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El último censo de las Malvinas. LAS autoridades coloniales de las islas. Malvinas dieron a conocer, en marzo pasado, los resultados del censo que llevaron a ...
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Notas

Martes 17 de abril de 2007

LA NACION/Página 15

En defensa de las ideologías Por Armando Alonso Piñeiro Para LA NACION

H

ACE poco, en las páginas de LA NACION se publicó una entrevista al pensador francés René Rémond, cuyo principal postulado era negar que actualmente hubiera diferencias de fondo entre la derecha y la izquierda. Yendo más allá, Rémond afirmaba que ya no existe esta división en la vida política moderna. Con el respeto que me merece el distinguido polígrafo, quisiera aportar algunas reflexiones al respecto. En primer término, la clasificación respecto de ambas ideologías sigue existiendo de manera abrumadora, si consideramos que el comunismo continúa rigiendo en casi una tercera parte del mundo. Cabe ilustrar este aserto con los ejemplos de China (1300 millones de habitantes), Vietnam (80 millones), Cuba (11.200.000), República Democrática Popular de Corea –vulgarmente, Corea del Norte– (23 millones) y Bielorrusia o Belarús (10 millones). No incluyo aquí otras pequeñas naciones de Asia y Africa, con posibles prácticas comunistas. Las cifras anteriores suman casi 1500 millones de seres humanos que viven bajo la es-

No hay nada más peligroso que la unanimidad, prólogo de los regímenes despóticos clavitud heredada del antiguo régimen soviético. Si se quieren refutar estas observaciones con el argumento de que China parece haber abrazado el sistema capitalista, hay que decir que no deberíamos incurrir en este error, porque significaría limitarlo todo a la cuestión económica. Las naciones citadas son claras dictaduras, la mayoría de ellas, sangrientas y con infinidad de presos políticos. En el caso del gigante amarillo, sus habitantes están obligados a trabajar como esclavos para elaborar productos que, vendidos en el país o exportados, se imponen por su bajo precio internacional. No se puede aceptar, por lo tanto, que nadie cuestione en el mundo las libertades públicas, la forma republicana ni la democracia. Los países citados son ejemplos, si bien poco edificantes, de tiranías absolutas que repudian el libre albedrío político, el sistema republicano y la democracia, y niegan las más elementales libertades, desde el disenso hasta la libertad de prensa y expresión en cualquiera de sus manifestaciones. Pero me voy a permitir avanzar un poco más y señalar que la existencia de ideologías no sólo es aceptable, sino conveniente. En primer término, no hay nada más irritante que la unanimidad: aun en países occidentales regidos por lo que a veces con cierta comodidad llamamos gobiernos demo-

cráticos, existen diferencias profundas que deben ser bienvenidas siempre que no afecten la autonomía humana. Se dice que los términos “derecha” e “izquierda” nacieron con la Revolución Francesa, en 1789, cuando la asamblea de los constituyentes examinó el tema de las prerrogativas reales y otros privilegios. Quienes estaban de acuerdo con ellos se sentaron a la derecha del titular de la convención, y a la izquierda aquellos que deseaban abolir tales exclusividades y ampliar los caminos a todo el pueblo o a buena parte de él. Pero se olvida que las dichosas clasificaciones tienen más antigüedad, puesto que nacieron en 1730 en la Cámara de los Comunes, en Londres. Los miembros del partido gubernamental de turno se agrupaban a la derecha del presidente (speaker, según la denominación inglesa), y los opositores, en el otro extremo. (Incidentalmente, permítaseme aclarar que soy partidario del centro, porque la derecha suele incursionar en extremismos, y la izquierda es siniestra.) Volviendo al tema de las ideologías, se deben defender, porque no hay nada más peligroso que la unanimidad, prólogo del despotismo. La Guerra Fría dividió dramáticamente el mundo en derecha e izquierda, pero tuvo la doble virtud de impedir un conflicto armado –tanto convencional como el más terrible, el atómico–, a la vez que la caída del comunismo soviético arrastró incluso a las naciones comunistas no soviéticas. El capitalismo, la derecha tradicional, obtuvo una primera e importante victoria, aunque, como queda dicho, casi una cuarta parte del globo perpetúa en la militancia de la extrema izquierda. Las ideologías continúan existiendo, afortunadamente, en todos los países del mundo: no hay uno solo que no tenga partidos liberales, conservadores, socialistas, demócratas cristianos o comunistas. Es que las ideologías existieron siempre. El imperialismo (proveniente del latín imperium) fue y es una ideología con variantes tornadizas. Primero fue el imperio mundial –mera abstracción utópica, porque nunca hubo una sola potencia que dominara todo el mundo conocido, sino diversos imperios, contemporáneos o sucesivos–; luego, los imperios coloniales; más tarde, el imperio continental, que nació en 1890. Pero ideologías hubo y habrá siempre, lo cual es bienvenido porque permite la discusión, la confrontación y, por ende, el progreso. Creer en la muerte de las ideologías, en la desaparición de clasificaciones tradicionales como izquierda y derecha es caer en el error de suponer la desaparición de la pluralidad. Ello no ocurrirá, pero es lamentable que algunos lo sostengan. © LA NACION El autor dirige la revista Historia.

CREDITO

Dos nenas nacidas en las islas Malvinas patinan frente a la residencia del gobernador, en Puerto Argentino

El último censo de las Malvinas L

AS autoridades coloniales de las islas Malvinas dieron a conocer, en marzo pasado, los resultados del censo que llevaron a cabo el 8 de octubre de 2006. Es útil hacer un breve análisis del él para tener una noción ajustada de la incidencia de los datos registrados en la vida de la sociedad isleña, ya que algunos comentaristas que visitaron las islas con motivo del 25° aniversario de la guerra de 1982 divulgaron datos aislados de los que sería posible deducir conclusiones políticas no siempre bien fundadas. El censo ha revelado que en las islas viven 2955 personas. De éstas, sin embargo, se podrían excluir 477 civiles, que han sido llevados al archipiélago para trabajar en conexión con la guarnición militar, pero sin integrarla. Los miembros de las fuerzas armadas y sus familiares no han sido incluidos ni en este censo ni en los otros que se efectuaron después de la guerra, en 1986, 1991, 1996 y 2001. Se calcula, sin embargo, que unos 2500 militares trabajan en la base de Monte Agradable, consumiendo un presupuesto anual de unos 150 millones de dólares, que pagan los contribuyentes del Reino Unido. Sin contar, entonces, esas 477 personas vinculadas al cuartel militar, la población real es de 2478 habitantes. De esos 477 mencionados, 310 son hombres y 169, mujeres. En el censo anterior, de 2001, la población real fue de 2379 habitantes; vale decir que entre los dos censos ha habido un aumento de 99 personas. Si incluimos, como lo hace el censo, a los que trabajaban en conexión con la guarnición militar, que en 2001 eran 534 personas, el aumento de la población en 2006 es aún menor, ya que se reduce a 42 habitantes. Esta pequeña evolución demográfica no sirve, en realidad para probar nada nuevo ni a favor ni en contra de los legítimos reclamos de la Argentina. La población colonial, a lo largo del tiempo, ha tenido siempre pequeñas fluctuaciones. Por ejemplo, en 1911 se inscribió a 2272 habitantes; en 1931, a 2392; en 1946, a 2239, y en 1953, a 2230. En esos años no había guarnición militar permanente como hay desde 1982. Si comparamos la población actual de 2995 con la de 1991, que era de 2091, la diferencia parece grande, pero hay que tener en cuenta que hasta el censo de ese año no se incluían las personas en conexión con la guarnición militar, lo que recién se hizo en el censo siguiente, de 1996, en que se registró a 443 personas en esa categoría. La mayoría de los habitantes está constituida por la franja de los que tienen entre 30 y 55 años de edad. Los longevos, de ochenta años o más, viven casi en su totalidad en la ciudad y son 52. Por el sexo, los hombres, que son 1569, superan a las 1386 mujeres. Los casados son 1151; los hombres y mujeres que viven en parejas de hecho son 124; los solteros, 816; los separados, 67; los divorciados, 193, y los viudos, 193. El censo no menciona la existencia de parejas de un solo sexo. Hay una gran desproporción entre el número de los que viven en la única ciudad de la isla y los que no viven en ella. Del total de 2995 habitan en Puerto Argentino 2115; en el resto de la isla Soledad

Por Hipólito Solari Yrigoyen Para LA NACION 194; en la Gran Malvina 127; en otras islas 42, y civiles en la base de Monte Agradable, 477, como antes se ha dicho. Los nacimientos, en los cinco años que comprende el actual censo, fueron 148 y los decesos, 87. La histórica población de Puerto Luis, o Puerto Nuestra Señora de la Soledad, en la que gobernaron Luis Vernet y otras autoridades argentinas y, con anterioridad, los españoles y el navegante francés que la fundó, Luis Antonio de Bougainville, es sólo una localidad donde existe el casco de una estancia. Dejó de ser un pueblo cuando los ingleses la abandonaron, en 1844, para trasladarse a Puerto Argentino. Un dato importante por lo exiguo es el número de los nativos de las islas. Ellos son apenas 1339: 663 hombres y 676 mujeres. Esta cantidad es apenas superior a los habitantes que provienen del Reino Unido y de la colonia de Santa Helena, que suman 1232. No todos los nativos que figuran con domicilio en Malvinas permanecen en ellas, ya que son bastantes los que trabajan en Londres o algunos otros lugares del Reino Unido.

En las islas hay 2955 habitantes. De éstos hay 477 civiles que han sido llevados al archipiélago para trabajar con la guarnición militar Los argentinos que han nacido fuera de las islas son 29: 15 hombres y 14 mujeres. Estos compatriotas han obtenido permisos de residencia, algunos precarios, otros confirmados, en razón del parentesco con algún natural del archipiélago (esposos, hijos). Los que no tienen esos vínculos, o que teniéndolos, en determinados plazos no obtienen empleo, no son autorizados a residir en las islas. A algunos periodistas que viajaron recientemente les llamó la atención que hubiera 29 argentinos, lo que interpretaron como una novedad. Sin embargo, es apenas un pequeño aumento sobre los 25 que registró el censo anterior y de los 22 que figuraron en el censo posterior a la guerra. La radicación en las Malvinas está absolutamente controlada por las autoridades coloniales desde la usurpación de 1833 hasta la actualidad. Es una sociedad cerrada. Entre los extranjeros, el censo ha inscripto a 161 chilenos, 28 alemanes, 26 neozelandeses y de otras nacionalidades en menor número. El español es la segunda lengua de las Malvinas, ya que lo hablan 227 personas. Los cristianos son 1985 y los no creyentes, 931. La religión judía tiene un solo miembro, que vive en la base militar de Monte Agradable. Los bahá’i son 12, los budistas 5, los musulmanes 9 y los adherentes a otros credos 11. A las religiones cristianas se las ha incluido en un conjunto en el que no se hacen distingos entre los anglicanos,

que son amplia mayoría, seguidos por los católicos y luego por los evangelistas. La imponente catedral anglicana Christ Church, consagrada por su más importante obispo, Waite Hockin Stirling, en 1892, fue en otra época la cabeza en toda América del Sur. La célebre iglesia católica Santa María, dedicada a Stella Maris, tiene también más de un siglo, pues fue inaugurada en 1899. En ella predicó el padre salesiano Mario Luis Migone, un uruguayo que vivió treinta y tres años en las islas y que fue un público defensor de los derechos argentinos sobre las Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur. El es un prócer en la historia de la reivindicación argentina de las Malvinas. En materia de trabajo, en los hechos, las mujeres no tienen igualdad de oportunidades con respecto a los hombres. Son 1120 los hombres con empleo y 786 las mujeres. El desempleo existe, pero es reducido, alcanza a 26 hombres y 66 mujeres, aunque tal vez sea algo mayor, porque algunos desempleados pueden estar anotados en la lista de los que no trabajan, sin especificarse si lo hacen por propia voluntad o porque no consiguen empleo. En materia de viviendas el censo deja entrever el déficit existente en la ciudad. Los alquileres y la propiedad tienen un valor elevadísimo. En general el costo de vida es considerablemente alto en las islas y no es equitativo eludir su cita cuando se mencionan los sueldos elevados. Los trabajadores viven bien, con los inconvenientes de toda sociedad aislada, pero sin capacidad de ahorro. En las Malvinas se han hecho 19 censos. Los dos primeros, de 1851 y 1861, recogen, sólo como estimaciones, las cifras de 287 y 541 habitantes respectivamente. Hasta 1951 la población se medía cada diez años. Los siguientes censos se recogieron con diferencias entre los 15 años, como el de 1946, y 6 años, como el de 1986. Desde entonces, se censa a la población cada cinco años. El censo de 1851 fue un reflejo de la política colonial de ignorar los antecedentes argentinos en las tierras usurpadas. A nuestros compatriotas se los identificó como “españoles”. Antes de este censo, en 1838 y en 1842, se hicieron sendas listas de pobladores. Los isleños no son parte del conflicto de soberanía existente entre la República Argentina y Gran Bretaña, en las Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, como consecuencia de la fractura de nuestro territorio nacional que provocó la usurpación de 1833 y la expulsión de los argentinos. No obstante, todo lo relacionado con el interés de la actual población debe ser tenido en cuenta, por nuestro compromiso de respetarlo ante las resoluciones aprobadas por las Naciones Unidas y por la cláusula constitucional que nos obliga a que la recuperación de los territorios australes ocupados por el Reino Unido se hará respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del derecho internacional. © LA NACION El autor es senador nacional (M.C.); escribió Malvinas, lo que no cuentan los ingleses.

Planeta Deporte

El muchacho del gueto LONDRES UANDO Zlatan Ibrahimovic describe sus gambetas en su jerga callejera parece un pibe norteamericano de esos que juegan al básquetbol en los barrios humildes. El gigante sueco es como ellos, sólo que en vez de quedarse en mero personaje de leyenda barrial, se puede convertir en el futbolista más atractivo del mundo. A los 25 años, encabeza a los héroes de potrero que han conquistado el fútbol como ayer conquistaron el básquetbol. Su club, el Inter de Milán, se mantiene invicto en esta temporada. Mañana, frente a Roma, podría asegurarse el campeonato italiano. Para Ibrahimovic sería su cuarto título de primera división, en otros tantos años y en tres clubes sucesivos: Ajax de Amsterdam, Juventus e Inter, si pasamos por alto el fastidioso hecho de que a la Juve le quitaron sus trofeos por haber arreglado partidos. Ibrahimovic creció en la ciudad portuaria de Malmö, Suecia, entre las casas de departamentos de Rosengärd, un barrio de inmigrantes. Hijo de una croata y un bosnio,

C

habla sueco y algo que supone debería llamar “yugoslavo”, aunque no está seguro. La escuela no fue su elemento. “Llevo aquí 33 años y Zlatan está entre los cinco alumnos más rebeldes que hayamos tenido jamás –recuerda la directora de su colegio–. Fue el peor, un prototipo de la clase de chico que acaba metido en graves problemas.” Mientras los suecos rubios hacían sus deberes, Ibrahimovic jugaba al fútbol. En el básquetbol o en el fútbol de gueto, lo importante no es marcar tantos, sino gambetear. En su libro Big Game, Small World (Juego grande, mundo pequeño), Alexander Wolff dice que los basquetbolistas inventan gambetas y les ponen nombres. Los Harlem Globetrotters salieron del básquetbol callejero. La famosa “ruleta” de Zinedine Zidane nació en una cancha de Marsella. Mientras otros adolescentes talentosos hacían su aprendizaje en clubes grandes, Zlatan siguió en el potrero haciendo “pases sin mirar”, muy comunes en el básquetbol y fútbol callejeros. Finalmente, ingresó en el club Malmö como jugador profesional. “Hacía y recibía pases en

Por Simon Kuper Financial Times momentos inoportunos, pero lo tenía todo”, cuenta su ex compañero de equipo Niclas Kindvall. Era imposible que permaneciera por mucho tiempo en Malmö, después de haber sido visto haciéndole un sombrero a un defensor, repitiendo la gambeta, esta vez de taquito, y marcando a renglón seguido un golazo. A los 19 años, ingresó en el Ajax con el uniforme del gueto: buzo con capucha, gorrita y un reloj enorme. Allí reveló su ignorancia del “fútbol de cancha”, como lo llaman despectivamente los adeptos al peloteo callejero. Casi nunca les gusta. En una ocasión, el mediocampista holandés Edgar Davids trajo a su club, Juventus, a un pibe holandés de ascendencia árabe que lo había humillado en un potrero de Amsterdam, pero el muchacho se marchó enseguida: ese fútbol no le gustaba. El Ajax descubrió que Ibrahimovic era lento. No sabía hacia dónde co-

rrer, rara vez se molestaba en patear al arco y, pese a sus 1,92 metros de altura, no podía cabecear. Cada vez que se quedaba holgazaneando en offside, algún espectador le gritaba: “¡Ven a sentarte aquí arriba, muchacho, y verás el partido!”. “Hasta entonces, nunca había pensado en el fútbol –admite Zlatan–. Cuando 50.000 personas te silban, querrías hundirte en la tierra.” A veces, después del partido, se encerraba en su departamento. Ajax también luchó por sacarle el gueto que llevaba dentro. Los defensores que lo marcaban tenían el hábito desagradable de quebrarse la nariz. Sus compañeros también sufrían. “Por momentos, no podíamos con él –explica David Enck, un dirigente del club–. El recelo influye mucho en él. Se ve en su juego: molesta a otros para que no lo molesten a él.” Y saltaba el cliché: Ibrahimovic no era sueco, sino balcánico. Los suecos se valieron de su caso para discutir el problema

de la inmigración. No obstante, sus cualidades de chico del gueto también hicieron de él algo especial. La mayoría de los futbolistas suecos son anónimas abejas obreras. Aplican una especie de norma de vida nacional que ordena: “No te creas mejor que nosotros”. Pero Zlatan nunca aprendió los códigos suecos. Su manera de jugar, el hecho mismo de tener un estilo propio, existía para poner en evidencia a los necios que lo enfrentaban. “Resulta difícil compararlo con otro jugador sueco de cualquier época”, reflexiona el novelista Fredrick Ekelund, residente en Malmö. Leif Pagrotsky opina: “Es tan bueno porque como futbolista hace las mismas cosas por las que lo consideraban un chico malo: se expresa, no acata las reglas y no escucha.” Es kaxig (en sueco, “terco, orgulloso”) como su héroe, Muhammad Ali. “Yo traigo la calle al estadio”, dice. Desconcertó a los suecos. Cuando, frente a San Marino, ejecutó un penal que había sido asignado a otro compañero, ese momento entró en la leyenda futbolística de Suecia. Tiempo después, boicoteó fugaz-

mente a la selección. Sin embargo, los suecos, que aman el fútbol, llevaban décadas suspirando por un futbolista como Ibrahimovic. “Durante la Copa del Mundo 2002, en Suecia me eligieron tres veces el mejor hombre del partido, pese a que no había jugado –recuerda Zlatan–. La gente me ama.” Sólo en 2004 el genio se transformó en un futbolista útil. Empezó a valorar los goles más que las gambetas. Por fin, eligió los momentos oportunos para actuar. “Primero, el talento me controló. Ahora, yo lo controlo”, explica. Juventus, el equipo de fútbol más disciplinado, lo compró y lo mandó al gimnasio. Aumentó diez kilos. “Ibra”, como suelen llamarlo, todavía acaricia la pelota con la suela de sus botines y la guía con todo su pie antes de dignarse marcar un gol. Pero, según advierte Kindvall: “Ha perdido algunas de las habilidades con las que deleitaba al público. En casi todos los partidos hacía alguna jugarreta increíble. Yo extraño esas cosas. ¡Pero cuánto ha ganado!” © LA NACION (Traducción Zoraida J. Valcárcel)