Isla de Fajardo cubierta por la desmemoria

7 may. 2013 - La Isla de Fajardo enclavada en el río Orinoco, a medio camino ... jurisdiccionalmente sigue siendo San Félix ya que pertenece a la parroquia Simón Bolívar. ... “A esta iglesia viene gente de Las Malvinas, de las otras islas, ...
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07 de mayo de 2013

Isla de Fajardo cubierta por la desmemoria *** Un cementerio de tiempos de la colonia y un antiguo fuerte español yacen ocultos al interés de los habitantes de Ciudad Guayana. *** La Isla de Fajardo enclavada en el río Orinoco, a medio camino entre Los Barrancos de Fajardo y San Félix, podría ser un punto turístico pero la falta de infraestructura y agua potable, restan el interés para sus potenciales visitantes. César Noriega Ramos [email protected] A la Isla de Fajardo no llega el bullicio del centro de San Félix, el ruido se lo lleva la misma brisa que le da fuelle a la corriente del río Orinoco. Desde el puerto de chalanas, parten los bote-taxis que llevan gente y mercancía de San Félix hasta los Barrancos de Fajardo, en costas del estado Anzoátegui, este recorrido cuesta 5 bolívares. Pero para que te lleven a la isla, que está en la misma ruta y a medio camino entre los dos poblados, cuesta 70 bolívares para los foráneos y 40 para los lugareños.

Quedaban sólo dos puestos en el Ángel de Jehova, la lancha de láminas de metal, techo de lona y motor fuera de borda, donde cruzamos hasta la isla, sin el Fajardo, así basta para reconocer hacía donde vamos. “¿Qué van a hacer en la isla?”, nos preguntó una joven avispada que se encarga de recolectar el dinero del pasajes. “Somos del Correo y vamos a ver cómo vive la gente de Fajardo”. En ese instante, la joven empezó a darnos un diagnóstico de su isla. “Sí, yo nací y me crie en la isla, soy una indiecita. Mira tienen que hablar con mi abuela Teodolinda que ella sabe toda la historia. Tienen que hablar con la gente sobre el proyecto de las 30 casas, que iban a construir desde el año pasado y ahora dicen que no van a hacer nada”. Pablo Mata, el lanchero, nos vuelve a comentar el engaño con las casas que según ya les asignaron recursos por el Consejo Federal de Gobierno y como suele pasar los recursos no lograron escabullirse de la maraña burocrática. “También queremos ver los sitios turísticos de la isla, el cementerio”, le comentó al lanchero porque mi plan era reflejar el encanto de una comunidad rural encarada a la ciudad. “Sí, claro el cementerio allí hay tumbas de hasta 1700, de los españoles. También hay un castillo pero hay que subir el cerro y los caminos están „enmontados‟ porque es invierno. Hay un proyecto de una lancha turística pero eso camina lento”.

Pablo va timoneando la lancha que se inclina sobre la parte trasera, por el peso del motor, así navega a ciegas, no ve lo que tiene al frente. Ese es el otro trabajo de la muchacha que va parada con las piernas extendidas para mantener el balance en la proa de la embarcación, haciendo gestos indicándole a Pablo en qué dirección ir para vadear el oleaje, las lanchas o palos. Pueblo agricultor Una balsa hecha de barriles de metal y un tablón de madera hace las veces de muelle de la isla. Subiendo por el desembarcadero se ven las primeras casas, la más cercana al río es una amplia vivienda de columnas y con vistas al río y a los Barrancos de Fajardo. Caminando un poco más se ven casas más rudimentarias, de bloque algunas, otras de bahareque, algunas de zinc. En la cocina de Rosa Jiménez se huelen las caraotas que está preparando. Nos da más detalles de las anheladas casas, que estaban destinadas para unas 15 familias que viven en zonas de inundación cuando el nivel del río crece. Rosa vivió San Félix y desde hace 17 años vive en la Isla de Fajardo, que jurisdiccionalmente sigue siendo San Félix ya que pertenece a la parroquia Simón Bolívar. “Me vine porque en San Félix hay muchos problemas con la inseguridad”. Esa es una de las ventajas de vivir en la isla, el río es más eficiente repeliendo al hampa que cualquier cerca perimetral o cámara de seguridad. Pero vivir aislado tiene sus rigores, carecen del servicio de agua potable, el transporte escasea y es caro, la planta eléctrica sólo la prenden en la noche. “Somos agricultores cuando el río baja sembramos de todo en las playas”, dice Rosa, orgullosa de su sencilla forma de vida. Unidos por la religión Sin posibilidad de ver el desfile cívico-militar de este 5 de julio, ya que no tienen electricidad durante el día, los vecinos se reúnen en los terraplenes a las afueras de sus casas para conversar, hacer las labores del hogar y los niños corretean levantando polvo y alarmando a los perros perezosos. Pero aunque no haya actos fastuosos, unas dos docenas de personas aprovechan el feriado para congregarse a escuchar la palabra de Dios. Es la pujante congregación evangélica de la isla. El templo no está aún terminando, lo están construyendo alrededor del galpón de zinc que les sirve como espacio de culto. “A esta iglesia viene gente de Las Malvinas, de las otras islas, de Guaiparo, del Core 8. Esto es un acto de Dios, por eso es que vienen desde tan lejos”, dijo Ilennis Gutiérrez, esposa del pastor de esta congregación.

En el templo se discute de religión y de “lo secular” como lo expresó el pastor Gutiérrez. El grupo se ha organizado para impulsar los sembradíos cuyas ganancias se reparten entre las familias, apartando una porción para financiar las obras de construcción del templo o la compra de una lancha. Servir a tiempo completo La familia Ortega son miembros claves de esta comunidad. La enfermera y la maestra del pueblo provienen de esta casa. Ramona Ortega quiso formarse como enfermera al presenciar los aprietos que pasaban sus vecinos para resolver una emergencia de salud. Por ello se fue a un internado de enfermería en Upata donde salió con nivel de técnico, y sigue estudiando en la misión Sucre para sacar el título universitario. Para Ramona la atención de salud ha mejorado desde hace dos años, desde entonces, cuentan con un médico en el ambulatorio de lunes a viernes. “Visitamos las casas del pueblo, casi nadie viene al ambulatorio tenemos que recorrer las casas para atender a quien se sienta mal”. Yinés Martínez de Ortega tiene 12 años siendo la maestra de la escuela primaria municipal Monseñor Humberto Paparoni. En el único salón da clases a 25 niños, donde hay estudiantes desde el primero hasta sexto grado. A los bachilleres les toca madrugar para ir hasta los liceos en San Félix, pagando hasta 40 bolívares por viaje. Por el costo del traslado algunos jóvenes optan por vivir en casas de familiares en San Félix durante los días de clase. Paraíso perdido Pero es día feriado y los niños están en su hogar flotante. El hijo de la enfermera Ramona, que le apodan “Coco” nos guía por las atracciones turísticas del pueblo. Emprendimos una larga marcha hasta el cementerio colonial, el sendero que lleva al sitio zigzaguea entre la maleza alta y espinosa. Sólo después que el guía nos dijo “llegamos, este es el cementerio” es que caímos en cuenta que había un cementerio. Aguzando la vista reconocimos las cruces, las lápidas y las fechas de los entierros. Sólo se notan los años en las más recientes, 1965, 1980, 2011. Los sepulcros coloniales no se ven a simple vista, quizá sigan allí cubiertos por la desmemoria. Otra caminata monte adentro, cruzando patios de gallinas, sembradíos de sábila, maíz, se llega a una capilla, en desuso desde que una señora que se encargaba de mantenerla activa falleció hace dos años, nos cuenta el guía Coco. La soledad de la capilla contrasta con la panorámica vista de Ciudad Guayana, desde Alta Vista en lo más lejano, el muelle ferrominero de Palúa y el Malecón de San Félix. Más

abajo se forma una laguna, que en época de Semana Santa es un balneario secreto, sólo conocido por los lugareños. Llega la hora acordada para el regreso en lancha. Vuelve la soledad al cementerio, al mirador cerca de la capilla, estos espacios olvidados y a la vez a la vista desde las riberas de Ciudad Guayana. Desde hace años los gobernantes locales hablan de abrir esta isla al turismo, pero aún faltan muchas condiciones para que los foráneos vengan a ver las joyas históricas y el remanso de paz que potencialmente alberga la Isla de Fajardo. “Cómo van a hacer turismo aquí, si todo está feo, los caminos están „enmontados‟. Primero hay que trabajar con los de aquí para tener los servicios, agua y después es que pueden venir los turistas”, dijo la maestra Ramona. ***Despiece**** Historia de las islas Inés Fajardo Hasta 1608 la Isla de Fajardo estaba poblada por indígenas pemones, dedicados a la pesca y la agricultura. A partir de ese año llegaron los españoles con la intención de aprovechar la ubicación de la isla como punto defensivo a la amenaza de invasores de otras potencias coloniales. Se le bautizó con el apellido del conquistador Francisco Fajardo, hijo de padre español y madre aborigen venezolana. Fajardo es famoso por haber fundado varias ciudades en el valle de Caracas, antes de la fundación oficial de la capitalina Santiago de León de Caracas. La isla también es conocida como Inés Fajardo, nombre que engloba a otras islas hermanas, como Teodoro, Los Frailes y La Providencia. La comunidad se encuentra actualizando un censo poblacional y hasta ahora han hecho el conteo por familias. En la de Fajardo han contabilizado 44 familias, en La Providencia 13 familias, en Teodoro 10 familias y en Los Frailes 3 familias.