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espectáculos

| Viernes 14 de marzo de 2014

El prestigioso compositor alemán se encuentra en Buenos Aires para el estreno americano de La vendedora de fósforos

Helmut Lachenmann. “La belleza es el rechazo de la costumbre” Texto Pablo Gianera | Fotos Soledad Aznarez

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e ademán sereno y pensamiento estricto, Helmut Lachenmann sigue siendo, casi a los ochenta años, una de las fuerzas más activas de la música actual. Su poética, en especial su idea de la “música concreta instrumental” y sus consideraciones sobre la liberación de la escucha, constituye una de las aventuras artísticas más cruciales de esta época. En ese sentido, tanto el estreno americano de su obra escénica La vendedora de fósforos, que programó el ciclo Colón Contemporáneo, como la visita del propio compositor alemán a Buenos Aires son un verdadero acontecimiento. Las dos funciones de esta obra concluida hacia 1996 serán mañana, a las 20.30, y pasado mañana, a las 17, en la sala principal del teatro; tendrán a Baldur Brönnimann al frente de la Estable, y contarán con Lachenmann en el papel de narrador. En primera instancia, Lachenmann rehúye cualquier esclare-

cimiento de la complejidad de su poética. “Los compositores hacemos lo que hacemos –dice–. No hay que pedir explicaciones. Estamos indefensos y mentimos; nos mentimos incluso a nosotros mismos.” Pero hay pocas músicas tan regidas por el pensamiento como la suya. En todo caso, la invención artística no puede divorciarse de la reflexión teórica; más bien la demanda, extrae de ella su función crítica, sin dejar de ser arte. El punto de partida de La vendedora de fósforos es el famoso cuento homónimo de Hans Christian Andersen de la niña que muere de frío. Pero para alguien como Lachenmann, cuya microscopía musical trata siempre de romper las cosas para poner al desnudo su interior, el cuento de Andersen no podía quedar intacto. El compositor lo puso en relación con dos referencias: una anterior (un texto de Leonardo da Vinci) y otra posterior (las cartas de la militante Gudrun Ensslin desde la prisión de Stammheim). La meta era que emergiera algo latente en el relato mismo. A la vez, La vendedora… se define como “música con imágenes”, aunque las imágenes no aluden a una realización escénica de la historia narrada. “El cuento de Andersen me gusta porque concentra una acusación social en una historia de alta intensidad estética –explica Lachenmann–. No es para nada un cuento de hadas idílico, y por lo tanto no está destinado solamente a los niños. Tenemos desde el frío, la noche, los fósforos, la Navidad en las ventanas, la calle vacía hasta la Ascensión con la abuela muerta. A partir de todas esas imágenes usé los medios compositivos para escribir una música que no se subordina a los acontecimientos extramusicales que ocurren en el escenario, sino que más bien defiende su independencia absoluta y es al mismo tiempo coloreada por la escena. La música como reflexión en el más amplio sentido permite el pasaje de la vivencia auditiva y escénica a una experiencia existencial.” –¿Buscó en La vendedora… alguna continuidad con el género de la ópera? –Según lo entiendo yo, el concepto de ópera se define por la presencia de cantantes en la escena. Con esa

determinación, acepté el encargo de componer una ópera. Quería, como le decía antes, escribir una obra cuya música no comentara ningún evento extramusical y que “reflexionara” en cada compás sobre sí misma y sobre sus categorías musicales. Si me permite la comparación, es un poco como ocurre con la forma sonata en manos de Beethoven, en la que el material temático es desarrollado, es decir, transformado, desgastado en cierto modo, y totalmente destruido. Por eso no tengo idea de si mi obra resiste comparación con los criterios de definición de una “ópera”. Creo más bien que todas las categorías establecidas se han roto y deben seguir rompiéndose. La misma pregunta que usted me hace podría hacerse sobre Neither de Feldman y Beckett, Europera de Cage o Staatstheater de Kagel. Todas estas obras nos invitan a pensar una y otra vez sobre la preciada (¡Dios sabe cuán preciada!) institución de la ópera. Muchas veces me preguntan por qué sigo llamando “música” a mis composiciones. Mi respuesta es siempre: “¡Sí! ¿Por qué?”. Tal vez no se trate de música sino de una situación auditiva, de un acontecimiento sonoro en un contexto creado por mí. –En cierto modo, el relato de Andersen puede leerse como un Märchen, esa forma del cuento de hadas del romanticismo. ¿En qué términos definiría su relación con la tradición romántica? –No he pensado mucho sobre eso. El concepto de lo romántico no me parece, ni siquiera hoy, demasiado claro. Es probable que, aun con todas mis pretensiones innovadoras y estructuralistas, yo sea en el fondo un “romántico”. Schönberg, Berg, Webern, los nombres que invocaba la vanguardia de la posguerra, ¿no eran continuadores de la tradición romántica? Estoy convencido de que la música es mediadora de visiones y sentimientos. Pero lo que llamamos “expresión” es para mí el reverso de lo que llamamos “estructura”. Y al componer no me preocupo de otra cosa que de la estructura de lo sonoro. Cuando se le pregunta si la belleza es para él dialéctica, en el sentido de que está constituida por fuerzas contrarias, fuerzas que tienden tanto a la dicha como al dolor, Lachenmann prefiere responder con unos versos de la primera de las Elegías de Duino de Rilke: “La belleza no es otra cosa/ que el comienzo de lo terrible, que apenas/ podemos soportar/ y lo admiramos tanto porque, sereno, desdeña destruirnos./ Todo ángel es terrible”. “O bien –observa–, para presentar mi punto de vista de manera más simple, podría repetir lo que escribí en los años ochenta: La belleza es el rechazo de la costumbre.” –Su maestro Luigi Nono le dedicó un texto que decía: “Helmut... corre, vuela tenso, ansioso, hacia lo desconocido”. Me gustaría preguntarle si el horizonte de lo desconocido persiste todavía abierto. –De esa creencia vive todo el arte, y también el mío. Sin esa expectativa, estaríamos vegetando en el agujero negro del aturdimiento global que nos amenaza. ß

Radiografías Alicia Petti

ruleta rusa // en rivadavia

A partir del próximo lunes, en Radio Rivadavia (AM 630), Nancy Pazos conducirá, de lunes a viernes, de 7 a 10, el espacio periodístico Ruleta rusa, título acuñado durante largos años por la periodista tanto en radio como en televisión. Ofrecerá información política, socioeconómica y de actualidad, con el respaldo informativo de la emisora que suma así una nueva incorporación a la comentada de Eduardo Colombo, que lidera El gallo loco, de 5 a 7 de la mañana.

hay equipo // gonzález oro, en la red

Desde el lunes, Oscar González Oro conduce por La Red (AM 910) su nuevo programa, denominado Dos de Oro (lunes a viernes, de 8 a 10), después de Novaresio y antes de Rial. Acompañan al conductor Marcela Godoy en deportes, Ariel Donatucci en economía y Lucio Di Mateo y Luis Bremer en espectáculos. En la producción, Virginia Alzogaray; en coordinación de producción, Lolo Bernárdez Oviedo, y en la operación técnica, Chacha Paredes.

cambios // radio 10

Una singular y comentada movida a nivel directivo se produjo hace varios días en el ámbito radial: el alejamiento de la dirección de Ra-

Nancy Pazos dio 10 (AM 710) de José Luis Pagano, que ejerció esa labor durante largos años. Ahora, el profesional se desempeña junto a Patricio Malagrino en la Dirección General de Relaciones Institucionales del Grupo Indalo.

rayuela // ahora en splendid

Tras varios años de permanencia en Radio América, el ciclo Rayuela, que conduce Silvia Bacher, comenzó a difundirse por Radio Splendid (AM 990) todos los domingos, a las 9. El programa trata temas de ciencia, educación y tecnología.

el campo // gana en mitre

Mes tras mes sigue liderando el segmento de programas agropecuarios a nivel nacional y marcando récords históricos para este tipo de productos radiales, y continúa su derrotero Mitre y el campo, con Carlos Lencina y Martín Melo, los domingos, de 7 a 9, por Mitre (AM 790).