EL GLORIOSO TRIUNFO DEL SEÑOR CRUCIFICADO - ObreroFiel

A. La victoria de Cristo resucitado es la historia del alma redimida. ... D. En la resurrección, la victoria divina sobre el mundo de pecado se hace más evidente, ...
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EL GLORIOSO TRIUNFO DEL SEÑOR CRUCIFICADO “Ha resucitado verdaderamente el Señor”. Hechos 1:1-11; 2:21-36; 10:34-43 Por Eliseo Hernández Echegoyen Usado con permiso INTRODUCCIÓN:

I.

1.

El mensaje del evangelio es: “Jesucristo murió por nuestros pecados, tal como las Escrituras lo habían predicho y que fue sepultado, y que al tercer día se levantó de la tumba como estaba profetizado” (1 Corintios 15:3-4).

2.

Sí, ¡Cristo resucitó! Y al resucitar, se convirtió en el primero de los millones que resucitarán un día. Permitió Dios que lo clavaran en la cruz, pero luego lo soltó de los horrores de la muerte y le devolvió la vida, porque la muerte no podía mantener clavadas en él sus garras perpetuamente” (1 Corintios 15:55-57).

LO QUE ES LA RESURRECCIÓN DE CRISTO: A.

Es el sello de su veracidad. “Como dijo . . .” (Mateo 28:6).

B. Es la señal de su poder. “Tengo poder . . .” (Juan 10:18). C. Es el sostén de su deidad. “ . . . Hijo de Dios con . . .”

(Romanos 1:4).

D.

Es la seguridad de nuestra justificación (Romanos 4:25).

E.

Es el sustento de nuestra fe. “Y si Cristo no resucitó, vana es también vuestra fe” (1 Corintios 15:14).

F.

Es la satisfacción de nuestra esperanza. “Nosotros seremos resucitados y transformados” (1 Corintios 15:51,53).

G. Es el secreto de nuestra victoria. “Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria . . .” (1 Corintios 15:57). H. Es el milagro más grande y el hecho más grandioso que registra la historia. Es el eterno canto de victoria. Es el aleluya de Dios. II. LA RESURRECCIÓN DE CRISTO ES SU VICTORIA MÁS GRANDIOSA. A. La victoria de Cristo resucitado es la historia del alma redimida. Nuestra alma agradecida la canta. B. El sentimiento que se expresa en devoción, y el corazón que se expresa en grandiosidades espirituales, la denuncia. C. En la cruz, Dios estaba reconciliando al mundo, y en la tumba abierta, Dios estaba levantando las luces refulgentes de la redención y de la salvación de la humanidad.

D. En la resurrección, la victoria divina sobre el mundo de pecado se hace más evidente, puesto que vence a más de 20 siglos y en proyección admirable, se traspasa hasta la misma eternidad. E. La victoria de la iglesia es la santidad, la victoria sobre el mundo, he aquí el motivo ingente y trascendente de la cruz, de la tumba, de la muerte expiatoria y de la resurrección triunfante. F. ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios! Tenemos un Cristo vivo en los cielos, a la diestra de Dios Padre Todopoderoso, un Salvador que sabe de nuestras debilidades y fracasos en la vida espiritual. No tenemos un Cristo permanentemente clavado, muerto, tipificado en el crucifijo, sino un Cristo que supo de victoria y que sabe dar la victoria a las almas que lo reciben con gozo y fe. G. Un Cristo vivo, resucitado: Él da victoria sobre el mundo, el pecado, la muerte y las pasiones humanas. H. La victoria más gloriosa de la historia, sobre la misma historia, y sobre los ciegos que no se gozan con la luz de la redención, es la resurrección de Jesucristo. I. El triunfo del crucificado es la derrota del pecado, de la muerte, de Satanás, del infierno, de la sombra, de la maldad y de la incredulidad. “Has vencido Galileo”, confesó la incredulidad vencida, personificada en Renán. J. “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8). 1. Luego de morir, para purificarnos y borrar nuestros pecados, se sentó en el sitial del más alto honor junto al gran Dios del cielo (Hebreos 1:3). 2. Hagan de él los hombres lo que hagan: lo mismo que lo desprecien que si se rebelan contra él, o que lo crucifiquen de nuevo, una sola cosa no conseguirán jamás: olvidarlo ni destronarlo. III. LA RESURRECCIÓN DE CRISTO ES EL SELLO PUESTO SOBRE SUS VERDADES. A. La resurrección los transformó de miedosos y cobardes en hombres valientes y testigos heroicos de su verdad, cuando estuvieron cara a cara con el peligro y la muerte. Al proclamarla: No podemos callar. “Era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios . . .” (Hechos 13:46). B. Durante los 40 días siguientes a su crucifixión, Jesús repetidas veces se presentó ante los apóstoles, y les demostró hasta la saciedad, la realidad de su presencia corporal. C. La verdad central del evangelio es que Cristo es el soberano de la tumba, el vencedor de la muerte. Pues al resucitar, triunfó sobre la muerte y nos aseguró a nosotros la resurrección: “Por cuanto yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:19). Esta verdad nos llena de sublime esperanza. D. La doctrina de la resurrección es una doctrina gloriosa. Está llena de gozo y gloriosa esperanza para los redimidos hijos de Dios, cuando sufrimos aflicción y dolor por la muerte, o temporal separación de nuestros queridos. E. La resurrección viste al sepulcro con flores, lirios de pascua de resurrección y adorna la tumba con laureles inmarcesibles de triunfo y gloria. Con la resurrección, el mismo sepulcro se ilumina

y brilla con una luz más radiante que la del sol; y la muerte es despojada de su terror. Decimos como Job: “Yo sé que mi Redentor vive . . .” (Job 19:25), y como el Salmista: “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza” (Salmo 17:15). ¡Qué verdad! ¡Gloriosa esperanza! F. “Bienaventurados . . . aquellos que la senda de la vida han encontrado, por un acto de fe en el Resucitado; y ahora se proyectan hacia lo eterno de la dicha infinita, en compañía cierta con el Dios, Padre . . . Amado”. La esencia de la verdad: “Tras la noche de la tumba, y después de cruel Calvario Ha surgido una esplendente, amorosa y dulce aurora; Con potencia Jesucristo ya venciste al adversario, Y en tus lágrimas amargas, das consuelo al que llora”. G. Bienaventurados aquellos que la luz les ilumina, hacia un destino de justicia y verdad; y seguros, y firmes se encaminan cual peregrinos, hacia la patria celestial. H. San Pedro, segurísimo de la resurrección de Cristo escribe: “Bendito sea el Dios y el Padre de nuestro Señor Jesucristo el cual conforme a su grande misericordia, nos ha regenerado para una esperanza viva por medio de la resurrección de entre los muertos” (1 Pedro 1:3). ¡Qué verdad tan gloriosa! Gracias a la resurrección de Jesucristo, tenemos una esperanza viva, y un día hemos de recibir la herencia pura, inmarcesible, inmutable e incorruptible que Dios nos tiene reservada en el cielo. I. Sí, Jesucristo vive. ¡Aleluya! A la muerte ha vencido. ¡Aleluya! Pablo escribe: “El cual fue declarado Hijo de Dios con potencia, según el Espíritu de santidad por la resurrección de entre los muertos. . .” (Romanos 1:4). J. ¡Jesucristo es Dios! Sí, Jesucristo es el Señor de cielo, tierra y mar, vencedor del mundo, del pecado, del infierno y de la muerte—¡Verdad triunfadora e invicta que se abre paso! K. ¡Jesucristo es Dios! En su persona se ven aquellos atributos propios de la Divinidad, que dejan claramente establecido que él es Dios; y nunca dejó de serlo mientras tomó forma humana. Como Dios es todopoderoso y su dominio no tiene límites, Jesús se enseñorea de la naturaleza, del hombre y de todos los principados: 1. Cristo es el soberano del universo, el dueño absoluto de todo cuanto existe. “Delante de él se doblará toda rodilla” (Filipenses 2:9-11). 2. “Él es digno de recibir gloria y honra y virtud” (Apocalipsis 4:11; 5:12). 3. Es digno, porque fue inmolado y porque nos ha redimido para Dios con su sangre (Apocalipsis 5:9-10). 4. A él sean la bendición, la honra y la gloria, y el poder para siempre jamás (Apocalipsis 5:10). L. Jesucristo, como el Autor de la vida, se enseñorea de la muerte: “Yo seré tu muerte, Oh muerte (Oseas 13:14). “¿Dónde está, Oh muerte, tu aguijón?” (1 Corintios 15:55). Jesús vino “. . . para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte. . . y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:14-15).

M. Jesucristo como el poderoso Salvador se muestra Señor sobre el pecado y puede salvar al más grande pecador. “Puede salvar eternamente a los que por él se acercan a Dios” (Hebreos 7:25). María Magdalena es ejemplo (Lc. 8:2). IV. EL TRIUNFO DE LA VIDA SOBRE LA MUERTE, EL DE LA VERDAD SOBRE EL ERROR, Y EL DE LA SANTIDAD SOBRE EL PECADO. A. La fe cristiana y la inmortalidad del alma permanecen o caen juntas. La humanidad siempre ha anhelado la inmortalidad. B.

San Pablo dice: “Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (1 Corintios 15:19).

C.

La intrigante pregunta del antiguo tiempo: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” (Job 14:14). Nosotros contestamos, “Sí, volverá a vivir”. La respuesta la encontramos en la tumba vacía.

D.

La verdad es que todo el significado de la semana santa es que el que murió, también resucitó. Cristo es el Señor. Su resurrección lleva en sí la certeza de la inmortalidad del alma. Él mismo lo dijo: “Porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:19).

E.

Nuestra fe y plena confianza en el gratuito y completo perdón de nuestros pecados, descansa también en la resurrección.

F.

¿Por qué confiamos tanto que la sangre de Jesucristo derramada en el Calvario es la suficiente expiación por las transgresiones de la humanidad? Porque el que murió por nuestros pecados, resucitó para nuestra justificación (Romanos 4:25).

G. ¿Qué seguridad hay que por fe en el sacrificio del Calvario solamente, nuestras iniquidades son perdonadas completamente y que no hay más que nosotros podamos añadir a esa expiación: obras, penitencias, lágrimas, sacrificios u oraciones? 1. La última y sola respuesta es: “La tumba vacía”. 2. Cristo fue entregado por nuestros delitos y resucitado para nuestra justificación (Romanos 4:25). 3. Su resurrección de entre los muertos es la prueba de que Dios aceptó su sacrificio expiatorio en la cruz del Gólgota. 4. Que el significado de esta seguridad penetre profundamente en nuestras almas y sea una aurora de redención para muchos que todavía están cautivos en las sombras y el imperio del pecado y de la muerte. H. Nuestra creencia en el nuevo nacimiento, la nueva vida en Dios, la regeneración, está enraizada y fundamentada en la resurrección de Jesucristo. I.

¿Por qué proclamamos la posibilidad de ese estupendo y rotundo cambio moral en la vida de una persona, no importa quién sea ni hasta dónde haya llegado y descendido?

J.

¿Por qué afirmamos que cualquier persona puede experimentar un cambio radical y ser salvo por toda la eternidad? La única respuesta a estas preguntas es “la tumba vacía”. “el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Ro. 4:25).

K. Jesucristo, al resucitar de entre los muertos, probó ser el Todopoderoso, Hijo de Dios, y Poseedor de la naturaleza santa de Dios mismo. Jesús es Dios, bendito por los siglos eternos. ¡Aleluya! 1. Si Dios fue capaz de efectuar la maravillosa resurrección de Cristo, ¿quién podría poner límites a su poder? 2. Ciertamente el Dios de la resurrección puede tomar a hombres muertos en delitos y pecados y hacerlos vivir espiritualmente (Romanos 5:8). 3. Jesucristo puede tomar una vida repugnante y hacerla atractiva y fragante. 4. Jesucristo puede tomar una voluntad que es orgullosa y prepotente y hacerla humilde y servicial (Saulo de Tarso). 5. Jesús puede tomar un siervo impotente del reino del mal y de las tinieblas, y hacerlo un conciudadano de los santos y miembro de la familia de Dios (Efesios 1:18-20). 6. El que levantó a Jesucristo de la tumba, puede levantarlo y hacerlo un santo, y esto, en un instante. 7. El poder que levantó a Jesús, es el mismo que en cualquier momento, puede cambiar a cualquier hombre o mujer en una nueva persona, con una nueva mente o un nuevo corazón, capaz de vivir en todo, una vida cambiada, si solamente cree en Cristo (1 Corintios 5:17). 8. La resurrección del Salvador es símbolo de la resurrección de los redimidos. Al aceptarlo pasamos de muerte a vida (Colosenses 3:1-3). CONCLUSIÓN: 1. Puesto que la naturaleza de nuestro destino depende de nuestra actitud al Señor; determinemos hoy si hemos de entronizarlo en nuestros corazones, o si hemos de rechazarlo osadamente. 2. Ojalá que todos lo recibamos y aceptemos como al Cristo viviente y experimental y sea en nuestros corazones, la esperanza de gloria. 3. El Santo Cordero de Dios que fue inmolado en la cima del Monte Calvario, ha sido, es y será el Triunfante Rey de reyes y Señor de señores. ¡Aleluya! 4. Al Cristo ser de gloria y que vive para siempre, el más sublime que los cielos, a él sea la gloria por los siglos de los siglos. ¡Amén! ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios! 5. Recíbalo ahora mismo como su Salvador y Señor y que impere en su vida, y podrá decir: “Cristo vive en mí, Cristo vive en mí, Oh sublime salvación, que Cristo vive en mí”. EL SEPULCRO VACÍO (Alejandro Galeano, Miami, 15/4/90) ¡Es domingo! La cumbre del Calvario, Cubren las sombras de la noche aún... Anteayer, en la cruz, abandonado, ¡Vi morir a Jesús! Al lado de la cumbre se halla un huerto; José de Arimatea lo compró, Y pidiendo el cadáver del Maestro... ¡Allí lo sepultó!

Me acerco hasta la puerta del sepulcro, Y esencias aromáticas sentí... Un sudario y dos lienzos, en lo oscuro ¡Fue todo lo que vi! ¡El sepulcro vacío es la esperanza, De la resurrección que Él prometió! ¡Vacío está el sepulcro, Pero mi alma de Cristo se llenó! ObreroFiel.com— Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.