El legado de un arquitecto que dejó su impronta en la ciudad

9 nov. 2011 - exponentes del modernismo, dejó su huella en la ciudad con diseños emblemáticos, como el Teatro San. Martín y el edificio de Somisa; tam-.
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INFORMACION GENERAL / CIENCIA

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Miércoles 9 de noviembre de 2011

HISTORIA DE UN INNOVADOR s EDIFICIOS CON NOMBRE PROPIO

VICEVERSA

Pura química ace un siglo, Marie Curie recibía el Premio Nobel de Química (y se convertía en la primera persona en ganar dos veces el Nobel) por “el descubrimiento del radio y el polonio, el aislamiento del radio y el estudio de la naturaleza y los compuestos de este elemento”. Para celebrar este centenario –y poner a esa disciplina en el centro de la escena–, la Organización de las Naciones Unidas consagró 2011 como el Año de la Química. Paradójicamente, aunque Lavoisier le daría estatus de ciencia el mismo año en que irrumpía la revolución francesa (con su Tratado Elemental de Química), y a pesar de que impulsa muchos de los grandes descubrimientos realizados en otros campos, esta rama de la investigación está habitualmente alejada de los focos de la notoriedad pública, y carga con “mala imagen”. Todo indica que por “pecados” propios, pero más aún por desconocimiento. Debe ser, fuera de la matemática, la disciplina que menos se conoce y de la que menos se habla en los medios de comunicación. El resultado de este vacío –originado, tal vez, en su alianza con otras ciencias (la biología, la física, las neurociencias, la ciencia de materiales), que hace que éstas se lleven el crédito cuando se conquista algún logro relevante, y en el aislamiento en que se recluyen los químicos– es que la mayoría de nosotros ignora olímpicamente los fundamentos de esta ciencia que vincula el estudio de átomos y moléculas con la materia macroscópica, la vida y la energía. En un editorial que publicó Nature (y que generosamente me hizo llegar un destacado químico local), el profesor de Harvard George Whitesides subraya que algunos de los problemas más interesantes de la ciencia actual y muchos de los que mayores desafíos representan para la sociedad la necesitan para ser resueltos. Los avances que la química posibilitó en el último siglo, muchas veces gracias a héroes desconocidos, moldean nuestra vida cotidiana. Y si es cierto que algunos generaron a su vez nuevos problemas por resolver, también lo es que por eso mismo la necesitamos más que nunca. Como dice Whitesides, para preservar el medio ambiente, desarrollar procesos industriales más limpios y menos contaminantes, desentrañar las bases moleculares de la enfermedad, y la producción, almacenamiento y conservación de la energía. Sin duda, es hora de que empecemos a hablar de química...

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NORA

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ARCHIVO

Alvarez en su estudio junto a la maqueta de uno de sus proyectos, poco antes de cumplir 90 años

El legado de un arquitecto que dejó su impronta en la ciudad

Algunos de los problemas más interesantes de la ciencia actual y muchos de los que mayores desafíos representan hoy para la sociedad requieren de la química para ser resueltos

Mario Roberto Alvarez, que falleció el sábado, marcó como pocos a su generación FRANCO VARISE LA NACION El sábado pasado murió, a los 98 años, en la ciudad de Buenos Aires, Mario Roberto Alvarez... “MRA”. El dato podría pasar inadvertido para quien no está relacionado con el mundo de la arquitectura. Pero Alvarez o “MRA” desde su obra singular se encargará todos los días de que esa indiferencia no sea tan sencilla. Como uno de los primeros exponentes del modernismo, dejó su huella en la ciudad con diseños emblemáticos, como el Teatro San Martín y el edificio de Somisa; también, de IBM y la Torre Le Parc, o más acá en el tiempo, el hotel Hilton de Puerto Madero. Caminar por Buenos Aires y no cruzarse con él es casi imposible: un hecho que logran sólo pocas personas en la historia. Más de la mitad de los cinco millones de metros cuadrados de oficinas construidos en la ciudad pertenecen a la cantera arquitectónica que fundó y que llevó adelante junto con sus socios en el estudio MRA+A en el que trabaja su hijo. “Las obras del viejo pueden haber sido en su mo-

mento un shock por esa tremenda vanguardia, pero hoy las ves y han envejecido muy bien”, dijo ayer a LA NACION Mario Roberto Alvarez (h.). Y tiene razón. Algunos de sus proyectos provocaron en su momento la incomprensión y discusión típicas de las obras de vanguardia. Hoy, en cambio, muchas de esas construcciones con más de treinta años son totalmente actuales. MRA nació, trabajó y creó en Buenos Aires, una ciudad a la que se enfrentó con una visión crítica cuando el statu quo de la arquitectura era impermeable. Hay que pensar que por aquellos años, fines de la década del 30 y la década del 40, la tendencia de las familias acaudaladas porteñas era comprar diseños franceses por catálogo (“eclecticismo”). Alvarez, que se había recibido del Colegio Nacional de Buenos Aires y de la Facultad de Arquitectura con Medalla de Oro creía en el modernismo y el racionalismo como una cuestión filosófica, política y social. “Siempre he creído que en Buenos Aires hay cosas buenas y cosas muy afrancesadas debido a los ricos que iban a Europa, volvían y se hacían el

château”, expresó en una entrevista en LA NACION en 2007. Y agregaba: “Hay una gran corriente que sostiene que todo lo viejo es bueno y todo lo nuevo es malo”. Sus convicciones le valieron la admiración de sus pares, críticas, el renombre profesional y numerosas distinciones. De esa plataforma innovadora, ética y moral cultivada en la lectura de los autores griegos Alvarez creó su propio estilo. “Si algo ha caracterizado a Mario es la constancia y la continuidad; él decía que el Mercedes-Benz siempre es el mismo pero que se va actualizando”, expresó uno de los socios del estudio, Leonardo Kopiloff. Conoció a Alvarez de muy joven. Con 18 años, ingresó en el estudio como dibujante y lo acompañó hasta su muerte. “Fue un innovador en aplicar en la Argentina ideas del nuevo mundo”, añadió Kopiloff. En los Cuadernos de viaje de Mario Roberto Alvarez, que acaban de publicarse, el autor boceta y relata de puño y letra sus experiencias durante un viaje que hizo a Europa en 1937 como parte de la beca para estudiar el tema “Viviendas de interés social”. En la introducción, la arquitecta

Susana Ribichich rescata impresiones de Alvarez: “Como estaba solo, me la pasaba leyendo, trabajando y haciendo apuntes... creía mucho más en el dibujo personal y en las impresiones que en la fotografía... me permitió hacer una especie de posgrado”. Un detalle interesante del diario de Alvarez, un modernista a ultranza, es la fascinación que le provocaron algunas construcciones de Venecia, por ejemplo. “Hubo una continuidad en el estilo: que una escalera se parezca a otra es razonable. La arquitectura no es una moda, y su estilo, por otra parte, ha sido bastante copiado”, expresó Alvarez hijo. En el estudio de MRA en la calle Solís, casi Belgrano, su oficina parece un retrato suyo. Un escritorio, blibliotecas ocultas detrás de puertas corredizas y un cárdigan sobre el respaldo de su silla como cuando estaba presente. Pero en un cuadro de la sala de reuniones está la clave: “En 1937: «No hagamos felonías, escuchemos a Felenón». En 1700, Felenón dijo: «No se puede admitir en un edificio parte alguna destinada a sólo adornar»”.

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Un caballero que ideó su propio estilo

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ENTRE LA TIERRA Y LA LUNA ALICIA DE ARTEAGA LA NACION Arquitecto, caballero de pura cepa, hombre elegante y gran tenista, Mario Roberto Alvarez fue sobre todo un trabajador con visión, un tipo inteligente. Lo entrevisté muchas veces, una vez para la tapa de la LA NACION Revista, cuando cumplió 80 años, y siempre me dejaba con la boca abierta, por sus ideas claras, su sentido empresarial para encarar la arquitectura, que en su caso fue la columna vertebral de

una larga y fecunda vida. A veces coincidimos en las canchas del Lawn Tenis, siempre jugaba un dobles con Aguirre Lanari, el padre de Teresa Bulgheroni. No corría, pero no perdía las pelotas: las colocaba. Como ocurre con sus proyectos, tenía el don de la oportunidad. Las mejores ubicaciones en la ciudad llevan su firma. Mario Roberto Alvarez decía: “Tengo pocas ideas, pero las que tengo las peleo a muerte”. Y así fue. Lo mejor que se puede decir de un arquitecto es que dejó una huella en

la ciudad, al igual que Bustillo; Calvo, Jacob y Giménez; Christophersen, y Sánchez, Lagos y De la Torre, y Clorindo Testa, entre otros. Patentó un estilo y creó una marca registrada, porque el patrimonio no sólo se hereda, también se hace. Siempre me gustó la manera como remataba sus edificios, con formas geométricas interesantes que camuflaban los tanques de agua y el área de servicios. Este recurso nació en su primera casa de departamentos moderna, donde vivió por años, en

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la esquina de Schiaffino y Posadas. Toda una declaración de principios fue animarse a esa arquitectura, sin molduras ni piedra París, en un vecindario, como Recoleta, definido por el estilo francés de la Ecole de Beaux Arts. Tenía claro lo que quería ser: un arquitecto moderno y fundar un estudio. Logró ambos objetivos con sus propias armas y sin otro capital que su inteligencia. Fue un self-made man enamorado de su trabajo y de Buenos Aires.

Pasó el asteroide WASHINGTON (AFP).– Un asteroide del tamaño de un portaaviones, el mayor cuerpo celeste en aproximarse al planeta desde 1976, pasó ayer por la noche cerca de la Tierra. Más precisamente, a unos 325.000 kilómetros, una distancia menor de la que separa a la Tierra de la Luna. Este asteroide circular,

de unos 400 metros de ancho, recorre los alrededores de la Tierra, Marte y Venus, pero “el acercamiento de 2011 será el más próximo a la Tierra en por lo menos 200 años”, indicó la NASA. La próxima vez que un asteroide tan grande se acerque a una distancia comparable de la Tierra será en 2028.