2
|
SÁBADO
| Sábado 6 de julio de 2013
Hábitos
El triunfo del antidomingo
Cada vez más gente reinventa la tarde más deprimente de la semana organizando salidas y aprovechando propuestas
Viene de tapa
Así define Pablo Lorenzo, de 37 años, fundador de Tea Connection, el espíritu de la propuesta, una de las que más éxito ha tenido en esa cadena de casas de té. “El domingo es un buen día para juntarse con amigos”, asegura Florencia Tagino, redactora de la revista DMAG, desde el living de The Club House, un club privado que funciona en una antigua casa de Palermo, ahora equipada con pileta, pool y carta gourmet. “Los domingos vienen a The Club House nuestros socios con sus amigos y invitados”, cuenta Leentje Michiels, mánager de este club con membresía al que sólo se accede tras aplicar online y luego superar una entrevista personal. ¿Cuáles son las actividades típicas de un domingo? “Un brunch de pasos, acompañado por música en vivo y tardes de película y, en verano, pool party con DJ y asado.” “Éste es un club social donde me encuentro con amigos: venimos a comer, a tomar algo, a ver muestras de arte y, en el verano, a usar la pileta, pero el fin es siempre el mismo: un punto de reunión con amigos”, cuenta Florencia, y subraya: “Cuando te juntás un domingo, es más tranquilo que cuando lo hacés un sábado; no hay apuro, es más distendido y cerrás el fin de semana”. “Con una sonrisa...”, agregaría Soledad Risso, de 32 años. El plan antidomingo de esta ejecutiva de cuentas de la consultora Identia es el teatro under. “Hay una movida muy interesante en Martínez, que arranca después de las 22 y que termina antes de la una, con una compañía que se llama Varieté sin Fronteras, que todos los domingos hace una obra distinta”, cuenta Soledad, que desde hace unos meses no se pierde casi ninguna de las re-
presentaciones que se realizan en un simple salón de fiestas adaptado para la ocasión, ante una audiencia de un par de cientos que miran la obra sentados en el piso. “Antes me pasaba que me quedaba el domingo en casa, navegando en Facebook o mirando una película, pensando que al día siguiente arrancaba todo de nuevo –recuerda–. Ahora arranco el lunes acordándome de lo que me reí el domingo a la noche y lo bien que lo pasé; empiezo la semana con más pilas, quizá con un poquito de sueño, pero vale la pena. Priorizo ese plus de alegría a dormir una hora más.” Hay quienes dicen que el domingo está hecho para deprimirse, y en eso hay algo de verdad. “A nivel mundial, y en particular en las grandes ciudades, hay múltiples evidencias de la llamada depresión del domingo por la tarde”, afirma Roberto Sivak, docente de Salud Mental de la Universidad de Buenos Aires (UBA). “Los motivos son de tipo psicosocial y cultural, y se asocian a la dificultad de retomar las obligaciones laborales o académicas luego del descanso de fin de semana –precisa el psicoanalista y psiquiatra–. El domingo cierra la semana y preludia una nueva, y puede llevar a balances sobre la satisfacción con la calidad de vida, los logros, las decepciones o encarar trabajos o actividades que no colman adecuadamente las expectativas.” El domingo, advierte Roberto, “pone a prueba cierto aislamiento muy común en las grandes ciudades. Es fundamental recrear el domingo y encontrar nuevas perspectivas: salidas, visitas a familiares, acordar reencuentros con amigos. El domingo no tiene por qué ser sinónimo de depresión. Es la oportunidad para la reflexión y la reela-
boración del proyecto de la propia vida. También la oportunidad para la solidaridad: si me muevo y me reúno con otro que está algo solo, son los dos los que se protegen de la depresión”. Eso, eso es #antidomingo. “El secreto está en juntarte con gente con la que te sentís bien y con la que encontrás un actividad en común”, afirma María Arcana, coreógrafa del grupo de acrobacia Arcana, que todos los domingos se reúne con los demás integrantes de esa compañía alrededor de una tablet y una esperada canasta repleta de golosinas, para una tarde de karaoke, películas bizarras de los 80 y juegos de mesa. “La idea de reunirnos surgió porque el domingo es un día un poco bajón, en el que una a veces no sabe qué hacer y se aburre; el juntarnos y organizar la tarde en torno a actividades que nos divierten, nos permite irnos a dormir contentos y despertarnos el lunes con pilas.” Adiós a la mesa dominguera La primera grieta en la pared del domingo la abrió el brunch, que no sólo puso en duda la distinción entre desayuno y almuerzo, sino que abrió una vía de escape a la mesa domiguera modelo familiar. “Los domingos en La Panadería de Pablo son de fiesta: el brunch se convierte en un lugar dinámico, descontracturado y familiar, donde converge un público que incluye a turistas y jóvenes que vienen de un fin de semana movido, con familias que quieren salir a pasear el fin de semana y hacer una salida divertida y diferente”, describe Guadalupe García Mosqueda, socia de La Panadería de Pablo, en San Telmo. Esa búsqueda de un escenario distinto para el almuerzo es el germen, y a veces la antesala, del antidomin-
Valeria Gigli (29), Natalia Villanueva (36) y Carina Coronel (42), en pleno karaoke
Guadalupe aizaGa
Carolina Vairo (izq.), en Tea Connection, junto a sus amigas Macarena y Marina
patricio pidal/afv
go. Hoy no son pocos los restaurantes que con un espíritu descontracturado ofrecen una atractiva alternativa a la mesa familiar. “Desde el mediodía y hasta las 16, el restaurante recibe a mucha gente de la zona, de entre 30 y 40 años, y un poco más, que es habitué y que viene en busca de una mesa junto al ventanal que da al jardín, aquí, en pleno centro”, afirma Julia Imás, del restaurante con acento italiano Circolo Massimo, en Recoleta. En bandas horarias bastante poco diferenciadas, a veces incluso superpuestas, transcurre la tarde del domingo, en la que se multiplican ofertas deportivas, sociales, culturales. “Hace dos años que arrancamos con una
programación musical para los domingos a la tarde, alrededor de las 19, y descubrimos que hay un público genuino propio de este día, que no depende de cuál sea el intérprete, pero que viene, pues está ávido de propuestas de este tipo”, comenta Francisco Offenhenden, director de DAIN Usina Cultural, en Palermo. “El domingo es un día de oportunidades, ya que existe una predisposición a pasarlo bien”, opina Mariano Maldonado, director de marketing del grupo Campari, que en el verano último llevó adelante un ciclo de encuentros al aire libre, con DJ y músicos en vivo, y en el que la respuesta superó las expectativas. Esa avidez de disfrute fue la que
halló Daniel Alos, cuando hace ya más de diez años comenzó a dar forma a lo que hoy es el restaurantegalería de arte AntiDomingo. “Todo empezó tímidamente, entre amigos, a los que invitábamos a una muestra de arte acompañada de shows musicales los domingos, y que con el tiempo fue creciendo en función de una demanda cada vez mayor”, cuenta Daniel, de 47 años. La salida poscena también es parte del antidomingo, como confirma Martín Auzmendi, periodista de 36 años, que transitó el último tramo del domingo pasado entre las barras de Pony Line, en Recoleta, y Verne Club, en Palermo. “Hacer algo gratificante y salir temprano me divierte, cambia la energía del domingo.”ß
La importancia de los otros seis días opinión Sergio Sinay PARA LA NACION
D
ios creó el mundo en seis días, cuenta la Biblia, y descansó el séptimo. No dice allí que en ese séptimo día se hubiera deprimido. Si no pasó el día de descanso flotando en la melancolía, acaso se deba a algo que los humanos aún no hemos logrado, salvo en venturosas excepciones. Esto es, unir las dos concepciones del tiempo que detectaron los antiguos griegos. Una es Cronos, el tiempo del reloj, de las agendas y los calendarios. De allí la palabra “cronológico”. La otra dimensión del tiempo es Kairós. No se mide pero se siente. Es el tiempo del espíritu, de las sensaciones. Aquel en que descubrimos el sentido de lo que hacemos y vivimos. La médica y psicoterapeuta Jean Shinoda Bolen (autora de obras enriquecedoras como Las diosas en cada mujer, los dioses en cada hombre o El
sentido de la enfermedad) propone para el comienzo de cada jornada algunas preguntas como éstas: ¿qué tipo de vida me dará alegría al levantarme?; ¿en qué comprometeré hoy mi cuerpo y mi alma para que, al terminar el día, sienta que el sentido estuvo presente?; ¿veré a un ser querido?; ¿haré algo de mi agrado?; ¿me escucharé?; ¿dedicaré tiempo a algo que amo? De las respuestas, dice, dependerá que al final de la jornada me acueste, o no, con un satisfactorio cansancio. Lo que Shinoda Bolen propone para un día bien podría aplicarse a la semana. Es decir, podríamos repetir aquellos interrogantes mientras cae el domingo y acaso esa actitud nos deje de frente a lo que viene antes que empantanados en la melancolía por lo que pasó o no pasó, o transcurrió demasiado rápido o se nos escurrió sin darnos cuenta. En realidad, el domingo no marca el final de nada. Es un hito en la rueda del tiempo. Si sólo existimos para el “desquite” del fin de sema-
na, el resto de los días serán de vida vegetativa. Así, el alma sufre y no alcanza con un fin de semana para repararla. Menos aún si confundimos ruido con diversión, si creemos que el exceso calma la inquietud y si tememos explorar nuestro interior cuando cae el silencio. Hace muchos siglos el poeta latino Horacio emitió su célebre carpe diem: cultiva el día. El gran poeta vitalista Walt Whitman (1819-1892) recogió mucho después esa consigna en unos versos que merecen leerse una y otra vez, entre los cuales figura éste: “Somos seres humanos llenos de pasión, la vida es desierto y es oasis”. O éste: “Disfruta del pánico que provoca tener la vida por delante”. Y éste final: “No permitas que la vida te pase a ti, sin que tú la vivas...”. Aplicado todo esto a los demás días de la semana, sin duda poco espacio quedará para la melancolía crepuscular del domingo.ß El autor es escritor, especialista en vínculos humanos
El mejor modo de iniciar la semana opinión Juana Repetto PARA LA NACION
D
omingo. Todo el mundo se junta a comer asado al mediodía: –¿Venís, Jua? –¡¡¡No!!! Soy vegetariana hace diez años, y te lo dije setenta veces. Por favor, dejen de invitarme a asados. Hace diez años que voy a asados los domingos, y como pan con lechuga y mayonesa con tal de no quedarme en mi casa... ¡haciendo nada! Siempre odié los domingos, hasta que logré encontrarles la vuelta. Esta clarísimo que, si no lo hacés, se convierte en el día más deprimente de la semana, y como no pienso dejarme ganar por el domingo empecé a arengar a mis amigos con el
siguiente speech: “Hay sol, hace calorcito y está lindo, ¡hay que salir! No da quedarse todo el domingo encerrado en tu casa”. Si hay un sol que raja la tierra, se sale o se sale. En su defecto: “Llueve, hace frío y está horrible. Nada más deprimente que quedarte un domingo, solo, viendo la lluvia mientras ves películas nostálgicas”. Fácilmente logré hacer realidad un religioso #AntiDomingo. ¿Cómo es mi antidomingo? Con resaca o sin resaca, con doce horas de sueño o con cuatro, apenas me levanto empiezo a hacer llamadas y tirar mensajes por todos los medios posibles, redes sociales varias: teléfono, WhatsApp, bbchat, texto, etcétera. Aunque a esta altura no es tan necesaria esta convocatoria, porque ya tengo mi troupe antidominguera, siempre queremos sumar gente. Una vez que se armó el
grupo, agarro a Moe y Loretta (mis perros), y empiezo el rally por los bares con happy hour del barrio. Nuestro lugar preferido es El Dospor, un bar al que vamos desde hace más de dos años y no sabemos cómo se llama, pero tiene dos por uno de cerveza, y así lo bautizamos. Debo admitir que más de un domingo, el sillón me llama y me invita a quedarme en casa viendo alguna serie, capítulo tras capítulo. Pero cuando llega la noche, el no haber hecho nada tiene un sabor amarguísimo. En fin, la idea es juntarse y divertirse. Opciones hay miles. Plaza, casa, guitarra, mate, cerveza y todo lo que se les ocurra, mientras sea con amigos y buena onda. El #AntiDomingo es la forma más linda de arrancar la semana.ß La autora es actriz