Juan Pujol, Garbo, una vida de novela
De entre todas las personas que hicieron posible la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial hay una cuya historia resulta tan asombrosa, tan fascinante, tan delirante, que cuesta creer que pueda ser cierta. Pero lo es. Una vez más la realidad supera la ficción y nos regala la figura de Garbo, nombre en clave bajo el que se escondía el agente doble español Juan Pujol García. José María Beneyto, que tan bien dibujó el escenario de la masacre nazi en su primera novela, Los elementos del mundo –Finalista Premio Primavera 2009-‐, nos conduce de nuevo a estos años convulsos a través de las páginas de El espía que engañó a Hitler. “El poder del engaño. El engaño del poder” La novela, una excelente muestra del poder de reconstrucción histórica de la ficción, recorre de forma cronológica la intensa experiencia de Juan Pujol como espía doble, al servicio de la inteligencia alemana y de los Aliados. Una aventura personal sin precedentes, tejida magistralmente y cuyo desenlace determinaría el destino del siglo XX en Europa. Fueron los Aliados quienes eligieron el alias Garbo para Juan Pujol. La agencia de inteligencia británica, el MI5, pasó de rechazar sus servicios en varias ocasiones a convertirle en pieza clave y arma secreta dentro de su estrategia bélica contra los alemanes. Estaban fascinados con la imaginación desbordante del catalán. Garbo era un maestro del engaño y de la farsa. El mejor actor del mundo, decían. Equiparable a la gran estrella de cine Greta Garbo.
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Pujol, convencido antinazi, había logrado embaucar y ganarse la confianza ciega de los nazis gracias a su ingenio y sus ideas. Empezó transmitiéndoles información supuestamente desde Londres, cuando en realidad se encontraba en Lisboa. Llegó a crear una red de una veintena de agentes que, en realidad, solo existían en su imaginación. Pujol, con la ayuda de su esposa Araceli, ensayaba para la que sería su verdadera gran actuación: hacer creer a Hitler que el desembarco del Día D tendría lugar en el Paso de Calais, y no en Normandía. Con El espía que engañó a Hitler, Beneyto crea un certero relato histórico y una singular y trepidante novela de espionaje. Un juego de espejos repleto de secretos, de trucos y mentiras, pero también de la verdad de un hombre que con su iniciativa e ingenio cambió el curso de la historia.
“Garbo es el hombre que, con la ficción, vence al poder”
El espía que engañó a Hitler Publicación: 24/05/2016 ISBN: 978-84-670-4727-1 376 páginas Formato: 15 x 23 cm. Presentación: rústica con solapas PVP: 19,90 €
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El espía que engañó a Hitler. La historia tras la ficción “¡Aquel español calvo y miope...! Pujol. Con sus grandes orejas y la mirada de murciélago. Con la sonrisa de pícaro. No paraba de contar historias, como una matrioska rusa, siempre escondía dentro una historia, y luego otra, y otra... Una verborrea incontenible, genial. Engañó a todo el mundo, y es el único que se salvará. El más astuto” Nacido en Barcelona en 1912 en en el seno de una familia acomodada, Juan Pujol García manifestó desde muy joven un odio feroz a los totalitarismos. Él que había sido criado en un clima de libertad, renegó de la Guerra Civil Española y se negó a tomar parte en el conflicto. Una vez acabada la contienda se ofreció como espía al Gobierno británico a fin de colaborar en la lucha contra el fascismo. Pero, ¿qué podía hacer un español corriente que se había dedicado al negocio de la cría de pollos o la gerencia de un hotel en Madrid, que no hablaba idiomas, ni tenía ningún contacto con las Islas, para ayudar a Inglaterra a vencer a los nazis? Su idea era descabellada, pero a Juan Pujol le sobraba talento, arrojo, imaginación desbordante y encanto. Además, contaba con el apoyo de su esposa, Araceli González, una mujer de fuerte carácter que le alentaba en sus planes.
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“Era el hundimiento de Europa en manos de aquel maníaco, de aquella bestia inhumana, de aquel ser depravado, ambicioso y cruel, de un «esplendor satánico», como lo definirá Pujol, que había engañado, corrompido, sumergido en una testaruda arrogancia, en la irracionalidad más burda, a los propios alemanes, haciéndoles creer en la fuerza invencible del Ejército prusiano y en su propia e indestructible grandeza. La humanidad no podía tolerar aquella vileza, aquel descenso al Averno, la mayor, más perversa y destructora maldad de la que la historia estaba a punto de ser testigo. Eso se decía a sí mismo Pujol. Y él, Juan Pujol, tampoco lo iba a permitir. Ni él ni Araceli, tan valiente. Pelearían contra la injusticia y la maldad, y lo harían con sus armas: con la fuerza de las ideas y el ingenio. Con la inteligencia” En Madrid y ante el rechazo repetido a su oferta por parte de las autoridades británicas, Juan Pujol buscó una vía alterna: convenció a los alemanes de que espiaría para ellos. Solo así, embaucando a los alemanes lograría ganarse la confianza de los ingleses y convertirse en agente doble al servicio del MI5 (Militar Intelligente 5, el servicio de contraespionaje del Reino Unido). “—¿Sabes cómo...? ¿Lo que hace un espía, y un dobleagente...? […] —Hacia fuera, se comportan como el ciudadano más ejemplar, el cumplidor estricto de la ley. Se asimilan al lugar donde viven o a los que quieren engañar, hasta convertirse en uno igual a ellos, son más ellos que ellos mismos. Los que mejor les entienden y penetran en su cerebro, sin que se den cuenta, siendo uno de los suyos. —Su mujer aún no asimilaba plenamente el complejo juego que Pujol estaba diseñando en su imaginación— Araceli... —le dijo, mirándola fijamente a los ojos cansados, pero en los que estaba seguro de descubrir su apoyo—, nada va a hacer que nos apartemos de lo que hemos soñado, estamos los dos juntos en esto, yo te necesito... Voy a transformarme en el perfecto agente alemán, el más fiable, el más leal y seguro, su perrito faldero. Uno de los suyos. Pero con un solo fin, ayudar a los ingleses a ganar la guerra.
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Pujol hizo una pausa, antes de aproximarse a ella, darle un fuerte beso en los labios, y decirle, con gran pompa y solemnidad: —Y así destruir a Hitler.” Su plan tuvo éxito. Pujol fue reclutado por la Abwehr, los servicios de inteligencia alemanes. Su nombre en clave era Alaric. Tras unas instrucciones rápidas sobre espionaje, el matrimonio Pujol se fue a Lisboa y desde allí empezaron a transmitir información a la oficina madrileña de la Abwehr haciéndoles creer que estaban en Inglaterra. En la capital portuguesa empezó también a crear su red ficticia de espías. Más de 20 agentes tuvo a su servicio Pujol. Todos, por supuesto, fruto de su imaginación.
Juan Pujol García
Almanaques, revistas, mapas, guías turísticas y de transporte, libros de referencia que encontraba en la biblioteca, noticias de prensa, informes, películas… Pujol inicia una actividad casi detectivesca en la que las fuentes y recursos para obtener nueva información se multiplican. Todo cuidado y esfuerzo es poco en su ambición de crear informes verídicos, coherentes y útiles que no dejaran entrever la falsedad de su compleja red de espionaje, Arabel. “Ya que me piden más detalles y detalles concretos — reflexiona Pujol en casa, en un momento en el que Araceli se ocupa de prepararle el biberón al niño—, les voy a facilitar tal cantidad, que se vean inundados, incapaces de poder cotejar todos los datos que les suministraré. Serán falsos o reales, o mitad falsos y mitad verdaderos, como la
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realidad misma. Pero siempre verosímiles. En la fina línea entre la realidad y la ficción. Al final no sabrán lo que es verdad y lo que no. ¡Muchas mentiras acabarán haciendo una verdad!” Los alemanes estaban impresionados con los detallados informes de Pujol. Alaric se crece. Se convierte en su mejor espía en Gran Bretaña sin haber pisado en una sola ocasión suelo inglés hasta que, por fin, en 1942 los británicos deciden reclutarlo para que les ayude en algunas de las operaciones más importantes de la guerra. Juan Pujol García
“ —¡E-‐Es Alaric! —insiste Philby—. ¡T-‐tiene a los c-‐ condenados alemanes en el bolsillo, y es m-‐muy bueno! ¡S-‐ será letal...!
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Cuando terminan los interrogatorios, Mills, Harris y Bristow están convencidos y recomiendan con énfasis —y finalmente con éxito— la incorporación del español Juan Pujol García al MI5 como agente doble. […] —¿Pero cómo le vamos a llamar? —les pregunta, jovial, chispeante, Tommy. Los tres habían pedido más cerveza, su resistencia etílica era bien conocida. Se habían quitado las corbatas y recordado, entre bromas y risas sobre Pujol y sus historias, escenas y anécdotas de la Guerra Civil española, la experiencia vital más importante tanto para Philby como para Harris. —S-‐sí, e-‐es cierto, necesitamos un buen nombre para él, — exclamó Philby—. […] —¡Ya está…! —tras pensarlo un instante, Mills levantó los brazos es un gesto muy expresivo, como si llevara a cabo la imposición de una orden o la confirmación de una iniciación consumada — ¡Le llamaremos Garbo…! —dijo gritando—. ¡Su actuación ha estado al nivel de la diva sueca, la gran Greta!” Comenzaba una nueva fase en la vida y la mision del doble agente Juan Pujol García, Garbo. La que le llevaría al centro mismo del laberinto del espionaje en Europa y a convertirse en un maestro de la desinformación. Ya afincado en Gran Bretaña junto a su familia, Garbo extendió su red de colaboradores inexistentes repartidos por la isla y siguió bombardeando a los alemanes con cientos de miles de palabras, plasmadas en informes y retransmisiones de radio. Los mensajes debían ser convicentes, por lo que en ellos se mezclaba fantasía con datos verdaderos. Garbo facilitaba información real, pero retrasaba su llegada para no poner en peligro la seguridad nacional y que los alemanes no pudieran actuar. La culpa recaía entonces en los mensajeros, sus espías falsos. Se aproximaba la última y más importante representación de Garbo, la del Día D, en la que esta red ficticia jugaría también un papel crucial.
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PHILBY Y LOS ESPÍAS DE “El CÍRCULO DE CAMBRIDGE” Philby, Kim Philby, miembro de alto rango de la inteligencia británica, que supervisa y orquesta el fichaje de Garbo por parte del MI5, es hoy reconocido como el espía más extraordinario de todos los tiempos, cerebro del llamado “Círculo de Cambridge” o “Los cinco de Cambridge”. Él, que se había desprendido de cualquier atisbo izquierdista en la Guerra Civil Española, ejerciendo como corresponsal simpatizante del franquismo, y que trabajara junto a Juan Pujol durante la II Guerra Mundial, resultó ser otro maestro del engaño, un topo que proporcionó durante décadas información confidencial a la URSS. A finales del los años 20, los soviéticos diseñaron un plan para infiltrarse en los servicios de inteligencia británicos. Para ello, reclutaron a jóvenes de clase alta, estudiantes de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) con tendencias marxistas, que resultarían claves en el desarrollo de la Guerra Fría. Entre ellos estaba Philby, junto a Donald Maclean, Guy Burgess, John Cairncross y Athony Blunt, cuyo caso también fue notorio al tratarse de un relevante historiador y critico, que llegó a convetirse en el asesor y confidente de la reina de Inglaterra. E l C í r De izq. a dcha., espías de “El Círculo de Cambridge”: Arnold Deutsch, Kim Philby, Donald Maclean, Guy Burgess y Anthony Blunt.
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“Entre enero y junio de 1944 realicé más de quinientas transmisiones por las ondas, trasladando a los alemanes los detalles y precisiones sobre la gran operación. La maniobra de engaño estratégico que el mando aliado había preparado cuidadosamente para que Hitler cayera en la trampa definitiva. […] se perseguía convencer a Berlín de que el lugar del desembarco en Francia no sería Normandía, sino el paso de Calais, más al norte, frente al puerto de Dover, el punto más estrecho del Canal de la Mancha y el camino más corto hasta Alemania.
Sin embargo, lo más decisivo era lo que ocurriera después de realizado el desembarco. Ya iniciada la invasion real en Normandía, Fortaleza Sur debía mantener el engaño sobre Calais, convenciendo al Estado Mayor alemán de que el ataque en Normandía solo era una maniobra de distracción. ¡Esa era la maniobra más delicada, el broche de oro!”
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La operación dio comienzo el 6 de junio de 1944 y la campaña de engaño estratégico fue un éxito. Los alemanes mordieron el anzuelo. Era tal la credibilidad de Garbo, que dos semanas después de que los aliados llegaran a Normandía, Hitler seguía pensando que este desembarco era una mera distracción ante el verdadero ataque que se produciría en Calais. El alto mando alemán mantuvo en este punto las divisiones que hubieran podido derrotar a los Aliados si hubieran llegado a tiempo a Normandía. Pujol salvo así miles de vidas y marcó el futuro de Europa. “Yo, el pequeño David, el españolito de baja estatura y grandes orejas de soplillo, como decían de mí, había hecho tambalearse, hasta derribarlo y cortarle la cabeza de un tajo, al poderoso Goliat. Yo, Garbo, el espía. El triunfo en Normandía haría posible que en pocos meses las tropas aliadas se encontraran en la frontera con Alemania y avanzaran hacia las principales ciudades del Tercer Reich” El engaño ni siquiera fue descubierto inmediatamente después del desembarco. Pujol fue condecorado con la Cruz de Hierro alemana por sus esfuerzos en la guerra. Poco después, a modo de gran ironía histórica, Reino Unido lo nombró miembro de la Real Orden del Imperio Británico. Garbo se retira de primera línea. Teme por su vida. Deja a su familia. Viaja a Venezuela. Se dice que ha muerto de malaria en Angola. Pero al gran actor aun le queda una última function… “Un día de 1984 repiquetea el teléfono en la casa de la calle Pedro de Valdivia de Madrid. Araceli escucha, incrédula, aquella voz pausada, espesa, inauditamente hospitalaria, que llega de ultratumba. Como siempre en los momentos arriesgados, Garbo muestra naturalidad y campechanía. Como si no hubiera pasado nada en tres largas décadas”
“El poder del engaño. El engaño del poder”
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JOSÉ MARÍA BENEYTO. Nota biográfica sobre el autor José
María
Beneyto
es
Catedrático Jean Monnet de Derecho Europeo e Identidad Cultural Europea, Catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales y Director del Instituto Universitario de Estudios Europeos de la Universidad CEU San Pablo. Doctor en Derecho (1980) y Filosofía y Letras (1986) por la Universidad de Münster (Alemania), Master en Derecho y en Relaciones Internacionales por la Universidad de Harvard, ha sido Fellow/Profesor Visitante en el Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard (1988-1990) y funcionario, por oposición, de las Comunidades Europeas, donde fue Consejero en la Dirección General de Investigación y en la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo (1985-1989, en la actualidad excedente). Experto en la Dirección General IV (Competencia) de la Comisión Europea. Es Académico correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Además, colabora en distintos medios de comunicación especializados y es miembro del Patronato de varias Fundaciones.
Autor de varios ensayos, su primera novela, Los elementos del mundo, fue finalista del Premio Primavera de Novela en 2009.
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