ENSAYO
En busca de una democracia integral El filósofo argentino Mario Bunge, radicado desde hace décadas en el exterior, fundamenta su visión política en su última obra, un exhaustivo tratado en el que establece principios éticos universales y aboga, tras criticar los excesos del capitalismo, por un “socialismo de mercado” POR PABLO AMBROGI Para La Nacion
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ario Bunge (Buenos Aires, 1919), quien se ha destacado como pocos connacionales en la filosofía de corte analítico, está muy lejos, sin embargo, del estereotipo del académico anglosajón contemporáneo, medio en el que ha desarrollado su carrera desde que en los años sesenta abandonó el país. La amplitud de temas que aborda en su obra contrasta con la estricta especialización de la mayoría de sus colegas, que no suelen apartarse de su área de expertise, y mucho menos buscan influir en el discurso social a través de los medios. Bunge, además, no se limita a escribir papers sobre temas puntuales en revistas especializadas, sino que es afecto a los textos de largo aliento: su obra magna es un Tratado de Filosofía en ocho volúmenes, que recorre todo el espectro de la disciplina desde la ontología básica hasta la ética. El estilo filosófico de Bunge es, en este sentido, más decimonónico que contemporáneo: su confianza en la ciencia, su voracidad intelectual y hasta su posición política recuerdan al inglés Bertrand Russell. Ambas características, la amplitud de intereses y el formato de tratado exhaustivo, son evidentes en Filosofía política, volumen en el que Bunge busca exponer y fundamentar su visión política. La variedad temática es extremadamente amplia. La metafísica, la modelización formal de las redes sociales, la relación entre ciencia y religión, la defensa del medio ambiente, la administración Bush, el movimiento antiglobalización, la guerra justa, el capitalismo, la tecnología, las
relaciones internacionales, la democracia: todos estos temas y muchos otros son tratados por Bunge con su característica voz autoral, siempre segura en sus argumentaciones y fija en sus amores y sus odios. Entre los últimos hacen su aparición sus clásicas bêtes noires, desde Thomas Hobbes hasta Martin Heidegger y toda la filosofía europea contemporánea, y hay lugar incluso para una línea contra el psicoanálisis. A veces el tono pasa de la seguridad a la suficiencia, y tiende a caricaturizar a sus oponentes: no es necesario, por ejemplo, ser partidario del realismo en relaciones internacionales para disentir con la caracterización que da de él Bunge como una doctrina que antepone a todo los intereses nacionales, resumiéndola en el eslogan “Primero Estados Unidos”. La estrategia argumental del libro, a pesar de su extensión y sus numerosas digresiones, es clara. Bunge establece ciertos principios éticos universales, a partir de la protección de valores básicos como la seguridad, la igualdad y la solidaridad. Considera que esta ética humanista ha sido plasmada en el derecho internacional con la Declaración Uni-
FILOSOFÍA POLÍTICA POR MARIO BUNGE GEDISA TRAD.: RAFAEL GONZÁLEZ DEL SOLAR 602 PÁGINAS $ 245
Mario Bunge JAVIER CEBOLLADA / EFE
versal de los derechos humanos de las Naciones Unidas (a la que él agregaría también los deberes correspondientes). El mejor sistema político será entonces aquel que maximice la realización de esos valores, que pueden resumirse para Bunge en la máxima: “Disfruta de la vida y ayuda a vivir”. El mundo contemporáneo se encuentra, según el autor, muy lejos de ese ideal. El capitalismo es repetidamente denunciado por su generación de desigualdad y desempleo, su creación de falsas necesidades de consumo, sus abusos medioambientales y su fomento de guerras por los recursos naturales. La democracia actual es débil, ya que no genera participación real de los ciudadanos y se ve acechada por los lobistas de las grandes corporaciones. Las críticas rozan incluso lo apocalíptico: a menos que el capitalismo sea severamente modificado “nuestra especie está condenada”. Bunge es respetuoso con la socialdemocracia, que busca combinar el capitalismo con un estado de bienestar, pero cree que en última instancia es insuficiente. Su visión de un orden social que asegure el respeto de los derechos básicos, desarrollada recién en las últimas páginas del libro, consiste en la “democracia integral”, cuyo pilar es el cooperativismo. Para Bunge, la única manera de evitar los excesos del capitalismo es abolirlo completamente y reemplazarlo por
el “socialismo de mercado”, en el cual las organizaciones productoras estarían bajo el control de los propios trabajadores. El marxismo es condenado por su estatismo; en la sociedad ideal de Bunge la propiedad de los medios de producción estaría directamente en manos de los trabajadores, quienes tendrían incluso prohibido emplear a terceros. Queda pendiente la cuestión de la viabilidad económica y política de tal régimen. La economía no recibe demasiada atención en Filosofía política: el autor rechaza la premisa neoclásica del hombre como maximizador de utilidad y desestima el monetarismo, pero no desarrolla una visión alternativa que convenza sobre la sustentabilidad económica de su sistema cooperativista. Bunge critica con justicia al filósofo estadounidense John Rawls por proponer un sistema político en abstracto; no es claro, sin embargo, que él mismo evite ese peligro, cuya raíz consiste en tratar la filosofía política simplemente como ética aplicada, derivando la sociedad ideal a partir de principios morales universales, más allá de fenómenos como el balance de poder, el ejercicio de la función de control y las condiciones para la acción política necesarios para llevarla a cabo. Su admisión sobre el final del libro de que “no está claro cómo podría ponerse en práctica este proyecto por medios pacíficos” es elocuente. © LA NACION
Sábado 30 de enero de 2010 | adn | 13