Dudan del móvil del cuádruple crimen

4 dic. 2011 - es crucial reconstruir la historia y los momentos previos .... reproduce esta historia, el barrio está más .... odontólogo Ricardo Barreda asesinó.
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INFORMACION GENERAL

I

Domingo 4 de diciembre de 2011

MASACRE DE LA PLATA s EL ANALISIS DE LOS EXPERTOS

Dudan del móvil del cuádruple crimen Peritos psicológicos de la policía bonaerense no creen que los celos hayan sido por sí solos el factor desencadenante de los homicidios

La Loma, el barrio donde el morbo atrae a los curiosos

LORELEY GAFFOGLIO LA NACION No disimuló la masacre. No ocultó su furia para con sus víctimas. Ni siquiera sendas armas homicidas. Pero sí tuvo la precaución –y la racionalidad– de “silenciar” sus huellas personales de la escena del crimen: el PH platense donde ejecutó su veloz asesinato en masa a tres mujeres de un mismo linaje y a la amiga que las visitó en el momento menos indicado. Esa “conciencia forense”, según explican a LA NACION dos destacados perfiladores criminales de la policía bonaerense, descartaría como primera hipótesis la acción de un psicótico. Es decir, la carrera de un loco que, rehén de su celopatía o de la falta de control de sus impulsos, disparados por otros delirios, se lanza a matar. Hasta ahora, el único acusado es Osvaldo Martínez, novio de Bárbara, una de las víctimas, lo que alimentó la hipótesis de una masacre motivada por celos, algo de lo que los expertos dudan. “Me inclino, más bien, a pensar en el acto de un psicópata, alguien con capacidad de discernimiento, movido por su frustración más que por sus celos”, analiza, al reflexionar a pedido de LA NACION, la perfiladora criminal de delitos complejos de la policía bonaerense, Gabriela Trabazzo. “El psicópata –ahonda la psicóloga– cosifica a la persona, siente que el otro le pertenece; por eso no le reconoce autonomía y se frustra si esa persona escapa a su control. A priori, mi hipótesis sería que el asesino mató al actuar sobre un «objeto» [una de las mujeres] cuando éste dejó de cumplir con su utilidad. Hubo algo con una de ellas que lo enojó, que se venía gestando de antes, y que lo frustró. Por eso es crucial reconstruir la historia y los momentos previos al suceso.” Asesora del grupo Halcón, con casi dos décadas de experiencia en autopsias criminales y victimológicas, Trabazzo integra junto con su colega, Alejandro Osorio, el cuerpo de especialistas de la policía bonaerense que recolectan las huellas psicológicas ocultas en los actos criminales. A partir de ellas, como si se tratara de armar un complejo rompecabezas mental, intentan reconstruir el engranaje psíquico capaz de revelar la potencialidad asesina de un individuo. Además, evalúan la correspondencia de ese perfil con el de los sospechosos, lo cual les permite a los investigadores descartar pistas o buscar a partir de determinados parámetros. Trabazzo aclara que no participa de la investigación del cuádruple homicidio platense, pero junto con Osorio ahonda sobre cómo opera la pesquisa psicológica de esos casos. De entrada, afirman: “Semejantes actos criminales como el de La Plata rara vez dan señales previas a los familiares como para poder predecirlos”. Y explican que los asesinatos en masa o múltiples –cuando se mata a más de tres personas en un mismo escenario– no son delitos frecuentes

Los vecinos del PH en donde ocurrieron los hechos perdieron la paz; el recuerdo de las víctimas RAMIRO SAGASTI CORRESPONSALIA LA PLATA

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Bárbara Santos, de 29 años, y su novio, Osvaldo Martínez, de 27; él es el único acusado del terrible crimen en el país. Los móviles usuales suelen ser de índole económica. Sólo en un segundo plano asoma la conflictiva vincular o familiar. Es en esa instancia donde podrían inscribirse los celos patológicos, en conjunción con algún otro conflicto. Aunque –insisten– es más común ver en este tipo de crímenes a un psicópata que a alguien con una crisis celotípica”. Osorio explica: “Al universo de personas se lo puede dividir en tres grandes grupos: los neuróticos [todos nosotros en mayor o menor medida], los psicóticos [sin noción de realidad] y los psicópatas [los perversos]. Los tres tipos, en determinadas circunstancias, pueden cometer actos criminales. Pero lo difícil es asumir la decisión de querer matar”.

Especialistas

GABRIELA TRABAZZO

PERFILADORA DE CRIMINALES

“Me inclino a pensar en el acto de un psicópata, alguien con capacidad de discernimiento, movido por su frustración, más que por sus celos. Hay algo con una de ellas que lo enojó”

El disparador “La diferencia está –continúa Trabazzo– en cómo cada individuo elabora su malestar. Hay que poner a la persona en la situación de lo que pudo haber vivido esa noche. Si el que mató fue un neurótico, un hecho de la realidad fue el detonante de su brutal comportamiento. Cualquier circunstancia real o irreal puede haber disparado una emoción violenta en un psicótico. Mientras que a un psicópata, un sujeto sin remordimientos, lo puede haber movido un mal manejo de su impulsividad frente a algo que lo enojó: su objeto no actuó como él pretendía, por ejemplo.” La falta de control sobre los propios

ALEJANDRO OSORIO

PERFILADOR DE CRIMINALES “Al universo de personas se lo puede dividir en tres grandes grupos: los neuróticos (todos nosotros, en mayor o menor medida), los psicóticos (sin noción de realidad) y los psicópatas (perversos)”

impulsos, dicen los especialistas, no supone una patología “mientras la persona comprenda la criminalidad de sus actos”. ¿Cuándo los celos pasan a ser patológicos?, inquiere LA NACION. “Cuando dejan de ser un celo de cuidado normal y razonable en la pareja y se transforman en un sentimiento obsesivo y limitante para el otro. En un afán de control, vigilancia y poder sobre la pareja, de manera que la limita y le quita libertad”, dice Osorio. Pero el que ejecuta un homicidio múltiple lo hace empujado por múltiples variables: un estímulo determinado, una personalidad propensa a cometer ese tipo de actos y una realidad precisa, propia del momento, que es necesario investigar.” “La psicopatía es un trastorno de la personalidad, de base, por lo cual es crónico [incurable –explica Trabazzo–]. No es enfermedad, es una manera de vínculo con el mundo, donde hay plena conciencia de los actos. Pero no siempre un psicópata es sinónimo de criminalidad: puede perfectamente adaptarse a las normas sociales y encuadrarse dentro de la ley. Un rasgo notorio es que su psicopatía les permite ser perfectos camaleones y desplegarse en gobiernos, empresas, fuerzas de seguridad, ámbitos que desde un lugar de poder permite someter a otros y manipular. Aunque también un verdulero puede no cometer actos fuera de la ley y ser, sin embargo, un psicópata.”

De los ocho homicidios de Mateo Banks en Azul al caso Barreda En la historia criminal argentina hay más casos de asesinatos múltiples que de homicidas seriales GUSTAVO CARABAJAL LA NACION En la historia criminal argentina sobran ejemplos de homicidios múltiples, como el que ocurrió el fin de semana pasado en un departamento del barrio La Loma, en La Plata. Algunos, como los asesinatos cometidos por Mateo Banks, en Azul, en 1922, o el caso de Luis Fernando Iribarren, conocido como el masacrador de San Andrés de Giles, se resolvieron; otro caso, como la masacre de la estancia La Payanca, en General Villegas, quedó impune. Los criminalistas establecen una diferencia entre los asesinatos múltiples o en masa de los homicidios cometidos por los asesinos seriales. En nuestro país, son más comunes los primeros, donde se registran varias víctimas, que fueron asesinadas por un único homicida. En cambio, los homicidas seriales, como Jeffrey Dahmer, conocido como “El Carnicero de Milwaukee”, o David Berkowitz a quien se lo bautizó como “El hijo de Sam”, son característicos de otras sociedades con otras problemáticas y motivaciones distintas. Carlos Eduardo Robledo Puch, “El ángel de la Muerte”; Cayetano Santos Godino, “El Petiso Orejudo” y Guillermo Antonio Alvarez, alias “El Concheto” o “El Karateca”, constituyen los referentes más conocidos de los asesinos seriales en nuestro país. En cambio, Mateo Banks, también conocido como “Mateocho”, es el homicida múltiple más importante de la historia criminal argentina de los últimos cien años.

En abril de 1922, este descendiente de irlandeses utilizó su rifle Winchester para irrumpir en las estancias La Buena Suerte y El trébol, en Azul, y asesinar a sus hermanos Dionisio, Miguel y María Ana; a su cuñada, Julia Dillon; a sus sobrinas, Sara y Cecilia, y a los peones Claudio Loiza y Juan Gaitán. Durante el juicio oral que concluyó con la condena de Mateo Banks a prisión perpetua, se determinó que el acusado mató a sus familiares para quedarse con sus propiedades; en tanto que asesinó a los dos trabajadores para lograr su impunidad.

En San Andrés de Giles “Todos se habían puesto en contra mío. Vivíamos en un clima de

tensión y distanciamiento”, le dijo Luis Fernando Iribarren al juez de Instrucción de Mercedes Eduardo Costía, horas después de que la policía lo detuviera por matar a cuatro integrantes de su familia en el campo en el que vivían en la zona rural de San Andrés de Giles. Según le confesó al magistrado, luego de matar a su hermano Marcelo, se acercó al cadáver, le cerró los ojos, y le dijo: “Negro, por qué te hice esto, si yo te quería”. La masacre ocurrió en 1986, pero fue descubierta ocho años después, cuando la policía encontró el cuerpo de Alcira, la tía del acusado. El cadáver estaba enterrado en el fondo de su casa. La autopsia determinó que, la mujer, de 63 años,

Capturan a un prófugo Un hombre condenado a prisión perpetua por la denominada “Masacre de Flores” en la que cinco personas murieron en 1994 al incendiarse una casa, y que luego fue liberado por un error judicial, fue recapturado por personal de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) en la localidad bonaerense de Tortuguitas. Según informaron fuentes del Ministerio de Seguridad de la Nación, la detención se hizo ayer a las 8, cuando los uniformados allanaron una quinta de Tortuguitas, donde desde hace un tiempo se sospechaba que se ocultaba Fructuoso Alvarez González. Según relató a Télam el subsecre-

tario de Delitos Complejos, Miguel Robles, los investigadores comenzaron a realizar diversas tareas de inteligencia, como “vigilancia encubierta en 47 viviendas diferentes y distintos seguimientos”. Cuando lo descubrieron, Alvarez González estaba oculto en un techo falso. El hecho, conocido como la “Masacre de Flores”, ocurrió la madrugada del 17 de febrero de 1994, cuando murieron José Bagnato, de 42 años, su esposa, Olga Plaza, de 40; sus hijos Fernando, de 14, y Alejandro, de 9, y Nicolás Borda, un niño de 11 que se había quedado a dormir esa noche.

fue asesinada de varios hachazos. En agosto de 2002, luego de que los peritos concluyeron que Iribarren comprendía la criminalidad de sus actos, un tribunal de Mercedes lo condenó a prisión perpetua. También se resolvió la denominada masacre de Flores, ocurrida en febrero de 1994, donde fueron asesinados cuatro integrantes de la familia Bagnato y un amigo de uno de los hijos (ver recuadro). La Plata y Cipolletti fueron escenarios de dos femicidios múltiples. Hace 19 años, en la capital bonaerense, el odontólogo Ricardo Barreda asesinó a su suegra, Elena Arreche; a su esposa, Gladys McDonald, y a sus hijas, Adriana y Cecilia Barreda. La masacre ocurrió en la casa del odontólogo, situada en la calle 48 al 800. En noviembre de 1997, en Cipolletti fueron asesinadas María Emilia González; su hermana, Paula, y una amiga, Verónica Villa. Cinco años más tarde, en un consultorio de la esa ciudad fueron asesinadas Mónica García, Carmen Marcovecchio y Alejandra Carbajales. En ambos casos hubo imputados condenados, aunque las sentencias no dejaron conformes a los familiares de las víctimas. El nombre del autor de la masacre de la estancia La Payanca, en General Villegas, quedará siempre en el misterio. En mayo de 1992 fueron asesinados María Etcheritegui de Gianolio; su hijo, José Luis; Alfredo Forte, pareja de la mujer, y dos empleados de la familia y un vecino. Hubo varios sospechosos investigados, pero nadie fue condenado por el múltiple homicidio.

LA PLATA.– Delante de la puerta del último departamento del PH hay un ramo de flores y tres velas encendidas. Mabel vive en el anteúltimo departamento con su esposo, Rubén, y el menor de sus cuatro hijos varones, Facundo, de 24 años. No es que a Mabel le disgusten las flores y las velas; sólo tiene miedo de que transformen la entrada de su casa en un santuario. Del otro lado de la pared donde Mabel recibió a LA NACION mataron a Susana de Bártole, de 63 años; a su hija, Bárbara Santos, de 29; a la hija de ésta, Micaela Galle Santos, de 11, y a una amiga de Bárbara, Marisol Pereyra, de 35. Fue Facundo el primero que vio las huellas rojas en el pasillo. Eran cerca de las 7 del domingo pasado. Ya había desayunado un café y se disponía a ir a trabajar cuando abrió la puerta. Su madre aún no se había levantado y su padre estaba en la cocina, esperando que se calentara el agua para el mate. “Papá, ¿qué es esto?”, preguntó Facundo. Rubén se asomó: vio las huellas y, del otro lado de la puerta entreabierta, un charco de sangre y una silla caída. “Llamamos al 911. Mi marido temblaba muchísimo. Yo tenía miedo porque tuvo un infarto. Vino la policía, los peritos, el fiscal... Tuvieron que trabajar acá, porque en el pasillo no hay lugar. No podíamos salir. Amílcar, el carnicero, tampoco podía irse. Lo tomaron como testigo y estuvo todo el día con nosotros. Por ahí lo llamaban para hacer un reconocimiento y después ponían ahí en el pasillo esas bandejas plateadas con los cadáveres tapados y se los llevaban. Eso duró mucho.” La mujer continuó: “Como a las siete de la tarde, veo el mate con la yerba seca, el que mi marido había preparado a las siete de la mañana. Ahí nos dimos cuenta de que no habíamos comido ni tomado nada en todo el día”. Amílcar vive en la misma cuadra y enfrente está su carnicería. “Las veía siempre. Al muchacho también lo veía”, dijo Amilcar, detrás del mostrador. Los cuerpos, los vidrios, el cuchillo, el palo de amasar, la sangre, todo lo que vio el domingo pasado quedó grabado en el fondo de sus ojos y asumió la forma de una tristeza oscura y serena. “No sé cuantas veces conté lo que vi. Salí hasta en la CNN. Yo viví una época en Alemania y me llamaron unos amigos de allá”. Una clienta que había entrado en la carnicería dijo: “Esto es como el circo romano. Cada vez que se reproduce esta historia, el barrio está más triste”. La Loma es un barrio silencioso, de casas bajas, y está hacia donde se pone el sol. En esta época, los atardeceres son claros y los contornos de los árboles, de las ramas y las hojas nuevas, se ven bien definidos. Era una tarde clara y fresca, después de una tormenta de fin de primavera. Un auto se detuvo frente al PH de la calle 28. En el auto había un hombre, una mujer y un chico que debía tener diez años. El chico escribía en su celular. Sus padres miraron primero al policía que maniobraba un handy ruidoso y después hacia el fondo del pasillo. Mabel no sabe cuántas veces vio esa escena. Cambian el número de integrantes de la familia, las caras y las edades, pero la escena es siempre la misma. “El domingo y el lunes feriado muchos matrimonios con sus hijos no fueron a las plazas. Vinieron acá, a ver un pasillo con una puerta y una luz en el fondo. Parece que lo disfrutan. Y cuando están las cámaras, es peor”, dijo Mabel. “No sé que es lo que quieren mirar”, se preguntó Marta, que tiene una panadería a pocos metros y vive en la otra cuadra. Marta veía a Susana, a Bárbara y a Micaela todos los días. A las cinco y media de la tarde la abuela pasaba

FOTOS DE SANTIAGO HAFFORD

Mabel, la vecina de las víctimas

Amílcar, el carnicero del barrio a buscar a su nieta por el colegio San Cayetano y, antes de entrar en su casa, Micaela pasaba por la panadería. “Mica me decía: «Marta, ¿me preparás los panes calentitos?». Mientras los esperaba, me contaba cómo le iba en hockey o en guitarra. Si la abuela estaba en la puerta de su casa, Mica iba sola. Si no, yo cerraba el negocio y la acompañaba. Hoy miré una chica y vi su cara; casi le digo: «Hola Mica». Todavía no caigo. Yo estaba ahí cuando llegaron los familiares, cuando sacaron los cuerpos. Todavía escucho los gritos y los llantos. Volví a tomar pastillas. Anoche sólo pude dormir un poco.”

Los gritos y el silencio A Mabel también le cuesta dormir. “Ayer pude salir por primera vez. Fui al banco y a pagar la luz. Pasé por una escuela y volví a escuchar ese grito. Era el mismo grito. Me asusté. Eran unos chicos jugando”, dijo. Para Mabel, el significado de los gritos cambió para siempre. Antes no les daba importancia. Las casas están llenas de voces, de ruidos y de gritos, y el que había oído cuando estaban matando a sus vecinas era un grito corriente, igual o menos estridente que aquellos otros que había escuchado aquella vez que encontraron una laucha. Mabel cree que fue el grito de la más chica. ¿Cuántas veces volverá a escucharlo en las voces de otros niños? Pero es el silencio de la casa de al lado lo que ahora más conmueve a Mabel. “No voy a escuchar más la risa de Susana, la música, a la chica jugando, el ladrido y los cascabeles de Bijou. Le puso Bijou porque es una joyita. A la noche lo saca a pasear lleno de cascabeles”. A veces, mientras dialogaba con LA NACION, Mabel se descubría nombrando a Susana, a Bárbara y a Micaela en tiempo presente. Mabel abrió la puerta. Las tres velas aún se consumían, al lado del ramo de flores y frente a dos potus; uno tenía un moño rojo atado a una rama. “Nosotros nunca pasamos la Navidad acá, pero con mi marido decoramos la entrada con luces y le ponemos moños a los potus. Ellas sí pasaban las Fiestas en su casa, porque estaban las tres solas. Después venían los amigos a brindar y se quedaban hasta tarde, así que les decorábamos la entrada a ellas. Este año vamos a pasar las Fiestas acá. Va a ser la primera vez, y justo ellas ya no están. El otro día, Susana me dijo: «Me dejaste un moñito». Ahí está. Quedó de la Navidad pasada”.

Análisis de ADN al único detenido LA PLATA.– Mañana, en la Asesoría Pericial de esta ciudad, se llevará a cabo el análisis del ADN del karateca Osvaldo Martínez, para luego ser comparado con los rastros encontrados en la vivienda del barrio platense La Loma, donde ocurrió el cuádruple crimen. Anteanoche, en tanto, el fiscal Alvaro Garganta dirigió un segundo allanamiento en la vivienda deMartínez, único detenido y, entre otros objetos, ordenó secuestrar un par de zapatillas. Los investigadores analizarán si las suelas corresponden con unas marcas halladas en la escena del múltiple homicidio, informaron fuentes judiciales.