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Granada, Navidad entre los siglos XIX y XX. Antonio CEBALLOS GUERRERO. Biblioteca de Andalucía. A las doce nace el Niño. ¿y quién da las campanadas?
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Granada, Navidad entre los siglos XIX y XX Antonio CEBALLOS GUERRERO Biblioteca de Andalucía

A las doce nace el Niño ¿y quién da las campanadas? el martillo sobre el yunque de las fraguas de Granada. (Rafael Gómez Montero, Martinete de Nochebuena)

I.

Introducción.

II. Las fuentes. III. Ubicar la Navidad. IV. Los sonidos de la Navidad. V.

Navidad y modernidad; cambios urbanos y técnicos. El cine.

VI. Conclusión. VII. Bibliografía escogida.

I. INTRODUCCIÓN Pretendemos en este trabajo acercarnos a la realidad de la ciudad de Granada en una coyuntura histórica de circunstancias muy especiales para la misma, los años de la crisis finisecular decimonónica y el primer lustro del siglo XX. Y queremos aproximarnos desde un momento que, religiosamente, resulta relevante en el mundo cristiano, la Pascua del Nacimiento o Navidad. El espacio temporal acotado no ha sido delimitado al azar, las numerosas fuentes documentales y bibliográficas examinadas determinan el interés del mismo y nos permiten observar una ciudad que lentamente despereza de siglos de somnolencia y letargo, que se aboca a una modernidad desigualmente repartida, con tradiciones seculares, religiosas y profanas, que en el primer caso se mantienen con un ornato deslucido y en el segundo aparecen entre la tradición y las nuevas formas. El calendario festivo granadino del momento es esencialmente religioso, exceptuando la conmemoración de la ejecución de Mariana Pineda. Sitúa su fiesta mayor en la celebración del día del Corpus, le siguen en importancia las festividades de la patrona, la Virgen de las Angustias, de gran devoción popular, la Navidad, el patrón, San Cecilio, y una multitud de fiestas y ferias de barrio, cofradías, gremios y procesiones gratulatorias conmemorativas. Ahora bien, se da la peculiaridad de que, asociada a las festividades navideñas, se inserta una celebración cívico-religiosa de gran calado en Granada. Inmediatamente después de Año Nuevo, el día dos de enero, la ciudad celebra del día de la Toma, esto es, la conmemoración de la toma de Granada por los Reyes Católicos en 1492. El carácter de cruzada que adquirió el final de la Reconquista dio lugar a una festividad que si bien se basaba en un hecho concreto de armas y en la resolución de un conflicto bélico, también adquiere un carácter religioso ya que supone el triunfo de una religión sobre otra y a tal efecto, en su conmemoración, se establece un ritual cívico-religioso perfectamente delimitado. También a la Navidad de la época vienen asociados cambios estructurales profundos en la fisonomía de la ciudad que son reflejo de un ciclo económico pujante al socaire de cultivos como la caña de azúcar, la remolacha y el tabaco.

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Esto ha dado lugar al nacimiento de una burguesía que necesita esa transformación urbana en detrimento de las clases sociales inferiores. Como veremos, los inventos técnicos y científicos que progresivamente se van incorporando al tejido social tienen su reflejo en esta festividad, especialmente el cinema, conviviendo con la oferta comercial tradicional.

II. LAS FUENTES Para la elaboración de este trabajo hemos utilizado tanto fuentes documentales como bibliográficas, hemerográficas y gráficas. En cuanto a las fuentes documentales hemos analizado información del Archivo Diocesano de Granada y, en mayor medida, del Archivo Histórico Municipal que contiene, en su sección de Ferias y Fiestas, expedientes y solicitudes de instalación de atracciones y casetas para las fiestas de Navidad. Dentro de las bibliográficas tanto autores costumbristas (Afán de Rivera, Matías Méndez Bellido,…) como no costumbristas (D. Andrés Manjón, Ángel Ganivet. Melchor Fernández Almagro,…) nos proporcionan una valiosa información en lo concerniente a la tradición navideña granadina. La Biblioteca de Andalucía, la Biblioteca Virtual de Andalucía y la Hemeroteca de la Casa de los Tiros contienen entre sus fondos la prensa de la época. Destaca entre estas fuentes por su valor informativo el diario El Defensor de Granada, dirigido por Luís Seco de Lucena, ejemplo de información frente a otros diarios contemporáneos como el Heraldo, el Noticiero, el Anunciador..., que también hemos visto. Una publicación periódica, La Alhambra: revista quincenal de artes y letras, es de obligada consulta. Las fuentes gráficas, finalmente, también han sido consultadas. Tanto fotografías como postales, que viven su gran momento de auge y esplendor, nos acercan a imágenes ancladas a un tiempo pasado que se nos antoja cargado tanto de tipismo como de tópicos, apreciando, no obstante, la importante información urbana y social que aportan. Una ciudad en plena transformación. Durante los siglos XVI, XVII y XVIII la trama urbana de Granada apenas ha sufrido modificaciones aunque ha ido evolucionando desde dentro rompiendo sus murallas y organizando nuevos espacios como la Plaza del Campillo o Puerta Real. Ya en los comienzos del siglo XIX la ocupación francesa continúa esta tendencia con la creación

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de los paseos del Salón y de la Bomba. Las desamortizaciones de 1836 y 1847 liberan unas mil fincas que pasan a manos de la nueva burguesía y preparan las grandes transformaciones de finales del siglo XIX. Estas consisten fundamentalmente en la cubrición del río Darro, que atraviesa la ciudad, dando lugar a la calle Reyes Católicos, al popular Embovedado y la apertura de la Gran Vía. Las denuncias que estas actuaciones generan, efectuadas por El Defensor y la revista La Alhambra1, debido a la desaparición de restos artísticos arquitectónicos, del pintoresquismo que el río tenía en su tránsito por la ciudad (la imagen romántica de Granada era patente tanto entre los intelectuales como en el pueblo llano) o del desplazamiento de la población socialmente humilde a otros barrios, no obtienen fruto alguno. Con independencia de polémicas, tras la alineación de la Gran Vía, Reyes Católicos y Embovedado la ciudad queda vertebrada por nuevos ejes y espacios públicos. En este flamante contexto urbano también las manifestaciones festivas van a rentabilizar estos espacios. Uno de ellos, el citado Embovedado, situado entre Puerta Real y el puente de Castañeda, se convertirá en el escenario donde se asentarán gran parte de las representaciones festivas de la ciudad, incluyendo las navideñas. Lo que en realidad está ocurriendo es que el nuevo poder burgués aflora entre la miseria. Efectivamente, las sinergias generadas por el cultivo de la caña de azúcar en la costa tropical granadina y malagueña, la remolacha y el tabaco en toda la provincia, fundamentalmente en las vegas, y su transformación industrial en los diez ingenios azucareros que hay en Granada a finales del siglo XIX generan la riqueza suficiente para que esta nueva clase social necesite un eje viario moderno donde instalarse. Paralelamente se mantiene esa otra gran parte de la ciudad que cobija las clases humildes, las callejuelas tortuosas y estrechas de barrios como el Albaicín, Magdalena, San Matías, San Lázaro, Triunfo, por no hablar del barrio de cuevas del Sacromonte, albergan las clases populares donde con frecuencia la vida diaria se hace insostenible, muestra de ello son las periódicas crisis de subsistencias. Manjón en una misma página de su diario nos muestra dos ejemplos de esa realidad social, el 16 de febrero de 1901 escribe: “Llueve que es un desconsuelo, los pobres se mueren de hambre…” y pocos días después refiere la significativa anécdota de varias niñas que juegan con el siguiente diálogo: “Tu eres la madre y yo el padre, que vengo borracho, y te pego, insulto y echo de casa, y tú huyes para que no te mate, escandalizamos entre los dos el barrio y nos meten en la cárcel”2, ejemplos semejantes podríamos extraer muchos más, 1 2

La Alhambra. Año III, nº. 55 (15 de abril de 1900) 161, y nº. 58 (31 de mayo de 1900) 233. Diario del Padre Manjón 1895-1905, Madrid 1973. p. 252.

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las noticias sobre sucesos violentos son diarias en la prensa, de la sociedad real frente a esa nueva clase burguesa que teme la bajada en tromba de las albaicineras, con las navajas abiertas, al grito de “el pan a ocho”, como ya ocurriera en otras ocasiones. III. UBICAR LA NAVIDAD En este contexto de crisis finisecular que padece España y en la que Granada sólo es un triste reflejo más, la Navidad aparece como una excepción. Todas las fuentes apuntan a la desmesura y el exceso de esos días, con los tradicionales recordatorios para los que sufren o pasan hambre y los no menos tradicionales llamamientos a la caridad y a la ya perdida costumbre de sentar un pobre a la mesa en Nochebuena. Podemos así preguntarnos ¿dónde se localizaban las manifestaciones navideñas?, y la respuesta debe ser necesariamente múltiple: en el ámbito del hogar, en el religioso, en el escolar, en el callejero y comercial y todos ellos confluyendo en el espacio destinado a las ferias y fiestas. En los hogares la costumbre de montar el portal de Belén era generalizada, así nos lo describe Melchor Fernández Almagro: “…las figurillas de viejo con las manos extendidas sobre el fuego, los pastorcillos con sus ovejas en corto rebaño y alguna sobre los hombros o rodeándole el cuello, y nada digamos de los nacimientos en que los Reyes Magos, mis santos patrones, me inspiraban muy especial y fervoroso interés… Mi padre era singularmente diestro, y se complacía muchísimo en el arte de estas encantadoras escenografías del nacimiento, y manejaba el cartón, el corcho, los cristalitos, el serrín, la hojalata, el musgo con un gozo que mi madre compartía añadiendo siempre algo y enseñándonos villancicos…”3. Y así recomendaba D. Andrés Manjón vivir la Nochebuena: “Esta noche es la noche de los niños, y una madre educadora, asociada de los suyos, adornaba un portalito de Belén, y con él a la vista, hacía penetrar en el alma de sus pequeñuelos el misterio de la Nochebuena, no solo para que le entendieran, sino para que le amaran y agradecieran…”4. 3

FERNÁNDEZ ALMAGRO, M. Viaje al siglo XX, Madrid, 1962. pp. 139-140. Este capítulo de la obra se había publicado previamente la revista Finisterre, t. II, fas. 3 (Julio 1948) 209-224. 4 MANJÓN, A., Hojas catequistas y pedagógicas. Cuaderno o libro 2º. Granada 1926, p. 23.

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El tradicional belén navideño se encuentra profundamente arraigado en la sociedad granadina de la época, las figurillas de barro que los componen tenían su mercado específico en las llamadas “casetas de los nacimientos”, dando lugar a una pequeña industria que llevaban a cabo artesanos humildes. Completaban la oferta de las figuras propias del belén otras como gitanas bailando, contrabandistas, santos y hasta colegiales del Sacromonte. No obstante la revista La Alhambra5 en un artículo anónimo denunciaba algún desviacionismo: “La verdad es que hoy día, con muy pocas excepciones, no sólo los nacimientos están faltos de arte, sino que carecen hasta de sentido común”. Venía esto al caso de las noticias que llegaban de intrusismo de algunas figuras en los belenes, tales como pastores fumando o jugando a las cartas, cazadores y hasta misma reina Victoria, con todo su séquito, adorando a Jesús. En el ámbito religioso, la Misa del Gallo era el punto central de la Navidad. Se celebraba en prácticamente todas las iglesias y muy especialmente en la catedral, “como un ascua de fuego”6. Tras el rezo cantado de maitines se inicia la santa misa, el templo está lleno de fieles; celebrantes y monaguillos lucen los mejores ornamentos, el órgano entona solemnes notas mientras trasciende desde la calle el bullicio de zambombas y panderetas. Esta visión, no dudamos que cierta, tiene su contrapunto en otras noticias documentadas que muestran alteraciones y excesos de forma tradicional. El 20 de diciembre de 18617 el arzobispo de Granada se dirige en sendas cartas al alcalde y al gobernador civil para que aporten guardia civil y municipal a la Misa del Gallo a fin de que “notándose con frecuencia algunos excesos y desórdenes escandalosos que produce el estado de embriaguez de algunos… no permitan entrar con varas o palos ni instrumento de ninguna clase y mucho menos a los que se presenten en estado de embriaguez”. Esta circunstancia no parece aislada, Francisco de P. Valladar8 nos da noticia de cómo los desmanes, excesos e inmoralidades que se cometían en las ferias que se celebraban a las puertas de las iglesias durante los siglos XVI, XVII XVIII dieron lugar a su prohibición, nunca llevada a la práctica, en cabildo de 4 de noviembre de 1785, tales eran las irreverencias que se cometían en el mismo atrio de las iglesias. Y nos ofrece su explicación referida a la generación finisecular: “…falta en los actuales un ideal, el de la fe, y en que por causa de espíritu de indiferencia que domina a esta generación, religión, instituciones, 5

La Alhambra. Año IV. nº 96 (31 de diciembre de 1901) 562-563. El Defensor de Granada. nº. 12.633 (24 de diciembre de 1902). 7 ADGR, Archivo Diocesano de Granada, sig. 125-F. 8 VALLADAR, F. de P., “Las Ferias de Granada”, en La Alhambra. nº. 40 (31 agosto 1899) 372-374. 6

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amistad, familia, todo, en fin, se resiente y se conmueve a impulsos de un singular volterianismo”9. La siempre temida entrada de ideas del exterior era la justificación ideal de los males seculares. Donde se sentía especialmente la Navidad era entre los escolares, las deseadas vacaciones que llevaban aparejadas eran uno de sus mejores atractivos. Convivían varios tipos de educación: la municipal, la privada en colegios religiosos o laicos, por esa época se construía el instituto de enseñanza media, la Universidad, el colegio sacromontano, con facultad para otorgar títulos en leyes, y una experiencia pedagógica nueva nacida en 1885 con la doble intención de enseñar a los más desfavorecidos y a la vez aliviar su miseria en lo posible, nos referimos a las escuelas del Ave María del Padre D. Andrés Manjón. De la importancia que por parte de las instituciones oficiales se daba a la educación puede darnos idea el siguiente ejemplo. Antes de las vacaciones navideñas se hacían los exámenes correspondientes y se entregaban premios a los alumnos destacados. Aunque anterior al periodo que tratamos, resulta significativo un documento de 187310 en el que la Junta Municipal de Instrucción Primaria solicita que se libren las cantidades necesarias para estos gastos, la respuesta del ayuntamiento es que no hay fondos, proponiendo como solución que no se lleven a cabo los exámenes pero si la inspección de las escuelas. Efectuada la misma, se desprende que apenas asisten alumnos, se aduce la proximidad de las fiestas para justificar el absentismo, pero además, en dos de ellas, también faltan los directores. La desmotivación tanto de alumnos como de profesores es evidente, más si tenemos en cuenta que hay maestros que en 1900 ganan 625 pesetas al año11 y un kilo de carne de carnero, la más popular, cuesta 1,53 pesetas. No es de extrañar que, en estas circunstancias, una de las preocupaciones de D. Andrés Manjón sea instalar un comedor para que sus maestros coman, al menos, una vez al día. El día 23 de diciembre se celebraba la fiesta del Ave María coincidiendo con las vacaciones navideñas. Manjón intentaba paliar en lo posible la pobreza que le rodeaba aprovechando este día para distribuir lo más necesario entre sus escolares: ropa, alpargatas, garantizar la comida del día por si al siguiente tenían que ayunar (manzanas, higos, migas, dulces, almendras…).

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VALLADAR, F. de P., o.c., p. 373. AHMGR. Archivo Histórico Municipal de Granada, sig. 00889. 11 El Defensor de Granada. 6 de enero de 1900. 10

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¿Y el ambiente callejero? Hemos visto los escolares de vacaciones, la preparación de las funciones religiosas, el belén en los hogares; falta rememorar la Pascua que recorre el Embovedado, Puerta Real, la Carrera de la Virgen, calle Mesones, el Zacatín, Bibrambla, Plaza Nueva, calle de Elvira y asciende por las empinadas cuestas hasta las callejas y placetillas del Albaicín, hasta el camino del Sacromonte. La actividad parece ser intensa, prueba ello es la noticia que inserta El Defensor de Granada12 el 17 de diciembre de 1901: “El Club Lagartijillo, suspende los bailes de trajes hasta la noche del primer día de Pascua por pertenecer sus miembros al comercio y el apremiante trabajo que tienen por Pascua”. Comercios y tiendas de todo tipo parecen estar al borde del colapso, aunque predominan los que anuncian productos típicos navideños. Destaca entre ellos una variada gama de dulces: mantecados, de Gijona y manchegos, polvorones de almendra y avellana, hojaldres de chocolate, empanadas bastetanas y roscos nevados, turrones traídos de Gijona y Alicante, almendras, piñones, avellanas, pasteles de gloria, roscos de Valencia, arroz de San Felipe de Játiva,… una gama de dulces tan amplia como variada, a la que hay que unir los de producción casera y los de convento. En general, la gastronomía navideña oscila entre la humilde batata del pobre y el pavo de la mesa del opulento, pasando por el producto de la matanza del cerdo que ya se ha llevado a cabo, intentando hacer bueno el dicho de Larra: “En Navidad, ha nacido Dios, comamos hasta reventar”. Donde el ambiente navideño se muestra más abigarrado es en el eje que discurre desde la Carrera de la Virgen hasta la calle Mesones. Allí se instalan sucesivamente los “casillas de los nacimientos”, los puestos de frutas, de dulces, los de instrumentos musicales de la época (zambombas, chirimías, rabeles, castañuelas y panderetas de resonancias moriscas), los de cerámica de Fajalauza, las atracciones y columpios, las manadas de pavos, pollos… vivos para su venta; las posadas de la calle de Mesones rebosan de forasteros y labriegos, con sus capachos, dispuestos al mercadeo y una legión de pedigüeños repartidos por calles y plazas. Éste es el escenario sobre el que se representa el auto social navideño, el lugar de encuentro para transmitirse los mejores deseos, las felicidades. Por allí transitan los padres con sus hijos pequeños que piden juguetes, los jóvenes adolescentes, la encopetada autoridad, la rancia nobleza venida a menos, el terrateniente, el jornalero, mezclados con el indigente, con el descuidero, con el ralladillo repatriado envuelto en harapos.

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El Defensor de Granada. 17 de diciembre de 1901.

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IV. LOS SONIDOS DE LA NAVIDAD No estaría completo el cuadro si no le ponemos sonido, y son muchos y variados los sonidos de la Navidad granadina finisecular. Desde los villancicos cantados en la intimidad del hogar o en las escuelas hasta los entonados amorosamente en los conventos, en las iglesias o en la catedral, pasando por los, más o menos picantes, de la jarana callejera. Pero hay otros que surgen de las tabernas flamencas donde Antonio “El Calabacín”, Antonio “El Tejeringuero” o Rafael Gálvez Aragón alternan con “Paco el del Gas”, Francisco Rubio López, uno de los mejores cantaores de granaínas, sin cuya presencia no se concebían las noches finiseculares. Tabernas como El 32, Los Manueles, La Escribanía o la mítica Los Altramuces, acogían el cante de Carmona, el viejo Habichuela, acompañado de su hija Marina, El Moraga, o Antonio “El Cotorrero”, hermano de la bailaora La Jardín. En el Sacromonte, Juan Cortés Campos, “El Cagachín”, Juan Moreno Maya, “Juanillo el Gitano” o Miguel Amaya Cortés desde su cueva, La Golondrina, también cantan la Navidad. Se canta en los hogares, en las iglesias, en los conventos, en la calle y también en las tabernas y bodegones de la Manigua y en las alturas del Albaicín y en las cuevas del Sacromonte, templan las guitarras seguiriyas, soleares, martinetes, granaínas, medias granaínas y villancicos. En la torre de la Vela dieron doce campanadas, para que naciera Dios a la vera de la Alambra. Si hemos visto estos sonidos acotados a espacios concretos, hay otros cuya existencia sólo tiene razón de ser en el espacio público, en las calles y plazas, en ese teatro al que aludíamos antes donde se representa la escenografía navideña, nos referimos a pregones y pregoneros. España en general es tierra de pregones y particularmente Granada, en todas las épocas del año. Anunciaba la Navidad el zambombero que, haciendo sonar la zambomba mayor melancólicamente y cargado con su capacha de barros, pellejos y carrizos, anunciaba: “zambombas por trapos, alpargatas y pellejos de conejo”, era el preludio de la Pascua. Una vez se organizaba la feria,13 la algarabía de mercaderes pregonando sus mercancías, espectáculos o diversiones era tal que se producían frecuentes quejas vecinales14. Desde el tradicional, y tan 13

Existe bastante documentación en el Archivo histórico Municipal de Granada sobre solicitudes de instalación de “las casillas de los nacimientos” desde 1860. Sigs. 1.00900.026, 03719.0014, 00904.0019, 02096. 14 Archivo Histórico Municipal de Granada. AHMGR, sig. 02093.

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granadino, pregón “¡eh, el agua! o “¡Quien quié agua fresca, como la nieve que baja ahora”, pasando por “Manzanilla fina de la sierra; abrótano macho pa el pelo; yerba é la sangre” hasta el “A perrilla el cucurucho, son de limón, rosa y naranja”, “cesticas e fresa” o el ¡Romance para las niñas que no tienen novio y…!”. La particular sonoridad con que cada pregonero entonaba su pregón proporcionaba un ambiente singular a la Pascua como tiempo festivo. Hay, finalmente, una sonoridad más susurrante, más picaresca si se quiere, nos referimos a los aguinaldos. La tradición granadina se remonta al mismo acto de la toma de Granada, ya en 1492 la reina Isabel la Católica regaló como aguinaldo al Papa Alejandro VI una reproducción en plata de la Alhambra. En sus orígenes, el aguinaldo, es un regalo que hace el poderoso al humilde en Año Nuevo, posteriormente evoluciona hasta convertirse en un donativo hacia los que nos prestan un servicio regular durante el año. En el tiempo que nos ocupa, según todas las fuentes sin excepción, se había convertido, además de en una auténtica plaga donde cualquiera pretendía obtener ciento por uno, en una imposición por parte de quienes realizan un trabajo remunerado o prestan un servicio; lo que los costumbristas denominan “embestidas”, con ejemplos, sin duda exagerados, como el de aquel que quitó la campanilla de llamada de la casa o el que repartió esquelas de su propio entierro para librarse ellas. Aludíamos arriba a su sonoridad porque, según la mayoría lamentablemente, las tarjetas de barrenderos, regaderos, repartidores, serenos, carteros, panaderos y una larga nómina que incluía a todo el mundo, iban acompañadas de unos malos ripios o letrillas que en muchos casos se recitaban: “Nuevo año llama a la puerta, / Navidad está al entrar, / van cogidos de la mano / que el Niño no sabe andar / … Centraban los granadinos sus esperanzas finales en el sorteo de la lotería de Navidad. Suponía todo un acontecimiento, gentes de todas las clases sociales jugaban en ese sorteo, desde el que ahorraba a lo largo del año para poder participar, hasta quien vendía sus enseres con el mismo objetivo. Los periódicos ponían tableros en sus fachadas para anotar los números premiados, que se recibían vía telegráfica, ante un gentío expectante. La palabra que predomina en la mayoría de los titulares periodísticos es: “desencanto”, siguiendo la letrilla del carnaval de Madrid de 1862: “Aquí yace la ilusión / del que quiso, por su bien / ser rico de sopetón / Requiescat in pace. Amén”. Había quien, en un intento de recuperar lo perdido y aprovechando la tradición de las Ánimas, ya en decadencia, disfrazados y con la cara empolvada, recorrían los pueblos de la vega pidiendo para esta festividad, en beneficio propio (ya casi había desaparecido la tradición de “los bailes de los abrazos” a beneficio de la Hermandad de las Ánimas).

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V. NAVIDAD Y MODERNIDAD; CAMBIOS URBANOS Y TÉCNICOS. EL CINE Vimos al principio como Granada entraba en la modernidad de la mano del nuevo siglo tímidamente, los nuevos inventos van llegando traídos por la reciente burguesía. El Camino de Ronda, proyectado en 1892, que descongestionaría el tráfico de la ciudad, seguía estancado, convirtiendo en fangales inmundos la calle Tablas, Alhóndiga y Puerta Real; el ferrocarril hasta Jaén tenía que dar la vuelta por Bobadilla y Puente Genil ya que la variante por Moreda hasta Granada no llegaba mas que a Deifontes, convivía con la diligencia y el coche de caballos propio; la electricidad15 se introducía lentamente conviviendo con el gas, el petróleo, y quinqués, candelabros, palmatorias, mariposas, capuchinas, candiles y velones; los edificios de los nuevos ejes viarios ya cuentan con aseo o baño y, en el mejor de los casos, con ascensor; los primeros automóviles aparecen en las calles granadinas, el primero, traído de París, por el del Conde de Benalúa, después el de García Noguera; gramófonos, fonógrafos, máquinas de escribir, teléfonos, bombillas incandescentes, timbres… una larga serie de nuevos aparatos derivados de los inventos recientes se van a incorporar lentamente a la vida cotidiana de los granadinos. Nos detendremos con más atención en uno de ellos por su especial asociación a las fiestas navideñas, se trata del cinematógrafo. El impacto que el cinematógrafo supuso en la sociedad en general es culturalmente evidente. Tanto Melchor Fernández Almagro16 como Francisco Ayala17: “Para mí como para toda mi generación el cine constituyó una experiencia fundamental; había nacido –puede decirse- con nosotros, y forma parte de nuestra vida” nos aproximan a la vivencia de sus orígenes en Granada, también la documentación del archivo municipal. Es posible rastrear los precedentes del cinematógrafo desde 186018 con la solicitud de instalar un “poliorama” con vistas de la Guerra de África para, con su beneficio, restaurar la capilla de la Virgen de las Angustias en la Puerta de Elvira. Tanto éste como otros inventos que van incorporando los descubrimientos que conducen finalmente al cinematógrafo llegan a Granada, de hecho la llamada linterna mágica, que proyectaba una escena con sensación de movimiento, existía incluso como juguete de niños, acaudalados claro. El 15

La Compañía General de Electricidad de Granada insertaba los precios en la prensa: 1 lámpara de 5 bujías, 2 pesetas al mes; de 10 bujías, 3 pesetas… hasta 32 bujías, a 9 pesetas. 16 FERNÁNDEZ ALMAGRO, M., o.c., p. 81. 17 AYALA, F. Recuerdos y olvidos, Madrid, 1988, pp. 133-134. También este autor, con los años, escribiría uno de los ensayos más lúcidos sobre el fenómeno del cine, su Indagación del cinema. 18 AHMGR. Archivo Histórico Municipal de Granada, sig. 1.00900.026.

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cinematógrafo de los hermanos Lumiere, se había presentado en las fiestas de San Isidro de Madrid de 1896, ese mismo año, en agosto y septiembre, ya hubo proyecciones del kinetógrafo de Edison en Granada en la terraza del Teatro Principal (fueron varios los inventos que convivieron en los orígenes hasta que el de los hermanos Lumier se impuso). En sus orígenes el cine, como pronto vendrá a denominarse acortando el original cinematógrafo, presenta un carácter ambulante, los dueños de los proyectores, como un feriante más, acudía a las distintas ferias de las ciudades con su atracción19. En Granada el cine, asociado a la Navidad, lo hemos documentado con el nacimiento del siglo, aunque es posible que se diera algunos años antes, y, por supuesto, no exento de polémica. El 28 de noviembre de 190020, Manuel Mur, presenta solicitud en el Ayuntamiento para instalar un cinematógrafo en el Embovedado de la Carrera, como no podía ser de otra manera los vecinos de la Acera del Darro y los de la Carrera protestan por la fealdad de las barracas, “impropias del ornato de la ciudad, por las molestias que tiene que ocasionar, por el escándalo que tiene que proporcionar y por las vistas que quita a las casas antiguas”. Finalmente se instaló, aunque el mismo día siete de enero se ordenó el levantamiento de las barracas del fonógrafo y del cine. Según el testimonio de quien presenció esas proyecciones los vecinos debían tener algo de razón. Melchor Fernández Almagro21, que lo vivió, nos presta un testimonio delicioso: “…un órgano extraño y grandote, a la entrada de la barraca, de estruendosa trompetería, con una figura, de madera o de lo que fuese, representando a un director de orquesta con barbita de lado a lado, entre columnas salomónicas pintadas de purpurina, que giraban incesantemente, con lo que todo aquel pintoresco y descomedido retablo musical inducía ya a la estupefacción… ¡Vayan pasando, señores! ¡vayan pasando!… Otro, en el interior, explicaba, a grandes voces, lo que sucedía en el lienzo a veces mal encuadrado y cortándose la proyección en dos mitades…Cierra los ojos de cuando en cuando, que el cinematógrafo sienta mal a la vista…”.

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De hecho, las solicitudes de instalación de barracas para proyecciones en las fiestas de Navidad en Granada están remitidas desde Antequera y Puente Genil. 20 AHMGR. Archivo Histórico Municipal de Granada, sig. 02109. 21 FERNÁNDEZ ALMAGRO, M., o.c. p. 81.

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Seguiría el cine instalándose en ese centro neurálgico navideño algunos años más, en la Navidad de 1904 son Francisco García y Emilio Pascualini, que repetiría en 1905, terminando por instalar uno de los primeros cines permanentes en la recién transformada Gran Vía. También en 1904 hubo protestas vecinales, pero la ventana a la nueva realidad que abría el cine a sociedad granadina, aún decimonónica, no podía detenerse, aunque, de momento, sólo la pudiera vislumbrar en Navidad y Corpus.

VI. CONCLUSIÓN Hemos intentado acercarnos a la Navidad granadina en un momento decisivo para la configuración de la ciudad tal y como la conocemos hoy. No podemos decir, en cierto modo, que difiera radicalmente de la de hoy, ni de la de antes. Se modifican las formas externas, no las internas de la propia vivencia. El intimismo de la cal, la sombra, el ciprés y el silencio del convento sigue allí; los niños ya no temen al Sacamantecas, ni a Terriblas Terribas- que envenenara a su mujer y sus hijos por una mala mujer, ni a Terron, Terroncico, el bandido motrileño, ni al duende Martinico, viven otros juegos distintos sin las canciones de corro (La viudita se quiere casar, Doncella del prado, Al pasar el arroyo de Santa Clara, Rey moro tenía tres hijas,…) que acompañaban los juegos en las placetillas de barrio con las paredes llenas de verdín, junto al aljibe, pero esperan con ansiedad sus vacaciones navideñas y los juguetes, distintos, que las acompañan; los adultos siguen jugando al gordo de Navidad y cometiendo los excesos, mayores si cabe, que entonces. Otras tradiciones foráneas pugnan por suplantar el tradicional Belén y los Reyes Magos, pero sigue siendo el tiempo de la reunión familiar, del recuerdo de los que se fueron, de desearse felicidades y venturas para el nuevo año: ¡Felices Pascuas! y encontrarás otro ¡Felices Pascuas! del desconocido. Aunque, en Granada, permanecerá la sempiterna queja Ay Niño que no lo entiendo, que no lo puedo entender, ¡cambiar el sol por la luna, dejar Graná por Belén.22

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GÓMEZ MONTERO, R., “Queja gitana al Niño Dios”.

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VII. BIBLIOGRAFÍA ESCOGIDA - AFÁN DE RIBERA, A., Fiestas populares de Granada, Granada 1885. - AYALA, F. Recuerdos y olvidos, Madrid 1988. - FERNÁNDEZ ALMAGRO, M., Viaje al siglo XX, Madrid 1962. - GANIVET, A., Granada la bella, Granada 1991. - GONZÁLEZ MARTÍNEZ, J., Café, copa y música: cafés, hoteles y cine mudo con música en Granada, Granada 2008. - GRANADA: memoria de un cambio de siglo. Catálogo nº 133 de la Colección Artistas Plásticos, Granada 2000. - MANJÓN, A., Diario del Padre Manjón 1895-1905, Madrid 1973. - MANJÓN, A., Hojas catequistas y pedagógicas, Granada 1926. - MÉNDEZ VELLIDO, M., Granadinas: colección de artículos, Granada 1896. - MONTERO, J. La España que vivió y amó D. Andrés Manjón, Granada 1988. - NADAL, J. Cines de Granada, Granada 2002. - SALMERÓN PALOMO, A., El Embovedado del Darro. Ingeniería y transformaciones urbanas en la ciudad de Granada, Granada 2002.

GRANADA: NAVIDAD ENTRE LOS SIGLOS XIX Y XX

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