Israel toma represalias después del atentado en la ...

20 nov. 2014 - 1200 palestinos. 160 israelíes. 5000 muertos. Israel toma represalias después del atentado en la sinagoga. El gobierno se lanzó a demoler las.
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el mundo

| Jueves 20 de noviembre de 2014

eL mUndo

Edición de hoy a cargo de Juan Landaburu www.lanacion.com/mundo | @LNmundo | Facebook.com/lanacion [email protected]

¿Hacia una tercera intifada? La paz en Medio Oriente, cada vez más lejos por el repunte de la violencia

1360 muertos

En 1987 Primera intifada

5000 muertos

En 2000 Segunda intifada La segunda explosión de violencia surgió en 2000, cuando el entonces líder de la oposición israelí Ariel Sharon visitó la Explanada de las Mezquitas, lo que fue considerado una provocación por parte de la población árabe. El conflicto se prolongó hasta 2005 y hubo unos 5000 muertos, la mayoría palestinos

1200 palestinos 160 israelíes

La chispa que prendió la ira de los palestinos fue la muerte de cuatro trabajadores, arrollados por un vehículo militar israelí. Hasta 1993 murieron cerca de 1200 palestinos y 160 israelíes

medio oriente | netanyahu prometió “mano de hierro”

Israel toma represalias después del atentado en la sinagoga El gobierno se lanzó a demoler las casas de las familias de palestinos que participaron de ataques a israelíes JERUSALÉN.– La “mano de hierro” que prometió el primer ministro de Israel en represalia por la masacre de la sinagoga golpeó ayer su primer objetivo: la casa de un extremista palestino, que fue reducida a escombros y que hace temer una mayor escalada en el conflicto. Fue la primera respuesta del gobierno de Benjamin Netanyahu al ataque de dos extremistas a la sinagoga en un barrio ultraortodoxo del oeste de Jerusalén, que dejó cuatro fieles y un policía muertos, en el incidente más sangriento de la ciudad desde 2008, cuando otro fanático mató a ocho personas. Los policías “llegaron a las doce y media de la noche, tumbaron la puerta y nos obligaron a salir del edificio”, dijo Amer Shalodi, uno de los dueños de casa. “Y a las cuatro oímos una enorme explosión.” La vivienda no era mucho más que un enorme esqueleto, sin paredes en pie, con las columnas de hormigón que apenas sostenían el techo y la estructura de lo que antes de las cargas de dinamita había sido un hogar. En esta rueda de acción y reacción que viven israelíes y palestinos en los últimos meses, quedaron atrás en cuestión de horas las imágenes de la sangre derramada en la sinagoga, reemplazadas en un golpe de vista por esta práctica de castigo que tuvo su auge años atrás, sin resultados demostrables, y que el gobierno decidió reflotar con todo vigor. El objetivo es dejar una huella entre la población: las autoridades creen que, aunque no teman por sus vidas, los posibles terroristas quizá piensen en sus familias y desistan de actuar. En los hechos, según señalaban ayer activistas de derechos humanos –y alguna vez también las mismas fuerzas de seguridad–, la destrucción de viviendas echa más combustible a la caldera del desprecio y conduce a nuevos ataques. La táctica era empleada con frecuencia entre 2001 y 2005, cuando se demolieron 664 casas, y desde entonces se empleó de manera más espaciada. “Las primeras víctimas de los derribos son los parientes: mujeres, chicos y ancianos que no tienen ninguna responsabilidad en el atentado y no son sospechosos de haber cometido ninguna infracción”, denunció ayer la organización israelí de derechos humanos Betselem. Entre las últimas viviendas demolidas por razones políticas, las fuerzas israelíes tiraron abajo en agosto, en la conflictiva ciudad palestina de Hebrón, las casas de Amer Abu Eisha y Marwan Qawasmeh, acusados de haber secuestrado y matado a tres adolescentes judíos. Y hay más familias que pasarán a las filas de los sin techo: fueron notificados los parientes de Mohamed Jaabis, Muataz Hijazi e Ibrahim Akl Akari, abatidos por las fuerzas de seguridad por su participación en atentados y cuyas casas también se verán caer. La casa dinamitada ayer no era la de los dos primos fanáticos que entraron a sangre y fuego, con cuchillos, hachas y pistolas, a la sinagoga

de Jerusalén. Ésa tendrá que esperar. Era la casa del autor de un ataque anterior, Andelrahman Shaloudi, de 21 años, baleado por la policía cuando trataba de huir después de atropellar a los pasajeros en una parada de tranvía a fines de octubre. Lejos del estruendo de la dinamita, los fieles judíos volvieron ayer al escenario del último ataque, la sinagoga Kehilat Bnai Torah, en busca de consuelo en la oración. El incidente demuestra que “nuestro destino en este mundo depende de Dios”, dijo Gabriel Cohen, uno de los feligreses. Varios clérigos en representación de las comunidades cristiana, judía y musulmana se reunieron en las inmediaciones de la sinagoga para hacer un llamado a la moderación. “Gente de todas las religiones presentes aquí en Tierra Santa desea expresar el sentir común de que éste no es el camino”, dijo el rabino Michael Melchior, ex legislador israelí y activo en los esfuerzos interreligiosos. “Podemos tener nuestras diferencias políticas, religiosas, pero éste no es el camino.” Su proclama pacifista parece caer cada vez más en oídos sordos en esta región, donde las tensiones religiosas de las últimas semanas dejaron 11 muertos por ataques de extremistas palestinos, sobre todo en Jerusalén, pero también en Tel Aviv y Cisjordania. Los israelíes a su vez se empeñaron en destruir propiedades palestinas, incluso autos y cultivos. Las visitas de feligreses judíos a la Explanada de las Mezquitas, el tercer sitio más sagrado para los musulmanes de todo el mundo, son vistas como una provocación y son sobre todo el símbolo más reciente del largo conflicto entre las dos comunidades. Otra prueba de que los ánimos exaltados conviven con los llamados a la paz fue el insulto que recibió uno de los religiosos que tomaron parte de la oración colectiva frente a la sinagoga. “Hemos venido para manifestarnos contra este acto criminal, que involucra una agresión a la santidad de la morada de Dios y a feligreses inermes”, dijo el jeque Samir Assi, imán de la mezquita Al-Jazaar de la ciudad de Acre. “¡Tú no tienes fe, basura!”, replicó sin contemplaciones una mujer ultraortodoxa. Y mientras se anunciaban el refuerzo de la vigilancia en las escuelas, el cierre de las salidas de algunas rutas por razones de seguridad y más demoliciones de viviendas, fue aprobada la construcción de otras 78 casas de colonos israelíes del sector palestino de la ciudad, uno de los ejes de la discordia.ß Agencias DPA, AFP, AP y Reuters

del editor: qué significa. Israel tiene la misma disyuntiva de siempre: si no muestra firmeza puede parecer débil, pero si abusa de la fuerza puede generar el efecto contrario.

Familiares del palestino Abdelrahman Shaludi, ayer, entre los restos de su casa en Jerusalén

Francisco condenó el ataque ^b^b^ El papa Francisco condenó ayer el ataque perpetrado por dos palestinos que mataron a cuatro rabinos y un policía en una sinagoga de Jerusalén y expresó preocupación por la reciente tensión y violencia en la ciudad. ^b^b^ “Estoy siguiendo con preocupación el alarmante incremento de la tensión en Jerusalén y otras áreas de Tierra Santa, con inaceptables episodios de violencia que ni siquiera excluyen a sitios religiosos”, afirmó Francisco ante fieles en la Plaza de San Pedro en su primera aparición pública desde los atentados del martes. ^b^b^ El ataque con un cuchillo carnicero y una pistola tuvo lugar tras semanas de agitación en Jerusalén en una disputa por el sitio más sagrado de la ciudad, conocido por los musulmanes como el Santuario Noble y por los judíos como el Monte del Templo.

EFE

Una guerra de vecinos donde las diferencias no se negocian el escenario Jodi Rudoren

THE NEw YORK TIMES

E

JERUSALÉN

n medio de la condena generalizada por el mortal ataque de anteayer a una sinagoga de Jerusalén, hubo también dos perturbadoras señales de celebración. En las redes sociales, circuló una caricatura de un cuchillo de carnicero como el usado para asesinar a cuatro judíos ortodoxos. Y los habitantes de la Franja de Gaza ganaron las calles haciendo flamear banderas, entonando vítores y repartiendo golosinas. El epígrafe de la caricatura decía “En honor a Al-Aqsa”, en referencia al disputado sitio sagrado dentro de la Ciudad Vieja, en el centro de la escalada de violencia que parece estar cada vez más fuera del control de los líderes, sean palestinos o israelíes. Esa sangre desparramada sobre las prendas rituales y los libros sagrados de las víctimas subraya las señales cada vez más evidentes de que los extremistas de ambos bandos están transformando la guerra estancada por el territorio y la identidad en una guerra religiosa a todo o nada. Una vez más, se cree que los atacantes actuaron por cuenta propia, lo que plantea un nuevo y duro desafío para los servicios de inteligencia israelíes. Una vez más, se trató de habitantes palestinos de Jerusalén Oriental, con identificaciones israelíes que les permitían moverse libremente y un cúmulo de resentimientos por el trato que reciben en ese ingobernable trozo de territorio ferozmente disputado. Y una vez más, Israel prometió reprimir y dejar hecho escombros el hogar de los atacantes, bloquear el acceso a algunos barrios palestinos, redoblar el arresto de los jóvenes que arrojan piedras y reforzar el patrullaje policial.

Hasta los israelíes que las consideran necesarias están preocupados por la posibilidad de que estas medidas de seguridad provoquen un efecto rebote entre una población furiosa e indignada desde hace seis meses. Los analistas de ambos bandos temen que el ciclo de violencia y deshumanización mutua se agrave por la creciente atención que concita el lugar sagrado, donde alguna vez se alzaron los antiguos templos, lugar de veneración de los musulmanes durante siglos, que ahora temen que sea ocupado por los judíos. “Cuando entra a tallar la cuestión religiosa, el conflicto se absolutiza: la tierra se puede dividir, la seguridad se puede dividir, pero lo sagrado es indivisible”, dijo Moshe Halbertal, profesor de Filosofía de la Universidad Hebrea de Jerusalén. “Y también globaliza el conflicto, porque pasa a ser de todos los musulmanes, y no sólo de israelíes y palestinos.” Zakaria Al-Qaq, profesor de Estudios en Seguridad Nacional de la Universidad Al-Quds de Jerusalén Oriental, dijo que “con la religión, todo es blanco o negro, o nosotros o ellos, y se convierte en un tema existencial. Y si se transforma en algo existencial, sólo habrá sangre y nada de diálogo. Entrará en una lógica diferente y en una dimensión diferente, y no creo que los líderes actuales puedan hacer nada al respecto”. Aunque el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, condenó los asesinatos en la sinagoga, otros líderes los elogiaron como una defensa de Al-Aqsa, una mezquita en el corazón del sitio histórico que los musulmanes llaman Explanada de las Mezquitas, y los judíos, Monte del Templo. Y Abbas, además, advirtió la semana pasada que si los judíos “contaminaban” el lugar se desataría “una guerra santa”. El propio Benjamin Netanyahu recalcó los matices religiosos del tema, al decir que “cuatro puros e inocentes

judíos fueron masacrados envueltos en sus talits y filacterias”, las prendas rituales que los ortodoxos usan durante sus plegarias. Las repetidas declaraciones de Netanyahu de que no cambiaría el statu quo en el lugar sagrado, donde están prohibidas las plegarias no musulmanas, fueron rechazadas por muchos palestinos, porque ministros de su gobierno y miembros de su partido han realizado visitas provocadoras al lugar, han apoyado proyectos de ley para dividirlo y hasta han llamado a erigir en el lugar un “tercer templo” de Jerusalén. Más allá de la mezquita, los palestinos vienen protestando por los planes de Netanyahu para expandir los asentamientos judíos en barrios de Jerusalén Oriental, demoler viviendas en barrios palestinos y por el modo en que son tratados los 300.000 habitantes no judíos de la ciudad. Israel tomó Jerusalén Oriental durante la guerra de 1967, luego la anexó, y actualmente considera que la ciudad entera es “su capital eterna e indivisible”. Los palestinos –y la mayor parte del mundo– consideran que Jerusalén Oriental es un territorio ocupado ilegalmente, y capital de un futuro Estado palestino. “Alguien tiene que pensar en eliminar las causas de todo esto, y las causas remiten a las políticas israelíes y sus métodos en Jerusalén Oriental”, dijo Ghassan Khatib, vicepresidente de la Universidad Birzeit de Cisjordania. Que la escalada se profundice “depende del modo en que Israel maneje esta oleada”. Khatib señaló que la pobreza, el desempleo, las adicciones y muchas otras plagas socioeconómicas son mucho más graves en Jerusalén Oriental que en Cisjordania. Para el escritor Yossi Klein Halevi, “ésta es una guerra de vecinos, y la dimensión religiosa hace que todo se vuelva aún más aterrador”.ß Traducción de Jaime Arrambide