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Fomentar el Espíritu Emprededor en la Empresa Familiar

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Publicado en el Suplemento Día 1 del Diario el Comercio el 11 de junio de 2012

La agenda pendiente en capacidad Jorge Pancorvo – Director del Área de Operaciones PARA MEJORAR NUESTROS NIVELES DE COMPETITIVIDAD, HACE FALTA MAYOR INTEGRACIÓN Y MEJOR GESTIÓN. ESO DEPENDERÁ NO SOLO DE LOS RECURSOS ECONÓMICOS, SINO SOBRE TODO DEL APORTE Y DE LA VOLUNTAD DEL POTENCIAL HUMANO DEL PAÍS. El Perú cuenta, desde el 2003, con un Plan Nacional de Competitividad. A fin de cumplir los objetivos, se han establecido diez lineamientos, tres de ellos son propulsores de la competitividad y siete condicionan y afectan su debido desarrollo. Los propulsores son: desarrollar una cultura de innovación, fomentar la articulación empresarial en cadenas productivas y reformar la educación, focalizándose en mejorar la calidad y cobertura. Entre los condicionantes tenemos: contar con reglas claras y estables, asegurar una política económica que garantice la estabilidad macroeconómica, disponer de mecanismos adecuados de administración de justicia, promover el fortalecimiento institucional, lograr el funcionamiento eficiente de mercados del sistema financiero, mejorar la dotación y calidad de la infraestructura y propiciar el uso racional de los recursos naturales preservando el medio ambiente. Y se cuenta con una hoja de navegación. Vale recordar a Porter, quien plantea que la competitividad se define por la productividad con que un país hace uso de su potencial humano, su riqueza económica y sus recursos naturales. Parecería que el Perú dispone de los dos últimos factores, quedando en el tintero el más relevante: su gente, pues este determina el verdadero desarrollo.

Aquí estriba nuestra principal agenda, pues en el Perú la calidad y pertinencia educativa

son

bajas.

Aquellos

que

cuentan con buena educación no tienen adecuada

productividad

entrenamiento

y

y

el

formación

de

trabajadores mayormente es insuficiente. Bajo

este

contexto,

es

clave

una

ejecución a fin de integrar prioridades. Por ejemplo, qué tecnologías empujar, qué educación plantear y cuáles obras de infraestructura desarrollar. El reto recae en saber cómo integrar estas variables, lo que implicará una participación articulada con los distintos actores privados y públicos de la sociedad en general. Si hemos de perseguir una mayor competitividad, lo primero que debemos hacer está en casa: cómo gestionamos mejor nuestros asuntos. Capacitarnos y poner en práctica conocimientos exigirá tiempo, voluntad de

cambio y una dosis de

permeabilidad al riesgo. Guste o no, es más un asunto ligado a la integración y ello, en buena parte, dependerá del aporte y voluntad de nosotros mismos.