Entendiéndose con otra persona

diante el humor y una evidencia de retratos vividos. La risa, a veces, es más poderosa que las demostraciones lógicas; sin duda, son más rápidas. ... Una conducta sabia no es mecánica, sino que sigue los matices de la vida. Todos los ejemplos siguientes ilustran el carácter anti-esperanza y anti- productivo del necio.
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CAPÍTULO 10

Entendiéndose con otra persona

“C

uanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro”. Esta cita, atribuida a Mark Twain.se ha repetido con algunas variaciones en muchos pueblos: desde el escritor romano Séneca hace unos dos mil años,

hasta Charles de Gaulle en el siglo XX. Esta observación cínica expresa cuán difícil es tratar con nuestros conciudadanos, y cuán decepcionantes son a veces. No obstante, tenemos que arreglarnos con ellos, así como ellos tienen que arreglárselas con nosotros. Esta nueva sección de Proverbios (25-29) -que también se originó con Salomón y fue recopilada por el rey Ezequías y sus escribas (25:1)-, dedica su primera parte (25-27) a la inevitable necesidad de aprender cómo entenderse con los demás. Necesitamos tratarnos con todas las personas que nos rodean, aun con aquellos que hacen que nuestra vida sea miserable. El sabio nos aconseja ejercer el cuidado con estas personas, y aprender qué es apropiado y qué no lo es (25:2-27). El sabio nos prepara para confrontar primero a las personas desagradables: el necio, el perezoso, el chismoso y el mentiroso (25:28-27:4); entonces, como segundo paso, trata con los que están más cerca de nosotros, quienes nos resultan agradables, naturalmente, nuestros amigos y nuestra familia (25:5-27).

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QUÉ COSAS NO SON APROPIADAS El sabio explora diversos ejemplos de mala conducta y denuncia lo que es inapropiado. Su primer consejo se dirige al futuro rey para advertirle en contra de la presunción (25:2, 3). No es apropiado que el rey se identifique con Dios, como era frecuentemente la costumbre en las culturas del Cercano Oriente. Mientras la gloria de Dios reside en su misterio, él es el Dios que esconde su rostro (Isaías 45:14, 15); la gloria del reyen contraste, reside en su trasparencia y responsabilidad ante el pueblo sobre quien gobierna (Deuteronomio 17:14-20). Considera la siguiente traducción parafraseada: “Cosa oculta (imposible de escrutar) es la gloria de Dios; pero la posibilidad de escrutar es la gloria de reyes. Los cielos están alto arriba y la tierra aquí abajo; así es el corazón de reyes; no hay necesidad de escrutar aquí (está expuesta)” (25:2, 3, traducción del autor). El profeta Isaías usa el mismo lenguaje para describir la prerrogativa de Dios: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos" (Isaías 55:8, 9). La práctica de las autoridades de ocultar el adulterio y los hechos incorrectos en las finanzas.es inapropiada. También se nos dice que no es apropiado jactarse en la presencia del líder (25:6, 7).Así como el rey tiene que permanecer en su lugar delante de Dios, nosotros tenemos que guardar nuestro lugar ante los dirigentes. Que el niño que se dirija a un adulto, o el estudiante ante su maestro, con una actitud de superioridad de conocimiento, son actitudes contra las cuales se habla aquí. Además, no es apropiado echar la culpa a nuestro prójimo por un error y exponer su caso ante el juez y otras personas, por lo menos, sin primero haber debatido el asunto con esa persona (25:8-10). Jesús enseñó lo mismo, y nos insta a hacer todo esfuerzo posible para solucionar primero nuestra disputa con el adversario, antes de llevar el caso a los tribunales (Lucas 12:59). Esto revela nuestro deber fundamental, que es el de confrontar a nuestro prójimo acerca de nuestro problema, antes de divulgarlo y quejarnos acerca de él, y antes de que nuestra pequeña amargura se desarrolle en

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un odio irreversible: “No andarás chismeando entre tu pueblo [...] No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo” (Levítico 19:16-18; cf. Mateo 18:15). Si guardamos el asunto en nuestro corazón, crecerá en nuestra imaginación; y si lo compartimos con otras personas se intensificará, y aun tomará dimensiones desproporcionadas. Por otro lado, el sabio de Proverbios enfatiza lo apropiada que es “una palabra dicha como conviene” (25:11). El sabio compara lo adecuado de esta palabra con el clima, cuando responde perfectamente a las necesidades del agricultor: “Como frío de nieve en tiempo de la siega” (25:13), o “agua fría al alma sedienta” (25:25). La contraparte de esta experiencia está representada por una persona que “se jacta de falsa liberalidad” (25:14): sus palabras nos hacen esperar que nos va a dar dinero, y nada ocurre; esto es “como nubes y vientos sin lluvia” (25:14). Es lo mismo con una persona que “habla [...] falso testimonio” (25:18).Sus palabras son tan criminales como las arméis. Confiar en una persona semejante es comparable con un “diente roto” o un “pie descoyuntado” (25:19): muerdes algo, y se te cae el diente; caminas, y tu pie tropieza. Lo inadecuado es también similar al “que quita la ropa en tiempo de frío”, “el que sobre el jabón echa vinagre” (25:20) o “un mazo, una espada, una aguda saeta" (25:18, NV1). No obstante, no debemos abusar de las buenas palabras. La persona que siempre dice cosas tiernas y dulces y siempre adula no será tomada en serio; esa persona cae bajo sospechéis. Debemos usar hasta las coséis buenas con moderación: Si comes demasiada miel, te hastiarás de ella (ver 25:16). Del mismo modo, debemos moderar nuestras visitas a la casa de nuestros vecinos (25:17). Como dice el antiguo dicho: “La familiaridad genera desprecio”. También, “comer mucha miel” es comparable con la persona que busca su propia gloria (25:27): sus dulces palabras acerca de sí mismo disgustan a la gente, y terminará con lo opuesto a la gloria. Este llamado a la temperancia continúa en el siguiente proverbio (25:28), donde se recomienda el dominio propio. La persona que no puede controlarse es como una ciudad abierta, que perdió sus muros protectores; el enemigo la invadirá y la destruirá. Cuando perdemos los estribos, perdemos el control sobre la discusión y, aun si estamos en lo correcto, nuestro www.escuela-sabatica.com

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adversario inspirará más confianza y ganará el caso. Paradójicamente, hacer bien al enemigo es como amontonar “ascuas [...] sobre su cabeza” (25:22). La intención de este proverbio, obviamente, no significa producir daño al enemigo, como es a menudo interpretado. Las ascuas sobre la cabeza del enemigo no se refieren a lo peor que puede pasarle al enemigo que tratamos bien. Esta imagen procura transmitir una intención positiva. Pablo la interpreta como una expresión de amor (Romanos 12:9-21). La imagen alude a la práctica en el Cercano Oriente de llevar brasas ardiendo sobre la cabeza (en una canasta) para alimentar el fuego de un brasero con el fin de cocinar su comida. Dar alimentos al enemigo es proveerle con la esperanza de que podrá comer más tarde; contiene la posibilidad de paz entre adversarios.

CUATRO RETRATOS El libro de Proverbios contiene varios retratos satíricos que parecen querer ganar al lector al punto de vista del sabio, quien procura lograrlo mediante el humor y una evidencia de retratos vividos. La risa, a veces, es más poderosa que las demostraciones lógicas; sin duda, son más rápidas. Además, no provoca hostilidad, porque está edificada sobre la base de una sonrisa en común. Estos retratos están esparcidos por todo el libro: el ebrio (23:29-35), el perezoso (6:9-11), el hombre malo (6:12-15), la sabiduría de la mujer (8:1-31), la mujer insensata (9:13-17), la seductora (7:6-23) y la mujer virtuosa (31:10-31). En la sección que estamos considerando.se agrupan cuatro retratos que, juntos, sirven como una lección objetiva para la edificación de la sabiduría.

El necio (26:1-12). El punto central de este retrato es que no hay esperanza para el necio, así como no hay esperanza en ninguna asociación con él. No hay nada bueno o correcto que esperar del necio. Así como la nieve en verano y la lluvia en la cosecha (26:1), lo que el necio aporta va en contra de lo que normalmente se espera. El necio es contrario a la esperanza; por lo tanto, no es apropiado honrarlo (26:1b). En forma similar, el necio es como una “maldición [...] sin causa” (26:2); no tiene sentido, y no hay nada

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que esperar de él (Números 23:8).En realidad, hay más esperanza de que el caballo responda al látigo o que el asno responda al cabestro que un necio responda a alguno de ellos; en realidad, necesita una vara (26:3).No sería sabio ponerse a discutir con él; de otro modo, podríamos terminar compartiendo su necedad (26:4). Por otro lado, debemos asegurarnos de que nuestro silencio no lo estimule en su necedad (26:5); debemos, por lo tanto, tener una buena respuesta para él y para su necedad. Este consejo contradictorio combina la fuerza del silencio cuando no se necesita de nuestra palabra, y la relevancia de nuestra palabra cuando la juzguemos necesaria. Una conducta sabia no es mecánica, sino que sigue los matices de la vida. Todos los ejemplos siguientes ilustran el carácter anti-esperanza y antiproductivo del necio. El necio es comparado con un mensajero sin pies (26:6), los pies de un cojo (26:7), y como se liga, o ata, una piedra en una honda (26:8). El retrato concluye con la trágica desesperanza del necio, siendo que él continuamente repetirá su necedad, como “un perro que vuelve a su vómito” (26:11). El necio nunca aprenderá la lección de su necedad. No hay esperanza para el necio, porque se considera sabio (26:12). Si algún día el necio se da cuenta de que lo es, entonces habrá dado el primer paso en su camino a la sabiduría (cf. Daniel 4:34).

El perezoso (26:13-16). Se presenta una nueva imagen para representar al perezoso. El dar vueltas en la cama se compara con una “puerta [que] gira sobre sus quicios” (26:14). El punto de la parábola es que el perezoso está fijo en la cama, aun cuando se mueva. A pesar de sus movimientos, el perezoso no hace avances en el espacio. No existe diferencia entre el perezoso y el necio; ambos piensan que son sabios, pero con un pequeño matiz de diferencia: mientras que el necio sencillamente piensa que sabe, el perezoso cree que sabe mejor (26:16). Habiendo resuelto así el problema por sí mismo, y sintiéndose mejor que ningún otro, el perezoso no cree que necesite acudir a otra parte para aprender o consultar.

El alborotador (26:17-22). La persona retratada aquí no está claramente identificada con una etiqueta especial. Está muy ocupado interfiriendo en disputéis que no le conciernen (26:17), y hace que las cosas empeoren (26:17). Cuando la gente está en paz, él va agitando a las diferentes per-

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sonéis, y luego, cuando se enfrenta con su ira, pretende que no hablaba en serio, que solo estaba bromeando (26:18, 19). Brevemente, esta persona está avivando las disputas (26:20, 21). Pretende que quería ayudaren el conflicto, pero no solamente agravó el conflicto presente, sino que también creó nuevos aprietos. Los que antes eran amigos, ahora se pelean entre sí. Sin sus intervenciones, las peleas se habrían calmado y desaparecido. La lección, aquí, es abstenerse de los chismes sabrosos y jugosos, fácilmente tragados y gozados, pero que van muy profundo en los corazones y corrompen a la persona completa (26:22).

El mentiroso (26:23-28). El novelista francés Albert Cohen describió a un genio como “alguien que tenía sus ojos llenos de maldad mientras su corazón estaba lleno de amor”. 1 El libro de Proverbios describe al mentiroso en términos semejantes: “labios lisonjeros y el corazón malo” (26:23). Mientras los primeros esconden el bien, el último oculta el mal. El discurso del mentiroso está lleno de entusiasmo y pasión acerca de ti o de tu trabajo (26:23), pero su corazón es frío y está preocupado con otras cosas. En realidad, te odia y desprecia tu trabajo. Alaba el libro, pero no se interesa en él; ni siquiera lo lee porque sabe que no le gustará. Dos castigos esperan al mentiroso. Primero, sus mentiras un día serán denunciadas públicamente (26:26); es decir, lo que estaba escondido llegará a ser de conocimiento público. Segundo, él caerá en su propia trampa. Se engañará a sí mismo y terminará creyendo en sus propias mentiras (26:27). Pero este castigo y la revelación de sus verdaderas intenciones no sucederán de inmediato. Se nos amonesta a que, entretanto, no debemos ser ingenuos; debemos ser lo suficientemente lúcidos para discernir el odio detrás de sus mentiras y adulación, y prevenir así el daño potencial causado por lo que él diga (26:28).

AMIGOS Y FAMILIARES Antes de la discusión acerca de a quienes amamos, el sabio expone dos cosas fundamentales necesarias para preservar la calidad de nuestras relaciones con ellos. Primero, no debemos jactarnos (27:1, 2). No es sabio jactarse acerca de lo que deseamos alcanzar y detallar nuestros sueños para el Recursos Escuela Sabática ©

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futuro, especialmente cuando nuestros amigos y familiares están luchando. ¿Por qué tu amigo, a quien le diagnosticaron cáncer, debe escucharte jactarte de tu buena salud? Es difícil para tu amigo, cuya esposa es estéril, escucharte jactándote acerca de tus hijos. Hiere al amigo cuyo hijo adolescente es adicto a las drogas y está en la cárcel, cuando te jactas acerca del éxito y la bondad de tus hijos. El sabio nos advierte, también, que no conocemos el futuro, y nuestra jactancia presente puede ser negada por eventos futuros (27:1). Por lo tanto.es preferible dejar que tu amigo te alabe a ti (27:2); la versión de la alabanza de este amigo no se hará a tus propias expensas. Además, alguien que te alaba es más creíble que si sale de “los labios tuyos” (27:2b; cf. 27:21). Segundo, debemos precavernos en contra de la envidia (27:4). La amistad no debe ser posesiva. Si queremos que nuestro amigo sea solo nuestro, lo perderemos. Esta clase de amistad generará ira destructiva. Debemos amar a nuestros amigos y a los miembros de nuestra familia por sí mismos, y permitirles que tengan intereses en otros, fuera de nosotros, o tener otros amigos, aun amigos que no apreciaríamos.

El amigo. La mejor demostración de nuestra amistad no es nuestro silencio aprobador, o aun nuestros regalos de Navidad: es la verdad dolorosa. Cuando nuestros amigos se comportan de mala manera, cuando hacen trampa a su cónyuge, o cuando comen o beben demasiado y destruyen su salud, entonces no debemos abandonarlo, porque un amigo es, con frecuencia, más valioso que un hermano (27:10). La hermana pudo haberse ido lejos o, sencillamente, haber perdido contacto con su hermano, y no se interesa en él porque no comparten los mismos valores; el amigo, por otro lado, está presente cerca de nosotros, caminando por el mismo sendero. Debemos tener el coraje de confrontarlo con palabras claras y sin ambigüedades. Nuestro silencio podría verse como un estímulo; podría hasta empujarlo más en el camino hacia la muerte. Es mejor hablar con claridad y abiertamente con él acerca de su mala conducta, que presentarle nuestro silencio embarazoso o haciendo referencias sutiles (27:5). Esta clase de encuentro cara a cara fortalecerá el carácter de ambos amigos, “hierro con hierro se aguzan” (27:17). Ambos saldrán mejores y más fuertes de esta prueba difícil. Estas experiencias serán realmente auto reveladoras, así

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“como en el agua el rostro corresponde al rostro” (27:19). Por lo tanto.es mejor ser herido por un amigo que ser besado por un enemigo, porque la herida de un amigo implica la verdad y tiene la intención de ayudar a vivir; por el contrario, el beso de un enemigo implica engaño y tiene la intención de la muerte (cf. Marcos 14:45).En última instancia, la dura confrontación cara a cara se revelará como la dulzura de un perfume (27:9). Por otro lado, la bendición en voz alta de nuestro amigo es sospechosa (27:14). Estéis demostraciones ostentaseis pueden esconder intenciones dañinas, o son una compensación facilista de un sentimiento superficial.

La familia. En Proverbios, el padre ha estado pidiendo a su hijo que se comporte de acuerdo con las instrucciones, y de modo de dar alegría a los padres (1:8; 4:1,20; 10:1; 15:20; 17:21; 23:22-25). Otra vez, el padre ruega a su hijo: “Alegra mi corazón” (27:11). El padre apela al amor de su hijo para tocarlo. Aun si el hijo no está totalmente convencido de la sabiduría de la recomendación de su padre, porque ama a su padre y a su madre lo considerará y hará lo mejor que pueda para agradarlos. La educación debe construirse sobre el amor, y no solo sobre principios. Al brindar consejos a sus hijos, es importante que los padres estén en lo correcto; pero eso no es suficiente para que penetren en el corazón de sus hijos. Por otro lado, es esencial que el hijo comprenda que es su deber hacer felices a sus padres, así como el deber de ellos es alegrarlo a él. La calidad de la respuesta del hijo a sus padres asegurará la felicidad en su propia familia. Un hijo que creció en una familia amante generará, a su vez, una familia amante. Desde el llamado a gozarse en sus padres, el sabio prosigue, entonces, al siguiente paso.es decir, gozarse en lo que su familia tenga (27:23-27). El buen hijo llegará a ser un buen padre. El sabio transmite su enseñanza en un lenguaje poético. Por medio de la evocación de la vida pastoral, implica más que solo las necesidades materiales de las ovejas. El punto es que el hijo, que será padre, debe estar plenamente consciente de las necesidades de su casa. Se enumeran pequeños detalles. El padre debe cuidar de la hierba tierna, los corderos y las cabras (27:25,26). No obstante, existe más que el mero deber de proveer a las necesidades físicas de nuestra familia. Además del “mantenimiento” (léjerri) que llevaRecursos Escuela Sabática ©

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mos a la mesa, el sabio se refiere también al jayyim, que significa más que solo “sustento” (27:27). En el libro de Proverbios, la palabra hebrea léjem para “mantenimiento”, que es el término técnico para “pan” (Proverbios 12:11), recibe una fuerte connotación espiritual (10:11; 13:14; 14:27; cf. 3:2; 6:23).En resumen, él es responsable por la supervivencia física y espiritual de su familia.

Referencias

1 Traducido del francés por el autor; de Albert Cohen, Carnets 1978 (París: Gallimard, 1993), p. 54.

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