el pecado olímpico

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MIÉRCOLES 10 Y 08 Y 2011 MIÉR

la mirada de

EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES

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ace hoy 75 años exactos, la nadadora Jeannette Morven Campbell, primera mujer que envió la Argentina a los Juegos Olímpicos, subía al podio de Berlín 36. Segunda en los 100 metros libre, a dos décimas de la holandesa Hendrika Wilhelmina “Rie” Mastenbroek, Jeannette, que tenía 20 años, recibió la medalla de plata al día siguiente de manos de Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Adolf Hitler. Esa misma noche, el nazismo recibió a políticos, embajadores y empresarios occidentales en una gran fiesta para 600 invitados. En la mesa principal, estaban el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), el conde belga Henri Baillet-Latour y Avery Brundage, titular del Comité Olímpico de los Estados Unidos (USOC), gran defensor de los Juegos de Hitler. La fiesta fue en la casa de Joachim von Ribbentrop, condenado por genocidio en los juicios de Nuremberg, primer nazi ejecutado en la horca en 1946. Dos días después, celebró su fiesta Hermann Goering. El ex jefe de la Gestapo, que ado, se suicidó en 1945, antes de ser ejecutado, había saludado a Jeannette cuando la vio entrenándose en la piscina. “You, my little girl, where you come from?” (“¿Y vos mi chiquita de dónde venís?”) “De la Argentintiia y na”, respondió la joven de 20 años, rubia ular de ojos azules. La fiesta más espectacular fue el 15 de agosto. Goebbels recibió con un barco, animales, champagne y danza za a 2700 invitados, incluidos atletas olímpicos. cos. La atleta estadounidense Helen Stephens, ens, ara que se desnudó tras ganar los 100m para e no demostrarle a la delegación polaca que era un hombre, temió lo peor. Goebbelss la recibió en bata de baño, le besó la mano no y mala invitó a otra sala. La salvó una llamada telefónica. Días antes del inicio de los Juegos, Jeannette recibió una carta de un holandés que denunciaba la desaparición ión de dos amigos. “Nos pedía que boicoteáteáramos la ceremonia de apertura si no los liberaban. Lo discutimos mucho, pero no hicimos nada, el tema nos superaba”, conontó la nadadora australiana Pat Norton, que compartía habitación con la argentina, a, al escritor Guy Walters, autor de Berlín Games (Los Juegos de Berlín). Jeannette nació en 1916 en Bayona (Francia), en pleno viaje de sus padres, ya escapando de la guerra y las enfermedades. Se formó sola en el Belgrano Athletic. Las mujeres, por fin, fueron autorizadas a competir en la natación sudamericana en 1935. Al año siguiente, Jeannette, que trabajaba ocho horas diarias como secretaria en el frigorífico Swift, fue la única mujer entre los 51 integrantes de la delegación argentina a los Juegos. La piscina del barco Cap Arcona tenía sólo dos metros. Juan Carlos Borrás, su entrenador, ató una cuerda de goma al cuerpo de Jeannette y la sujetó al otro extremo de la pileta. La joven se entrenó veinte días nadando hacia delante, mientras la goma la tiraba para atrás. En Berlín, Hitler suspendió el horror para recibir a las Olimpíadas. El COI de Baillet-

Para LA NACION

EL PECADO OLÍMPICO Latour miró hacia el costado. Brundage atribuyó las denuncias que había en los Estados Unidos a “una campaña de judíos y comunistas”. En la Argentina, El Gráfico decía que Berlín sería “una calificada, excepcional asamblea del deporte”. Pequeños medios de izquierda y del judaísmo, como Alerta!, En Guardia y Acción Sionista, se oponían a la fiesta de Hitler. Lo reveló un trabajo publicado este año en Página 12, por César Torres, filósofo e historiador del deporte. “Alemania estaba en ese momento en el apogeo” y los alemanes “parecían adorar” a Hitler, contó en distintos reportajes Jeannette, también ella fascinada por la organización de los Juegos. Campbell, que el 8 de agosto ganó su serie igualando el récord olímpico, sorprendió al día siguiente, al superar en semifinales a la favorita holandesa Willy den Ouden, que dos meses antes había anotado el récord mundial. En la final del día 10, ante unas 20.000 personas, Jeannette se tiró casi última en el andarivel 6. A los 25m quedó tercera y a los 50 primera, junto con el crédito local, Gisela Arendt. Pero la segunda mitad

Jeannette sin Juegos en 1940. Se retiró un año después. Sólo tres derrotas en una década. Jeannette, que hoy da su nombre al remozado natatorio del Cenard, murió en 2003, igual que Mastenbroeck. Hubo que esperar 68 años para que otra nadadora argentina, la cordobesa Georgina Bardach, volviera a subir a un podio, en Atenas 2004. Son tiempos distintos. Incomparablemente más competitivos. En un año y medio, las nuevas mallas de poliuretano ayudaron a marcar 179 récords mundiales, 43 de ellos en el Mundial de Roma 2007. En el reciente Mundial de Shanghai, con las mallas ya prohibidas, los récords mundiales fueron sólo dos. A diferencia de lo sucedido en Pekín 2008, nadie objetó esta vez a China y a su falta de democracia como sede del Mundial. El torneo confirmó que los chinos están cada vez más cerca de desplazar a los Estados Unidos de su liderazgo dentro de las piscinas. Afuera también. A 75 años de Berlín 36, el COI sigue sin disculparse. Se defiende afirmando que discul el atleta atle negro Jesse Owens, ganador de

ffue fu e toda toda d de Mastenbroeck. La holandesa, holan andesa, un fenómeno de 17 añ años, ños, ganó tres oros y una plata en Berlín. Fue formada desde los 11 años por la dura entrenadora Ma Braun. Rie la dejó después del éxito de los Juegos, porque Braun quiso separarla de sus padres. Rie pasó a ganarse la vida como instructora de natación. En 1937, la Federación holandesa la declaró profesional y le prohibió volver a competir. “Reina de belleza de los Juegos”, Jeannette fue al Sudamericano de Guayaquil en 1939. Cinco días en autobús. La subcampeona olímpica dio brillo ese año a un torneo en Córdoba. El obispo se negó a bendecir la pileta porque había hombres y mujeres nadando juntos. Al día siguiente, un diario local retocó su malla. Le puso “manguitas, un cuello púdicamente cerrado y las piernas como si fueran shorts”. La Segunda Guerra Mundial dejó a

cuatro oros, gran campeón de los Juegos, humilló los sueños de raza aria de Hitler. humill La prensa pre de los Estados Unidos también celebró en estos días el 75 aniversario de la gesta de Owens, un nieto de esclavos que a los siete años trabajaba en las plantaciones de algodón y que sólo seis meses después de su triunfo sobrevivió corriendo carreras contra caballos. “El mayor mito” de Berlín 36 “es que un Hitler furioso rehusó saludar a Owens” tras su triunfo en los 100m, escribió ayer mismo David Clay Larte, en la página editorial de The New York Times. “Es una buena historia que sirvió para demostrar que el espíritu olímpico triunfó sobre el racismo nazi, pero jamás sucedió.” El autor del libro Nazi Games recordó que Hitler ya había dejado de saludar atletas en su palco, porque el COI le había advertido que si lo hacía con uno debía hacerlo con todos. Dijo que Owens llamó “hombre digno” a Hitler. Y que, en plena campaña presidencial a favor del

republicano Alf Landon, Owens expresó que “el único presidente” que lo había desairado había sido Franklin Roosevelt. “Ni siquiera me envió un telegrama”. “El negro que no triunfa en Estados Unidos es porque eligió el fracaso”, decía Owens, que en 1968 les pidió a los atletas negros que no protestaran durante los Juegos de México. En 1972 escribió “He cambiado”, y afirmó: “El negro que no militó en los 70 era ciego o cobarde”. El gran ganador de Berlín 36 fue Avery Brundage. Defendió a los Juegos cuando el nazismo ya había impuesto sus leyes raciales. “Prohibidos los perros y los judíos”, decían, en 1933, carteles en plazas y clubes. Un día antes de la prueba, ordenó la exclusión de los dos judíos que integraban el relevo de los Estados Unidos que ganó oro en 4x100m. Fue premiado como nuevo presidente del COI. “Slavery” (Esclavitud) Brundage, como lo apodaron sus críticos, fue un cruzado anticomunista que combatió para que sólo los amateurs participaran de los Juegos. En 1939, mientras miles mo-

EL AUTOR DEL LIBRO NAZI GAMES RECORDÓ QUE HITLER YA HABÍA DEJADO DE SALUDAR ATLETAS EN SU PALCO, PORQUE EL COI LE HABÍA ADVERTIDO QUE SI LO HACÍA CON UNO, DEBÍA HACERLO CON TODOS. DIJO QUE OWENS LLAMÓ “HOMBRE DIGNO” A HITLER

rían en la guerra, escribió a Alemania preocupado por el futuro de las Olimpíadas. El hombre que en 1972 ordenó que los Juegos de Munich se reanudaran de inmediato, tras la matanza de atletas israelíes, había recibido una carta de Alemania meses antes. El nazismo le ofrecía encargarse de la construcción de la embajada alemana en Washington. La obra finalmente no se hizo. Hitler sí inició en plena Olimpíada del 36 la construcción del campo de concentración de Sachsenhausen, 29 kilómetros de Berlín. “En septiembre –cuenta una placa del Museo del Holocausto, en Nueva York–, ya habían encerrado a unas mil personas en el campo.” La fiesta olímpica había terminado. Comenzaba lo peor.

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