo una veintena de estudiosos, sociólogos en la gran mayoría, acerca de la cultura y religiosidad de los jóvenes europeos, bajo la dirección de R. C a m p ic h e (3), son indicativos evidentes de la gran falla que se ha producido en España en la transmisión re­ ligiosa en los últimos años. Nuestra hipótesis es que el papel de la familia ha sido, es y, probablemente, seguirá siendo, muy de­ terminante en la transmisión religiosa. Más aún que en la trans­ misión de la irreligión, pues ésta se realiza espontáneamente a través del ambiente reinante. Avanzaríamos la hipótesis de que allí donde hay unos padres con convicciones fuertes habrá un traslado de la religiosidad más notable cuando esas conviccio­ nes sean religiosas, pero menor en el traslado de la irreligiosi­ dad. Por el contrario, cuando se trate de padres con conviccio­ nes religiosas (o irreligiosas) débiles el traslado, siendo siempre débil, se orientará hacia el polo de la irreligiosidad, intensificán­ dose y ampliándose así, en los hijos, los escasos valores reli­ giosos de los padres, cuando existan. El segundo apunte se refiere a la Iglesia. La Iglesia (católica, por supuesto) como Institución, la Iglesia jerárquica es diferen­ te y paradójicamente percibida por unos y otros jóvenes. Los más religiosos, los que en mayor grado dicen creer en Dios y en el Dios de Jesucristo, los que con mayor frecuencia asisten a la Iglesia, dicen rezar y en general presentan los valores sociorreligiosos más elevados muestran un divorcio asimétrico, un distanciamiento, un «ninguneo» respecto de la Iglesia católica. Al menos conceptualmente. Esquemáticamente dicho, este sería el discurso: «Soy religioso, soy creyente, responderé que soy miembro de la Iglesia católica, si me lo preguntan, pero no me (3) Este libro es consecuencia de un trabajo de dos años que comenzó con una inolvidable semana de trabajo en Monte Veritá, en Ascona, en el Ticino suizo, trabajando temas relacionados con las culturas jó­ venes y la religión en Europa,a cargo de una Fundación privada suiza de carácter laico.

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parece que eso sea lo esencial y de hecho yo puedo ser religio­ so y católico, y quiero serlo, sin seguir necesariamente las nor­ mas de la Iglesia, e incluso sin que necesariamente precise per­ tenecer a la Iglesia». Por contra otros jóvenes, sea religiosos pero con menos valencias que los anteriores (más bajos valores sociorreligiosos en creencias, prácticas, vida de oración etc), sea sencillamente «no religiosos», conceden más importancia a la pertenencia a la Iglesia y al seguimiento de las normas eclesiales en la comprensión e identificación de una persona religiosa. Aquí la explicación mayor hay que buscarla, en el caso de los jóvenes más religiosos, en la propia Iglesia, porque estos jóve­ nes no encuentran lo que buscan en la institución (y esto nos devuelve a la hipótesis del año 1994), y en la lectura que de la Iglesia se hace en los medios de comunicación social que leen los jóvenes, que no coinciden, estoy seguro, con los medios de comunicación que leen los responsables eclesiales. Respecto de los jóvenes «no religiosos», o «menos religiosos», dicho sea así por brevedad, tienen una imagen estereotipada de Iglesia, limi­ tada a las normas morales (en materia de sexualidad) y de inte­ rrupción de la vida (aborto, eutanasia etc). Así la Iglesia se en­ cuentra con que su discurso, de fado, se limita en la percepción ' de los jóvenes, en gran medida, al ámbito de la sexualidad y de la interrupción de la vida, discurso que no es aceptado por los jóvenes más religiosos, mientras que los menos o nada religio­ sos lo adoptan como referente delimitador de lo que religioso quiere decir. Un tercer apunte. Resulta difícil encontrar un único colectivo de jóvenes, estadísticamente relevante, que se corresponda ple­ namente con la ortodoxia y ortopraxis (como se decía antaño) de la Iglesia católica. Me pregunto incluso si es posible definir­ lo unívocamente. La hipótesis que pensamos deber analizar en adelante la formularía así. Hay un núcleo de jóvenes españoles.

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reducido, pero real, que se identifica con una definición centra­ da y centralizada en la Iglesia institución, en su dimensión espi­ ritual, emocional y hasta ritual, con escasa implicación en la so­ ciedad (el mundo), que lo perciben, a lo sumo, como tierra de misión, pues entienden que es un mundo en «crisis de valores». Pero hay también jóvenes, que implicados en el quehacer social y político (por ejemplo, en el País Vasco en los movimientos pa­ cifistas y contra ETA), se dicen creyentes e incluso, no pocos, eclesiales, y que miran a la Iglesia (no necesaria y menos aún exclusivamente la institución) más como espacio de ilumina­ ción, dadora de sentido, pues portadora privilegiada de la Bue­ na Nueva, que como nicho cálido, fuente de seguridad e identi­ dad. La cuestión va más allá de la vieja distinción entre religión con y sin Iglesia. Se trata, en el fondo, de dos lógicas eclesiales distintas que tienen su correspondiente correlato en los propios jóvenes. En estos tiempos de secularidad, que en España se ha realizado de forma abrupta al par que silenciosa, caben, entre otras, dos reacciones de los estamentos eclesiales. Por un lado una Iglesia que busca recentrarse en su identidad tradicional con reafirmación de principios y praxis de mera espiritualidad «ad intra», aún a riesgo de «separarse» de los valores y compor­ tamientos del mundo circundante. Por el otro, una Iglesia que ponga el acento en la comunicación y diálogo con el mundo circundante, sin pretensiones de ser la detentara de «la» verdad, aunque, obviamente, desde su singularidad eclesial. La cuestión reflejada aquí de forma evidentemente demasiado esquemática nos lleva a dos idealtipos: el de la Iglesia centrada en sí misma, en búsqueda de sí misma, apostando fuertemente por sus se­ ñas de identidad diferenciada en y del mundo. Iglesia que atrae­ rá a jóvenes que pidan lo mismo en estos tiempos de incerti­ dumbre y cambio de era socio-cultural, frente a una Iglesia que invertirá más en entrar en el mundo, tal como el mundo es, des­

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de su singularidad eclesial, esperando enriquecer y enriquecer­ se en el contacto con el mundo, Iglesia que atraerá más a jóve­ nes en búsqueda, no tanto de identidad y seguridad, cuanto de sentido y razón de ser en el mundo... y en la Iglesia. Desde esta perpectiva, necesariamente muy esquemática, lo repetimos, habría que reflexionar sobre los nuevos movimien­ tos religiosos en la Iglesia y su capacidad de penetración entre los jóvenes. Los 60.000 jóvenes españoles que estuvieron en Roma en agosto del año 2000, con el Papa, en números redon­ dos el 1% de la juventud española están, muy probablemente se pueden circunscribir más en el primero que en el segundo mo­ delo arriba expuesto, pero estoy seguro que tampoco se senti­ rán enteramente identificados en él.

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¿Los y las jóvenes buscan trabajo? ¿El trabajo busca a los y las jóvenes? Miguel Fernández Blanco Profesor de Enseñanza Secundaria. Voluntario-m i litante de Cá ritas. Responsable del Departamento de Emprego Xuvenil de Cáritas Interparroquial de Santiago. Director del Centro Trabado e Cultura

Sumario 1. A modo de introducción: Desde dónde y las cifras de una realidad que no recogen las c ifra s — 2. Una propuesta de tipología de jóvenes en relación con el «chollo».— 3. Propuestas, retos, lagunas, tram pas... 3 .1 . La acogida y orientación. 3 .2 . La Formación. 3 .3 . La Inserción.— 4. A modo de conclusión: hacia dónde.— 5. Bibliografía.

RESUMEM Un artículo escrito desde la experiencia de un proyecto concreto de la Cáritas Interparroquial de Santiago dedicado a la integración e inser­ ción socio-laboral de jóvenes. Parte de la constatación de que las ci­ fras del desempleo no recogen toda la realidad, porque dejan fuera a muchos y muchas de los jóvenes con los que trabajamos en Cáritas. Una de las partes fundamentales del artículo propone una tipología ac­ tual de los y las jóvenes en relación con el empleo remunerado. Tipolo­ gía situada en un contexto socio-económico y cultural dominado por los valores del capitalismo en el que el empleo remunerado que permi­ te consumir es un elemento básico de integración social y en el que el desempleo sigue siendo un fracaso del individuo. Todo ello en un con­

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texto de privatización de los servicios sociales y de los servicios públicos. En general de derechización. En la segunda gran parte del artículo, partiendo de la experiencia, se plantean propuestas de trabajo en las tres grandes partes de los itine­ rarios de inserción e integración socio-laboral: la acogida y la orienta­ ción; la formación ocupacionaly pre o post ocupacionaly la inserción laboral con experiencias de empresas de inserción, autoempleo, etc. A modo de conclusión, tres retos: la movilización social de los y las jó ­ venes; la intervención en las políticas sociales y las políticas de empleo para volcarlas a favor de los y las más desfavoreádosfas, y la necesi­ dad de un profundo cambio ético, responsabilidad de todos y todas.

ABSTRACT An article written from the experience gained at a specific project carried out by a local Caritas centre in Santiago de Compostela, a proj­ ect for the social and employment integration ofyoung people. It starts making a reference to the well-known and scandalous figures of unemployment and youth unemployment, but that above all do not contain the whole reality, as they exelude many boys and girls with whom we work at Caritas. One of the fundamental parts of this article proposes an up to date typology ofyoung people in remunerated employment. This typology is placed in a social, economic and cultural context dominated by the valúes of capitalism, where the remunerated employment, that makes possible to be a consumer, is a basic element of social inte­ gration, and where unemployment still represents a failure for the individual person. All this takes place in a context of privatisation of social and public Services, on the whole, in a context of a political shift to the right. In the second part of this article, taking the same experience as a starting point, some work proposals are made in the three mayor or­ eas of social integration and employment access itineraries: admittance and orientation, professional training and employment inte­ gration, based on experiences with employment access projeets, selfemployment, etc. Summing-up, three challenges: social mobilisation ofyoung people; intervention in favour of social and employment policies to help the most underprivileged; and the need of a profound ethical change, responsibility of all ofus.

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¿Los y las jóvenes buscan trabajo? ¿El trabajo busca a los y las jóvenes?

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Teniendo en la memoria a Andrés Sim ón Larda y a su hijo Camilo.

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A MODO DE INTRODUCCIÓN: DESDE DÓNDE Y LAS CIFRAS DE UNA REALIDAD QUE NO RECOGEN LAS CIFRAS

Este artículo está escrito desde una experiencia de lucha contra el desempleo y la exclusión social, especialmente entre los jóvenes, que se desarrolla desde 1992 en la ciudad de San­ tiago de Compostela. Una experiencia de la Cáritas Interparro­ quial (local) de esta ciudad. Es el «desde dónde» escribimos: • Es un proyecto/programa sostenido por un voluntaria­ do-militante (la primera expresión como concesión a los tiempos que nos toca vivir, porque uno siempre ha sido militante de la «Causa»). Los presupuestos anuales varían en función de subvenciones, pero la base del proyecto se mantiene siempre y con muy poco dinero, que procura­ mos que provenga de las aportaciones de la comunidad cristiana, somos capaces de mantener nuestro servicios. • Es un proyecto/programa que pretende implicar, como proyecto de Cáritas, a las comunidades parroquiales de la ciudad en las acciones de inserción y en las de concienciación y sensibilización. • Es un proyecto/programa dirigido prioritariamente a los jóvenes de más difícil inserción. Personas con las que ob­ tener un éxito (una persona) de inserción socio-laboral real es un éxito.

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• Es un proyecto/programa que además de las acciones de inserción, no pierde de vista la denuncia social y la concienciación social y que aspira también a investigar y pro­ poner políticamente líneas de intervención social con los jóvenes excluidos que sean más eficaces que las actuales. • Es un proyecto/programa que pretende que las propias personas sean protagonistas de sus procesos de inser­ ción y que sean capaces de ir generando redes de de­ nuncia y de participación social: Asociaciones, cooperati­ vas, etc. La alternativa es el trabajo solidario, militante y asociado que teje redes de integración y transformación social, que es capaz de integrar en una sociedad que se va haciendo un poco más justa. Nosotros operamos sobre una realidad que presenta unas estadísticas de desempleo bien conocidas y convertidas muchas veces en objeto que sirve para la propaganda o los enfrenta­ mientos político-sociales. Entorno al millón y medio de parados registrados en el conjunto del Estado. En los últimos años, re­ gistrarse en las oficinas de empleo es más difícil que antes, por cierto. Lo malo, o mejor lo peor, es que las cifras (que no in­ cluimos por ser tan conocidas) no son exactamente la realidad. La realidad nos indica que nosotros tenemos que seguir llevan­ do (literalmente) a jóvenes a apuntarse en las oficinas de em­ pleo, que si no los llevamos no van y que antes no estaban apuntados. La realidad nos indica también que ciertas rentas de inserción, claramente en el caso de la gallega, entendidas como salario para pobres, así como otras prestaciones sociales pue­ den actuar como freno para la incorporación al mercado de tra­ bajo de ciertas personas y colectivos, incluidos jóvenes de esos colectivos. Nosotros decimos siempre que detrás de cada pobre o excluido que visita las oficinas de Cáritas hay casi siempre un

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parado o parada, que además puede ser alcohólico, gitano, ma­ dre soltera o ecuatoriano, pero que ante todo es un parado o una parada, y que mucho de sus otros «problemas» se arregla­ rían si dejaran de ser parados o paradas.

m m UNA PROPUESTA DE TIPOLOGÍA DE JÓVENES ...... EN RELACIÓN CON EL «CHOLLO» Si algo caracteriza a los jóvenes en relación con el mundo del trabajo/empleo es su búsqueda. El joven o la joven buscan trabajo. Los adultos y las adultas suelen tener trabajo o no te­ nerlo, situación esta, por cierto, generalmente muy dramática. Un elemento fundamental en el mundo del trabajo remunera­ do, que está cambiando esos posicionamientos según la etapa vital de las personas, es la alta inestabilidad laboral, elemento éste que caracteriza más que el propio desempleo, la relación de los jóvenes y aún más, de las jóvenes con el mundo de trabajo. Esa precariedad laboral hace que el proceso de búsqueda de empleo, que antes se entendía como singular (uno buscaba un empleo) se convierte en plural (uno busca, y a veces encuentra, varios empleos cada año). En cualquier caso búsqueda supone una actitud activa y positiva, aunque sabemos también que mu­ chos y muchas jóvenes ya no buscan trabajo. Difícilmente podemos entender esa búsqueda y esa no bús­ queda de trabajo de los jóvenes si no la situamos en un con­ texto socio-económico y cultural más amplio. La realidad, al menos la que palpamos nosotros, sigue situando al empleo re­ munerado, bien remunerado si es posible, como meta priorita­ ria en la vida de las personas, especialmente de los y las jóve­ nes, que siguen viendo en el trabajo remunerado que da «liber­ tad» medida en capacidad de consumo su principal forma de in­

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tegración social. Esto genera un ambiente social de competitividad y desigualdad. Como decimos muchas veces, el parado, el joven parado especialmente, siente que fracasa él de forma in­ dividual. Es incapaz de analizar su paro y el de los demás, que todavía siguen siendo muchos y muchas jóvenes, como el fra­ caso de un conjunto social, de una sociedad entera. Desde este marco y en este contexto presentamos a conti­ nuación a «grosso» modo una arriesgada tipología de los jóve­ nes en su relación con el mundo del trabajo/empleo, que pre­ tende caracterizar, sin caricaturizar, la realidad: Los/as «excluidos/as» del mundo del trabajo. Existe un gru­ po de jóvenes excluidos o autoexcluidos del mundo del traba­ jo. Estarían aquí aquellos jóvenes que no se plantean ni siquie­ ra como posibilidad el trabajo, o a los que no se les deja plan­ tearse esa posibilidad: transeúntes, consumidores de drogas que implican marginalidad social, ciertas minorías étnicas, des­ tacadamente los y las gitanas, predelincuentes o delincuentes juveniles, «jóvenes de la calle», etc. Los/as «sin empleo anterior». Acceder al mundo del trabajo sigue siendo para muchos jóvenes, especialmente mujeres, un obstáculo casi insalvable. La necesidad de experiencia laboral imprescindible en la mayoría de las ofertas de empleo privadas y en muchas de las públicas (al menos como criterio discriminador) mete a los jóvenes en el conocido círculo vicioso: para trabajar es necesario tener experiencia laboral, para tener expe­ riencia laboral es necesario haber trabajado... Los/as «sumergidos/as». En este campo muchos y muchas jó ­ venes encuentran su primera «oportunidad». La actual Ley de Ex­ tranjería condena a la mayor parte de los inmigrantes económi­ cos procedentes de los países empobrecidos a esta «forma» de

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integración laboral en España. Otro campo silenciado y dramáti­ co es el del servicio doméstico, en el que campa para mujeres es­ pañolas y extranjeras la más absoluta irregularidad contractual. Los/as «precaúzados/as». Decíamos antes que el actual mer­ cado de trabajo español se caracteriza fundamentalmente por la alta inestabilidad laboral. Aproximadamente la mitad de los y las trabajadores/as españoles/as tienen contratos laborales inesta­ bles. Para los y las jóvenes este es su hábitat natural de ubica­ ción respecto al empleo. Las amplísimas modalidades de con­ tratación instauradas en las sucesivas reformas laborales que realizaron los Gobiernos españoles desde 1994 permiten con­ tratar a trabajadores por espacios de tiempo extraordinaria­ mente reducidos y discontinuos. Los/as «sin empleo anterior», «sumergidos/as», y los/as «precarizados/as» comparten una extrema inestabilidad laboral, una fuer­ te disminución o perdida de los derechos sociales tradicionalmen­ te vinculados al trabajo remunerado. Esto supone, lógicamente, la dificultad para pensar y organizar el futuro personal, prolongan­ do, por cierto, de forma no deseada la juventud de los jóvenes. Su­ pone también, y no profundizaremos en este tema, problemas psicosociales relacionados con la perdida de la autoestima, la pasivi­ dad vital y social, el encerramiento en uno o una mismo/a, etc. Para completar esta tipología, mencionaremos, aunque nos interesen menos, a los/as «emprendedores/as» (los y las del autoempleo) y los/as «afortunados/as» (los y las del trabajo fijo o con garantías de estabilidad). Sobre estos tipos y tipas tendríamos además unos factores transversales que incidirían y que únicamente mencionamos: el nivel socioeconómico de partida el nivel formativo, el sexo y el lugar geográfico.

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E l PROPUESTAS, RETOS, LAGUNAS, TRAMPAS... En esta parte, intentaremos desde nuestra experiencia fun­ damentalmente proponer alternativas para facilitar los procesos de acceso al empleo de los jóvenes. Preocupados, ya de forma definitiva, por los/as «excluidos/as» y los/as inestables, que divi­ díamos en tres grupos en la parte anterior.

3.1.

La acogida y orientación

Nosotros mismos y las diferentes Administraciones debe­ ríamos tener claro en principio que las personas que vienen a nuestros servicios son parados y paradas, antes o después que otra cosa, y que la máxima que nosotros aprendimos en Cáritas hace bastantes años ya, de que la «integración social pasa necesariamente por la inserción laboral», con muy pocas excep­ ciones, sigue valiendo. Eso supone: • Propuestas de itinerarios de inserción personalizados, con servicios públicos de empleo específicos. • Coordinación con políticas sociales complementarias: vi­ vienda, salud, integración familiar, etc.• • El protagonismo de los «clientes» elevados a la categoría de «participantes»: la labor de motivación, potenciación de la autoestima, ruptura de inercias vitales negativas, capa­ citación para la toma responsable de decisión, son los elementos clave de una buena «acogida» y paso previo e inevitable para los demás peldaños del itinerario. • Las políticas asistencialistas nuestras y de las Administra­ ciones deben orientarse siempre a acciones que promue­ van la formación e inserción laboral.

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• El «acompañamiento»: otra experiencia real de nuestro trabajo diario es la eficacia del acompañamiento: el, lite­ ralmente, «llevar a...». • La orientación laboral debe incluir un seguimiento conti­ nuado de los procesos de inserción, sobre todo al princi­ pio la coordinación, ya mencionada, con otros servicios de atención social y la actuación de los agentes sociales; nuestra actuación, sobre el «terreno», con intervenciones en los lugares en los que se desarrolla la vida de las per­ sonas. Hay que salir de los «despachos». 3.2.

La Formación

Las actividades formativas que hemos desarrollado a lo lar­ go de la vida de este proyecto de la Cáritas local de Santiago han sido muy variadas: Por un lado hemos trabajado los as­ pectos pre o poslaborales de forma específica y después vincu­ lados con la formación propiamente ocupacional o profesional, en la que hemos probado, siempre en función de los recursos de los que disponíamos:• • Talleres de media duración, que incluían una parte amplía del currículo de aspectos no profesionales mezclados con la formación profesional. • Cursos de formación ocupacional financiados por la Ad­ ministración autonómica, que presentan un currículo muy cerrado y unas condiciones también muy cerradas, que rompíamos con actuaciones complementarias a tra­ vés de nuestro voluntariado. • Cursos de formación «cortos» y centrados en la forma­ ción profesional con prácticas complementarias en em­ presas con las que se firma un convenio.

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• Convenios con la Administración autonómica, que in­ cluían el desarrollo por parte de la misma de una acción formativa, para la que nosotros seleccionamos la «clien­ tela», y acceso directo a una experiencia laboral temporal dependiente de la propia Cáritas y financiada por la Ad­ ministración. Esas modalidades formativas procurábamos y procuramos que tuvieran siempre una fase posterior de inserción laboral concreta­ da en alternativas por cuenta ajena o propia, y también que los y las participantes recibieran una beca motivadora por participar. Nos falta abordar otra línea de trabajo que ya financian al­ gunos programas europeos, que es la de «aprender trabajan­ do», sin duda el camino de futuro en nuestras sociedades ricas, y que por lo tanto pueden asumir económicamente proyectos de este tipo si los priorizan políticamente, para la lucha contra la pobreza y la exclusión social: unos ingresos mínimos y dig­ nos mientras se aprende y aprender mientras se trabaja. De tal forma que superaríamos el que para nosotros, y creo que para todos, es el principal problema, la inserción real y continuada de la gente con la que trabajamos. Pero a mitad de camino entre la realidad y el deseo, avanza­ mos unas propuestas para ir haciendo camino en lo referente a lo que consideramos como elementos clave en las acciones formativo-ocupacionales con jóvenes como los «nuestros»: • Módulos complementarios a los estrictamente profesio­ nales que incluyan formación en habilidades sociales bá­ sicas, educación para la salud, etc. • Prácticas profesionales en empresas o entidades, porque es imprescindible que los y las jóvenes conozcan el tra­ bajo «real».

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• Asegurar unos ingresos mínimos y dignos para las per­ sonas que participan en las acciones formativas; becas, contratos, vinculación con prestaciones sociales como las rentas de inserción, etc. • Promover la comercialización de bienes y servicios mien­ tras dura la acción formativa como elemento motivador. • Adecuar los horarios de las acciones formativas a las ne­ cesidades de los participantes, lo que implicaría que, al contrario de lo habitual, partimos de la situación de par­ tida de las personas para diseñar las acciones formativas y no al revés. • Romper la metodología y el currículo educativo oficial es imprescindible para trabajar con jóvenes como los y las nuestros/as. • Deben incluir necesariamente una fase de inserción labo­ ral para los participantes.

3.3.

La Inserción

La inserción es la palabra clave de esta historia. Como en el punto anterior partiremos de la experiencia, muy brevemente, para pasar luego a las propuestas: Nosotros tenemos una Bolsa de Trabajo que ofrece trabaja­ dores y trabajadoras jóvenes a empresas y particulares de la ciudad. Asesoramos también en el campo del autoempleo y la economía social. Aquí también tenemos o tuvimos algunas ini­ ciativas concretas: Autoempleo posterior a un curso formativo mediante la compra por parte del alumno del material del cur­ so con pago a plazos; la formula de constituir una Asociación

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que sirva a un grupo de personas como marco jurídico para desarrollar una actividad de ayuda a domicilio en un caso y de limpieza y reparto de publicidad en otro; gestionamos una em­ presa de inserción de carpintería y restauración de muebles que fracasó, porque estas cosas no son tan fáciles como parecen. Un proyecto próximo de Cáritas impulsa también una coopera­ tiva de inserción en el campo de corte y confección y nosotros tenemos en marcha un Taller de Corte y Confección que quere­ mos vaya dando pasos hacia una formula empresarial. Con otras entidades y asociaciones de la ciudad que «traba­ jan en lo mismo» conveníamos con la Administración autonó­ mica un proyecto piloto de inserción laboral para personas y colectivos en situación de exclusión social. Promovimos y fun­ cionó durante un tiempo una Asociación de Parados y Paradas que pretendía, aparte de la denuncia y reivindicación social, ofertar servicios de autoempleo y ser vía para desarrollar pro­ yectos de inserción. Con parecidas ideas acaba de constituirse una Asociación de Trabajadores y Estudiantes Inmigrantes. Desde esta experiencia, las propuestas en este campo, que es el meollo de la cuestión, serían: • La regulación definitiva y específica de las empresas de inserción, propuesta pionera de Cáritas, que no acaba de traducirse en una formula jurídica. Una vez reguladas, la apuesta de Cáritas y de otras entidades por esta vía de in­ serción e integración debe ser clara y contundente, es el «aprender trabajando».• • Promoción, por parte nuestra y de las Administraciones públicas especialmente, de las iniciativas de autoempleo y economía social, que debería concretarse en dos aspec­ tos: arbitrar algún sistema que permita utilizar el dinero

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subvencionado previamente al momento de constitución de la empresa y el mantenimiento del tutelaje por parte de la Administración en los aspectos relacionados con la gestión económica de estas iniciativas durante un perío­ do amplio de tiempo; los llamados Viveros de empresas. • Las Administraciones públicas, aunque esté poco de moda lo que sigue, deben asumir un compromiso claro con el empleo de inserción en cualquiera de las fórmulas que estamos comentando y debería concretarse en: - Participación en fundaciones sin ánimo de lucro con entidades sin ánimo de lucro que permitan ir creando redes de empresas de inserción. - Establecimiento de sistemas que faciliten el acceso de empresas de economía social o de inserción en los concursos públicos de prestación de servicios públicos a la comunidad o de prestación de servicios a las pro­ pias Administraciones. Una alternativa sería no entre­ gar a manos privadas esos servicios. - Priorizar la contratación de trabajadores de más difícil inserción en las ofertas de empleo público con medi­ das de discriminación positiva. - Aumentar los incentivos a la contratación de trabaja­ dores de más difícil inserción para la empresa privada y delimitar de forma más clara los beneficiarios de esas ayudas. Establecimiento de un contrato laboral especí­ fico de inserción. - Impulsar, también es un reto para nosotros, y asumir la iniciativa de la puesta en marcha de los llamados «nue­ vos yacimientos de empleo», antes de que se convier-

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tan en rentables y que las grandes empresas los con­ viertan en «coto cerrado» Acabamos hablando menos de jóvenes y empleo y más de personas de difícil inserción y empleo. Pero a nosotros nos in­ teresan más los jóvenes de difícil inserción que comparten pro­ blemática con adultos y adultas de difícil inserción. También acabamos hablando de políticas de empleo, porque resulta im­ posible hablar de jóvenes y empleo, o de empleo de inserción o de cualquier otro tipo de empleo sin referirnos a las políticas de empleo, que es lo que todavía tenemos pendiente transformar en este país a favor de los y las desfavorecidos/as.

A MODO DE CONCLUSIÓN; HACIA DÓNDE Mi experiencia personal compartida con un grupo amplio de personas a lo largo de los años de funcionamiento de este proyecto, en los que, lógicamente, ha habido una evolución, muchas pruebas y muchos cambios, están en la base de estas tres conclusiones finales: 1. El siguiente camino a recorrer nos parece para los y las jóvenes, y un poco para todos y todas, el de la movilización so­ cial respecto al empleo. Promover en definitiva que los y las jó ­ venes, especialmente los de más difícil inserción, se asocien, ha­ blen, reflexionen juntos, monten sus propios «chiringuitos» y reivindiquen sus derechos. 2. Las políticas de empleo son decisivas para entender la relación de los y las jóvenes con el empleo. El reto, como ya se está haciendo en algunos campos, es proponer y promover cambios legislativos a favor de los y las jóvenes y de todos y to-

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das los/as empobrecidos/as de nuestra sociedad. Manteniendo alto un espíritu de denuncia social frente a la injusticia . 3. Finalmente, estamos convencidos de que la lucha con­ tra el desempleo de los jóvenes que genera exclusión social ne­ cesita también un cambio ético de nuestra sociedad, caminado hacia una solidaridad realmente solidaria que implique: com­ partir trabajo, reducción de exigencias de salario desmesuradas, variación en nuestras pautas de consumo, superación de unas relaciones sociales basadas en el enfrentamiento. La responsa­ bilidad de este cambio ético, que probablemente sea el único capaz de derrotar a este capitalismo avasallador que caracteri­ za esta etapa de la historia de la Humanidad, es nuestra, de un conjunto social que tiene que autoorganizarse en la línea de esa solidaridad honda y transformadora, que es la única forma real de luchar contra la exclusión social y contra la injusticia.

BIBLIOGRAFÍA G arcía Roca, J.: Constelaciones de los jóvenes. B a rce lo n a; C ristian ism e i Ju sticia, 1994.

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El sistema educativo, su incidencia en la construcción de una sociedad para todos Manuel Menor Currás Catedrático de Enseñanza Secundaría. Doctoren Historia de la Educación.

Sumarlo 1. A propósito de fantasm as. 1.1. El del puro presentism o. 1.2. El de los benéficos beneficios. 1.3. Lo de «nulla salus extra scholam ».— 2. Algunas situaciones. 2 .1 . Guetización creciente. 2 .2 . «Yo ya veo la tele». 2 .3 . ¿Es hum anizadora la cultura?— 3. Perspectivas.— 4. Refe­ rencias bibliográficas.

RESUME^ El artículo analiza las dificultades del sistema educativo para cons­ truir una sociedad intercultural igualitaria para todos los ciudada­ nos. Presta particular atención a la ESO (Enseñanza Secundaria Obligatoria), la etapa clave en ese aspecto: este espacio y tiempo de la enseñanza generalizada es entendido como el mejor instrumento cultural para desarrollar una «pedagogía social» democrática. Como reto urgente, para salir de la atonía actual, propone profundizar teórica y prácticamente en el sentido de la «igualdad de oportunida­ des», la «lecto-escritura» y la «comunidad educativa».

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ABSTRACT The article handles with the difficulties ofthe educatioml system to build an intercultural society with equal opportunities for all citizens. It focuses on ESO (Compulsory Secondaiy Education), the key period in relation to this issue: this context is thought as the best instrument to build a democratic social pedagogy As an urgent challenge in ar­ der to overeóme the present lethargy the article proposes to analyse with some depth, in theory and in practico, the meanings of equal opportunities, basic literacy and educational community.

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Debería obedecer el impulso correcto y contestar con un sí claro y expresivo: «por supuesto, la educación contribuye, y muy positivamente, al logro de tanto objetivo interesante y apetecible como se le marca». En una etapa de mayor inocen­ cia, seguramente no lo hubiera dudado. Hoy, después de mu­ chos años de certezas, y de una gran implicación y cercanía a estos asuntos, ni lo tengo claro ni veo que se pueda afirmar casi nada al respecto sin algún «pero» o algún «depende» matizador. Partiré de algunos fantasmas o medias verdades que, a mi entender, envuelven habitualmente el discurso sobre educación y, desde la descripción de ciertos núcleos de situaciones rele­ vantes de ahora mismo, intentaré mostrar perspectivas y ten­ dencias de deseable desarrollo futuro. Con la advertencia de que algunas de ellas ya fueron sugeridas en un monográfico de esta misma revista, sobre exclusión social (D o cu m en ta ció n So­ cia l , n.° 106, 1997, pág. 73), un fondo persistente en el sistema educativo español y con novedosas peculiaridades en el sector público de su tramo de enseñanza obligatoria.

1 1 " i i ó l i s i t o •DE 'ÉNTftSMAS 1.1.

^

El del puro presentismo

Para muchos docentes y gestores orgánicos de la educa­ ción -especie excesivamente aficionada a reformas o, por con­ tra, ansiosa de mantenerlo todo en un estricto inmovilismo, y casi siempre muy tocada del más puro arbitrismo—, la historia

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ha terminado mucho antes de que Fukuyama lo decretara. Sen­ cillamente no existe. Sólo cuenta un presente, extraño y distan­ te de un caliente pasado gloriosamente mitificado. En sus rela­ tos y referencias tampoco existen ni grupos ni clases -sociales, claro-, ni procesos de sufrimiento, sino tan sólo individuos ais­ lados y dispersos, azarosamente entrelazados por circunstan­ cias y destinos que les son ajenos. A los mitificadores o providencialistas, olvidadizos o igno­ rantes de su propia historia —incluso de la más reciente y vivi­ da-, les cuesta admitir que, en lo referente a la generalización institucionalizada de la educación y a su extensión al común de nuestra gente, la trayectoria auténtica y real no es precisamente esplendorosa, y que no se cubre fácilmente el vacío aludiendo hiperbólicamente a los gestos profesionales heroicos, a los sa­ crificios individuales modélicos o a las vocaciones entregadas, siempre excesivas. Desde nuestro presente, en que al menos pa­ rece lograda la escolarización de todos los adolescentes con una duración razonablemente amplia, no resulta cómodo ob­ servar, sin embargo, lo muy reciente de este logro; particular­ mente si se hacen notar al mismo tiempo las enormes carencias que ha tenido siempre entre nosotros el sistema educativo ge­ neralizado, las diversidades de acceso al mismo entre unos u otros grupos de la sociedad, las calidades y logros diferenciales, las distancias de saberes o las de sus usos y abusos consi­ guientes, en especial los de inclusión y exclusión que deter­ minan. A la mirada presentista, superficial por su obsesión coyunturalista —cegada siempre por los nuevos problemas y sus ur­ gencias, sin haber resuelto los viejos—, no le resulta fácil expli­ car, por ejemplo, de dónde sale el 42% de población absoluta­ mente no lectora, un fenómeno determinante para la eficacia de

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lo que puede hacer la escuela. Tampoco se le ajustan bien las ci­ fras de analfabetismo adulto todavía persistentes entre nos­ otros (Flecha , 1990, 91). Ni menos la trayectoria formativa de los millones de alumnos que —sin cursar Secundaria ni Bachillera­ to alguno—sobrellevaron como pudieron la vía de segunda ca­ tegoría educacional de la FP, ahora de nuevo tan invocada. Me­ nos parece poder justificar la extensa audiencia televisiva pre­ ocupada por saber quién entra o sale en la casa del «Gran Flermano». ¿No será todo ello indicio del nivel cultural desarrollado realmente por nuestro sistema educativo y cultural? ¿No habla­ rá de su falta de equidad y calidad generalizada? ¿No será ra­ zón principal, desde el pasado, que la generalización se ha con­ vertido en buen pretexto para una amplia base de la que selec­ cionar y segregar? (Bo w le s - C intis, 1985). Mitificar el pasado educacional desde un descontextualizado catastrofismo de su presente tiene el riesgo de tener que admitir que, además de muy distinto, no fue mejor. Probable­ mente debieran difundirse más las reiteradas quejas -casi eter­ n as- de cuantos desde antes de Platón han tenido algo que ver con la educación, reincidentes siempre en la «despreocupa­ ción» y en el constante «descenso de nivel». Si se conocieran mejor las recomendaciones de los rectores a Ruiz Jiménez o el propio discurso de éste a las Cortes -con motivo de su refor­ ma en los años cincuenta—, los que en torno a 1970 motivaron la de Villar Palasí y, más recientemente todavía, los informes de la OCDE que avalaron la ultimísima de Maravall, quizá cambia­ ra algo ese discurso paralizante y cansino. Pero sólo es proba­ ble; los mitos tienden a revivir permanentemente, sobre todo por lo cómodos que son como tranquilizante ante las crisis y por cómo, sin debate alguno, facilitan la imposición de consig­ nas dogmáticas, milagreras, de un retromovilismo conducente de nuevo al pasado.

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1.2.

El de los benéficos beneficios

Es vieja esta consideración. En un principio, cuando comen­ zó la lenta generalización educativa de la enseñanza a media­ dos del siglo XIX —con tan poco apoyo estructural, organizativo, de medios y de exigencia-, el sistema fue pensado como uno de los asuntos de «beneficencia» de los que era conveniente que se ocupara de algún modo el Estado; nunca como un asunto de justicia ni de calidad generalizada de la instrucción. Véase si no la ubicación que le asignaba el jurista Manuel C o lm eir o , próxi­ mo a Claudio M oyano , y las múltiples atenciones propias de aquel originario Ministerio de Fomento. Ahora que se vuelve a llevar mucho lo del «Estado mínimo», mientras pesa sobre el sis­ tema educativo un amplio abanico de urgencias nuevas, resulta curioso comprobar la permanencia práctica de ese concepto. Muchas actuaciones políticas parecen diseñadas todavía a per­ petuar ese planteamiento primero; especialmente dentro de la enseñanza pública, ceñida creciente y prioritariamente de nue­ vo a una labor asistencial, justificadora de la pretendida «igual­ dad de oportunidades». Por otra parte, siempre se ha conciliado muy bien con esta clásica «beneficencia» la implícita superioridad y aristocrática ex­ celencia de quienes disponen la accesibilidad del conocimiento a las gentes, la pátina de sacralidad de los encargados de admi­ nistrarlo y de seleccionar las enseñanzas o contenidos más per­ tinentes; todo muy coherente con la proximidad o lejanía del saber y muchos de sus métodos didácticos vigentes, con lo que es cultura e incultura, con el saber y poder que preocupaba a Fo u c a u lt (Fo u ca u lt , 1991). Tampoco es ajena nunca a este con­ cepto —ni al «tener educación»- la perspectiva economicista de quienes alimentan expectativas de movilidad social en la base de la pirámide social, con el provecho y el interés económico in-

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dividual como aliciente y con la estrategia de la fragmentación social como objetivo profundo. A veces, se ha ampliado algo más esa repercusión economicista de los beneficios prácticos, al servicio de motivaciones patrióticas incluso, y con no pocas de­ rivaciones perversas. A donde también suelen conducir las connotaciones de lo benéfico de la enseñanza es hacia elucubraciones retóricas, a un sistemático recurso a la abstracción, casi siempre mera glosa de glosas y sin compromiso contractual de exigencia con una co­ herente disponibilidad de medios para poner al alcance de la mayoría social tanta bondad de la educación. Aquí y abora si­ gue siendo falaz, además de repetitivo y evasivo, invocar el prestigio de M on taigne , V ives, E rasm o ... o de S avater mismo, acerca del hipotético «valor de educar» y de lo que podría ser un reformismo educativo social cargado de profundo utopismo político, sin que se diga cómo salvar la distancia que muestran estas lecturas con lo que nos falta por conseguir. Claro que to­ davía resultan más contradictorios y evanescentes los prólogos de las leyes educativas que nos rigen o nos han regido, solem­ nes pórticos empedrados de buenas intenciones, a las que la reglamentación correspondiente ha frustrado casi siempre de inmediato.

1.3.

La de «nulla salus extra scholam»

Fruto selecto del discurso sobre la «benéfica» enseñanza son los docentes vocacionales, creyentes entusiastas en estos men­ sajes magistrales, verdaderos salvavidas del sistema por su fe inconmovible, capaces de sobrellevarlo todo. En algunos mo­ mentos —como en aquellos años veinte y treinta o en el de la generación que cuajó en torno a los años setenta, del si-

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glo XX—, hasta creyeron que desde esa palanca de la educación modificarían de veras la sociedad española. Sin llegar a tanto, suele ser frecuente entre docentes cierta esquizofrenia relativa a una manera de interpretar la vida a partir del encaje con la per­ fección de sus abstracciones académico-didácticas. Lo peor que suele sucederles es que se ponga en cuestión su razón de ser transmisora de conocimientos y valores vinculados directamen­ te a su área cognitiva específica, considerada oficialmente bási­ ca para la vida social de su época por su perspectiva capacitadora de habilidades para racionalizar la realidad. Así, se deba­ ten entre ejercer de talibanes o mandarines intervencionistas y un indiferente distanciamiento hacia los amplios sectores que prestan oídos a otros intérpretes y que organizan sus vidas por otros senderos (Fernández Encuita , 2001,144). Hoy, cuando tantos límites y definiciones son cada vez más ambiguos, la escuela y sus agentes primordiales -lo s maestros, trabajadores de la enseñanza, profesores o comoquiera que se llamen— no escapan al cuestionamiento ni a la duda. Aun re­ conociendo su viejo papel delimitador, ritualizador del paso hacia posiciones sociales y laborales de alguna responsabili­ dad, ni siquiera son imprescindibles ya para la transmisión cognitiva, desbordada como está por otras vías informativas de acceso simplificado y menor exigencia metódica. En realidad, la inmensa mayoría de la gente, a lo largo de toda la Historia, ha tenido que buscarse la vida -incluidas las habilidades relevan­ tes para sobrevivir- fuera de la escuela; porque nunca tuvieron acceso a ella. Ahora que lo tienen más fácil, a las dificultades habituales de lenguaje, sistematización y abstracción que ésta les impone, se une a menudo la falta de expectativa que pueda darles el saber formalizado y, otras veces, la complacencia autosuficiente que pueda proporcionarles el entretenimiento del ordenador, del televisor o del móvil. En lo suyo —en el co­

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nocimiento y sus destrezas— la escuela les resulta tediosa y aburrida. Por otra parte, sobre educación y escuela todo el mundo se siente autorizado a opinar, a criticar o proponer perspectivas y proyectos, objetivos y contenidos modificadores de los ritmos habituales de la institución. Los políticos, porque gestionan su presupuesto y deben mostrar relativa eficacia ante sus votantes, y porque les es más fácil hablar de reformar la enseñanza que de modificar las condiciones de la dura realidad; los padres, porque se trata de sus hijos y de la alargada proyección de sus propias expectativas sobre ellos; los pedagogos, porque ésa es la materia prima de sus investigaciones y prospectivas. ¿Son de­ masiadas instancias y compromisos, demasiadas manos enci­ ma, con pocos contenidos reales de calidad homologable? ¿Hasta dónde llega la lealtad democrática entre todos? ¿Se tra­ tan de sostener, con subterfugios, peculiares particularidades interpretativas de pretendidos objetivos educacionales comu­ nes, con vías de entrada y salida bien diferenciadas para unos u otros grupos? Entre tanto, en medio de no pocas apariencias de debate transparente y democrático, los docentes, desconcerta­ dos o ausentes de tanto barullo -en que es infrecuente pedir­ les opinión-, siguen añorantes de que los aprendizajes implíci­ tos en su mundo cognitivo sean universalmente válidos e im­ prescindibles, al tiempo que desconfían y recelan, extraños al papel de «educadores todo terreno» que las circunstancias les imponen ( E s c o l a n o , 2000, 218).

El resultado práctico de todo esto es que sólo tenemos al­ gunos acuerdos genéricos, dentro de una estructura de fre­

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cuentes rutinas adormecedoras. Hasta los propios nombres de las cosas resultan a veces jibarizados si se escruta su significa­ do en la confrontación con la realidad. Por ejemplo, ¿qué es la educación?, ¿qué conlleva de exigióle y ante quién?, ¿qué es lo que el Estado y el Gobierno de cada momento deben financiar o, de otro modo, qué están obligados a brindar y garantizar a todos? ¿Por qué no se ponen de relieve, en primer plano, los elementos cualitativos básicos de una «dignidad educativa» para todos? Es un asunto relevante, porque los años obligatorios y po­ sibles dentro del sistema educativo se han alargado hasta los dieciséis de la adolescencia. Ese tiempo, particularmente el del último tramo, conocido ahora como ESO, se convierte en deci­ sivo para responder a la cuestión que motiva esta reflexión. No es lo mismo que resulten ser años de «escolarización» o de «ins­ trucción», que años de «aprendizaje educativo», aunque todo pertenezca al marco de «la educación» y de la política educativa. Bajo el prestigio de esta hermosa palabra existen reducciones semánticas importantes. Igual que bajo el signo de «la calidad» conviven muchos desatinos, bastantes estafas y gran oposición de intereses de todo tipo. Entre otras situaciones concretas, aquí se señalan algunas de las que más contradicen su significado fuerte y pleno.

2.1.

Guetización creciente

Los sistemas educativos son clasificatorios y discriminato­ rios. El nuestro también. Observar, vigilar, controlar, clasificar son tareas científicas que desde hace siglos se han contagiado al «e-ducere» etimológico y en gran medida le han suplantado (Lerena, 1989).

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La tríplice o dúplice modalidad existente en unos u otros tramos del sistema -privada, concertada-subvencionada y pú­ blica—implica una primera fórmula clasificatoria, siempre y cada vez más influyente como moda de demostración social de la di­ ferencia ( F u e l l e s , 2000, 11). Aparentemente, sin rígidas aristas divisorias, pero con una suave firmeza determinante de muchas otras opciones distintivas, porque ninguna elección es ingenua. Dentro de cada subsistema, a su vez, prosigue, con más o me­ nos bullicio o silencio, esa labor divisoria, diferenciadora y se­ gregadora. Torpes, listos, vagos, suficientes, notables, medianos, buenos, insuficientes, sobresalientes, son términos habituales y decisivos. Con sus asociaciones de mayor acierto o desconcier­ to a entornos específicos: gente bien, divorciados, el papá es empresario, la mamá es profesora, es empleada de hogar, es hijo de un portero, es.., es..., es. En los últimos tiempos se aña­ den algunas novedades todavía más determinantes, como las inmigraciones o entornos familiares problemáticos, convertidos en señas de identidad diferencial. El punto neurálgico del siste­ ma educativo es que se hace sustantivo con la diferencia y con la capacidad o mérito individualizado; la interiorización de am­ bos asuntos sigue siendo responsable del éxito o fracaso per­ sonal en la experiencia de esos años educadores. Más nuevo, sin embargo, es que a las muchas desigualda­ des de partida de cuantos tienen derecho a la enseñanza se está añadiendo, en estos últimos cinco o seis años, el tener que compartir situaciones problemáticas de partida con colegas de similares dificultades. Con frecuencia excesiva son clasificados y canalizados hacia la benéfica escuela pública de manera prefe­ rente, sin que los recursos disponibles de ésta hayan sido con­ venientemente previstos y adaptados. De este modo, no es in­ frecuente que problemas de alguna gravedad tiendan a acumu­ larse hasta hacer difícil, si no imposible, la docencia y el apren­

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dizaje. Se pone en evidencia entonces que un tratamiento de «calidad» es caro, pero como, por otra parte, nadie sabe muy bien qué hacer con menguados medios, recursos y voluntades, la panacea que se está descubriendo es la de una clasificación anticipatoria que deje a cada cual en su sitio -cada mochuelo en su olivo—y que no se mezclen las «oportunidades». El méto­ do, que ya se está aplicando en algunos centros, consiste en la agrupación flexible para alumnos llamados «caracteriales», eufe­ mismo tras el que se esconde al alumnado más difícil e inquie­ tante —el más necesitado realmente de educación- y que tan sólo sirve para concentrar en un punto espacial -aislado a ser posible— la intensidad de los conflictos. Sin estructura organi­ zativa ni didáctica específicas, esta fórmula se convierte pronto en una especie de «caja negra» que esconde el evidente fracaso escolar de una parte sensible de adolescentes, pero también del sistema en su más dura, violenta y ruda expresión. Con todo lo cual, entre unas y otras cosas, educarse y estudiar en el subsis­ tema público resulta cada vez más diferente y diferenciador. In­ cluso porque deja clara -en líneas generales— la actual defini­ ción de la «calidad de la enseñanza» con sus desequilibrios comparativos, y porque ejemplifica lo rudimentario de la «diver­ sidad» o «diversificación» matizadoras de una «comprensividad» general, básica para todos, pero cada vez más utópica e inal­ canzable. 2.2.

«Yo ya veo la tele»

No hace falta ser «caracterial» para que en muchos tramos y momentos de la enseñanza obligatoria el estudiar, enseñar y aprender puedan ser aventuras exóticas. Respuestas como la que encabeza este epígrafe ni son extrañas ni infrecuentes en el trabajo diario de aula, cuando se plantea como trabajo explíci­

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to la lectura-comentario de un texto o documento de interés significativo en el proceso de enseñanza-aprendizaje. En la práctica, éste es el lado por donde la escuela actual está más desconcertada y sorprendida. Cuando la palabra y la escritura son sus principales fines y medios para tratar de apre­ hender, sistematizar, analizar y explicar la realidad, la amplia y compleja realidad, sus clientes jóvenes le llevan mucha delante­ ra en los medios. Con estos dos instrumentos y en torno a ellos dos ha girado casi todo el saber hacer de la escuela. Cuánta agi­ lidad y flexibilidad hace falta para compaginar esa actualizada e irrenunciable centralidad básica con los medios más modernos y su disponibilidad instrumental en cada aula de alumnos -para sorprenderles más, captar su atención, borrar el castran­ te ruido que aturde sus aprendizajes básicos y facilitar nuevos modos de aprendizaje-, todavía no se sabe o no se quiere sa­ ber. De momento, sólo cabe constatar esta otra inmensa fractu­ ra, visible en las estadísticas del INCE respecto al «fracaso», con la tiza y la voz como grandes protagonistas didácticos de esos años decisivos. Para decirlo con suavidad, es excesivo el número de quienes terminan la escuela a los 16 ó 18 años con graves lagunas en estas capacidades del leer y escribir. A casi un 30%, después de tantos años de escolarización, el sistema educativo no les ha dotado debidamente de las herramientas básicas para ver y de­ cir, observar y expresar mínimamente el mundo en que viven, por más que logren un saber esquelético en estos aprendizajes. De este modo, la «cultura» de la escuela queda al margen y dis­ tante de lo que importa a un amplio sector de su clientela. Lo que inclina a reconocer que ésta sólo alcanza a lograr, en de­ masiados casos, un semianalfabetismo o una culturilla de ador­ no, fragmentada y trufada intermitentemente con alguna musi-

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quilla, noticias descontextualizadas, pequeños saberes para ir ti­ rando -lúdica y divertidamente-, ajenos a lo que realmente su­ cede y nos implica.

2.3. ¿Es humanizadora la cultura? Si se lee a S t e i n e r -en particular su Lenguaje y silencio- cabe abrigar serias dudas; aunque sería deseable que nuestra escue­ la hubiera producido muchísimos S t e i n e r , capaces de sus dudas críticas ( S t e i n e r , 1976). Cabe, en todo caso, hacerse la pregunta, pues se supone que ése es el ámbito más veraz de lo que pue­ de hacer el sistema educativo y, por tanto, lo que más ha de te­ nerse en cuenta a propósito de su contribución a una sociedad intercultural armoniosa e igualitaria. Algún género de cultura, es decir, de actitudes, valores, pau­ tas, normas, conductas y conocimientos apropiados, adecua­ dos, reglados y ordenados, sí transmite y trata de inculcar, como se encargan de insistir los diseños curriculares de cada área de conocimiento, de manera explícita y directa o de modo transversal con otras materias, actividades y estímulos o reco­ mendaciones oficiales. Si por los curricula en abstracto fuera, no habría excesivos problemas en admitir un histórico salto cuali­ tativo favorable, cuidadosamente recogido en documentos, de­ cretos y recomendaciones didácticas de última generación des­ encadenados por la LOOSE; pese a que la tan traída y llevada «interculturalidad» de ahora no aparezca apenas —pues no se preveía entonces su enorme dimensión actual-, y a pesar de que siempre se soslaye la pluralidad cultural anterior, como si todo hubiera sido una única y armoniosa manera de mirar, ha­ blar y entenderlo todo, sin jerarquía alguna de valor. Por eso los problemas siguen surgiendo —multiplicados— de esta misma

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matriz de desigualdad radical. Ante todo, del conjunto normati­ vo —implícito y «oculto»- que estructura rígidamente —con mu­ cha menos flexibilidad histórica- el sistema educativo, antes y después de cualquier reforma de las habidas o previstas. La ob­ servación de su economía organizativa hace ver y sentir pronta y repetidamente cuáles son los puntos fuertes y débiles del mis­ mo; qué es lo que se debe, lo que es conveniente y lo que es in­ diferente hacer; dónde reside la parte sustancial de las transi­ ciones de curso o de etapa y las de cada área o materia; qué pesa de verdad en cada secuencia y qué amplitud de estrechez cabe a las opciones reales. De hecho, a medida que se avanza en cualquier itinerario educativo, es cada vez más reducida, irrelevante o inexistente. La aparente diversidad opcional de al­ gunos tramos esconde incluso, a veces, caminos hacia ningu­ na parte y significativas elecciones conducentes a la exclusión. Tampoco este intrincado laberinto de distinciones es indife­ rente. Por su parte, no parece que sea rigurosamente imprescindi­ ble mostrar o demostrar actitudes éticamente favorables a los objetivos de convivencia cívica actual, exigida de activa toleran­ cia y sana comunicación intercultural. Basta tener habilidad para no contradecir lo que ambientalmente se aprecie como más co­ rrecto, una listeza que —si se percibe productiva en un ámbito concreto, como el de las evaluaciones— puede ser claramente contradictoria: razonadora de manera «adecuada» en el campo teórico, mientras en el de los comportamientos prácticos puede ser desalentadoramente contraria. La escuela seguramente ha enseñado siempre demasiado bien esta capacidad de desdo­ blamiento. A menudo contradice con la apariencia su ideal de logro integral de cooperativa comunidad educativa y valores culturales similares. Algo que retrató con gran lucidez - y des­ concierto inquietante— la investigación de Alice M i l l e r , a pro­

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pósito de las escuelas donde estudiaron los nazis (M iller, 1985). En todo, pero particularmente en este terreno de las actitudes - y en especial respecto a este tiempo clave del sistema educa­ tivo formal que es la etapa de la ESO -, la naturaleza y posibili­ dades reales de los centros educativos es mimética de la socie­ dad que les crea y sostiene. Son extraordinariamente sensibles a los cambios de su entorno, del que se nutren en todos los as­ pectos. Esto les convierte en instituciones con historia y sujetas a una siempre modificable historicidad, pero lo que cada centro educativo puede hacer, aquí y ahora, por las habilidades y acti­ tudes cívico-sociales, depende también extraordinariamente de las percepciones que los estudiantes traen de sus casas y de la calle. Pueden modificar muy poco, aunque amortigüen mucho y siempre sea excesivo lo que reflejan a modo de espejo. Sirva como constatación -m ás que como prueba- de esa volatilidad que les da el contagio con el medio, el que, en tiem­ pos recientes —como los años setenta—, en que los curricula eran más bien contrarios a cuestiones cívicas como las plan­ teadas ahora, el tono actitudinal perceptible en muchas aulas, con sus debates, preguntas, actividades y encuestas, mostraba mucha más sensibilidad, tolerancia y apertura de miras que cuanto puede percibirse en este momento en los mismos cen­ tros. Los cambios socioeconómicos y culturales sin duda han repercutido, están repercutiendo y repercutirán, en la medida en que se produzcan, en estos espacios y tiempos de la educación generalizada. Si el sentido de ésta es contribuir al bienestar so­ cial, lo seriamente lamentable debiera ser no estar en este mo­ mento a la altura de lo que exigen las circunstancias y, sobre todo, si va excesivamente a remolque de las mismas o no tiene las respuestas educativas adecuadas ni la agilidad debida. Cambio fuerte está siendo ya para muchos docentes y alumnos —con probabilidad demasiados— cómo la secuencia

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del paso obligado por las aulas se está convirtiendo en expe­ riencia negativa. Les está tocando padecer situaciones de vio­ lencia inusitada, bien contrarias al espíritu de sana intercomuni­ cación y convivencia civilizadas, una especie de fascismo coti­ diano de quienes quieren imponer su fuerza irracional de ma­ nera amorfa a los más débiles y sensibles, cuando hoy -com o siempre y más que nunca- existen muchas situaciones perso­ nales de enorme fragilidad. Con más frecuencia de la deseable se están generando situaciones de tensión para las que nadie está suficientemente preparado, particularmente si se quiere trabajar con un mínimo de garantía y progresión cualquier aprendizaje, sobre todo el cognitivo, el más explícitamente de­ terminante de la calidad del sistema y de la de sus transiciones de itinerarios, como también el más definitorio de su contribu­ ción cultural específica a esta sociedad. Esta subversión del tiempo y lenguaje educativos, visible y vivible en estos centros -culturales por definición-, está ha­ ciendo recordar demasiado una de las denuncias clave del últi­ mo John B e r c e r —y verdadero reto profundo de la contribución cultural de la educación—, cuando dice que «entre los humanos hay una distancia que ha de ser respetada, y cuando no lo es, es el fuerte, no el débil, quien lo siente como una afrenta, y de la afrenta surge el odio..., el odio que los fuertes sienten hacia los débiles si se acercan más de la cuenta es algo particular­ mente humano» (B e r g e r , 2 0 0 0 , 31).

Una lectura completa de las situaciones problemáticas no debiera hacer olvidar elementos positivos también presentes y actuales, ni llevar a la crispación desesperada e involucionista.

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La cuestión es cómo sacar partido de la enorme fragilidad y li­ mitación del sistema, cómo fortalecer su contribución a la so­ ciedad con capacidades auténticas. Hay hechos como, por ejemplo, la necesidad de convivir en un mismo centro y aula una chavalería multiétnica que, en principio, hace más comedi­ dos y tolerantes a la mayoría. No es en sí mismo, por tanto, un hecho problemático, como no lo es tampoco en principio, des­ pués de tan pocos años, la convivencia de chicos y chicas. En estas situaciones nuevas y distintas, si se generan problemas es casi siempre por otros motivos. Más interesante y educativo pa­ rece potenciar su lado positivo y prestar atención y apoyo a las iniciativas que ayuden a superar las dificultades. Éste de la educación es uno de esos territorios político-so­ ciales polémicos que merecen bastante más respeto, considera­ ción y aprecio del habitual. Es una de esas fronteras donde lo que más se necesita es pausado silencio para escuchar y estu­ diar -con urgente calma y sin el falso ruido de las buenas in­ tenciones, inoperantes y sesgadas—, y para cuidar y mimar con astuta perseverancia, porque es demasiado importante. Se ne­ cesita menos ligereza arbitrista, más debate y constancia demo­ cráticos. En todo caso, es mucho lo que todos tenemos que aprender, porque es demasiado lo que ignoramos y fuertes las carencias. Éstos, tal vez, podrían ser posibles itinerarios a revi­ sar y recorrer urgentemente. 3.1. La ledo-escritura es bastante más que leer y escribir mecánicamente, si se quiere una escuela cívicamente integradora y creativa. Es su gran objetivo y metáfora. Es un itinerario de largo recorrido, en que hacer progresar el entendimiento del mundo en que vivimos y el saber decirlo; es dominar creciente­ mente ese doble juego del lenguaje -receptivo y comunicativo de las palabras; de todas las palabras, académicas o no—, y su

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sentido o falsedad. Es hacerse consciente de que el conoci­ miento de su gramática nos acerca al del funcionamiento del mundo y a una sana racionalidad interpretativa del mismo. La gran diferencia y desigualdad que puede marcar, aumen­ tar o disminuir la escuela radica en su variable contribución al saber leer, interpretar, decir, narrar, expresarse y comunicar lo que se quiere decir y lo que nos dicen; en dominar el lenguaje, y con él, la información y su análisis. En esto, pues, es en lo que con más propiedad puede y debe exigírsele a la escuela, por ser lo más estrictamente suyo. Para esto, también, es para lo que más decididamente deben prestársele apoyos de todo tipo, atentos a las nuevas formas de analfabetismo insurgentes y a nuevas maneras de encubrirlo con apariencia tecnológica falsa­ mente moderna y anestesiante. El reto de la lecto-escritura es el de la democratización de la cultura. A pesar de la generalización de la enseñanza, ni ella ni la cultura -en sus aspectos más objetivables por la SGAE- están democratizadas en nuestro país, y no hay mejor fórmula para esa conquista que la del buen fun­ cionamiento de este objetivo cardinal en los centros educativos. ¿Qué mejor tiempo y lugar para lograrlo? ¿Qué mejor oportuni­ dad en la vida de una persona para que logre una mejor cons­ ciencia de sí mismo y del mundo en que le toca vivir? ¿Qué me­ jor ocasión para desarrollar las múltiples vocaciones lectoras y escritoras? ¿Cuándo unas bien dotadas y atendidas bibliotecas se convertirán en el centro neurálgico de nuestros centros edu­ cativos? ¿Cuándo dejarán de ser un apéndice engorroso e incó­ modo, espejo de desidia y desinterés? ¿Qué impide que estas mismas bibliotecas, y los propios centros educativos, sean ver­ daderos pulmones culturales del barrio en que está enclavado el centro, dinamizadores de su vida social, espacios para el en­ cuentro y la búsqueda compartida de soluciones a los proble­ mas que van surgiendo?

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Las formas de creciente fragmentación —social y educativa— son maneras de aumentar la pobreza dominante, por más que parezca que cada individuo encuentra «su» solución a «su» pro­ blema. Es evidente, además, que la lecto-escritura será más rica y creativa, más integradora, si es compartida. Como también lo es que la «comprensividad» básica —democráticamente deseable para todos- no se alcanza sólo con escolarizar y juntar a las cohortes de la misma edad y grupo social, bien incontaminados y segregados entre sí por azares nada aleatorios. 3.2. La comunidad educativa, lo mismo que la comunidad democrática, tiene todavía por delante mucha andadura para dejar de ser mera retórica o pretexto de estériles combates. Se trata de sumar honestamente y no de restar rencorosamente. Si los sectores que comparten los intereses básicos de la escuela no son capaces de guardarse mutua lealtad o se reducen a mantenerse como islas incomunicadas, imposibilitadas para proyectar y cooperar en cuanto pueda contribuir a mejorar del ambiente y condiciones de la enseñanza-aprendizaje; si no son capaces de sostener encuentros serenos y prácticos de convi­ vencia y colaboración transparente, ¿de qué hablamos o a qué educación aspiramos? No parece descaminado aventurar que si no se avanza en esa cooperación leal, los reinos de taifas exis­ tentes den paso, por un lado, a un individualismo más feroz y, por otro, a la desaparición sistemática de lo que en muchos de estos espacios queda de reducto de encuentro cívico y desarro­ llo democrático; entre las emociones que depara el presente fi­ gura la de la relación directa entre poder, influencia social y ca­ lidad educativa segregadora, dentro de una libérrima desregu­ lación del mercado. Tal vez las frágiles asociaciones de padres debieran empe­ zar por verse a sí mismas como asociaciones de consumidores.

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dispuestas a reclamar ante posibles estafas en este servicio, o como fundaciones dispuestas a publicitar, premiar y apoyar los esfuerzos y proyectos mejores para sus hijos y para una bási­ ca y civilizada calidad de vida compartida. Tal vez los profeso­ res, si realmente tuvieran más apoyos reales que los que tienen, debieran tener más controles externos sobre la calidad de su trabajo, según estándares bien conocidos y públicos, pactados con sus asociaciones específicas y sindicales. Tal vez los alum­ nos debieran poder tener alguna voz más reconocida que la meramente testimonial a efectos operativos de la vida impor­ tante del centro. Tal vez los nuevos problemas que surgen en la vida social de una zona debieran encontrar su momento ra­ zonable de discusión, de modo que entre todos se pudieran proponer proyectos nuevos de trabajo. Tal vez tengan todos que espabilarse y no esperar a que aquello sea un pudridero. Tal vez... Está claro que muchos centros no tendrán sentido educati­ vo alguno —podrán tener tal vez otros—si no logran reducir su ensimismamiento rutinario; si no progresan en vitalidad y coo­ peración mutua; si no aprovechan todas las energías disponi­ bles para facilitar experiencias socialmente positivas a la gente joven. Este es el horizonte. 3.3. La igualdad de oportunidades, eslogan de rancio abo­ lengo pero todavía inconsistente en gran medida, tiene que ser reinterpretado de nuevo, acordemente con las recientes cir­ cunstancias discriminatorias de centros y alumnos, y también profundizando en su significado. Resulta bastante pobre e hipócrita contentarse con que, en el mejor de los casos, ya es suficiente con facilitar el acceso a un centro determinado, mientras a éste se le fuerza a que de­ dique su esfuerzo principal a confirmar las capacidades de ac­

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ceso de sus alumnos, para clasificarles a continuación según ese orden jerárquico, mientras por otra parte no se le facilitan - o se le reducen significativamente- los medios y recur­ sos para suplir las deficiencias detectadas y llevar a sus clien­ tes a un nivel cognitivo y aptitudinal de superior cualificación. Un centro de esas características equivale, en otro orden de co­ sas, al guardia que sólo está puesto para sancionar y poner multas. Es igualmente burocrático —pero, además, muy problemáti­ co - que determinados asuntos carenciales, detectados a co­ mienzo de curso, no tengan posibilidad de tratamiento especí­ fico alguno a lo largo de todo el año y simplemente aguarden la sentencia final de que es bueno que ese alumno repita o cualquier otra decisión de similar carácter, totalmente previsible desde nueve meses antes. Dejar pasar, no es buena política en este caso para nadie, como no sea para el desprestigio institu­ cional y la deseducación. Carece asimismo de sentido práctico -pedagógico y didác­ tico- suponer que cuantos acceden a un centro de enseñanza obligatoria tienen iguales circunstancias ambientales facilitado­ ras del aprendizaje. Basados en que la externalidad del centro, y más particularmente el ámbito doméstico de cada alumno, es un espacio de pura responsabilidad previsora individual en que ha de irse construyendo su capacidad meritocrática, las autori­ dades educativas tienden a eludir toda competencia y actividad supletoria de carencias ambientales o familiares que pudieran existir, si no es en situaciones de extrema gravedad. En conso­ nancia, los centros educativos, donde todo repercute, tienden a ser siempre espacios neutros, sin implicaciones, ramplonamen­ te asépticos a esa diversidad externa, previa y concomitante, tan segregadora y difícil de desestructurar. ¿No será ya hora de abrir opciones sistemáticas a los profesionales expertos en ex­

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clusión, marginación y trabajo social, para este tiempo de la en­ señanza obligatoria? ¿Por qué bay que demorar tales interven­ ciones al después? Y otra pregunta; ¿Por qué hay tantos centros que son como islotes en sus barrios, sin intercomunicación rica y consistente, como si el estudiar fuera, ahora mismo, asunto de zombies y, en muchos casos, cosa de poco prestigio y nula uti­ lidad entre las pandillas? Nunca se podrá argumentar que la educación es un medio de acercamiento de las distancias sociales, una vía de cohesión integradora y de acercamiento intercultural, si al menos no se está en condiciones de asegurar unos mínimos cognitivos y aptitudinales para todos. La calidad básica del sistema educativo pasa por democratizar la consecución de esos mínimos, salvo que se apueste por mantener y ensanchar las diferencias. Pero entonces, abandónese la manipulación semántica de palabras tan sugestivas como «educación», «calidad educativa», «igual­ dad» o «comunidad». 3.4. La educación social sigue siendo la gran aportación que puede hacer la escuela a una determinada comunidad. Su atractivo radica en el rigor cognitivo, el método, la sistematiza­ ción de tareas, la convivencia en libertad, el razonamiento lógi­ co, la coherencia explicativa, la discusión libre, la intercomuni­ cación, la aceptación de la variedad de opciones vitales y de puntos de partida culturales diversos, el intercambio, la tole­ rancia, la lealtad... Éstas son las grandes potencialidades a des­ arrollar en ese tiempo y espacio de la enseñanza obligatoria: el preguntar, cuestionar, dudar, interrogar, curiosear e investigar, para comprender, para disfrutar y compartir en libertad. Si no existen espacios en que carezca de sentido la alienación y el conformismo oportunista, en los que se cultive la lucha contra el desamor y la desesperanza, y si de todo ello no se ocupa

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nuestra escuela, ¿quién lo hará? ¿Cómo se amasará esta socie­ dad crecientemente plural e individualista? ¿Quién construirá la memoria que dé continuidad de significado a los aconteci­ mientos de la gente? ¿De qué se enriquecerá el colectivo hu­ mano? Lorenzo L u z u r ia g a le llamaba a todo esto, ya en los años 50, «desarrollar el sentido social», «el espíritu cívico», y añadía que «la educación cívica debe comprender también el conoci­ miento y aprecio de los demás pueblos. Debe preparar para la comprensión y la colaboración internacional, para la convi­ vencia humana y para la paz. Cuando, como en los momen­ tos actuales, ésta se halla otra vez en peligro, serán pocos to­ dos los esfuerzos que se realicen en este sentido» (L u z u r ia g a , 1950, 195). «Debe», «puede»... Pero «de posse ad esse non valet ilatio», sostenía ya A ristó teles . Para que sea verdad el tránsito del «po­ der ser» al «ser» - y que la conjugación de este verbo por la es­ cuela empiece a tener otra consistencia-, hay que incentivar, mimar y cuidar estas instituciones de otro modo; apostar en serio por la calidad y no por la banalidad chapucera, y luchar por erradicar lo que el crítico Bernard PivoT calificaba hace poco como «vulgaridad-lacrimógena-demagógica-populista» imperante (C arcín , 2001). Hablamos de que la «educación» de todos mantenga el sentido primero de la palabra y su capaci­ dad de dar sentido a nuestras vidas individuales y colectivas. iOjalá, y que sea pronto!, para que se haga inútil volver sobre estas cuestiones y podamos hablar, con rigor y honradez, de esa pretendidamente nueva «sociedad del conocimiento», en que no sea impertinente o incorrecto preguntar si es asequible a todos.

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Adolescentes, televisión e Internet: ¿protagonistas o espectadores de la realidad? Lourdes Bazarra, Olga Casanova y Jerónimo García Ugarte Licenciados en Filología Hispánica. Profesores en Secundaria

y Bachillerato.

Sumario 0. Introducción. 1. Internet; el m undo al instante. 1.1. Influencias po­ sitivas. 1.2. Influencias negativas. 1.3. ¿Dónde se sitúan los adoles­ centes?— 2. La televisión en casa: de protagonistas a espectadores. 2 .1 . Una form a de aprender a leer el m undo. 2 .2 . El m undo que la televisión nos podría enseñar.— 3. Bibliografía.

RESUMEN El artículo trata sobre las diferentes respuestas o actitudes de los adolescentes ante dos de los medios de comunicación más relevantes e impactantes actualmente: Internet y la televisión. Dos medios creados por los adultos cuyos efectos o consecuencias han sido y pueden llegar a ser imprevisibles para nuestra concepción actual y futura de la realidad y de nosotros mismos. En Internet hemos analizado las inñuencias tanto positivas (univer­ salidad, creatividad, rapidez y cantidad de información...) como ne­

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gativas (falta de implicación, falso refugio...) presentes en los adoles­ centes. Con respecto a la televisión, se analiza el paso de protagonista a es­ pectador que sufren como televidentes. La negación de lo que supon­ ga esfuerzo o análisis ha sido desterrada, al igual que la compleji­ dad y la duda. Esa opción por lo simple y por lo emotivo se convier­ te en un peligro sólo evitable desde el desarrollo del pensamiento crí­ tico y una sólida cultura.

ABSTRACT The añide deais with the different responses or attitudes of adolescents towards two of today's most relevant and powerful means of mass communication: internet and televisión. Two means of mass communication that have been created by adults, but whose effects or consequences might become unpredictable for our actual and M u re conception ofreality and ourselves. In relation to the Internet we have analysed the inñuence, both positive (universality, creativity, source offast and vast Information) and also negativo (lack of implication, false sense o f security...), experienced by adolescents. With regard to televisión, the transit from playing leading roles to becoming mere observers is analysed, as suífered byyoung people as televisión spedators. The denial ofanything that may suppose effoñ or analysis has taken place, as well as the negation of complexity and doubt. This choice for simplicity and emotion is becoming a danger only avoidable through the development o f a critical judgement and a solid culture.

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Adolescentes, televisión e Internet: ¿protagonistas o espectadores de la realidad?

INTRODUCCIÓN

Heráclito de Efeso, «El Oscuro», fue el primer pensador en defender vehementemente la idea del continuo devenir: «Todas las cosas están en movimiento y nada está fijo». «No se puede en­ trar dos veces en el mismo río». Con algunos siglos de diferencia, Jack K erouac (con sus no­ velas En el camino, Los vagabundos del Dharma) hizo del cambio su modo de vida e inspiró la actitud de toda una generación. «Saltando a un mercancías que iba a Los Angeles un mediodía de finales de septiembre de 1955, me instalé en un furgány, tumba­ da con mi bolsa del ejército bajo la cabeza y las piernas cruzadas, contemplé las nubes mientras rodábamos hacia el norte.» A las puertas del tercer milenio, Spencer J o h n so n , en su li­ bro ¿Quién se ha llevado mi queso?, también nos habla del mo­ vimiento, de la inevitable presencia del cambio y de la necesi­ dad de adaptarnos y movernos con él: dos ratones y dos lili­ putienses conviven pacíficamente en el mismo laberinto, su vida transcurre tranquila, fieles a la rutina de salir cada día a buscar su alimento: el queso. Nada parece alterar su felicidad hasta que un día el queso desaparece y cada uno de los protagonis­ tas deberá tomar una decisión: cómo afrontar el cambio que se ha producido en sus vidas. Que la realidad se mueve, que el cambio existe, es innega­ ble, solamente necesitamos mirar 25 años atrás y asistiremos a algunos de los grandes cambios de la Elumanidad: • La caída del «muro» de Berlín. • La globalización económica.

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• La Ingeniería Genética. • Los Medios de Comunicación Social. Hemos dejado para el final -y sin olvidarnos de otros acontecimientos, co­ mo la incorporación de la mujer al trabajo- el que sin duda es otro de los grandes cambios del último cuarto de siglo y que es el objeto fundamental de nuestras re­ flexiones en este artículo. En nuestra opinión, además del evidente progreso tecnológico, el gran cambio en los medios de comunicación lo constituye el progresivo e imparable aumento de su poder para inñuir en la so­ ciedad. Dentro de un siglo, caracterizado, sobre todo en su segun­ da mitad, por una vertiginosa incorporación de la tecnología a la vida cotidiana, ¿qué han supuesto para el ser humano en su forma de pensar, de concebir la realidad y de relacionarse con ella? Y más concretamente, ¿qué supone su presencia, su uso e influencia en los jóvenes y adolescentes hoy? Dos son los me­ dios de comunicación social en los que vamos a centrarnos en estas páginas: INTERNET y la TELEVISIÓN, y dos son también los aspectos desde los que pretendemos abordarlos; ¿Cómo in­ fluyen en los adolescentes y cómo debemos actuar ante ellos?

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INTERNET. EL MUNDO AL INSTANTE

Quizá en sentido estricto, y en sus inicios, la forma correcta de referirnos a Internet sería como medio de información, al considerar éste su objetivo fundamental. Hoy por hoy, hablar de Internet es hablar de comunicación con pleno sentido, no exis­ te ningún otro medio que nos sitúe en la misma actitud de interactividad con la que nos sentamos ante el ordenador.

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Representado de manera esquemática, podemos dividir las influencias de Internet sobre los adolescentes según sus conse­ cuencias positivos o negativos.

INTERNET INFLUENCIAS NEGATIVAS

• Universalidad. • Cantidad y rapidez de la informaGÍón.

1.1.

• La realidad virtual como refu­ gio. • El juego del Rol.

• Atractivo del medio.

• Comunicación sin implicación.

• Desarrollo de la creatividad.

• Desconcierto ético.

Influencias positivas

1.1.a. Universalidad versus relativismo. Uno de los grandes problemas a los que se enfrentan los adolescentes en la actuali­ dad es la «trampa» de los relativismos ideológicos, de los nacio­ nalismos culturales, llegar a pensar que «su mundo» es el único válido, el que debe ser. A lo largo de la historia de la Humanidad siempre han existido grupos dominantes interesados en cons­ treñir, anular la capacidad de información con el único propósi­ to de controlar y mantener activo su poder de manipulación Los adolescentes siguen siendo el objetivo prioritario de es­ tos grupos por dos motivos fundamentales: • Son el futuro. • Su capacidad crítica está formándose.

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Internet (desde un uso correcto y crítico) representa una op­ ción por la universalidad, una ruptura con los relativismos cul­ turales e ideológicos y una puerta abierta y libre al conocimien­ to. Uno de los objetivos fundamentales de cualquier sistema educativo es mniversalizar» a los adolescentes, ayudándoles a desarrollar su capacidad crítica, abiertos a otros modos de en­ tender la realidad, enriqueciéndose con lo que aporta «el otro». 1.1.b. Cantidad y rapidez de la información. Otra de las aportaciones de Internet a los adolescentes es el aumento pro­ gresivo de su capacidad de acceso a la información tanto en sus aspectos cuantitativos como, especialmente, en lo que se refie­ re a la rapidez con la que se obtiene la información; así como a la posibilidad de contrastar los datos en distintas fuentes, en un lapso de tiempo impensable hace unos años. La información siempre ha estado al alcance de los adolescentes, pero no tan­ to el método de acceso a la misma, por lo que el proceso de ob­ tención de la información «fracasaba» en la primera parte; es de­ cir, en la búsqueda, momento en el que el adolescente perdía una parte importante del interés. Internet aporta ese método o quizá ese un nuevo método. Puede argumentarse en contra de esta opinión que esto su­ pone dejarles las cosas muy fáciles, que su trabajo requiere me­ nos esfuerzo....; nosotros pensamos que estos argumentos van perdiendo cada día más fundamento y no suponen sino una imprudente renuncia a los avances del progreso. Quizá sea más fructífero enseñarles a compaginar los métodos actuales de ac­ ceso a la información con los más tradicionales, ayudándoles a apreciar el placer de manejar un libro o de acudir a una biblio­ teca, junto con la utilidad de Internet. Sí tiene más sentido y merece especial atención por parte de los educadores el ayudarles a discriminar la información útil de

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la que no lo es y a economizar el tiempo consumido ante la pantalla. Todo el tiempo que se gana en Internet se puede per­ der si no se utiliza el principio fundamental según el cual la dis­ tancia más corta entre dos puntos es la línea recta. De lo contra­ rio, los tiempos se alargan innecesariamente hasta llegar a «in­ sensibilizar» mentalmente al adolescente. Tl.c. El poder de atracción del medio. Muy relacionado con el punto anterior podemos hablar, como uno de los aspectos positivos de Internet, de lo «atractivo» que resulta el medio para los adolescentes. Olvidémonos por un momento de nuestra opinión global sobre Internet y preguntémonos: ¿qué otro me­ dio en los últimos años ha despertado el mismo interés e incluso apasionamiento en los adolescentes? En nuestro caso, y desde nuestra condición de profesionales de la educación, de la res­ puesta a está pregunta surge inevitablemente otra: ¿Hemos va­ lorado realmente las posibilidades de enseñanza, de educación que nos ofrece Internet? ¿Por qué seguimos «acusando» a los adolescentes de vivir en un mundo de imágenes?, ¿no resultaría más interesante utilizar el atractivo de la imagen para tratar de transmitir a los adoles­ centes los valores y actitudes que les lleven a construir un mun­ do más humano, más justo? A aquellos que siguen en la batalla contra la superficialidad de la imagen creemos que hay que decirles que es hora de «aliarse con el enemigo». Muchas de nuestras «armas» tradicio­ nales han perdido fuerza y seguirán haciéndolo si las seguimos presentando como oposición a... y no como compañeras de ca­ mino. Ayudémosles a utilizarlo bien y no dejemos nunca de transmitirles que nosotros también vivimos una pasión: la de pasar las páginas de un buen libro.

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l.id . Desarrollo de la creatividad. Internet y el mundo de los ordenadores en general han supuesto el descubrimiento de un nuevo filón de creatividad. La creatividad tiene mucho de valor y requiere algo de «in­ consciencia» al no establecer demasiados esquemas a priori que a la larga no consigan sino abortar nuestros proyectos más «audaces». Una de las ventajas de los adolescentes es que no le tienen ningún miedo al nuevo medio. El ordenador les propor­ ciona un mundo infinito de posibilidades que parecen no tener límites y donde la creatividad encuentra un lugar natural en el que establecerse y disfrutar. En un momento de la Historia sin cánones rigurosamente definidos de belleza. Internet es una nueva puerta donde com­ partir y crecer, y no cabe la menor duda de que nuestros ado­ lescentes lo están aprovechando. Quedémonos ahora con lo positivo, reconozcamos sin rubor nuestro asombro y, sí es po­ sible, tratemos de aprender algo.

1.2.

Influencias negativas

Desgraciadamente en demasiadas ocasiones el uso que nuestros adolescentes hacen de Internet no es el adecuado. No siempre consiguen situarse al margen de aquellos que han en­ contrado en el medio una fuente de manipulación y no siempre superan su propia tendencia a proyectar en el ordenador mu­ chas de sus frustraciones, soledades y miedos. Vamos a analizar a continuación algunos de estos aspectos negativos: 1.2.a. La realidad virtual como refugio. ¿De qué se refugian en la realidad virtual? De la Soledad, de su no pertenencia. Dice

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Maslow que, una vez superadas las necesidades primarias, el hombre aspira a satisfacer otras necesidades superiores, una de éstas es precisamente la necesidad de pertenencia. Muchos adolescentes están solos y no solamente en el colegio o institu­ to y con relación a un grupo de amigos sino que también están solos en sus casas. Nadie puede dudar de lo positiva incorporación de la mujer al trabajo del cambio y del avance social que supone, pero es necesario plantearnos cómo han compensado las familias este hecho. ¿Está más tiempo el padre en casa con sus hijos? La res­ puesta es simplemente no. No existe compensación y muchos de nuestros adolescentes lo sufren. Internet se ha convertido para ellos en una vía de escape, en un nuevo amigo virtual al que se «pertenece» desde el principio, pero con el que resulta muy difícil hablar de sentimientos. Y quien no habla de sus sen­ timientos se va muriendo poco a poco... Desgraciadamente esta necesidad de pertenencia resulta de­ masiado atractiva y no se les escapa a quienes pretenden diri­ gir a los adolescentes hacia una lista interminable de fines, cuyo punto de coincidencia es alejarles de un modo constructivo de estar en el mundo. Internet reúne muchas de las condiciones, es­ pecialmente las referidas a la universalidad y al anonimato, ne­ cesarias para que esto pueda cumplirse. Y si antes hacía refe­ rencia a lo atractivo del medio, un mal uso, una motivación equivocada al sentarse ante el ordenador, pueden suponer para el adolescente un camino sin salida. 1.2.b. El juego del Rol. Una de las posibilidades que Inter­ net ofrece a través de los juegos de ordenador es la de asumir diferentes roles. Además de aquellos adolescentes que no van más allá de su sentido puramente lúdico y no confunden ficción

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con realidad, existen otros muchos que utilizan este juego como mecanismo de defensa. ¿Defenderse de qué? Fundamentalmente de la insatisfacción que les provoca su realidad personal, motivada en la mayor parte de las ocasiones por una baja autoestima. Los juegos de ordenador ofrecen al adolescente, con unas dosis de realismo propias del mejor Spielberg, la posibilidad de «salir» de su propia realidad, de tener una vida diferente, virtual. Una vida sin frustraciones donde se puede elegir ser héroe o vi­ llano, donde todo es modificable con tan sólo pulsar un botón. El problema surge cuando el adolescente no es capaz de discernir, de separar su mundo real del mundo de ficción y asu­ me como suyos unos valores que no han sido elegidos, situán­ dose a merced de quien no sabemos siempre con qué fines ha creado el personaje. A cambio de participar de estos valores e integrarlos como parte de suyo, el adolescente recibe un conti­ nuo refuerzo a su autoestima, alguien le dice por primera vez lo bien que hace las cosas, aun cuando lo que hace bien sea en­ cabezar un golpe de Estado en un país imaginario, o acumular puntos escupiendo a los viandantes desde una azotea.

I.2.C. Comunicación sin implicación. Una de las caracterís­ ticas que definen hoy a una gran parte de los adolescentes es su tendencia a evitar aquellas formas de comunicación que su­ pongan implicación. Nadie más que ellos son conscientes de la cada vez más creciente «temporalidad» de sus relaciones y por ese motivo, entre otros, se sienten especialmente atraídos hacia formas de comunicación que les permitan ver los toros desde la barrera y donde incluso la comunicación pueda llegar a con­ vertirse en un juego divertido, en un chai

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¿Qué es chutear? Comunicarse, hablar sin verse. Chatear ofrece superar «en falso» el problema de la soledad, permite ocultar una parte fun­ damental de la comunicación como es la parte no verbal, lo que dicen nuestros gestos. El valor de lo que se dice no está ya en el significado de cada una de las frases sino en el número de éstas que pones en jue­ go al mismo tiempo. Lo que realmente importa no es la calidad de la información sino el número de comunicadores que parti­ cipan y la velocidad de la comunicación. El que se queda «fue­ ra» del proceso no es el que peor se comunica o el que no es sincero en lo que dice, sino el que no lo bace con la suficiente rapidez Y lo «mejor» de todo es que basta un ligero golpe de te­ cla para estar de nuevo en otro proceso de comunicación, para continuar en el juego. No tenemos ninguna posibilidad de mantener vivo el dis­ curso sobre lo humano, de proyectar un futuro donde no impe­ ren los valores tecnocráticos, si no somos capaces de conservar puro nuestro lenguaje. El día que El Quijote sea traducido a len­ guaje de signos, pocas cosas tendrán ya sentido. 1.2.d. Desconcierto ético. Según Aristóteles la virtud de una acción está en el término medio. Sus palabras nos sirven para situarnos ante lo que en ética podemos considerar como dos extremos igualmente rechazables: • De un lado, la existencia de un solo criterio ético, una úni­ ca manera de interpretar moralmente la realidad.• • De otro, la existencia de un número «excesivo» de criterios éticos, la exageración de la pluralidad como respeto a la propia autoconciencia.

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1.3.

¿Dónde se sitúan los adolescentes?

En ese desconcierto. Internet es una puerta abierta a la uni­ versalidad ante la que es necesario adoptar una actitud perma­ nente de crítica, de discernimiento de aquellos valores que aportan algo a nuestras vidas y aquellos que nos impiden vivir fieles a un modo humano de entender la realidad. Muchos adolescentes aún no están preparados para saber discernir y más después de haber recibido la continua lección del «todo míe, si m en mi propio beneficio». Están desconcerta­ dos y cada día más alejados de unos adultos que no les ayudan a situarse éticamente en la vida, la pluralidad excesiva les aboca al vacío y por eso reclaman puntos de apoyo. Desgraciadamente, y en Internet ocurre, hay quien vive de este vacío de los adolescentes y por eso la necesidad, sin de­ jar nunca de educar en la capacidad de crítica, de un control institucional riguroso y eficaz de los contenidos de la Red. La otra opción es seguir mirando al futuro con incertidumbre, con miedo.

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LA TELEVISIÓN EN CASA: DE PROTABONISTAS A ESPECTADORES

2.1.

Una forma de aprender a leer el mundo

Es curioso al entrar en una casa, observar el lugar que se le asigna a la televisión dentro de la vida familiar y cómo la dis­ posición de sillas, mesas, sofá o butacas expresan con claridad que es uno de los espacios fundamentales alrededor de los cuales gira la vida familiar.

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Si el coche se ha convertido en el objeto con el que más cla­ ramente nos significamos frente a los demás —la publicidad se ha encargado de asociar a él no sólo el nivel adquisitivo del comprador, sino su carácter, forma de vida, actitudes vita­ les, e tc - la televisión, dentro del mundo de la tecnología, ha pa­ sado a ser un miembro más de la familia y un referente estéti­ co, ideológico y de comportamiento. Los contenidos, persona­ jes y puesta en escena de la televisión son la expresión de cómo entendemos la realidad y cómo nos relacionamos con ella. Por ello, hemos decidido unir el análisis y la valoración sobre este medio a una reflexión sobre en qué consiste para nosotros vi­ vir, qué es y cómo debiera ser la vida para que fuera una buena vida. Analizar la televisión y su relación con ideas, hábitos y comportamientos de niños, adolescentes, jóvenes y adultos im­ plicaría también responder a: • Cómo y para qué vivimos. • En qué mundo vivimos y en cuál creemos vivir. • ¿ La televisión nos ha hecho espectadores, testigos o pro­ tagonistas de la realidad? 2.1.a. Espectadores pasivos. Desde que somos pequeños, los adultos le ceden a la televisión gran parte del tiempo edu­ cativo y de convivencia que les correspondería a ellos. Al apa­ rato le pedimos muchas veces que nos permita un paréntesis sin hijos, o que nos evite la discusión, la pelea que significa edu­ car e interiorizar actitudes. Mientras los niños miran las imáge­ nes, las tareas que les pueden resultar costosas pasan al uni­ verso del inconsciente, convirtiéndose en automatismos que luego es más difícil incorporar como hábitos conscientes (es cu­ rioso que haya tantos niños que no sepan comer si no ven la televisión).

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Lo cierto es que el movimiento de las imágenes, los colores, la música, son lo suficientemente sugerentes como para que el resto de la realidad quede difuminado o borrado para el niño. ¿Para qué buscar fuera si dentro de la pantalla está todo? La te­ levisión no pone límites, ni entiende de tiempos de asimilación o comprensión. Entrega la realidad sin seleccionar. Para vivir sólo basta con mirar. Se busca, además, que todo sea fácil, sen­ cillo y divertido. La duda, las preguntas, la complejidad, la in­ quietud, la reflexión, ya no son necesarias. Todo queda respon­ dido con la contundencia de las imágenes (es curiosa la capaci­ dad para decir la verdad que le damos a los ojos, muy por en­ cima de la que otorgamos no sólo al resto de los sentidos, sino también a la razón). La cuestión es que si todo lo que hay que conocer está ahí dentro, al alcance del mando, ¿para qué moverse? Aprendemos a vivir desde la mirada de otros ojos que seleccionan y analizan para nosotros a cambio de que dejemos de pensar de forma autónoma. 2.1.b. La simplificación de la realidad: fácil, sencillo y diver­ tido. Emoción sin pensamiento. Frente a la pluralidad que apa­ rentemente manifiesta, frente a la cantidad de información que divulga, la televisión, con la ayuda del sistema educativo y de la escasa ambición vital y humana en la que vivimos -que queda reflejada en la organización y uso del tiempo que se hace en las familias—, nos ha empobrecido en el conocimiento que tene­ mos de la realidad, nos ha hecho menos sabios y más frágiles como afirma Postman : «Huxley creía, al igual que H. C. W ells, que estamos inmersos en una carrera entre la educación y el desastre. Por eso escribía continuamente sobre la necesidad de comprender la política y epistemología de los medios de comunicación. Intentaba decir­ nos que lo que afligía a la gente de U n m u n d o feliz no era que

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estaban riendo en lugar de pensar sino que no sabían de qué se reían y por qué habían dejado de pensar.»

Hemos dejado de pensar para, básicamente, sentir. Esta afir­ mación es grave en un adulto, pero en un adolescente implica una situación de indefensión frente a la realidad y frente a sí mismo que se ve agravada por un uso cada vez más pobre y li­ mitado del lenguaje -carecen de palabras para nombrar, para entender qué pasa y qué les pasa—y un bagaje cultural con fre­ cuencia demasiado pobre, limitado a lo grupal y sin confronta­ ción con la diversidad. No es extraño que muchos opten por el aislamiento o por la violencia. En ambos espacios no necesitan dar razones ni encontrar un porqué a lo que hacen. Simple­ mente lo imponen o lo viven a solas. La información sobre la realidad tiene un tratamiento que busca; Frente a

• Emocionalidad • El cómo

*

racionalidad. >

por qué.

• Lo espectacular y aparente sis. Lo simple

esfuerzo del análi­

lo complejo.

• Saberes desunidos y aislados global de la realidad.

una percepción

Este último aspecto nos parece especialmente importante. La televisión como fuente de información y difusión de hechos no ayuda a construir en los espectadores —y por lo tanto tam­ poco en los jóvenes- un pensamiento capaz de percibir la in-

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terrelación entre los hechos económicos, políticos, sociales o ecológicos. Para ser economista basta con saber economía. De las consecuencias de este hecho nos advierte Edgar M o r i n en La mente bien ordenada: «El debilitamiento de una percepción global conduce al de­ bilitamiento del sentido de la responsabilidad, ya que cada uno tiende a no ser responsable más que de sus tareas especializa­ das, así como al debilitamiento de la solidaridad, porque nadie percibe ya su lazo orgánico con su ciudad y sus conciudada­ nos.» La percepción de un mundo aislado y de saberes desintegra­ dos tiene como consecuencias: Incapacidad para enfrentarse a lo complejo. • Tender a eliminar el desorden y la contradicción al igualarlos con el error o la mentira. • La inconsciencia. • No sentirnos responsables de lo que ocurre. • El egocentrismo, individual y grupal. Ese mundo que se nos entrega simplificado, hecho de afir­ maciones que omiten las preguntas o la diversidad, es un mun­ do terminado en el que sólo caben el asentimiento o el recha­ zo, pero no la creación ni la imaginación. El guión es más im­ portante que los propios actores y eso le resta a la vida su par­ te de entusiasmo o incertidumbre. Hablamos de la apatía de los jóvenes, pero los adultos presentamos un mundo en el que las leyes que determinan las reglas de juego sociales no son discu­ tibles porque aparentan proceder de un orden natural superior al propio ser humano. Hemos convertido así uivir en sinónimo

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de adaptación. Y ese cambio de significado sólo puede llevar al vacío, como vaticina Ray B r a d b u r y en Farenheit 415: «-A veces, me deslizo a hurtadillas y escucho en el Metro. O en las cafeterías. Y ¿saben qué? -¿Qué? -La gente no habla de nada. -iOh, de algo hablarán! -No, de nada. Citan una serie de automóviles, de ropa o de piscinas y dicen que es estupendo. Pero todos dicen lo mismo y nadie tiene una idea original.» Formar parte de ese mundo dado significa asumir una ac­ titudes, una estética que, en muchos casos, van ligados al con­ sumo: somos en función de lo que tenemos, exhibimos y com­ pramos. La televisión no desarrolla en el espectador la con­ ciencia de ciudadano sino de consumidor. El problema no es sólo tener para ser, sino que tanto en los espots publicitarios como en muchas series o reportajes, se tiende a omitir el cómo se llegan a conseguir determinados objetos. El modelo que se propone desde la televisión omite el trabajo duro, las dificulta­ des. Las cosas se tienen o no, pero no se alcanzan o conquis­ tan. Voluntad, esfuerzo o sacrificio son palabras que van por lo tanto ligadas al fracaso. No tiene sentido entonces pelear por las cosas. Además, el futuro es sinónimo de frustración. Todo lo que suponga espera lo es, porque el placer, para serlo, tie­ ne que ser ahora en esa entronización que del instante ha he­ cho la publicidad a través de la televisión. Como afirma Neil Po stm an ;

«Un sueño aplazado es un sueño negado para siempre.» En una etapa que abarca desde la pubertad hasta la juven­ tud, los objetos nos evitan una de las relaciones más importan­

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tes a la que todos estamos obligados: la construcción de nues­ tro propio yo, el deber de hacernos humanos. Los objetos nos ayudan a alejar las preguntas y las dudas sobre nosotros mis­ mos y la vida, nos evitan el placer y la inquietud del autoconocimiento, del análisis de nuestros actos y de la autocrítica, porque los convertimos en respuesta. Adquirimos así la identidad desde fuera. Una identidad que nos tranquiliza pero que, al uniformar­ nos, nos niega no sólo nuestra singularidad a nosotros mismos sino también a lo que pudiera y pudiéramos hacer posible si nos arriesgásemos a imaginar y a vivir lo necesario y lo deseado.

2.2.

El mundo que la televisión nos podría enseñar

Con cuánta pasión y entusiasmo hubieran mirado la televi­ sión los ilustrados del siglo xviii. Su afán por la educación, por la racionalidad y el pensamiento crítico, por crear ciudadanos hubiera encontrado en la televisión el instrumento perfecto por su presencia en lugares, culturas, y organizaciones tan hetero­ géneas. A través de ella sería posible construir, desde la diversi­ dad, complejidad y misterio que rodea a todo lo humano, un mundo en el que libertad, fraternidad, igualdad y respeto fueran valores que distinguiesen la vida en el planeta y que convirtie­ sen el azar de existir en un regalo. Nunca, en la historia de la Humanidad, hemos estado ante tal cúmulo de posibilidades técnicas al servicio de lo mejor de nosotros mismos. Por eso hiere la opción que hemos tomado por lo más fácil y lo más mediocre. Los avances tecnológicos no ha ido ligados a un exigente compromiso ético por parte de sus difusores, ni a una forma­ ción del usuario. Por eso no les podemos exigir a los jóvenes y adolescentes lo que los adultos no estamos dispuestos a entre­

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gar de nosotros mismos. Desde nuestra inercia vital les pedimos una madurez, una voluntad y un pensamiento crítico de los que a veces, muchas veces, los adultos no hacemos uso. No pode­ mos reivindicar la imaginación, el compromiso, la palabra, en­ tregando en su lugar silencio o gritos, mimetismo, acción sin pensamiento, incoherencia o inercia. Hablar de adolescentes y jóvenes es hablar de su historia, de los lugares, los nombres, gestos, palabras con que los hemos ido construyendo. Hablar de ellos es hablar de nosotros como adultos con los que crecen, los que les enseñan cómo habitar el mundo. Los mismos que inventamos y hacemos Internet y la te­ levisión, donde tanto buscan, se miran, crean y se acompañan.

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La participación y el compromiso socio-político de los jóvenes Julio del Valle de Iscar Presidente del Consejo de la Juventud de España

RESUMEN La participación es un elemento legitimador de las democracias, pero el ejercicio de la misma no es algo homogéneo sino que se puede dar en diferentes niveles, siendo las instituciones, organizaciones, uno de los múltiples espacios mediáticos. En definitiva, el artículo nos mues­ tra tanto las oportunidades que ofrece la participación como las amenazas y barreras que las Asociaciones deben superar en el cam­ po del reconocimiento social

ABSTRACT Participation is a legitimating factor in a democracy, but the exercise of it is not homogeneous, as it can take place at different levels. So­ cial institutions and organisations are some of the places where this can happen. All in all, this article shows us the opportunities of par­ ticipation as well as the threats and barriers that associations have to overeóme in the context of social recognition.

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La participación es un concepto íntimamente ligado a la idea de un funcionamiento democrático de nuestras sociedades. Es el elemento que sin lugar a duda da dinamismo y vitali­ dad a los sistemas democráticos, ya que sin esta participación vaciamos el concepto de democracia, convirtiendo la misma en una estructura que, aunque formalmente garantiza al ciudadano/a el ejercicio de determinados derechos y garantías, muchas de las veces se convierte en un sistema asimétrico e injusto al servicio de determinados intereses económicos, mediáticos, etc, utilizando las reglas de un perfecto formalismo democrático. Aunque esta reflexión no es nueva, sí hay grupos sociales, como los del movimiento antiglobalización, que apuntan hoy este tipo de denuncias relacionadas con la falta de participación de los/las ciudadanos/as en la configuración por parte de las instituciones internacionales de un determinado modelo de re­ laciones mundiales basadas fundamentalmente en el poder económico y que no dejan lugar para el debate. La participación es un elemento legitimador de las demo­ cracias, aunque no siempre se ha producido tal y como hoy lo conceptualizamos y ejercitamos. Desde la Revolución Francesa, momento en que la democracia es entendida como sistema de protección y garantía de los/as ciudadanos/as frente a un Esta­ do Absoluto, y la participación se reducía a votar y ser votado (aunque no de manera universal, restringiendo según variable de género, ingresos, fam ilia...), el concepto de democracia ha sufrido una evolución que lleva a la formulación actual de De­ mocracia entendida como participación efectiva de todos los/as ciudadanos/as tanto en los cauces formales que se estructuran

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como en la configuración de lo político y social desde otras ins­ tancias intermedias entre el poder constituido y el/la ciudadano/a. Estas estructuras intermedias que canalizan las inquietudes, necesidades y debates sociales, hacen efectiva la participación y es donde la sociedad civil organizada desempeña un papel im­ prescindible. También es evidente que las sociedades democráticamente más avanzadas y con más tradición democrática son las que cuentan con un mayor tejido social, y esa participación es teni­ da en cuenta por los gobernantes a través de diferentes siste­ mas de cogestión y codecisión en gran parte de las decisiones que afectan a la vida cotidiana de sus ciudadanos. Complementando esta idea, las sociedades que han intro­ ducido, más palpablemente, este elemento de democracia participativa cuentan con niveles de protección social, servicios y participación en procesos electorales y bienestar social real­ mente elevados, porque se produce esa relación e identificación del individuo con la marcha general de su sociedad no desde el plano del formalismo sino de la corresponsabilidad democráti­ ca en la construcción de una sociedad más justa y solidaria. El ejercicio de la participación no es algo homogéneo, sino que si partimos del significado etimológico de la palabra parti­ cipación como «tomar parte de algo», existen diferentes estadios según te sitúes en ese «tomar parte de algo». Así, lo podemos entender como la mera presencia o como el compromiso acti­ vo, creyendo que es un fin en sí mismo o un medio para la con­ secución de otras metas (paz, ju sticia...). Vemos que la participación se puede dar en diferentes nive­ les, y claramente debemos apostar por fórmulas que aseguren

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explícitamente el mayor grado posible de implicación y compro­ miso del ciudadano en los asuntos que le sean de su interés. En España nos queda mucho que recorrer en la consecución de esa cultura participativa. Carecemos de un modelo propio de relación entre la sociedad y el Estado, consecuencia de una tra­ dición democrática reciente de tan sólo veinticinco años. Elemos sido capaces de desarrollar determinadas libertades individuales y colectivas básicas, así como todo un sistema de instituciones democráticas, pero todavía no hemos sabido dotarlo de un mar­ co de participación ciudadana que devuelva al individuo esa cuota de poder ciudadano que no se ejercita exclusivamente de­ positando el voto en la urna en los procesos electorales. Debemos seguir democratizando nuestra democracia, para lo cual es imprescindible generar esa cultura participativa utili­ zando todos los instrumentos que tenemos a nuestro alcance. En la escuela hay que educar en la participación y en valores cí­ vicos como punto de partida, ya que las familias, como primer paso de socialización del individuo, carecen también de ele­ mentos y recursos para la participación social. Las instituciones tienen la responsabilidad de dar reconoci­ miento social e institucional al tejido social que promueve y fo­ menta la participación ciudadana, ratificando su capacidad de interlocución con los/as ciudadanos/as y no considerándolo como un ámbito subsidiario del propio Estado para atender ne­ cesidades sociales y asistenciales que éste no quiere, o directa­ mente le sale muy costoso, cubrir a través de políticas públicas de bienestar. El espacio mediático es también un lugar desde el cual inci­ dir de forma que redunde en una mayor participación. Papel que, como muchos otros, no acaba de entender. Muchos de los valores tanto positivos como negativos, se hacen comunes a

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través de los medios de comunicación, por su alcance generali­ zado a toda la sociedad. Las propias organizaciones sociales deberíamos ser capaces de abrirnos a nuestro entorno y salir de la endogamia en la que a veces caemos, así como de redefinir nuestras propuestas y crear espacios mucho más atractivos para el conjunto de la ciu­ dadanía. La población joven no es ajena a este debate, y frente a los que identifican exclusivamente como ciudadanos a la persona adulta y estudian a los jóvenes como ciudadanos en potencia, hay que señalar que muchas veces éstos son capaces de expre­ sar que son miembros plenos de sus comunidades en mayor medida que los adultos plenamente integrados en un entorno político dominado por la apatía, recluidos en el mundo privado. La juventud entendida como proceso de producción del ciudadano se traduce en la adquisición de una serie de recursos imprescindibles para el ejercicio de la ciudadanía que dotan a los individuos de los medios necesarios para convertir sus dife­ rentes capacidades y competencias en predisposiciones para la participación dentro de los asuntos colectivos. La implicación de los y las jóvenes en diferentes contextos participativos supone una fuente de aprendizaje, tanto formal como informal, de los mecanismos de funcionamiento del sis­ tema, de los códigos de comportamiento. Este aprendizaje ciu­ dadano a través de las Asociaciones juveniles que son Escuelas de Democracia, resulta decisivo para formar ciudadanos com­ prometidos y responsables de sus obligaciones con la sociedad. La Constitución Española apuesta claramente por el papel que debemos jugar los jóvenes cuando en su artículo 48 dice que «los poderes públicos promoverán las condiciones para la

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________________________ La participación y el compromiso socio-político de los jóvenes

participación libre y eficaz de la juventud en el desarrollo políti­ co, social, económico y cultural». Hay que saltar todavía bastantes obstáculos que frenan el desarrollo de este artículo, muchos de ellos basados en contra­ valores como la competitividad, el individualismo y el consumismo, que nos da un perfil muy determinado y débil de mo­ delo de participación. Con relación a la participación política, los y las jóvenes creen que la democracia, según las últimas encuestas, que es el sistema en el cual hemos crecido y hemos sido educados, es el mejor de los modelos de convivencia en sociedad y despierta un porcentaje altísimo de adhesiones. Pero cuando analizamos su participación en los procesos electorales, vemos que se abs­ tienen en un porcentaje que multiplica por dos el de sus mayo­ res. Asimismo, observamos algo que se viene repitiendo: el ale­ jamiento de las instituciones, ahora con una mayor virulencia. Quizá sientan que se hace poca política pensando en ellos y que sus problemas más cotidianos, relacionados con la calidad de la educación, el acceso a la vivienda, la calidad y cantidad del em­ pleo, etc, no acaban nunca por estar resueltos y tal vez no ter­ minan de confiar en unas instituciones que no creen en ellos. Es un dato muy significativo que en la legislatura pasada sólo un 1,7 % de los/as diputados/as del Congreso tenía 30 años o menos, cuando el porcentaje de población del total que está en esta franja de edad es el 25%. Esto produce descone­ xión generacional y lleva a considerar la política y los partidos políticos algo del mundo de los adultos donde les es difícil, por no decir imposible, acceder. En cuanto a la participación asociativa cabe destacar que se ha producido una estabilización en el número de jóvenes com­

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prometidos en asociaciones durante la década de los 90, entre un 25% y 30%, aunque por otro lado haya aumentado el nú­ mero de organizaciones que existen actualmente con relación a veinte años atrás. El porcentaje más alto tanto de las aso­ ciaciones como de los/as asociados corresponden a tipologías de las «deportivas y recreativas» seguidas por las «culturales e ideológicas». El porcentaje de jóvenes comprometidos es claramente infe­ rior a la de la mayoría de los países del entorno europeo, de­ bido a las causas que se han señalado anteriormente. Esto nos debe llevar a la reflexión y a la acción conjunta: las Asociacio­ nes, como vertebradoras del tejido social, debemos extender y defender el papel que nos toca jugar, y entre nuestras fundo­ nes, como dinamizadores que damos sentido a la participación, están las siguientes: • Llamar la atención de la sociedad y de los poderes polí­ ticos sobre los problemas o necesidades existentes, de­ nunciando, sensibilizando, creando opinión... • Analizar y controlar la acción de instituciones públicas y privadas evitando abusos y desigualdades. • Promover y ejercitar valores y actitudes propias de una sociedad democrática, como son la solidaridad, la tole­ rancia, la cooperación... • Trabajar en beneficio de la comunidad, dando de una manera colectiva respuesta a las necesidades de nuestro entorno e intentando transformar la realidad existente. En esta idea común de dar cauces de participación, iniciaron su andadura, hace más de veinte años, los Consejos de Juven­ tud, como plataformas de coordinación del tejido juvenil en los diferentes ámbitos territoriales y como verdaderos interlocuto­

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La participación y el compromiso socio-político de los jóvenes

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res de las Asociaciones y los jóvenes con los poderes políticos. Esto supuso un gran avance, puesto que fue un modelo inno­ vador y genuino de relación y sigue siendo referente frente a otras fórmulas mixtas que se han dado en otros sectores y que, a mi juicio, no son auténticos modelos de interlocución de igual a igual, sino más bien organismos consultivos o de legitimación de las políticas del Gobierno de turno. En esta pequeña reflexión sobre las oportunidades que ofrece la participación me gustaría también destacar las amena­ zas y barreras que las Asociaciones debemos superar en el campo del reconocimiento social; de la mejora de nuestra regu­ lación jurídica, fiscal y de financiación; en el incremento asfi­ xiante de la burocratización de los sistemas de subvenciones públicas ya trasnochados y basados en el control de gastos en la ejecución; en el fomento del voluntariado consumista, o en la excesiva regulación del Tercer Sector, que ha llevado a alguna organización a plantear la construcción de un Cuarto Sector alejado de toda fagocitación y servilismo de las Administracio­ nes públicas. La participación social, el Asociacionismo y el Voluntariado Comprometido son un hecho social innegable que va a seguir profundizando en el ejercicio y calidad de nuestra democracia y los valores que representa.

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¡o ín d ic e

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La nueva socialización de los jóvenes: espacios de autoformación María Teresa Laespada Investigadora del Instituto Deusto de Drogodependencias y Profesora de Sociología de la Universidad de Deusto

Sumario 1. Introdu cción.— 2. Dos palabras para entender la im portancia y significado del ocio en las sociedades occidentales.— 3. El ocio en los jóvenes.— 4. Los am igos.— 5. La noche.— 6. El uso de drogas entre jóvenes españoles de fin a l de siglo.— 7. Referencias bibliográficas.

RESUMEN Los jóvenes de este principio de siglo xxj muestran características diferenciadoras importantes con generaciones precedentes. La más llamativa, si cabe, es el modo en cómo administran su tiempo libre y de ocio, así como todas aquellas actividades que se desarrollan en este tiempo. La mayor parte de las actividades de ocio que los jóve­ nes practican las realizan con sus amigos; alejados de los escrutado­ res ojos del mundo adulto y de la mirada paterna, acuden a locales de hostería cuyo público es exclusivamente joven, escuchan música dirigida para jóvenes y utilizan el espacio de la noche para alejarse de un mundo adulto que rechazan o les disgusta. La noche es un momento casi «mágico» de libertad, donde los jóvenes se socializan sin la inñuencia del mundo adulto, sin sus normas y controles, se

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establecen vínculos interpersonales informales con un objetivo pri­ mordial: disfrutar aquí y ahora. El consumo de alcohol y otras sus­ tancias psicoactivas se suele asociar a la noche como vehículo potendador y facilitador de experiencias y sensaciones.

ABSTRACT

Young people ofthe beginning of2V^ century show distinctive characteristics that make them very different from previous generations. Perhaps the most striking one relates to how they spend their free and leisure time, as well as to the activities developed during this time. Most of young people's leisure activities are carried out with their friends, away from the inquisitive eyes of the adult world and of parental control: they go to restaurants whose clientele is exclusively young, listen to music aimed at young people and use the night to hide away from the adult world that they reject or that they dislike. The night is an almost «magic» moment of freedom, where young people socialize without the inñuence ofthe adult world, without their rules and Controls. Interpersonal informal ties are established with a fundamental parpóse: to enjoy here and now. The consumption of alcohol and other psychoactive substances tends to be associated to the night, as an instrument for boosting and facilitating experiences and sensations.

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La nueva socialización de los jóvenes: espacios de autoformación

Durante años los modelos de socialización se establecían fundamentalmente en la familia, como eje fundamental de la estructuración y formación de la persona; la escuela, como el transmisor de las habilidades necesarias para desenvolverse en sociedad; la Iglesia, como directora de los dogmas y valores necesarios, y los amigos, ensayo del funcionamiento social. Tras unos años de crisis, la Iglesia y la escuela se han mostrado inca­ paces de recuperar su poder de influencia socializadora entre los jóvenes, mientras que la familia no sólo lo ha recuperado, sino que se ha situado entre el factor socializador por excelen­ cia al grupo de pares, a los amigos. Los jóvenes de este princi­ pio de siglo buscan en la familia la seguridad y estabilidad que proporciona el hogar paterno, es el elemento seguro en un mundo cambiante y visto como amenazante por los jóvenes, pero debe compartir su puesto con factores que han adquirido una importancia notable en el imaginario juvenil, como son los amigos y las relaciones horizontales, donde los jóvenes buscan los referentes para orientarse en la vida y para identificar su comportamiento social. Desde esta perspectiva se entiende que la mayor parte de las actividades de ocio que los jóvenes practican lo hagan con sus amigos, alejados del mundo adulto y de la mirada paterna. Así, la noche se entiende como espacio exclusivo de los jóvenes; la música, como vía de comunicación y transmisión de senti­ mientos; el uso de sustancias, como elemento transgresor de las normas establecidas; la sexualidad, como comunicación entre la pareja, pero también como un modo de diversión. Todos estos elementos conforman lo que puede llamarse la

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nueva socialización o los espacios de autoformación. La gene­ ración joven que pertenece al cambio de siglo busca en multi­ tud de fuentes la información precisa para construir su modo de entender el mundo. Pero estas fuentes son distintas, diferen­ tes a las utilizadas por generaciones anteriores.

DOS PAUBRAS PARA ENTENDER LA IMPORTANCIA Y SIGNIFICADO DEL OCIO EN U S SOCIEDADES OCCIDENTALES El ocio se nos presenta, a menudo, en las sociedades occiden­ tales post-industriales como un fenómeno nuevo, sin parangón en culturas anteriores y en sociedades en vías de desarrollo. Los enormes cambios habidos en el mercado de trabajo, tanto en el tipo de trabajo que se desempeña como en el modo de realizar­ lo, ha generado la cultura del fin de semana (1) y el tiempo de ocio, lo que ha obligado al hombre a plantearse qué hacer en ese tiem­ po que ya no es tan necesario invertir en esfuerzo para el trabajo. Va apareciendo entonces una incipiente mentalidad ociosa, encaminada a ensalzar las actividades relacionadas con la diver­ sión, el disfrute del tiempo libre. Se tiende a concebir el tiempo de ocio como fin en sí mismo que justifica la dura semana labo­ ral; el trabajo de lunes a viernes se concibe en no pocos casos como una carga impuesta, cuyo único aliciente es tener dinero para disfrutar el fin de semana, FRACTURANDO así el tiempo entre el fin de semana y el fin de semana. (1) Tal y como D. C omas (1996) explica, a finales de los años 70 el concepto de fin de semana no existía. El sábado era para una mayoría de los españoles día laborable y sólo algunos sectores de la actividad comen­ zaron a adoptar lo que se llamaba la «semana inglesa», es decir, trabajar sólo hasta el viernes. El Estatuto de los trabajadores del año 1980 confirmó esta tendencia, al situar el número máximo de horas de trabajo en 40 (por lo que la cuenta es fácil (ocho por cinco). En el año 1996, sólo un tercio de los españoles ocupados trabajaba los sábados — en su casi totalidad pertenecen al sector comercio o servicios públicos.

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_____________________ La nueva sociaíización de los jóvenes: espacios de autoformación

Esta fractura ha provocado una representación simbólica en el imaginario social de lo que es el fin de semana y de lo que es el tiempo de trabajo. El fin de semana se configura como un tiempo compacto, sin fisuras de horarios ni obligaciones, desti­ nado a realizar aquellas actividades que no se pueden realizar en el apretado tiempo de trabajo. Este referente dual, laborables versus fin de semana, disciplina versus libertad, tiempo frag­ mentado versus tiempo indiferenciado, consigue dualizar tam­ bién los comportamientos y las actitudes y establece una doble personalidad social; disciplinado sujeto durante los días labora­ les que contrasta con relajado consumidor durante los fines de semana. Los jóvenes no son ajenos a esta corriente, es más, han sido educados y socializados con estas pautas de actuación, lo que ha convertido al tiempo de ocio en un importante ámbito de socialización donde transcurren gran parte de sus relaciones de amistad o de expansividad social en el sentido más amplio. Se trata de uno de los fundamentales vehículos a través de los cua­ les los jóvenes desarrollan sus propias expresiones sobre esti­ los de vida, el contexto social en el que se les ofrece una opor­ tunidad para desarrollar sus identidades. Además, se convierte en el espacio social en el que deben afrontar la proximidad de la vida adulta, en el que tienen que lidiar con las tareas de des­ arrollo de la adolescencia/juventud y negociar ciertos dinteles de independencia de sus padres. El tiempo libre es un tiempo no normalizado, informal, donde todo parece más flexible, al no estar sujeto a los cons­ treñimientos impuestos por la jornada laboral, por los rígidos horarios de las tareas cotidianas, por los férreos controles a los que estamos sometidos en nuestras actividades «formales» y que se asumen como inevitables. Es el tiempo y el espacio de la libertad, de la libre elección, de la voluntariedad, cuando pueden

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expresar sin condiciones la propia identidad que en otros espa­ cios está imbuida de una fuerte carga de transitoriedad.

EL OCIO EN LOS JÓVENES (2 ) Entre otras razones, las altas tasas de paro que venimos arrastrando desde hace años ha favorecido la creación de una juventud muy dependiente de la economía familiar, una juven­ tud que ha tenido que convertir la categoría de estudiante no en una situación de paso, sino en un estadio cuasi permanente y sinónimo de joven. Por ello, sólo el 22,9% de los jóvenes españoles entre 15 y 24 años trabaja y el 92,5% vive en casa de sus padres. La mayoría vive satisfactoriamente en el hogar paterno-materno y sólo se independizaría si encuentra trabajo y una casa a precio asequible (condiciones ambas difíciles de cumplir la mayoría de la veces y que no se ven satisfechas hasta los pri­ meros estadios de la etapa adulta). Además, los padres no ponen las cosas demasiado difíciles. Estos padres conforman una generación tolerante y comprensiva; los puntos de dis­ cusión más frecuentes con los hijos tienen que ver con cues­ tiones domésticas más que con problemas de disciplina, valores o educación. Los padres se sienten a gusto con los hijos en casa y no ayudan a que los hijos se emancipen del hogar familiar. ¿Cuál es el espacio en que los jóvenes escogen, deciden y se diferencian? Podríamos decir que aquel en que consideran que deben decidir por sí mismos. Este espacio lo conforma de (2) Basado en el capítulo «Actividades no formalizadas de los jóvenes», del libro Jóvenes Españoles, de la Fundación Santa María.

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manera prioritaria el ocio y tiempo libre, los amigos y sobre todo el tiempo de fin de semana. Durante la semana cumplen su rol social y no ocasionan demasiados problemas, pero una vez que llega el fin de semana, los jóvenes consideran este tiempo como único y exclusivo. Demandan la capacidad de decisión sobre lo que tienen o no tienen que hacer en este tiempo y a qué lo van a dedicar. Es en este espacio de tiempo en el que reclaman independencia y libertad para hacer lo que quieran una vez cumplido su papel. Pero veamos esto con algunas cifras. Tal y como puede comprobarse en la Tabla 1, los jóvenes españoles prefieren y practican todas aquellas opciones que implican salir del entorno familiar, salir o reunirse con amigos, lo que viene a corroborar nuestra tesis de que los jóvenes, en una intensa búsqueda de sus propios espacios de socialización alejados de las indiscretas miradas de los adultos, intentan ale­ jarse del núcleo familiar, buscando cobijo en el grupo de igua­ les, en lo que coloquialmente se viene a llamar la «pandilla» o la «cuadrilla», es decir, de los amigos.

LOS AMIGOS Desde el estudio del año 1994 se ha notado un significativo avance de la importancia que se concede al grupo de amigos, indicador evidente de que constituye un espacio privilegiado que ocupan en la socialización juvenil. Los amigos conforman el espacio en el que las relaciones están menos formalizadas, son más horizontales, con todo lo que conlleva de participación de experiencias comunes, muchas veces en un marco no normativizado, con la percepción de vivir en libertad, estar con los suyos, sin tutelas.

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Los amigos cotizan muy alto en el imaginario juvenil, no sólo como elemento clave de la vida, sino también como agen­ te socializador de primer orden, sólo por detrás de la familia. Como agente transm isor de ideas e interpretaciones del mundo, el amigo, el grupo de iguales, supera hoy en España a la escuela, a los medios de comunicación social y a los libros. La mayoría de los jóvenes declara tener muchos o bastantes amigos (63,7%), sólo el 11 % admite tener muy pocos y el 0,5% ninguno. La inmensa mayoría del tiempo libre y de ocio de fin de semana de los jóvenes se estructura con los amigos, y no ten­ dría sentido si no se realiza con el grupo de pares, con la com­ plicidad del igual y con la aprobación o desaprobación de quien se encuentra en un plano de igualdad. A prácticamente el 98% de los jóvenes encuestados les gusta salir con amigos; observamos que la homogeneidad de esta tendencia es aplastante. Otras opciones que tienen lugar fuera del ámbito doméstico y que son claramente del agrado de los jóvenes son viajar, ir al cine, ir a escuchar música en directo e ir a bares o cafeterías, todas ellas con porcentajes de valora­ ción positiva por encima del 90%. Conviviendo armoniosamente con este núcleo de activida­ des se encuentra otro gran nudo que tiene como eje a los medios de comunicación social, pero especialmente la música, así el 97% del total la escucha con asiduidad, la radio la escu­ cha el 92,5% y la televisón es vista por un 92%.

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La nueva socialización de los jóvenes: espacios de autoformación

| (|

Tabla 1. Actividades de ocio de los jóvenes. Diferencia entre actividades que les gustan y actividades que practican habitualmente

Salir O reunirse con amigos Escuchar cintas, CDs

97,3

95,4

19

Viajar (siempre que se pueda)

95,3

80

15,3

Ir al cine

94,1

86,2

7,9

Oír la radio

92,5

89,8

2,7

Ver la televisión

92,2

92,1

0,1 14,6

Ir a escuchar música en directo

91,9

77,3

Ir a bares, cafeterías

90,9

88,8

2,1

85

70,1

14,9

Flacer deporte Ir a discotecas

81,3

77,2

4,1

Leer libros

70,7

67

3,7

Visitar museos, exposiciones

65,4

43

22,4

Hacer cosas con el ordenador

64,1

47,6

16,5

Colaborar en una ONG

57,2

9,3

47,9

Asistir a conferencias, coloquios

35,7

25

10,7

Colaborar en asociaciones religiosas

19,1

8,3

10,8

N=3.853

Fuente:Jovenes españoles 99.

F u n d a c ió n S a n ta M a ría .

La música merece un punto de atención especial. La música articula gran parte de la ocupación del tiempo (libre o no libre) de los jóvenes, así como del presupuesto mensual que manejan los jóvenes. La música puede ser interpretada como un medio de transmisión de ideas y valores entre los mismos jóvenes, tanto las letras de las canciones como la exclusividad de los rit­ mos elegidos hace que la música joven segmente a la población joven de la adulta y a la población joven entre sí. La música, además, es un modo de comunicación de la emotividad, se aso­ cia al mundo sensitivo, a la expresión corporal y a la liberación de sentimientos, cuestiones que son cruciales en la edad juvenil

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María Teresa Laespada

por razones evolutivas. La música facilita la evasión mental, la ensoñación y el absentismo del mundo propio para trasladarse por un momento a situaciones deseadas. Por otro lado, la enor­ me oferta musical existente hace que cada estilo de vida juvenil busque su propio tipo de música e instaure un estilo de música entre jóvenes que reúnen características comunes. Como seña­ la González B lasco (1999: 203), la música se ha convertido en uno de los espacios de socialización clave para la gente joven.

H

LA NOCHE

Quiero detenerme en un punto muy especial del tiempo de ocio de los jóvenes, como lo constituye la noche. Como pode­ mos apreciar en la Tabla 2, prácticamente un 65% de los jóve­ nes españoles salen todos o casi todos los fines de semana. La evolución de los datos de diversas investigaciones marca que los jóvenes salen de noche a edades más tempranas y con una mayor frecuencia. El inicio de las salidas nocturnas se sitúa en las fiestas patronales y en las noches de verano en los pue­ blos y lugares donde los jóvenes disfrutan de sus vacaciones. Durante estas épocas las exigencias de cumplimiento normati­ vo por parte de los padres parece relajarse y es entonces cuan­ do se consiente que los adolescentes con 13 ó 14 años vuelvan a casa más tarde. En muchos casos, y sobre todo en aquellos de edad superior, durante la época de vacaciones invierten el ciclo día-noche, se preparan para salir por la tarde, viven la noche y duermen por la mañana. Cada vez es más frecuente volver al alba, produciendo una transmutación del orden del tiempo adulto, con lo que se crea un espacio privilegiado, propio y casi mágico, de autorrealización con el grupo de iguales: la noche de los jóvenes.

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La noche es el espado de tiempo de las actividades com­ partidas con el grupo de pares, de la complicidad festiva, de reciprocidad clandestina. Se buscan espacios propiamente juve­ niles, huyendo de lo establecido. Por ello, la noche adquiere un carácter mítico y mimético. Es el espacio joven propiamente, donde los adultos no pueden ni deben controlar o introducirse para establecer las pautas de funcionamiento. Es el espacio que ellos mismos crean y donde desarrollan actividades que consi­ deran exclusivas de los jóvenes; es el espacio que se reserva para los amigos, la diversión, la fiesta, intrumentalizados por el alcohol, las sustancias estupefacientes y en unos pocos casos la violencia, la sexualidad, etcétera. Por otra parte, los adultos -dirá González B la sc o - han per­ dido en buena parte la batalla porque los jóvenes vuelvan tem­ prano a casa o no salgan por la noche. Es algo que está ahí y no cabe sino esperar que pase la moda, puesto que su punto álgido se encuentra entre los 18 y 21 años, para después des­ cender. Tabla 2. Frecuencia de salida por las noches los fines de semana, según género y edad TO TAL 99

Género Hom bres M ujeres

15-17

Edad 18-20

21-24

3,5

3,3

3,7

7,2

18

1,8

Con poca frecuencia

12,8

11,8

13,9

18,4

10,2

10,5

N unca salgo

Con cierta frecuencia

18,9

18,1

19,8

21

16,6

19,2

Tod os 0 casi to d o s los fines de sem an a

64,6

66.8

62,3

53,3

71,3

68,3

Sum a salid as

96,3

96,7

96

92,7

98,1

98

N S/N C N F u e n t e : Jóvenes

españoles 99.

0,1

0

0,3

0,1

0,1

0,2

3.853

1.966

1.887

1.188

1.162

1.503

F u n d a c ió n S a n ta M a ría .

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Tabla 3. Hora de vuelta a casa las noches de los fines de semana, según género y edad TO TAL 99

Género Hom bres M ujeres

15-17

Edad 18-20

21 -24

Antes de las 12

6,5

5,3

7,9

17,1

2,2

15

Entre las 12 y la 1

6,9

6,6

7,3

15,2

4,7

2,2

8,2

7,4

9,1

14,1

1,08

15,4

15,8

12,4

11,3

Entre la 1 y las 2 Entre las 2 y las 3

13

4,3

Entre las 3 y las 4

19,8

18,7

20,9

14,9

20,8

22,9

Después de las 4

32,6

24,6

30,5

15,2

39,6

41

No vuelvo hasta la mañana siguiente

11

14,6

7,4

4,4

11,9

15,6

2

1,6

3,3

1.887

1.188

1.162

1.503

NS/NC N

18 38.353

1.966

12

La mayor parte del colectivo total entrevistado regresa a casa después de las cuatro de la madrugada y más de la mitad llega entre las tres y las cuatro, y algo más del 10% no vuelve a casa hasta la mañana siguiente. Si desagregamos estos datos por género, observamos que la diferencia fundamental se encuentra en las catego­ rías de mayor nocturnidad: los chicos llegan a casa más tarde, una buena parte a partir de las cuatro de la madru­ gada, y doblan en porcentaje a las chicas que no lo hacen hasta la mañana siguiente (un 15% de ellos frente a un 7% de ellas). En cuanto a la edad, la tendencia es a regresar al hogar más tarde cuanto mayor es el joven en cuestión; por tanto, con unos mayores niveles de libertad otorgados por sus padres (en el caso de que no estén independizados) y, posi­ blemente, con una hora de salida a la calle también más tar­ día.

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S ....

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EL USO DE DROGAS ENTRE LOS JÓVENES ESPAÑOLES DE FINAL DE SIGLO

El fenómeno de las drogas surgió en España hace aproxi­ madamente 25 años. Esto significa que los jóvenes actuales nacieron y crecieron cuando el uso de drogas comenzaba a extenderse. Euego los jóvenes que actualmente tienen entre 15 y 24 años conforman una generación acostumbrada a convivir con las sustancias, y cuyo uso no es algo exótico, bohemio o signo de modernidad. Elablamos entonces de una generación que conoce muy bien las consecuencias del uso de estas sus­ tancias y de sus efectos. De una generación que ya ha sido objeto, más o menos, de campañas preventivas e informativas. Los más jóvenes entre ellos conforman la generación hija de aquellos que fueron jóvenes en los años 70, años de libertad, de rupturas generacionales y culturales, años de contracultura y de innovaciones. Son aquellos que se iniciaron en los consumos de drogas, siguiendo las pautas establecidas en las Universida­ des norteamericanas. Sin embargo, durante este tiempo el fenómeno ha cambiado y variado de forma notable. Pocas cosas en común tiene el uso de drogas que se desarrolla en la actualidad con el que se pro­ dujo hace 20 años o a lo que derivó tiempo después. Una de las escasas características comunes que presenta es que se trata de un fenómeno de edad, que se produce durante la juventud. Desde principios de los años 80, el consumo de alcohol se ha ido atrincherando en el espacio festivo de fin de semana, convirtiéndose en un fin en sí mismo para muchos jóvenes. Se produce, por tanto, un fenómeno llamativo e importante de resaltar; todo el consumo de alcohol que realiza una persona joven se concentra en unas horas a la semana que, lejos de

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producir un menor consumo de alcohol —menos horas menos alcohol—, condensa el alcohol que antes se consumía distribui­ do en un mayor espacio de tiempo en unas pocas horas y todas seguidas o en un solo episodio. El alcohol ha formado y forma parte del rito iniciático en el paso a la vida adulta de los adolescentes. Se comienza a consu­ mir en las primeras etapas de la adolescencia en un impulso de imitar a sus congéneres mayores, en la necesidad de romper con las etapas adolescentes y marcar distancias con la etapa infantil. Por ello, no es difícil imaginarse que la inmensa mayoría de los jóvenes españoles ha tenido algún contacto con el alcohol. El 86,5% de los jóvenes españoles en algún momento de su vida ha bebido, aunque sea en una sola ocasión, pero son pocos los jóvenes que, una vez probado, mantienen consumos esporádicos u ocasionales, ya que casi dos terceras partes ha consumido o consume alcohol con una cierta habitualidad. Dentro de esta categoría de habituales se encuentran quienes mantienen consumos de alcohol moderados y quienes mantie­ nen consumos de alcohol excesivos, pero, en cualquier caso, son los que utilizan el alcohol habitualmente (Gráfico 1). Gráfico 1. Proporción de jóvenes españoles que ha consumido alguna vez alcohol Nunca Sólo probar

5% Esporádico

6% Habitual

64%

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Ocasional 12%

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La droga ilegal más extendida entre los jóvenes españoles es el cannabis que -al menos- lo ha probado una tercera parte, seguido de la cocaína (7,1%) y de las anfetaminas (5,9%). El can­ nabis es la droga que se consume con más habitualidad, siendo el 14,3% de los jóvenes quienes declaran consumirlo habitual­ mente. Es una sustancia que merece una consideración especial. Gráfico 2. Proporción de jóvenes que han consumido alguna de las siguientes sustancias

Dentro de las drogas ilegales, el consumo de cannabis se halla ampliamente extendido entre la gente joven. El 14,3% de los jóvenes españoles consume o ha consumido habitualmente en su vida, el 6,4% mantiene un consumo ocasional y el 12,7% se ha acercado al consumo, sea que lo ha probado sólo una o dos veces, sea que lo ha probado un poco más, pero no ha seguido con su consumo. En cualquier caso, una tercera parte de los jóvenes ha toma­ do la decisión de probar el cannabis, sustancia de venta ilegal

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aunque de consumo legal siempre que se realice en lugares pri­ vados. La importancia que tiene este dato radica en que la fron­ tera que se establece entre las sustancias legales y las ilegales no es meramente formal, sino también conceptual para el ima­ ginario social. El salto al consumo de sustancias ilegales recibe una doble lectura por parte de la sociedad. Por un lado, para los no consumidores, alejados —por tanto- de la cultura de las drogas, resulta difícil establecer la diferencia entre el consumo de unas u otras sustancias, ya que todas son ilegales y en con­ secuencia malas. Desde el punto de vista del consumidor, exis­ ten diferencias y subculturas que utilizan las sustancias como vehículo de pertenencia a determinados grupos y sectores sociales. Los consumidores de cannabis como única sustancia normalmente quieren marcar de manera destacada la diferencia entre ellos y los demás consumidores de drogas y reaccionan con firmeza ante el etiquetaje de «drogadictos» A pesar de que cada vez más el cannabis es una sustancia legal de fado, quien se inicia en el consumo de drogas se sabe hacedor de una hazaña contraria a los cánones sociales, sabe que está retando a la sociedad y a sus normas y así se autoidentifica. A continuación del cannabis se sitúan todas las sustancias estimulantes, quedando la heroína reducida a proporciones muy pequeñas y difíciles de detectar a través del sistema de encuestas domiciliarias. Las sustancias estimulantes están sien­ do las drogas más utilizadas en este final de siglo, la necesidad de vivir la «fiesta», la «noche», de aguantar el ritmo que se impo­ ne de ocio frenético y compulsivo, de disfrutar a tope, hace que las sustancias estimulantes sean un acompañamiento ideal en determinadas circunstancias. A modo de reflexión final debe decirse que la actividad prin­ cipal en la que los jóvenes utilizan su tiempo libre es salir o

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La nueva socialización de los jóvenes: espacios de autoformación

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reunirse con amigos. Debemos tener en cuenta, además, que esta actividad se complementa perfectamente con otras de signo similar, como son escuchar música en directo e ir a bares y cafeterías. Este núcleo fuerte de actividades de ocio gira indu­ dablemente en la práctica en torno a la noche, como espacio reservado casi exclusivamente para los jóvenes. Durante la noche, ese momento casi «mágico» de libertad, los jóvenes se socializan sin la estricta vigilancia de los adultos, sin sus normas y controles, se establecen vínculos interpersonales informales con un objetivo primordial: disfrutar aquí y ahora. El consumo de alcohol y otras sustancias psicoactivas se suele asociar a la noche como vehículo potenciador y facilitador de experiencias y sensaciones; es así como se explica la introducción del con­ sumo de drogas en nuestro análisis, como sustancias presentes en parte de las actividades de ocio del colectivo, que deben ser tomadas en consideración. En definitiva, la generación de jóvenes que inicia el siglo xxi es una generación marcada por el uso y disfrute del tiempo de ocio en toda su extensión. Como decíamos los autores del Whro Jóvenes Españoles, estamos ante la generación joven con mayores recursos materiales y formativos, con mayores posi­ bilidades de explotación de las capacidades humanas y con los mejores medios para llevar a cabo aquello en lo que creen, y en ello puede incluirse el uso y disfrute del tiempo libre y de ocio. Pero también nos encontramos que una gran parte de la juventud estructura parte de su ocio alejado de este ocio cons­ tructivo y al unísono se dedican al consumo de bebidas alco­ hólicas o de otras sustancias, guiados por la necesidad de expe­ rimentación, de sobrevaloración de lo sensitivo y de una mal interpretada libertad.

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V ielva,

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del

M oral,

N.; Laespada, I ; M artínez Paniagua, A.: El

funcionamiento familiar ante el consumo de drogas de adolescentes no problemáticos.

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(En prensa).

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Género, ¿una realidad silenciada? Alicia Tejeda Sánchez Licenciada en Sociología

Sumario 1. Posicionam iento e identidad: retornando a los orígenes.— 2. El fem inism o en la a c tu a lid a d .~ 3 . El análisis de género.— 3.1 . Sistema sexo-género.— 3 .2 . Roles, espacios y atributos.— 4. Opresión y explota­ ción en el discurso fe m in ista .— 5. Una m irada hacia lo estructural.— 5.1. Violencia de género y crim in alización de la pobreza.— 5.2. La fe ­ m inización de la pobreza y el fem inism o de clase.— 6. La necesidad de abrir nuevos espacios.— 7. Bibliografía.

RESUMEM El concepto de género, en la actualidad, ha sido vaciado de su poten­ cial más político y movilizador (dirigido al cambio social), y se ha convertido en una herramienta de análisis supeditada al feminismo más institucionalizado. Es necesario volver a vincular el término con su origen, el movimiento de base feminista, y con su finalidad, lograr el empoderamiento de las mujeres a través del análisis y la transfor­ mación de las estructuras patriarcales. Si queremos realmente lograr cambios en el orden simbólico, hay que recuperar la base social del movimiento feminista y el discurso de clase. Solamente así podremos recuperar nuestra identidad personal y colectiva y encontrar nuevos espacios de reivindicación y acción realmente transformadores.

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ABSTRACT Nowadays the concept ofgender has heen emptied ofits more poUtical and mobilising potential (aimed at social changa) and has been converted into a tool of analysis subordinated to the most institutionalised feminism. Jt is necessary to go back and link once again the concept to its origins in the grassroots feminism and to its ori­ ginal parpóse: achieve women's empowerment through analysis and transformation of patriarchal structures. If we really want to make a changa in the symbolic level, the grassroots foundations and the class struggle discourse must be recovered. That is the only way to recovar our personal and collective identity and fínd new spaces for demands that really can achieve transformation.

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POSICIONAMIENTO E IDENTIDAD: RETORNANDO A LOS ORÍGENES Escribir sobre género nos lleva a hablar sobre posicionamientos e identidades en primer lugar. Muchas son las mujeres jóvenes que dicen sentirse identificadas con las reivindicaciones feministas, y a pesar de ello, la mayor parte de estas mismas mujeres nunca se definirían como tales. ¿Podemos hablar de género sin hablar de feminismo? ¿Qué relación existe entre género y feminismo? ¿Podemos hablar de conceptos como el de género como categoría de análisis, desvinculándolo de su origen, de un análisis político y estructural? ¿Es posible que el propio desarrollo del término y su institucionalización hayan vaciado de contenido el término y lo que implica? En definitiva, ¿qué es lo que ha ocurrido para que las mujeres jóvenes sien­ tan como suyas reivindicaciones propias de las luchas feminis­ tas y sean tan reacias a identificarse como tales? No es posible desvincular el género del feminismo. El punto de partida del análisis feminista es el concepto de deconstruc­ ción y posterior construcción de la propia identidad. La identi­ dad ha llevado a las feministas hacia debates muy ricos en con­ tenido que tienen que ver con corrientes diferentes, aunque no necesariamente opuestas, como el Feminismo de la Igualdad y la Diferencia, el Movimiento Feminista Negro, el Feminismo de Clase, el Pacifismo (Mujeres de Negro), el Ecofeminismo, Muje­ res Teólogas y Católicas por el Derecho a Decidir, Marcha Mun­ dial de Mujeres Contra la Violencia y la Pobreza.... A continua­ ción voy a hacer un breve recorrido por los aspectos más inte­ resantes que el feminismo nos ofrece hoy y una valoración breve de su situación actual.

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EL FEMINISMO EN LA ACTUALIDAD

El feminismo no ha desaparecido, pero ha conocido pro­ fundas transformaciones. Los éxitos cosechados han provoca­ do una reducción en la capacidad de movilización de las muje­ res en torno a las reivindicaciones feministas. Actualmente, aparte de la labor de los grupos feministas de base (que con­ forman los únicos espacios de concienciación, reflexión y acti­ vismo), ha tomado progresivamente fuerza lo que se denomina feminismo institucional. Las formas son diversas: desde los pac­ tos interclasistas de mujeres a la nórdica (o «feminismo de Esta­ do»), la formación de lobbies o grupos de presión, o la creación de Ministerios e instituciones interministeriales de la mujer, como es el Instituto de la Mujer en España. Todos los feminis­ mos institucionales tienen un rasgo en común: el decidido abandono de la apuesta por situarse fuera del sistema y los cambios radicales. Los grupos de base, el feminismo institucio­ nal, la teoría feminista más la paulatina incorporación de las mujeres a puestos de poder (no estrictamente políticos) y a tare­ as emblemáticamente varoniles (ejército y policía) han mostra­ do claramente el deseo de las mujeres por establecer una democracia paritaria. Esto no significa que se haya conseguido.

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EL ANÁLISIS DE GÉNERO

«El análisis de género es la síntesis entre la teoría de género y la llamada perspectiva de género derivada de la concepción feminista del mundo y de la vida. La perspectiva de género tiene como uno de sus fines contribuir a la construcción subjetiva y social de una nueva configuración a partir de la resignificación de la Historia, la sociedad, la cultura y la política desde las muje­

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res y con las mujeres. La perspectiva de género permite analizar y comprender las características que definen a las mujeres y a los hombres de manera específica, así como sus semejanzas y diferencias. Analiza las posibilidades vitales de las mujeres y los hombres: el sentido de sus vidas, sus expectativas y oportuni­ dades, las complejas y diversas relaciones sociales que se dan entre ambos géneros, así como los conflictos institucionales y cotidianos que deben enfrentar y las maneras en la que lo hacen. La visión de género feminista permite establecer correla­ ciones entre las posibilidades de vida de mujeres y hombres y los tipos de sociedad, las épocas históricas, la diversidad cul­ tural y los modelos de desarrollo en que viven. Es posible ana­ lizar las condiciones de género de las mujeres y los hombres de etnias, religiones, costumbres y tradiciones diversas. El aná­ lisis de género es detractor del orden patriarcal, contiene de manera explícita una crítica a los aspectos nocivos, destructi­ vos, opresivos y enajenantes que se producen por la organi­ zación social basada en la desigualdad, la injusticia y la jerarquización política de las personas basada en el género. El enri­ quecimiento de la perspectiva de género se ha dado como un proceso abierto de creación teórico-metodológica, de cons­ trucción de conocimientos e interpretaciones y prácticas sociales y políticas. Ea diversidad de las mujeres y de las pro­ blemáticas que las han interesado ha encontrado en la pers­ pectiva de género una vía para hacer avanzar sus propuestas y ellas han creado mecanismos institucionales, redes, encuen­ tros espacios, foros, congresos y asambleas; han producido investigaciones y han inventado alternativas y las han difundi­ do en libros, revistas, folletos, vídeos y películas, cintas, discos y todo tipo de creaciones estéticas. Eas mujeres ban compar­ tido sus descubrimientos, comparado y sistematizado su

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experiencia y poco a poco han tejido consensos a las alterna­ tivas» (1). Estas son las palabras de una de las teóricas feministas lati­ noamericanas más importantes de las últimas décadas con res­ pecto a la teoría y a la perspectiva de género. Se despeja por tanto una de las preguntas con las que empezaba este artículo. El análisis de género ha sido el fruto de un largo proceso de movilización, de lucha, de encuentro y reflexión de muchas mujeres y grupos de mujeres que a lo largo del tiempo y el espacio han ido conformando un nuevo sistema de categorías de interpretación de la realidad, y cuya finalidad es el cambio y la mejora de las condiciones de vida de las propias mujeres.

3.1.

Sistema sexo-género

El concepto degenero como categoría de análisis da cuenta de la construcción de identidades sociales que atribuyen carac­ terísticas diferentes a hombres y mujeres. El concepto de géne­ ro se utiliza para diferenciar del de sexo. • Cuando hablamos de sexo nos referimos a las condicio­ nes físicas y biológicas (cromosomas, genitales externos e internos, estados hormonales y características secunda­ rias de sexo) que conducen a determinar el sexo mascu­ lino y femenino. • El género alude a las diferencias social y culturalmente construidas entre hombres y mujeres, y por lo tanto sus­ ceptibles de ser cambiadas, modificadas. El género en las personas se construye, se aprende por el proceso de (1) Lagarde, Marcela:

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Género y Feminismo: Desarrollo Humano y democracia.

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Madrid: Horas y Horas, 1997.

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socialización y por medio de la cultura que brinda una sociedad en particular, en un momento de la historia. En la construcción de la identidad de las personas intervie­ nen diferentes instituciones sociales (familia, escuela, igle­ sia, medios de com unicación...)

3.2.

Roles, espacios y atributos

Bajo estas construcciones culturales de género, mujeres y hombres tenemos en las sociedades distintos roles, espacios y atributos, asignados a lo femenino y a lo masculino. • Se distinguen tres roles: productivo, reproductivo y comu­ nitario. El primero incluye la producción de bienes y ser­ vicios remunerados en dinero o en especie, el segundo se refiere a la reproducción biológica y a todas las activida­ des necesarias para garantizar el bienestar y la supervi­ vencia de las personas que componen el hogar (crianza, educación, alimentación, organización y mantenimiento del hogar, atención y cuidado de las personas que com­ ponen ese,hogar...). Por último, la gestión comunitaria se refiere a todas las actividades que se realizan para apor­ tar al desarrollo o la organización política de la comu­ nidad. Las mujeres, aunque en la actualidad se encuentren desempeñando el triple rol, culturalmente tienen asigna­ do como rol principal el reproductivo, mientras que al hombre se le asigna el rol productivo. La participación de la mujer en los otros roles es desvalorizada frente al hombre. Lo mismo ocurre con la participación del hom­ bre en el rol reproductivo (aunque va cambiando, ha sido poco aceptado culturalmente). La diferente asignación de

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roles ha ido creando brechas entre los sexos y graves desigualdades a lo largo de la historia. • A nivel de espacios la división aparece en cuanto al hom­ bre se le ha asignado el espacio público, mientras que la mujer se ha mantenido recluida en la esfera de lo priva­ do. Esta división crea una serie de limitaciones para ambos sexos, marcando especiales desventajas para la participación de las mujeres en los espacios de poder público. • Por ultimo los atributos también constituyen una fuente de conflictos, pues asignan características estereotipadas a cada sexo, que muchas veces limitan el desarrollo per­ sonal integral como seres humanos. Los hombres deben ser duros, racionales, fuertes..., mientras que las mujeres debemos ser dulces, sacrificadas, em ocionales... Gracias a estos atributos hombres y mujeres juegan con unos juguetes determinados, llevan un tipo de ropa, estudian ciertas carreras universitarias y por lo tanto, van configu­ rando vidas completamente diferentes. Dentro de estas relaciones y como aspecto común a todas ellas, hay que decir que lo femenino ha estado y está subordi­ nado a lo masculino, y por ello podemos decir que el marco general, el sistema patriarcal, es la fuente y el origen de las iniquidades en las relaciones sociales hombre-mujer.

OPRESIÓN Y EXPLOTACIÓN EN EL DISCURSO FEMINISTA

Si contamos con instrumentos y herramientas que nos per­ miten analizar e interpretar la realidad desde nuestros intereses

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y oportunidades para poder cambiarlas: ¿Qué relación puede existir entre el reparto de roles y el descenso de la natalidad tan pronunciado entre las mujeres jóvenes españolas? Paradójica­ mente, España es uno de los países con más baja natalidad del mundo, entonces: ¿Por qué las mujeres jóvenes seguimos man­ teniendo la maternidad y la función reproductiva como la base de nuestra identidad femenina? ¿Por que a la hora de describir los atributos característicos de las mujeres en grupos de discu­ sión y trabajo con gente joven se mantienen los roles y estereo­ tipos más tradicionales? ¿Por qué hemos de seguir hablando de la triple jornada de trabajo de las mujeres jóvenes? ¿Por qué no se reduce el número de mujeres maltratadas y muertas por sus parejas? ¿Por qué se está incrementando alarmantemente el número de mujeres con trastornos en la alimentación, como la anorexia y bulimia? (Comienzan a edades cada vez más tem­ pranas, pero es un problema que afecta a un numero cada vez mayor de mujeres.) En mi opinión, es necesario retomar el discurso en torno a la relación entre opresión y explotación, que tiene que que­ dar clara dentro del movimiento feminista. El concepto de género se ha ido vaciando de su potencial más transformador y se ha ido relegando a un mero instrumento analítico, más institucionalizado y académico que promotor de cambio. Al igual que es imprescindible recuperar la capacidad de movili­ zación y participación del movimiento feminista (con la incor­ poración de las mujeres jóvenes en el tejido asociativo), hemos de retornar a una visión del género más estructural y menos institucional. La opresión es una categoría diferente de la explotación. La primera es cultural y social, genera una situación de discrimina­ ción, abarca a mujeres de diversas clases sociales y puede tener

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efectos económicos de mayor o menor peso. La explotación es un hecho económico y da origen a la división de la sociedad en clases. Existe una relación estrecha de dependencia entre una y otra. La lucha de las mujeres por la consecución de la igualdad de oportunidades en la sociedad es una reivindicación que tiene más de un siglo. Durante todo este tiempo, miles de mujeres han dedicado su vida, sus ideas y su militancia a la consecución de una más justa y más igualitaria para todas nosotras. En la actualidad, el mensaje de que la igualdad ya está conseguida y de que el feminismo es un anacronismo que empobrece la vida de la mujer ha calado en las nuevas generaciones. Las mujeres jóvenes son incapaces de traducir de forma política la opresión y se autolesionan con patologías «perso­ nales» como la anorexia y la bulimia. Entrecomillo lo de perso­ nales porque parto de que la presión sociocultural hacia la esbeltez y la estigmatización de la obesidad se consigue insta­ lar en nuestras mentes de una manera que no es gratuita. La actividad, la interacción con otras personas, va proporcionan­ do simbólicamente, mimbres con los que construir una visión del mundo y de la propia persona. La aprobación externa y el valor cambiante de la persona dependiendo de lo éxitos o fra­ casos que ésta tenga, son los esquemas instalados en nuestra mente y sobre los que construimos el mundo y nos relaciona­ mos en el sistema capitalista. Un modelo de ser humano en el que su valor no dependa de nada externo, en el que se le dé valor a la persona por el mero hecho de existir, en el que los éxitos no determinen nuestro valor, predispondría en mucha menor medida a estos trastornos. Las mujeres, además, conta­ mos con todos los atributos, estereotipos y roles de género que agudizan la presión externa sobre el desarrollo de nues­ tras vidas.

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la

UNA MIRADA HACIA LO ESTRUCTURAL

5.1.

Violencia de género y criminalización de la pobreza

El concepto de maltrato ha pasado en los últimos años a tener una valoración moral negativa, pero esto no ha hecho que disminuya el propio maltrato, sino que ha cambiado sus conse­ cuencias. A pesar de la cantidad de millones de pesetas inverti­ dos en campañas de información sobre el maltrato a mujeres no ha descendido el número de mujeres agredidas ni asesina­ das, sino que ha aumentado. Las raíces del problema debemos buscarlas en unas relaciones de convivencia basadas en el dominio y la subordinación, en lugar del respeto y la igualdad; en la educación en determinadas ideas y valores sin ningún tipo de fundamento racional; en la asunción de los roles que la sociedad nos determina como mujeres, en el poder económico y su preponderancia en la sociedad... Todo esto choca clara­ mente con las aspiraciones de una mujer cada vez más prepa­ rada, que se ha ido incorporando al trabajo, de manera que el hombre ha dejado de monopolizar los ingresos económicos familiares, con lo que su supuesta superioridad se ha derrum­ bado. Las mujeres asumimos la violencia estructural del propio sistema patriarcal como un hecho individual y no como un hecho social, colectivo. La violencia no es sólo represiva —malos tratos- sino que también es reflejada y transmitida en los nive­ les de precariedad, inestabilidad e inseguridad laboral. Desde el orden social vigente se facilita la desviación de la agresividad provocada por la frustración en el mundo público hacia el mundo privado. La dependencia económica es una de las cau­ sas de que las situaciones de maltrato se perpetúen. El modelo de explotación patriarcal-capitalista ha negado históricamente a

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las mujeres el derecho de convertir su trabajo asalariado en una vía de autoafirmación y autonomía, transformando el trabajo asalariado de las mismas en un instrumento al servicio de las necesidades fluctuantes de mano de obra que caracterizan al capitalismo. Por tanto, la violencia contra las mujeres no es una cuestión privada sino social y sus causas hay que buscarlas en factores ideológicos, sociales y económicos. Quiero ampliar el punto de la violencia estructural mencio­ nando un estudio que recientemente se ha publicado, en torno a la presencia de mujeres gitanas en prisión [Informe Barañí (2)]. El estudio hace hincapié en dos aspectos que criminólogas feministas han observado: la justicia selectiva y la criminalización de ciertos grupos de personas, no se basa en sensaciones subjetivas, sino que está basada en realidades sociales que se están estudiando y poniendo de relieve. En el estudio que voy a comentar se visualiza una situación profunda de discriminación contra las mujeres gitanas. Estas mujeres sufren una triple dis­ criminación, basada en su clase social, su origen étnico y su género. Según el informe Barañí, en la última década el número de mujeres presas en las cárceles españolas se ha multiplicado por ocho, llegando a ser casi 4.000 mujeres respecto a la población penitenciaria total. España es el país europeo con mayor tasa de reclusión femenina. La representación de las mujeres gitanas en las cárceles españolas puede llegar a ser veinte veces mayor que su presencia en la sociedad. La mayoría de la población gitana española vive en una situación de pobreza y un porcentaje importante en una situación de extrema pobreza. Hay que denunciar este proceso de espiral, de exclusión, criminalización y encarcelamiento de un número desproporcionado de mujeres (2)

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E quipo B arañí: Proyecto Barañí.

Mujeres gitanas y sistem a penal.

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Madrid: Metyel, 20 0 1 .

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gitanas en el Estado Español, que afectan no sólo a este colec­ tivo de cerca de 1.000 mujeres, sino al grueso de la población gitana y, en última instancia, al conjunto de la sociedad espa­ ñola. Estas mujeres son la punta del iceberg de problemas pro­ fundos, aun no resueltos, frente a los cuales la respuesta repre­ siva resulta ineficaz y genera, además, efectos tremendamente destructivos para las personas, las familias y la comunidad. Me gustaría resaltar alguno de los datos más significativos de la realidad de las reclusas gitanas, obtenidos a partir de la encuesta realizada por el equipo Barañí; • En cuanto al número; Alrededor del 25% de las mujeres presas son gitanas. • Respecto a la edad: Alrededor del 38,7% de las reclusas gitanas son mujeres jóvenes, entre 25 y 31 años. • El nivel de instrucción; Un 59,8% de las encuestadas son analfabetas o analfabetas funcionales, tan sólo un 6,5% tiene graduado escolar. • Responsabilidades familiares: El 87,3% de las presas gita­ nas son madres, es decir, tienen cargas familiares.

5.2.

La feminización de la pobreza y el feminismo de clase

Si hay alguien que se pueda asociar a la miseria son las mujeres. Miseria en sus múltiples sentidos, no sólo a nivel eco­ nómico, sino a nivel cultural, social, político, laboral... El viejo debate sobre si el feminismo debe ser o no un «feminismo de clase» ha quedado aparcado completamente desde que las cla­ ses sociales dejaron imilagrosamente! de existir tras la caída de la URSS.

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El feminismo de clase habría priorizado, por encima de la condena, al sistema patriarcal dominante en gran parte del Ter­ cer Mundo, la condena sistemática del ajuste estructural impuesto por el Banco Mundial y por el Fondo Monetario Inter­ nacional. Estos organismos son los causantes de la creciente pobreza, la reducción de los servicios públicos (gastos sociales, educación y salud sobre todo) y como consecuencia, de la acentuación de una situación, que según parece, no capta lo más mínimo la atención del feminismo occidental actual. Es un sistema basado en la usura, la injusticia y la insolidaridad. Un sistema que no puede generar más que marginación y exclu­ sión social, fomento de la xenofobia, el racismo y las luchas étnicas. Un sistema basado en las relaciones de género patriar­ cales que anula los derechos de las mujeres, de las personas jóvenes, ancianas y emigrantes. Un sistema en el que junto a la disminución dramática del empleo y el aumento de la exclusión, se producen altos niveles de concentración del capital. «Quere­ mos emanciparnos, queremos liberarnos, pero desde un punto de vista económico. Enfrentándonos aisladamente a la desigualdad sexual no resolveremos los problemas asociados con el estado de dependencia económica de la mujer ni su exclusión del poder político» (3) (Ángela D avis ). A las complejas interconexiones entre opresión económica, sexual y cultural no es en absoluto ajeno Occidente. La pobre­ za en el mundo crece, y la pesada carga de esta «economía del genocidio» recae desproporcionadamente sobre las mujeres, especialmente sobre el creciente número que encabezan los hogares, quienes gestionan la miseria y la supervivencia. Es la exclusiva orientación de su capacidad y disponibilidad hacia la

(3 )

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Da vis , Ángela: Women, Random House, 1 9 9 0 .

Race and Class.

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New York,

1981.

Women, Culture and politics.

Nueva York,

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familia, en los mejores años de su vida, lo que empuja inexora­ blemente a las mujeres a un empobrecimiento progresivo, que hace crisis al menor incidente. La pobreza es multidimensional y múltiples son sus manifestaciones: desnutrición, ignorancia, falta de vivienda, analfabetismo, emigración forzada, prostitu­ ció n ... (datos para ilustrar la situación de la mujer en el mundo pueden encontrarse en el Informe del Programa de Naciones Unidas para el desarrollo del año 1995).

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LA NECESIDAD DE ABRIR NUEVOS ESPACIOS

No es posible silenciar la situación. La realidad estructural sigue funcionando y repitiéndose a sí misma, porque el mundo simbólico androcéntrico continua inalterable. Por eso, debemos «retomar la subversión, la crítica al poder patriarcal, a la lógica de la dominación. Hay que darle a este espacio un contenido de cambio radical de la sociedad y no de integración de una deter­ minada "perspectiva de género" a un modelo económico, social y político global que nos oprime y segmenta...» (Marta Fontenla y Magui Belloti) (4). «Hemos de crear un nuevo orden simbólico, y eso pasa por el proceso de auto significarse. Lo que hacemos las mujeres puede ser significativo y valioso, sea igual o no a lo que hacen los hom­ bres, pero depende de cómo lo hagamos. Se crea orden simbóli­ co con el modo de vivir, de hablar, de amar, de relacionarse, de trabajar, de ejercer el poder o de crear...» (Victoria S endón de L eón) (5). (4) F ontenla, M., y B elloti, M.: Feminismo y Neoliberalismo. ATEM. Buenos Aires. S endón de L eón , Victoria: ¿Qué es el feminismo de la diferencia/’ Una visión muy personal. Mujeres en Red, otoño 2000. (5)

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La sensación de rebeldía contra lo establecido comienza en la adolescencia de igual manera en varones y mujeres. Antes que incorporarnos en instancias caducas y reproductoras de toda una serie de valores machistas, las mujeres debemos recu­ perar y crear nuevas formas de relación. Es necesario el debate sobre los valores y sobre cómo debe ser una ética que nos per­ mita avanzar en el camino hacia otra sociedad, donde veamos el carácter colectivo de los problemas morales, que más nos planteamos las mujeres. Las feministas italianas de la Rivolta femminile (6) mantienen que la ley del hombre nunca es neu­ tral, y la idea de que resolver a través de leyes y reformas gene­ rales la situación de las mujeres es descabellada (de nada sirve que las leyes den valor a las mujeres si éstas de hecho no lo tie­ nen). Ligadas a la liberación del plano simbólico de la mujer, y volcadas en la autoestima femenina, están diversas prácti­ cas entre mujeres como el «afñdamento» (en castellano «sororidad»). En el plano económico la economía debe ser vista dentro de un enfoque global para que las actividades económicas satisfa­ gan, no sólo las necesidades materiales, sino también las socia­ les y espirituales (cuidado, comprensión, participación, identi­ dad, creatividad...) El trabajo masculino en el mercado a menu­ do es consecuencia de la producción conjunta y no del esfuer­ zo individual. Una gran parte del trabajo masculino no sería posible si las mujeres no permanecieran en el hogar cuidando a los hijos e hijas y realizando las tareas domésticas. Será pre­ ciso sobre todo que los hombres asuman una mayor parte de la carga de trabajo en el hogar y la comunidad. El cambio real pasa por compatibilizar en un plano de igualdad la vida profe­ sional y la familiar, de modo que se produzca un cambio real en (6) C olectivo Librería

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I

de

M ujeres

de

M ilán ;

Docum entación Social 124 (2001)

No creas tener derechos.

Horas y Horas, Madrid, 1991.

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Género, ¿una realidad silenciada?

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la organización de la jornada del tiempo de trabajo y cambios en el desempeño de los roles tradicionales desempeñados den­ tro del bogar (reparto de tareas, asunción de la paternidad por parte del género m asculino...). Hay que visualizar los temas de debate y discusión que ahora mismo se están realizando en la teoría feminista (necesi­ dad de teorizar y volver a los orígenes del análisis de clase femi­ nista, para abarcar esa realidad estructural) y sobre todo las diferentes voces y actuaciones que se están llevando a cabo a lo largo y ancho del mundo por los movimientos de mujeres. En la metodología de trabajo que se plantea desde la acción-refle­ xión-acción es necesario compartir, en espacios de socializa­ ción diversos, todas las reflexiones, para poder ir contrastando opiniones y argumentos, y enriquecer con el aporte de muchas compañeras el feminismo que vamos construyendo día a día, desde muy diversos ámbitos. Alzar nuestra voz públicamente es un medio de empoderarnos, y tenemos claro que no tiene sen­ tido el hacerlo de forma individual, ni con herramientas vacías, sino que tiene que partir de una reflexión conjunta, para ir tejiendo una red que abarque a cuantas más mujeres mejor, que nos dé fuerza para ir cambiando las estructuras en las que vivi­ mos y poder crear un mundo más justo. «Porque siento ganas de decirle al mundo que existo, que vivo, que aquí estoy, que me vean y me ayuden a decir lo que pienso, quiero y sueño para mí, para mi hija, para las demás mujeres y para los hombres tam­ bién... No me quedaré con las ganas.» (Carmen C umbiens)

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wT> índice Alicia Tejeda Sánchez

B

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Feo ,

220

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Nuestros jóvenes y la sexualidad Fernando dei Castillo Palma Director de FSH.

Sumario 1. Introdu cción.— 2. Evolución psicosexual — Tareas y retos.— 2.1. Identidad sexual. 2 .2 . O rientación del deseo.— 3. Un estudio estadístico en la Com unidad de M adrid.— 4. Conductas sexuales y prevención.— 5. La necesidad de una nueva concepción en la educación afectivo-sexual— 6. Bibliografía.

RESUMEN En la juventud emerge el impulso de la sexualidad con toda su fuer­ za y se encauza la vivencia de la misma. En esta estapa de su evolu­ ción psicosexual necesitan respuestas en estas cuestiones y se encuen­ tran con un vacío en el mundo adulto. La educación afectivo-sexual sigue siendo una asignatura pendiente. En este artículo se presentan sobre una base de 8.392 cuestionarios datos que revelan esta necesidad en nuestros jóvenes, así como la incidencia de unos talleres de educación afectivo-sexual A sí mismo se pone de manifiesto que existe una clara relación entre estabili­ dad familiar y la disposición a mantener relaciones sexuales pre­ coces.

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Fernando del Castillo Palma

También se reñexionan sobre la prevención, planteando el «sexo seguro» no tanto como un método sino más bien qué razones y pro­ puestas hay para un sexo responsable e inteligente. Finalmente se plantea la necesidad de una nueva concepción en la educación afectivo-sexualy se proponen orientaciones para un modelo educativo.

ABSTRACT The sexual desire emerges with all its forcé during youth and its experience is integrated. Young people need to have answers in these matters during this period of their psycho-emotional development and find emptiness in the world of adults. The emotional and sexual education is still an unresolved matter. This article shows us, on the evidence of 8,392 questionnaires, this need among our youth, as well as the impact of workshops for the emotional and sexual education. In the same way the clear connection between family instability and the tendency towards precocious sexual activity is also brought to light. A reñection on prevention is also made, raising the question o f «safe sex», not so much as a method, but more as reasons and propasáis for responsible and intelligent sex. Finally the need for a new conception in the emotional and sexual education is brought up and some directions for an educational model are suggested.

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Nuestros jóvenes y la sexualidad

1 2

INTRODUCCIÓN

Nuestros jóvenes pasan en el colegio muchas horas para educarse en diferentes asignaturas con el fin de prepararse mejor para ejercer una profesión y destacar en una sociedad cada vez más competitiva. Pero ¿cuánto tiempo dedican a pre­ pararse en aquello que realmente decidirá la felicidad de sus vidas: el amor humano? La educación afectivo-sexual, a pesar de los esfuerzos de la transversal en el plan educativo LOOSE que ha intentado cubrir un espacio que antes estaba reducido a la asignatura de Ciencias Naturales, sigue siendo una asigna­ tura pendiente y los padres siguen sin afrontar tal cuestión decisiva en la vida de adolescentes y jóvenes. Somos seres sexuados y la sexualidad, como la afectividad, el carácter o la personalidad, es un aspecto esencial de la per­ sona, de la cual no se puede prescindir si queremos tener y proporcionar una educación integral. La sexualidad humana es

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un todo que abarca aspectos biológicos, psicológicos, sociales, éticos, culturales... siendo una realidad positiva, que puede con­ ducir a la persona hacia el crecimiento y la realización personal en el amor. Sin embargo, si es vivida de forma disgregada, puede destruir a la persona, siendo así causa de experiencias insatisfactorias que defraudan, embarazos precoces, abortos, sida, etc. Es precisamente en la pubertad, adolescencia y juventud donde emerge con fuerza el impulso de la sexualidad y donde se encauza la vivencia de la misma. Antes de pasar a un análi­ sis de cómo lo viven los jóvenes, veamos algunos de los cam­ bios importantes que se producen en esta etapa.

EVOLUCIÓN PSICOSEXUAL — TAREAS Y RETOS El cambio psicológico más profundo que se produce por los conocidos cambios físicos y hormonales, y que comienzan en la adolescencia, es la aceptación de la nueva imagen corporal. El muchacho comienza a mostrarse sin previo aviso agresi­ vo, inoportuno, incoherente y desafiante, tiene cambios bruscos de humor, pasa de la euforia a la depresión, de la simpatía al rechazo. Mienten con facilidad, justifican hechos impensables, surgen fuertes tensiones entre los hermanos y se proyecta fuera de la casa. La chica vive la pubertad generalmente en una dimensión más íntima y afectiva. Se inquieta por su imagen y le encanta contemplar su propio crecimiento, que le produce un senti­ miento de insatisfacción: es la época de los complejos. Se sien­ te más frágil y débil y necesita sentirse acogida, reacciona con frecuencia a través del llanto.

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Nuestros jóvenes y la sexualidad

12

Ambos han de enfrentarse a estereotipos de belleza. Los medios de comunicación social y publicidad imponen un ideal estético utilizando modelos que responden a un canon de belle­ za corporal. El adolescente que vive con ansiedad y vergüenza los cam­ bios de su cuerpo se encuentra frente a estos estereotipos en franca desventaja. El acomodarse a los estereotipos se relacio­ na positivamente con: mayor popularidad, mayor seguridad en sí mismos, autoconfianza, mayor implicación en relaciones heterosexuales. Es característica común de ambos el repliegue sobre sí mis­ mos, viven una angustia profunda: ¿seré normal?, ¿me pasarán sólo a mí estas cosas? Dentro de su grupo de iguales son importantes las diferen­ cias cronológicas de desarrollo. El desarrollo temprano parece resultar ventajoso en los chi­ cos, que asumen los cambios como signo de virilidad y de nue­ vas posibilidades en sentido positivo, ya que reciben mensajes reforzantes obteniendo la consideración y el aprecio de ios demás. En las chicas las diferencias no son tan marcadas, siguen creciendo con mensajes llenos de temor («¿qué estropea un buen día? La regla») que pueden acrecentar una acti­ tud negativa hacia la menstruación y una visión de la ferti­ lidad como error o enfermedad que hay que «curar» con píldoras, dispositivos, cirugía..., y en el mejor de los casos al­ go desconocido que no se puede amar, de ahí la impor­ tancia de introducir en la enseñanza programas de educa­ ción para la salud sobre autoconocimiento de la fertilidad femenina.

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225

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2.1.

Identidad sexual

Si bien la identidad sexual queda establecida mucho antes, un cuerpo de chico con una estructura poco masculina o uno de chica con una estructura poco femenina puede hacer que los compañeros les traten entre risas y gracias haciendo que vivan de forma conflictiva su identidad sexual.

2.2.

Orientación del deseo

En la adolescencia, a diferencia de la infancia, la masturba­ ción (es fácil y supone una gratificación inmediata) es utilizada en muchas ocasiones para descargar tensiones o liberarse de determinadas ansiedades. Va acompañada de fantasías que hacen referencia a objetos o personas externas, por lo que adquiere cierto carácter relacional pendiente de reelaborar. Este primer momento de repliegue narcisista, puede ser seguido de otro de homosexualidad transitoria, y cuando el púber sale de sí mismo, lo que hace es fijarse en los iguales, los que son como él, la fuerza de los lazos afectivos con las perso­ nas del mismo sexo (es la época del amigo de alma), las curio­ sidades, atracciones y juegos sexuales pueden hacerles sentir preocupados respecto a su orientación sexual. Es otro momento del que hay que salir, abriéndose a lo más difícil, a lo diferente, descubriendo la reciprocidad, la heterosexualidad y consiguiendo que el «nosotros» de chicos y chicas se multiplique en la gran pandilla. Es el tiempo de los «amores pla­ tónicos», de los flechazos, donde la fuerza del grupo les hará sentirse más libres y será un refugio ante los posibles conflictos con los adultos.

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Nuestros jóvenes y la sexualidad

1 2

El joven lucha por ser independiente, pero las dudas y la inseguridad crea en ellos graves conflictos, protesta por todo y manifiesta una serie de exigencias, como salir de casa, disponer de dinero propio, vestir a su gusto, elegir sus amigos y moda­ les despectivos. Durante todo este proceso es importante realizar una edu­ cación integral, dentro de un trasfondo valorativo en el que la sexualidad va siendo descubierta como una dimensión que es preciso aceptar, comprender, orientar e integrar en la línea de la realización y maduración de la persona. Aquí se podría encontrar la posibilidad de prevención de muchos problemas sexuales.

i UN ESTUDIO ESTADISTICO EN LA COMUNIDAD DE MADRID La Fundación Solidaridad Humana lleva más de ocho años realizando una importante intervención educativa en esta fase del desarrollo, intentando formar a adolescentes y jóvenes en el auténtico sentido del amor y la sexualidad con sus talleres de educación afectivo-sexual. El taller sobre afectividad y sexualidad que ofrece la Fun­ dación Solidaridad Humana consta de cuatro sesiones, apo­ yadas en materiales audiovisuales (vídeo, transparencias, dia­ positivas, tríptico, cuestionarios...) y un contrastado método pedagógico, que partiendo de las dudas e inquietudes de los alumnos, desarrolla de forma interactiva y cercana contenidos esenciales de la experiencia afectivo-sexual. A continuación se ofrece a los alumnos que lo deseen una orientación persona­ lizada, donde los jóvenes pueden hablar de forma más per­ sonal y privada

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Este programa está también avalado por la experiencia que a lo largo de estos años se ha realizado en más de 300 aulas, llegando a una población cercana a los 12.000 jóvenes entre 13 y 18 años, fundamentalmente de la Comunidad de Madrid. En los últimos cuatro años se han recogido de forma siste­ matizada las evaluaciones que los alumnos hacían de los talle­ res y de su propia vivencia. Todo ello da como resultado una base de datos con 8.392 cuestionarios de evaluación. Este número supone una proporción y representación más que notable de la juventud española, por lo que los resultados obte­ nidos en los estudios pueden reflejar aquello que nuestros jóve­ nes piensan en torno a estas cuestiones. En el siguiente Gráfico están el número de alumnos visita­ dos en cada año y la distribución por edades de esos alumnos. Gráfico 1.

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Nuestros jóvenes y la sexualidad

1i

Gráfico 2. 2.171

En los Gráficos 3 y 4 están representadas la distribución por sexo y por curso académico. Gráfico 3.

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Gráfico 4.

Para evaluar la realidad en que viven, hemos diseñado entre otras estas preguntas «La comunicación con mis padres es pro­ funda y sincera», «La comunicación con mis amigos es profunda y sincera» y «He recibido educación afectivo, sexual en casa».

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Nuestros jóvenes y ia sexualidad

1 2

Hemos constatado todos estos años que el curso en el que las relaciones con los padres se vuelven más difíciles es 1° de bachiller (16-17 años). Como podemos ver la educación afectivosexual en la familia sigue siendo la asignatura pendiente en muchos hogares. Los padres no se atreven a hablar de estos temas con sus hijos, y los niños aprenden por su cuenta, en el vis a vis, en lo que ven en los medios de comunicación o lo que le proponen determinadas revistas y programas de radio. Casi siempre una información sesgada. La familia debería ser el marco natural en el que el adolescente (desde su primera infancia) reci­ biera educación e información afectivo-sexual. Sólo así, cuando llegue el momento de la pubertad y adolescencia tendrá claros ciertos criterios básicos. Por desgracia, no nos encontramos con esto en la mayoría de los casos y muchas veces tenemos que empezar a construir desde muy abajo, desde conceptos muy básicos. Así, por ejemplo, para un adolescente que no ha vivido el amor de pareja entre sus padres, resulta muy difícil vincular la sexualidad al amor ya que no sabe lo que esto significa. A continuación presentamos una Tabla comparativa de los alumnos visitados en el presente año con los de otros años.

Estos talleres han sido muy positivos para mi formación

7,6

7,6

7,5

8,3

Se han contestado todas mis inquietudes

6,7

6,9

-

-

Este tipo de cursos son muy interesantes en los colegios e institutos

8.8

9

8,4

8,7

Mi formación en amor, comunicación y sexualidad era ya completa

6

5,6

5,7

6,7

La comunicación con mis padres es profunda y sincera

5,9

5,9

5,3

6,8

La comunicación con mis amigos es profunda y sincera

7,7

7,7

7,3

8,4 (Sigue)

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(Continuación) 1999 2000 1998 2001 n~3506 n -2 6 5 2 n -1470 n -1 00 3

He recibido educación afectivo-sexual en mi casa

4,9

4,9

4,9

Para mi crecimiento personal la sexualidad debe ir unida al amor

8,1

8,1

8,3

Me enrollaría con un chico/a aunque no sintiera amor o enamoramiento por él/ella

4,4

4,3

He mantenido relaciones sexuales completas

12,4%

10,7%

Tendré mi primera relación sexual sólo cuando mi relación de pareja sea madura y estable Creo en el matrimonio Pienso que la gente se casa con la debida preparación

7,6

7,5

Í 7 Í Í |

8,3

6,1

5,2

í

7,9 3,9

7,9%

14,1%

_

4,6

Wfíli

i

5,2



Hemos visto que en los últimos años se está produciendo una mayor banalización de la sexualidad entre los adolescentes. Esto lo constatamos en el contacto con los alumnos, y fiel refle­ jo de ello es la pregunta «Me enrollaría con alguien hacia quien no sintiera amor o enamoramiento hacia el/ella», en la que esta­ mos constatando un aumento progresivo de la posibilidad de así hacerlo, un 56% de alumnos contestan entre 5 y 10 (de una escala de 1-10) en el presente año. Obviamente son más chicos que chicas los que piensan así, aunque luego en las orientacio­ nes personalizadas hemos visto que realmente la mayor parte de los adolescentes podrían en un momento determinado «enrrollarse» con otro/a sólo para «pasar un buen rato» o para ver si así «pasa algo más y salimos juntos». Este año también hemos constatado un ligero descenso en la valoración del matrimonio, que aunque sigue siendo alta, ha descendido con respecto a otros años. Otro dato es el aumento de relaciones sexuales precoces. En sí el porcentaje ha aumentado con respecto a los dos años pre­ vios, aunque lo más preocupante es que se ha reducido bas­

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Nuestros jóvenes y la sexualidad

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tante la edad media para la primera relación sexual. Mientras que otros años la mayoría de los jóvenes que visitábamos esta­ ba entre los 16-18 años, este curso hemos acudido en su mayo­ ría a adolescentes de 3.° y 4.° de la ESO con una edad media de 14-16 años. Con respecto a este tema hemos encontrado una rela­ ción significativa entre la estabilidad fam iliar y el porcen­ taje de relaciones sexuales completas. Así (este año en­ tre alumnos de 3.° 4.° de la ESO, 1.° y 2.° de bachiller) en fam ilias cuyos padres están casados y viven juntos el por­ centaje de chicos que han mantenido relaciones sexuales completas es de 9,50 %, mientras que en familias con padres separados encontramos una media de 25,24%. (Ver Tabla adjunta)

SITUACIÓN PADRES/RELACIONES SEXUALES COMPLETAS RELACIONES SEXUALES COMPLETAS RELACIÓN PADRES Padres casados

Niimero

NO

5.536

9,50%

90,50%

Padres separados

511

25,24%

74,76%

Ha fallecido alguno

269

18,59%

81,41%

* Están incluidos alumnos desde 1.° de la ESO hasta 2 ° de Bachillerato.

Viendo la Tabla por cursos de las relaciones sexuales se observa algo interesante: En 3.° de la ESO, esto es, en los más jóvenes, el porcentaje de relaciones sexuales es mayor en niños huérfanos, seguidos después de los de padres separados. Se puede intuir que en una edad más joven el impacto emocional es más fuerte que después, de tal manera que buscan un refugio afectivo mayor cuanto más jóvenes son.

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POR CURSO 1

CU RSO

S IT U A C IÓ N D E L O S P A D R ES

Padres casad o s 3.° ESO

Padres sep arado s Ha fallecido alguno Padres casad o s

4.° ESO

Padres sep arado s Ha fallecido alguno Padres casad o s

l.° Bach.

Padres separados Ha fallecido alguno Padres casad o s

2.“ Bach.

N ú m e ro

R ELA C:iO N E S S E X U A L E S C O M P L E T A S

1.282 129 61 1.270 113 69 1.492 164 54

llIiiiilillW

1.144

Padres separados

75

Ha fallecido alguno

66

En los demás cursos son los niños de padres separados los que más alto puntúan en las relaciones sexuales. Pero en l.° de Bachiller la diferencia en cuanto a la precocidad de las relacio­ nes sexuales (32,93%) es todavía más marcada con respecto a los otros dos grupos (padres casados, 9,38%; padres fallecidos, 11, 11% ). Analicemos ahora los tres Ítems; «La comunicación con mis padres es profunda y sincera», «Creo en el matrimonio» y «Tendré mi primera relación sexual sólo cuando mi relación de pareja sea madura y estable», y su relación con el curso y con la situación familiar.

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Nuestros jóvenes y la sexualidad

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MEDIAS (escala de 1 a 10) R E L A C IÓ N P A D R E S

Están

Están

Ha faíleci-

casadc)s

separados

do alguno

La com unicación con mis padres es profunda y sincera

7 ,3

7 ,8

5 ,8

Creo en el matrimonio

8 ,9

8 ,7

7 ,0

Tendré mi primera relación sexual sólo cuando mi relación de pareja sea madura y estable

1 ." E S O (4 3 8 a lu m n o s )

8 ,4

8 ,8

6 ,0

La com unicación con mis padres es profunda y sincera

7 ,0

5 ,8

6 ,3

Creo en el matrimonio

8 ,8

7 ,9

8 ,2

Tendré mi primera relación sexual sólo cuando mi relación de pareja sea madura y estable

7 ,6

7 ,0

5 ,2

2 .° E S O (5 7 2 a lu m n o s )

3 .° E S O (1 .4 7 2 a lu m n o s )

La com unicación con mis padres es profunda y sincera

6 ,0

5 ,6

5 ,9

Creo en el matrimonio

8 ,0

6 ,9

7 ,0

Tendré mí primera relación sexual sólo cuando mi relación de pareja sea madura y estable

7 ,7

7,1

6 ,9

La com unicación con mis padres es profunda y sincera

6 ,0

5 ,5

5 ,9

Creo en el m atrimonio

8 ,0

6 ,9

7 ,0

Tendré mi primera relación sexual sólo cuando mi relación de pareja sea m adura y estable

4 .° E S O (1 .4 5 2 a lu m n o s )

l.°

B ach. (1 .7 1 0

a lu m n o s )

7 ,7

7,1

6 ,9

La com unicación con mis padres es profunda y sincera

5 ,7

5 ,8

4 ,5

Creo en el matrimonio

8 ,0

7,1

8 ,2

Tendré mi primera relación sexual sólo cuando mi relación de pareja sea m adura y estable

6 ,3

5 ,0

5 ,6

La com unicación con mis padres es profunda y sincera

5 ,7

6 ,4

5 ,6

Creo en el m atrimonio

7 ,7

6 ,4

8 ,0

Tendré mi primera relación sexual sólo cuando mi relación de pareja sea m adura y estable

6 ,6

6 ,3

7 ,2

2 .° B a c h . (1 .2 8 5 a lu m n o s )

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| 235

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De nuevo aparece el fenómeno del impacto de la muerte del padre/madre en los chicos más jóvenes. En l.° de la ESO pun­ túan dos puntos por debajo de los otros dos grupos (casados, separados) en los tres ítems: su comunicación familiar es peor, su creencia en el matrimonio menor y están más dispuestos a tener una relación sexual sin que se dé una estabilidad y madu­ rez en la pareja. Este último punto todavía se acentúa más en 2 ° de la ESO (5,2 de media en una puntuación de 1-10). Parece que la necesidad afectiva es tan grande que tienen un deseo de rela­ ciones sexuales llamativo. A partir de 2 ° de la ESO la separación de los padres parece afectar a la comunicación familiar. Hasta 1.° de Bachillerato los chicos parecen estar más distanciados de sus padres que los de los otros grupos. Sin embargo se da un cambio fuerte en 2 ° de Bachillerato: aquí son los hijos de los separados los que tienen la mejor comunicación con sus padres. Las hipótesis para este cambio pueden ser muy variadas e interesantes y podrían ser tema para una investigación profunda. ¿Tienen ahora la sufi­ ciente madurez para entender los problemas de sus padres y eso les hace sentirse cercanos? ¿Se convierten en refugios afec­ tivos para sus padres al establecer más una relación de adulto a adulto?, ¿o probablemente una mezcla de ambas cosas? ¿Es esto saludable? En cuanto a la creencia en el matrimonio se ven más afecta­ dos los niños de padres separados. A partir de 2 ° de la ESO puntúan más de un punto por debajo de los casados y también por debajo de los de padres fallecidos. La disposición para una relación sexual precoz sigue siendo mayor en los más jóvenes de padres fallecidos, siendo sin embargo claramente superados por los de padres separados a partir de 1.° de Bachillerato.

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Nuestros jóvenes y la sexualidad

Mi form ación en am or y sexualidad es/era completa

TOTAL Me en ro llaría con alguien hacia el que no sintiera am or o enm oram ient

Tendré mi prim era relación sexual sólo cuando mi relación de pareja sea m adura y estable

TOTAL Para mi crecim iento personal la sexualidad debe ir unida al am or

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En los dos últimos años hemos intentado evaluar de forma más precisa la eficacia de nuestros talleres. Queríamos saber si aquello que les decimos y aquello que queremos transmitirles deja huella en ellos y de alguna forma cambia su forma de entender la afectividad y su expresión sexual. Para ello, en el Cuestionario previo introducíamos algunas preguntas de las que luego se incluirán en el Cuestionario final. De esta forma, si hubiera una diferencia en la puntuación final con respecto a la previa significaría que su concepción a cerca de lo expresado en las preguntas habría cambiado. De este modo, presentamos la diferencia en la pun­ tuación media que se dio entre las preguntas del Cuestiona­ rio previo (pasado dos semanas antes de los talleres) y el Cuestionario final. Las diferencias nos muestran la eficacia de los talleres y los cambios actitudinales derivados de los mis­ mos. Así en la primera pregunta, «Mi form ación...», el descenso en la puntuación final revela que los talleres les han aportado conocimientos que antes no tenían. Un descenso en la segunda, «Me enrollaría...», puede mos­ trar una mejor valoración de la sexualidad. En la afirmación «Tendré mi primera relación sexual sólo cuando mi relación de pareja sea madura estable» existe, como vemos, una notable diferencia de algo más de un punto, lo que nos indica que después de los talleres son más capaces de vin­ cular más fuertemente la sexualidad con la madurez afectiva dentro de la pareja. En la pregunta «Para mi crecimiento personal la sexualidad debe ir unida al amon> ese gran cambio nos indica que conse­ guimos vincular aún con más fuerza ambos conceptos.

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Nuestros jóvenes y la sexualidad

CONDUCTAS SEXUALES Y PREVENCIÓN

Preocupantes siguen siendo la prevención de ETS (Enferme­ dades de Transmisión Sexual) y del embarazo precoz. Ea propia OMS (Organización Mundial de la Salud), muy consciente de esta problemática, sugiere cuatro posibles actitudes o compor­ tamientos de prevención ante la realidad de la relación sexual completa de riesgo: 1.

Abstenerse de mantener relaciones sexuales.

2. Si no es posible lo anterior, limitar las relaciones sexua­ les a parejas estables y mutuamente fieles. 3. Si tampoco se acepta esto y no se tiene seguridad total sobre el estado de salud del otro, usar preservativo. 4. Se debe informar con absoluta objetividad y evitar a todo trance involucrar ideologías o política en estas cuestiones (1). Parece claro que el mero uso del preservativo (punto 3) no es la panacea, aunque da la impresión de ser la única política preventiva en la que se insiste en reiteradas campañas, tanto en vallas publicitarias como en radio y TV en estos últimos años. Nos preguntamos si estas campañas -meramente informativas y no educativas—habrán producido otro efecto contrario al que se buscaba: potenciar el uso y la práctica del sexo y, por tanto, el número de posibilidad de fallo, y con ello el número de con­ tagios y de embarazos entre adolescentes. Debido a esto, cabría ser más prudente e incidir más en polí­ tica educativa y no sólo preventiva, para no caer en esta para­ doja de alentar las prácticas sexuales y al mismo tiempo espe­ rar que se tomen medidas preventivas. (1) OMS: documento EB89, inf. Doc. 2 de 2-1-92.

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¿Qué se entiende realmente por sexo seguro, sólo un método, un sistema, o más bien razones, propuestas por lo menos como las de la OMS, comportamientos y alterna­ tivas que propagan un sexo más responsable e inteligente? «Es mucho lo que nos jugamos», y como curiosamente se decía en una de las campañas, «es divertido, pero no es un juego».

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LA NECESIDAD DE UNA NUEVA CONCEPCIÓN EN LA EDUCACIÓN AFECTIVO-SEXUAL

Padres, profesores... educadores sienten preocupación a la hora de abordar estos temas de la Comunicación, la Afectividad y la Sexualidad. Los medios de comunicación ejercen su pode­ rosa influencia entre los chicos y no siempre afrontan el asun­ to de manera seria. Ahora bien, hay que desmitificar la idea de que «ofreciendo educación sexual se incite y promueva la curiosidad, acelerando el comienzo de las experiencias sexuales. Lejos de esto, aquellos países que han incluido la educación sexual en sus currículums presentan tasas más bajas de embarazos no deseados y de enfermedades de transmisión sexual. Esto nos indica que una adecuada educación sexual ayuda a tomar decisiones más res­ ponsables y aumenta la calidad de vida. Si consideramos que la educación afectivo-sexual no con­ siste únicamente en la mera transmisión de información, sino que fundamentalmente implica la reflexión de nuestra forma de vivenciarnos, tanto individual como socialmente, entenderemos que es imposible no hacer educación sexual, ya que con cada gesto, caricia, comentario, mirada, silencio... estamos educando» iAsexórate, 13).

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Nuestros jóvenes y la sexualidad

Es legítimo favorecer aquellas elecciones más positivas en orden a la salud de cada persona y de la propia comunidad humana reforzando la voluntad individual en orden a abando­ nar un comportamiento de riesgo o no practicarlo. Las coordenadas sobre las que pensamos debería basarse este modelo educativo son: • La educación afectivo-sexual debe establecerse en los centros de educación públicos y privados. • Esta educación debe adelantarse e implementarse a una edad más temprana, pues al producirse la madurez sexual antes el chico está capacitado reproductivamente, sin ser capaz de dominar con su voluntad su instinto, y esto le hace vulnerable a la gran cantidad de estímulos sexuales que recibe del ambiente. • Esta educación afectivo-sexual deberá ser acorde con el momento evolutivo de cada edad y con el desarrollo psicosexual propio de los diferentes Estados. • La información deberá ser veraz, científica e imparcial. • Se deben dar a los adolescentes y jóvenes pautas de con­ ducta y sobre todo la capacidad de reflexión crítica sobre los distintos comportamientos sexuales y sus implicacio­ nes sobre la salud propia y de los demás. • Deben potenciarse los valores de la crítica, al autoconocimiento, el autocontrol y el respeto por los demás y el amor, como componentes esenciales de cualquier con­ tacto sexual propiamente humano.• • Al diseñar una educación afectivo-sexual hay que tener en cuenta que la sexualidad humana presenta diversos

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componentes que no se deben disociar. Sin una com­ prensión integral de estos componentes, la vivencia sexual se transforma en meramente genital-erótica. • Es conveniente potenciar aquellos modos de vida que sean más saludables para la mejora de la salud y la cali­ dad de vida de una comunidad. • Se hace necesario un modelo pluridisciplinar en el ámbi­ to educativo del adolescente que implique a padres, pro­ fesores, profesionales de la salud, expertos en sexualidad humana, y organismos públicos. • En una sociedad plural y libre como es la nuestra, donde conviven diversos modos de entender la sexualidad, cual­ quier intento de elaborar un programa integral de educa­ ción afectivo-sexual tendrá siempre un componente esencial de respeto y fomento de una concepción saluda­ ble de la sexualidad y la personalidad. La definición de sexualidad saludable de la OMS nos parece una buena base común: «La salud sexual es la integración de los elementos somáti­ cos, emocionales, intelectuales y sociales del ser humano sexual, por medios que sean positivamente enriquecedores y potenciadores de la personalidad, la comunicación y el amon>. (OMS. Ginebra, 1974.)

BIBLIOGRAFÍA C arramiñana, Concepción, y otros: La Sexualidad Mágica. Sobre la Educación Sexual en el contexto familiar y de pareja. Jaca: Proyecto

Oroel de Salud, 1997.

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Nuestros jóvenes y la sexualidad

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D el C astillo, Femando; T omillo , Nieves: Amor y Sexualidad. Madrid:

Fundación Solidaridad Flumana, 1995. (Vídeos y guía.) D el C astillo, Fernando; T omillo , Nieves: Educación positiva e integradora de la sexualidad humana y el amor. En: Curso de Formación

para agentes de pastoral. C. Episcopal Española. Madrid, 1998, págs. 48-71. López G arcía, M.*' Luisa: Educación afectivo-sexual. Planteamiento inte­ grado e interdisciplinar y veinte unidades didácticas. Madrid: Narcea, S.A./MEC, 1995. L ópez Sánchez, Eélix: Educación sexual de adolescentes y jóvenes.

Madrid: Siglo XXI de España Editores, 1995. L ópez Sánchez, Eélix; Euertes, Antonio: Para comprender la sexualidad.

Navarra: Verbo Divino, 1994. L ucisano, Antonio; Di Piltro, M.^ Luisa: Sexualidad humana. Madrid:

San Pablo, 1994. O raá Baroja, Roberto: Educación Sexual. Asexórate, Boletín de Infor­ mación Sexología, n.° 13, págs. 1-2. Priego, Tomás; Puerto, Cosme: Comprender la sexualidad. Madrid: San

Pablo, 1995. V ico P einado, José: Liberación sexual y ética cristiana. Madrid: San

Pablo, 1999.

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Acompañando los procesos de emancipación de las personas jóvenes. Claves para la reflexión y la acción María Jesús Martínez Rupérez Responsable del Programa de Juventud de Cáritas Española

Sumario 1. Algunas observaciones que nos sitú a n .— 2. ¿De qué jóvenes estamos hablando? 2 .1 . Colectivos que Cáritas acompaña en sus procesos de em ancipación. 2 .2 . Situación en la que se encuentran. 2 .3 . Personas irrepetibles con sus propias capacidades y recursos.— 3. Claves para la reflexión y la acción con las personas jóvenes. 3 .1 . Algunos riesgos para repensar y evitar. 3 .2 . En nuestro com prom iso con las personas jóvenes, soñamos 3 .3 . Niveles de nuestro com prom iso con las personas jóvenes.— 4. Referencias bibliográficas.

RESUMEN Este artículo pretende ofrecer una visión del tipo de acompañamien­ to que está realizando Cáritas con las personas jóvenes con quienes trabaja, apoyando y asesorando sus procesos de emancipación per­ sonal y social Para ello nos encontramos con un primer apartado de observaciones e interrogantes que facilitan el marco de la reñexión

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del resto del artículo, una descripción del colectivo de personas jóve­ nes que solicitan ayuda y asesoramiento a Cáritas y de algunas de las situaciones en la que se encuentran, para descender en el tipo de necesidades y por tanto, de propuestas y claves metodológicas y edu­ cativas que se proponen.

ABSTRACT This article pretends to offer us a general visión ofthe kind ofconstant support that Caritas is giving to theyoung people it works with, encouraging and giving advice in their personal and social emancipation processes. For this parpóse, First we find a section with observations and questions that help us understand the Une ofthought in the rest of the article, then we find a description of the group of young people that seeks support and advice from Caritas, and also a description of some ofthe situations they find themselves in, finally to go into their specific needs, and into the respective methodological and educational propasáis and keys that are suggested.

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ALGUNAS OBSERVACIONES QUE NOS SITÚAN «La juventud es un hermoso sueño sobre cuyo esplendor los libros derraman un polvo enceguecedor. ¿Llegará acaso el día en que el sabio ligue la alegría del conocimiento con el sueño de la juventud? ¿Llegará el día en que la Naturaleza se transforme en maestra de la persona, la Humanidad en su libro de texto y la Vida en su escuela? El verdadero fin gozoso de la juventud no podrá realizarse hasta que llegue ese día. Nuestra marcha hacia la eleva­ ción espiritual es demasiado lenta, porque hacemos poco uso del fuego de la juventud.»

Kahlil G ibran

Sin muchas abstracciones que a veces nos nublan la vista y nos confunden, con sólo mirar alrededor acompañad@s por el agudo sentido común, podemos apreciar con facilidad las difi­ cultades con las que nos encontramos. Ante un planeta en bús­ queda de armonía, los seres humanos nos estamos convirtien­ do en expertos alentadores del desequilibrio, sustentado en la globalización del sistema (neoliberalismo), que impone la explotación, exclusión y marginación de las personas, colecti­ vos y pueblos; en definitiva, la unidimensionalidad del ser (ali­ neación desde los grupos dominantes e imposición del pensa­ miento único) a través de los instrumentos del poder (FMI, Banco Mundial, OTAN, medios de comunicación...). El programa de juventud quiere iniciar el camino, en esta nueva etapa de la historia que le toca vivir, planteándonos pre­ guntas que nos faciliten una lectura crítica de qué está pasan­ do; qué se esconde detrás del concepto «juventud», quiénes son y dónde están, cómo viven o dejan vivir a las personas jóvenes en los barrios y los pueblos, qué necesidades e intereses tienen, qué buscan, qué sueñan, qué aman; pero también qué historias

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soportan-heredan de sus progenitores, tanto de sangre como de especie, qué realidades subyacen tras la magnitud de los problemas globales y locales que en la actualidad tanto dolor están causando. Por ello, Cáritas ha de estar especialmente atenta para dis­ cernir cuál es la misión en el compromiso con las personas jóvenes, y no ser cómplice de la situación actual de desequili­ brio. Acaso debamos insistir más en la reflexión de nuestros objetivos y en la organización lúcida de nuestras actuaciones. Y sin olvidarnos de reconocer quiénes somos las personas que estamos en los proyectos y cómo nos situamos en ellos y especialmente cómo nos podemos posicionar personal, colecti­ vamente y como institución, para que desde nuestro ser, hacer y saber, no seamos una parte más del problema y sí de la solu­ ción, pudiendo acompañar-nos en los procesos de crecimiento, los nuestros y los de l@s jóvenes, individual y como grupo y de cada comunidad, compartiendo nuestro destino. Este documento tiene vocación de equipo, con la permeabi­ lidad y flexibilidad que ha de caracterizarnos, por ello está abier­ to a la reflexión colectiva, a los aportes de otras realidades, a la búsqueda de nuevos interrogantes y análisis que nos permitan nuevas formas de comprometernos. El primer interrogante que me acude es: ¿en nuestros pro­ yectos de juventud que estamos priorizando, son suficientes los medios disponibles para conseguir los objetivos que nos hemos planteado o las personas y sus procesos? En el primer caso, probablemente el acento se ponga en los instrumentos, los fines, las subvenciones y otros apoyos financieros; en el segundo, el centro es la persona joven y sus necesidades e inte­ reses particulares.

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El segundo interrogante, ¿qué tipo de objetivos nos plan­ teamos? Aquellos que mantienen y/o reproducen la estructura de injusticia y desigualdad, que facilitan el entretenimiento de la cultura sin compromisos, o por el contrario, objetivos que lle­ gan al fondo de la raíz, que nos ponen al límite, lugar al cual acudir para estar con y compartir con las gentes (en este caso jóvenes) a las cuales queremos acompañar, puesto que en el límite, desplazadas-excluidas, están las miles de personas que subviven al margen, en las múltiples formas de empobrecimien­ to y marginación. Pero para ello hemos de haber hecho un análisis del con­ texto y sus múltiples variables, ¿desde dónde realizamos este análisis? Toda realidad local ha de estar situada en contextos más globales, porque vivimos en un mundo en el que todo está interrelacionado. Comprender y analizar la realidad desde esta perspectiva global nos ayuda a explicarla mejor y nos facilita modos de actuar más acordes con esta visión ampliada. ¿Hasta dónde estamos dispuest@s a llegar? Nos limitare­ mos a estar (no-ser) como meros reproductores vegetativos del guión impuesto, cumplir con nuestro papel-trabajo según los cánones establecidos, estipulados en la cadena de formaciónproducción, desde la sumisión, la desidia y cotidianidad-como­ didad de la jornada laboral, sin más horizonte que ganarse la vida (que no vivirla). Siendo cómplices de la clonización del ser (el nuestro propio incluido y el de las personas jóvenes con las que trabajamos-moldeamos, perpetuando el estar, para nunca llegar a ser), y la colonización de la especie en la «Gran Orfan­ dad de la Globalización» (la última y post-moderna secta auspi­ ciada por el neo-liberalismo ), o por el contrario, subvertiremos el sistema globalizante y asumiremos nuestro compromiso con la vida, con la especie, con el ser, siendo responsables (hábiles en responder), convirtiéndonos en directores de nuestra pelícu­

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la, acompañando a estos jóvenes sus-nuestros guiones, desde la diversidad de sus-nuestras existencias y la igualdad de susnuestras esencias. Y lo último, y no por ello menos importante, ¿qué ponemos en juego en nuestras reflexiones, saberes, quehaceres, seres, sue­ ños...? Una utopía cuyo horizonte oriente la reflexión y la acción de nuestro compromiso con la vida, con nosotr@s mism@s, que devenga en un acompañamiento vital con/para las personas jóvenes en el camino hacia sí mismas, sendero ineludible que re­ andamos , conscientes o no, cada instante de nuestra vida.

¿DE QUE JÓVENES ESTAMOS HABUNDO? 2.1. Colectivos que Cáritas acompaña en sus procesos de emancipación En una investigación realizada en el Programa de Juventud de Cáritas Española (noviembre 2000 - junio 2001), para cono­ cer los proyectos de juventud de la Institución, hemos identifi­ cado las necesidades más urgentes que presentan el colectivo de las personas jóvenes. Son dos los sectores implicados en el programa donde Cáritas está trabajando, el primero de los mis­ mos en especial situación de vulnerabilidad, donde se encuen­ tren varios grupos, y el segundo sector que hace referencia al voluntariado joven: l.“ Sector: Personas en situación de desventaja social

• Las chicas y chicos adolescentes, entre los 13/14 y los 16 años, procedentes de contextos socioculturales deprimi­ dos, tanto en zonas rurales y urbanas. Por ley, hasta los

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16 años han de estar obligatoriamente escolarizados, en este contexto podemos señalar dos situaciones, una, aquell@s chic@s con importantes retrasos en el nivel académico, con dificultades por seguir el ritmo del resto del grupo, y con sentimiento de frustración por sentirse «los señalados del aula», pero que permanecen escolari­ zados, aunque el nivel de asistencia al instituto sea míni­ mo; otra, aquell@s que han desistido y abandonado, pro­ duciéndose el absentismo escolar. • Las personas jóvenes de pueblos y ciudades en situación de desventaja social y económica. Entendiendo por joven, como criterio general, las edades comprendidas entre los 16/18 y los 30 años, aproximadamente. • El colectivo de chicas, especialmente si pertenecen a co­ lectivos inmigrantes o gitanos, es una realidad doblemen­ te excluida. 2.° S ector: Personas

jóvenes voluntarias

• Las personas jóvenes, tanto en zonas rurales como urba­ nas, que se acercan a la Institución en busca de espacios donde reafirmar y compartir su compromiso cristiano, militante y/o solidario.

2.2.

Situación en la que se encuentran

En la investigación anteriormente mencionada hemos reco­ gido una descripción en detalle de las necesidades que los equi­ pos educativos detectan en el sector de jóvenes con quienes están trabajando, así nos encontramos con el siguiente aparta­

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do, que nos permite una visión panorámica de las dificultades y deficiencias más desatendidas. En este punto, hacemos una especial llamada de atención para no quedarnos en las nomen­ claturas o las etiquetas que «colocamos», con los consiguientes prejuicios o estereotipos, que sesgan y estigmatizan a las per­ sonas con quienes estamos creciendo, viviendo, disfrutando y compartiendo sus/nuestros aprendizajes. También se incluye otra sección con las necesidades más urgentes en cada sector mencionado. El colectivo de adolescentes en situación de desventaja social, además de vivir un proceso de socialización difícil por sus orí­ genes, se encuentra en una etapa del ciclo vital evolutivo donde le son propias la búsqueda, la exploración, el inconformismo, la rebeldía, el aprendizaje por ensayo-error, el desborde o la falta de contención emocional, situaciones todas ellas que afectan a su mundo interior y a las relaciones con l@s otr@s. Las personas jóvenes en situación de desventaja social, que se encuentran con experiencias carenciales y privadas de estí­ mulos, derivadas de las situaciones de pobreza y marginación que han vivido desde la infancia, debido a distintas proble­ máticas familiares, de marginación y falta de infraestructuras de los barrios y pueblos, procesos escolares interrumpidos, escasas perspectivas de futuro, etc. Pero también hemos de señalar que es una etapa vital con características propias y facilitadoras de aprendizajes, como el inconformismo, la rebeldía, la continua exploración, la búsqueda, el sentido de justicia, etc. Ambos colectivos, salvando las diferencias por los distin­ tos ciclos vitales en los que se encuentran, viven con algunas de las dificultades y necesidades que a continuación mencio­ namos.

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D ificultades:

• Dificultad de análisis de la vida real, de su propia situación. Su ámbito se reduce al entorno más cercano. Les cuesta autoafirmarse como personas con capacidades y recur­ sos propios. Dificultad para re-crear su propia historia desde la independencia y autonomía personal, por la imposibilidad de obtener un espacio-vivienda donde desarrollarla, debido a la falta de recursos económicos propios. • Dificultades en el clima relacional de la unidad familiar de la que forman parte. Inestabilidad de las relaciones. • Dificultades en las familias. La situación laboral y/o ocupacional de la unidad familiar está relacionada con la pre­ caria situación económica. • Deficiencias afectivas y relaciónales. Debido a la escasa afectividad, a las muestras de cariño recibidas en la fami­ lia, los escasos contactos táctiles, visuales, lingüísticos entre padres e hij@s, la falta de figuras de apego incon­ dicional. • Deficiencias ocupacionales. No saben ocupar de forma positiva su tiempo libre, que es muy amplio, agravándo­ se con la dificultad de encontrar trabajo. La calle se con­ vierte en un espacio de referencia vital. • Situación social. Deterioro de los vínculos sociales y de las relaciones con el entorno, que generan frustración y des­ vinculación, bien por la insumisión a los valores y cos­ tumbres al uso (desidentificándose con los modelos esta­ blecidos), o bien por todo lo contrario, una identificaciónsumisión de los mismos, pero con imposibilidad de

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adquirirlos y/o desarrollarlos, llegar a «vivirlos» (por coyunturas específicas de carencias socio-económicas o de desarraigo socio-cultural). • Situación cultural Cuando pertenecen a colectivos étni­ cos, suelen tener problemas con la legalización de sus papeles, problemas derivados del idioma (en el caso de no tener como lengua materna el español) y dificultad de adaptación al medio y a los valores imperantes del con­ texto, con relaciones sociales fuertes entre su comunidad pero no con el entorno, a veces esta situación se une a las actitudes de rechazo de la mayoría. • Situación laboral En muchas ocasiones con dificultades para encontrar su primer empleo, por la falta de cualificación y/o experiencia, obviamente difícil de adquirir con este prerrequisito. En el caso de conseguir un trabajo, temporalidad de los contratos, contratos en precario, en prácticas. Mayor incidencia de esta coyuntura en las mujeres. • Situación económica. Insuficientes ingresos, y cuando se producen suelen ser por temporadas, debido a la realidad de las personas jóvenes en el mercado laboral. A la vez, su búsqueda de identificación y su vivir al día, unido a la escasa formación para administrarse sus recursos econó­ micos, les hace vulnerables al monstruo de la publicidad, quedando atrapados en el consumo cotidiano de forma compulsiva, que marcan su trayectoria posterior en la sociedad neoliberal, introduciéndose en la espiral de «necesidad-producción/consumo-insatisfacción». • Situación sanitaria. Enfermedades, dependencias a tóxi­ cos, minusvalías.

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N ec esid a d es :

• Necesidad de un clima social adecuado. Donde se sientan aceptados y valorados como personas, esta aceptación incondicional les motive para continuar con su proceso de crecimiento personal. • Necesidad de una formación y acompañamiento integral. Regeneradora de su proyecto vital, donde encuentre las claves para su proceso de entrada en el mundo adulto (información para construir una imagen positiva de sí mismo, unas relaciones afectivo-sexuales sanas y nutritivas y para desarrollar habilidades de comunicación consigo y con el entorno que les facilite el mundo de las relaciones), entendiendo las dificultades y mecanismos de defensa que no le han permitido vivirse en salud y felicidad. Desarro­ llando sus competencias personales y actitudinales. • Necesidad de modelos adultos que aporten otras referen­ cias distintas a sus ambientes de origen. Referencias de aprendizaje, de identificación en otros valores marcados por la solidaridad, el respeto a las diferencias, el respeto al medio ambiente, la honestidad, el amor a la vida en todas sus formas, etc. • Necesidad de modelos sociales en pro del desarrollo huma­ no que no de la globalización neo-liberal. Donde los valo­ res y costumbres sean la cooperación y no la competitividad; el respeto a la diferencia y no la intolerancia; la biodiversidad, incluida la del pensamiento y no la unidimensionalidad del ser y la explotación de éste y del medioambiente; el acompañamiento y no el adoctrinamiento. • Necesidad de recomponer y reforzar la función educadora de la familia. Proporcionar un acompañamiento a la

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familia desde sus potencialidades para regenerar las rela­ ciones entre sus miembros. • Necesidad de una formación básica. Es necesario cubrir las deficiencias académicas y formativas para que est@s jóvenes puedan afrontar y entender mejor su propia rea­ lidad y de la sociedad a la que pertenecen, además de brindarles otras oportunidades para que continúen, si lo desean, con sus estudios, ya sea en formación reglada como no-reglada. • Necesidad de una formación práctica orientada hacia el aprendizaje de un oficio. Orientar la actividad educativa hacia el conocimiento del mundo laboral, mediante la adquisición de hábitos, herramientas, destrezas y conoci­ mientos básicos profesionales, desarrollando sus compe­ tencias profesionales, personales y actitudinales, dirigidos al aprendizaje de un oficio determinado de su agrado y con posibilidades en el mercado laboral. Todo ello, a tra­ vés de programas de garantía social, escuelas-taller, casas de oficio, talleres laborales, etc. El colectivo formado por chicas adolescentes o jóvenes. Chicas jóvenes, cuando no adolescentes con hij@s, solas, es decir, sin pareja estable, y a veces sin el apoyo familiar, con una forma­ ción muy insuficiente, con una situación laboral en precario y sin ingresos regulares. Chicas pertenecientes a colectivos gitanos o inmigrantes con una referencia a su género negativa, sin formación en su ser mujer, con sentimientos de inferioridad, que se expresan en sus opciones personales, profesionales y sociales. Chicas en general a quienes no se está dando respuesta a sus necesidades y expectativas especificas de su género. Partici­

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pan de las mismas dificultades y necesidades que las anterior­ mente mencionadas en el colectivo de las personas jóvenes. Personas jóvenes incorporadas en un proceso de voluntariado o buscando estos espacios de formación y participación ciudada­ na. Jóvenes de movimientos cristianos, de grupos de postcon­ firmación o de grupos juveniles de parroquias, jóvenes que se acercan al mundo social para colaborar y contribuir con su aportación a unas relaciones más justas. La necesidad que plantean es un cuidadoso acompaña­ miento personal, un seguimiento en sus tareas, y en especial, un proceso de formación amplio, global y a la vez aterrizado según sus intereses y opciones.

2.3.

Personas irrepetibles con sus propias capacidades y recursos

Aunque hemos expresado este apartado con algunas de sus dificultades, debilidades y necesidades, no podemos obviar que cada situación que vive una persona es única y que en cada uno de sus rostros se expresa un latido de vida que lucha por ama­ necer día a día, buscando el sentido a su existencia, unos bra­ zos donde encontrar calor, una mirada que le refuerce, unas orejas que escuchen sus aventuras, sus descubrimientos, sus miedos y dudas, sus aprendizajes. Sólo cuando miramos a otra persona con la maravilla de la Creación, recreándonos en el paisaje que sólo ella nos puede mostrar, intuyendo que vino a cumplir una misión (la suya), mientras ensaya su danza en el baile de la vida, sólo entonces estaremos preparad@s para un crecimiento junt@s, único camino de encuentro horizontal educativo. Así descubriremos

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las capacidades y sus formas de expresión: su lucidez para conocer lo que no quieren, su intuición para saber con quien pueden contar, quién está a su lado, su posicionamiento crítico, su bondad y su cercanía, su sentido de la solidaridad para la gente que lo necesita, su sentido del humor a pesar de las cir­ cunstancias que les toca vivir, su autoestima y temperamento para salir adelante, su alto nivel de actividad, las ganas de pro­ bar, de experimentar, de investigar... Hay un término que expresa bien la capacidad que tiene la persona para hacer las cosas bien pese a las circunstancias adversas, la «resiliencia». Esto implica una capacidad de resis­ tencia, el potencial de recursos, una facultad de construcción positiva, para tener una vida sana y feliz, y la necesidad de con­ siderar los puntos fuertes y el modo de aprovechar y movilizar dichas fuerzas. Otros autores se refieren a estas ideas en otros términos, como Rocers, cuando afirma que la tendencia natural del ser humano tiende a expresar y activar todas sus capacida­ des del yo, pues existen las condiciones en toda persona para liberarse y manifestarse en plenitud y libertad. Por ello, hemos de estar especialmente atent@s al tipo de lenguaje que utilizamos para nombrar a las personas con quie­ nes convivimos. El lenguaje no es neutro, y detrás de cada pala­ bra se esconde más o menos consciente un pensamiento, y por tanto unas imágenes mentales, una actitudes y un comporta­ miento determinado, en definitiva, una ideología de nuestra forma de relacionarnos con las personas. Cuando etiquetamos de beneficiario de un recurso, usuario de un servicio, estamos perdiendo la referencia fundamental. Qué protagonismo deja­ mos a la persona, cuál es nuestro vínculo con ella, cuál es la participación en su proceso, dónde queda el poder, quién lo mantiene; o hacemos referencia a niñ@s «difíciles, inadaptados», adolescentes «rebeldes, vagos», jóvenes «conflictivos, predelin­

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cuentes», el adjetivo pasa a sustantivo, haciendo responsable a la persona de su no «ajuste» a las normas del sistema, se le está culpabilizando de su comportamiento. Pero además, como señala M artínez Reguera, «la clasificación de las personas suele ser uno de los procedimientos más comunes y eficaces para su más cómoda objetualización, manipulación y rentabilización... ¿Saben el dinero que producen conceptos como «grupos en riesgo» o «plus de peligrosidad»?

CLAVES PARA LA REFLEXIÓN Y LA ACCIÓN CON LAS PERSONAS JÓVENES 3.1.

Algunos riesgos para repensar y evitar

Depende de cómo miremos la realidad, de cómo observe­ mos los fenómenos que vivimos, de cuál sea nuestra intención en el cómo nos relacionamos, así nos plantearemos un tipo de alternativas u otras. Observemos algunas situaciones que se convierten en riesgos peligrosos de nuestro hacer y por tanto de nuestro estar y ser en el compromiso con las personas jó­ venes. Si insistimos en la importancia que concedemos al análisis de la realidad y a los métodos que empleamos para realizarla, podemos apreciar que cuando abordamos problemas huma­ nos de una manera simple o como una sucesión de hechos inconexos, estamos simplificando también el cómo abordar o afrontar estos problemas. Si además los problemas mencionados tienen que ver con un sistema donde prevalece la injusticia, generando situaciones de empobrecimiento y exclusión de personas, comunidades y pueblos, hemos de estar alerta para saber dónde nos situamos.

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cuál es nuestro posicionamiento, al lado de quién estamos. Por ejemplo, podemos ser los «científicos-sociales», dedicándonos a estudiar los temas necesarios-subvencionados de acuerdo con el mensaje ideológico que a los poderes tácticos les convienen enviar a la población. Así, no es extraño observar cómo la pobreza se ha convertido en una mercancía más que produce y vende y rentabiliza el sistema, generándose alrededor intereses e intenciones, no precisamente a favor de las personas empo­ brecidas...

3.2.

En nuestro compromiso con las personas jóvenes, soñamos...

• Con un nuevo ser Personas que mantengan constante su principio fundamen­ tal de que la libertad es el único criterio y el único fin de la acción educativa, conscientes de que el verdadero maestro es sólo aquel que sigue educándose a sí mismo mediante la sabi­ duría de que su crecimiento no tiene fin. Un ser que en la convivencia con l@s otr@s, nos vayamos construyendo con la necesidad de cambios profundos perso­ nales (favorecer un consumo austero y responsable, apoyar el movimiento por un comercio justo, transformar los valores en los que se apoya el neoliberalismo y vivir los valores alternati­ vos ...). Apostando por un modelo de persona solidaria con el sufri­ miento que genera la pobreza, donde no haya un yo y tú, sino un nosotr@s. Por tanto, no miramos tanto a las personas jóve­ nes, sino que en la observación nos estamos reconociendo a nosotr@s mism@s, aportando, recibiendo, compartiendo.

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• En un nuevo hacer, donde se prioríce ... La participación de las personas Es el poder del protagonismo de la persona como principio dignificador que genera conciencia. La posibilidad de formar parte activa de las decisiones y de la organización de los pro­ yectos fomenta la responsabilidad personal y su autonomía, aspectos esenciales en el proceso de convertirse en personas adultas. Es un principio indispensable y el eje vertebrador en cualquier actuación socio-educativa.

Una acción que se mueva de lo local a lo global y viceversa En el fondo de los problemas «más lejanos o más cercanos» hay causas comunes, una de ellas y la principal es el modelo de desarrollo neo-liberal. El mundo se convierte en un inmenso mercado en el que a la vez que hay suficientes bienes para todos, muchos mueren de hambre o viven en la miseria. Lo integral y lo integrado Las variadas y complejas causas obligan a la integralidad de las acciones. Uno de los principales retos es con el colecti­ vo el desarrollo de la acción comunitaria, relacionando el terri­ torio con el protagonismo de la persona, la comunidad y sus medios. Para ello, se hace necesario que conozcamos cuáles son las necesidades, inquietudes, intereses de las personas jóvenes, y sepamos acompañar sus proyectos vitales, y desde aquí, podamos definir y desarrollar acciones interrelacionando lo sectorial con lo transversal (salud, educación, vivienda, tra­ bajo, o cio ...).

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Un equipo motivado, formado y organizado La resolución de las complejas variables que intervienen en las problemáticas que viven las personas jóvenes precisa ade­ más una pluralidad de agentes. «Las estrategias integradas con­ sistirán en pasar de consumidores a co-productores de servi­ cios a través del reconocimiento de la máxima autonomía para cada autor, pero sobre todo de delinear estrategias de complementariedad y de cooperación funcional que produzcan un enriquecimiento mutuo» (García Roca). Coordinación y trabajo en redes Una actuación integral o una tarea colectiva sólo es posible con estas premisas que dejen fuera los protagonismos institu­ cionales o de asociaciones, las relaciones de utilidad y apropia­ ción, los circuitos paralelos, la competitividad.

En un nuevo ser y hacer para que cada cual asuma su poder y protagonismo A veces trabajamos con la impaciencia y no desde el respe­ to de la naturaleza humana. Las personas adolescentes y jóve­ nes son personas con las mismas necesidades y con nuestra misma forma de pensar, ell@s quieren aprender, pero necesitan las condiciones y oportunidades (no imposiciones de una cul­ tura forzada, extraña a sus intereses y expectativas) para sus aprendizajes, para estimular su creatividad, su espontaneidad. Es en este contexto donde la persona asume su protagonismo, organiza su poder, implicándose en su proceso de crecimiento y autoconocimiento.

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Acompañando los procesos de emancipación de las personas jóvenes. Claves...

3.3.

U

Niveles de nuestro compromiso con las personas jóvenes



Nivel personal Donde se organiza y desarrolla una aten­ ción individualizada de cada persona específica según en que etapa de su ciclo vital se encuentre, según sus recursos y potencialidades.

• Nivel grupal Donde se parta de un proceso gradual con el conjunto del colectivo, en el que cada etapa genera sus propios cambios en los distintos ámbitos trabajados, especialmente el relacional, el ocio y tiempo libre, los mecanismos de participación social, los procesos de mutua ayuda, etc. • Nivel comunitario. Con el compromiso de un proyecto coordinado de acción común en y desde la comunidad, implicados todos los sectores, instituciones y sociedad civil. • Nivel estructural Haciendo incidencia en las causas que general la pobreza, intentando ofrecer una alternativa económica, política, cultural, legislativa, a este sistema.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Martínez Reguera, E.: Pedagogía para mal educados. Quilombo, 1999, Madrid. T o m a ss i , T.: Breviario del pensamiento educativo libertario. M ad re T ie ­ rra, 1978, M ad rid .

Plan de acción global en materia de Juventud 2000-2003. INJUVE.

2000, Madrid. las condiciones de vida de las personas pobres. Cáritas Española, 1998.

Madrid.

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María Jesús Martínez Rupérez

Koldovike: Nuevos retos, nueva realidad Exposición elaborada para el II Encuentro Estatal del Programa de Infancia y Adolescencia de Cáritas Española, septiembre 2000, Ávila.

V ela sc o V á z q u ez ,

Estudio de los proyectos de Juventud de Cáritas Española. Investigación realizada en el Programa de Juventud, por Yolanda M a r t ín e z , Bea­ triz S e v i l l a y M.^ Jesús M a r t ín e z . Cáritas Española, 2000-2001. Madrid.

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La solidaridad de los jóvenes: actitud v e r s u s actividad César García Rincón Sociólogo y Trabajador Social. Responsable del Opto, de Trabajo Social del Colegio Ntra. Sra. del Recuerdo

Sumario 1. Introducción.— 2. Tendencias de la solidaridad de los jóvenes en España; riesgos y oportunidades. 2 .1 . La cuenta atrás de la P S S : los jóvenes y el «reemplazo social incentivado. 2 .2 . 8¿/s/>7ess y solidaridad: empleados pro-sociales, dirección por valores y la solidaridad en el CV. 2 .3 . El Tercer Sector juvenil: identidad y m ilitancia social, fragmentación y utopías horizontales. 2 .4 . Solidaridad y posmoder­ nidad: la apropiación del espacio y la palabra, el secuestro de la expe­ riencia, las micro-soluciones y la «inflación cognitiva».— 3. El hombre hace a la sociedad que hace al hombre: reconstruir actitudes y estructuras.— 4 . Bibliografía.

RESUMEM El auge del voluntariado como expresión de solidaridad y de valores humanos no ha supuesto un proceso paralelo de transformación de las estructuras sociales de injusticia y exclusión social La nueva so­ lidaridad posmoderna del micro-proyecto y la «utopía horizontal» está siendo secuestrada de la vida cotidiana y con ello, la posibilidad del «buen samaritano» queda relegada a que «el otro necesitado» se

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halle en el terreno adecuado: el Tercer Sector. Hay una serie de ten­ dencias sociales a corto plazo que van a tener a los jóvenes como protagonistas y que exigen de los educadores y agentes de valores humanos una reflexión sobre sus pedagogías e itinerarios formativos, con el fin de no quedarse en una propuesta solidaria de «activi­ dad marginal de ocio» con poco calado social y pasar a una forma­ ción en «actitudes prosociales» y estilos de vida y participación social que incidan efectiva y eficazmente sobre las políticas sociales y eco­ nómicas.

ABSTRACT The expansión of volunteerism as an expression of solidarily and human valúes has not been followed by a parallel transformation of social structures of injustice and social exclusión. The new postmodern micro-project and «horizontal utopia» solidarity is being seized from day to day Ufe, and the possibility of being the «good Samaritan» remains subjected to the finding of «the other poor» in the correct place: the third sector. There are short-term social tendencies counting on theyouth as protagonist and demanding a reñection on educational strategies from pedagogues and human valué agents with the aim ofchanging from a solidarily proposal of «leisure mar­ ginal activity» with slight social repercussion to a training in «pro­ social attitudes» and Ufe and social participation slyles with an effective and efficient influence in social end economical policies.

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Hay una serie de tendencias sociales en España (que son ex­ presión de tendencias más globales) donde nos vamos a jugar la Justicia-solidaridad a corto plazo y que van a tener, en buena medida, a los jóvenes como protagonistas; la desaparición de la Prestación Social Sustitutoria, el desarrollo de un Tercer Sector fragmentado, el matrimonio de conveniencia entre la solidaridad y el business, o la solidaridad contagiada por el virus de la pos­ modernidad. Estas y otras cuestiones nos están planteando ya el debate, en el sentido de fomentar no tanto jóvenes consumi­ dores de actividad solidaria en una parte de su tiempo libre, sino personas críticas y creativas que asumen actitudes solidarias como un criterio de decisión en todos los ámbitos de su vida: tra­ bajo, familia, ocio, consumo, formación. Ello nos exige observar desde una cercanía metodológica en el «ejercicio del vigía» (G a r c ía R o c a , 2000: 540), y como complemento esencial de los datos y análisis científicos, qué solidaridad tenemos ahora y a qué distancia está de la que realmente queremos. Parto de la hi­ pótesis, fácilmente contrastable, de que la solidaridad que plan­ teamos, o tal vez «vendemos», a los jóvenes, consciente o in­ conscientemente, se traduce más en «actividades» con poca o ninguna transformación social que en actitudes prosociales (G a r c ía R in c ó n , 2000: 92) sólidas y coherentes que plantean es­ tilos de vida alternativos, creativos, des-globalizados y transfor­ madores.

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El

TENDENCIAS DE U SOLIDARIDAD DE LOS JÓVENES EN ESPAÑA: RIESCOS Y OPORTUNIDADES

2.1.

La cuenta atrás de la PSS: los jóvenes y el «reemplazo social incentivado»

La desaparición de la Prestación Social Sustitutoria como consecuencia de la profesionalización de las Fuerzas Armadas es ya una realidad que ha comenzado su cuenta atrás, y con ello está generando una serie de debates no tanto por el hecho en sí como por las consecuencias, económicas y sociales, que pue­ den tener para multitud de organizaciones (públicas y privadas) el reemplazo de los puestos que actualmente ocupan los objetores. En este ejercicio o epistemología del vigía tuve la suerte de participar en una asamblea de la Plataforma para la Promoción del Voluntariado en España (PPVE) para debatir un documento de propuesta del «Servicio Civil» elaborado por la Dirección Ge­ neral de Objeción de Conciencia (Ministerio de Justicia). Con­ forme empecé a ojearlo, la primera impresión fue positiva, ya que la fundamentación del mismo de cara a la educación de los jóvenes situaba dicho Servicio Civil en el espacio de una opor­ tunidad pedagógica muy interesante. Pero conforme fuimos ha­ ciendo un análisis más detenido del documento, a la vez que leía el capítulo de «incentivos» para los jóvenes que hicieran este Servicio Civil, enseguida llegó a mi mente una «percha» de Fultz y CiALDiNi (1991) relativa a las «orientaciones hacia el otro» en nuestra ayuda solidaria; a) El otro como medio. Ayudamos al otro en función de las recompensas materiales recibidas o expectativa de las mismas. El otro es un medio para nuestros intereses personales.

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b) El otro como evaluador. Ayudamos al otro en función de las evaluaciones positivas o negativas que éste haga de nos­ otros. Si nos evalúa positivamente ayudamos, si no acabamos dejando de ayudarle. c) El otro como persona. Ayudamos al otro por el hecho de ser persona independientemente de las recompensas materiales o afectivas que podamos obtener. Pues bien, dicho documento situaba la motivación volun­ taria sólo en el primer caso, el otro como medio. El otro como medio para mantener una red de puestos de objeción de con­ ciencia que la Administración no puede costear, bien sea di­ rectamente en sus instituciones en las que hay objetores, bien sea indirectamente elevando las ayudas a las ONCs para con­ tratar recursos humanos. Además de este análisis que estaba en boca de todos y que causó casi indignación a los «vigías» de lo cotidiano que allí estábamos, enseguida surgieron otros co­ mentarios que hacían sospechar del documento del Servicio Civil: a) La lista de incentivos en la variopinta línea de descuen­ tos en transportes y tiendas y puntos para acceder a bienes y servicios o mejorar el CV personal, dejaba a los jóvenes que no hacen el Servicio Civil en una clara desventaja social, lo cual hace del mismo una «cuasi-obligación» por un lado y un ins­ trumento de desigualdad por otro lado, dos cuestiones muy alejadas de lo que entendemos los que estamos fuera de los despachos en contacto con la realidad por voluntariado y soli­ daridad. b) Tampoco tiene sentido plantear el Servicio Civil desde el Ministerio de Justicia, más bien, de plantearse, habría que ha­ cerlo desde Trabajo y Asuntos Sociales.

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c) El anteproyecto de Servicio Civil está dirigido sólo a la población juvenil, pero no habla de los adultos, los jubilados y prejubilados y de otros grupos sociales. Estas y otras cuestiones hacen que el Servicio Civil actual­ mente siga en estado de debate. Pero la implantación del Servi­ cio Civil (SC) no parece un proceso fácil ( G a r c í a I n d a , 2001), a los problemas ya comentados relativos a sus motivaciones de fon­ do hay que añadir la necesidad de coordinar y diferenciar SC y Voluntariado, dado que los campos de acción son muy simila­ res, y también observar que va dirigido fundamentalmente a la población juvenil, como un espacio de «socialización y escuela de ciudadanía». Hay que tener en cuenta que, según el informe «Jóvenes 99» de la Fundación Santa María, al 57% de los jóvenes les gusta colaborar en una ONG, pero sólo lo practican el 9,3% ( L a e s p a d a y S a l a z a r , 1999: 363). Por otro lado, los que lleguen al SC serán muy posiblemente los no fracasados del sistema edu­ cativo, aquellos que terminan sus estudios y están a la espera de una oportunidad laboral. Con lo cual el SC será un instrumento más de dualización de la juventud en «integrados», a los que el SC les puede abrir puertas laborales, y en «excluidos», que no tie­ nen cabida siquiera en estos espacios de desarrollo humano. No parece, desde este planteamiento, que el SC contribuya a crear una sociedad más justa y democrática, más bien se per­ fila como otro mecanismo más de apropiación del voluntariado por parte del Estado para unos fines que, como hemos visto, poco o nada tienen que ver con la auténtica solidaridad. 2.2.

Business y solidaridad: empleados pro-sociales, dirección

por valores y la solidaridad en el CV El auge de los movimientos de corte altruista y solidario, unido a la cada vez mayor conciencia de los desastres ecológi-

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La solidaridad de los jóvenes: actitud

versu s

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eos que amenazan a nuestro planeta, está llegando también a la empresa en general, que ve peligrar sus escandalosos benefi­ cios y hasta su propia razón de ser en un mundo cada vez más dualizado y distanciado entre los «con» (15%) y los «sin» (85%). También, las tendencias cada vez más dinámicas de los orga­ nismos y sistemas sociales afectan a la empresa como tal, en el sentido de intentar mantenerse en equilibrio dentro de la com­ plejidad y el caos sistémico. Ante esta «consciencia colectiva» que afecta a los consumidores, por un lado, y la constatación disfuncional de los viejos sistemas empresariales regidos por instrucciones y objetivos que no se adaptan a los tiempos, por otro lado, la empresa comienza a pensar en «los valores» con un triple sentido: a) Valores como «atractores del caos» y criterios de decisión para la supervivencia de los sistemas sociales empresariales. b) Valores como «atractores del cliente» en el sentido de una empresa éticamente correcta y preocupada por el bienestar social y mundial. c) Valores como «atractores del empleado» en el sentido de un mayor compromiso con la empresa, entendido como una actitud ante el trabajo, la empresa y las relaciones humanas con clientes (internos y externos). En el primer caso, valores como atractores del caos, se empie­ za a poner de moda (García y Dolan , 2000) la Dirección por Va­ lores (DpV), entendida como una evolución que supera y engloba al mismo tiempo los viejos métodos de Dirección por Instruccio­ nes (Dpi) y Dirección por Objetivos (DpO). Del gran Jefe Zeus que lo controlaba todo y que fue superado por el jefe amable y co­ municativo que negocia en un marco compartido de objetivos, pasamos actualmente a la necesidad de líderes que orienten los

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objetivos empresariales desde los valores. Ahora bien, ¿qué valo­ res deben orientar a las empresas actualmente? ¿Los humanos, los técnicos, los estéticos...? Esa es la cuestión de fondo. También imagino que dichos líderes, si realmente quieren transmitir valo­ res tendrán que vivirlos. En fin, que se abre una puerta a la uez esperanzadora e inquietante. Esperanzadora porque, cuando menos, parece que los distintos movimientos sociales que reivindican ma­ yor bienestar y justicia para todos están calando en la empresa; inquietante, porque «los valores» pueden acabar sirviendo al po­ der económico. En este sentido se habla de cierto «matrimonio de conveniencia» entre el business y la solidaridad. En este ambiente de renovación y productividad, la psicolo­ gía de las organizaciones ha puesto de manifiesto la importan­ cia del «compromiso con la empresa» como una actitud funda­ mental en el puesto de trabajo, en el sentido de constituir, por un lado, un buen antídoto contra el cada vez más frecuente es­ trés profesional y el burnout psicológico ( 1) y, por otro lado, fo­ mentar relaciones humanas satisfactorias y cordiales en el cen­ tro de trabajo ( V e g a y G a r r i d o , 1998), además de determinadas conductas prosociales o extra-rol, que van más allá de los re­ querimientos del puesto. Algunas empresas ya empiezan a con­ siderar este aspecto como algo esencial del diseño de puestos y de la socialización de los trabajadores. Todo ello me induce a pensar que este elemento va a estar cada vez más presente, no sólo en la socialización profesional de los jóvenes, tanto antes del puesto de trabajo como después, sino como un elemento básico en el Curriculum Vitae. Aquí es donde aparecen algunas sombras, porque se corre el riesgo de «acumular horas de vo­ luntariado» y certificados para un objetivo estrictamente perso­ nal, como es el acceder a un puesto de trabajo. (1) Es un síndrome actitudinal y emocional que provoca desgaste profesional, despersonalización, esca­ so compromiso con la organización y bajo rendimiento laboral.

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2.3.

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El Tercer Sector juvenil: identidad y militancia social, fragmentación y utopías horizontales

El Tercer Sector constituye una forma de acción asociativa que se ha hecho eco del discurso de la «cooperación» y el «vo­ luntariado» y que ha venido a instalarse en las sociedades occi­ dentales, justo cuando los límites sociales del economicismo fi­ nanciero de los años ochenta empezaron a hacerse inoculta­ bles. La sociedad de la incertidumbre y el riesgo ha generado así un neocomunitarismo difuso, como reacción a los costes socia­ les del modelo de flexibilización económica y de vulnerabilidad social, que ha presidido y preside el universo normativo gene­ rado por el conocido «pensamiento único» triunfante ( A l o n s o , 2001:129). Este fenómeno es uno de los que con más fuerza ha entrado en el espacio juvenil. Ello es debido fundamentalmente a dos razones: a) El desencanto con los partidos políticos y con las insti­ tuciones en general. El Tercer Sector y el Voluntariado se con­ vierten entonces en una nueva forma de «militancia social» don­ de los jóvenes pueden expresar sus ideales y valores. b) El asociacionismo voluntario muestra una manera no­ vedosa, aunque seguramente inquietante, de conseguir expresar identidad para grupos juveniles generados en un entorno so­ cioeconómico especialmente acelerado y fragmentado. Este Tercer Sector formalmente no lucrativo nos abre im­ portantes interrogantes de cómo va a ser la socialización polí­ tica juvenil en un inmediato futuro y nos indica también nuevas formas de adaptación a una sociedad del riesgo, en la esfera del mundo de la vida cotidiana, de una juventud cada vez más fragmentada en sus trayectorias y posibilidades sociales ( A l o n ­ s o , 2001: 172). En este ámbito, cooperación y solidaridad son

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dos tipos discursivos que sustituyen como referencia débil a las llamadas fuertes a la utopía, la transformación radical o la mo­ vilización general, propios antaño del movimiento juvenil. Nos encontramos entonces con una juventud un tanto «adormecida» en cuanto a cambio social, que encuentra en el Tercer Sector una respuesta a sus necesidades y aspiraciones personales y sociales, una respuesta cuyo alcance se queda en los límites del Tercer Sector, sin influencia significativa en el sis­ tema social y sus injusticias. Mezclando así individualismo y al­ truismo (Callejo e Izquieta, 1996), el sector voluntario de los no­ venta ha combinado las estrategias adaptativas de ciertos co­ lectivos juveniles para poder encontrar un acceso secundario y meritorio al mercado de trabajo, como forma de adquirir cierta experiencia profesional, capital relacional, etc. (Aeonso, 2001: 180). Al presentar un fuerte discurso moral, pero con baja identi­ dad ideológica, el asociacionismo voluntario del Tercer Sector tiende inmediatamente a recoger mayoritariamente los temas de marginación extrema, pobreza severa, anomia, catástrofe o alto riesgo como temas atribuidos a su acción, lo que inmedia­ tamente disuelve la idea de movimiento transformador de la realidad también en la periferia de lo social (Alonso, 2001). Se produce entonces cierto vaciado político en un territorio neu­ tralmente ideológico con el que se identifican los voluntarios (García Roca, 2001), lo cual facilita el triunfo del pensamiento único y hace de dicho territorio un organismo social discapaci­ tado y sin un discurso político-social claro para transformar la realidad social injusta y desigual. En el ámbito comunitario del Tercer Sector los jóvenes en­ cuentran un lugar de «retiro solidario» a modo de actividades diversas que luego poco o nada tienen que ver con su vida y su

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identidad en otros ámbitos sociales como el trabajo, la familia, el consumo y la diversión. Esa fragmentación, propia de la pos­ modernidad, también se ha adueñado del Tercer Sector hasta el punto de desconectarlo de otras estructuras sociales y hacer del propio sector un conjunto de «minifundios» y micro-movimien­ tos solidarios con poca identidad colectiva y con muy baja in­ tensidad transformadora (Z urdo, 1996). La utopía vertical, propia de otros movimientos y reivindica­ ciones sociales, ha ido desgastándose y disipándose progresi­ vamente en el Tercer Sector a la vez que evolucionando hacia una utopía horizontal (M ucuerza , 1995: 414), es decir, el pensa­ miento utópico, más que postular la realización total absoluta de final de un planteamiento de identidad abstracta universal, aspira a ajustar ideal con realidad en un compromiso concreto más cercano a una ética práctica de la vida cotidiana que a la búsqueda de un final absoluto para la historia vista linealmen­ te. No es de extrañar, por tanto, que en el marco de una socie­ dad del riesgo como eje transversal de la misma, de la cual el Ter­ cer Sector no es una excepción, los nuevos movimientos socia­ les hayan tomado más el sentido reactivo de defensa de identi­ dades negadas que un carácter proactivo de construcción de mundos alternativos, coherentes y completos, suministradores de una ideología estable y globalizadora capaz de dar coheren­ cia a los valores implicados en la movilización (Tilly, 1978).

2.4.

Solidaridad y posmodernidad: la apropiación del espacio y la palabra, el secuestro de la experiencia, las micro-soluciones y la «inflación cognitiva»

La posmodernidad también ha entrado de lleno en el ámbi­ to de la solidaridad, como ya hemos visto en el Tercer Sector.

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Comentaré los aspectos más significativos de lo posmoderno en tanto en cuanto afecta a la esfera del tema que aquí nos ocu­ pa: la solidaridad de los jóvenes. Una de las primeras cuestio­ nes que empieza a ser preocupante ya en algunos foros y dis­ cursos es que el aparato estatal de alguna manera se está apro­ piando del espacio solidario y del discurso del mismo. Una pri­ mera razón de este inquietante fenómeno la encontramos en que lo no gubernamental necesita las subvenciones de los Gobiernos y lo que debe ser generado desde las bases tiende a ser auspiciado y animado desde las élites oficiales (Rodríguez, 1999). Se crea entonces una situación de dependencia del Esta­ do, el cual acaba controlando el Tercer Sector y marcando la lí­ nea y los criterios de acción del mismo. En definitiva, lo que debe ser un movimiento social de cons­ ciencia colectiva, creativo y reivindicativo de la justicia social y la solidaridad, acaba siendo una justificación de la incapacidad del Estado de Bienestar para atender las demandas sociales 3/ un conjunto fragmentado y sin representatividad social de activida­ des solidarias donde uno «escapa» de los peligros de la moder­ nidad y compensa el egoísmo con cierta «ética indolora» (LipoVETSKY, 1994). Lo que está así programado, acotado y más o me­ nos «previsto» no es motivo de preocupación para los gober­ nantes, ya que su influencia en la dinámica social será más bien escasa. Por ello, cuando de repente se encierran unos inmigran­ tes apoyados por las bases sociales en una iglesia en Barcelo­ na, comienzan las preocupaciones de los políticos, los media inician la construcción social del hecho y, al final, todos acaba­ mos hablando del tema y, cuando menos, sabemos que la nue­ va Ley de Inmigración, si bien intenta mejorar la anterior, no es del todo justa. Lo «no previsto», sinónimo de creatividad e ima­ ginación colectiva, inquieta porque los «vigías» ponen al descu­ bierto lo que realmente está pasando y porque los protagonis­

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tas pasan de se r actores de un g u ió n benéfíco-estatal a se r au to ­ res de una historia de liberación personal. Y no parece, según se

constata desde esa epistemología del «vigía», que nuestros «jó­ venes posmodernos» puedan soñar utopías, sean creativos para dibujar horizontes y salten la valla para salir de esa «reserva tes­ timonial» amparada de forma paternalista por los poderes pú­ blicos o mercantiles, mientras sus ideales se disuelven y desle­ gitiman en el mercado del egoísmo. C onzález-A nleo (1998:14) expresa muy acertadamente este fenómeno cuando habla en relación a los jóvenes de «una cultura posmoderna que tiende a enervar valores, enfriar utopías, achatar proyectos y recortar trascendencias». La solidaridad, en tanto en cuanto «organización de la es­ pontaneidad» (Béjar, 2001: 117), está siendo secuestrada de la experiencia cotidiana: la institucionalización del voluntariado (Madrid, 2001), la aparición del Tercer Sector, el posible Servicio Civil, las leyes de voluntariado, etc, constituyen, entre otras co­ sas, ámbitos de una solidaridad secuestrada paulatinamente de la experiencia más cotidiana. Actualmente se percibe una dis­ tribución dual de territorios entre lo comunitario y lo societario que ubica el nido de la virtud moderna en el Tercer Sector (Bé­ jar, 2000). En este contexto de construcción social de la solida­ ridad se corren dos riesgos importantes: a) El menoscabo de la so lid a rid a d m ecánica (2) y del acto espontáneo (Zamanillo y G aitán, 1991) como criterio y estilo de relaciones comunitarias de buena vecindad. b)

Ea exaltación de la so lid a rid a d orgánica y del acto cons­ que secuestran a la ayuda mutua de sus raíces más humanas y la hacen algo exclusivo de

ciente (Zamanillo y G aitán, 1991),

(2) La clásica distinción entre solidaridad mecánica (espontánea y comunitaria) y (programada y societaria) es del sociólogo Emilio D urkheim (1858-1917).

solidaridad orgánica

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las parcelas y minifundios del Tercer Sector, creando una sensa­ ción de «renta moral» en los voluntarios que libera de «echar una mano» en otros ámbitos sociales. Como apunta G i d d e n s (1995: 211), «la vida humana le ha sido secuestrada a la Naturaleza en la medida en que se des­ arrolla en lugares creados por el hombre», y así nos encontra­ mos con situaciones paradójicas de las que todos los vigías de lo cotidiano podríamos poner ejemplos, en la línea de ser muy altruista en la parcela dei Tercer Sector y muy egoísta en el des­ empeño laboral o en el consumo habitual. A sí la parábola del «buen samaritano» queda relegada a la posibilidad de que el pobre se encuentre en el «territorio adecuado», de lo contrario no hay ayuda, porque no tenemos ni guión, ni herramientas, ni subvención, ni seguridad personal, ni tiempo. Otra característica relevante del secuestro de la experiencia, que afecta a la solidaridad de los jóvenes es lo que llama G id­ dens (1995; 214) la fascinación del «realismo de ficción», que confirma la separación entre la actividad diaria y las exteriorida­ des donde en otro tiempo estuvieron insertas. A través del len­ guaje y las experiencias mediatizadoras, los individuos tienen acceso a los problemas y catástrofes mundiales en tiempo real, lo cual invita a seguir los acontecimientos sociales «desde casa», incluso a ayudar interactivamente con una llamada de teléfono o una transferencia virtual. La fascinación por la tecnología vir­ tual, mucho más inserta en los jóvenes, les hace especialmente vulnerables al secuestro de la solidaridad como experiencia hu­ mana y humanizadora del «encuentro» con el otro, su rostro y su historia (Arancuren, 1998), prefiriendo otras solidaridades de tipo espectáculo o campaña. Parece que las tendencias de la técnica a maximizar los be­ neficios en el menor tiempo y espacio posible también tienen su

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correlato social en la solidaridad. Así, las micro-soluciones se convierten en referentes y «cuasi-recetas» de la política del Bien­ estar Social. En lugar de pensar en proyectos globales de parti­ cipación y transformación social a medio y largo plazo, se po­ tencia la realización de experiencias exitosas en los «fragmentos de la realidad social». Los parches, sinónimo del corto plazo y el «vamos tirando», tienen la virtud de «contentar» a todos con sus pequeños éxitos y el vicio de «mantener» las estructuras como están, ya que no llegan a influir en la raíz de las mismas. Los propios avances tecnológicos, unidos a una sociedad del riesgo (el riesgo de un ataque nuclear, el riesgo a contraer el SIDA, el riesgo de la experimentación científica, el riesgo de un mercado laboral y financiero flexible y dinámico) generan un movimien­ to centrípeto de seguridad ontológica existencial (C iddens, 1995) hacia lo comunitario y lo cercano. Las propuestas utópi­ cas, radicales, ingenuistas, lúdicas y fuertemente expresivas de los años 60 y 70 se han difuminado en todo un conjunto de movimientos sociales menos arriesgados y comprometidos, que han dado lugar al Tercer Sector. Si la «identidad juvenil» era tomada como un hecho expansivo y totalizador en las utopías post-industriales (Lrankel, 1989), ahora aparece de un modo más defensivo, local y dialógico, manteniendo espacios de se­ guridad intersubjetiva frente al avance de los riesgos técnicos, políticos, económicos o sociales (Lasch, 1996). Otra tendencia de la modernidad es la gran cantidad de co­ nocimiento que se genera en torno a un mismo acontecimien­ to social (la solidaridad es uno de ellos) que, unida a la posibi­ lidad de acceder al conocimiento a través de Internet, está ge­ nerando un nuevo fenómeno llamado «inflación cognitiva», es decir, un exceso de información tal que acaba creando una he­ gemonía de la movilización cognitiva sobre la movilización participativa. Este fenómeno, paralizante porque uno no está segu­

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ro de saberlo todo, instala a los nuevos movimientos sociales (y a sus protagonistas) en su dimensión discursiva y comunica­ tiva, buscando efectos dialógicos, a la vez que llevando hasta sus últimas consecuencias los elementos virtuales de su inter­ vención (Alonso, 2000:159).

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EL HOMBRE HACE U SOCIEDAD QUE HACE AL HOMBRE: RE-CONSTRUiR ACTITUDES Y ESTRUCTURAS

Las tendencias observadas deben invitarnos a los educado­ res con cierta urgencia a reflexionar sobre la solidaridad que de­ seamos para/con nuestros jóvenes y nuestra sociedad, así como re-construir y re-inventar proyectos que posibiliten ese reto utó­ pico. En este sentido creo necesario «trabajar en la construcción» de un mundo mejor efectuando las siguientes «reformas»: • Situar la solidaridad y su pedagogía desde las actitudes prosociales, entendiendo por tal una forma de pensar, sentir y hacer con el otro en situación de necesidad

(García

Rincón, 2000). El otro considerado en sus tres ámbitos de análisis-intervención: encuentro, entorno desfavorecido y estructura social. • Desde esa re-definición, plantear la formación como un saber (conocer y analizar la realidad), saber hacer (habili­ dades prosociales y cooperativas) y saber vivir (estilo de vida justo, participativo y des-globalizado) en esos tres ámbitos de encuentro, entorno y estructura (García Rin­ cón, 2000).

• Con el fin de pasar de actividades a formar actitudes pro­ sociales, es necesario e imprenscindible el «acompaña-

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miento a los voluntarios» (Arancuren, 2000) como pro­ ceso pedagógico fundamental que implica una serie de etapas (callejeo, incorporación y consolidación) y de pro­ cesos de aprendizaje que hacen necesaria la presencia de un acompañante cuidador-vigía-oteador, así como una red de animadores en las entidades de voluntariado.

• Debemos recuperar las utopías verticales a modo de ejes unificadores, propositivos y representativos del Tercer Sec­ tor en lo político-social, para incidir en las decisiones que afectan al Bienestar y la Justicia Social. Ello exige iniciar ya un debate entre los «feudos solidarios» de las distintas en­ tidades, agrupaciones y federaciones de voluntariado.



Fomentar el voluntariado en el ámbito educativo desde el aprendizaje cognitivo (des-aprender imágenes estereoti­

padas y analizar la realidad), afectivo (fomentar la empa­ tia y la expresión de sentimientos) y psicomotriz (desarro­ llar habilidades pro-sociales y proponer estilos de vida más justos y solidarios), huyendo de las «pedagogías del incentivo material» (nota, premios, obligatoriedad curricular del voluntariado) que desvirtúan el verdadero sentido del voluntariado y fomentan el «activismo parcial e intere­ sado» con pocos horizontes de tranformación social. • Unida a la formación, fomentar la reflexión sobre las ex­ periencias de ayuda mutua, siguiendo el esquema experiencia-reñexión-acción (CONEDSI, 1993), con el fin de que los jóvenes no sólo pasen por la realidad social, sino que ésta también pase por ellos. • Situar conceptual y políticamente el voluntariado como un «eje transversal» de los diferentes ámbitos sociales, más que como un «tercer secton> al margen de la dinámica po-

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lítica, social y económica. En este sentido, recuperar el es­ pacio político-social perdido como elemento de reivindica­ ción y cambio social, como representación de los «sin voz» en el parlamento social, y como hilo rector de alter­ nativas políticas que hacen del Bienestar Social local, na­ cional y global uno de los valores básicos de propuestas políticas y democráticas. Ello no debe confundirse con «ideologizar» el voluntariado, más bien sería, debe ser, «socializar la política». Somos nosotros, los voluntarios, con nuestro voto y participación constante en las juntas y consejos de participación ciudadana, los que tenemos que convencer a los políticos, que están a nuestro servi­ cio, y no al revés.

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La juventud rural Fernando Fernández Such Técnico de Cáritas Española

Sumario 1. Hablar de la juventud rural nos remite al territorio rural como espacio que se construye socialmente. 1 .1 . ¿Cómo se sitúan los jóvenes en este territorio? 1 .2 . Los jóvenes en este nuevo escenario rural.— 2. ¿Quiénes son los jóvenes rurales hoy? Entre la tradición, el desconcierto y el cambio. 2 .1 . En este contexto es donde se sitúan las alternativas fundamentales del joven rural. Entre la permanencia en el medio rural y la emigración. 2 .2 . Algunos grupos de jóvenes a tener en cuenta en este nuevo contexto rural.

RESUMEN El medio rural está sometido a profundas transformaciones deriva­ das entre otras cosas de las funciones y representaciones que el res­ to de la sociedad le asigna. En esta nueva construcción social del me­ dio rural la población debe redefinir sus propias estrategias de su­ pervivencia. Los jóvenes rurales constituyen una pieza clave para construir este futuro rural. La juventud rural vive marcada por una serie de tensiones que proceden de la historia reciente, de los valores

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y cultura transmitidos en su propio entorno familiar y comunitario y sus deseos personales. ¿Cuáles son las alternativas que manejan los jóvenes rurales? ¿Cómo se ha ido situando esta juventud en su en­ torno y cuáles son los tipos de jóvenes con los que nos encontramos en los pueblos?

ABSTRACT The rural areas are going through a process ofdeep changes, resulting from, among other things, the role that the rest ofsociety assigns to them and how they are pictured. Rural population has to redeñne its survival strategy in this new social context Theyoung rural peopie represent a crucial factor in the building ofthis rural future. Ru­ ral youth is marked by a number oftensions that have its origins in the near history, in the valúes and culture inherited from their own family and community background, and in their own personal dreams. Which are the possible alternatives for the young rural people? How has this group ofyoung people managed to fímd its place in the so­ cial environmenf and what kinds ofyoung people do we ñnd in ru­ ral areas?

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La juventud rural

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NOS RENMTE AL TERRITORIO RURAL COMO ESPACIO QUE SE CONSTRUYE SOCIALMENTE

El territorio es mucho más que una delimitación geográfica y constituye un espacio de pertenencia y referencia para el ser humano. La construcción de este espacio viene marcada por una serie de elementos, algunos de ellos físicos o ambientales. Otros derivados de la propia acción del hombre sobre el terri­ torio, y un tercero, que en el caso del medio rural ha tenido, tie­ ne, incidencia fundamental, se refiere a la proyección y funcio­ nes que el resto de la sociedad adjudicamos en un determina­ do momento a este territorio rural.

1.1.

¿Cómo se sitúan los jóvenes en este territorio?

Dependiendo de como sea esta construcción social que ha­ gamos del territorio rural, las claves para entender sus referen­ cias y pertenencias serán unas u otras. A) Indicadores para identificar el espacio rural Una de las eternas discusiones de la sociología rural ha sido la identificación de los territorios rurales frente a los urba­ nos. En este intento de limitación han surgido varias teorías so­ ciológicas. Me quedaré con aquella que delimita los espacios en función de la conjugación de diversas variables que enlazan cuestiones cuantitativas con otras valorativas:

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• La pirámide demográfica. Un rasgo que identifica hoy a las poblaciones rurales es una tasa de envejecimiento cada vez más alta, y sobre todo a medida que el tamaño de la población disminuye. Si la tasa de envejecimiento nacional es del 13,8%, en los municipios de menos de 2.000 habitantes esta tasa es del 22,7%, alcanzando en Calida el 29%. Por otra parte, si nos fijamos en la tasa de juventud, descubrimos cómo si el porcentaje de pobla­ ción menor de 15 años en España está en el 17% en las poblaciones de menos de 500 habitantes no llega al 10%. • La dispersión del hábitat. Otro rasgo que identifica una población como rural o no es su nivel de concentración o dispersión. Si lo urbano se caracteriza por la crecien­ te concentración de personas, el espado rural se ha ca­ racterizado siempre por la dispersión. Los asentamien­ tos rurales se caracterizan por desarrollarse en función de la orografía del espacio y de la utilidad que se le da al mismo. Cuanto menor es el tamaño del municipio, ma­ yor es la dispersión, llegando a una media de 11 núcleos de población en los municipios de menos de 500 habi­ tantes. • Unido al anterior indicador encontramos otro, definido por la baja densidad de población. Si en España la media de densidad de población está en 73 hb/km cuadrados, pensemos que hay zonas rurales, como el Maestrazgo o Tierra de Campos, que su densidad se sitúa en los 2,5 hb/km.cd. El 80% del territorio español tiene una densi­ dad de población inferior a los 10 hb/km.cd. • La estructura de la población activa. La tasa de población activa agraria en España está en un 7,8%. Observamos cómo en las poblaciones de hasta 10.000 habitantes la

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población activa agraria es el doble que la media nacio­ nal (15%). Otra constatación se deduce de los datos dis­ ponibles, si bien el sector terciario ha crecido en los últi­ mos años, alcanzando el 34% de la población activa. En las poblaciones de menos de 10.000 habitantes este sec­ tor está ligado a actividades relacionadas con los recur­ sos naturales y culturales del entorno (artesanía, pequeña transformación, turismo rural, medio ambiente). A partir de estos cuatro indicadores podemos ir configu­ rándonos nuestras ideas en relación a determinadas circuns­ tancias de cómo se desarrolla la vida de los jóvenes en el me­ dio rural: • Un entorno social donde hoy por hoy los jóvenes son minoría. Esta circunstancia conlleva además la dificultad para establecer relaciones entre iguales dentro del mismo entorno comunitario. • El joven rural vive en un entorno marcado además por el aislamiento y la soledad, en muchos casos derivado de la propia realidad del hábitat. • El joven rural vive en un entorno en continuo despo­ blamiento. El joven ve cómo poco a poco las personas van marchándose del pueblo. Este dato objetivo lleva consigo una enorme desesperanza, que choca radical­ mente con los valores que podemos esperar o potenciar en un joven. • Un entorno en el que las posibilidades de inserción por lo económico pasan por las ofrecidas desde un sector productivo, que durante generaciones su propia familia le ha transmitido que tiene que abandonar, porque «esa no es vida para nadie».

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B) Diversidad de espacios rurales El medio rural es un medio rico y diverso, donde nos en­ contramos una gran cantidad de espacios rurales, que pode­ mos clasificar en seis tipos: a) Los espacios rurales de montaña. Son comarcas en ge­ neral aisladas de los centros comerciales, de distribución y de información. b) Las grandes zonas adehesadas del oeste peninsular. Grandes latifundios destinados al ganado, y en torno a esta ac­ tividad se interrelacionan otras, como pastos, cereal, aprove­ chamiento cinegético y forestal. c) La Andalucía de la campiña y el olivar. Su realidad viene marcada por el cortijo, unidad histórica de producción y vida, en torno a la cual existe un latifundio. Hoy los propietarios han cambiado, hoy detrás de estas extensiones de tierra hay socie­ dades mercantiles. d) Las grandes zonas de regadío. El agua modifica el paisa­ je y la propia estructura social. Junto a los regadíos tradiciona­ les de las cuencas de los ríos Ebro o Tajo, encontramos también los que son resultado de las grandes obras hidrológicas. En­ contramos por último los regadíos de producción intensiva hortofrutícola. En todas estas zonas rurales la prosperidad eco­ nómica de sus habitantes ha cambiado radicalmente su forma de vida, sus referentes culturales y sus aspiraciones. e) Los espacios rurales atlánticos. Situados entre las zonas de montaña del Norte y el mar. Lo característico es la aldea o el case­ río, como unidad familiar de vida, y el pasto o prado, como unidad económica, en torno a al cual se organiza no sólo la pequeña ex­ plotación sino las alternativas actuales de turismo o artesanía.

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f) Por último, las grandes mesetas interiores, tanto de Cas­ tilla y León como de Castilla-La Mancha y Aragón. Si bien su punto de partida es diferentes, su evolución socioeconómica las acerca. Despobladas y envejecidas, viven un proceso de con­ centración de la propiedad de la tierra que no hace sino pro­ fundizar en sus diferencias. Hablar de juventud rural es hablar de toda esta diversidad de contextos sociales, económicos y ambientales que marcan el tipo de persona, y por supuesto el tipo de joven. Si la ciudad tiende a homogeneizar, lo rural remarca la diversidad, la histo­ ria del pueblo pesa sobre los hombros de cada uno de sus ha­ bitantes. Hablar de juventud rural supone hablar del joven de treintaitantos años que vive solo con sus padres en un pueblo de 150 habitantes en la montaña de León, y supone hablar del joven que vive en un pueblo de la Sierra Sur de Sevilla y que cuando llega mayo comienza su periplo por la fresa y después la vendimia para conseguir sus 35 peonadas, ¿y para qué? Su­ pone hablar también del joven estudiante de bachillerato que no terminará nada porque no tiene ningún modelo claro y que sus padres se hicieron ricos de la noche a la mañana con los in­ vernaderos del tomate en Murcia.... C) Cambios en la valoración y asignación de funciones del medio rural Lina de las cuestiones que inciden en las transformaciones que está viviendo el medio rural deviene de las representacio­ nes sociales y de las funciones asignadas por el resto de la so­ ciedad. 1. Modernización igual a urbanización. El proceso de urba­ nización es creciente e imparable. Las repercusiones de este proceso en el imaginario de las gentes del medio rural ha sido

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muy fuerte, determinando no sólo el tipo de estética, sino tam­ bién y sobre todo el tipo de aspiraciones. Lo moderno, lo desa­ rrollado es lo que viene de la ciudad. Todo lo rural es subde­ sarrollado, inculto y atrasado. Incluso los elementos de la tradi­ ción cultural expresados de forma oral, escrita o en la artesanía se tenían como «poco valiosos» En este contexto la vida de las personas del medio rural se ha desarrollado en las últimas dé­ cadas renegando de los propio, e intentando alcanzar la ima­ gen, la forma de vida, los valores de lo urbano. 2. En el pueblo no hay vida. La vida y el trabajo están fue­ ra. Con esta frase, que resume mucho de lo que hemos oído, la gente que hemos trabajado en el medio rural, se resume tam­ bién toda la desvalorización hacia la propia forma de vida y toda la desesperanza hacia el futuro. Esta frase tiene traduccio­ nes concretas en los actos y acciones que desarrollan no sólo los jóvenes, sino los padres con relación a los hijos, y de los chavales en relación a sus compañeros de edad. No merece la pena quedarse por sacar nada adelante. 3. Cambio en la función de los agricultores y la población rural. Si hace 25 años los habitantes del medio rural cumplían una función muy clara en la sociedad, que era producir alimen­ tos, hoy esta función cada vez es más incierta. Hoy se produce alimentos para abastecer a toda la población española con la tercera parte de los agricultores que existen. El agricultor, el ga­ nadero, ya no recibe un precio por sus productos, lo que ga­ rantiza la dignidad de su trabajo, sino recibe un dinero por mantener las explotaciones, por arrancar, por almacenar... 4. Nuevas funciones sociales del espacio rural. Paralelamen­ te a los procesos anteriores, la sociedad ha ido asignando nue­ vas funciones al espacio rural. La sociedad descubre al medio rural como portador de valores que anhela cada vez más como

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la tranquilidad, las relaciones vecinales, la ecología, la salud y calidad de vida. En este nuevo contexto le corresponde al me­ dio rural y a sus habitantes el facilitar los productos que garan­ ticen estos valores o funciones. Pero, ¿está preparada la pobla­ ción rural para semejante cambio?

1.2.

Los jóvenes en este nuevo escenario rural

En este contexto rural podemos descubrir algunos de los di­ namismos vitales que hoy mueven a la juventud rural, sin em­ bargo es necesario profundizar un poco más en estas repre­ sentaciones fraguadas poco a poco para comprender dónde se sitúa el joven rural hoy.

A) Los «resultantes» de un proceso de exclusión territorial Si de alguna forma podemos caracterizar los procesos de exclusión que ha vivido el medio rural es a través del proceso migratorio. Este proceso migratorio ha reducido en un 45% la población del medio rural. Durante este proceso el medio rural español ha perdido alrededor de 5.500.000 personas. A nadie se le escapa además que este proceso migratorio fue selectivo: • Actuó de forma más contundente sobre la población joven, y dentro de la población joven sobre todo se fueron las mujeres. El proceso migratorio como proceso de exclu­ sión se explica a través de un ínterin sencillo. Emigración juvenil y femenina. Los resultados: masculinización, enve­ jecimiento, despoblamiento, aislamiento y desertización. Este es el verdadero proceso de exclusión que vive el me­ dio rural y que le sitúa con dudas frente a su futuro. Pese

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a los estudios actuales, que nos dicen que estamos vi­ viendo un nuevo momento de equilibrio. Los datos nos muestran cómo si bien la población de determinadas zo­ nas rurales de regadío y en las poblaciones mayores se ha estancado, en las poblaciones de menos de 2.000 ha­ bitantes y en las zonas rurales de montaña o en las del Norte Atlántico o en las zonas de latifundio la población juvenil sigue emigrando. • Otro rasgo definitorio de esta emigración fue el que inci­ dió especialmente sobre las personas que no contaban apenas con medios económicos; sin embargo, si bien esto es cierto, es más cierto el decir que sobre todo se marcharon aquellas personas que tenían «iniciativa», que tenían más «recursos personales para afrontar el cambio». Se quedaron aquellos que no «se atrevieron a irse o bien que tenían tales condicionantes familiares que se lo impi­ dieron». Esta dinámica social marcó y sigue marcando las relaciones entre el emigrante y el autóctono. 6j

Una minoría dentro de la minoría que hoy representa la sociedad rural

La generación que se vio afectada por el proceso migrato­ rio es la que hoy tendría una edad comprendida entre los 50 y 60 años. Los jóvenes rurales de hoy son los hijos de esta gene­ ración Los jóvenes rurales son una minoría más dentro de la po­ blación rural. La población rural menor de 15 años representa el 16% de media con respecto a la población total. Si a este por­ centaje le sumamos el de la población entre 16 y 29 años vere­ mos cómo el 38% de la población rural tiene menos de 30 años. Por su puesto este porcentaje varía mucho si nos situáramos en

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los núcleos de menos de 500 habitantes, donde el porcentaje es del 26%, o en los núcleos de entre 5.000 y 10.000 habitantes, donde el porcentaje asciende al 42 %. Estas diferencias son también significativa según nos situemos en Castilla y León (18%) o Murcia (39%). Además de conocer cuántos son, quizá sea más significati­ vo el conocer cómo son, o al menos algunos rasgos que les ca­ racterizan y diferencian de los jóvenes rurales de hace veinte años. 1. Desequilibrio entre géneros. La juventud rural tiene un mayor porcentaje de hombres que de mujeres. Las ofertas de empleo existentes siguen favoreciendo la permanencia de los hombres sobre las mujeres (construcción, empleo forestal, agri­ cultura...). Por otro lado, la propia realidad familiar ha determi­ nado que las jóvenes hayan iniciado un camino más constante hacia otro tipo de formación profesional que les expulsa del pueblo. 2. El nivel de estudios. Si algo ha avanzado el medio rural es en el interés por la formación académica formal. Este mayor in­ terés se sigue viendo neutralizado por la alta tasa de abandono de los estudios, sobre todo entre los jóvenes varones y en los cursos centrales de la secundaria. La segunda observación es que sobre todo son las jóvenes las que inician el camino hacia la formación, que completará el círculo de la única alternativa, emi­ grar. Esta constatación nos permite introducir una cuestión im­ portante. ¿Lavorece el sistema educativo una formación que per­ mita al joven rural optar libremente por quedarse en el pueblo? 3. La actividad laboral. Un 20% de los jóvenes rurales tra­ bajan en la agricultura, el resto lo hace sobre todo en los servi­ cios, en un porcentaje del 42%, y en la construcción, con un

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12%. Respecto a las jóvenes el porcentaje más elevado lo volve­ mos a tener en los servicios, con un 58%. De los que trabajan en la agricultura, sólo el 17,06% son titulares de explotaciones, el resto son todos eventuales y asalariados del campo. La tasa de eventualidad entre los asalariados rurales se sitúa en el 73% para los varones y en el 79% para las mujeres, considerando que en esta eventualidad situamos aquellos que trabajan me­ nos de seis meses al año. 4. Valores de la juventud rural Según el estudio del año 2000 de la Fundación Santa María sobre la juventud española, podemos constatar cómo en las poblaciones de menos de 10.000 habitantes encontramos mayoritariamente, y en una proporción superior a la existente en otros tramos de pobla­ ción, a la juventud del tipo «apática o indolente», que se carac­ teriza por la ausencia de valores políticos, por la defensa de las instituciones tradicionales, se definen como no racistas, pero no les gustaría tener como vecino a un gitano, o a una persona in­ migrante, o a un drogadicto... 5. Asociacionismo juvenil en el medio rural El 26% de las personas jóvenes residentes en el medio rural pertenecen a al­ gún tipo de asociación. Es necesario destacar que mayoritaria­ mente están vinculados a asociaciones juveniles, culturales, re­ ligiosas y, en menor medida, deportivas y ecologistas. Entre los objetivos de las primeras destacan aquellos que hacen referen­ cia al desarrollo del propio pueblo como espacio de acción de la asociación. Esto vienen a reforzar las potencialidades que ofrece hoy en día el asociacionismo rural de cara a un futuro desarrollo. 6. Las actitudes frente al propio medio rural Se detecta no obstante desde hace pocos años un cambio importante en las actitudes de los jóvenes hacia el propio pueblo. Las encuestas

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disponibles nos muestran un alto grado de identificación y sa­ tisfacción de los jóvenes con la vida en el pueblo. Por otro lado las encuestas también dicen, sin embargo, que el obstáculo ma­ yor a la hora de quedarse es la ausencia de trabajo estable.



LA TRADICIÓN, EL DESCONCIERTO Y EL CAMBIO

2.1.

En este contexto es donde se sitúan las alternativas fundamentales del joven rural. Entre la permanencia en el medio rural y la emigración

Esta es tensión fundamental a la que se enfrentan todos y cada uno de los jóvenes rurales. Para los que hemos vivido y trabajado en el medio rural, esta ha sido una de las experiencias más dolorosas, la experiencia de ver cómo todos los jóvenes de una aldea acaban por irse poco a poco. La experiencia de ver cómo cada joven que se marcha es una alternativa menos de futuro, y cómo las familias, los ancianos se van quedando to­ davía más desmoralizados. En esta decisión se funden muchas cuestiones contra­ puestas: el deseo personal de quedarse, el sentimiento expresa­ do de que quiere vivir en el pueblo, no sólo porque le gusta, sino porque durante los últimos años ha estado trabajando en una asociación que lo que intentaba era precisamente buscar un futuro para el medio rural. Al mismo tiempo, se une la pre­ sión familiar, que le empuja a salir del pueblo, las escasas posi­ bilidades de encontrar trabajo, el ver que todos sus compañe­ ros ya están en Castellón trabajando en las azulejeras y que además vuelven con más dinero del que nunca el podrá tener si se queda.

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Dentro de esta opción migratoria nos encontramos varias si­ tuaciones diferentes: 1. La de los jóvenes que no han tenido ningún contacto la­ boral con la ciudad y tienen una visión idílica de este medio: un medio que les dará libertad, ocio, progreso personal. Estas ideas vienen reforzadas por lo que transmiten los que ya se fue­ ron cuando regresan al pueblo en vacaciones después de estar todo el año trabajando en los hoteles en Mallorca. Esta imagen distorsionada no muestra ni las horas extra sin límites, ni el he­ cho de que comparten casa ocho de ellos porque no pueden pagar los alquileres... 2. Un segundo grupo lo forman aquellos jóvenes que se encuentran estudiando fuera del pueblo. Una primera ruptura se produce cuando el joven que reside en una de estas poblacio­ nes pequeñas tiene que trasladarse a la cabecera de comarca para estudiar en el Instituto. En este nuevo espacio el joven co­ mienza a relacionarse con personas y ambientes de su edad, que no encuentra en el pueblo de donde viene. La segunda rup­ tura viene cuando el joven sale a estudiar a la ciudad y no ve ninguna posibilidad de quedarse en el pueblo para ejercer la profesión para la que se ha preparado. 3. Un tercer grupo lo forman aquellos que emigraron a la ciudad, pero al no encontrar una salida adecuada tuvieron que regresar al pueblo. La visión que estos jóvenes tienen del me­ dio rural es muy diferente y positiva a la que tenían antes de salir. Han sabido valorar lo que dejaron atrás. Cuando regre­ san sus actitudes en torno al compromiso cambiarán radical­ mente. 4. Por último tenemos a una juventud rural que emigró de­ finitivamente y al final, con mejor o peor suerte, decidieron que­

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darse. Reproducen en el espacio urbano los mismos valores, formas de vida y de relaciones, tipo de ocio y tiempo libre que tenían en el pueblo, establecen un circulo de amistades centra­ dos en la población que también emigró y viven en los mismos barrios, van a los mismos bares, no llegando a integrarse defi­ nitivamente hasta la segunda generación. Para los jóvenes que han decidido quedarse las opciones son escasas: 1. Un grupo de estos jóvenes rurales decide iniciar o po­ ner en marcha una actividad económica por cuenta propia. Es casi la única alternativa en determinadas comarcas rurales de España, donde no existe apenas trabajo por cuenta ajena. Tie­ nen una gran iniciativa, se van a enfrentar a multitud de proble­ mas. Requieren mucha capacidad de trabajo y capacidad de autoformación. En general suelen ser jóvenes que tienen una ex­ periencia asociativa en su pueblo, que participan activamente en la vida comunitaria y son plenamente conscientes de la realidad que vive su pueblo. 2. Otro grupo de jóvenes son los que no se sienten con capacidad o vocación para montar su propio negocio y deciden trabajar por cuenta ajena en los empleos que existen en el pue­ blo. En general la eventualidad y la precariedad laboral es altísi­ ma en todos los sectores, sobre todo en la construcción y la hostelería. A medida que el sector servicios tenga mayor peso en el medio rural, el tipo de empleo existente irá cambiando. Este hecho introduce una nueva cuestión. Si bien la sociedad ha asignado nuevas funciones al medio rural, y las políticas euro­ peas apuestan por reforzar estas alternativas de diversificación económica, el cambio quizá se ha producido con mucha rapi­ dez, imposibilitando la adaptación del recurso humano, que apenas hace quince años su única formación y posibilidad era

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trabajar en le sector primario y hoy se les pide que sena cama­ reros cualificados y guías de la Naturaleza.

2.2.

Algunos grupos de jóvenes a tener en cuenta en este nuevo contexto rural

En este contexto rural merece la pena resaltar la realidad de algunos grupos de jóvenes. a) Los jóvenes agricultores. El 22,3% de los jóvenes inte­ grados en la agricultura son titulares de explotaciones agrícolas y ganaderas. El 40% de las nuevas incorporaciones de los jóve­ nes agricultores se producen en la Cornisa Cantábrica, Galicia y Castilla y León. La edad media es de 27 años. El grupo de jóve­ nes que deciden incorporarse como agricultores asumiendo la explotación familiar tiene que vencer muchas dificultades y re­ sistencias: Debido al aumento de las dimensiones de viabilidad y al precio y la dificultad de acceso a un mercado de la tierra muy estancado los jóvenes deben hacer frente a una inversión desproporcionada que les genera numerosas incertidumbres en un contexto en el que no se sabe cuál va a ser el futuro de la agricultura. Por otro lado las entidades bancadas son muy rea­ cias a otorgar préstamos a estos jóvenes agricultores. También una agricultura fuertemente subvencionada tampoco resulta un estímulo para el joven que quiera incorporarse. El joven agricul­ tor, además de romper con las dificultades anteriores, debe re­ correr un proceso de emancipación largo y complicado que se desarrolla en su propia familia. La estrategia de las familias agrarias, donde el padre-patrón asume el liderazgo de la explo­ tación, genera una serie de obligaciones profesionales y perso­ nales que explican el doble vínculo de la relación. La situación se agrava cuando son varios los hermanos dentro de la familia.

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Aunque todos los demás se fueron siguen exigiendo su dere­ cho a la parte de la herencia sobre la tierra, teniendo que saldar el joven agricultor esta cuenta. No obstante el joven agricultor ha tenido que hacer un proceso mental serio para enfrentarse a todas estas dificultades, lo que hace que se enfrente con ilusión y creatividad, incorporándose muchos de ellos a la agricultura ecológica o recuperando razas autóctonas o mejorando las es­ tructuras de regadío o de comercialización. En general el joven agricultor es un joven con iniciativa social que se sitúa en su en­ torno con un claro valor de compromiso que le hace ser un ele­ mento y agente dinamizador muy valioso. b) Jóvenes jornaleros. El 78% de la juventud agraria son jornaleros y eventuales del campo. El 40% de éstos viven en An­ dalucía, el resto se distribuye entre Extremadura, Castilla-La Mancha, Murcia y Comunidad Valenciana. Son jóvenes proce­ dentes de familias que generación tras generación han sido también jornaleras. Su vida transcurre entre el pueblo y las cam­ pañas agrícolas a las que acuden como temporeros o jornale­ ros; la aceituna, la fresa, la vendimia, el tomate. Suelen estar en­ tre dos y cinco meses fuera del pueblo y el resto del año trans­ curre con el subsidio, o con alguna chapuza, o en el empleo co­ munitario del Ayuntamiento. El subsidio agrario y el PER en An­ dalucía y Extremadura, así como el empleo comunitario en el resto de las Comunidades Autónomas, han ido forjando una ju ­ ventud apática, inmovilista y sin ningún tipo de aspiración. Si bien el subsidio por desempleo debiera ser un derecho para cualquier trabajador, la forma en la que se ha concretado en es­ tas dos Comunidades ha favorecido este tipo de valores socia­ les. El joven jornalero es un joven sin apenas formación regla­ da, abandona la escuela antes de finalizar la secundaria después de un proceso de años de fracaso escolar, en los que una es­ cuela rural poco dotada y poco adaptada a la realidad de estos

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jóvenes no pudo primero impedir que se fueran con sus padres a las campañas, y no pudo después impedir que dejaran la es­ cuela para echar unos jornales en la aceituna. El joven jornale­ ro, a diferencia de sus padres, no vive la necesidad imperiosa del dinero fruto del trabajo para mantener la familia. Esto unido a la cultura consumista y donde los límites y responsabilidades cada vez son más frágiles hace que el joven jornalero cuando está de campaña solo vive «el día a día», no ahorra, a diferencia de lo que hacían sus padres; el dinero que gana no lo aporta a la familia, y solo trabaja para su propio beneficio. Su vida en las campañas adolece de cierto desorden en cuanto a hábitos y costumbres. Todas estas circunstancias condicionan una exis­ tencia sin ningún tipo de proyecto a largo plazo. No obstante el joven jornalero es resultado de décadas y siglos de historia. Al mismo tiempo el joven jornalero guarda en su interior una gran capacidad de trabajo y de sacrificio, al mismo tiempo la lealtad y la solidaridad con sus compañeros durante la campaña es lo que le permite salir adelante, y en definitiva es un superviviente nato que siempre encuentra recursos para salir a flote. c) Por último nos fijaremos en un nuevo grupo social que ha aparecido recientemente en el medio rural, sobre todo en los espacios más despoblados y en las poblaciones más pequeñas y envejecidas. Se les ha venido a denominar bajo el concepto de neo-rurales. Son jóvenes procedentes de las ciudades, con una trayectoria personal en general ligada a los movimientos socia­ les de diferente índole. Son jóvenes con formación universitaria en diversas ciencias, que abarcan desde la Biología a las Inge­ nierías. Todos tienen entre sus valores la solidaridad, la ecolo­ gía, el respeto a las diferencias culturales y todos aspiran a una vuelta a formas de vida más acordes y armónicas con el mun­ do. Buscan en el regreso al medio rural una vida auténtica de relaciones con el medio, con las personas, con la tierra. Buscan

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en el medio rural un espacio para poder desarrollar otro mo­ delo de vida. Quieren regresar al medio rural, consiguiendo un trozo de tierra y trabajar y vivir de ella, poniendo en marcha proyectos de agricultura ecológica o de recuperación de artesa­ nía o tradiciones. En general se manifiestan respetuosos con la cultura y forma de vida de la gene de los pueblos donde van a residir, sin embargo es necesario potenciar intercambios y acer­ camientos mutuos donde tanto los habitantes de los pueblos a donde acuden como ellos puedan intercambiar lo que unos pi­ den a otros y viceversa. Este movimiento de jóvenes neo-rura­ les si bien no es muy numeroso todavía, sin embargo son muy activos. Existen en la actualidad numerosas experiencias de repoblamiento rural con estos grupos de jóvenes por todo el te­ rritorio. Habrá que estar atentos a la evolución de este nuevo movimiento protagonizado por jóvenes que aspiran a regresar al medio rural. En el contexto social descrito la juventud rural representa una amalgama de experiencias vitales y representaciones socia­ les tan diversa y variada como el propio medio rural. En un con­ texto social como el medio rural, de nuevo, el futuro de un me­ dio rural vivo, sólo será posible si logramos integrar a esta ju­ ventud en el propio proceso de transformación que vive su en­ torno y logramos sobre todo que ellos sean agentes y protago­ nistas de lo que quieran que sea su futuro.

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Alternativas educativas: sueños, posibilidades y acciones concretas Jesús Gallego Herranz Educador y director en el Centro Puente. Puente la Reina, Navarra.

Sumarlo 1. Introducción.— 2. Enredados.— 3 . La reforma en el reformatorio.— 4. Alternativas educativas; entre «Perros Callejeros» e «Historias del Kronen».— 5. Adaptaciones, diversificación, módulos y escuelas talíer.— 6.- Cotidlaneidad educativa.— 7. Bibliografía.

RESUMEM Cualquier propuesta que lleve la denominación de alternativa edu­ cativa está enmarcada en una sociedad y en un tiempo, en una co­ yuntura. Partiendo de esta realidad y siendo crítica con ella, se pro­ duce el desmarcaje dentro de unas posibilidades. Las alternativas en­ tendidas ya no sólo como estructuras distintas, sino sobre todo como actitudes educativas que respondan a la realidad que se pretende trasformar, en este caso los alumnos/as que quedan al margen del sistema educativo. De lo más general a lo más concreto, con una ac­ titud crítica y con unas modestas propuestas, pero desde la realidad de un centro que se pone en marcha cada día.

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ABSTRACT Every proposal that is called educational alternative is set in a society and in a time, in a context Taking this reality as a starting point and with a critical attitude, we can keep same distance, within same limitations. The alternatives should be understood not only as different structures, but above all as educational attitudes towards the re­ ality that has to be transformed; in this case the reality of children outside the educational system. From the most general to the very specific, with a critical attitude and humble propasáis, but from the reality of a social centre that sets in motion every day

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«Hay personas cuya única misión entre los demás, es servir de mediadores. Se pasa a través de ellos, como si fueran puentes, y se sigue caminando.» C. Flaubert (La educación sentimental)

Hay más escrito que hecho en educación. Sobre todo en aportaciones alternativas y en educación no formal. Me parece una obligación ética, que puestos a escribir tiene que ser con la seguridad de aportar algo nuevo, añadir, dar un paso hacia de­ lante, o callar. En este caso me temo que no lo voy a cumplir. Lo único que me anima es la posibilidad de aportar una sínte­ sis que simplifique positivamente y dé la experiencia de la cotidianeidad del trabajo con estos jóvenes. Quisiera ser directo y bastante práctico. Me permito empe­ zar por unas aportaciones globales sobre la sociedad donde abrir el hueco a lo alternativo, para ir aterrizando, de forma convergente al sistema educativo, a las aportaciones alternati­ vas y por último a la cotidianeidad de un trabajo con jóvenes entre 13 y 19 años que por distintos motivos se ven apartados de los caminos normalizados. Incluso en las aportaciones ge­ nerales señalo algunas ideas, actitudes y reflexiones que tengan su conexión con quienes pretenden comprometerse con el mundo educativo.

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ENREDADOS

Con este título quiero recoger el marco social general al que me resisto no hacer referencia por cuanto marca cualquier ac­ ción educativa. La Red, como síntesis de todo cuanto representa los multi­ media, está marcando, al menos en superficie, la sociedad. Me arriesgo a simplificar y decir que desde el Internet de usuarios al de empresas, desde las multinacionales de la comunicación a los mensajes juveniles en móvil, lo que se valora es la informa­ ción. Pero más que su contenido, su veracidad y su utilidad hoy el valor está en la inmediatez, en la cantidad y en la velocidad. Esto determina una forma de pensamiento que está lejos del aprendizaje pausado y reflexivo. Dos ejemplos: en los ambientes educativos se está viviendo la euforia de primerizos de los recursos multimedia. Cuesta en­ contrar un foro o una aportación con una visión crítica, fuera de la euforia entusiasta que roza lo visionario y que es poco rea­ lista. El segundo ejemplo es entorno al otro medio: la televisión. Interesa su posible valor educativo y su intervención en la for­ mación del pensamiento de la población más joven. Se la ha cri­ ticado en cuanto a sus contenidos violentos o sexuales. Pero está pendiente de realizarse una valoración de su aporte o des­ trucción en la formación del pensamiento, la percepción y la sensibilidad de las personas. No es indiferente la recepción con­ tinua de mensajes visuales, altamente elaborados con una in­ tencionalidad y con una permanencia tan leve para la formación de la estructura mental de cualquier persona. Se sitúa la sociedad entre la modernidad y la posmoderni­ dad y hay quien propone la ultramodernidad. Lo cierto es que

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se habla de pensamiento débil, único, fragmentado. Estos adje­ tivos no dejan muy bien nuestra forma de pensamiento y nues­ tros esquemas de vida. En contraposición, el mundo político y económico neoliberal trata de convencernos de las bondades de la globalización, que entiendo necesita otra forma de pensa­ miento. Luego, o adquirimos un pensamiento muy flexible o dos formas de pensar: la débil o fragmentada para la vida coti­ diana y la global para los planteamientos de vida. Me temo que ninguna de las dos opciones es buena. Esto determina más de lo que nos parece la seguridad y los planteamientos de cual­ quier opción educativa que quiera ser aceptada por la sociedad. Al hilo de lo anterior, parece que tanto los Gobiernos más cercanos al ciudadano como los nacionales e internacionales han elegido este camino de la globalización y el neoliberalismo. ¿Qué cabe esperar del entorno educativo que estas estructuras van a dar a la sociedad? ¿Qué margen de libertad para propo­ ner otras medidas y alternativas educativas? Multimedias, posmodernidad, neoliberalismo y globaliza­ ción no constituyen el mejor paisaje para proponer algo que atienda a los desatendidos. Dicho de otro modo, cualquier al­ ternativa lo tiene que ser con fuerza y con una seria argumen­ tación. Este paisaje nos impone unos estilos de vida rápido, que va­ lora lo instantáneo, lo placentero, lo momentáneo, y la acción educativa y más si quiere ser alternativa, necesita de la calma, la paciencia, el compromiso y la voluntad de quien quiere acom­ pañar un proceso de maduración. Y una última actitud; se extendió una máxima entre los com­ prometidos: «piensa globalmente y actúa localmente», hoy reto­ cada en un «piensa globalmente y actúa globalmente». La glo­ balización nos quiere llevar por su camino, pero haciéndonos

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sentir libres. Me parecen actitudes más acertadas una carga crí­ tica en el marco, en lo global y otra parte más personal de pro­ puestas y acciones comprometidas. En conclusión, la situación es de una rapidez, hiperactividad y agitación social, con una cierta pasividad de fondo. Malos tiempos para propuestas, enredados como estamos en una complejidad que nos exige mucha atención para vivir con cier­ ta coherencia.

i c l LA REFORMA EN EL REFORMATORIO En este segundo apartado quisiera centrar las reflexiones en el mundo educativo la reforma y la LOGSE. Hubo quien afirmó que la LOOSE sería una reforma dura­ dera y que en lo sucesivo se reformaría la reforma. Esto, que pa­ rece que está ocurriendo, más las críticas y el malestar que está generando, me ha llevado a decir que la reforma está en el re­ formatorio. La reforma se gestó en un ambiente de país en progreso y con ciertos niveles adquiridos. Si admitimos ciertos fracaso o malestar respecto al sistema educativo se me plantea la si­ guiente cuestión: ¿Es admisible semejante fracaso con los co­ nocimientos que hoy se tienen sobre educación, los medios, re­ cursos e inversiones de los que se podría disponer? De todas formas sobre este asunto también es mayor el rui­ do y el barullo superficial que las propuestas y los hechos en realidad. Esta reforma aun con un altísimo planteamiento peda­ gógico y sobre todo psicológico, es una reforma política, idea­ da por políticos, para realizarla los educadores. Resulta escan­

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daloso que hoy todavía las reformas que se proponen sean desde los políticos y con una alta carga partidista. Algunos ejemplos: los libros de texto que se pueden o no usar, los con­ tenidos en historia y ciencias sociales, la reválida, la selectividad, la optatividad en la ESO. Y todo ello cargado de una justificación entorno a la calidad y a una mayor presencia de las ciencias hu­ manísticas. Cuando en este país se habla de escuela se pone el acento en los adjetivos. Se habla y se escribe de escuela privada, con­ certada, pública, municipal, autonómica o nacional. Todo en de­ fensa del fragmento y el interés. Me parece que lo sustancial es que la escuela sea escuela. Siento ser tan simple, pero mi inten­ ción es dar con lo esencial. Analicemos lo que los medios de comunicación dicen sobre la escuela. Septiembre; coste de los libros, la matrícula y el uni­ forme (es mínimo el número de alumnos que usan uniforme en nuestro país). Comienzo de curso: imágenes de niños que llo­ ran al ir al colegio. Vacaciones: ¿qué hacen los padres con los hijos si tienen que trabajar? Las vacaciones son muy largas. Du­ rante el curso: conflictos en las aulas y malestar docente (el do­ cente quemado). ¡Todo muy educativo y muy sustancial! Una situación que antes de denominarla pesimista hay que ir buscándole posibilidades y salidas. Vivir en la alegría de que las cosas están bien me parece que es alejarse de la realidad, y por otro lado quejarse, lamentarse y llorar añorando tiempos anteriores (me temo que es la postura de muchos docentes) es igualmente anquilosante. El artículo 23 de la LOGSE propone la diversificación y los módulos de garantía social como medidas de atención educati­ va para los alumnos que no llegan a los objetivos al finalizar la

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ESO. Más adelante entraremos a considerar su aplicación. Pero esas medidas, junto a las adaptaciones curriculares, tienen como primer valor un gesto de humildad en la reforma: la edu­ cación es para todos, pero no llegaremos a educar a todos por un único camino, no garantizamos el éxito, pero al menos sí las medidas. La misma reforma tiene cierta flexibilidad para realizar alternativas. ¿La cuestión es cómo y hasta dónde? El principio de integración se ha defendido como valor de­ mocrático y derecho. En muchos casos se ha planteado como permanencia en el centro, aunque el centro educativo no fuera integrador, dando pocas muestras de flexibilidad y de diversifi­ cación. La articulación de este principio nos dará la posibilidad de alternativas incluso fuera de los espacios formales, aun sien­ do tachados de desintegradores. Las pedagogías, como corrientes de pensamiento que es­ tructuran la acción educativa, no tienen fuerza ni protagonismo. El constructivismo, más como psicología que como pedagogía, venía a ser la base de la reforma educativa en contraposición al conductismo. La caída de ésta puede arrastrar una crisis del fundamento aquel. Esperar la llegada de un pensador, o de una base pedagógica que lidere y resuelva la situación, parece poco probable. Por otro lado, repasando las corrientes de pensa­ miento pedagógico, parece que poco más se puede decir. Hay mucho escrito y poco llevado a cabo. Parece que el camino está en la síntesis de varias corrientes pedagógicas y llegar a con­ sensuar y concretar sobre todo las actitudes educativas y el es­ tilo de relación que se va a crear en el ambiente educativo. En concreto, veamos lo que se ha hecho en la educación en los derechos. Así como la palabra libertad tiene todo su sentido para quien carece de ella, la educación en los derechos tiene verdadero sentido entre quienes deben conquistarlos y defen-

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denlos. Sé que este es un terreno resbaladizo, pero me atrevo a decir que se han explicado y «formado» en los derechos a los que ya tenían todo y mucho más. El resultado es una actitud de los niños y jóvenes sobre sus derechos y sus límites que deter­ minan la relación con el centro, los educadores y los iguales (este es el contenido de la disciplina) de una forma desajustada. El conflicto está servido. Otro criterio revisable es el del juego y su extensión en el educar entreteniendo o la obligación de ser ameno, para ser educativo. Hemos puesto la educación a la altura de los parques temáticos. Por otro lado hablamos de preparar para la vida y además de forma integral. Dos principios difícilmente compati­ bles, porque la vida tiene poco de juego y de entretenimiento. Esta es una de las mayores injusticias hechas en educación. El juego es básico en una etapa, pero habrá que definir hasta dón­ de y cómo equilibrarlo con la preparación a la vida y los proce­ sos de maduración. Una de las causas de abandono escolar y fracaso es que prometemos como entretenido algo que al alumno no le parece, además produce el enquistamiento del gusto como principio de actuación en el adolescente y el joven. Con estas pinceladas, muchos matices y muchas aportacio­ nes faltan, se dibuja las aguas turbulentas del ambiente educa­ tivo, donde hay unas ciertas posibilidades de establecer alterna­ tivas.

ALTERNATIVAS EDUCATIVAS: ENTRE «PERROS CALLEJEROS» E «HISTORIAS DEL KRONEN» En el intento de acercarnos a las alternativas de forma con­ creta y fundamentar éstas, en este apartado nos centraremos en

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algunos criterios, pero que relacionados con las reflexiones an­ teriores vayan dando sentido a las actuaciones concretas que aportaremos. El segundo título de este apartado hace referencia a los des­ tinatarios de las alternativas educativas. La realidad de ellos debe de ser uno de los determinantes de las actitudes a tomar. Tomo los títulos de estas dos películas a modo de retratos, no exentos de tópicos, pero que sintetizan dos tipos de jóvenes muy diferentes, y de esta manera evito entrar en descripciones ya hechas en otros lugares. Encontrarnos en el mismo centro y en el mismo momento con un ejemplo de cada uno de los tipos ha resultado muy significativo y clarificador. Desde la realidad que escribo el joven que refleja «perros callejeros» es más esca­ so y más frecuente el que se acerca a la descripción de la otra película. Sería largo de explicar, pero hay criterios pedagógicos y justificaciones sociales diférentes para cada tipo. Lo desajus­ tado es seguir aplicando aquéllos para la nueva realidad, o no ver tan siquiera la diferencia entre ambas tipologías. Pero en­ marquemos las alternativas. Si hablamos de alternativas partimos de que hay algo que no es como debe o como quisiéramos, puede ser mejor. Parti­ mos por lo tanto de un análisis negativo (nos tacharán de pesi­ mistas) para realizar lo ideal o al menos una respuesta a una si­ tuación crítica que nadie o casi nadie da (nos tacharán de utó­ picos). Seamos realistas: no hemos inventado nada. Análisis super­ ficiales pueden acusarnos de ofertar unas alternativas que ya se realizaron y probablemente con mejores resultados. Por otro lado no hay una pedagogía brillante, digna de ser expuesta. Lo alternativo por lo tanto no estará tanto en las formas, ni en un discurso novedoso, sino en las actitudes educativas y en un dis­

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curso educativo posiblemente sincrético, pero mínimamente co­ hesionado y ajustado a la realidad. La literatura sociológica y educativa anda entretenida sobre el nombre más adecuado y con menos tono despectivo para nombrar a la población objeto de estas atenciones, pero pro­ puestas concretas hay más bien pocas. Hay que tener un espe­ cial cuidado por las ideas pedagógicas bien sonantes pero que no se ajustan a la realidad. Los diagnósticos están relativamente hechos, las propuestas son bastante difíciles, entre otras causas por su alta carga sub­ jetiva. Para distanciarse de esto y lograr cierta objetividad, lograr objetivos comunes, es necesario recuperar el valor de lo colec­ tivo y lo asambleario, al menos en el equipo, una de las claves de éxito de cualquier alternativa. En definitiva la finalidad es lograr explicaciones y consensos que no sólo sean ajustados a la realidad que se quiere trasfor­ mar, sino que además de tener la carga de utopía suficiente ten­ ga un soporte de viabilidad. Y en concreto, si las explicaciones sólo son sociales y educativas, seguramente nuestras propues­ tas irán encaminadas a que sean los agentes sociales y educa­ tivos (políticos) los que de forma activa den soluciones; los ado­ lescentes sólo serán meros receptores pasivos. De nuevo al engañufla de la libertad, la opción y el poder participar, con un lenguaje muy democrático, pero sin decir la verdad. Si nuestro planteamiento da posibilidades de participación y de compro­ meterse al alumno, debe ser aceptada igualmente la carga que lleva consigo y por lo tanto implicándole hasta el máximo de responsabilidad aceptable a su situación. Esto cho­ ca de lleno con alguno de los puntos señalados en los aparta­ dos anteriores al describir la situación social y educativa que nos rodea.

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Otro ejemplo concreto sobre las consecuencias de los planteamientos por los que se opta está en la creencia de que los alumnos/as en desventaja o que han entrado en la mecá­ nica del fracaso escolar se «salvan» cuando logramos incorpo­ rarlos al mundo laboral. Conlleva esto desatender otras situa­ ciones personales, de relación y educativas, que se siguen arrastrando, y lo único logrado es introducirles en el mundo productivo que previamente hemos criticado. Hay un criterio de educación integral que no hay que perder de vista para no caer en errores. Junto a la necesidad de un planteamiento bien justificado, el contar con la implicación de los destinatarios, la opción por la educación integral, apunto otros dos criterios que veo conve­ nientes a la hora de ofertar una alternativa educativa. Uno de ellos es el de diversificación. La Ley de Educación lo contempla, pero a la hora de su aplicación se queda en una di­ versificación de contenidos (como reducción a mínimos) y al­ gunos matices en la metodología con menos alumnos. Pero eso sí, asegurando que sea entre las mismas paredes del centro para no resultar desintegrador. Habrá que estirar al máximo el concepto y plantearnos la diversificación en todos los aspectos posibles, incluidos los espacios y los tiempos. La educación está psicologizada y tiende a psiquiatrizarse. Se pasa de explicaciones más sociales, ambientales, que tienden a poner al alumno en situación de víctima (por aquí va el mo­ delo referente a los «perros callejeros») al extremo de las expli­ caciones excesivamente psicológicas que tienden a poner al alumno/a como enfermo, por aquí iría la «Historia del Kronen» (juventud que lo tiene todo, pero sin madurez y estabilidad para conjugar trabajo-estudio y fiesta) Las alternativas pedagógicas

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tendremos que equilibrar ambos extremos (enfermedades indi­ viduales y conflictos sociales) y ajustarnos a lo más real y posi­ ble de trasformar.

ADAPTACIONES, DIVERSiFICACIÓN, MÓDULOS Y ESCUELAS-TALLER Las alternativas educativas que se admiten hoy tienen estas denominaciones. Las adaptaciones curriculares y la diversifica­ ción más propios en el ámbito escolar; los módulos de garan­ tía social ubicados en los centros escolares o fuera de ellos, y las escuelas-taller desarrolladas por municipios y más cercana al mundo laboral. Salvo matices locales y/o autonómicos tienen una carga académica en las formas y en los estilos que viene a quedarse algo rígidas para lo que pudieran ofrecer como alternativas. Aporto algunas problemáticas, referidas a las tres primeras, que restan posibilidades a estos recurso, desde la óptica parcial del centro donde trabajo; La descoordinación entre centros e iniciativas. Se opta por­ que cada cual, con cierto secretismo, siga su camino. El poten­ cial de poner en común cuanto se hace y la experiencia adqui­ rida no se usan. Del mismo modo la descoordinación entre di­ ferentes agentes educativos, sociales, municipales. El personal educativo dedicado a estas iniciativas, en muchas ocasiones desplazado de las aulas más por ajustes de horarios y plantilla que por verdadera vocación, cuando no personal no preparado, demasiado academicista y con más buena voluntad que acierto.

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La dependencia excesiva de las formas colegiales o acadé­ micas, que dan poca flexibilidad a las alternativas. En nuestro caso se nos exige el ajuste al calendario escolar y otros requisi­ tos similares. La dificultad de contactar de forma más eficaz con el mun­ do laboral. Lo parcial y corto en el tiempo que se hace la atención edu­ cativa, cuando las realidades individuales y las problemáti­ cas ambientales son tan complejas y requieren tiempo y conti­ nuidad. El aspecto ya señalado de la falta de planteamientos educa­ tivos y la esquizofrenia entre considerar al alumno víctima o en­ fermo. • Como algo en cierto modo novedoso, aunque en otros lu­ gares toman otras formas, apunto un comentario sobre las Uni­ dades Curriculares Adaptadas (UCAs), que en su modalidad de internas (dentro del centro escolar) o externas (en otros centros) se vienen desarrollando en la Comunidad Navarra. Se trata de una media educativa para alumnos/as del se­ gundo ciclo de la ESO, que por causas más allá de las pura­ mente académicas se les atiende en otras aulas o en otros cen­ tros con un currículum distinto y adaptado, en que su principal característica es el incluir un importante tiempo (el 50% del ho­ rario) de talleres en una modalidad de iniciación a varias fami­ lias profesionales. Incluye varios de los criterios que hemos venido comentan­ do, por ejemplo, la diversificación del espacio incluso fuera del escolar, y constituye una alternativa válida en muchos casos, sobre todo si se adopta un estilo y unas formas verdaderamen-

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te motivadoras. Es la concreción de la alternativa pedagógica que recogemos en el siguiente apartado.

COTIDIANEIDAD EDUCATIVA En el Centro Puente, con el principio que recoge la máxima de F lau bert que encabeza este artículo, tratamos de concretar en la atención de los alumnos/as de un Módulo de Garantía So­ cial (PIP) de ayudantes de cocina y de dos UCAs los siguientes criterios educativos de forma cotidiana: • Proporcionamos otro espacio, diversificación del escolar, y por lo tanto otro ambiente. No se trata de una oferta sólo de talleres, sino algo más, un lugar espacioso donde se puede crear otros climas. • Proporcionamos otros tiempos y por lo tanto otros rit­ mos, con un horario distendido. • Proporcionamos otros grupos y por lo tanto provocamos unas relaciones personales intensas, no solapadas por el número de personas en el centro. • Pretendemos una atención más integral que fragmentada, no dirigida únicamente a la incorporación al mundo la­ boral, sino que ayuda a construir una personalidad ma­ dura, reflexiva, con capacidad de relaciones. • Estamos convencidos que junto a las problemáticas más llamativas (conductas disruptivas, conflictos, consumos, incapacidad de relación, fracaso escolar, autoestima des­ truida...), el proceso de estas personas tiene que ver con la socialización y las relaciones básicas no logradas en las

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épocas tempranas y con la capacidad de asimilación de sus experiencias. No les pasa nada, porque no saben lo que les pasa, porque no tiene formas (y a veces tampoco las quieren) de procesar y construir su personalidad con cuanto les sucede, con la realidad cercana y sus posibili­ dades de crecimiento y cambio. Por lo tanto, procuramos que vayan integrando sus experiencias de vida y eligien­ do pautas de comportamiento más beneficiosos para ellos. • Un medio importante es el diálogo, la mediación y la ne­ gociación para que implicándose en decisiones puedan después experimentar las consecuencias y hacerse res­ ponsables. Voluntad y esfuerzo tienen sentido en la for­ mación de la personalidad responsable. • Por lo tanto, con una visión positiva de la persona, una pedagogía de la confianza y una fe en sus posibilidades (principio de Pigmalión). • Nos es bueno que junto a sus posibilidades tomen con­ ciencia de sus límites, los propios y los que impone una relación en grupo, un centro con una organización. Una dolorosa, pero imprescindible toma de conciencia perso­ nal. Y una estructuración de la disciplina como posibilida­ des y limites de las relaciones en todos los ámbitos. • No usamos el amiguismo tutorial, una falsa relación edu­ cativa y personal, aunque cuidamos la relación, los mo­ mentos distendidos y los formales. Por ejemplo, usando el gran valor tutorial del comer juntos de forma pausada y tranquila. • Nos es más útil la observación atenta y discreta y el con­ tinuo intercambio de información que las técnicas de test

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para ir adquiriendo un conocimiento de la persona. Es más lento, pero más personal, más humano y más aleja­ do de formas excesivamente profesionalizadas. • En los aprendizajes, para quien ha tomado una postura negativa al adquirirlos, nos es más útil la técnica del paso a paso y la atención individual que la complejidad de la elaboración de proyectos de forma conjunta. Los proyec­ tos, realización de tareas desde el principio atendiendo a todas las variables para obtener un resultado más o me­ nos complejo, los usamos más en trabajos de taller al fi­ nal de curso. Con el paso a paso, las tareas más bien di­ rigidas y de resultado rápido, mantenemos la motivación y la tensión y la posibilidad de que el alumno muestre en cada momento su progreso. Nada de notas y exámenes, no son necesarios. • En los más pequeños una variación en taller a lo largo del curso (carpintería, electricidad, bicicletas, soldadura, jardi­ nería...), porque no buscamos la especialización, sino la motivación. • Y por supuesto dos imprescindibles: la familia y el equi­ po. La intervención de la familia o al menos una toma de postura coherente y firme, que en ningún momento sea refugio para el alumno/a, sino provocación para retomar la formación del hijo/a y replanteamiento de las relacio­ nes. El equipo, con una cohesión, una buena relación en los ambientes formales e informales, con una comunica­ ción de la información bien fluida y seleccionada, y con unos criterios personales y una estructura de pensamien­ to y sentimiento que permita sobrellevar la tensión cons­ tante en la que se vive.

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BIBLIOGRAFÍA

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Educación de calle: una experiencia de trabajo con jóvenes Equipo de Educadores de Calle Cáritas Diocesana de Málaga.

Sumario 1. Una historia de intu icio n e s.— 2. Cómo elaborar una propuesta de trabajo. 2 .1 . Desde la perspectiva de la relación. 2 .2 . Desde la perspectiva de la pedagogía. 2 .3 . Desde la perspectiva del espacio .— 3. Lo que va quedando: construir posibilidades desde abajo.

RESUMEN Este artículo describe el proceso, surgido en la ciudad de Málaga, de construcción de un proyecto de educación en calle para jóvenes ado­ lescentes. A partir de experiencias concretas, con nombre y apellidos, el proyecto se fue materializando en acciones. La intervención se ha centrado en recursos relaciónales y no tanto en recursos económicos o informativos, acercándose a los jóvenes sin ningún tipo de actitud moralizante. La realidad que se fue descubriendo era mucho más dura de lo que en ese momento se podía afrontar y mucho más pro­ funda de los que se podía ver desde fuera. No obstante, poco a poco, los educadores de calle han logrado ser aceptados por los grupos de jóvenes. Después de año y medio de trabajo en tres barrios de Mála­

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ga, se constata que se han logrado construir posibilidades desde abajo, poniendo la confianza en el tiempo.

A B5TR AC T

This article describes the process by which a Street education project foryoung adolescents has been formed in the city of Málaga. Taking individual experiences, persons with full ñames, as a starting point, the project has developed into actions. Social intervention has been focused more on interpersonal assistance, than in financial support or information, approaching the young people without any moralising attitude. The reality that started to turn up was far harder than what was possible to cope with at this stage and much deeper than what could be seen from the outside. Nevertheless, step by step, the Street educators have managed to be accepted by the groups ofyoung people. After one and a halfyears of work in three neighbourhoods of the city of Málaga, it is now evident that possibilities have been build from down up, relying on the passing oftime.

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«Hay que intentarlo... y al fin y al cabo actuar so­ bre la realidad y cambiarla, aunque sea un poqui­ to, es la única manera de probar que la realidad es transformable.» E. G aleano

Las historias, aunque sean cortas como la nuestra, suelen estar llenas de nombres, de preguntas y de intuiciones que hi­ cieron que el camino siguiera en una dirección y no en otra, de tal manera que cuando uno pretende contar su historia se debe, felizmente, a unos y a otras. Hace unos años estábamos desarrollando, entre otras ac­ ciones, unos talleres de ocio y tiempo libre con menores en un barrio de Málaga. Observábamos que los mayores, ya adoles­ centes, no terminaban de encajar en nuestras propuestas. Fal­ taban con frecuencia, se iban antes que los demás o desecha­ ban ir a alguna salida o excursión. Pensaban que aquello era cosa para niños y ellos se acercaban ya a los 15 años. Uno de los que se nos estaban escapando era Sebas. Sebas vivía con su familia en el barrio, como el resto del grupo. Los ingresos de sus padres dependían casi exclusivamente de ayudas exteriores que nunca les permitían salir definitivamen­ te de donde estaban. La situación en la casa era muy delicada. Tenía un hermano en prisión y su padre, agredido dentro de la propia casa, carecía de cualquier nivel de autoridad en la fa­ milia.

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Sebas había dejado el Instituto. Allí nunca fue bien visto y él no llegó nunca a encontrar su sitio. Por las tardes, en lugar de venir a los talleres, Sebas y sus amigos se agrupaban y se reunían en una esquina del barrio, día tras día, sin ninguna otra actividad que charlar, comer pipas, beber cerveza o fumar «pe­ tardos». Sebas creía que las drogas nunca serían para él porque sólo las tomaban aquellos que no eran respetados, aquellos que eran débiles. Él sí se sentía respetado utilizando la agresivi­ dad y la violencia, por eso nunca tendría problemas. Con el tiempo comenzó a consumir otro tipo de sustancias y a partici­ par en algún que otro pequeño robo. Todo lo que íbamos descubriendo en Sebas nos iba inter­ pelando porque, junto a estas actitudes, de vez en cuando sa­ caba su vertiente protectora y se preocupaba por los niños del barrio. No quería que terminasen como su hermano. Incluso quería ser alguna vez monitor en nuestros talleres. Pensaba que a los niños, aunque sus casas fueran unos infiernos, o precisamente por eso, había que escucharles y estar cerca de ellos. Por la misma época, en otra zona de la ciudad, en torno al casco histórico, otros compañeros trabajábamos desde proyec­ tos dirigidos a las familias. Poco a poco fuimos conociendo a los hijos de aquellas familias con las que trabajábamos y los que más comenzaron a interpelarnos fueron los adolescentes. Entre estos jóvenes estaba Antonio. Antonio había dejado el Instituto hacía poco tiempo, aun­ que en realidad nunca estuvo muy integrado en las escuelas, por las que fue pasando. Tenía unos 14 años y se pasaba el día en la calle con otros jóvenes de su edad. No quería saber nada de lo que pasara en su casa ni por supuesto del Instituto, así que hablar de esas cosas con él daba poco resultado. Le en­

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cantaba hablar de motos, de novias y de hacer «algo» por las tardes. Estuvo a punto de quedarse como monitor de un equi­ po de fútbol de niños del barrio, pero salió a los dos días. Se­ gún él no le daban responsabilidades. Una tarde, la pandilla de Antonio comenzó a hablar sin pro­ blemas delante de nosotros de algunos robos que estaban ha­ ciendo desde hacía unos meses en su propia zona. Nos ense­ ñaron algunos radio-cassettes robados en coches y nos co­ mentaron cómo se organizaban: ellos robaban las radios y lue­ go otros adultos las vendían en rastros de la ciudad después de haberles pagado dinero por el trabajo. Realmente no querían el dinero para nada en especial: un refresco por la tarde y un dul­ ce para no tener que merendar en la casa; arreglar alguna moto; comprarse unas zapatillas de marca; o salir con la novia de tur­ no y poder impresionarla. Algunas veces también trabajaban: recogían tejas en los tejados de los derribos para una empresa constructora que les pagaba al día, sin querer saber nada de posibles caídas o accidentes. Dos semanas después, Antonio nos pidió ayuda para un amigo. Los vecinos lo querían denun­ ciar y echar de la casa por no colaborar y por formar escánda­ lo. Según él la tenían tomada con ellos. Parecía como si cada vez se fueran rompiendo más lazos con su entorno. Sólo en el gru­ po se sentían reforzados. La realidad que íbamos descubriendo era más dura de lo que en ese momento podíamos afrontar, aunque dos cosas íbamos teniendo claras: la primera es que nos habían aceptado dentro del grupo; la segunda es que la realidad de estos jóve­ nes era más profunda de lo que sólo se podía ver desde fuera. Poco tiempo después comenzaron las continuas escapadas / expulsiones de Antonio de su casa, y para entonces la relación que manteníamos ya nos exigía seguir el contacto y comenzar a trabajar con él y con su grupo de amigos.

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De los nombres a los cuestionamientosy a las intuiciones. Así empieza una historia, corta, de intuiciones y de cuestionamien­ tos. Sebas o Antonio forman parte de muchos nombres más que fueron provocando preguntas en nuestros equipos de tra­ bajo: ¿quién está trabajando con ellos?, ¿qué hay detrás de es­ tas conductas?, ¿cuál debe ser nuestro papel?, ¿qué es y qué no es educativo en estas situaciones?, ¿cómo llegar a ellos?, ¿qué tipo de trabajo se puede hacer con estos jóvenes? Ciertamente detrás de las realidades visibles existen muchas rupturas internas: con el medio familiar, con el que los jóvenes cada vez se enfrentaban más y los padres acusaban grandes di­ ficultades para «controlar» a sus hijos; con el medio escolar, el cual tampoco se veía capacitado para afrontar la realidad del conflicto y de la exclusión dentro de su propia dinámica formativa; con el medio comunitario, expresado en peleas con los ve­ cinos, desprecio por las pocas estructuras comunitarias, protes­ tas de las Asociaciones de Vecinos, tensión con los comercian­ tes y aumento de la presencia policial en la zona; y a veces con el medio cultural en el caso de menores inmigrantes no acom­ pañados que llegaron solos y viven en la calle de nuestras ciu­ dades. En definitiva, detrás de toda la realidad externa, se ocul­ taba una RUPTURA PERSONAL importante. Era esa ruptura la que más nos cuestionaba. «Algo de obsceno tiene el decir que los jóvenes son el futuro, cuando a muchos de ellos ya se les ha ne­ gado el presente» ( 1). A los grandes interrogantes se suele contestar apenas con intuiciones, pero son éstas, en su debilidad, las que al final te guían hacia algún sitio. Entre esas intuiciones, creíamos que las personas son más que sus problemas y que sus conductas y que (1) Falcon, E.: «¿Cómo ven el mundo los jóvenes? Aproximación a las narraciones juveniles». Barcelona: Cuadernos Cristianisme ¡Justicia, n.® 106, mayo 2001.

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detrás de los comportamientos de los jóvenes a los que nos íbamos acercando existían necesidades no cubiertas, potencia­ lidades no activadas y emociones no reconocidas o no expre­ sadas. Queríamos elaborar alguna propuesta de trabajo porque pensábamos que merecía la pena dada la realidad «descubier­ ta», aunque las referencias de cómo hacerlo aún no estuvieran claras. Sin embargo, creíamos que lo que mejor podíamos ofre­ cer a los jóvenes era puntos de referencias, personas que se acercaran a ellos dejando fuera cualquier actitud «moralizante» y se decidieran a acompañarlos. Son los adultos sensatos (2), aquellos que saben mirar y pensar una realidad concreta. Los recursos fundamentales no eran tanto recursos económicos o servicios de información para facilitar el acceso a otro tipo de recursos. Nuestra intención se centraba en recursos relaciónales, educadores que centraban su potencialidad en la relación que podían llegar a establecer con el joven. Estas claves nos fueron acercando a experiencias de otros, en las que buscamos recetas, pero encontramos algo mejor: preguntas abiertas, que son las que te permiten seguir cami­ nando. La Educación de Calle o Educación en Medio Abierto comenzó a constituirse como nuestro referente, aquello que queríamos hacer sin saber exactamente si sabríamos o no ha­ cerlo. Es así como esta historia comenzó a concretarse en pro­ yectos y acciones, en una opción de Cáritas. Actualmente traba­ jamos en tres barrios de Málaga a través de sendos Proyectos de Educación de Calle con jóvenes y adolescentes. Pero estas acciones tenían su pre-historia: nombres, cuestionamientos e intuiciones que nos han hecho llegar hasta aquí. (2) A prieta , L., y M oresco , M.: 4.20,1992.

Educar desde el conflicto. Chicos que molestan.

Madrid: Educación Social

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CÓMO EUBORAR UNA PROPUESTA DE TRABAiO

Las propuestas que hemos ido construyendo en el terreno de la Educación de Calle se han ido configurando bajo tres re­ ferentes que se han convertido como en nuestros faros, en nuestras guías: la relación humana que se establece con el jo ­ ven en la calle; una pedagogía que construya, que interpele y que acompañe siempre desde la igualdad y desde el diálogo, y una tensión por compartir y estar presente en lo que son sus espacios.

2.1.

Desde la perspectiva de la relación

La relación que se establece entre el Educador de Calle y el joven o el grupo se configura como el principal espacio educa­ tivo y el principal recurso que podemos utilizar. Nuestra inten­ ción es llegar a crear una relación que tenga capacidad para ge­ nerar preguntas al joven, interpelaciones y, sobre todo, cambios que nazcan desde dentro. «Creo que nuestro trabajo con estos chavales se debe centrar en dos actitudes: acompañar y cuestionar a quien no se siente acompañado ni cuestionado por nadie» (3). Lo primero que teníamos que tener en cuenta para lograr una relación humana significativa era afinar bien nuestra capa­ cidad de escucha. Había que conectar con la realidad del joven, con su forma de vivir las cosas, con sus emociones dormidas o expresadas de otra manera distinta. Había que saber llegar a aquella necesidad (afecto, protección, identidad, libertad,...) no cubierta en la que creíamos que estaba la clave para trabajar con la persona. (4) Diario de Campo de un Educador de Calle.

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Saber escuchar no es sencillo. A veces te urge tu «sentido de responsabilidad» y lo único que quieres solucionar pronto es que el joven vuelva al Instituto o se ponga a buscar un trabajo o deje de «complicarse la vida» porque otros (Servicios Sociales, Juzgado, padres, colegios...) han puesto su confianza en ti para que consigas que el joven cambie. Pareciera que el éxito o fra­ caso de tu trabajo fuera el cambio rápido y definitivo de con­ ducta. «Muchas veces espero demasiado sin pararme a ver en la situación en que están, quiero de ellos que avancen pronto y so­ bre todo que bagan lo que yo veo mejor para ellos, sin ver que a lo mejor no es lo que ellos quieren» (4). Saber escuchar consiste en dejar estas prisas a un lado y centrarnos en la persona que tenemos delante. Los cambios importantes, los que definen la vida de una persona, sus valores, sus estrategias, sus priorida­ des, son cambios que sólo pueden venir desde dentro y no pueden ser impuestos desde fuera. Para generar este tipo de cambios hace falta saber escuchar, saber ponerse en la situa­ ción del otro y, desde ahí, proponer o despertar la inquietud. «Me acabo de acordar de una pequeña historia que sucedió con un Principitoy un zorro (seguro que la conoces). Pues creo que ahí está la respuesta. Se trata de acortar las distancias, de promover pequeños encuentros que rompen el muro que existe entre nos­ otros ("tú, claro, tú no me entiendes, no has vivido lo que yo, no puedes comprender mi vida, mis problemas... Nada más que te importa que vaya al Instituto, que no dé la nota, que sea bueno, que no me meta en follones ..."). Esto puede estar en la cabeza de algunos de ellos, ese pensamiento y tantos otros que hacen que haya una barrera entre nosotros» (5). En segundo lugar, para conseguir la relación que queremos se hace fundamental abandonar todo tipo de prejuicios mora(4) Diario de Campo de una Educadora de Calle. (5) Diario de Campo de una Educadora de Calle.

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lizantes centrados en la conducta concreta. En nuestra capaci­ dad para aceptar al Joven tal y como es, en todo momento, nos jugamos nuestras posibilidades de llegar a la persona. Habla­ mos de aceptar a la persona, no necesariamente sus actitudes o sus comportamientos, aunque tampoco pretendamos juzgar éstos. Un tercer elemento que se nos presenta fundamental es la necesidad de mostrarnos ante los jóvenes siempre con toda transparencia, con toda claridad, sin ocultar nada. Ser auténticos en nuestra relación posibilita que la otra persona también lo sea. Estas eran las claves desde las que queríamos construir re­ laciones con los jóvenes. Estas claves han sido nombradas (es decir, conceptualizadas) desde los referentes de la Relación de Ayuda, enfoque que viene desde la Psicología humanista y que nos ha ofrecido un marco idóneo para entender nuestro traba­ jo. Cari Rocers ya subrayaba la necesidad de una relación in­ tensa, «hecha de aceptación, de respeto y de empatia», y su hi­ pótesis básica era: «Si puedo crear un cierto tipo de relación, la otra persona descubrirá en sí misma su capacidad de utilizarla para su propia maduración, y de esa manera se producirán el cambio y el desarrollo individual» (6). La Relación de Ayuda centra la competencia relacional de la persona que quiere ayudar en tres actitudes básicas: • La actitud empática, la capacidad de sentir-en, de caminar junto a la persona. • La aceptación incondicional de la persona, no necesaria­ mente de sus conductas, «...la aceptación de un comporta(6) Citado en B erm do , J. C.:

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Apuntes de Relación de Ayuda.

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Santander Ed. Sal Térrae, 1998.

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miento incluso antisocial o destructivo no requiere la acep­ tación de tal comportamiento del ayudado como deseable, sino simplemente como natural, normal y esperable, dadas las circunstancias y las percepciones del ayudado» (7). La aceptación incondicional incluye la ausencia de juicios moralizantes y la visión positiva de la persona que tienes delante. La autenticidad, es decir, la coherencia entre lo que el Educador es, piensa y siente y cómo lo expresa ante los jóvenes.

2.2.

Desde la perspectiva de la pedagogía

La relación que buscamos es educativa, pedagógica. No desde la clave de las cosas que «tendríamos que enseñar» a los jóvenes, sino entendiendo lo educativo desde una perspectiva de diálogo y de igualdad. La tarea de ir edificando nuestra vida es una labor compleja para cualquiera de nosotros. Hemos ne­ cesitado muchos referentes (personas, entidades, espacios, li­ bros, ideas, razones, valores, creencias,...) para construir lo que hoy somos. Cuando estos referentes, por la razón que sea, no se han dado, entonces la labor de construir mi visión de mí mis­ mo y de lo que me rodea se hace mucho más complicada. Las habilidades básicas para mi equilibrio personal y para mis rela­ ciones con el exterior se ven afectadas o no realizadas comple­ tamente, lo cual dificulta mi libertad y mi capacidad de decisión. Este terreno es el pedagógico para nosotros. Así, buscábamos una relación educativa...: • .. .que cuestione, que enseñe a razonar, a tomar decisiones. (7) H étu , J. L :

L relation d'aide.

Québec: Méridien, 1982.

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(2 0 0 1 )

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• .. .que libere, que ayude a expresar sentimientos, a creer más en sí mismo. • .. .que habilite al joven, sin convertirnos en sus sustitutos. • .. .que busque el equilibrio entre el ejercicio de derechos y deberes. No es justo exigir responsabilidades a quien tie­ ne negados sus derechos. Y no es constructivo desde un punto de vista humano ayudar a crecer prescindiendo de la responsabilidad. Ambas nos construyen como perso­ nas cuando se dan en un sano equilibrio. En el plano de la acción pedagógica recibimos las aporta­ ciones de algunas experiencias que ya hay sobre Educación de Calle. Entre ellas, las ideas que señalaron Lola A rrieta y Marisa M oresco en «Educar desde el conflicto. Chicos que molestan». Lo importante en nuestro trabajo de Educación de Calle era, sin duda, saber mirar, saber pensar y saber actuar en la realidad de los jóvenes. Así, fuimos estructurando nuestra propuesta y dán­ dole contenido, detectando las áreas de trabajo sobre las que queríamos incidir y diseñando los instrumentos necesarios para programar nuestras acciones. • Individual • Familiar NIVELES DE INTERVENCIÓN

• Crupal • Comunitaria

• Desarrollo personal y habilidades sociales • Relaciones con el entorno • Situación familiar ÁREAS DE TRABAJO

• Educación • Orientación laboral • Regulación situación jurídica • Participación en la comunidad

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2.3.

Desde la perspectiva del espacio

Una de las claves para poder establecer una relación edu­ cativa generadora de cambios es la de estar en los sitios don­ de hay que estar. Es en los espacios más cotidianos del jo ­ ven, y en los más agresivos para él, donde el Educador de Ca­ lle debe ofrecerse como adulto sensato. Es decir, trabajamos en aquellos espacios que SICNIEICAN en la vida de los jó ­ venes: • La calle como lugar de encuentro. En la calle es donde pa­ san la mayor parte del día. Aquí es donde interaccionan con otros, es donde viven y donde se «complican» la vida. Salir a la calle como espacio de acción es una forma de salir al encuentro y la mayor parte de nuestro trabajo se desarrolla aquí. • El Instituto o el trabajo, dependiendo de la edad del joven y de su situación. Nos ofrecemos y también propone­ mos.. • La familia. Normalmente trabajamos en coordinación con trabajadores sociales o educadores familiares de los Servicios Sociales o de la propia Cáritas para llevar a cabo planes de acción familiar integrados. • Nuestros centros. Creando espacios de encuentro, de orientación laboral, de expansión... • El Juzgado, el centro de internamiento o la cárcel. Acom­ pañando, intentando sacar conclusiones. Quizá sea el es­ pacio donde la relación humanizadora se hace más nece­ saria.

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LO OUE VA QUEDANDO: CONSTRUIR POSiBiUDADES DESDE ABAJO

Después de año y medio de trabajo en estos tres barrios van quedando cosas. Aunque no resulta fácil medir procesos y lo­ gros que tienen que ver con la dinámica personal de cada uno de los jóvenes, con los avances en su forma de entender su realidad, en su capacidad de tomar decisiones, en sus habilida­ des comunicativas, ...los Educadores de Calle sí somos testigos directos de estos pequeños cambios y también de otros peque­ ños pasos atrás. Por eso, el subtítulo de este tercer apartado sea quizá la mejor manera de decir o de nombrar en qué va con­ sistiendo nuestro trabajo: se trata de construir o provocar posi­ bilidades desde abajo. Entendemos por posibilidades aquellas pequeñas esperan­ zas, esos «inédito viables» que ocurren en la vida de los jóvenes; mayor conciencia de su realidad, deseos de cambio, inquietudes formativas, un pequeño trabajo, posibilidades de que lleguen los «papeles», la relación con su pareja, el último juicio, la última redada, la última entrevista de trabajo, una responsabilidad en la organización de una actividad, la participación en una asam­ blea, la reducción en el consumo, el reinicio de relaciones blo­ queadas... Como Cáritas, nos queda el haber «encontrado» esta reali­ dad, a veces oculta, a veces magnificada por los medios de co­ municación. «Muchos millares de muchachos de la calle ¡existen! y existen mucho antes de que resulten noticiosos y rentables...» (8). Asumimos nuestro papel de testigos renovando cada día nues­ tra opción y nuestra capacidad de contemplación activa de la (8) M artínez , E.:

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Cachorros de Nadie.

Madrid: Ed. Popular, 1989.

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vida de estos grupos de adolescentes y jóvenes. Creemos en lo que planteaba el filósofo Emmanuel M o u n ie r en cuanto a que existen dos maneras de actuar: «Los primeros tienen prisa y uti­ lizan tácticas de corto alcance. Los segundos ponen su confianza en el tiempo. Los primeros son propietarios de su causa. Los se­ gundos son testigos de lo que les sobrepasa». Se trata de una realidad dura, sin duda, pero viva. Y ahí están las posibilidades.

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¡o ín d ic e

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dueiteiicion

PSICOSOCIAl

Volumen 10. Número 1. Año 2001

Puede leer:

DOSSIER • Introducción. • Programas de respiro para cuidadores familiares. • Identificación de las necesidades de los cuidadores familiares de personas ma­ yores dependientes percibidas por los profesionales de los servicios sociales y de la salud. • Hacia la convergencia de los sistemas de apoyo informal en cuidadores. Un estu­ dio de caso. ESPACIO ABIERTO • Potenciación en la intervención comuni­ taria. • Mediación y método de evaluación de la calidad de vida de la comu­ nidad. INVESTIGACIONES APLICADAS • La medición de la exclusión social. Dos aplicaciones: las rentas míni­ mas de inserción y las empresas de inserción. EXPERIENCIAS • Preparación y asesoramiento a los niños y niñas en los acogimientos preadoptivos. • Una experiencia de formación-acción orientada a la gestión de la cali­ dad en servicios sociales. RECENSIONES La potenciación en la autoestima en la escuela. INTERÉS PROFESIONAl II Asamblea Mundial de las Naciones Unidas Sobre el Envejecimiento. EDITA: Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Secretaría de Redacción: C/ Cuesta de San Vicente, 4 - 6.^ planta. 28008 Madrid Teléfonos: 91 541 85 04. Fax: 91 559 03 03. Suscripciones: Cuesta de San Vicente, 4 - 5.^ planta. 28008 Madrid. Teléfonos: 91 541 70 09. Fax: 91 547 22 84

¡o ín d ic e

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Últimos títulos publicados PRECIO N.” 106 Políticas contra la exclusión social........................................................

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N.M07 Arte y sociedad...........................................................................................

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N.'IOB Informática, información y comunicación............................................

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N.“ 109 Trabajando por la justicia.........................................................................

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N.“ 110 Educación y transformación social........................................................

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N.“ 111 La España que viene................................................................................

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(Abril-junio 1998)

N.“ 112 Las personas mayores..............................................................................

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(Julio-septiembre 1998)

N," 113 El despertar de América Latina..............................................................

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(Octubre-diciembre 1998)

N."114 Derechos Sociales y Constitución Española.........................................

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(Enero-marzo 1999)

N." 115 España y el Desarrollo Social..................................................................

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(Abril-junio 1999)

N.“ 116 El trabajo, bien escaso..............................................................................

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(Julio-septiembre 1999)

N.“ 117-118 Las Empresas de Inserción a debate............................................

2.500 ptas.

(Octubre-diciembre t999-Enero-marzo 2000)

N.° 119 Ciudades habitables y solidarias............................................................

1.690 ptas.

(Abril-junio 2000)

N.“ 120 Adolescentes y Jóvenes en dificultad social ......................................

1.800 ptas.

(Julio-septiembre 2000)

N.“ 121 El desafío de la migraciones....................................................................

1.700 ptas.

(Octubre-diciembre 2000)

N.“ 122 2001 Repensar el voluntariado...............................................................

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(Enero-marzo 2001)

N.“ 123 Europa: proyecto y realidad ...................................................................

1.700 ptas.

(Abril-junio 2001)

N.“ 124 Jóvenes del siglo xxi................................................................................... (Julio-septiembre 2001)

Próximos títulos N.“ 125 Las otras caras de la globalización. (Octubre-diciembre 2001)

1.700 ptas.

PUEDE LEER EN ESTE NÚMERO LOS SIGUIENTES ARTICULOS: Presentación. La construcción de las identidades de los jóvenes. Coyunturas vitales y visiones del mundo en los jóvenes ¿Juventud versus sociedad? Un enfoque dialógico. Condenados a «juventud perpetua». Aspectos de la religiosidad de los jóvenes. ¿Los y las jóvenes buscan trabajo? ¿El trabajo busca a los y las jóvenes? El sistema educativo, su incidencia en la construcción de una sociedad para todos. Adolescentes, televisión e Internet: ¿protagonistas oespectadores de la realidad? La participación y el compromiso socio-político de los jóvenes. La nueva socialización de los jóvenes: espacios de autoformación. Género, ¿una realidad silenciada? Nuestros jóvenes y la sexualidad. Acompañando los procesos de emancipación de las personas jóvenes. Claves para la reflexión y la acción. La solidaridad de los jóvenes: actitud versí/s actividad. La juventud rural. Alternativas educativas: sueños, posibilidades y acciones concretas. Educación de calle; una experiencia de trabajo con jóvenes. Bibliografía.