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Guillermo Navone

5 abr. 2013 - Una invitación de arteBA cambió la mirada del arquitecto cordobés, que pasó, sin escalas, de la pintura tradicional al arte contemporáneo, con ...
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Viernes 5 de abril de 2013 | adn cultura | 19

Guillermo Navone: “Ayudar a que las cosas pasen”

José Lorenzo: “No podría vivir sin el arte”

El apoyo a los artistas es fundamental para este coleccionista que comenzó comprando un cuadro de Molina Campos y en una década sumó más de 200 obras

Una invitación de arteBA cambió la mirada del arquitecto cordobés, que pasó, sin escalas, de la pintura tradicional al arte contemporáneo, con el foco puesto en la fotografía

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los 24 años, Guillermo Navone, “Willy”, trabajaba en Nueva York, dedicado a las finanzas, y extrañaba la Argentina. Esa carencia lo llevó al arte: se encontró frente a un cuadro de Molina Campos en lo de un amigo y quiso tener uno, como si ese gesto lo acercara a su tierra. El destino también lo acercó a Diego Gradowczyk, hijo del coleccionista, que le aconsejó comprar obras de artistas contemporáneos. “Esto es adictivo; no hay vuelta atrás”, le advirtió. Compró El buen paisano, de Molina Campos, y durante un viaje a Buenos Aires en 2004 comenzó a explorar el mundo del arte contemporáneo local. La primera compra, luego de consultar a su consejero, fue una obra de Marina De Caro. “Creo que está bueno tener a alguien que te asesore, que te frene y te ayude a pensar”, opina. Ahora tiene aproximadamente 200 obras, desde el Molina Campos hasta Duville, Siquier, Ferrari, Adriana Bustos, unos luminosos Sakai de la época pop, Londaibere, Marcos López, Schoijett, Carlos Huffmann, Máximo Pedraza, Ballesteros, Eduardo Basualdo, Florencia Rodríguez Giles, Luis Terán, Gómez Canle, Diego Vergara y Sandro Pereira, por nombrar algunos. Navone establece afinidades entre sus

elecciones: un Aizenberg geométrico dialoga con una témpera de su maestro Batlle Planas, con un vidrio de Lucio Dorr y unos paisajes con guiños a la historia del arte de Max Gómez Canle que se apoyan en la chimenea; un paisano de Pablo Suárez mira a otro paisano de Molina Campos. “Hay muchas maneras de coleccionar, y las respeto –dice–. A mí me gusta involucrarme, ayudar a que las cosas pasen. Para mí, las colecciones hechas desde el senti-

“Creo que está bueno tener a alguien que te asesore, que te frene y te ayude a pensar” miento, apoyando desde la cercanía con los artistas, son mucho más valiosas.” Es raro que venda algo, porque las obras se convierten en parte de su vida. “Prefiero que lleguen a casa con una anécdota; eso les da un valor afectivo.” Desde lo institucional, Navone apoya el Programa de Artistas de la Universidad Di Tella y el Programa de Adquisiciones de Malba. “No me gusta definirme como coleccionista –aclara– sino como un comprador de arte. Me da más libertad.” C

Lorenzo se asesora para hacer crecer su colección.

gentileza josé lorenzo

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Socios de la creación Alicia de Arteaga | La nacion

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l común denominador que hilvana las experiencias de los coleccionistas que brindan su testimonio en las páginas de adncultura es la pasión por conocer, por participar, por vivir de cerca ese universo cercano y lejano al mismo tiempo que implica el acto creativo. Ser parte del proceso, colaborar en la producción, apostar por artistas muy jóvenes, abrir los ojos y compartir de manera gozosa el momento único e intransferible de comprar una obra de arte. “Es un viaje de ida”, repiten una y otra vez coleccionistas como Esteban Tedesco, que no tiene un milímetro de espacio libre en su piso de Plaza San Martín. Ha mudado parte de la colección a casa de amigos y piensa acondicionar un galpón fabril en la periferia para instalar a sus anchas los cuadros, objetos, esculturas y fotografías de los artistas que ha elegido con ojo de buen cubero. Con muchos de ellos comparte proyectos, planes e ilusiones. Sponsor oficial de Art Basel

desde hace un cuarto de siglo, el UBS (Unión de Bancos Suizos) tiene un lema que siempre me pareció una declaración de principios: “Estamos del lado de los artistas porque son los que ven más lejos”. Gurúes de la incertidumbre. En la Argentina del siglo XXI crecieron a la par una generación de artistas y una de coleccionistas bajo el ala de arteBA, la feria de Buenos Aires comprometida cada vez más con el arte contemporáneo. Esta alianza, que fue sublime en el caso de Ernst Beyeler y Pablo Picasso, y marketinera en la dupla Charles Saatchi- Damien Hirst, tuvo y tiene un carácter singular en nuestro país, donde el coleccionismo es todavía una práctica infrecuente. Tal vez porque en la génesis de este vínculo fecundo está la crisis de 2001: ese páramo de sueños estimuló en los artistas el deseo de aferrarse a la obra como a un madero y en los potenciales coleccionistas, la certeza de que era hora de ir del dicho al hecho. C

J

osé Lorenzo es un arquitecto cordobés que comenzó su relación con el arte a través de la pintura tradicional de fines del siglo XIX y del XX; reunía paisajes y escenas campestres hasta que, en 2005, arteBA Fundación lo invitó a un programa para coleccionistas en Buenos Aires. A la vuelta de esa experiencia intensa, que le permitió recorrer colecciones y asistir a charlas, vio con otros ojos lo que tenía colgado en su casa. Ese arte era de otro tiempo, que no era el suyo. Decidió comenzar a relacionarse con el arte contemporáneo. Al principio con los artistas cordobeses presentes en la feria arteBA, como Adriana Bustos, Ananké Assef y Hugo Aveta –todos fotógrafos–, luego con artistas más jóvenes. Cuñado de un gran dibujante, Fernando Allievi, decidió pedirle consejo para que lo ayudara a decidir sus compras. En 2008 conoció a Gabriel Valansi, ganador del premio Roggio de ese año, cuando asistió a la primera clínica de coleccionismo en Córdoba, y lo sumó a su equipo de trabajo. Hoy, Valansi lo asesora en el tema fotografía y Allievi en pintura y dibujo. “Es un brainstorming continuo”, explica Lorenzo sobre su relación con sus asesores, devenidos amigos/ familia. “Es un diálogo enriquecedor entre las partes, una tarea de investigación entre los tres”, explica. Define su gusto como “ecléctico” y no le preocupa que los artistas sean contempo-

ráneos; aún conserva sus primeros paisajes en el comedor diario de su casa. “No tengo una obsesión por tal obra o tal artista; siempre compro obras con las que puedo convivir.” Su casa se ha convertido en el centro de reuniones entre la gente ligada al arte; sus puertas están abiertas a recibir y alojar a artistas, curadores, aquellos entusiastas como él. “No podría vivir sin el arte. No le veo límites por ahora –dice con tonada cordobesa–. Coleccionar generó algo en mí tan lindo, tan renovador.”

“No tengo una obsesión por tal obra o tal artista; siempre compro obras con las que puedo convivir” En pocos años, esta experiencia revolucionó su entorno: la colección estuvo colgada en el Palacio Ferreyra y, junto con Valansi, organiza en Córdoba encuentros con artistas y referentes invitados. Es vicepresidente de la Asociación Amigos del Museo Caraffa y de la Fundación Proarte Córdoba, que gestiona becas y ayuda para artistas, no sólo del ámbito de las artes visuales. “Si ser referente sirve para que la gente se interese y se involucre más, me encanta. Yo no saco rédito personal, lo disfruto.” C