Introducción al Diario del Soldado

El desplazamiento del virrey Sobremonte es el primer resultado de la crisis y su primer beneficiario es el Cabildo, que en tanto representación legítima de la ...
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DIARIO DEL SOLDADO Introducción La singularidad de este Diario se advierte en cuanto uno se asoma a su ortografía caprichosa, sin más puntuación que las pausas derivadas de las ostensibles marcas de oralidad de una cultura política atravesada por el parece que, se dice, circula como rumor, todo con dudas, nada de cierto, que a veces,-casi siempre cuando las noticias son malas- se confirman, haciendo de la incertidumbre el rasgo más estable de una coyuntura de crisis que parece estar en el origen de la decisión de anotar lo que ocurre día a día, presumiblemente estimulada por cierta conciencia de vivir tiempos excepcionales. El texto admite desde luego múltiples lecturas. Una siempre provechosa es ponerlo en relación con lo que discutían los historiadores cuando fue publicado en 1960 por el Archivo General de la Nación, que adquirió el manuscrito en el marco de la conmemoración del sesquicentenario de la revolución de mayo. Por entonces Tulio Halperín Donghi reseñaba la producción reciente sobre el tema en una nota aparecida en la Revista Centro1, del Centro de estudiantes de Filosofía y Letras, en la que hacía una crítica incisiva a las tesis revisionistas sobre la revolución de mayo. Si bien distinguía el libro de Roberto Marfany sobre El pronunciamiento de Mayo a partir del reconocimiento de la solvencia con que demostraba el origen militar de la revolución, cuestionaba la tesis que oponía ese origen al carácter popular de la misma al presentarla como un movimiento minoritario, fruto de proyectar al pasado una noción de la relación entre el ejército y la política que era la de su presente, al pensar esos rasgos como excluyentes. Discutía sustancialmente la imagen antibonapartistas que el apego al pasado hispánico de esos historiadores sobre agregaba a su tesis, y atribuía las acusaciones de traición ante el enemigo externo que proliferaban en la crisis imperial,-no necesariamente sinceras en tanto eran usadas por los actores, para justificar intentos como en 1° de enero de 1809, antes del de mayo de 1810,-a una maduración a lo largo de la crisis de la conciencia de la diversidad de destinos entre España e Indias. En ruptura con todas las tradiciones historiográficas Tulio Halperín Donghi anticipaba ya entonces la tesis que alcanzaría en Revolución y Guerra su versión más lograda, aquella que encuentra en la temprana militarización y la movilización política en cuyo marco emerge, la clave interpretativa de la revolución. El Diario del Soldado puede leerse, también como banco de prueba de las hipótesis halperinianas. A cincuenta años de esos debates el texto depara más de una sorpresa. Si la crisis imperial ha sido señalada tempranamente como clave explicativa de la revolución, la manera en que se enlaza con la crisis local es tema pendiente de dilucidación. El mismo Tulio Halperín Donghi ha destacado la especificidad de la experiencia rioplatense en cuanto a la militarización y movilización abiertas por los desembarcos británicos en Buenos Aires como cambio en el equilibrio interno de las elites y apertura de nuevos canales entre las elites y los sectores populares. La manera en que se enlazan la crisis imperial y la crisis local, así como el cambio en las relaciones entre el estado, las elites y los sectores populares son aspectos que pueden repensarse a la luz de una relectura de este Diario del soldado que constituya en observatorio privilegiado esa movilidad y libre acceso a la propiedad, primero del enemigo convencional, en el marco de una coyuntura de 1

Véase Tulio Halperín Donghi “Para una imagen revisionista de la revolución de Mayo”, Centro, 13, 1959

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guerra, muy pronto del enemigo político en cuanto el deslizamiento a la guerra civil se haga visible y se imponga como inevitable. La tolerancia a esas prácticas de apropiación por facciones de las elites en modalidades de intervención en que se accede a su utilización en desmedro de otras facciones o del propio estado, actualiza el recurso a confiscaciones y embargos con que se intenta contenerlas, a la par que permite recuperar indicios de la inasible cultura política de los sectores populares Poco sabemos del autor de este documento. Se construye a sí mismo como narrador a lo largo del relato. El único dato que él mismo proporciona es que pertenece al regimiento 5 de patricios. Es decir es fruto de esa temprana militarización con que la ciudad de Buenos Aires dio respuesta a los desembarcos ingleses de 1806 y 1807. Pero dice bastante más de sí mismo a través de su rudimentaria alfabetización y de algunas pistas que surgen del mismo relato en que informa sobre su pertenencia al cuerpo de patricios. Es en la revista general de las tropas cuando parece confirmar su extracción social al registrar con entusiasmo que se ha regalado con dos gallinas, una lengua y dos botellitas del puerto, dando indicios de la particularidad de su mirada, la más cercana a los anónimos sectores incluidos en la militarización, la más alejada de los registros provenientes de las elites que proporcionan documentos oficiales y memorias. Aún cuando tuviéramos dudas sobre su propia condición social, no la cabe de esta mirada desde abajo desde donde muestra algunos de esos canales abiertos por la militarización que serán transitados de maneras diversas, en este caso dando indicios de niveles crecientes de autonomía a medida que avanza en la escritura. Si recoge multiplicidad de voces tan anónimas como la propia, reflejadas en el uso del impersonal, “se dice que”- algunas opiniones en primera persona del singular, pautan los avances de su individuación, referida inicialmente a su campo de competencia más específico. Así reseña la situación en que han quedado tras la Reconquista de la ciudad: “yo soi de sentir que este barco que vino aier con bandera parlamentaria viene a saber el estado de las cosas y dar razon a su General de mar no dejamos de allarnos entre tres peligros, 1° el cuidado de guerdar tantos prisioneros 2° la Esquadra serca 3°el Sr. Virey con 3 mil Cordoveses en caso de querer Governar” Sin embargo se construye como escritor al convocar a su lector implícito, - “se deja al lector.”que considere en la situación tan critica y con el enemigo cerca, el efecto de la prohibición de hacer gastos al real Erario que “según vozes en este pueblo” intenta disponer Sobremonte tras su desplazamiento del mando. Del mismo modo al calificar como “diario” su relato, citándose a sí mismo al referirse a registros anteriores, su voz va ganando en autonomía, sobre el telón de fondo de la crisis, como se desprende de algunas de sus afirmaciones,- toda América está en movimiento o Godoy fue depuesto por la plebe- para rematar las perplejidades con que reflejaba una incipiente opinión pública signada por la incertidumbre, en la certeza final: Desde este día adelante Revoluzion Es en el relato del 1° de enero de 1809, sin embargo, cuando el deslizamiento del uso ingenuo de los vocablos a un distanciamiento crítico en la manera de identificar a los actores, en este caso al partido del Cabildo, permite verificar como esta construcción de sí mismo a través de la escritura alcanza grados notables de autonomía. El registro a que nos referimos deja inconclusa la frase en que venía usando el término “pueblo” del modo en que la usaban los distintos actores para precisar, “digo el Cabildo y los que le seguían a este”. Anticipemos la transcripción, aún cuando su sentido se advertirá en la totalidad del relato: “ Zeso de llover estando y entendida la renuncia del Gobierno enpeso el Comandante Don Cornelio Savedra y los demas Comandantes que defendian la Autoridad de S.E. diciendole a S.E. que de ningun modo dejase ni consintiera aser la renuncia que el pueblo Digo el Cavildo y los que le Seguian a este ---”

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“Buenos Aires teatro de la guerra y codicia británica” La coyuntura de crisis es en primer lugar una coyuntura de guerra. La guerra europea instalada en la estructura imperial a lo largo del siglo XVIII de manera casi permanente, llega al Río de la Plata con los desembarcos británicos de 1806 y 1807, y está en el origen de la decisión de escribir de nuestro autor anónimo que ocupa las dos terceras partes del Diario en el registro de su impacto a nivel local. Cualquiera haya sido el origen de esa decisión,- tal vez entretener los tiempos muertos que le dejaba su inclusión en la militarización una vez lograda la retirada de los ingleses de Buenos Aires en las jornadas del 12 de agosto-, los registros más extensos y más ricos en información corresponden a ese período. Cuando anticipa “funciones carnavalescas” para febrero del año 1807 a la espera del nuevo ataque sobre Buenos Aires después de la caída de Montevideo desliza que no habrá tiempo para escribir, abonando esta hipótesis de la relación de su decisión de escribir y los tiempos muertos de su nueva actividad. El desplazamiento del virrey Sobremonte es el primer resultado de la crisis y su primer beneficiario es el Cabildo, que en tanto representación legítima de la ciudad la consagra la gran vencedora de esas jornadas. Tal el contenido de la primera versión oficial de los hechos en el acta capitular del 14 de agosto cuya copia remite el Cabildo a Sobremonte y el soldado transcribe en el Diario. La amplitud de la movilización que ha llevado a tal resultado y la emergencia de nuevos liderazgos como el de Liniers, no impide sin embargo que el desplazamiento total de Sobremonte como virrey tenga alternativas marcadas por su reticencia ante los gastos excesivos que acarreaba la militarización y la necesidad de los reconquistadores de sustraer a su autoridad la disponibilidad de recursos con que financiarla. El sentido político que este desplazamiento adquiere para quienes están siguiendo y registrando estas alternativas, aunque más no fuera haciéndose eco de las mismas, confirma el alcance y la amplitud de esa movilización inicial en que campestres e indios alternan con magistrados y generales en el registro del soldado, que multiplica las apelaciones a la Patria, todavía sorprendido por los insultos a la autoridad cuyo desprestigio alcanza a las magistraturas que han prestado el juramento de fidelidad al rey británico en un gesto que no sólo no se olvida. Las modalidades que adoptan las expresiones populares contra los acusados de colaboración con los británicos apenas disimulan ese matiz amenazante. El clima en que la bendición de banderas y estandartes de los nuevos regimientos acompaña la constitución de fuertes identidades colectivas en medio de las tensiones en que avanza la militarización, no impide la percepción del abandono de esa España que había mandado barquitos en guerras anteriores y de la que ahora que Buenos Aires se ha convertido en teatro de la guerra y codicia británica, nada se sabe.

“Preso Godoy Príncipe de la Paz por la plebe…se ha mudado en Madrid todo el Gobierno” Los registros de 1808 darán cuenta del impacto local de la crisis monárquica, anticipada con la noticia de la instalación de la corte portuguesa en Río de Janeiro, fruto del avance napoleónico sobre Portugal, todavía en alianza con la España de Godoy. Las noticias de Aranjuez llegan en los primeros días de julio de 1808. Incluían la caída de Godoy, que el autor no duda en atribuir a la plebe, la abdicación de Carlos IV y el ascenso al trono de Fernando VII, cuyo juramento de lealtad se ordenaba por vía separada. Como las noticias incluían también los sucesos del 2 de mayo en Madrid y los acontecimientos de Bayona, Liniers, que esperaba su confirmación como virrey interino, posterga la jura a la espera de mayor claridad sobre la situación en la península. Publica sin embargo el Bando del 31 de julio con la noticia del ascenso de Fernando VII al trono, en lo que se ha querido ver un Aranjuez local. En efecto, la caída del 3

Príncipe de la Paz, de quien emanaban las designaciones de buena parte del aparato burocrático local, así como el ascenso de Fernando al trono español, darían lugar a singulares expresiones de júbilo, a la par que tensaría las relaciones entre el Cabildo y Liniers. El adelantamiento de la jura por el gobernador de Montevideo sugiriendo dudas sobre la lealtad de Liniers en el marco de la nueva situación internacional, deriva en la instalación de una Junta en Montevideo, y en el intento del Cabildo de Buenos Aires del 1° de enero de 1809, de remplazar a Liniers por una junta local, intento frustrado por el apoyo que la reciente militarización ofrece a la debilitada autoridad del virrey. De este modo cuando la discusión transite por el recurso a la legitimidad en espacios de sociabilidad que registran una atención limitada del soldado, probablemente como eco de las medidas que una más celosa vigilancia del estado vuelca sobre ellos, la relación de fuerzas estará ya definida en favor de los sectores movilizados a partir de la temprana militarización.

“Notorio que toda Esta américa esta en movimiento” Los movimientos juntistas de Quito, Charcas y La Paz alternan la atención del autor con los conflictos derivados de la llegada del nuevo virrey, designado por la Junta Central, que ha sido reconocida poco después de la prueba de fuerzas del 1° de enero de 1809. El recurso del situado, cuyos magros productos ha venido registrando desde que los desembarcos británicos lo convirtieron en un tema prioritario, es disputado ahora por el Gobernador de Montevideo que ha liberado a los derrotados y desterrados de 1° de enero de 1809 y amenaza interceptarlo, probablemente como represalia de las apropiaciones y confiscaciones que bajo el pretexto de buscar armas en las casas de los derrotados, terminaron en las arcas del estado anticipando el pago de sueldos adeudados a las milicias. La designación de Elío como Inspector de armas será exitosamente resistida por las milicias. La ironía sobre el precio del cáñamo, que el soldado había utilizado ya al narrar los ahorcamientos de notables en la península, apenas encubren el impacto de los ajusticiamientos de La Paz que le hacen concluir que toda Esta américa esta en movimiento Cabe imaginar el impacto de la lista de ajusticiados en una Buenos Aires todavía sensibilizada por las alternativas de los castigos, en cualquier caso menos dramáticos, a la facción que había llevado adelante el primer intento de remplazar la autoridad virreinal por una junta, finalmente favorecida con una amnistía por el nuevo virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros. La disyuntiva entre costear la militarización o enviar donativos para colaborar en la guerra que se libraba en la península, desde donde algunos habían esperado obtener ascensos o títulos de Castilla, se desvanece con el curso de la guerra y la derrota de la facción que dominaba el Cabildo para concluir con la apertura al comercio británico en el marco de la nueva alianza con Gran Bretaña. La medida no dejaría de generar resistencias que el diario registra, entre peninsulares que todavía sostienen que hay españoles capaces de costear el esfuerzo fiscal, sensibles desde la retirada de los británicos de Montevideo al efecto sobre los precios de esa abundancia de mercaderías británicas, y británicos que también resisten tener que operar a través de consignatarios locales y no quieren que les manejen sus caudales. Dos rasgos singularizan entonces la experiencia rioplatense en orden a la crisis del orden colonial y la revolución, la temprana militarización que otorgaría a las elites criollas un apoyo popular previamente volcado a la revolución y la financiación autónoma de la emergencia de ese centro político y militar en Buenos Aires, que no haría depender su mantenimiento de recursos provenientes de fuera del mismo. Esto último fue posible por el desarrollo de aquellas novedades que las reformas borbónicas habían introducido en el régimen comercial, que facilitaría remplazar los recursos financieros provenientes del situado, cuando el cambio en el sistema de alianzas y la necesidad de encontrar una solución 4

estable a la financiación de la militarización, llevaran a la autorización del comercio libre en noviembre de 1809, por el virrey Cisneros. Ambos rasgos surgen con toda evidencia de este relato desde dentro del proceso de militarización que realiza este anónimo soldado del 5 de patricios. Más abiertos quedan los interrogantes sobre el modo en que el cambio en el equilibrio interno de las elites modificaría las relaciones entre estas, el estado y los sectores populares encuadrados en la militarización, que pueden repensarse a partir de indicios como el que le permite afirmar al autor que la plebe desplazó a Godoy. Las sutiles referencias al precio del cáñamo cuando se mencionan los ahorcamientos en península y en el Alto Perú, las bromas sobre la cobardía de los marinos, al invitar a hacer pifias con las mercaderías de la fragata que estos han dejado escapar, los registros de arrastramiento y escarnio de traidores o cabezas de motines o tumultos en los que el saqueo y la amenaza a la propiedad se convierten en moneda corriente, son otros tantos indicios de la conformación de una cultura política desde la cual sectores ampliados de la sociedad incluidos a través de la militarización, han leído su experiencia. El cuidado con que nuestro narrador registra los aspectos redistributivos implícitos en la manera de resolver los problemas de financiación del estado, evidencian el sentido político de esa experiencia. Una relectura atenta de este Diario invita así a reconocer cuánto de esa revolución que el soldado anónimo proclama el 18 de mayo, es heredero no sólo del orden colonial sino de su crisis, en tanto esta conjuga de tal manera lo nuevo y lo viejo que se nos aparece como un período cargado de sugestiones e interrogantes. Buen antídoto frente a recurrentes tentaciones teleológicas del pasado, - explicarlo desde un futuro conocido, soñado, adivinado o deseado-, el relato del Soldado nos devuelve irremediablemente al terreno de la contingencia con que los actores transitan su experiencia

María Inés Schroeder

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