Turismo
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En el sudeste asiático, una isla con pasado inglés y un presente con el 75% de la población china; mercados, la vida subterránea y los barrios étnicos Por Any Ventura Para LA NACION
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INGAPUR.– Para mucha gente, Singapur es apenas una escala de avión para conocer otro país del sudeste asiático. Es cierto que yo también llegué con esta idea: mi objetivo eran Camboya, Laos y Vietnam. No tenía ninguna expectativa. La sensación que uno tiene al llegar es que la ciudad está totalmente lista para ser disfrutada, usada, exhibida. Ya el aeropuerto es un tema clave. En general cualquier persona que frecuenta aeropuertos sabe que todos –sin excepción– son complicados, engorrosos, poco gratos. Son un trámite necesario que trastorna casi siempre por temas de seguridad, por la visa, por las filas. Siempre por alguna razón los empleados de Migraciones son poco afables y uno teme haber hecho algo mal que justifique ser deportado. En Singapur hay que presentar el certificado de vacunación contra la fiebre amarilla, el pasaporte y un papel
que se llena en el avión. Y todo resulta fácil: son amables y educados. Camino al hotel y buscando similitudes, puede asociarse con una mezcla rara de Miami y Nueva York: edificios altos, negocios, carteles luminosos. Sorprende la prolijidad de las calles, los canteros con flores cuidadas y el conductor del lado de la derecha como en Inglaterra. Esta ciudad-estado con 640 km2 está compuesta por la isla del mismo nombre y por otras 54 más pequeñas. Su historia está asociada a la figura de sir Stanford Raffles que, en 1819, desembarcó en la isla y la reivindicó como puerto franco británico. Actuando en representación de la Compañía Inglesa de las Indias Orientales compró en 1819 el puerto comercial de Singapur al sultán de Johore y, posteriormente en 1824, decidió comprar toda la isla. A partir de esa fecha, Singapur pasó a ser la ciudad británica de referencia en todo el sudeste asiático, el puerto más importante para el comercio ingles en Asia y la puerta de acceso al Extremo Oriente. Raffles fue el fundador de la Singapur
moderna y, exceptuando el período de invasión japonesa en 1942, quedó bajo el dominio británico hasta 1959, cuando alcanzó su autonomía y entró en el Commonwealth. En 1963 se unió a la Federación de Malasia, de la cual se separó dos años después para transformarse en un estado independiente, el 9 de agosto de 1965. Con casi 4,5 millones de habitantes, Singapur está básicamente compuesta por chinos (cerca de 75%), seguida por malasios, indios y otros grupos étnicos. Por lo tanto hay cuatro idiomas oficiales: el malasio, mandarín, tamil e inglés. Etnicamente multifacética adopta el modelo de lo que se acostumbra llamar política de la buena-convivencia. Todos se imponen, pero, al mismo tiempo, todos se respetan. Los chinos, como gran mayoría de la población, llevan ventaja en el perfil urbano, humano y gastronómico de la isla.
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Domingo 29 de marzo de 2009
SINGAPUR
Calor todo el año Geográficamente se sitúa próximo a la línea del ecuador y, por ese motivo,
mantiene una temperatura media anual de 30°C. Entre noviembre y enero se da el período de lluvias, pero hay infinitas posibilidades de no darse cuenta. Por empezar dedicarse a conocer todos los vericuetos del subterráneo. Que además de ser un medio supereficiente y económico de transporte es una caja de Pandora. Hay de todo: es una ciudad completa bajo tierra. En las últimas décadas, Singapur se convirtió en uno de los países con mayores índices de desarrollo de toda Asia, en parte se debe al empeño de las autoridades en cuidar la ciudad atrayendo progresivamente no sólo a hombres de negocio, sino también a millares de turistas de todas partes del mundo. Leí en algún lugar que Singapur da la idea de estar construida según los patrones del feng shui dada la armonía y el orden que la ciudad exhibe. El primer día, como en cualquier lugar desconocido al que uno llega, hay que hacer un city-tour por la Garden City –como le dicen a Singapur–, que incluye el Jardín Nacional de las Orquídeas donde hay más de cuatrocientas especies, Chinatown, Little India, un paseo en barco por el río Singapur y a la noche, la visita al zoológico o lo que ellos llaman Night Safari, una especie de Temaikèn menos interesante y lleno de negocios temáticos y locales de comida, como
en Disney. Hay micros itinerantes por 12 dólares (boleto de un día con viajes ilimitados). A medida que uno recorre Singapur se sorprende con la manera tan natural en que conviven las distintas religiones, las distintas culturas, las distintas comidas y las distintas arquitecturas. En aproximadamente una o dos cuadras es posible visitar un templo budista, uno hindú, una mezquita, una iglesia y una sinagoga. De la misma forma es posible comer arroz, curry, noodles, mariscos y chatarra. Es el paraíso encantado de las compras y no es en vano que sus habitantes se reconozcan como adictos al shopping. Aunque es más cara que Vietnam o Camboya, es perfectamente posible conocerla de una forma económica. Una botella pequeña de cerveza cuesta 4 o 5 dólares, se puede comer por menos de 10 dólares en especial en los mercados locales, que están absolutamente organizados y limpios y sirven comidas sabrosísimas, además de ser una buena opción para aquellos que no son aventureros a la hora de comer. Las fotos de todos los platos están a la vista y los precios varían de 4 a 15 dólares. Como un rompecabezas Tengo una amiga brasileña, Maria da Gracia, que se enamoró de Singapur y afirma: “Todo está organizado y