EFECTOS SECUNDARIOS Por Eidy Pérez-Barquero Peraza Usado con permiso En ocasiones, tomamos algún medicamento sin siquiera saber su nombre y mucho menos sus propiedades. Lo tomamos sólo porque fulano, que es no sé qué, lo toma y no le ha pasado nada; o mengano, que es esto y lo otro, también lo toma y está “entero”. Amigo mío, antes de tomarse lo que sea, por qué no se toma un tiempo e investiga acerca de lo que va a tomar. No solo los medicamentos producen efectos indeseables, también las decisiones, cuando las tomamos mal, pueden causarnos un daño irreversible. En cuanto a mí, he tomado la mejor de mi vida: Conocer a Jesús, el Cristo, Salvador, y Redentor. Para muchas personas es casi imposible creer en cosas que su visión no puede alcanzar. No se preocupe; hasta ahí todo marcha normal, no puedo decir que marcha bien. Recordemos que somos creados por el Dios Padre todopoderoso. Nuestras mentes son limitadas y en ocasiones difíciles buscamos la vía más fácil; y esa es sólo nuestra decisión, no la de Dios. Casi toda mi vida estuvo llena de decisiones fáciles. Cuando tenía un problema, el cual no podía resolver, buscaba apoyo en supuestas fuentes de poder. Hacía cuantas cosas, me pedían; adoraba y mostraba respeto y a la vez miedo cuando me enfrentaba a esas cosas. Siempre me decían: “No te preocupes; todo se va a resolver.” Solamente me costaba unos quilitos comparado con la seguridad y prosperidad que tendría en un futuro no lejano; pero la verdad, amigo, es que nunca tuve seguridad y mucho menos prosperidad. Mi vida era como andar por un laberinto donde sólo puedes encontrar caminos sin salidas, solo perdición y muerte. Hace poco más de dos años tuve la experiencia más impactante de mi vida: mi primer encuentro con Jesús. Me encontraba convaleciente de una enfermedad complicada. Luego de estar varios días hospitalizado, fui para casa de mis padres con el deseo de una pronta recuperación y así poder regresar con mis hijos y mi esposa. Recuerdo que tomaba medicamentos para apaciguar el dolor pero esa noche los medicamentos no funcionaron. Tratando de vencer el dolor, fui al baño en dos ocasiones pero todo seguía igual que antes, o para ser sincero, todo había empeorado. Ya había perdido toda esperanza. Pero sepa usted, mi hermano, que Dios nunca nos abandona y esa noche a mi mente no vino ningún otro poder en los cuales en casos anteriores yo había tratado de confiar mi vida. Recuerdo que rogué a Dios y su Hijo amado. En ese entonces no sabía el significado de la palabra orar y mucho menos de su fortaleza y gratitud. Sólo le pedí al Dios Padre que obrara en mí, que me quitara ese terrible dolor ya que yo no era una mala persona. Así era como yo pensaba en aquel tiempo. De cierta manera yo exigí por algo como si tuviera derecho pero la misericordia y el amor de Dios son tan grandes que en esa noche yo pude dormir tranquilamente tanto así que ni siquiera recuerdo cuando quedé dormido para gloria de Dios. Hermano, amiga, amigo, no trate de buscar la solución a sus problemas en otra parte que no sea en Cristo Jesús y el Dios Padre y todopoderoso. Recuerde que somos su creación; somos hecho a su imagen y semejanza, y por si eso no le basta, nos dio aliento de vida con su propio aliento. Descanse sus penas en Jesús. A estas alturas de su vida usted debe haber experimentado, más de una vez, que es incapaz de hacer algo por su propia cuenta, aunque parezca pequeño. Sepa que Cristo se hizo pecador por nuestros pecados para que en él seamos salvados y tengamos vida eterna. Pero es Cristo y solo Cristo quien nos da esa garantía. Si aún le quedan dudas, haga la prueba cuando se enfrente a una situación difícil. Pero no lo deje ahí; cuénteselo a su familia o amigo para que todos sepan de la gloria y la grandeza del señor. Y recuerda que es la mejor, o mejor dicho la única, cura segura y que los efectos secundarios que produce son el bienestar, gozo, y seguridad. El autor es miembro de la agrupación para eclesiástica cubana: Ministerio CRISTIANOS UNIDOS. ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.