I Parte Cultura. Sociedad. Civilización.

Toda subcultura implica un sistema de normas y valores de cierta autonomía, aunque sin desligarse de la cultura global. Podemos hablar de la subcultura ...
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I Parte Cultura. Sociedad. Civilización. Se suele pensar que para la gran mayoría de las personas el referirse a cultura, es hablar sobre arte, literatura, música, ideologías, etc. Todo aquello que implique un status de inteligencia y conocimientos filosóficos, científicos o especializados sobre temas diversos pero selectos y exclusivos. Esta concepción de la cultura se refiere a productos de la cultura de elite, sea una obra de teatro, una función de ópera, el cine de arte, la danza y música clásica, exposiciones de pintura y escultura, conferencias, presentaciones de libros, visitas a museos, en fin… Sin embargo, la realidad es que esta concepción sobre la cultura se ha ido transformando a medida que la modernidad y la globalización han ganado terreno en los diferentes escenarios sociales con la ayuda de los medios de comunicación masiva. A través de los medios de comunicación cada vez más individuos han despertado intereses por cultivar y diversificar sus conocimientos, y en algunos casos estos intereses tienen que ver más con una necesidad de información que de incorporar saberes que modifiquen ciertos patrones de comportamiento, valores o códigos. Esto se puede observar, por ejemplo, en la evolución de las formas de acceder a la información y a la comunicación, pues hoy en día no basta con saber apretar un botón para escuchar la radio o ver la televisión, ahora es necesario conocer sobre Internet, y las nuevas tecnologías pues en ocasiones hay que saber programar la recepción de la antena de la tv, conectar diversos cables de audio y video entre el equipo de audio, la tv y el codificador de señales de una pantalla de plasma. Este fenómeno de transformación en las formas de comunicación ha permitido a su vez la transformación de la concepción de cultura, pues es posible observar que ya no sólo los académicos o teóricos sociales - sociólogos, antropólogos, psicólogos o comunicólogos - son los que realizan reflexiones sobre las formas en que la cultura se representa, sino que ahora en grupos sociales como las tribus urbanas hay una concepción de la cultura como un todo que es representativo de sus gustos, ideas, formas de convivencia, vestimenta, moda, música, arte, etc. Así, la concepción de la cultura está en evolución. Se entiende y expresa de formas muy variadas en la sociedad ya que no es estática ni está sujeta a dogmas preestablecidos sino que es adoptada y adaptada por el ser humano.

Conviene recordar que el término cultura proviene del latín cultus, que a su vez deriva de la voz colere que significa cuidado del campo o del ganado. Hacia el siglo XIII el término se empleaba para designar una parcela cultivada. Por la mitad del siglo XVI, el término adquiere una connotación metafórica, como el cultivo de capacidades. La acepción figurativa de cultura a partir del siglo XVII aparece en ciertos textos académicos. Se podría definir la cultura como el conjunto de todas las formas, los modelos o los patrones, explícitos o implícitos, a través de los cuales una sociedad regula el comportamiento de las personas que la conforman. Como tal incluye costumbres, prácticas, códigos, normas y reglas de la manera de ser, vestimenta, religión, rituales, normas de comportamiento y sistemas de creencias. Desde otro punto de vista, se puede decir que la cultura es toda la información y habilidades que posee el ser humano. Desde el punto de vista científico la concepción de cultura parte del principio de ideas de la teoría de la información, a partir de la introducción del concepto de meme – trozos elementales de información adquirida - y de los avances en la compresión del cerebro y del aprendizaje. Diversos antropólogos han contribuido decisivamente al desarrollo de la concepción científica de cultura. Mosterín define la cultura como la información transmitida por aprendizaje social entre animales de la misma especie.

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Como tal, se contrapone a la naturaleza, es decir, a la información transmitida genéticamente. Si los memes son las unidades o trozos elementales de información adquirida, la cultura actual de un individuo, en un momento determinado, sería el conjunto de los memes presentes en el cerebro de ese individuo en ese momento. A su vez, la noción de cultura de un grupo social se definiría en función de los memes presentes en los cerebros de los miembros del grupo. Cultura y civilización Podría tomarse como parámetro inicial para clasificar a las culturas la distinción entre las urbanas y las no urbanas, o, desde una perspectiva más estricta, las nómades y las sedentarias. El asentamiento de los grupos humanos en ciudades produce fenómenos culturales desconocidos antes, y, según se ha apuntado, se halla íntimamente relacionado con el surgimiento de lo que se ha venido a denominar civilización. Existen varios tipos de culturas no urbanas, esencialmente las de cazadores y recolectores, las de pastores y guerreros y las de agricultores. El clima y la geografía deben ser vistos como condiciones que pueden ser tomados en cuenta como problema a afrontar para el desarrollo de habilidades de vida en condiciones de calor o frío, zonas áridas, desérticas o selváticas, aunque no hay uniformidad de prácticas para enfrentar estas condiciones naturales. Hasta la revolución neolítica, las tribus se dedicaban exclusivamente a la búsqueda de hierbas, frutos y raíces comestibles; algunos miembros del clan o familia se especializaban en cazar animales. Sin domicilio fijo, estos grupos viajaban de manera permanente en busca de alimentos; llevaban consigo un mínimo de bagajes y poseían apenas arcos, flechas, quizá jabalinas y ciertamente mazas y piedras arrojadizas. Todo su orden social se basaba en la familia, cuya estructura era patrilineal, y se consideraban con derecho exclusivo sobre cierto territorio. En estas culturas apareció la primera división del trabajo: las mujeres recogían los alimentos y los hombres practicaban la caza. Cuando las condiciones naturales lo permitían, los recolectores podían tornarse sedentarios. Fundaban entonces aldeas estables, construían mejores alojamientos, constituían una jerarquía social más rígida y complicada y esbozaban el liderazgo del jefe o el cacique. Al mismo tiempo, conseguían aumentar el número de sus integrantes. También las sociedades hortícolas, dedicadas a una agricultura primitiva que cambiaba sus tierras de cultivo, eran sedentarias. Así, estas culturas enfrentaban el perpetuo problema de reemplazar sus tierras, y su expansionismo las obligaba a un permanente estado de guerra con otros grupos. Las culturas hortícolas llegaron a altos niveles de civilización, como el caso de los mayas mesoamericanos. En lo religioso practicaban el chamanismo con ceremonias totémicas. En completa oposición a las culturas hortícolas se hallan las de pastores, que aunque desprovistos casi de útiles, desarrollan una rígida estructura social patrilineal de jefes de clan, capitanes de milicias, con hábitos marcadamente guerreros. Su militarismo las lleva con frecuencia a invadir sociedades agrícolas. Por último, es necesario incluir entre las culturas no urbanas la enorme cantidad de sociedades campesinas a lo largo y a lo ancho del mundo, y de todas las épocas que han creado por lo general sociedades conservadoras, desde Mesopotamia a Mesoamérica. Esos agricultores sedentarios, que gracias a sus técnicas de fertilización pueden producir frutos y cereales todos los años, han sido históricamente apéndices de culturas urbanas vecinas y su dependencia de éstas con frecuencia ha reducido al vastísimo campesinado a la condición servil. Sin embargo, su papel político en estadios ulteriores del desarrollo de la civilización ha sido de enorme importancia. Dentro de las culturas urbanas puede mencionarse al antiguo pueblo egipcio, con sus sistema monárquico en su organización política ligado a sus creencias religiosas y un desarrollo de las expresiones artísticas (arquitectura,

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escultura, pintura); a los griegos, organizados en ciudades estados independientes, un pueblo de artistas especialmente orientado hacia la arquitectura y la escultura;

y los romanos, con una organización política

monárquica en sus inicios que fue reemplazada por la república hasta convertirse en un imperio. La Antigua Roma suele ser insertada en la llamada Antigüedad clásica, que pertenece a la Edad Antigua, juntamente con la Antigua Grecia, Antiguo Egipto y Mesopotamia, tres civilizaciones que antecedieron e inspiraron en gran medida a la romana, en especialmente la griega. Los mil años que sucedieron a la caída del Imperio Romano, su división en Imperio de Oriente y Occidente continuaron la tradición, creencias y formas de vida romana aunque revestidas con una religión diferente. Un sistema imperial verticalista y la autoridad religiosa con influencia política en la sociedad se reflejan en nuevas formas de construcción (iglesias y monasterios) y sus expresiones cultuales. La solemnidad,

severidad y

majestad de las imágenes y construcciones denotan no sólo una concepción religiosa sino un sistema de sometimiento y segregación de los estamentos de poder hacia los grupos subalternos, característico de la época medieval. En el contexto de la Ilustración surge una de las clásicas oposiciones que involucra la cultura como sinónimo de civilización. Esta palabra aparece por primera vez en la lengua francesa del siglo XVIII, y con ella se significaba la refinación de las costumbres. Civilización es un término relacionado con la idea de progreso. Según esto, la civilización es un estado de la Humanidad en el cual la ignorancia ha sido abatida y las costumbres y relaciones sociales se hallan en su más elevada expresión. Desde entonces, arqueólogos e investigadores, a medida que se avanzaba en los estudios y descubrimientos de los pueblos de la antigüedad les denominaron “civilizaciones”. No es conveniente seguir sobre esta acepción del término porque hace tiempo ha perdido toda vigencia entre los científicos sociales. Sólo puede utilizar la palabra "civilización" en este sentido quien siga anclado en una racionalidad progresiva y lineal, una manera de describir la evolución humana. Otra variante, mucho más razonable, sería entender la "civilización" como equivalente a "modernidad". Una modernidad que se refiere, ante todo, al progreso científico y tecnológico, a un nivel de conocimientos que generan bienestar social y que, en la fase de globalización cultural en la que se supone que ha entrado el mundo, tiende a convertirse en el paradigma común para el conjunto de la humanidad. La civilización no es un proceso terminado, es constante, e implica el perfeccionamiento progresivo de las leyes, las formas de gobierno, el conocimiento. Como la cultura, también es un proceso universal que incluye a todos los pueblos, incluso a los más atrasados en la línea de la evolución social. Desde luego, los parámetros con los que se medía si una sociedad era más civilizada o más salvaje eran los de su propia sociedad. En los albores del siglo XIX, ambos términos, cultura y civilización eran empleados casi de modo indistinto, sobre todo en francés e inglés. Si tuviéramos que analizar desde la idea de progreso el trayecto cultural argentino desde el advenimiento de la democracia en 1983 - al observar el vaciamiento económico producido por el Estado al entregar a empresas extranjeras YPF, autopistas, sistemas de telefonía y transporte terrestre y aéreo por nombrar sólo algunas- la civilización en la era de la globalización, no parece ser una opción de progreso. Cultura y sociedad El concepto de cultura es fundamental para las disciplinas que se encargan del estudio de la sociedad en tanto entidades poblacionales, en especial para la antropología y la sociología. Dentro de una sociedad el individuo comparte la cultura. Teniendo en cuenta que sociedad es el conjunto de individuos que interaccionan entre sí y comparten ciertos rasgos culturales esenciales, cooperando para alcanzar

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metas comunes. También puede ser entendida como un grupo de individuos que comparten una cadena de conocimientos entre varios ámbitos, económico, político, cultural, deportivo y de entretenimiento. La socialización es el mecanismo Socio-Cultural básico por el cual un conjunto social asegura su continuidad. Los principales agentes de la socialización son los padres y otros miembros de la familia, las instituciones educativas y los medios de comunicación social. Por lo general, ellos cumplen la función de trasmitir a los niños los valores y las creencias de su mundo socio-cultural, así como los significados otorgados en este mundo a las relaciones interpersonales y a los objetos. Las generaciones adultas trasmiten la cultura como patrimonio o legado, hay un doble juego ya que se selecciona lo que se trasmite y el que recibe también selecciona según sus intereses. Es un tema que está relacionado con la endoculturación. Todo individuo es social, es decir se integra a la cultura y a la sociedad, tanto como la cultura lo integra a él. Con el aporte de la antropología, la cultura incluye bienes materiales, bienes simbólicos (ideas), instituciones (canales por donde circula el poder: escuela, familia, gobierno), costumbres (reunirse para cenar entre gente amiga o familiares), hábitos, leyes y poder (ya que este también es parte de la cultura). Entonces se puede decir que toda sociedad tiene cultura, y toda cultura es puesta en práctica, por las personas que se interrelacionan. Si toda cultura se manifiesta en una sociedad, cabe decir que sociedad es igual a la cultura. Son las caras de una misma moneda. La cultura no es algo que se tiene (como generalmente se dice), sino que es una construcción colectiva y esa construcción es un universo de significados que son trasmitidos a través de generaciones, instituciones o medios de comunicación. Ese universo de significado está en constante modificación; no puede ser vista como algo apropiable. Pierre Bourdieu ha logrado dar una visión completa e influyente en la materia. En su obra tardía (desde principios de los 80 hasta fines de los 90, cuando murió) ha logrado dar con las claves de la dominación a través de la cultura, centrándose en la educación. En una sociedad posmoderna que se enfrenta a desigualdades, exclusiones y riesgos que ya no se explican por la teoría tradicional, Bourdieu ofrece desde la sociología de la cultura elementos que están cambiando la forma de entender lo social. Interpreta a la sociedad moderna como una estructura de clases y una lucha entre ellas, colocando en el centro cuestiones culturales y simbólicas. Dado que en las sociedades "modernas" la vida social se reproduce en campos (económico, político, científico, artístico), que funcionan con una fuerte independencia, el análisis sociológico debe estudiar la dinámica interna de cada campo. En vez de deducir del carácter general de la lucha de clases el sentido particular de los enfrentamientos políticos o artísticos, indagará cómo luchan por la apropiación del capital que en cada campo genera los grupos que intervienen en él. La sociedad, y por tanto, la confrontación entre las clases, es el resultado de la manera en que se articulan y combinan las luchas por la legitimidad y el poder en cada uno de ellos. ¿Qué es lo que constituye a un campo? Dos elementos: la existencia de un capital común y la lucha por su apropiación. A lo largo de la historia, el campo científico o el artístico han acumulado un capital (de conocimiento, habilidades, creencias, etcétera) respecto del cual actúan dos posiciones: la de quienes detentan el capital y la de quienes aspiran a poseerlo. Un campo existe en la medida en que alguien no logra comprender una obra (un libro de economía, una escultura). Quienes participan en él tienen un conjunto de intereses comunes, un lenguaje, una complicidad objetiva que subyace a todos los antagonismos; por eso, el hecho de intervenir en la lucha contribuye a la reproducción del juego mediante la creencia en el valor de ese juego. Sobre esa complicidad básica se construyen las posiciones enfrentadas. Quienes dominan el capital acumulado, fundamento del poder o de la autoridad de un campo, tienden a adoptar estrategias de conservación y ortodoxia, en tanto los más desprovistos de capital, o recién llegados, prefieren las estrategias de subversión, de rebeldía.

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Con esta estructura funcionan los campos más autónomos, los habitualmente llamados culturales (la ciencia, la filosofía o el arte) y también otros en apariencia muy dependientes de la estructura socio económica general. Así lo comprobamos en el campo de la alta costura. Lo dominan quienes detentan el poder de constituir el valor de los objetos por su rareza o escasez, mediante el procedimiento de la marca. Dior y Balmain han establecido durante décadas los estilos de vida capaces de distinguir a las clases altas: sus cambios no se produjeron por adaptaciones funcionales destinadas a adecuar los objetos a su uso, sino por alteraciones en el carácter social de los objetos para mantener el monopolio de la última diferencia legítima. Por ser producción colectiva, la cultura depende de muchos factores, uno es la economía. En las sociedades capitalistas los circuitos sociales están determinados por la condición económica de las personas. La cúpula que tiene el capital, las fábricas, los latifundios o la explotación de los recursos naturales deciden a través del salario las posibilidades de los trabajadores empleados - las fábricas usan más de 100.000 químicos sintéticos tóxicos en la fabricación de productos de consumo y los empleados, tanto hombres como mujeres embarazadas están expuestos a ellos-. La forma en la que se relacionan los empleados, o en la que resuelven sus necesidades de alimentación, salud, educación, etc., la escala de valores y gustos conformará un diferente capital cultural que se complementa con aspectos sociales, históricos y políticos, entre otros. La noción de cultura se ha transformado aceleradamente en las últimas décadas. Desde la cultura entendida como educación elevada, información vasta y refinamiento se ha pasado a otro concepto que deriva de la antropología y que ha identificado a la cultura con todo lo hecho por el hombre. A partir de la sociología (1980) se la definió como la dimensión de la vida social que tiene que ver con la significación, es decir, el conjunto de procesos de producción, circulación y consumo de la significación en cada sociedad. Gilberto Giménez en el texto “Cultura e identidades” presenta un mapa general sobre la concepción simbólica de la cultura, afirma que la cultura atraviesa por tres fases sucesivas: la fase concreta, abstracta y simbólica. En la primera la cultura es el conjunto de costumbres que caracterizan e identifican a un pueblo. En la segunda se desplaza a las costumbres por modelos de comportamiento y el concepto de la cultura se restringe circunscribiéndose a los sistemas de valores y a los modelos que son propios de las personas que pertenecen a un mismo grupo social, es decir, la cultura se define en términos de modelos, pautas, parámetros o esquemas de comportamiento. En la tercera, fase simbólica, la cultura se define como estructuras de significación socialmente establecidas, y se enfoca directamente a la interpretación de los elementos sociales que constituyen las redes de la cultura; es una interpretación de interpretaciones. En la concepción simbólica lo verdaderamente simbólico de las relaciones sociales son las representaciones sociales materializadas en formas sensibles también llamadas formas simbólicas. En consecuencia lo simbólico recubre al vasto conjunto de los procesos sociales de significación y comunicación que según el autor se puede desglosar en tres grandes problemáticas: códigos sociales, producción del sentido y de interpretación, y reconocimiento. La cultura tiene formas simbólicas y estructuras mentales interiorizadas, mediante las cuales tenemos los elementos objetivados y las prácticas cotidianas de los individuos que abarcan los rituales religiosos y artísticos. Por lo tanto, la cultura existe y opera a través de experiencias sociales y estilos de vida de los actores en interacción. Pero las representaciones socialmente compartidas -los esquemas cognitivos, las ideologías, las mentalidades, las actitudes, las creencias y el stock de conocimientos propios de un grupo determinado- son construcciones socio-cognitivas propias del pensamiento ingenuo o del sentido común, que pueden definirse como “conjunto de informaciones, creencias, opiniones y actitudes a propósito de un objeto determinado.” Son entonces una forma de conocimiento socialmente elaborado y compartido, que tiene una intencionalidad práctica y contribuye a la construcción de una realidad común a un conjunto social. Así que podemos decir que no existe una realidad concreta ya dada, toda la realidad es sujeto de modificaciones según la perspectiva que se adopte

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en su observación y una observación que se hace de algo no es pasiva, porque permite la construcción y adición de nuevos elementos para tejer la realidad. Existen otros aspectos que ayudan a ampliar el concepto de sociedad y el más interesante y que ha logrado que la comunicación se desarrolle constantemente es la nueva era de la información. Es decir, la tecnología alcanzada en los medios de producción, desde una sociedad primitiva con simple tecnología especializada de cazadores -muy pocos artefactos- hasta una sociedad moderna con compleja tecnología -muchísimos artefactosprácticamente en todas las especialidades. Estos estados de civilización incluirán el estilo de vida y su nivel de calidad que, asimismo, será sencillo y de baja calidad comparativa en la sociedad primitiva, y complejo o sofisticado con calidad comparativamente alta en la sociedad industrial. Es importante resaltar que la sociedad está conformada por las industrias culturales. Esto es, la industria es un término fundamental para mejorar el proceso de formación socio-cultural en cualquier territorio. La calidad de vida comparativamente alta es controvertida, pues tiene aspectos subjetivos en los términos de cómo es percibida por las personas. El estado, en las sociedades civilizadas con alta tecnología, parece estar más preocupado por el bienestar de las empresas y sus capitales que por los ciudadanos. De las cien mayores economías del mundo, cincuenta y uno son empresas. A medida que las empresas han crecido en tamaño también crecieron en poder. Y aunque para crecer agotan los recursos naturales (en los últimos treinta años se ha consumido un tercio de los recursos naturales del planeta) toman como camino la utilización de recursos de países menos industrializados. En Estados Unidos, una de las capitales de la electrónica barata, existe, como en otras, el sistema de externalización de costos de producción de bienes tecnológicos, por parte de los dueños de las empresas. Después del 11 de septiembre de 2001, cuando la sociedad estaba en shock, el presidente Bush sugirió salir de compras. Esto refrenda que la identidad del estadounidense es de consumidor. El 99% de los productos tecnológicos a los seis meses son basura. Esto es un fenómeno de la posmodernidad y del avance de la tecnología de las comunicaciones. Este plan diseñado a partir de la segunda guerra mundial para resucitar la economía Norteamericana, consistió en hacer de la economía el modo de vida de esa sociedad. La necesidad fue trocada por el deseo. En este diseño, el sector empresarial, en complicidad con las compañías publicitarias (haciendo sentir infeliz a la gente con lo que tiene) y los medios de comunicación, puso en marcha el plan de obsolencia planificada (desde bolsas de plástico hasta computadoras – de escritorio y portátiles-) y la obsolencia percibida (la moda) haciendo del consumo un bien de valor social. Analizar la cultura de los grupos sociales desde la dimensión económica es tema actual. Este será el factor de cambio de conductas, hábitos y códigos compartidos. La necesidad de sustentar los gastos con recursos de otros países hace que las empresas extiendan la necesidad del consumo por todos los rincones del planeta. Es esto parte del fenómeno de la globalización. Esta es la nueva cultura global, única y diferenciada en cada región de la Tierra, que generará las culturas híbridas a las que se refiere García Canclini.

I.2 Transmisión de bienes culturales Endoculturación Es un proceso por el cual el individuo desde sus primeros años de vida va internalizando los modelos y pautas de comportamiento de su grupo de pertenencia, de manera consciente e inconsciente. La endoculturación es una experiencia de aprendizaje parcialmente consciente y parcialmente inconsciente, a través de la cual la generación de más edad invita, induce y obliga a la generación más joven a adoptar los modos de pensar y comportarse tradicionales.

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La continuidad de los estilos de vida de una generación a otra se mantiene gracias a los procesos de endoculturación, que se basan en el control de la generación de más edad sobre los más jóvenes mediante el premio y el castigo. La cultura de una sociedad tiende a ser similar en muchos aspectos de una generación a la siguiente. Endoculturación es el proceso social por el que la generación más antigua transmite sus formas de pensar, conocimientos,

costumbres

y

reglas

a

la

generación

más

joven

de

manera

parcialmente consciente e inconsciente. Cada generación es “programada” no sólo para copiar la conducta de la generación anterior sino también para premiar las conductas que se atienen a estas pautas y para castigar las que se alejan de ella. En la actualidad, en las sociedades industrializadas, el fenómeno de innovación y no replicación ha alcanzado tales proporciones que ha generado un nuevo concepto: el abismo generacional. Este abismo generacional es una limitación para la endoculturación. En el mundo actual es evidente que la endoculturación no puede explicar una gran parte de los estilos de vida de los grupos sociales existentes. Las pautas de generaciones anteriores no siempre se repiten en las nuevas generaciones.

Enculturación La socialización consiste en la interiorización de normas, valores, creencias de forma inconsciente y acrítica. Este proceso no puede ser controlado a voluntad por la generación de más edad, dado que, no que es fruto de la teoría y el raciocinio, sino de identificaciones inconscientes que nos llevan a adoptar un código de valores tal que nos permita adaptarnos al entorno en el que vivimos. Proceso por el cual una persona adquiere los usos, creencias, tradiciones, etc., de la sociedad en que vive. Es un proceso que dura toda la vida y es exclusivamente humano. Constituye el aprendizaje de instrucciones y experiencias de vida. Implica adaptación a la vida social, aprender formas de comportamiento. Constituye un mecanismo de estabilidad cultural, y es de innegable importancia para la formación de la personalidad del individuo.

Subculturas El término subcultura no parte del diccionario de la Real Academia Española. La noción, sin embargo, es muy habitual en la sociología y la antropología. El concepto se utiliza para nombrar al grupo de personas que comparten comportamientos y creencias que son diferentes a los de la cultura dominante de su comunidad. Se trata, pues, de un término partitivo no peyorativo. Toda subcultura implica un sistema de normas y valores de cierta autonomía, aunque sin desligarse de la cultura global. Podemos hablar de la subcultura católica o gitana, de la subcultura juvenil o campesina, de la subcultura musical, ello no significa en absoluto anormalidad, agresividad o enfrentamiento a la sociedad. Podría decirse que la subcultura es un grupo diferenciado dentro de una cultura. Sus miembros pueden reunirse por diversos motivos, como la edad, la etnia, la identidad sexual, los gustos musicales o la estética, entre otros. Los integrantes de una subcultura suelen compartir una apariencia similar que los identifica, como un determinado peinado o el color de la ropa (camisa blanca en los hombres mormones, negra, para los góticos o emos, falda a media pierna en las muje-res protestantes, ropa siglo XVII para los amish). Dentro de una subcultura se suele hablar un dialecto particular o utilizar términos poco frecuentes en otros grupos. La aparición de una subcultura queda establecida por la existencia de símbolos compartidos. Esto diferencia a los simples grupos de personas que se reúnen por gustos comunes de las subculturas, donde existe

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una interacción simbólica. En el mencionado caso de la subcultura gótica, sus integrantes apelan a la ropa negra y el maquillaje blanco para transmitir su escepticismo y su falta de esperanza respecto al desarrollo de la humanidad. Algunas de las subculturas son simplemente grupos de adolescentes con gustos comunes, como por ejemplo los emo. Es necesario observar que el interaccionismo simbólico es fundamental en una subcultura. Se conoce como tribu urbana, por último, al grupo de personas que actúa como una subcultura dentro de una ciudad. Este término fue introducido por Pérez Tornero, Costa y Tropea en 1996 y el sociólogo francés Michel Maffesoli (2004), identificando a los grupos de jóvenes con características de nomadismo y sentido de pertenencia. Estos grupos juveniles gustan de un reencuentro con la corporalidad (hedonismo, tatuajes, perforaciones) y la vitalidad, como si fueran niños eternos. La saturación del concepto de individuo los induce al uso frecuente de la violencia. Estudiar los comportamientos juveniles puede ser un modo de comenzar a ver hacia dónde va el mundo ya que las transformaciones en la producción y el acceso a la cultura generada por la industrialización y globalización se presentan con mayor evidencia en los hábitos culturales de los jóvenes.

Contraculturas En la segunda mitad del siglo XX, más precisamente desde la década del ’60 y con la cultura hippie en la década del ’70 se comienza a usar el término contracultura (traducción del utilizado en Europa “countercultrure” a aquellos grupos de jóvenes que no querían formar parte de la máquina de la sociedad. Sus conductas atacaban a las instituciones que defendían el sistema dominante y reproductor (la familia, la escuela, el matrimonio, los medios). Los especialistas en estudios sociales no coincidieron a través del tiempo si catalogar a estos grupos como contrapeso de la cultura, oposición a toda forma convencional o conservadurismo, cuestionamientos de métodos autoritarios. Algunos comtemporáneos consideran que no existe contracultura sino diferentes grupos de jóvenes con propuestas de nuevas visiones y perspectivas. En el caso de la cultura del graffiti, concibe su expresión como parte de su propuesta cultural e ideológica. También podemos encontrar en algunos otros grupos como los “Dark” formas de expresión de su ideología y filosofía, así como en su música y propuesta de alternativa social, formas de expresión de lo que los pertenecientes a este grupo llaman “contracultura”, como el resultado de la expresión de su desacuerdo por algunas de las normatividades morales de la sociedad. Categorizar a los grupos sociales sólo es válido para diferenciarlos de la sociedad dominante y la cultura hegemónica. Estandarizarlos no permite observar sus particularidades o propuestas innovadoras, generalizarlos sólo genera confusiones al darles un concepto global. Considerar la convivencia de estos grupos como derivaciones de la cultura puede abrir puertas para interpretar el concepto de culturas híbridas.

I.3 Procesos de cambio cultural Aculturación Proceso a través del cual un grupo humano adquiere o asimila, usualmente de forma involuntaria, determinados valores ajenos a su tradición. Durante el siglo XIX los aborígenes africanos, norteamericanos o australianos se vieron sometidos a un acelerado proceso de recepción y asimilación de elementos culturales (religión, lengua, costumbres) ajenos a su historia. Aguirre Beltrán dedica un capítulo completo de su libro “El proceso de aculturación en México” a la revisión de la etimología e historia del concepto y a la validez de su traducción al castellano como aculturación. Para este autor "La voz se encuentra formada por la partícula formativa, la preposición latina ad - que por asimilación pasa a ac en todos los casos en que entra en composición con voces que comienzan con la consonante c - y la forma

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nominal culturatio, de cultura. De haber existido el vocablo en latín habría dicho acculturatio, como en inglés dice acculturation. La ortografía inglesa accede a la persistencia de la doble consonante, no así la del castellano que la reduce a una. Acoger, acomodar, acordar, acumular derivan de voces latinas -accolligere, accommodare, accordare, accumulare- que como aculturación, sufrieron los procesos de asimilación y reducción. Aculturación es un término compuesto por la partícula inseparble a, que indica privación o negación. De acuerdo con ellos, la aculturación sería una falta o negación de cultura. ¿De cuál cultura? Teniendo en cuenta los fenómenos que pretendía designar, evidentemente la negada sería la de los menos cultos, o de los considerados erróneamente “incultos” (tal es el caso de la ocupación de América por los europeos). Cabe incorporar en este apartado un concepto complementario. Creolización es la palabra usada en estudios lingüísticos y antropológicos para denominar estas variaciones y mezclas culturales generadas a partir de una lengua básica en relación con otros idiomas, tal como sucede con el francés en América y el Caribe (Luisiana, Haití, Guadalupe, Martinica) y en el océano índico (las islas Reunión y la isla Mauricio), o con el portugués en África (Guinea, Cabo Verde), en el Caribe (Curazao) y Asia (India, Sri Lanka). Dado que estas mezclas muestran tensiones paradigmáticas entre oralidad y escritura, sectores cultos y populares, centro y periferia, en un continuum de diversidad, no son el resultado de la aculturación sino el proceso en permanente cambio. La definición del término "creole" y sus diferentes acepciones, según se use en el mundo hispano (donde equivale a criollo), en Brasil (donde significa esclavo negro nacido en la localidad), en Sierra Leona (donde significa descendiente de esclavos del nuevo mundo) o en Gran Bretaña, donde se refiere a cimarrones y negros pobres. En sus diferentes acepciones, "creole" significa todo eso y mucho más. "Supone una situación en la cual la sociedad en cuestión está atrapada en `algún tipo de arreglo colonial' con un poder metropolitano, por un lado, y un arreglo de plantación por el otro, y donde la sociedad es multirracial pero organizada para el beneficio de una minoría de origen europeo". La "diversidad" viene a ser sinónimo de subalternización -marcadora de dominios-, y lo creole es su expresión Caribe. Este melange no es lo "híbrido" en Canclini y tampoco es lo "transculturado" de Ortiz ya que, de alguna manera, presupone pactos sociales o algún tipo de consenso. Esto significa que la creolización no es un producto sino un proceso; no tiene período de finalización, pero sí de recambio. El concepto creole, como lugar de la subalternidad, tiene dos aspectos: uno está designado por el término "aculturación" (absorción), también pensado como un proceso (fragmentado, ambivalente, incierto de sí, sujeto a presiones y visiones cambiantes) mediante el cual se ayuntan dos culturas por la fuerza del prestigio y el ejemplo que se deriva del poder/prestigio; y el otro designado por el término de inter/culturación, que es un proceso más recíproco, no es planeado ni estructurado sino osmótico y resulta de este ayuntamiento. O sea que la inter/culturación no es un proceso voluntario. No es la transculturación, el contrapunteo (Ortiz), sino un proceso que sucede por la fuerza y el azar, sin mediar la voluntad ni el diseño racional. Y hasta se diría que va contra la idea de planificación, artificio o política. El resultado viene a ser la "norma tentativa", una especie de ambiente ligado a las formas del trabajo y las socialidades que crea.

Etnocentrismo El etnocentrismo es la actitud o punto de vista por el que se analiza el mundo de acuerdo con los parámetros de la cultura propia. El etnocentrismo suele implicar la creencia de que el grupo étnico propio es el más importante, o que algunos o todos los aspectos de la cultura propia sean superiores a los de otras culturas. Este hecho se refleja por ejemplo en los exónimos peyorativos que se dan a otros grupos y en los autónimos positivos que el grupo se aplica así mismo. Dentro de esta ideología, los individuos juzgan a otros grupos en relación a su propia cultura o grupo particular, especialmente en lo referido al lenguaje, costumbres, comportamientos, religión, creencias. Dichas diferencias suelen ser las que establecen la identidad cultural.

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El concepto de etnocentrismo combina la creencia en que la propia cultura es superior a otras, junto con la práctica de juzgar otras culturas con los estándares de una cultura específica. El "etnocentrismo" puede ser entendido como un universal humano en la medida en que puede ser ejercido por los miembros de cualquier raza, sociedad o grupo. En este sentido, la gente o los pueblos en diferentes culturas tienden a describir las creencias, las costumbres y los comportamientos de su propia cultura en términos estereotípicamente positivos, mientras que las costumbres y creencias de las otras son descritas negativamente.

En situaciones donde se presentan conflictos entre culturas, las creencias etnocéntricas de superioridad son usualmente vinculadas a sentimientos de desconfianza y temor, así como también se relacionan con acciones que son diseñadas para limitar el contacto con miembros del otro grupo y para ejercer discriminación. En medio de conflictos culturales violentos, el 'etnocentrismo es acompañado por xenofobia, discriminación, prejuicios, separación física de los grupos y una presencia recurrente de estereotipos negativos hacia el otro. Este concepto se relaciona así con el concepto de la dinámica del discurso y del poder en la representación de la realidad social (Foucoault), en la medida en que el etnocentrismo, como un orden de discurso propio de un grupo específico, “produce unos modos permisibles de ser y pensar al tiempo que descalifica e incluso imposibilita otros” El Etnocentrismo es una visión del mundo en el que un grupo se toma como el centro de todo y todos los demás están pensados y sentidos a través de nuestros valores, modelos, y nuestra definición de lo que es la existencia. En el plano intelectual, se puede considerar como la dificultad de pensar en la diferencia, en lo afectivo, como sentimientos de sorpresa, miedo, hostilidad, etc. Preguntarse acerca de lo que es el etnocentrismo es, por tanto, investigar acerca de un fenómeno que mezcla elementos tanto intelectuales como racionales, emocionales y afectivos. En el etnocentrismo, estos dos planos del espíritu humano -sentimiento y pensamiento- van juntos componiendo un fenómeno no solo arraigado fuertemente en la historia de las sociedades, sino también fácilmente encontrado en el día a día de nuestras vidas. Así pues, se puede decir que el etnocentrismo busca entender los mecanismos, formas, caminos y razones, así como, que tantas y que tan profundas son las distorsiones que afectan las emociones, pensamientos, imágenes y representaciones que hacemos de la vida de aquellos que son diferentes a nosotros. Este problema no es exclusivo de una época en particular o de una sola sociedad. Tal vez el etnocentrismo, sea, entre los factores humanos, uno de los de más comunes.

I.4 La diferenciación cultural de una sociedad Multiculturalidad El relativismo cultural es un concepto de gran importancia para llegar a comprender el fenómeno de la multiculturalidad e interculturalidad. Si hubiera que representar a ambos conceptos (etnocentrismo y relativismo cultural) a lo largo de un continuo, cada uno esta-ría situado en el extremo opuesto del mismo. El etnocentrismo, como ya se ha dicho, lo que pretende es juzgar al resto de las culturas en función de la propia, considerándose ésta como la cultura verdadera y de referencia para el resto de culturas. Con esta actitud intolerante se está produciendo un desprecio hacia el resto de culturas. Por tanto, y como solución al etnocentrismo, surge el concepto de relativismo cultural, que hace referencia a la atracción por las creencias, actitudes, valores, arte, etc. de las otras culturas descubiertas y que por tanto, todos los aspectos de la misma tienen perfecto sentido dentro de esta comunidad, incluso los aspectos desigualitarios o que atentan contra los derechos humanos.

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Quiere esto decir, que al posicionarse en este lado del continuo, se estaría aceptando todos los aspectos que caracterizan a las diversas culturas, y todo lo que eso conlleva, como los aspectos que atentan contra los derechos humanos y que en esta postura se da por comprendidos dentro del marco de su comunidad. Por consiguiente, se estaría cayendo en un respeto estático y acrítico de las diversas culturas. Por ello, al posicionarse en una u otra postura, éstas no son adecuadas si lo que se pretende es conseguir una educación intercultural. Con estos movimientos se estaría cayendo en lo que se conoce como multiculturalidad. En un sentido, porque se ignora a las distintas culturas existentes pensando que la propia cultura es la mejor (etnocentrismo) y en otro, porque se respeta tanto las culturas distintas que se acepta todo lo que en ella se lleva a cabo sin enjuiciar las desigualdades que ocurren dentro de estas (relativismo cultural), con lo que tampoco se da un enriquecimiento mutuo, cayendo en la misma dinámica de antes.

Los procesos de globalización redujeron el papel de los contextos nacionales y locales. La mayor parte de los textos e imágenes que a diario se reciben proceden de textos transnacionales. El pluralismo cultural o multiculturalismo es aquella ideología o modelo de organización social que afirma la posibilidad de convivir armoniosamente en sociedad entre aquellos grupos o comunidades étnicas que sean cultural, religiosa o lingüísticamente diferentes. Valora positivamente la diversidad sociocultural y tiene como punto de partida que ningún grupo tiene por qué perder su cultura o identidad propia. En este modelo, la diversidad existente no desaparece sino que se mantiene, se recrea; no desaparece ni por adquisición de la cultura dominante y abandono del original ni por el surgimiento de una cultura integradora con los aportes de los preexistentes. La diversidad cultural se considera algo bueno y deseable, se fomenta la práctica de tradiciones etnoculturales, se buscan vías para que la gente se entienda e interactúe respetando las diferencias. Los fundamentos esenciales del pluralismo cultural o multiculturalismo se pueden sintetizar en: 1) Aceptación de las diferencias culturales, étnicas, religiosas, lingüísticas o raciales y su valoración positiva. La organización de la vida en sociedad se realiza sobre bases comunes y respetando las tendencias diferentes así como las complicaciones que ello conlleva. 2) Defensa y reivindicación explícita del derecho a la diferencia, el derecho a ser distinto en valores, creencias, adscripción étnica, etc. Se pone el acento en la diferencia como derecho, al mismo nivel que otras situaciones, por ejemplo de sexogénero. 3) Reconocimiento general de la igualdad de derechos y deberes, elemento esencial en todo pluralismo. La diferencia entre multiculturalismo y multiculturalidad se encuentra en el hecho de que el primero se refiere un modelo de sociedad. A diferencia de la multiculturalidad que tiene sentido descriptivo, el concepto “multiculturalismo” tiene un sentido normativo. Esta normatividad se refiere justamente a la regulación de la diversidad cultural a la que apunta la multiculturalidad. En la descripción de la multiculturalidad como término descriptivo está implicada la diversidad cultural. Las sociedades modernas tienen que hacer frente cada vez más a grupos minoritarios que exigen reconocimiento de su identidad y la acomodación de sus diferencias culturales. Otro rasgo del carácter liberal del multiculturalismo tiene que ver con las migraciones y, en términos liberales, con la amenaza que estas suponen a la identidad de las sociedades metropolitanas por la llegada de masivos contingentes migratorios provenientes del empobrecido sur del planeta hacia Estados Unidos. Esto tiene una estrecha relación con el fenómeno de externalización de costos de producción de bienes tecnológicos ya que este país toma los recursos de otros países, esto es sobreexplotación. Mientras los dueños de los recursos no tienen el dinero para explotarlos ni poseen los medios de producción, tampoco compran demasiado (el consumo para un norteamericano es un valor que posiciona en la escala social)…

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La erosión de las economías y los recursos de los sistemas locales aseguran el suministro continuo de personas sin opciones. En el mundo 200.000 personas se trasladan diariamente desde los sitios que les daba sustento hacia las ciudades, habitándolas en la periferia en condiciones de extrema precariedad, para buscar trabajo. Ante esta situación el multiculturalismo propone que los emigrantes ejerzan con todo derecho su propia cultura o, en el otro lado de la moneda, que se integren totalmente a la sociedad receptora. El multiculturalismo más liberal aportaría a la segunda opción.

Transculturación Integrarse a la sociedad receptora implicaría un segundo fenómeno, el de transculturación, denominación con la que Fernando Ortiz Fernández enriqueció el cuerpo teórico de la Antropología cultural al estudiar la configuración nacional cubana como resultante de culturas, fenómeno extensible al continente pues, como dijera: “La historia americana no puede ser comprendida sin conocer la de todas las esencias étnicas que en este continente se han fundido y sin apreciar cuál ha sido el verdadero resultado de su recíproca transculturación”. “La voz ´acculturation` implica, por la preposición ad que la inicia, el concepto de que el ´inculto` ha de recibir los beneficios de ´nuestra cultura`; es él quien ha de cambiar para convertirse en ´uno de nosotros`. No hay que esforzarse para comprender que mediante el uso del vocablo ´acculturation` introducimos implícitamente un conjunto de conceptos morales, normativos y valuadores, los cuales vician desde su raíz la real comprensión del fenómeno.” “Entendemos que el vocablo transculturación expresa mejor las diferentes fases del proceso transitivo de una cultura a otra, porque éste no consiste solamente en adquirir una nueva y distinta cultura, que es lo en rigor indicado por la voz inglesa acculturation, sino que el proceso implica también necesariamente la pérdida o desarraigo de una cultura precedente, lo que pudiera decirse una desculturación, y, además, significa la consiguiente creación de nuevos fenómenos culturales que pudieran denominarse de neoculturación.” Es “un término, dice, que no contiene la implicación de una cierta cultura hacia la cual tiene que tender la otra, sino una transición entre dos culturas, ambas activas, ambas contribuyentes con sendos aportes, y ambas cooperantes al advenimiento de una nueva realidad de civilización.” También Ortiz ofrece una clave diferente, en materia de estudios socio-culturales, a la del concepto de “hibridación”, desarrollado años después por el investigador Néstor García Canclini, quien no le atribuye una connotación de infertilidad, no obstante reconocer la presencia del referente genetista en el seno del cual se desarrolló el término. Pero dice Ortiz: “…la mulatez o mestizaje no es un hibridismo insustancial, ni eclecticismo, ni decoloración, sino simplemente un tertium quid, realidad vital y fecunda, fruto generado por cópula de pigmentaciones y culturas, una nueva sustancia, un nuevo color, un alquitarado producto de transculturación.” Cabe considerar el concepto de hibridación sobre todo para el análisis de procesos posteriores y de más actores sociales en relación con los descritos por Ortiz, así como para el estudio de otras formas de inter-influencias culturales. Como dice García Canclini: “Si queremos ir más allá de liberar el análisis cultural de sus tropismos fundamentalistas identitarios, debemos situar a la hibridación en otra red de conceptos: por ejemplo, contradicción, mestizaje, sincretismo, transculturación y creolización”. También es necesario verlo en medio de las ambivalencias de la industrialización y masificación globalizada de los procesos simbólicos.” Más adelante añade: “Se ha propuesto el término transculturación para designar estas mezclas. Fernando Ortiz lo inauguró… Angel Rama desarrolló esta noción en su análisis de las redes intertextuales de vanguardias y regionalismo en la literatura latinoamericana. Son aportes que reconocieron en sus campos específicos lo que transita entre culturas, con lo cual superaron la simplicidad unidireccional de la noción de aculturación.

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El aumento de mezclas interculturales es percibido a veces como una tendencia a la homogeneización, que ahora correría riesgos de volverse planetaria. Los estudios recientes sobre efectos simbólicos de la globalización muestran más bien que ésta amplía la variedad de ofertas culturales, complejiza las opciones y, a menudo, genera nuevas contradicciones. No hay datos que permitan prever como consecuencia fatal de los procesos globalizadores una hibridación uniformadora. La intensificación de intercambios y dependencias recíprocas entre los países conduce, en cambio, a nuevos desafíos: construir procedimientos teórico-metodológicos para estudiar comparativamente los sistemas lingüísticos, los procedimientos artísticos y comunicacionales que se entremezclan, las mediaciones y los conflictos que se acrecientan. Desde el punto de vista político, el reto es avanzar en la regulación de los intercambios aumentados por el libre comercio y limitar la monopolización de las industrias culturales. Quizá este último movimiento es el que presenta más amenazas homogeneizadoras, debido al control de la producción editorial, musical y cinematográfica por parte de pocas empresas: como éstas suelen permitir cierta diversidad para lograr más ventas en mercados diferentes, el riesgo mayor no es la homogeneización absoluta sino la reducción de las ofertas en cada nación a lo que es internacionalmente lucrativo y el ahogo de las manifestaciones diversas o experimentales.

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II Parte Expresiones culturales ¿Cuál es el perfil de sociedad (o sociedades) a partir de estos fenómenos de convivencias interculturales? O mejor aún ¿Cuáles son las conductas observadas en los grupos sociales a partir de los acontecimientos internacionales que determinaron la posmodernidad y la globalización? Desde las últimas décadas del siglo XX se observa un cambio en la conducta de las personas. Gilles Lipovetsky analiza cómo a medida que se desarrollan las sociedades democráticas avanzadas un fenómeno que denomina de personalización progresa como perfil del comportamiento de la posmodernidad. El individuo contemporáneo ha diversificado sus modos de vida. Nuevos comportamientos, partiendo desde lo privado, nuevas formas de organizarse, nuevas escalas de valores se convierten en instituyentes en un avance que comienza a tomar perfil de instituidos. En páginas anteriores se mencionó el plan de recuperación de la economía estadounidense. Conviene en este capítulo revisarlo porque el cambio de las necesidades por la estimulación del deseo, no sólo se trasladó a los objetos en tanto personales sino también al cuerpo mismo visto como objeto deseable. La nueva lógica individualista defiende un derecho a la libertad completamente diferente al de la Revolución Francesa y los años posteriores. Vivir el aquí y el ahora en la sociedad posmoderna implica una indiferencia de masa, autonomía privada, sentimiento de estancamiento y un futuro que no se considera porque el valor está en el presente. Los medios masivos de comunicación en concierto con las empresas multinacionales promueven con éxito el consumismo (hasta el punto de la propia existencia). El derecho a realizarse, el derecho a ser feliz diversifica las posibilidades de elección, anula puntos de referencia, destruye sentidos únicos y valores superiores. El Yo se convierte en un espacio “flotante”, sin fijación ni referencia, una disponibilidad pura, adaptada a la aceleración de las combinaciones, a la fluidez de los sistemas, función del narcisismo. El narcisismo hace posible la asimilación de los modelos de comportamientos, nace una formación permanente y un impulso hacia la igualdad o similitud. El deseo de pertenecer y a la vez identificarse en el medio es la antinomia que se presencia en los comportamientos mientras los medios de comunicación lo demandan y excluyen a los distintos-iguales. Este narcisismo surge de la huida generalizada de los valores y finalidades sociales; permite entonces el abandono de la esfera pública y por ello una adaptación funcional al aislamiento social. Para que el desierto social resulte viable, el Yo debe convertirse en la preocupación central. La representación social del cuerpo ha sufrido una mutación, y la llegada de ese nuevo imaginario social del cuerpo produce el narcisismo. El cuerpo ha perdido su estado de materialidad muda en beneficio de su identificación con el ser-sujeto, con la persona. En cuanto a la personalización del cuerpo, el permanecer joven y no envejecer es el mismo absoluto de reciclaje. El cuerpo psicológico ha sustituido al cuerpo objetivo. La disolución de los roles públicos y la compulsión de autenticidad han engendrado una forma de incivismo que se manifiesta, por una parte, en el rechazo de las relaciones anónimas con los “desconocidos” en la ciudad y el confortable intimismo, y por otra, en la disminución del sentimiento de pertenencia a un grupo y correlativamente la acentuación de los fenómenos de exclusión. Cuanto más tolerante es la imagen que la sociedad da de sí misma, más se intensifica y generaliza el conflicto pasando de la guerra de clases a la guerra de todos contra todos. El “éxito” pasa a tener un significado psicológico: la búsqueda de la riqueza no tiene más objeto que excitar la admiración o la envidia. Las relaciones humanas, públicas y privadas se han convertido en relaciones de dominio, relaciones conflictivas basadas en la seducción fría y la intimidación. La burocracia, la propagación de las imágenes, las ideologías terapéuticas, el

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culto al consumo, las transformaciones de la familia, la educación permisiva han engendrado una estructura de la personalidad y relaciones humanas cada vez más crueles y conflictivas. El Otro pasa a ser indiferente. La versatilidad de la moda encuentra su lugar y su verdad última en la existencia de las rivalidades de clase, en las luchas de competencia por el prestigio que enfrentan a las diferentes capas y fracciones del cuerpo social. La moda se ha convertido en un vacío de pasiones y de compromisos teóricos, el caprichoso reino de la fantasía no ha conseguido provocar más que la pobreza y la monotonía del concepto. Es vista como una salida del mundo de la tradición, como la negación del pasado, la fiebre de las novedades, la celebración del presente social. La sociedad de consumo se caracteriza por: elevación del nivel de vida, abundancia de artículos y servicios, culto a los objetos y diversiones. Pero estructuralmente lo que la define es la generalización del proceso de moda. Se impone la lógica de la renovación precipitada, de la diversificación y la estabilización de los modelos, la variación regular y rápida de las formas. El orden estético-burocrático domina la economía de consumo, organizada por la seducción y la extinción acelerada (obsolencia percibida). De esta forma se puede entender el consumo como una estructura social de segregación y estratificación. El dominio de la sociedad sobre el individuo es mayor de lo que ha sido nunca, ya no hay oposición entre vida privada y pública, entre las necesidades sociales y las necesidades individuales. Está surgiendo un nuevo tipo de personalidad cinética y abierta. Hay una necesidad de adoptar actitudes adaptables y mentalidades flexibles: el reino de la moda actúa precisamente en este sentido, tanto en la economía de los objetos como en la de la información. Al igual que la moda no puede disociarse de la estética de la persona, así también la publicidad funciona como cosmético de la comunicación. Por la misma razón que la moda, la publicidad se dirige al ojo, es promesa de belleza, seducción de apariencia, ambiente idealizado, más que información. La publicidad está vinculada a la lógica del poder burocrático propio de las sociedades modernas: aunque se pongan en práctica procedimientos suaves, como en las instituciones disciplinarias, siempre se trata de guiar desde fuera los comportamientos e introducirse hasta en sus últimos repliegues en la sociedad. La publicidad produce necesidades estrictamente adaptadas a la oferta y permite programar el mercado y poner trampas a la libertad de los consumidores. La publicidad abre un espacio de amplia indeterminación y deja siempre la posibilidad de sustraerse a su acción persuasiva; se trata de influir en un todo colectivo dejando libertad a los átomos individuales para distraerse a su acción. La publicidad es un poder sin consecuencia, sólo tiene poder en el tiempo efímero de la moda; uniformiza los deseos y los gustos, y aplana las personalidades individuales. Debe ser vista como un agente que activa la búsqueda de personalidad y autonomía de los particulares; provoca masificación en lo inmediato y en lo visible, pero a largo plazo y de manera invisible, contribuye a agitar el deseo en todos sus estados, es una tecnología de desprendimiento y aceleración de los desplazamientos del deseo. En lo que a moral concierne la sociedad está deseosa de reglas justas y equilibradas, quiere regulaciones, apela a la responsabilidad y no a la obligación de consagrar íntegramente a la vida del prójimo, familia o nación. La sociedad posmodernista marca una época en que el deber está edulcorado y anémico, en que la moral ya no exige consagrarse a un fin superior que el de uno mismo, las lecciones de moral están basadas en el “vivir mejor”. También la forma de ser ciudadano ha cambiado. El ejercicio de la ciudadanía por tiempo estuvo asociado a la capacidad de apropiarse de los bienes y a los modos de usarlos, pero se suponía que esas diferencias estaban niveladas por la igualdad en derechos abstractos que se concretaban al votar, al sentirse representado por un partido político o un sindicato. Junto con la descomposición de la política y el descreimiento en sus instituciones, otros modos de participación ganan fuerza. Hombres y mujeres perciben que muchas de las preguntas propias de los ciudadanos -a dónde pertenezco y qué derechos me da, cómo puedo informarme, quién representa mis

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intereses- se contestan más en el consumo privado de bienes y de los medios masivos que en las reglas abstractas de la democracia o en la participación colectiva en espacios públicos. En las actuales condiciones de globalización, se encuentran cada vez mayores razones para emplear los conceptos de mestizaje e hibridación. Especialmente analizando las culturas latinoamericanas, García Canclini afirma que el entretejido cultural, al intensificarse la interculturalidad migratoria, económica y mediática se ve que no hay sólo fusión, cohesión, ósmosis, sino confrontación y diálogo. La hibridación, como proceso de intersección y transacciones, es lo que hace posible que la multiculturalidad evite lo que tiene de segregación y pueda convertirse en interculturalidad. Las políticas de hibridación pueden servir para trabajar democráticamente con las divergencias, para que la historia no se reduzca a guerras entre culturas. Podemos elegir vivir en estado de guerra o en estado de hibridación. Este concepto, propuesto por el autor desde los años 1990, a aquellas producciones culturales generadas por las nuevas tecnologías de la comunicación y también por el reordenamiento de lo público y lo privado en el espacio urbano y por la pérdida sustantiva de aquellos procesos simbólicos que nos representan como latinoamericanos. La hibridez se manifiesta en aquellos momentos sociales en que, por el efecto de la globalización, nuevos comportamientos invaden el espacio que ha ganado la identidad autóctona. Desde el punto de vista comunicativo los procesos de la circulación de cultura se ven afectados por los medios masivos de comunicación, que importan identidades y las fusionan con las culturas propias. Así la sociedad enfrenta a la modernidad y lo tradicional. Un ejemplo de importación de identidades son los muñecos Muppet del programa Plaza Sesamo. Un programa que nació en Estados Unidos hace más de 40 años. Hasta ahora se han realizado 32 versiones en diferentes países fueron adaptadas en España, Latinoamérica, India, Egipto, Palestina, Israel, Sudáfrica, Francia y muchos otros países que, desarrollados o en vías de desarrollo los han resignificado a su cultura. Inclusive en Sudáfrica hay una muppet con HIV que promueve la tolerancia en la comunidad y otros personajes que permanecen como Elmo, el muñeco rojo que en Argentina hace unos años se vendía en las jugueterías con su risa que lo tumbaba. La simbiosis entre lo tradicional y lo moderno se encuentra en la reorganización de la cultura, fenómeno que también se verá en las producciones de los artistas posmodernos. Interpretar la modernidad y lo tradicional serán factores que crean el imaginario colectivo en las personas. Los medios de comunicación han desarrollado nuevas tipologías del pensamiento del individuo. En su obra “Culturas Híbridas” García Canclini analiza la industria cultural como matriz de desorganización y reorganización de una experiencia temporal mucho más compatible con las desterritorializaciones y relocalizaciones que implican las migraciones sociales y las fragmentaciones culturales de la vida urbana que la que configuran la cultura de élite o la cultura popular, ambas ligadas a una temporalidad “moderna”; esto es, una experiencia hecha de sedimentaciones, acumulaciones e innovaciones. Industria cultural y comunicaciones masivas designan los nuevos procesos de producción y circulación de la cultura, que corresponden no sólo a innovaciones tecnológicas sino a nuevas formas de la sensibilidad, a nuevos tipos de recepción, de disfrute y apropiación. La industria cultural redistribuye en forma masiva los bienes simbólicos y culturales, generando interacciones más fluidas entre lo culto y lo popular, lo tradicional y lo moderno. Industria cultural en el sentido de que cada vez más bienes culturales dejan de ser generados artesanal o individualmente, para fabricarse a través de procedimientos técnicos, máquinas y relaciones laborales equivalentes a los que engendran otros productos en la industria. Dentro de este marco, la posmodernidad une lo culto - la alta cultura, o cultura de élite - y lo popular, para transformarlo en una nueva expresión cultural, integrada a las leyes de mercado y regida por su dinámica. Al usar como signos de identificación elementos procedentes de diversas clases y áreas, el arte dejaría de producir objetos puros, perdiendo así todo grado de autonomía.

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Cultura de élite La alta cultura o "élite" refiere, sobre todo, a una localización teórica: denota complicidad disciplinaria eurocentrista, localizada en la centralización del concepto de Estado como protagonista de la modernidad. Siempre se identificó la cultura elitista con la oligarquía. Pero hay en Argentina una serie de manifestaciones culturales que conforman el cetro elitista en la medida en que las capas medias se muestran permeables al contagioso sentimiento de antipueblo que genera la oligarquía. Las manifestaciones exclusivas se dieron en el actual territorio de la República Argentina desde tiempos coloniales. Gente lectora, músicos y pintores que permanecieron en el país desde 1810. Ya desde entonces y hasta la actualidad el poder y la cultura, entendida como alto conocimiento, información y refinamiento, estuvieron emparentados. Esta idea de cultura es la que ha manejado la educación del país desde sus orígenes (“cuanto más se sabe, más se es”, parece ser el slogan), manifestando rechazo por aquellos que no saben. En el mejor de los casos, los practicantes de la cultura elitista pretenden “elevar” al pueblo mediante la transmisión de conocimientos, voluntad que se practica desde la clase media y que aparentemente, da prestigio. Aunque en otros casos los grupos se cierran, resultando incomprensibles para quien no maneja el código dentro del cual se mueven sus productores. Abel Posadas afirma que es una postura propia de un intelectual de un país colonizado. Pero el concepto de élite remite también a asuntos nunca discutidos: áreas de competencias y competitividades, mercados culturales, relaciones entre intelectuales provenientes de o localizados en diferentes regiones (quién emplea, lee, cita e invita a quién cuándo y dónde).

Cultura de masas De manera más mediatizada pero no menos importante, la dicotomía élite/subalterno intersecta también el debate institucional sobre la corporatización de la enseñanza y su reducción a técnicas de lectura y escritura; su tendencia a homogeneizar "lo cultural", a enseñar desde puestos de transmisión cuya ubicación es determinada por la rentabilidad. Aunque el tema referente a cultura de masas ya había sido examinado durante el siglo XIX bajo el nombre de cultura popular, es hasta 1940, que con la llegada de los medios masivos de comunicación los regímenes dictatoriales de varios países, como Alemania, Italia y España cobraron fuerza y los utilizaron como vehículo de propaganda ideológica y como medio para sembrar el temor en los pueblos. Así pues, la cultura de masas es un producto de la sociedad de consumo en el mundo occidental. A principios del siglo XX la cultura, la vida privada y el pensamiento empezaron a ser fabricados a escala masiva y vendidos en el mercado. La cultura de masas es el desarrollo de un nuevo modelo en el que se refuerzan las diferencias y las desigualdades con estrategias e instrumentos mercadológicos cada vez más elaborados en donde la principal herramienta tiene que ver con los medios de comunicación. Bienvenidos a la cultura de la convergencia, donde chocan los viejos y los nuevos medios, donde los medios populares se entrecruzan con los corporativos, donde el poder del productor y el consumidor mediático interaccionan de maneras impredecibles. Este diagnóstico con tan extraordinario caso puede ejemplificar la fase más reciente de la cultura de masas. Siempre en oposición con la cultura alta, y en su insatisfacción como concepto se refiere siempre a una cultura que tiene que ver con lo bajo, lo vulgar, lo banal, lo kitsch, producto de una industria cultural, ha ido imponiendo implacablemente criterios homogeneizadores.

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Podemos comenzar diciendo que cultura de masas es en sí mismo un híbrido, pues exige definir y redefinir qué se entiende por cultura, qué son hoy las masas, y cómo se puede definir cultura de masas. Por ejemplo, en la necesidad de definir e interdefinir los conceptos en este campo nos encontramos con grandes dificultades. Pensemos en la denominación de cultura, que acuñara E. B. Taylor, en 1960, Primitive Culture, es definido del modo más laxo e impreciso como “la cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio, designa ese todo complejo que comprende a la vez el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y capacidades adquiridas por el hombre en cuanto miembro de la sociedad”. En los últimos estudios británicos (Raymond Williams, Stuart Hall) lo popular, se presenta opuesto a una cultura dominante –encargada de organizar y desorganizar la cultura popular, estableciendo el “valor”, su pertinencia y relevancia–, vinculada a la tradición. En la dialéctica de la lucha cultural basada en relaciones de poder, se producen dos formas culturales que habitan, lo que ha dado en llamarse “resistencia” o “sustitución” (Stuart Hall). De ello se ha podido desvelar un error, el de considerar las formas culturales en general y lo popular en particular como un todo dotado de coherencia. En el caso de lo popular la oposición sería o totalmente corrompido o totalmente auténtico. Hoy se puede hablar de una estética social, del triunfo de la serialidad y de una estética de la repetición (desde Andy Warhol a los robots

de los seriales televisivos a los productos de “remake” o remix o incluso a la

clonación). La cultura de masas también puede ser vista como la suma de modos de usos, de conjuntos de textos que producen modelos a imitar. Se orienta sobre todo sobre la expresión. La alta cultura, donde predomina la ley, es normativa, con reglas estrictas, orientada sobre el contenido, capaz de autodescribirse. Ambas se mezclan, se contagian, se contaminan, se fusionan, forman híbridos… Ahora bien, en la actualidad los medios de comunicación constituyen un elemento decisivo que nos permite estar en continua comunicación con los distintos sucesos sociales, políticos y económicos tanto a escala nacional como internacional; en primer término, la televisión mantiene singular poder como instrumento de propaganda e influencia sobre el actuar y el pensar de las personas, logra modificar la forma en que los hombres conocen y comprenden la realidad que los rodea. Sin duda, el patrón de conducta predominante en el mundo refleja que en las sociedades humanas una de las actividades preponderantes es aquella que conduce al consumo de medios de comunicación masivos en perjuicio de otras acciones más edificantes, tales como la lectura, el teatro o cualquier manifestación artísticacultural. El uso de blackberry ha formado una cultura que denota moda, fiesta, estar “in”, en la cresta de la ola vanguardista en celulares, y a pesar de que han salido nuevos modelos, esta cultura de moda, que es probable sea de corto plazo se ha caracterizado por un estilo “nice” del que muchos son seguidores y se sienten “importante” ante la sociedad. En la actualidad los medios de comunicación constituyen un elemento persuasivo determinante en la formación de la opinión pública; la publicidad está íntimamente ligada a ellos estableciéndose así en la base económica de los sistemas de información. Los oligopolios empresariales y de gobierno principalmente, hacen uso de las TIC, como herramienta de difusión e influencia sobre el actuar y el pensar de las personas; la televisión mantiene singular poder como instrumento de propaganda por ser el medio más implantado en las sociedades a nivel mundial, sin olvidar que el Internet, se ha convertido en el medio de más alto crecimiento en la historia, pero utilizado actualmente sólo por una élite a nivel global, lo que proyecta que éste será en un futuro no lejano, el medio de comunicación más aceptado.

Cultura popular 18

Una tercera expresión cultural compleja es la llamada cultura popular. Popular es un adjetivo que señala a aquello perteneciente o relativo al pueblo. El término tiene distintas aplicaciones dentro de este mismo universo de significados: puede hacer referencia a aquello que procede del pueblo, que es propio de las clases sociales más bajas, que se encuentra al alcance de la mayoría o que es conocido por la sociedad en general. Los matices al enunciado se imponen. El concepto aglutina significados y, por ende, requiere precisión. Lo usamos como sinónimo de "tradicional", de "rural", de "atrasado", de "proletario", de "subalterno", de "inculto", de "nacional"... ¿de qué más? Por otra parte, si nos fijamos en los conceptos citados, no son sinónimos. Puede que, en ocasiones, uno implique el otro, pero no como derivado, sino como dos variables que funcionan juntas en un momento y en un lugar preciso. Es decir, esas variables las podemos, igualmente, cruzar con otras como: "rico", "culto" "estatal", "poderoso", "urbano", "avanzado" o "moderno"; y no por ello dejaríamos de hablar, necesariamente, de "cultura popular". La cultura popular es el conjunto de expresiones creadas y consumidas por un pueblo, en claro contraste y oposición con la cultura académica que se caracteriza por ser más elitista y está vinculada a la alta cultura. De todas maneras, esto no es un impedimento para que una manifestación de la cultura popular llegue a todas las clases sociales, incluyendo a las más bajas y viceversa. Entre las varias manifestaciones de cultura popular del último siglo se encuentra por ejemplo el jazz, en el ámbito de la música, fiel reflejo de la cultura popular negra de los Estados Unidos,que pronto se extendió no solamente hacia el resto de la sociedad norteamericana, sino que también se propagó al resto del mundo. Y siguiendo en el contexto musical, algo similar a lo sucedido con el jazz, ocurrió con el hip hop, que nació en los barrios populares habitados por negros y luego se extendió a otras regiones. Y el pop, además de ser un género musical, junto al rock, resulta ser la abreviación del término popular, porque justamente el mismo observa la estructura verso-estribillo-verso, para que sea asimilado por la mayor cantidad de público posible. Pero estos son ejemplos sólo desde un punto de vista ya que se denomina popular también a la música folklórica. También son expresiones populares los cortes de rutas y las movilizaciones por parte de los trabajadores que reclaman sus derechos, la “marcha del malón de la paz” – aborígenes que reclamaron por sus títulos de propiedad de las tierras y las ferias de trueque en Yavi (como en otros lugares). Entre los que aceptan a regañadientes o sin mayores reservas el sintagma “cultura popular”, se ha entablado también un debate sobre su contenido. Entre los primeros, Bourdieu, quien en coherencia con sus posiciones sobre las nociones de “pueblo”

y “lo popular” afirma, por una parte, que el sintagma en cuestión refleja

inevitablemente la definición dominante de la cultura y por otra no le reconoce más contenido que los elementos degradados y deformados prevenientes de la cultura legítima del pasado. “Los que creen en la existencia de una cultura popular” -dice-, “verdadera alianza de palabras a través de la cual se impone, quiérase o no, la definición dominante de la cultura, pueden estar seguros de no encontrar en ella, cuando vayan a examinarla de cerca, más que fragmentos dispersos de una cultura ilustrada más o menos antigua, seleccionados y reinterpretados evidentemente en función del hábitus de clase”. Por lo tanto, no existe una cultura popular con contenido siquiera parcialmente propio y autónomo. Sólo existen culturas dominadas que se definen por la percepción de su distancia, su vacío y sus carencias con respecto a la cultura legítima, y que implican por eso mismo un reconocimiento implícito de dicha cultura. Los folkloristas hablan de lo popular tradicional, los medios masivos de popularidad y los políticos de pueblo. Así, se denomina popular diversas modalidades: se coloca bajo ese nombre a grupos designados por lo étnico (aborígenes), por el lugar en las relaciones de producción (obreros), o por el lugar geográfico (campesino o urbano).

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Las culturas dominadas son culturas de la privación y de la necesidad, que se definen negativamente por referencia a la cultura de la abundancia y del lujo que es propia de las clases dominantes. La misma sociedad que genera la desigualdad en la fábrica, la reproduce en la escuela, la vida urbana, la comunicación masiva y el acceso general a la cultura. El fundamento es la necesaria inscripción de la desigualdad social en el orden de la cultura, entendida aquí como el conjunto de hechos simbólicos presentes en una sociedad lo que da origen a la hipótesis rectora de una relación significativa entre hechos culturales y clases sociales. De aquí la noción de desniveles culturales internos a las sociedades llamadas superiores, que indican una subdivisión general de los hechos culturales en el interior de las formaciones nacionales en dos grandes niveles: el de la cultura hegemónica y el de las culturas subalternas. Ambos niveles se hayan conectados con la división de clases y con la consiguiente desigualdad en la distribución del poder y en el disfrute de los bienes culturales. El nivel de las culturas subalternas se define como “popularmente connotado”, es decir, como solidario (en sentido lingüístico) con los grupos sociales subalternos. La cultura popular, por tanto es la cultura de las clases subalternas y se define por su posición con respecto a estas clases, por su solidaridad con ellas, y no por el valor de su contenido, por sus cualidades estéticas o por su grado de coherencia. El concepto de “circulación cultural” entre ambos

niveles de la cultura asegura, dentro de este sistema

conceptual, un espacio teórico para el hibridismo, la interpenetración y las situaciones intermedias. García Canclini analiza este fenómeno observando cómo los artesanos alfareros o los tejedores modificaban sus producciones para complacer a sectores urbanos y convertirlas en objetos de decoración de modernas viviendas de los visitantes de las grandes ciudades. En ese desplazamiento de las artesanías de las comunidades indígenas al consumo urbano, turístico, hay una explicación sobre lo que ocurre con los productos populares en el desarrollo capitalista moderno. Este producto, reelaborado, popular que, aún siendo originario de los pueblos se va modificando en el intercambio con la modernidad, el turismo y el desarrollo capitalista, teniendo de este modo un lugar en el mundo y también voz ante los medios de comunicación. De esta manera la cultura popular aborigen se inserta, como una forma de defender la cultura original, a partir del diálogo y la vinculación con la cultura contemporánea.

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