Hoy he estado leyendo los cuatro pasajes de los evangelios donde se relata la crucifixión de Jesús, los momentos previos y los inmediatamente posteriores. Creo que por archi conocidos no los leemos con la frecuencia que debiéramos, ni nos impactan con la fuerza que debieran. Si uno pudiera leerlos como si fuera la primera vez, y a la vez expandir el pensamiento a todos los detalles del relato...Lo primero que me viene a la mente son las doce legiones de ángeles. Si bien pienso que todo ser vivo del mundo celestial estaba mirando el desenlace central del plan misterioso escondido en Dios desde la eternidad estas doce legiones de ángeles estaban listas para entrar en acción. Recuerdo cuando de pequeño iba al circo, y mientras el domador entraba a la jaula de las fieras, que había unos vigilantes desde afuera portando armas listas a disparar por si se presentaba algún imprevisto. Algo así me imagino de este ejército celestial. Hay diferentes opiniones referentes a cuantos individuos forman una legión. Inicialmente fueron seis mil, pero como fueron derrotados dicen que luego se componían de cuatro mil ochocientos soldados, como para ponerles más presión a los individuos, haciéndoles pensar que tenían que rendir por más de uno o para hacerles sentir que unidos valían más que uno. De todas maneras, si tomamos el número más bajo, estaríamos hablando de cincuenta y siete mil ángeles listos para actuar; ¡57.000! Si pensamos que un solo ángel mató en una noche ciento ochenta mil soldados asirios, pensemos en la devastación que podrían haber producido estas doce legiones. La disciplina de obediencia y confianza en su rey y director me parece tan profunda que me conmueve y conmociona. Cuando uno le metió un puñetazo a Jesús, me imagino el impacto en esas huestes celestiales. Estaban pegándole a su jefe, a su creador, a su amado, al ser más amado del cielo, por lo tanto tolerar que un terrestre le pegue, lo abofetee, le escupa el rostro al divino Señor, que le peguen con una caña para que las espinas de la corona de burla se incrusten en su sublime cabeza, no alcanzo como hombre a comprender cómo lo soportaron sin reaccionar. Me imagino a todos estos seres inmensamente poderosos fijando sus ojos en los del Padre eterno para al más mínimo indicio de permiso para actuar, entrar furiosamente en acción y arrebatar de esta inexplicable situación al Rey de reyes, a su Señor. Judas cuando vio que Jesús no utilizaba sus poderes para liberarse, se dio cuenta de la terrible traición que había cometido, creo que él especuló con que Jesús era poderoso y se zafaría. Él se ganaría unos pesos y Jesús se escaparía como lo había hecho en varias oportunidades, pero al ver que él no utilizaba sus poderes y que la devolución del dinero no resolvía la traición, fue y se ahorcó. Pienso que del lado de los ángeles caídos también debe haber habido escenas semejantes. Al ver hasta dónde habían llegado los acontecimientos, muchos deben haber tomado conciencia de la magnitud de los resultados de su rebelión. Por algo allí en la cruz comienza la caída final del
enemigo. Creo que debe haber comenzado su desprestigio dentro de sus mismas huestes las cuales ya no le obedecerán ni respetarán como antes. Creo que allí comenzaron a entender lo terriblemente equivocado del camino propuesto por el jefe de la rebelión. Pero a más del componente invisible (para nosotros) de los protagonistas celestiales, ¿qué nos transmiten los relatos? Los ideólogos de esta traición, planearon hacerlo a espaldas del pueblo, pues, imaginaban una guerra civil en su defensa. A más de algún portento sobrenatural, pues, ellos sabían los comentarios de sus milagros. Estaba el miedo a la pueblada. Tal vez los beneficiarios de sus milagros estarían dispuestos a dar la vida por él; los ciegos que ahora veían, los paralíticos que ahora caminaban, los mancos que ahora movían sus brazos, los leprosos, los ex endemoniados, los receptores de sus doctrinas, sus discípulos, de quienes se sabía que se les habían transferidos poderes similares a los del Maestro, encabezarían una revuelta de proporciones que podría obligar a la intervención del imperio en el asunto. Sus amigos más allegados, los apóstoles, pelearían por él, sus parientes, algunos discípulos ocultos con influencia religiosa, algunos ricos y poderosos. Algo tenía que pasar, pero a cada uno le importó más su pellejo que el del creador, su bienestar que el de su Señor, salvador y sanador. ¿Qué habrán pensado de nosotros los ángeles y los demonios cuando ningún humano rompió las filas para gritar la injusticia de la ejecución, lo vil de las burlas y escarnios, la cobardía y la bajeza de maltratar a un semejante atado, indefenso, debilitado por los azotes? Aún si hubiese sido en un culpable esto, era una vileza, pero en un inocente, esto degrada a toda la raza humana, visto por ellos, los seres celestiales, tratar así al Santo de los santos, al Puro de los puros, al Bueno y amoroso Verbo de la eternidad es realmente una cuestión inalcanzable para nuestras mentes finitas. En realidad me puse a escribir sobre el tema no para describir los hechos reales en sí, sino como he hecho un paralelo con el cuerpo terrenal de Cristo, y su cuerpo místico “la iglesia” con referencia al final de los tiempos y a la resurrección de la iglesia. Me estremeció que pudiese haber un parangón entre los sufrimientos del Cristo y los sufrimientos de su cuerpo místico. De ser así, sería terrible. Cuando un pequeñito está sufriendo, hay quien viene no a ayudarlo sino a pegarle con una caña en sus espinas para que éstas lo lastimen más. Hay quien se acerca al cuerpo de Cristo, no para defenderlo, sino para darle un puñetazo, o una bofetada, o un escupitajo. Hay doctrinas que ofenden al pobre, al enfermo y al que está sufriendo, como que están recibiendo algún castigo merecido, y quienes están sanos o prósperos, se atribuyen el favor de Dios por algún merito alcanzado. Hay quien se acerca a los pequeñitos para saquearlos. Así como aquellos soldados se quedaron con sus ropas o sortearon su túnica, hoy se saquea a los pequeñitos con la excusa de hacer oraciones o milagros al igual que en los tiempos bíblicos hacían los fariseos, solamente que ya no es solamente gritar en las calles o las plazas, sino que se ora por radio y televisión con una impunidad de contravenir la indicación de Jesucristo de orar en secreto demostrando escandalosamente su rebelión a las doctrinas del Señor. Además demuestran su contradicción y falta total de fe al pedir a la gente colaboraciones para el sostén de los programas que de ser de Dios, él los sostendría sin necesidad de dar lástima pidiendo a la gente lo que deberían pedir a Dios. Si un programa es de Dios, o una iglesia, pues que la sostenga el dueño, ¿por qué pedir a la gente? ¿Será solamente para demostrar que no creen para nada que su trabajo lo mandó a hacer Dios? Hay muchas de las doctrinas y acciones de este momento que ejercidas por declarados no creyentes o por supuestos religiosos pueden equivaler a los malos tratos que inescrupulosamente se ejercieron sobre el cuerpo bendito del Señor Jesús en la tierra, repitiendo la maldad, el escarnio y la bajeza de los días de su manifestación terrenal, en los pequeñitos de la actualidad. Si usted quiere saber de qué lado hubiese estado el día de la crucifixión, si usted quiere saber si hubiese sido un cobarde más que miraría desde lejos o si se hubiese atrevido a dar su vida por él, tiene hoy la oportunidad de demostrarlo, el que lo hace a uno de estos pequeñitos a mi lo hace. Hoy se puede aliviar al cuerpo de Cristo de sus torturas o se pueden agravarlas más, se pueden suavizar
heridas con aceite de la unción, o pegar en las espinas del hermano herido para profundizar su dolor. Se puede honrar y ayudar a los sufrientes o gritarles “si eres hijo de Dios, libérate tú mismo de tu cruz”. Puedes ser un espectador más de la tragedia de la cruz o ser un protagonista de su auxilio. Tomado de la revista “Momento de Decisión”, www.mdedecision.com.ar Usado con permiso ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.