En broma o en serio, Hollywood se metió de lleno en

historia de Henchy, Harwell y Adam ... historia. Lo tendremos en al me- nos dos entregas más como para completar una ... a Shanghai y Macao, con un des-.
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espectáculos

| Jueves 1º de noviembre de 2012

cine

Loca carrera hacia el Congreso locos por los votos (the campaign, ee.UU./2012, hablada en inglés). ★★★ buena. dirección :

Jay Roach. guión: Chris

Henchy y Shawn Harwell, sobre una historia de Henchy, Harwell y Adam McKay. música:

fotografía :

Jim Denault.

Theodore Shapiro. edición:

Craig Alpert y Jon Poll. diseño de producción: Michael Corenblith. elenco:

Will Ferrell, Zach Galifianakis, Jason Sudeikis, Dylan McDermott, Katherine La Nasa, Sarah Baker, John Lithgow, Dan Aykroyd. duración: 83 minutos.

calificación :

apta para

mayores de 13 años.

L Will Ferrell, un político que no se toma muy en serio

Foto: warner

En broma o en serio, Hollywood se metió de lleno en la política compromiso. Obama y Romney se encaminan a las elecciones con

el respaldo de populares figuras; en tanto, el costado más burlón de las campañas aparece en Locos por los votos, estreno de hoy Viene de tapa

Locos por los votos (cuyo título original es precisamente The Campaign) exhibe cuán despiadada puede ser la lucha por una banca en el Congreso si sus protagonistas resultan ser encarnados por figuras tan dispuestas a la comicidad burlona y zafada como Will Ferrell y Zach Galifianakis. La película está dirigida por Jay Roach, alguien muy ducho en el terreno de la parodia (allí están las sagas de Austin Powers y la familia Focker para demostrarlo), pero que supo acertar en el pasado al observar con más seriedad hechos candentes de la política norteamericana en sendas producciones para HBO. En Game Change, Roach narró el apogeo y la decadencia de Sarah Palin, imaginada por los republicanos como figura traccionadora de votos en la anterior campaña electoral, que hace cuatro años culminó con la sonora derrota de ese partido y la llegada de Obama a la Casa Blanca. Pero sobre todo hay que detenerse en Recuento (Recount), un gran relato político que reconstruye al detalle todo el complejo proceso electoral que tuvo lugar en Florida y culminó, tras varias semanas de incertidumbre, consagrando la reelección del republicano George W. Bush frente al demócrata Al Gore. Dice más de un observador que convendría revisar este último film a la luz de la apretada paridad que hasta último momento exhiben las encuestas, pensando en los indeci-

sos de los swing states como Florida. Y hacia allí parecen apuntar los esfuerzos de las entusiastas figuras de Hollywood y del mundo del entretenimiento, resueltas y dispuestas hasta último momento en reforzar el apoyo que desde muy temprano vienen expresando en favor de la reelección de Obama. Como es costumbre, los demócratas cosechan entre los artistas las simpatías mayoritarias, y en este sentido no debe haber registro más fuerte de este apoyo que la aparición de algunos nombres muy fuertes de la industria de Hollywood entre los aportantes económicos más importantes de la

campaña de Obama. Jeffrey Katzenberg, el poderoso mandamás de los estudios DreamWorks y su socio Steven Spielberg pusieron un millón de dólares por cabeza sólo en octubre. Lo mismo hicieron el influyente comediante Bill Maher y el actor Morgan Freeman, sumándose a una lista liderada hasta aquí cómodamente por George Clooney, que convenció a amigos y colegas a aportar sólo en una noche (y en su casa) 15 millones para la campaña. Obama lo agradeció personalmente, como luego lo haría en otros encuentros especiales para recaudar fondos convocados sucesivamente por Ricky Martin, Sarah Jessi-

Escenarios preelectorales

Katy Perry Cantó en Las Vegas durante un acto electoral de Obama y acompañó al presidente en su apelación al voto joven.

Clint Eastwood Defendió a Romney en la convención republicana con uno de los discursos más comentados de toda la campaña.

ca Parker, Beyoncé y Will Smith. Por el lado de la música, Katy Perry acompañó al actual presidente en Las Vegas, Bruce Springsteen ofreció un recital gratuito con ese mismo propósito en Virginia, Stevie Wonder compuso un tema para la campaña (“Keep Movin’ Forward”), Madonna dibujó en su espalda desnuda el nombre de Obama al presentarse hace pocos días en Nueva Orleáns y muchas otras figuras, aprovechando su llegada al público en la TV y a través de las redes sociales, no escatimaron el respaldo a la reelección. Del otro lado Tan fuerte resultó este compromiso que los artistas cuya simpatía se acerca a Romney se propusieron demostrar que no todo el mundo del entretenimiento está con Obama. Como señaló Clint Eastwood en su comentadísima intervención durante la Convención Nacional Republicana (en la que dirigió reproches contra Obama hablándole a una silla vacía) hay más republicanos de los que parece en Hollywood, sólo que no quieren revelarlo. Eastwood, que además grabó hace pocos días un spot publicitario reclamando el voto por Romney, no fue el único en pronunciarse en contra de la continuidad de la actual administración. Así lo hicieron, entre otros, Jon Voight, Robert Duvall, Tom Selleck, Chuck Norris, Kelsey Grammer, Sylvester Stallone, Patricia Heaton, Jerry Bruckheimer y los músicos Meat Loaf, Kid Rock y Ted Nugent. El más duro contra Obama fue el Kiss Gene Simmons (“En lo que a mí respecta su presidencia fue una porquería”). Todos sueñan con el triunfo de su candidato, pero parece difícil superar en esto a alguien tan acostumbrado al triunfo como Harvey Weinstein, el astuto y poderoso productor que conquistó los últimos dos Oscar para dos películas suyas, El discurso del rey y El artista. Weinstein también está detrás del documental sobre Ben Laden que se estrenará dos días antes de las elecciones en Estados Unidos. El lunes último, en medio de la tormenta perfecta, apuntando la copa hacia la Casa Blanca, brindó por la reelección de Obama.ß

lamar comedia satírica a Locos por los votos sería faltarles el respeto a los centenares de maestros del género de todas las épocas, de Petronio a Mark Twain, de Quevedo a Rabelais y de El gran dictador a Dr. Insólito. La sátira no emplea un espejo tan deformante como para evitar que pueda identificarse al personaje o el hecho satirizado ni se toma tanto trabajo por evitar que alguien se sienta directamente alcanzado por sus dardos como esta sucesión de bufonescas escenas paródicas sobre el mundo de la política norteamericana en general y sobre los políticos en campaña en particular. Jay Roach y su equipo (los libretistas, claro, y especialmente muchos de sus actores, duchos en la improvisación de ocurrencias paródicas casi siempre gruesas, aunque muchas veces eficaces) apenas exageran hasta el disparate los absurdos de un sistema que ya viene con la sátira incorporada: basta leer con atención las crónicas acerca de las estrategias de campaña, del peso decisivo que tienen los aportes financieros para favorecer a determinados candidatos y perjudicar a otros,

las falsificadas puestas en escena que aporta la publicidad o las estratagemas de todo orden que los contendientes emplean para desacreditar a sus rivales. En vez de destapar lo que el fenómeno tiene de perverso o al menos de indagar con el arma del sarcasmo en lo que hay de corrupto y deshonesto en la conducta de políticos y de votantes, el film se conforma con ofrecer una sucesión de sketches en torno de una única historia: la de un fatuo y libidinoso congresista de Carolina del Norte (Will Ferrell) que casi tiene asegurada su quinta reelección no tanto por su labor política como por ausencia de competidores hasta que un escándalo público lo hace tambalear, y lo que sucede cuando un par de influyentes millonarios (John Lithgow y Dan Aykroyd), que aspiran a multiplicar sus ganancias importando de China (obreros, régimen esclavista y magros sueldos incluidos) fábricas por instalar en el territorio de ese Estado y por eso necesitan un hombre en el Congreso, inventan un nuevo candidato. Es Marty Huggins (Zach Galifianakis) tan ingenuo y buenazo como para aceptar dócilmente las sugerencias del equipo de campaña que se le impone y entregarse a la tarea con entusiasmo y buena fe. La comicidad abunda sobre todo en la primera parte, cuando se trata de la preparación de los dos candidatos, en especial el bisoño, al que le trastornan la vida, más que en la segunda, cuando se entabla la contienda, y que el tramo final, donde el film aspira a aportar su mensaje y se vuelve discursivo y moralizador. Pero aun quienes festejan este tipo de humor adolescente percibirán que al film le falta una línea narrativa que engarce la sucesión de sketches, muchos efectivos; otros, los más rudimentarios, ya un poco gastados.ß Fernando López

Daniel Craig, uno de los mejores 007

Foto: uip

cine

Un Bond clásico y moderno 007: operación skyfall (skyfall, estados Unidosgran bretaña/2012). ★★★★ muy buena. dirección: Sam Mendes. guión: Neal Purvis, Robert Wade y John Logan. fotografía: Roger Deakins. música :

Thomas Newman. edición: Stuart Baird. diseño de producción:

Dennis Gassner. elenco: Daniel Craig, Javier Bardem, Judi Dench, Ralph Fiennes, Naomie Harris, Bérénice Marlohe, Ben Whishaw y Albert Finney. duración: 143 minutos. calificación: apta para mayores de 13 años.

P

rimero, la sorpresa: Sam Mendes, director de la pretenciosa Belleza americana y sin grandes antecedentes en el género, regala una muy buena película de la saga Bond. Después, la ratificación: tras su brillante trabajo en Casino Royale y la decepción de Quantum of Solace, Daniel Craig se consolida como uno de los mejores 007 de la historia. Lo tendremos en al menos dos entregas más como para completar una serie de cinco participaciones. Aunque pueda resultar un poco larga, aunque sus chicas Bond (Berenice Lim Marlohe y Naomie Harris) esta vez no se luzcan demasiado, aunque pueda ser calificada –otra vez– de machista y misógina, Operación: Skyfall es un muy sólido entretenimiento a gran escala que conjuga la espectacularidad de las largas escenas de acción (rodadas en su mayoría por el director de la segunda unidad Alexander Witt) y una densidad emocional en los personajes que no es habitual en la franquicia y que es el principal logro de Mendes. Lo que también combina con solvencia este 23er. film de la saga es la elegancia y los inevitables (y premeditados) clichés, la tradición de 50 años de historia y la modernidad de un tanque modelo 2012. El film arranca –incluso antes que los créditos de apertura– con un largo set-piece de más de diez

minutos con una persecución en moto por escaleras, techos, calles y bazares de Estambul para terminar sobre un tren a toda velocidad. Esa secuencia termina con el (aparente) fallecimiento de Bond, al punto de que M (Judi Dench) escribe su obituario. Pero, claro, el agente 007 vuelve de la muerte y regresa –física y mentalmente maltrecho– al servicio de M (que esta vez sí tiene una participación protagónica) y de un MI6 jaqueado por terroristas informáticos que hasta vuelan sus instalaciones. Recién a los 70 minutos aparece el villano perfecto, un lunático megalómano interpretado con gracia y desparpajo por un excesivo y desopilante Javier Bardem, quien parece salido de una película de Pedro Almodóvar e incrustado en un film de espías. La trama –de la que no adelantaremos ningún detalle– va de Estambul a Londres y de allí a Shanghai y Macao, con un despliegue de locaciones y recursos que el talentoso director de fotografía Roger Deakins aprovecha en todas sus posibilidades. Así, Mendes (con Deakins, Craig, Dench, un cínico Ralph Fiennes y hasta una notable aparición en la excelente secuencia final del enorme Albert Finney) termina redondeando un Bond para el disfrute. Y, por qué no, para el recuerdo. ß Diego Batlle